16.
Una semana después...
Bulma deambulaba por la casa; desde que había nacido el niño no había parado un segundo. Entre el trabajo y la labor de madre primeriza no le quedaba más que alguna escasa hora en la que el bebé dormía y no estaba trabajando para ocuparse de sí misma.
La vida de Vegeta, en cambio, siguió igual. Él sólo se ocupaba de su entrenamiento y de nada más.
Sus padres la ayudaban en todo lo que podían, pero de todos modos se veía pasar a una Bulma ojerosa por los pasillos. De vez en cuando caía rendida, pero no tardaba en ser despertada por el acuciante llanto de su hijo.
El pequeño Trunks tenía los ojos del mismo color celeste que su madre, pero de la misma forma que su padre, y un cabello lila pálido excepcional, aunque no tenía mucho aún.
Al entrar Bulma en la casa, vio a Vegeta sentado en uno de los sillones violetas, pero no pudo más que sonreírle mientras seguía caminando rumbo a la cocina. Trunks estaba en sus brazos, y lloraba. Ya allí, preparó la botella a su hijo y se la dio, con lo que cesaron sus lloriqueos. La chica suspiró aliviada y fue rumbo al living; se tomaría un descanso, pues su padre no la necesitaba con urgencia. Podría dejar de trabajar para dedicarse por completo al niño, pero su trabajo era también una pasión y no se veía dejándolo para dedicarse en cuerpo y alma a la maternidad.
Se desplomó al lado de Vegeta, con cuidado de no mover mucho al bebé, y se recostó contra el respaldo del sillón, aún sosteniendo la botella que el niño de una semana de vida no podía cargar.
—Estoy exhausta.
—Lo podría asegurar aunque estuviera a diez kilómetros de distancia —bromeó el otro.
—Oye, podrías ayudarme de vez en cuando, ¿no te parece? —preguntó ella, enojada.
Ya ni tiempo para discutir con Vegeta tenía.
—No, y menos ahora —dictaminó él.
Su ira se aplacó y se encendió instantáneamente su curiosidad al notar la fiereza con la que dijo "y menos ahora".
—¿Por qué?
—Simplemente, no —espetó él.
—No me has contado nada de tu viaje —comentó ella, haciendo un intento por llegar al punto desde otro ángulo. Eso siempre le funcionaba, hablar de otro tema para llegar al que le interesaba.
—No es como si hubieras tenido tiempo de sobra para escuchar los detalles —dijo él a su vez—, pero no te culpo —se apresuró a añadir, temiendo que con eso sacara de nuevo el tema de que tenía sus responsabilidades para con el chiquillo que en ese momento terminaba su comida.
—Ahora tengo un poco de tiempo; Trunks está terminando su botella y luego se dormirá —musitó ella—. Cuéntame, ¿has hecho progresos?
Por la forma en la que brillaron sus ojos con la última palabra, Bulma estuvo segura de que sí.
—No es de tu incumbencia —espetó.
¿Es que después de esos ocho meses de viaje había vuelto a cernir su capa de malhumor e intolerancia para con ella?
—Ay, vamos Vegeta, sé que ha pasado algo bueno, ¿qué fue? —preguntó con paciencia.
Él puso los ojos en blanco y sonrió burlón.
—Vale, pero sólo te lo cuento para que te calles —"sí, claro", pensó ella, pero le dejó estar y prestó atención—. Había una lluvia de meteoritos y tuve que deshacerme de ellos para proteger la nave. Cuando terminó, caí en la cuenta de que llevaba dos años intentando superar a Kakarotto y aún no lo había logrado; la furia me dominó por completó, elevándose a niveles inauditos, incluso para mí. Y entonces, en ese ataque de ira, me transformé —sus ojos brillaban con orgullo y alegría.
—¿Q-que te transformaste? ¿Te transformaste en SuperSaiyajin? —inquirió ella con asombro— Pero ¿cómo? Krilin me contó que para transformarse en Saiyajin el corazón del mismo debía estar tranquilo y ser puro, y discúlpame pero tú no eres lo que se dice "tranquilo" ni mucho menos tienes un corazón puro. ¿Significa eso que Krilin se equivocaba?
—No. Yo soy tranquilo; que entrene no significa que no lo sea. Tú tienes la capacidad de sacarme de mis cabales, que es distinto —musitó—. Y mi corazón es puro.
—Espera, espera; lo de la tranquilidad te lo concedo, pero lo de la pureza es una broma, ¿verdad?
—Los Saiyajins en general no son puros en absoluto, así que si alguna vez hubo un SuperSaiyajin del que parte la leyenda, no podía ser puro de corazón, por lo menos no en el sentido en el que se toma la palabra.
—No entiendo —finalizó ella, enojada. No le gustaba que le tuvieran que estar dando detalles, pero tampoco estaba en condiciones de razonar de forma eficiente.
—Nunca se habló del significado que tenía el ser "puro de corazón". Ustedes pueden haber interpretado que esto era tener la repugnante personalidad de Kakarotto, pero la verdadera interpretación es la de "pureza"; pureza absoluta, no importa de qué. Y yo tengo el corazón lleno de pura maldad.
—No lo creo —puntualizó ella.
—La transformación es la prueba —dijo él.
—No es la prueba de nada; tal vez sea una equivocación. Tal vez todos los Saiyajin sean capaces de transformarse si son sometidos a un arduo entrenamiento y a continuas batallas con adversarios que les superan.
—No discutiré sobre eso —finalizó él.
—Como quieras —dejó la botella del bebé sobre la mesa blanca—. Tenlo un segundo —se lo tendió.
—¿Qué? —preguntó él con los ojos abiertos de puro pánico.
—Que lo sostengas; tengo que ir a echarle un vistazo a la refacción y reparación de los robots que destruiste de nuevo, así que mejor que lo tengas unos minutos mientras regreso.
—Lo podrías llevar —dictaminó él.
—Estoy cansada; elige, ¿los robots por unos minutos con tu hijo o sólo la cámara de gravedad? —sabía que lo estaba poniendo entre la espada y la pared.
Vegeta la fulminó con la mirada, pero luego imitó la cuna que tenía hecha Bulma con sus brazos. Ella dejó al niño allí, complacida, se estiró gustosa y fue hacia el laboratorio.
—No olvides que es muy pequeño; ten principal cuidado con su cabeza —le recordó antes de salir de la habitación.
El Saiyajin tenía miedo de moverse, pues su hijo parecía muy frágil y creía que lo podía romper con sólo mover un músculo; en cambio, él se sintió a gusto al estar por vez primera en brazos de su padre, y se acomodó para dormir.
Al poco tiempo tomó confianza y lo sostuvo sólo con el brazo derecho —cuyos músculos eran igual de anchos que el bebé— y dejó libre el izquierdo, ya entumecido.
"He visto este color de cabello en algún lado", pensó, observando el cabello de su hijo, pero por más que intentara no podía recordarlo.
Decidió que el niño no molestaba tanto estando dormido. "Pero despierto es una calamidad, se pasa el día lloriqueando; yo que su madre, lo agarraría de una pierna y lo dejaría colgando boca abajo hasta que se callase, pero si ella quiere soportarlo...", pensó.
A los pocos minutos, Bulma hizo acto de presencia.
—Ya te puedes llevar los robots.
—Estupendo —musitó, levantándose. No sabía como agarrar a Trunks para dárselo a su madre, así que se acercó a ella con la intención de que lo tomase, cosa que hizo presurosa.
—¿Cómo has logrado que se duerma con esa rapidez? —preguntó, sorprendida.
Vegeta abrió mucho los ojos, absorto.
—¿No suele dormirse rápido? —preguntó.
—Claro que no, ¿cómo hiciste? —volvió a preguntar.
—Yo, nada; él simplemente se acomodó y se puso a dormir...
—Tal vez se sienta más cómodo en tus brazos; deberías sostenerle de vez en cuando, me ahorrarías bastantes problemas.
—Agradece lo de hoy y no esperes mucho más —instó él, marchando rumbo al laboratorio para recoger los robots.
Bulma sonrió, mirando primero el rostro de su hijo, dormido en calma, y luego a Vegeta, caminando de espaldas hacia ella. En menos de dos años su corazón había conseguido a sus dueños. Vegeta era su propietario debido a que se lo había ganado por sus propios medios; Trunks, en cambio, ya era parte de ella, y al nacer había pasado automáticamente a tomar posesión junto con su padre de su amor.
No podría vivir sin ellos dos.