1. Penumbra.
Tras la batalla con los neófitos de Victoria que los Cullen ganan gracias a los quileutes, Alice empieza a perder el poder de sus visiones. Sólo puede ver la vida humana que les espera a Edward y a Bella, pero los Cullen no aparecen más desde el momento que su futuro se separa al de la pareja cuando se marchan a la Universidad tras su boda. Perdiendo toda su jovialidad, Alice se sumerge en la tristeza intentando averiguar qué causa la penumbra que ensombrece a su don ya que no podrá ayudar a su hermano y a su mejor amiga a afrontar los peligros que seguir en contacto con un mundo mágico supone para ellos.
-Alice, concéntrate otra vez- susurró Jasper mientras seguía acariciándole la espalda- Seguro que no puedes ver nada porque aún estás influenciada por los quileutes, así que inténtalo de nuevo.
Alice volvió a cerrar los ojos y a contener la respiración: podía percibir el olor de la nieve en el jardín, de la madera destrozada del piano que acababan de recoger, la esencia que el abeto había dejado al estar presidiendo el salón durante las fiestas Navideñas, a la comida que Edward no había recogido lo suficientemente rápido la noche anterior porque seguro que tenía mejores cosas que hacer que también llegaban a su olfato, además del perfume que la visita de Victoria había dejado, al esmalte de uñas que estaba usando Rosalie tras su espalda, el crepitar de las llamas o el nácar de las piezas de ajedrez que Emmett movía adelante y atrás por el tablero.
Un repiqueteo se coló en todos los sonidos que sus oídos estaban registrando pero dejó de prestarle atención cuando otro olor se le presentó: la sangre de Bella. La oyó deslizarle por las escaleras arrastrando los pies, la conversación en el cuarto de Edward donde Carlisle le hablaba de los efectos del analgésico que le había inyectado y otro ruido más, ahora proveniente de la cocina donde Esme encendía el horno.
Emmett intercambió con Bella varias bromas que no le hicieron gracia alguna y después apareció Carlisle ofreciéndose a llevarla a casa. El repiqueteo se situó a varios pasos de ella y no pudo concentrarse en otra cosa cuando su mano cálida le tocó el brazo, haciéndole abrir los ojos.
-Hasta mañana, Alice- dijo aún con las mejillas encendidas.
-Te llevaré y te traeré del instituto hasta que Edward se encuentre bien- contestó. Ante sus ojos su amiga desapareció y vio la fachada de la casa de los Swan bajo un cielo plomizo donde Bella descendía las escaleras de la entrada cargando con su mochila- Tienes un abrigo en el perchero que te irá bien- añadió.
-Gracias- contestó Bella.
Volvió a cerrar los ojos y se evadió del repiqueteo, del olor de su sangre y del resto de las distracciones que sus sentidos le ofrecían. Buscó aquella plaza, donde Edward seguía corriendo en medio de un montón de personas con capas rojas. Parecía asustado y desesperado. Miraba a un lado y a otro buscando a alguien y su gesto sólo se relajó cuando pudo estirar una mano entre la multitud para tirar hacia él de una figura delgada y de cabello largo que se movía con el aire que le estrechó para seguir corriendo.
-Bella está con él- contestó con voz inerte.
-¿De qué huyen?- preguntó Jasper.
Quiso centrarse e indagar más pero la escena se repetía como si se tratara de un bucle. Edward sólo corría y corría, y Bella sólo le seguía. No había un principio ni un fin, así que sólo pudo apretarse las sienes y gruñir de frustración, sobre todo cuando de nuevo todo se volvía a fundir en negro con aquella sombra que precedía a su visión.
-No lo sé- exhaló el aire- No sé si huyen. No veo ningún peligro, porque no veo nada.
-Lo verás, no te preocupes. La respuesta aparecerá del mismo modo que vino la visión.