Los libros de Harry Potter no me pertenecen, son de J.K Rowling y de quienes sean sus derechos. Escribo esto por puro gusto personal, y para alegrar a otros fans, y no quiero ni busco nada a cambio. Gracias.

Advertencia: Esta historia contiene yaoi, es decir, amor entre í como mucho drama y sufrimiento, criaturas sobrenaturales y escenas de índole sexual.

Sumario: Cuando siete años después de la guerra, Draco Malfoy escapa de su celda en Azkaban, el ministerio no tiene más remedio que enviar a su mejor auror, Harry Potter, para capturarlo de nuevo. Entre los muros de la prisión más dura del mundo, Harry descubrirá, no solo el origen de las criaturas más terroríficas, sino un amor a contrarreloj.

Os presento:

El Beso del Dementor

Capítulo 1- Frío

Henry se ciñó aún más el abrigo mientras continuaba con su ronda nocturna:

-Que frío. – Siempre hacía más frío en esta zona de Azkaban, el piso de más alta seguridad, donde los antiguos servidores del derrotado señor oscuro estaban encerrados, el pabellón de los mortífagos.

Se estremeció brevemente cuando sintió la presencia de un dementor al otro extremo del pasillo, la criatura se alejaba ya, seguramente acababa de cenar. A veces Henry casi sentía pena por los presos.

Como todas las noches iba de celda en celda comprobando que ningún preso hubiese escapado, aunque a él le parecía, que más que eso, lo que hacía era comprobar si había habido algún muerto.

Se asomó a la siguiente celda. Como todas las demás esta era otro espacio de paredes de piedra sin ventanas, apenas lo bastante largo como para que cupiese un hombre tumbado, y con la anchura de un armario. Un pote en el rincón, hechizado para las necesidades, y una manta eran los únicos enseres. Normalmente hubiera habido también un camastro, pero a este preso no se le había concedido uno. Un gemido llamó la atención de Henry, que se acercó a los barrotes. Dentro de la celda, bajo una sucia y desvaída manta, alguien temblaba violentamente, acurrucado en el suelo.

-Lumos. –el guardia acercó la luz para iluminar el interior.

El joven preso no podía tener más de veinticuatro años y parecía enfermo. Su piel mostraba una palidez grisácea, fruto de no haber visto el sol en años, estaba extremadamente delgado a causa de las mínimas raciones que recibidas, y todo él estaba cubierto de suciedad, con el pelo convertido en una maraña de un tono paja, mate y deslustrado, que antaño había sido tan rubia como el oro blanco. Sin embargo, todo esto no lograba empañar del todo la belleza del hombre. La armonía de sus rasgos nobles destacaba incluso aquí. La nariz patricia, los altos pómulos y los labios…

-Que desperdicio- murmuró Henry- Tan joven, y todo por seguir a un monstruo. –chasqueó la lengua disgustado.

El joven se estremeció y abrió los ojos, grises como la bruma, empañados por la fiebre, y los enfocó con dificultad en él, a través de los sucios mechones de su pelo rubio.

Draco temblaba, no importaba cuanto se esforzase por entrar en calor, tenía tantísimo frío, en Azkaban la piedra siempre estaba húmeda y helada. El frío se le colaba en los huesos, a través del suelo en el que estaba echado, a pesar de la manta con la que se envolvía.

Llevaba días enfermo, le dolía todo el cuerpo, sus pulmones se apretaban dolorosamente contra sus costillas cada vez que cogía aire, obligándole a coger cada vez menos oxígeno, y haciéndole cada vez más difícil continuar respirando. Pero lo más terrible era el frío, agarrotaba sus músculos y helaba su aliento, cada vez que se movía era como si se le clavasen agujas por todo el cuerpo. Escuchó pasos cerca, y haciendo un esfuerzo abrió dolorosamente los ojos. No podía ver más que un borrón iluminado por la luz de lo que creía era una varita. Un guardia.

Henry se acercó un par de pasos hasta casi pegarse a los barrotes y miró más detenidamente al preso. ¿Cómo se llamaba?

¿Malfoy?

Draco estaba mareado, le pareció que le llamaba pero no podía estar seguro.

-Ey, ¿Puedes oírme?

No lograba coger bastante aire, sentía que la conciencia se le escapaba. Había algo importante que tenía que decir.

Malfoy parecía estar tratando de decir algo, pero de entre sus labios azulados no salieron más que murmullos inconexos, demasiado débiles para ser interpretados.

-No te entiendo.

Draco no podía respirar, el frío parecía haberse colado hasta sus pulmones, helándolos. La oscuridad comenzó a invadir su visión, y pronto lo que tenía que decir ya no tuvo importancia, mientras sus párpados volvían a cerrarse y su cuerpo quedaba laxo, su último pensamiento

"Hace tanto frío" y luego, oscuridad.

-¡Ey! – pero Malfoy había vuelto a dormirse. Henry suspiró exasperado y se levantó para continuar con la ronda. –Seguramente estará muerto para mañana.- se dijo así mismo mientras caminaba. Y no pudo evitar sentir pena por el joven de ojos grises como bruma.

El sol de primera hora de la mañana iluminaba el prado y el bosque otoñal que empezaba al otro lado, despejando poco a poco la bruma. Todo estaba tranquilo y perezoso en el paraje, salvo una única criatura, que cruzaba en ese momento el prado a la carrera, hacia la casa un tanto extraña que dominaba el centro del prado. La estructura de madera antigua, sin pintar, crecía en dos plantas y un ático un poco descolocados. El techo picudo de pizarra negra, y la chimenea, de la que salía un agradable humo blanco, junto con un pequeño porche y una minúscula leñera, completaban la construcción que en general, tenía un aspecto tremendamente desordenado y hogareño.

Harry volvía de correr, como cada mañana hoy había salido a recorrer el campo alrededor de su casa. El poderoso movimiento de los músculos cuando te fuerzas al máximo y sientes los latidos de tu propio corazón, mientras el suelo vuela bajo los pies, el ritmo de la respiración, el viento que te roza la cara… eran sensaciones que le ayudaban a relajarse. Para Harry no había una manera mejor de empezar el día. Los últimos siete años le habían sentado bien, el muchacho desgarbado había crecido hasta alcanzar el metro ochenta y cinco, y el ejercicio constante le había dado un cuerpo firme y poderoso, que a pesar de todo, conservaba la flexibilidad de un buscador. Lamentablemente, y para disgusto de los altos miembros del ministerio, a quienes les encantaría explotar la fama del auror, Harry seguía prefiriendo la ropa cómoda, sus gafas de siempre, y las deportivas, a los caros trajes que podría comprar si quisiera.

Redujo la marcha hasta detenerse frente a la puerta trasera de la casa. Mientras se secaba el sudor de la frente aspiró el aroma que le llegaba por la puerta entreabierta: -Parece que Kreacher ha hecho tortitas.- Se le hizo la boca agua solo de recordar el delicioso sabor de unas buenas tortitas con mantequilla.

Hermione no paraba de dar vueltas por la cocina, ¡¿Dónde se había metido Harry?! Llevaba media hora esperándole. Se giró al oír la puerta. El susodicho venía de correr, con la camisa y los shorts pegados al cuerpo a causa del sudor, y el pelo convertido en un nido para pájaros, negro y despeluchado.

-Buenos días Hermione. No sabía que ibas a venir. – sonrió a su amiga, mientras se acercaba a la mesa para ver el desayuno que le había dejado Kreacher. El anciano elfo siempre desaparecía cada vez que Hermione estaba en casa, no soportaba que una "sangresucia" manchara la casa de su amo, y le diera charlas sobre la libertad. Um… tortitas, sus favoritas.

-¿¡Se puede saber porque nunca estás en casa cuando te llaman!? ¡Kinghsley nos ha mandado llamar hace una hora!

-Lo siento, estaba haciendo footing, ya sabes que siempre salgo a correr antes de ir al ministerio. ¿Es muy urgente? – Harry miró con pena a las tortitas, parecía que no iba a tener tiempo de desayunar.

Hermione se puso seria. Su cabello rizado estaba atado en una coleta en la nuca para evitar que le molestara durante el trabajo, pero algunos pelos se habían escapado y enmarcaban su rostro. No había crecido demasiado desde el final de la guerra, y solo las curvas más redondeadas de un cuerpo de mujer delataban a primera vista su edad. Sus ojos eran otra cosa, eran más serios y viejos, tanto ella como Harry y Ron habían visto demasiado durante la guerra, cosas que no podían tolerar, cosas horribles. Por eso habían decidido hacerse aurores, para evitar que algo así volviese a sucederle a nadie, y esa pasión que los empujaba los había hecho los mejores en su trabajo. La mayor parte del tiempo podían actuar como ahora, como si nada les hubiera pasado, pero pocos podían comprender el dolor que compartían.

-Harry, creo que es algo serio. - el tono de su voz puso a Harry en guardia.

-Espérame un momento, voy a cambiarme.- subió las escaleras de dos en dos hasta su habitación. Rápidamente se quitó la ropa sucia tirándola en el rincón, de donde sabía más tarde la recogería Kreacher, y se puso el uniforme de auror intercalando en medio un hechizo limpiador. En cinco minutos ya estaba de nuevo en la cocina.

-¿Y Ron? – preguntó mientras se preparaba para entrar en la chimenea.

-Nos espera en la oficina. ¡El ministerio!- gritó. Y desaparecieron en una nube de humo verde.

Cuando finalmente los tres llegaron a la oficina de Kinghsley este ya les estaba esperando. La habitación la presidía un macizo escritorio de madera negra, detrás de él se sentaba el ministro de magia, que cerró el informe que estaba leyendo cuando los aurores entraron.

-Haced el favor de sentaros. – Harry cogió la silla del centro con Hermione y Ron a cada lado. Ron seguía siendo más alto que Harry por unos cinco centímetros, y sin duda era más corpulento, pero las pecas y el llamativo pelo rojo le daban un aspecto más bonachón.

Kingsley ofreció el informe a Hermione, la cabeza pensante, esta comenzó a repasarlo rápidamente, mientras Kinghsley hablaba:

Os he mandado llamar, porque este caso podría ponerse complicado, y porque vosotros ya conocéis al sujeto. Hace tres días, Draco Malfoy escapó de su celda en Azkaban.

¡No puede ser! Malfoy no ha podido escapar de Azkaban.

Le aseguro auror Wesley, que si lo ha hecho. Si no fuese así no estarían aquí.- Kinghsley contestó molesto por la interrupción. Un codazo de Harry y una mala mirada de Hermione callaron a Ron.

Por favor continua Kinghsley. –se apresuró a añadir Harry. Este les lanzó una severa mirada.

Bien. Sabemos que ha escapado de su celda, pero también sabemos que no ha salido de la prisión. Las alarmas exteriores no han saltado, así que tiene que seguir en el recinto. Esto en si puede no parecer peligroso, pero si consiguiera abrir más celdas podría dar lugar a un motín o a una escapada masiva de presos. Y si ha conseguido abrir la suya, nada nos dice que no pueda abrir el resto. Los guardias han hecho todo lo posible para dar con él, pero hasta ahora sin resultados. Sin embargo ha estado desapareciendo comida de las cocinas, así que sabemos que está vivo.

-Pero si ha ido a la cocina a por comida, ¿como es que no le han cogido?- Harry estaba sorprendido. ¿Malfoy escapando de Azkaban? Todavía no se podía creer que el cobarde hubiese emulado la hazaña de su padrino, Sirius Black.

-Es muy escurridizo, no sabemos como lo consigue, y si la gente supiera que hay posibilidad de que asesinos y criminales vuelvan a escapar de Azkaban, cundiría el pánico. Por eso necesitamos que lo encontréis lo antes posible. Los guardias ya han sido informados de vuestra llegada, os estarán esperando.

-Lo encontraremos. – y la determinación que endurecía la mirada de Harry fue como la señal que todos necesitaron para levantarse y salir de la oficina.

-Que tengáis una buena caza. –Kinghsley se preguntó porque tenía la sensación de que esta misión era mucho más de lo que parecía.

Hermione continuaba enfrascada en la lectura del informe mientras caminaban hacia el área floo, y Ron no paraba de gesticular. Todavía no podía creerse lo que acababan de oír.

-¡No puedo creerme que ese mequetrefe haya conseguido escapar! Escurridizo como el hurón que es, el maldito.

Tranquilízate Ron, para eso estamos nosotros ¿no? Lo cogemos, descubrimos como lo hizo para que no se repita, y lo volvemos a encerrar. –Harry trató de restarle hierro al asunto.

No se si va a ser tan fácil Harry. – Hermione se detuvo y levantó la mirada del set de papeles que sostenía. –Lleva eludiendo a guardias entrenados durante días, nadie lo ha visto, nadie lo ha oído. No se como lo hace, pero no nos va a ser fácil dar con él. –un bufido de Ron la interrumpió:

¡JA! Ese paliducho no tiene nada que hacer. En cuanto lo encuentre va a desear no haber salido jamás de su celda.-

¡Ron Wesley! Nuestro trabajo no es castigarlo, nuestro trabajo es capturarlo. Deja tus rencillas personales fuera del caso. – interceptó Hermione. Harry suspiró, estos dos siempre andaban igual. Finalmente llegaron a las chimeneas, estaban muy concurridas a estas horas de la mañana, con trabajadores que todavía llegaban al ministerio y otros que salían para realizar sus tareas, gente que venía a atender asuntos personales etc. Les costó un poco encontrar una chimenea libre, sobre todo cuando algunos transeúntes los reconocieron y trataron de acercarse a saludarles, incluso después de siete años, los héroes del mundo mágico seguían llamando la atención. Pero finalmente lograron entrar en una e identificarse, antes de ser admitidos por el floo que los conduciría a Azkaban.

Harry trastabilló y casi calló al suelo, pero consiguió mantener el equilibrio en el último momento, viajar en floo nunca se le había dado bien.

Tras él llegaron Ron y Hermione. La sala en la que habían aparecido era de piedra sin ventanas y estaba iluminada por algunas antorchas que flanqueaban las paredes. Harry se ciñó aún más el abrigo, que frío hacía aquí. El lugar parecía ser el cuarto de descanso de los guardias, por la mesa y las sillas que había a un lado, y porque junto a la puerta había colgado un abrigo de uniforme. En ese momento se abrió la puerta, dando paso a Henry y a otro hombre de unos cuarenta años, que debía ser su compañero. La mirada altanera del hombre de cabellos castaños invadidos por canas, desagradó en el acto a Harry. No era un hombre muy corpulento, pero tenía una altura similar a la de Harry y vestía de forma inmaculada. Al contrario que Henry, cuyo aspecto agradable y mirada amable, quedaba acentuado por el ligero desorden de sus ropajes y cabello castaño oscuro. De inmediato se preguntó que hacia ese hombre trabajando aquí. Henry se adelantó para estrechar sus manos:

-Bienvenidos a Azkaban. Siento mucho que tenga que ser en estas circunstancias, pero estamos encantados de que hayan venido a ayudarnos. Mi nombre es Henry Davidson y este es my compañero Thomas Clearwater. –Harry se apresuró a estrecharle la mano.

-Yo soy Harry, estos son Ron y Hermione.- Henry sonrió.

-Si, lo se. Lose. Así que vais a cazar a Malfoy. –su semblante se ensombreció de preocupación.

-Si, así es.

-Disculpe- interceptó Hermione-¿Podría contarnos lo que sepa sobre Malfoy? ¿Sucedió algo antes de su desaparición? No importa que parezca insignificante, podría ser una pista importante. – Sacó un cuaderno y su pluma mágica, para que fuese tomando apuntes de las palabras de Henry.

El guardia pareció recordar algo y su cara asumió un rictus casi como de pena.

-Bueno, el día antes de su desaparición yo juraría que se estaba muriendo. ¿Sabéis? Estaba muy enfermo, no paraba de temblar, y creo que quería decir algo… pero se quedó dormido. No entendí nada, así que no sabría deciros si podría seros útil, o no. –Hermione recogió el cuaderno y la pluma. Ron mientras permanecía impaciente esperando a acabar con las formalidades y poder empezar con lo que a él realmente le interesaba, la caza.

-¿Podría mostrarnos la celda de Malfoy? Quizá podamos averiguar como lo hizo. –Inquirió Harry

-Por supuesto, por aquí. – Henry se encaminó hacia la puerta, pero vio que Gustav no les seguía- ¿No vienes?

-No, todavía tengo que hacer mi ronda- contestó fríamente antes de pasara por su lado, sin siquiera despedirse.

-De acuerdo, ten cuidado. –pero Gustav ya había torcido la esquina sin siquiera despedirse.

-¿Siempre es así de borde?- inquirió Ron. Henry comenzó a caminar seguido por ellos:

-Bueno, tiene razones para serlo, los mortífagos mataron a toda su familia.- El silencio siguió a sus palabras.

Finalmente llegaron frente a una minúscula celda, dentro solo había un pote y una manta raída y sucia.

-Es aquí- Henry sacó la llave y abrió la reja para que pudiesen asomarse.

Harry miró con un sentimiento de creciente disgusto el minúsculo y frío habitáculo que había sido la celda de Draco los últimos siete años. Hermione parecía estar experimentando una reacción semejante, aunque a Ron solo la había aparecido una leve sonrisa en la cara. Hermione sacó su barita para comenzar a escanear mágicamente el lugar.

Esto va a llevarme un rato, quizás podríais empezar a investigar los alrededores mientras tanto. – Henry se acercó a ella protectoramente.

No os preocupéis, yo me quedaré con ella por si Malfoy aparece mientras esta lanzando los hechizos.- Hermione puso los ojos en blanco, hombres, ¿Por qué todos creían que necesitaba protección?

¿Te parece bien Hermione?- preguntó Ron impaciente por salir ya en busca de, como a él le encantaba llamarlo, el escurridizo hurón.

Si, si. Nos las arreglaremos.- sabía que Harry y Ron trabajaban mejor si no había terceros interfiriendo, y eso era por Henry. Seguro que conocía bien el lugar, pero sería un estorbo que no necesitaban si los acompañaba. Se resignó al papel de mujer necesitada de protección, que remedio.

Harry y Ron comenzaron a avanzar pasillo adelante hasta dar con una intersección.

-Abarcaremos más terreno si nos separamos. – manifestó Harry.

-Me parece bien, yo iré por aquí.- se volvió hacia la derecha.- Si ves a Malfoy hazme una señal, no quiero perderme su cara cuando lo cojamos.- Harry asintió.

-No te confíes Ron. Todavía no sabemos como consiguió salir de la celda. – Ron bufó desestimando la advertencia.

-Buena caza compañero- y echó a andar por el pasillo derecho adentrándose en la penumbra. Harry se volvió hacia el izquierdo. Miró a su espalda, Ron ya había desaparecido de la vista.

-Buena caza.- murmuró, y se adentró en la penumbra de su propio pasillo. Estando solo Harry cambió su postura a una acechante que recordaba al caminar de un gran felino, sus pasos silenciosos no levantaban apenas el polvo del suelo, se movía de sombra a sombra aprovechando al máximo el amparo de la penumbra. Todos sus sentidos alerta a cada sonido, movimiento y olor del entorno. Según avanzaba el pasillo se iba haciendo cada vez más oscuro, se dio cuenta de que las antorchas estaban pagadas, y de que los presos de este pasillo parecían todos dormidos, o demasiado asustados para salir de debajo de sus mantas. Comenzó a avanzar con más cuidado, ¿podía Malfoy haber provocado esto? Un poco más adelante el pasillo torcía una esquina. Harry levantó la cabeza y miró hacia la pared que ocultaba la oscuridad del pasillo, le llegaba el olor salado del mar, y aquí el ambiente parecía menos viciado.

-Lumos.- su barita iluminó la pared, allí había una puerta. Se acercó y cogió el picaporte.

-Nox- susurró. Giró lentamente el manillar, la puerta estaba abierta. Una ráfaga de viento le apartó el pelo de la cara, y la luz del anochecer lo cegó por un momento. Parecía que había encontrado una antigua salida, la puerta daba a una pequeña terraza de piedra de la cual descendían unas escaleras, pero estas se habían desprendido en algún momento de la historia del edificio, y ahora en vez de dar al piso inferior, como deberían, el tramo roto colgaba sobre un abismo que acababa en las rocas puntiagudas de la orillo del mar. Desde aquí podía verse el mar abierto iluminado por la luz roja del sol moribundo. Harry sintió un escalofrío:

-Que frío. – sacó la barita del bolsillo para lanzar a su abrigo un hechizo de calor, cuando de repente un movimiento captado por el rabillo del ojo lo hizo girarse. A su derecha podía ver parte del tejado de la prisión enrojecido por la luz, y allí, en la inclinación que formaba había un grupo de dementores. Sus figuras eran oscuras, vestían ropajes raídos arrastrados por el viento del mar, susurraban, como un sonido helador que lo hizo estremecer. Parecían estar rodeando algo, Se acercó a la barandilla para ver mejor, si, ya veía lo que había en el centro. Ropajes raídos y arrastrados por el viento, ropajes blancos como la nieve, un dementor. Un dementor blanco.