Just Made To Touch


Notas de la Autora: Sé que no es excusa, pero la verdad es que he ido posponiendo este momento con excusas, porque realmente no tenía muy claro como iba a continuar la cosa. Después de muchos meses haciendo el tonto, de repente se me ocurrieron un par de ideas, así que allé vamos!

haruka: Tal vez no me creas (y no te culpo, la verdad) pero se me cae la cara de vergüenza... Porque en tu último review escribiste que te daba miedo pensar en el tiempo que tendrías que esperar para una nueva actualización y... Bueno, aquí lo tienes... Dos años después...

soyunax: Supongo que te tocará volver a leerte del tirón los 23 capítulos entonces, porque esta vez el retraso también ha sido brutal... Sorry! (Si te sirve de consuelo (que no lo creo...) yo también tengo que releerme los fics antes de ponerme a escribir nuevos capítulos después de tanto tiempo ^^')


CAPÍTULO XXIV: FUERA DEL PERSONAJE.


- Déjala tranquila – dijo Selphie, obligando a Seifer a bajar los pies de la mesa de un manotazo – Ambas necesitan tiempo y espacio para asimilar todo lo que ha pasado.

Me acarició la cabeza como si fuese un animalillo extraviado, y me sonrió de manera lastimera. Yo me limité a observarla en silencio, con los brazos cruzados sobre la mesa y la barbilla apoyada sobre los brazos.

- Venga, Rinoa, ahora en serio – dijo Seifer al cabo de un rato. Se inclinó un poco sobre la mesa, cruzándose de brazos, mientras comía galletitas saladas - ¿Tú qué quieres hacer?

Lo observé con aire aburrido por un instante, y después levanté la barbilla de mis brazos y comencé a pasear los ojos entre el resto de personas que había en la cafetería. ¿Qué quería hacer yo?

- ¿Nada...? - contesté finalmente, encogiéndome de hombros.

Lo oí hacer un chasquido con la lengua, decepcionado, y me tiró una de aquellas galletitas.

- ¡No seas guarro! - le regañó Selphie.

- Por fin habéis hablado de todo lo que ha pasado – me recordó él– Ya no hay excusa para apartar la mirada de ello, y todas tus dudas se han resuelto. Le gustas, está más que claro, y tú también sientes algo por mucho que te empeñes en negármelo.

- No digas bobadas – le pedí, y volví a apoyar la cabeza sobre mis brazos, pero mirando hacia un lado esta vez, intentando ignorarlo.

- Bueno, no será tan bobada cuando ha pasado todo lo que ha pasado... - dijo Selphie a mi lado, y comenzaron a discutir sobre qué sentía cada cual como si yo ni siquiera estuviese presente.

Había pasado una semana desde aquella reveladora conversación con Quistis, y durante aquellos siete días yo me había dedicado a... descansar.

De repente todo era distinto. Todo tenía lógica. Quistis no era esa especie de desconocida que había imaginado, a la que le daba absolutamente igual haberme besado o que nos hubiésemos acostado. Realmente le había afectado. Había pasado aquel ir y venir que habíamos alargado durante dos meses llena de dudas y de remordimientos, mientras yo la torturaba casi sin darme cuenta haciendo mis estúpidos experimentos, poniéndole la miel en los labios y después despreciándola, mareándola y eludiendo cualquier tipo de responsabilidad. Seguía sintiéndome mal ahora que veía hasta qué punto había metido la pata. Pero bueno, en mi defensa diré que imaginar que Quistis pudiese sentir algo por mí, era la última de mis sospechas.

- Pero decidir que de repente te gustan las mujeres no puede ser así de simple, Seifer – oí decir a Selphie, y dejé escapar un silencioso suspiro.

No debería serlo... pero al parecer a mí no me había costado más de una noche de reflexión.

Creo que ya os lo comenté anteriormente. Las pocas veces en las que se me había ocurrido pensar que Quistis pudiese gustarme, había sido como pararme frente a la puerta que daba a las respuestas y posibilidades que había tras aquella cuestión, y verme incapaz siquiera de rozar el pomo. Era algo de lo que había estado apartando la mirada todo aquel tiempo, hasta que vi claramente en el rencor de sus palabras que ella sentía lo mismo que yo.

Por fin, Quistis bajó la guardia, me dejó ver con algo más de claridad lo que había sentido todo aquel tiempo, y aquella puerta se abrió sola.

- Hablando de la Reina de Hielo... - murmuró Seifer, y sonrió ampliamente.

Me giré hacia la entrada de la cafetería, y vi a Quistis. Los tres oímos a alguien que pronunciaba su nombre, al fondo, y moví mi cabeza hacia allí. Shu movía su mano en el aire, llamándola, y cuando volví a mirar hacia Quistis vi que la miraba con el ceño fruncido. Después miró de nuevo a su alrededor, con aire despreocupado, y cuando dio con nuestra mesa apartó la mirada de repente y se dirigió hacia el mostrador de manera apresurada.

- Me parte el alma verla así... – dijo Selphie.

- Pues a mí no – sentenció Seifer -. Que sufra.

- ¡Oye! - exclamó Selphie, y le golpeó en un hombro.

- ¿Qué? Seduce a esta pobre muchacha - dijo él señalando hacia mí –, se aprovecha de su confusión, juega con ella haciendo ver que no le importa lo más mínimo y encima se lleva dos polvazos... Pues ahora ya lo sabemos todo, ¡que sufra he dicho!

Yo la observaba en silencio, miraba su espalda intentando ignorar las idioteces que Seifer decía, y ella mantenía la cabeza algo baja mientras la camarera le iba metiendo algunas cosas dentro de una bolsa. Shu se acercó rápidamente hacia ella, y al principio parecía que Quistis intentaba ignorarla.

- Sabes que Quistis no es así – dijo Selphie -. No le gusta que la juzguen, y cree que tiene cientos de defectos que ha de ocultar, por eso se esfuerza tanto por parecer perfecta y esconder sus errores.

No es que Selphie fuese una experta leyendo a la gente ni tuviese ningún talento natural para psicoanalizar a los demás, esas eran las conclusiones a las que habían llegado entre ellos sobre por qué Quistis hacía las cosas que hacía de la manera en que las hacía. Llevaban aquella semana hablando del tema, y yo apenas había participado, pero me entretenía ver los diferentes puntos de vista de cada uno. Oír todas aquellas opiniones hacía semanas me habría ayudado a ver las cosas de otra manera, la verdad.

La vi girarse hacia Shu y decirle algo, y su expresión era entre enfadada y avergonzada. Sonreí, y me apoyé con los codos sobre la mesa, sujetando mi cara con ambas manos.

- ¡Por el amor de Xian! - exclamó Seifer - ¡Pero mírala! Y aún tendrá la poca vergüenza de decir que no le gusta. Sólo falta que comiencen a caer petalitos a su alrededor mientras la mira sonriendo con esa cara de idiota.

Yo cambié mi expresión por una de molestia, y lo miré en silencio durante unos segundos antes de contestarle.

- Sólo me hace gracia... - le dije.

Él hizo una pedorreta como toda contestación, y yo fruncí un poco más el ceño.

- Es verdad – le aseguré -. Se pasa el día evitándonos a todos y se le ve a la legua que está incómoda. Es... como si...

- Ya no puede fingir – dijo Selphie -. Al menos no con nosotros. Ahora sabe que sabemos que le gustas, y sabe que no sirve de nada hacer ver que no es así. Así que no es capaz de fingir y se siente incómoda.

- Exacto – dije sonriendo, mirándola de nuevo.

Pero lo más gracioso era que realmente intentaba continuar interpretando su papel.

- ¡Irvy! - exclamó Selphie de repente, y saltó literalmente de su silla para ir corriendo hacia el vaquero.

Acababa de entrar en la cafetería con Squall, y ambos hablaban animadamente mientras se acercaban a la mesa. Bueno, Irvine hablaba animadamente, mientras Squall lo escuchaba... sin tanta animosidad. De hecho parecía más bien aburrido.

Miró hacia Seifer durante un segundo, y después me miró a mí. Me sonrió e hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo, mientras dejaba un maletín de cuero lleno de papeles sobre una silla, y después se giró hacia la barra.

- ¿Tú no desayunarás nada? - le pregunté a Seifer, mirando la bolsa de galletitas saladas que había dejado tirada sobre la mesa, totalmente vacía.

- Nah, prefiero esperar un poco más, así podré llegar tarde a mis clases – me dijo, encogiéndose de hombros -. Pero te acompañaré de todos modos, así podré ver mejor la cara de idiota enamorada que se te quedará cuando te acerques a Quistis y la saludes.

Lo miré con cara de pocos amigos, aunque sabía que Seifer se llevaría una buena decepción, porque Quistis seguramente se iría antes de que yo llegase a abrir la boca.


- Deja que te invite – me volvió a implorar -. Ya he guardado una mesa para que puedas decir que desayunas conmigo, así no tendrás que hablar con ella si no quieres.

Shu llevaba aquella semana siendo insoportablemente agradable y generosa conmigo, pero no pensaba ceder. Me había mentido y había conspirado a mis espaldas rompiendo Xian sabía cuántas normas para conseguir dejarme en ridículo delante de todos, que era lo que había acabado ocurriendo, y no iba a perdonarla así como así.

- Te he dicho que desayunaré en mi despacho – le repetí -. Prefiero eso antes que pasar un segundo más aquí.

- No me hagas esto, mujer – me pidió -. No soporto que estés enfadada conmigo.

- Me has hecho el lío muchas otras veces – le recordé – y nunca te había molestado tanto que me enfadase contigo por ello. ¿Sabes por qué te sientes tan mal?

Dos cadetes se acercaron a nosotras y guardé silencio durante un segundo, mientras recogía el cambio que la camarera me acababa de traer y cogía la bolsa con mi desayuno. Shu se apartó un poco de aquellos cadetes, quedándose un poco detrás de mí, y yo me giré para contestarle.

- Te sientes mal porque esta vez te has pasado y lo sabes – le dije -. Tu conciencia no te deja tranquila, y crees que tienes que compensarme por todo... Pero yo no tengo ninguna responsabilidad sobre tu conciencia, así que no tengo por qué aguantar que estés...

Por encima de Shu pude ver a un grupo bastante familiar acercándose, y me quedé callada en cuanto los reconocí. Squall me hizo un escueto movimiento de cabeza como todo saludo mientras llegaba a nosotras, con Irvine y Selphie justo tras él, y algo más atrás pude ver a Rinoa acercándose con una sonrisa totalmente normal en la cara, mirándome. Cuando digo que esa sonrisa era normal, quiero decir que no parecía fingirla ni querer decir nada en especial con ella. Era sólo su preciosa sonrisa habitual. Sentí un poco de calor, y volví a mirar hacia Shu con el ceño fruncido.

- Déjame en paz – le dije en todo tajante -. Te perdonaré cuando me de la gana.

Después Squall se paró tras ella, yo le devolví el saludo también con un movimiento de cabeza y me fui hacia la salida.


Tal y como había esperado, Quistis se marchó antes de que pudiese decirle nada.

- ¿Le ha pasado algo? - dijo Squall, señalando hacia Quistis.

- Está enfadada por algo que hice... - dijo Shu, intentando quitarle importancia.

Squall se giró hacia ella, guardó silencio durante un instante, como si pensase en algo, y de nuevo se giró hacia nosotros.

- ¿Quistis se enfada? - preguntó, aún más extrañado.

Irvine soltó una sonora carcajada, y le dio una palmada en el hombro, como si Squall hubiese dicho aquello pretendiendo que fuese un chiste.

- Quistis hace muchas cosas que no podrías ni imaginar – dijo Seifer a mis espaldas, y por como lo dijo pude notar perfectamente a qué se refería. Yo me giré y lo miré de manera amenazadora, pero él se limitó a sonreírme.

- La verdad es que últimamente está bastante rara – dijo Irvine.

Era tan evidente...

- ¿No deberíamos ir a hablar con ella...? - preguntó Squall.

Todos nos giramos hacia él, sorprendidos. Desde luego, era la última persona que imaginaríamos proponiendo algo parecido.

- ¡Por supuesto!

- ¡No!

Selphie y Shu gritaron a la vez, y después se miraron con el ceño fruncido.

- El problema es conmigo, ¿vale? - dijo Shu – Yo hice algo inadecuado, y se ha enfadado conmigo, es culpa mía y asumo la total responsabilidad de su enfado. Por lo tanto nadie tiene que ir a hablar con ella excepto yo.

- Pues contigo no quiere hablar – le dijo Selphie -, y nosotros somos técnicamente su familia, así que estamos muy por encima de las amigas de toda la vida. Iré yo a hablar con ella.

- ¡No! - volvió a exclamar Shu.

Selphie volvió a mirarla con el ceño fruncido, y después hizo algo... iba a decir inesperado, pero cuando se trata de Selphie, hace tiempo que hemos aprendido a esperar cualquier cosa. Se puso una mano sobre la frente, y antes de que ninguno de nosotros interpretase que estaba utilizando su pseudomagia, ya había lanzado aquel hechizo sobre Shu.

- Selphie... - murmuró Irvine, mirando la estatua de piedra en que Shu se había convertido.

- ¡Matenedla así cinco minutos por lo menos! - gritó, mientras se alejaba a toda velocidad hacia la salida, por donde Quistis había desaparecido.

Se hizo un silencio extraño durante unos segundos, y de repente la estatua de Shu comenzó a inclinarse lentamente hacia un lado, y Seifer la agarró con rapidez para que no se cayera.

- ¿Qué puñetas...? - balbuceó, y después miró hacia Irvine - ¿¡Qué demonios le pasa a tu novia!?

Irvine abrió la boca para intentar contestarle, pero sólo pudo arquear las cejas y encogerse de hombros.

- Sabe que esto le va a costar un rango de SeeD, ¿no? - le preguntó Squall, tocándose los bolsillos con aire despreocupado, seguramente buscando algún objeto con el que curar el estado alterado de Shu.

- ¿Sólo uno? - contestó el vaquero, y sonrió con cierta cautela.


¿Cómo no se me había ocurrido antes?

Desde el momento en que le prometí a Seifer que no hablaría con Quistis, me había sentido como si de alguna manera hubiese escogido uno de los dos bandos, y en ese momento, la idea de ir a hablar con Quistis había desaparecido completamente. Evidentemente, yo no le había prometido que no hablaría nunca más con ella, y además, ella y Rinoa ya se habían dicho todo cuanto debían decirse, así que realmente daba igual que intentase presionar a ninguna de las dos. El paso realmente importante ya estaba dado.

- ¡Quistis! - grité, cuando vi su figura al fondo del pasillo. Vi que paraba, e inclinaba la cabeza hacia arriba. Cuando llegué a su lado, ya se había girado hacia mí, y me miraba con el ceño fruncido y las mejillas levemente sonrojadas.

- Espero que sea algo estrictamente profesional, y rápido – me dijo.

Yo me detuve a coger aire un segundo, mientras negaba con la cabeza. Entonces oí el resonar de sus zapatos sobre el suelo, y cuando abrí los ojos vi que se había vuelto a girar y continuaba su camino hacia el ascensor.

- ¡Espera un momento, mujer! - exclamé, y troté un par de pasos más hasta ponerme a su lado – Yo no te he hecho nada, ¿no?

Guardó silencio, mientras continuaba caminando con la bolsa de su desayuno entre los brazos, pegada al pecho.

- Mira, no vengo a convencerte de nada, ni a decirte lo que debes hacer con tu vida... - comencé a decirle, a medida que subíamos los escalones que daban al ascensor. Esperé durante unos segundos, mientras ella tocaba el botón de llamada, pero no parecía dispuesta a hablar – Sólo quiero hablar contigo sobre ti.

En ese momento conseguí que me mirase, aunque tampoco me contestó.

- Salta a la vista que no estás bien, y nos preocupa... - le dije, intentando no dar importancia al plural de la penúltima palabra – Sabemos que te cuesta hablar de según qué cosas, por eso quería ayudarte a hacerlo – sonó el leve timbre del ascensor al llegar, y las puertas comenzaron a abrirse -. Me gustaría por lo menos que supieras...

- No estoy bien – dijo, dando el primer paso para entrar en el ascensor, en cuanto pasó las puertas, me puso una mano sobre el pecho para que no pudiese moverme -. Me siento avergonzada, frustrada y traicionada, entre muchas otras cosas. Y sí, me cuesta hablar de según qué, así que ahora mismo también me siento incómoda...

Quitó la mano de mi pecho y pulsó uno de los botones del panel que había a su derecha.

- Dejadme en paz...

Con esas últimas palabras, las puertas se cerraron y la perdí de vista. Me quedé sin palabras, y al girarme pude ver a Irvine y a Squall que salían de la cafetería cargando una familiar masa de piedra en dirección a la enfermería. Al parecer aún no me habían visto, así que aproveché el momento para salir corriendo de allí antes de que lo hicieran.


- Estoy bien – les repetí por enésima vez, intentando levantarme de la camilla.

- Será mejor que esperemos un rato – dijo Squall.

Kadowaki me empujó levemente para que volviese a tumbarme sobre las almohadas, y yo apreté las mandíbulas.

- Os digo que estoy bien... - repetí, intentando no levantar demasiado la voz. Comenzaba a perder la paciencia, y eso nunca era bueno.

- Sabemos que estás bien, pero también sabemos que en cuanto te dejemos salir irás a por Selphie – dijo el vaquero, que se mantenía a cierta distancia, apoyado en una pared con los brazos cruzados. Yo sonreí levemente. Por supuesto que iría a por ella.

- Será sancionada por lo que ha hecho, no te preocupes por ello – me aseguró Squall -. Pero si te tomas la justicia por tu mano, tú también lo serás...

Pero yo no quería que la sancionaran... quería sentir cómo sus vértebras se iban rompiendo lentamente entre mis manos...

- Ya me encargo yo... - dijo alguien al fondo, y al girarme vi a Seifer que acababa de entrar en la enfermería.

Squall, Irvine e incluso Kadowaki lo miraron en silencio, con cierta desconfianza. Él les devolvió la mirada con rencor, y se cruzó de brazos.

- Mi comportamiento ha mejorado mucho desde hace meses – aseguró - ¿No confías en mí para retener aquí a una paciente mientras se tranquiliza, comandante?

Hizo que la palabra comandante sonase diferente al sonreír mientras la pronunciaba. Después, me miró a mí aún sonriendo.

- Además, Shu y yo nos hemos hecho muy amigos en las últimas semanas – dijo -. Seguro que yo puedo darle cosas más importantes y agradables en las que pensar que en esa mensajera tuya, vaquero...

Squall le hizo un gesto a la doctora Kadowaki, y ambos se apartaron un poco y hablaron en voz baja. Seifer mientras tanto avanzó hasta mi camilla, y se sentó a los pies, aún sonriéndome de manera extraña. Un minuto después, Squall se acercó a Irvine, le puso una mano en el hombro y dio una paso hacia la puerta antes de girarse hacia Seifer.

- Kadowaki no va a quitaros los ojos de encima, a ninguno de los dos – le aseguró -. Haced cualquier cosa rara, y también seréis sancionados.

Habló con voz firme y decidida. Seifer asintió, se puso de pie, e hizo el saludo de SeeD con una sonrisilla arrogante. Después nos quedamos a solas, y Seifer volvió a sentarse a los pies de la cama, colocándome una mano en la rodilla.

- Bueno, Shu... - dijo. De repente se quedó callado, y miró hacia la doctora Kadowaki, que continuaba de pie a mi lado – Perdone, ¿le importa? - le dijo, haciendo un gesto hacia mí con la cabeza.

- Tengo órdenes expresas de vigilaros... - le dijo ella, perdiendo el tono agradable y dulce que la caracterizaba.

- Bien, pues vigílenos desde cierta distancia - le pidió -. No sé si se entendía cuando he dicho que Shu y yo nos habíamos hecho muy amigos en estas últimas semanas, pero las cosas que quiero decirle ahora mismo pueden resultar un poco violentas para usted por su alto contenido erótico.

- No es verdad... - dije yo, mirándolo con cara de odio.

Él me miró fingiendo que mis palabras le habían dolido, y Kadowaki nos miró a ambos durante unos segundos algo confusa.

- Bueno, estaré... en mi escritorio... - dijo finalmente. Y se retiró a la entrada de la enfermería, mientras nos miraba desde lejos, sentada en su silla.

Seifer se acercó un poco más, aún sonriendo, e intentó apartarme el flequillo de la cara, yo le di un manotazo, y Kadowaki se tensó un poco sobre su silla, en la lejanía.

- Corta el rollo Almasy, ¿Qué quieres? - le dije.

Desde hacía una semana yo había dejado de hablar con él y me había retirado totalmente de aquel juego que nos traíamos. Me había dedicado única y exclusivamente a intentar enmendar mis errores y recuperar la confianza de Quistis.

- Verás, había pensado que tal vez yo pueda ayudarte a arreglar las cosas con tu querida amiga... - dijo finalmente.

- Ni se te ocurra meterte – le advertí.

- No, no... Yo no me metería - me aseguró, alejándose un poco de mí y levantando las manos como muestra de inofensividad -. Había pensado que Rinoa, podría ayudarte.


Me miró raro, pero no mucho más de lo normal. Al menos ya no estaba tan a la defensiva.

- Te sorprendería la capacidad de análisis de asuntos personales que tiene esa chica – mentí -. Además, creo que te vendría bien echar un vistazo a lo que ha estado pasando en el otro bando todo este tiempo.

- No se trata de bandos, Seifer – me dijo -. Nos hemos pasado, yo la primera. Y ya me da igual lo que ocurra entre Quistis y Rinoa, lo único que quiero es que me perdone.

- ¿Crees que dentro de diez años te perdonará que hayas permitido que renuncie al amor de su vida? - le contesté yo.

- ¡Es lo que ella ha decidido! - exclamó – Dentro de diez años, si se arrepiente de algo, que lo arregle ella solita.

- Oye, puede que yo consiga persuadirla... - dije, fingiendo que aquella idea se me acababa de ocurrir.

- ¡Ni se te ocurra! – me contestó, irguiéndose de repente sobre la cama, hecha una furia. Se quedó muy quieta, mirando por encima de mi hombro hacia la salida. Al girarme vi que la doctora se había levantado de su silla y tenía una mano sospechosamente extendida hacia el teléfono que había en su mesa. Le hice un gesto con la mano, como si no pasase nada, y poco a poco fue apartando la mano del teléfono – Ni se te ocurra acercarte a Quistis, Seifer - la segunda vez dijo aquellas palabras en un tono más bajo, pero no más tranquilo.

- Vale, tranquila – le dije -. No haré nada de nada. Aún así te recomiendo que hables con Rinoa, no pierdes nada por hacerlo.

Se mantuvo en silencio, y yo sabía que eso siempre era una buena señal.

- Últimamente se la ve diferente, es como si hubiese asado página – le dije, mientras estiraba de manera distraída unas arrugas de la sábana – En mi humilde opinión, ha cambiado para mal, ahora es mucho más aburrido estar con ella. Sin embargo tal vez podría ayudarte a ayudar a Quistis, y no me refiero al tema de la relación de ambas, si no a... Bueno, si puedes ayudar a que Quistis también pase página, seguramente la instructora estaría muy agradecida... - seguía en silencio, con la mirada aún sobre mí, pero algo más pensativa – La verdad es que se la ve bastante afectada, ¿no crees?

- ¿Qué estás tramando? - dijo por fin. Yo me encogí de hombros.

- ¿Por qué cuando intento ayudar la gente piensa que tramo algo? - contesté, indignado, y me levanté de la camilla – Si no quieres ir a hablar con la brujita, no vayas... desagradecida...

La última palabra la dije entre murmullos, mientras me iba girando para irme.

- ¡Ni se te ocurra hablar con Quistis! – volvió a recordarme cuando comenzaba a alejarme.

- ¡Tranquila – le contesté, mientras pasaba frente al escritorio de Kadowaki, sonriéndole –, prometo no acercarme a ella! - le dije, guiñándole un ojo a la doctora a modo de despedida, y cruzando los dedos delante de mi pecho, donde aquella mujer podía verlos, pero no Shu.


Finalmente me había quedado sola.

Cuando se llevaron a Shu a toda prisa hacia la enfermería, después de descubrir que nadie llevaba ningún objeto ni magia que pudiese liberarla de la petrificación, yo me debatí durante unos instantes sobre si seguirlos o no. Finalmente, decidí que iba a causarles más molestia que otra cosa, y que no faltaba mucho para que las clases empezasen.

Me comí el último bocado de sandwich que quedaba en mi plato, justo cuando Selphie apartó una silla y se sentó a mi lado.

- Bueno, tengo que irme... - dije, mintiendo. Después del numerito que había formado hacía pocos minutos, no tenía ganas de pasar mucho rato con ella. Todos sabíamos que cuando Selphie empezaba a descontrolarse, había que actuar con cuidado durante un par de días por lo menos.

Cogí un cuaderno de notas que solía llevar a clase, y mi bolígrafo de tres colores con un adorno de plástico en forma de mogurito agarrado a él, y comencé a ponerme de pie.

- He podido hablar con Quistis – dijo.

Yo me paré en seco. Me quedé de pie a su lado durante unos segundos, y después volví a sentarme.

- Bueno, hablar... - dijo después. Parecía buscar las palabras con cierta dificultad.

- Creo que cuando tú dices cosas pero no te contestan no se suele considerar "hablar" - le dije.

- Sí me ha contestado... - dijo ella.

Yo tragué saliva, y esperé a que terminase de cavilar. Parecía perdida, como si acabase de presenciar algo insólito e inexplicable.

- Yo le iba diciendo cosas un poco sin pensarlas – dijo de repente. Parecía que más bien hablase consigo misma, como buscando lógica a algo que había ocurrido intentando revivirlo mentalmente -, lo que quería era captar su atención y que se parase a escucharme. Que me diera una oportunidad de ofrecerle mi ayuda.

Se encogió de hombros mientras miraba hacia la nada. Dos cadetes pasaron por su lado, la miraron y empezaron a cuchichear mientras aceleraban el paso. Debían haber presenciado también la discusión son Shu, y verla en ese preciso instante con aquella mirada algo ida tampoco ayudaba a su imagen.

- Le he dicho que parecía que no estaba bien y... - yo esperé casi conteniendo la respiración.

- ¿Y? - le pregunté un par de minutos después.

- Se ha girado hacia mí y me ha dicho que no, que no estaba bien... - dijo al fin.

Fruncí el ceño, intentando imaginarlo. Desde luego que no estaba bien, cualquier podía darse cuenta. Incluso yo me había dado cuenta, pero de ahí a que lo reconociese verbalmente había un abismo.

- Me ha dicho que se sentía avergonzara y traicionada... - dijo ella, agarrándome de los brazos – Y que la dejáramos en paz...

Sonrió ampliamente, y pude ver una chispa de ilusión en sus ojos.

- Hay esperanza, Rinoa – dijo -. Se está abriendo a nosotros...

Yo la miré con cara de circunstancias y le di un par de palmaditas sobre una de sus manos. Si realmente pensaba que aquello era un síntoma de apertura por parte de Quistis, bien por Selphie. Yo más bien lo veía como un síntoma de agotamiento y derrotismo. De alguna manera parecía que no sabía cómo comportarse. Era como si hubiese llegado a sis límites y actuase sin pensar en las consecuencias, o sin ser consciente de ellas. Nunca pensé que llegaría un día en que Quistis perdería la concentración, pero las cosas que podía observar en ella no me dejaban muchas más opciones.

- Vale, sí... - dije, suspirando – He de ir a clase, así que... - y comencé a ponerme de pie por segunda vez.

- ¿Con Quistis? - me preguntó.

Tragué saliva, y finalmente asentí.

- Te acompaño – dijo de inmediato, y también se levantó.