Nota a mis lectores:

Entiéndanme, pasaron muchas cosas y con el corazón roto se van las ganas de escribir, pero al fin puedo terminar esta historia…Que sea de su agrado y gracias por los años de espera! POR FIN ESTA HISTORIA SE CATALOGA COMO COMPLETADA! POR FAVOR REVIEWS!

Cursiva: FLASHBACK.

EPÍLOGO: MUJERES DIVINAS

Era ya otro atardecer. El sol moría en la lejanía, en presencia de una pareja que era testigo desde la proa de un navío. Ambos, fundidos en un tierno abrazo, acompañados en el silencio mermado por las gaviotas que indicaban que pronto llegarían a puerto, divagaban en sus pensamientos. El barco se mecía al compás de las olas del caribe, como si quisiera consolar a los tripulantes como una cuna a un recién nacido.

Por fin regresaban a casa…

"The Sasacayan"; Era el nombre de la embarcación que les habían dado los compatriotas en la batalla de la plantación. Aunque Abdukare y los suyos habían retornado a la tan lejana África, algunos se habían ofrecido a llevar el barco hacia el hogar de Syaoran y Eriol, (y ahora el de Sakura), para trabajar y comenzar de nuevo con sus vidas como hombres libres, al lado de sus familias recién reunidas.

Syaoran aun sentía el fuerte apretón de manos que le había dado aquel viejo pero fiero guerrero, a su despedida en la playa de la isla de Flowright. No olvidaría jamás sus enseñanzas, consejos e historias bajo las estrellas que cubrían de luz la noche negra de la selva espesa, frenando su pérdida de humanidad por la carcomiente sed de venganza que lo embargaba a diario.

Por otra parte, los hombres de Yukito, habían llevado a su lugar de descanso final el cuerpo del valiente y heroico peli plateado. Yukito no tenía familia, así que ellos le enterrarían. Sakura no asistió al funeral porque en su testamento, el mismo joven había pedido enérgicamente que se evitara el verle en una caja, siendo cubierto por arena, bajo las frías entrañas de la tierra.

Syaoran, separó la mejilla de la cabeza de Sakura, dándole un beso en el pelo, que le supo a sal marina. Luego de un breve suspiro, al fin habló:

-En mis meses de galeote… de vez en cuando lograba escuchar a las gaviotas. Nunca le había tenido tanta envidia a ningún ser viviente. Jamás había entendido del todo ese sentimiento hasta que me pudrió el alma saberme encadenado a una tumba flotante, impotente e inseguro de tu paradero. Y ellas volando tan libres, tan ignorantes de la maldad de los hombres…- Syaoran hablaba despacio, entre dientes, casi en un murmullo, como si tratara de contener la emoción de sus palabras. Sakura había dejado de ver los pocos rayos que quedaban del sol, para ver como éstos brillaban en los ojos de su amado. Contuvo la respiración cuando él en un arrebato de emociones encontradas, clavó sus ojos en ella con una intensidad que la conmovió, la separó completamente de el sujetándola de los antebrazos.

-Nunca…había amado tanto a nadie… Jamás había amado, Sakura…Y el regalo que nos ha hecho Tsukishiro con su vida… te lo repondré todos los días de nuestras vidas, con devoción- El fuego de las orbes ambarinas chocaba contra las orbes esmeraldas. De pronto ella entendió de que iba todo. Syaoran se sentía inmensamente culpable porque Yukito se sacrificó en su lugar, y temía no ser ya suficiente para ella.

-¿Sabes?- Continuó Syaoran ahogado por la emoción- Él me dijo que te encontraría para mi…cuando yo estaba encadenado en las mazmorras… aguardando ser embarcado en el galeón- Sakura abrió desmesuradamente los ojos en sorpresa inicial, pero luego su boca se curvó en una sonrisa melancólica.

-El siempre fue así… un hombre con un gran sentido del deber y del honor. No perdió su gallardía hasta el final- Sintió un nudo en la garganta. Aclaro sus ojos en suaves pestañeos; quería llorar, pero le había prometido a aquél que no lo haría jamás.

-Sakura…escúchame…mi felicidad…fue volverte a ver con vida… y yo sé… que la tuya, se habría muerto con él…-Tanteó la cara de Sakura, secando parte de sus lágrimas. –Así que… prométeme que no pensarás en mi…No, no llores…prométeme que no seré más que como un recuerdo grato lejano, y lo que pase hoy…lo olvidarás-

Y con la más dulce de las sonrisas pintada en su rostro blanco, Yukito cerró los ojos. Aferrado a la pequeña mano de su amada ,la suya ya sin vida.

-Espero que encuentre la paz- . Terminó Syaoran en tono grave. Sakura le miró de nuevo y agradecida por sus palabras, cerró los ojos para entregarse un momento a los recuerdos de una vida pasada, mientras entrelazaba su mano con la de él, logrando infundirle algo de calma también a los demonios de Syaoran, quien mantenía apretados sus labios temblorosos, mientras se esforzaba por mantener los ojos puestos y secos en el menguante atardecer.

Una pareja de gaviotas voló cerca de ellos.

-Mira Syaoran, ahora podemos alcanzarlas. Ahora somos libres y bendecidos como ellas-

En estribor, Eriol, mantenía a Tomoyo asida de su brazo. En los primeros días de viaje, Eriol le había dicho que no le sostenía las manos porque le avergonzaba que una señorita tan distinguida como ella, tocara una mano manca. Ella le había tomado la mano en el acto, y le había besado justo en el muñón. Visiblemente emocionado, tuvo que quitarse los lentes y sostenerse el puente de la nariz en un esfuerzo por contener las lágrimas.

Este día, habían subido a cubierta y se pasaron las últimas horas de luz contemplando como repiqueteaban las puntas de las olas una y otra vez, reflejándose en el agua clara lo último que quedaba del sol, formando destellos que deslumbraban en los lentes de Eriol y en el cabello largo y ondeante de Tomoyo. También se habían mantenido en silencio desde hacia rato.

-Dígame señorita Tomoyo… ¿Usted cree en las coincidencias?-

Tomoyo le interrogó con la mirada. El inglés mantenía la vista en el agua… cada vez más negra por la ilusión que daba la noche entrante.

-¿Qué quiere decir joven Eriol?- Éste se esforzó por encontrarle pies y cabeza a lo que tenía en los pensamientos, para explicárselo a la joven, pero ella se adelantó y expresó exactamente lo que buscaba decir.

-¿Piensa que no existe nada fortuito… sino sólo lo inevitable?- Miró a Tomoyo. Por un momento se perdió en la inmensidad de sus bellos ojos, tan sagaces, tan suspicaces como los suyos propios. En un arrebato, con su mano libre tomó la nuca de la chica, atrapando sus labios. Ella inspiró con fuerza por la sorpresa, pero pronto cerró los ojos y se entregó a esa tan nueva sensación de tibieza que creció en su pecho; Era la primera vez que se besaban. Y es que el no pudo esperar más a probarla, estaba rendido ante la belleza descomunal de ésta azabache tan inteligente y perspicaz. Nadie le entendía como ella, definitivamente.

Cuando se hubieron separado, se miraron largamente y Eriol continuó con las palabras. Dejó caer la mano que había sostenido la nuca de Tomoyo.

-Cuando nos emboscaron, y vi a Syaoran tirado en su propia sangre, mi mente se nubló por el miedo, por que creí que había perdido a mi única familia. Ese sentimiento de frío terror, me petrificó y de no haber sido por el Administrador, que actuó para sacarnos de ahí a todos, … nos habrían terminado de acribillar. Allí mismo habría conocido a la Parca. De no ser porque Syaoran había descubierto mis sentimientos hacia ti semanas antes, y en agradecimiento por cuidarte, conseguí sin querer salvar a Sakura del "Mercader de esclavos", como se hace llamar ese mal nacido, ese hombre ni habría estado ahí para salvarnos. Syaoran jamás se habría enamorado… - Eriol tomó aire, y preso de la exaltación, siguió su discurso con el doble de ímpetu, golpeando con su mano libre la madera del barandal. - ¡Probablemente el plan que urdía Mei Lin con el Contador del puerto, habría tenido éxito! ¡Habrían inculpado a Syaoran, habría muerto en la horca, y nosotros le habríamos seguido detrás con Fan-Ren y las demás!-


Nada más pisar tierra después de meses en altamar, de vuelta a casa, luego del efímero episodio de las plantaciones Flowright, Syaoran descubrió que el ambiente político cambiaba… el virreinato iba en picada, e iba en alza la gubernatura de un nuevo protectorado.

El apuesto millonario, quien había recuperado toda su galanura de antaño, no pudo contener una risita de malicia socarrona. Iban a destituir al padre de Jean Wallace de su puesto. No había olvidado a su compañero de remo. Usaría su poder económico para hacerle vivir a ese maldito lo que su hijo pasó. Anunciaría hasta por trompetas que el Virrey mismo la haría de galeote… Compraría la gubernatura si hacía falta, con tal de tener la influencia de mandar a ese desgraciado al fondo de una galera, en el último remo, con las ratas comiéndole las uñas de los pies.

Algunos meses después de que el virreinato cayó, llegó Clow Reed, el nuevo y flamante gobernador del protectorado, quien demostró ser una persona decente como pudo comprobar más adelante Syaoran, al recibir una carta del mismísimo, ofreciéndole un puesto en la regencia.

Fue citado al palacio de gobernación. Llegó engalanado con un traje estilo chaqué, la versión máxima de etiqueta masculina para un día tan soleado como aquél. Fue anunciado en la antesala de la oficina, y no pudo contener tragar en seco al verle por primera vez. Era un hombre… simplemente demasiado imponente.

Salió luego de una breve plática, en mano, un uniforme militar: Le habían nombrado Almirante, título honorífico por las injusticias del pasado.

Para su sorpresa, Eriol estaba sentado en la antesala, sosteniendo un whiskey de Bourbon en las rocas, con su mano buena. También había sido citado. Yamazaki entonces probablemente no tardaría en llegar. Su amigo inglés, nada más verle, rió a carcajadas.

-¿¡Y esa cara?!, ¡Parece como si te hubieran negado regalías por primera vez desde que comenzaste a ganar dinero enserio!-

A Syaoran se le inflaron las yugulares en un intento de no saltar a las de su amigo, quien olvidando su protocolo de serenidad, seguía desternillado de la risa como si no le importara que el mismo Rey de Inglaterra, estuviese en sus narices.

-¡Me acabo de enterar que el cobarde contador se ahorcó! ¡Entonces, pedí yo ahorcar con mis propias manos al cabrón juez que se dejó vender por un par de joyas de ése imbécil! ¡Y en vez de eso el Gobernador se ha disculpado y me ha nombrado Almirante Naval! ¿¡Te lo puedes creer?!-

-¡No esperaba menos de un Gobernador del partido Liberal! ¡Tratando de no hacer cosas torcidas! ¡Por favor Syaoran no lo mal influencies!- Eriol seguía partiéndose de la risa, salpicando su copa por la alfombra.

De todas formas, pronto descubrió la utilidad de su nuevo puesto. Se dio cuenta que tenía el poder para mandar al exilio a quien fuera a las aguas extranjeras, puesto que ahora todos los barcos pertenecían a él y solo a él. Hizo acopio indiscriminado de sus influencias, quemando favores como cartuchos de pólvora, para exiliar a la familia de Wallace, a tierras inciertas. Syaoran era impulsivo y mal temperamentado, pero no era una persona cruel, y llegó a conocer un poco al infortunado de Jean… ese muchacho comprendía muy bien a los que no le comprendían a él. Entonces Syaoran imaginó que no le complacería ver a su padre desde el cielo, viendo como las gaviotas picoteaban su cuerpo empalado en un mástil de galera.

Poco después, cayó el Mercader de Esclavos, también a manos del ejército naval.

Oh y por cierto, el uniforme militar había tenido otras ventajas. El ambarino descubrió que a Sakura le volvían loca los hombres en uniforme. La primera vez que le vio llegar con el, los encerró con llave en el despacho. Syaoran tuvo que desvelarse semanas con una sonrisa ladina que le costaba dominar, mientras reescribía cientos de papeles militares y comerciales, recordando como se habían caído y consumido accidentalmente en el fuego cuando prefirió atrapar a la ojiverde y soltar los papeles, mientras ella se le enroscaba en la cintura susurrándole lo guapo que lucía con las medallas de Almirante.

Quizá debería invitar al Gobernador Clow a una velada en su mansión… como agradecimiento. Ya se lo pensaría cuando no estuviera tan ocupado.


Un año después…

Se tocó la puerta de la recámara de Syaoran con una urgencia nada habitual en Wei. Aunque sabía que el joven detestaba que le molestaran a tan altas horas si no era de extrema urgencia (casi nunca había nada que requiriera que se levantara en mitad de la penumbra), tuvo que insistir con más apremio al no obtener respuesta inmediata.

Syaoran, adormilado, sacó de debajo de la almohada su cabeza, balbuceando a Wei que entrara en la habitación.

-Joven Amo… Han llamado de las dependencias del depósito de cadáveres- Se espabiló en el acto. El tono de premura que usó el mayordomo no le agradó para nada. Lo que enseguida le dijo su criado, lo llenó de un agobio que se medio logró disipar cuando entró a la habitación de Sakura, y le vio dormir con tal serenidad. Pena le dio despertarla, pero necesitaba que le calmara la angustia que lo apresaba.

-Syaoran… ¿Está todo bien? Son las…-

-Cuatro de la mañana, lo sé. Sé que hoy es un día importante para todos, pero me acaban de traer noticias desagradables, y tengo que salir-

Sakura se incorporó de inmediato cuando se fijó en la tez pálida de Syaoran. Parecía que había visto a un demonio con la cara de Flowright en el espejo o algo peor.

-Han encontrado a Mei- Lin…- Oh vaya, si que era peor, prefería ver un demonio con la cara del dueño de las plantaciones.

-Oh…vaya y…-

Sakura calló abruptamente, luego de que Syaoran hubo terminado su frase.

-Está en el depósito de cadáveres…Me han pedido que vaya a reconocer el cuerpo-


-¡Que desagradable!- Exclamó Eriol quitándole las palabras de la boca a Tomoyo, quien lucía un corsé divino de encaje blanco, con una falda del mismo material ajustada en la cintura que se iba ensanchando con forme daba al suelo. Syaoran iba en su uniforme militar de gala, mientras Sakura iba con un vestido de seda rosada, con los hombros desnudos y el pecho bañado por una cascada de volantes en tul. (Productos comercializados en ésa parte del occidente por nadie más que su prometido, desde la China)

Era la recepción de la fiesta del compromiso de ambas parejas. Por supuesto medio país se apretujaba en esa más o menos pequeña zona portuaria por asistir al evento más popular que marcaría un próspero y feliz inicio de siglo.

-Que hecho tan desafortunado en un día de fiesta como éste, por favor chicos no escuchen más- Fan – Ren colocó ambas manos enguantadas en seda blanca en sus orejas, no queriendo saber nada más del asunto.

-Ciertamente, de entre todos los días tuvo que haber sido hoy, esa mujer se las ha arreglado para hacerles la vida de cuadritos hasta después de muerta- Exclamó Yamazaki, quien iba cogido del brazo de su hermana, Chiharu. Ella le dio un suave golpe en el hombro con su abanico, como gesto reprobatorio por el comentario inapropiado.

Pero nadie más le recriminó el comentario. Después de todo, Syaoran si había ido a reconocer el cuerpo.

Tardó un poco en acercarse a la gran mesa de azulejos. Dio pasos dubitativos, y cuando se hubo frente al cadáver inerte, pidió al inspector en turno que retirara la sobria sábana.

Valla que era Mei Lin… Como habría terminado así…

Syaoran dejó escapar un largo suspiro. Se revolvió los cabellos, y luego tocó la larga melena de ella, desenredándole algunas hebras… Su cabello estaba sucio, opaco. Sus mejillas, ahora del color de la muerte. Sus ojos cerrados para siempre. Se sintió extraño… al verla así, tan calmada. Pensó que jamás le había visto una expresión tan plácida. Nunca le había considerado hacerla su esposa, pero le había tenido tanto cariño a pesar de que era una espina en la planta del pie, en parte porque se comprendían en su soledad…


9 meses después

Syaoran se despertó cuando sintió un líquido denso, tibio y pegajoso en sus piernas. Sakura había dado vueltas toda la noche, y a media madrugada, casi al alba había conseguido dormir, abrigada entre los brazos de su esposo. Su avanzado embarazo no le había dado ningún malestar hasta pasados los ocho meses de gestación. Ahora… estaban por cumplirse las 39 semanas, y el doctor había predicho que en cualquier día de esos nacería el bebé.

Eriol se había mofado hasta el cansancio de Syaoran, cuando llegó la noticia del embarazo de Sakura a sus oídos. Unos días antes de recibir la buena nueva, habían asistido a una fiesta de gala en el Palacio de Gobernación, y se habían tenido que retirar pronto porque Sakura se sintió indispuesta y vomitó la merienda, mientras Tomoyo le sostenía el cabello y el chal, escondidas entre unos arbustos pues su amiga no había logrado llegar al tocador de damas por más que corrieron.

Luego el doctor les había dado la feliz noticia después de haber escuchado los habituales síntomas de las madres primerizas, como Sakura , quien las enumeró atropelladamente de una en una preocupada por haber cachado alguna extraña enfermedad.

Y pues Eriol no paraba de hacer bromas de la virilidad de Syaoran, puesto que al parecer habían aprovechado la luna de miel, y Sakura, a juzgar de las faltas, había quedado en cinta en aquellas fechas.

-¡¿Estás embarazada?!- A Sakura le dolió un poco el tono con el que Syaoran le respondió cuando el llegó casi a la hora de la comida. No había podido acompañarla al médico por más que quiso, pues estaba inminente la llegada de un huracán y tuvo que ordenar asuntos de sus barcos mercantes personalmente.

Syaoran había dejado caer su maletín de cuero negro lustrado. Salió corriendo. Bramó por todas partes el nombre de su hermana, de los sirvientes y de Wei, hasta que consiguió sacarlos a todos de sus quehaceres para reunirlos en el patio. A esas alturas Sakura se atrevió a pensar que quizá el no estaba muy contento y ordenaría que la sacaran de la casa o algo parecido. ¡Pero no se la dejaría así de fácil!

Le persiguió hasta uno de los pasillos. Le echaría en cara todo lo que pasaba por su cabeza. ¡Que Yukito le escupiera desde su tumba! ¡La sedujo, la embarazó y ahora planeaba…

Pero lo que escuchó la paró en seco de sus descabelladas cavilaciones

-¡Desde hoy mismo se lavan los pisos en horarios donde la señora no ronde por los pasillos, a media noche será si hace falta!¡No queremos que se resbale!-

Syaoran se encontraba enfilando a los criados, dándole órdenes a cada uno.

-¡Tú!- Señaló a otro chico de las dependencias

-¡Mientras yo no esté en la casa, estarás encargado de comprarle a mi esposa todos los antojos y caprichos que se le ocurran!-

Llegó Wei seguido de Fan-Ren, quienes se miraron estupefactos al ver a Syaoran tan nervioso. Éste se giró sobre sus talones al verlos llegar.

-¡ Hermana! ¡Ayúdame!- Tomó a Fan- Ren de los hombros. Ella notó que le temblaba la voz y las manos.

-¿Qué debe comer Sakura?¡Sin duda tendremos que plantar un huerto! ¡Iré yo mismo a recoger las frutas, verduras, especias! ¡La leche! ¡La carne! ¡Quiero cita con el carnicero y los pastores! ¡Diles que les compramos el rebaño! ¡Si es necesario, que pasten aquí en la casa!-

-¿¡Pero que pasa con Sakura?!- Preguntó Fan-Ren, alarmada por lo histérico que se encontraba su hermano. Ni en aquel verano de hacía esos sus inexpertos años cuando se perdieron catorce de sus dieciocho barcos en altamar, había perdido su semblante cuerdo.

-¡Oh!- Se percató que había olvidado empezar por ahí. También recordó que la había dejado plantada en la entrada y palideció. Giró su cabeza en dirección a Sakura cuando al fin reparó en su presencia, ella le había estado viendo gritar como un maldito loco.

-¿Entonces… estás feliz, Syaoran? ¿No te arrepientes de…- El apuesto ambarino soltó a su hermana, corrió hacia su esposa y la asió de la cintura, dándole una vuelta en el aire. Le plantó un apasionado beso, justo enfrente de todos, y la volvió a depositar en el suelo. Ella sonrojada exclamó – ¡Oh por dios Syaoran!-

-¡Me haz hecho el hombre más feliz del mundo!- Nadie entendía de que iba todo. Y se dieron cuenta porque hasta los criados comenzaban a revolverse un poco inseguros de la situación.

-¡Hermana, Wei, señores, señoritas, el ama de la casa está embarazada!-


-Sa..Sakura- Syaoran intentó tragar saliva, pero se descubrió con la boca seca y su voz en un tono más agudo de lo habitual. –¡Sakura!- Casi gritó. Su esposa se despertó. -¿Syaoran? ¿Está todo… - Preguntó semi dormida, pero de inmediato se dobló de dolor.

Syaoran de un salto se paró de la cama y apartó las sábanas bruscamente. Dejó escapar involuntariamente un gemido, por poco se le doblan las rodillas. Había sangre entre las piernas de Sakura, que ya le manchaba el camisón y formaba un circulo irregular en el colchón.

-¡Syaoran el bebé!- Sakura lanzó un alarido en cuanto sintió la siguiente contracción. Creía que el vientre se le partía en dos. El ambarino se había quedado de piedra, pero el grito lo hizo despegar los pies del piso y consiguió salir corriendo cual alma que escapa del purgatorio, en dirección a las dependencias de los criados.

-¡Wei! ¡Wei! ¡Quiero el caballo ensillado y en la entrada en este segundo! ¡Mi esposa va a dar a luz! – Vociferaba el joven, mientras conseguía calzarse las botas de montar con manos temblorosas y se fajaba la camisa de dormir en el pantalón.

Salió a todo galope y en menos de un estornudo ya tenía al médico en bata de dormir a los pies de su esposa. Fan – Ren sostenía con fuerza la mano de Sakura, quien perdía y recobraba las fuerzas a momentos, mareada por el dolor y el esfuerzo. El médico pidió toallas tibias y agua hervida, mientras empujaba a Syaoran fuera de la habitación.

-¡No me iré de su lado!¡ Wei no me toques, es una orden maldita sea! ¡ Y le ordeno a usted también que no me ponga un dedo encima! ¡A quien cree que usted que está empujando!-

Sakura sollozaba entre gemidos de dolor. Y eso enloqueció a Syaoran quien casi noquea al doctor de un puñetazo. Fan- Ren azotó los tacones contra la madera del piso y los tres hombres se calmaron en el acto, volteándola a ver. Quedando de fondo solo los esfuerzos de Sakura por pujar.

-¡Syaoran no estás haciendo ningún bien! ¡Lárgate ahora antes de que te lance por el balcón de una bofetada!- Quien diría que una mujer en aquella época le hablaría así a un Almirante Naval. A Wei se le cayó la boca a los pies, pues jamás había escuchado alzar la voz así a la señorita de la casa, mucho menos dirigiéndose a su hermano. El doctor se limpió la sangre que comenzaba a brotarle de la nariz, ésta comenzaba a amoratarse.

-¡Vamos amo! ¡Se está perdiendo tiempo crucial!- Exclamó Wei también exaltado, movido por la preocupación que le inspiraba la esposa del patrón.

Syaoran cerró la boca de golpe, comprendiendo por fin que no hacía más que estorbar con su carácter atroz. Le hizo una profunda reverencia al doctor, quien permaneció sereno comenzando a poner las piernas de Sakura en posición obstétrica y se lavaba las manos en un cuenco de agua hervida que había sido traído por una de las sirvientas, como había precisado. (Entendiendo que Sakura ya no era la criada).

Sakura, agotada, con el cuerpo acalambrado, y la frente perlados en sudor, sabía lo duro que sería para Syaoran las siguientes horas de la mañana, así que tomó la mano de Fan-Ren, logró concentrar sus fuerzas y su mente en obedecer al doctor en sus indicaciones, y así, siguió el trabajo de parto.

Syaoran mandó recado con Wei, a la pareja Hiraguizawa, que se habían mudado a una mansión casi de la misma talla que la hacienda del magnate ambarino, a unas pocas manzanas. Llegaron a tropezones por las escaleras. Tomoyo pasó como una sombra por enfrente de Syaoran sin apenas saludarlo, se metió en el cuarto donde su esposa luchaba por dar a luz.

Eriol le encontró sentado, con la espalda apoyada al barandal de madera cincelada y barnizada. Seguía en piyama y aún con las botas de montar calzadas. El joven inglés reparó en la enorme mancha de sangre que tenía el pantalón de su amigo, y luego reparó en su semblante. Mantenía la mandíbula tensa, tuvo la impresión de que en cualquier momento se le partiría una muela. Se le inflaban las aletas de la nariz y las venas de la frente y del cuello, en un intento de mantener la compostura, mientras la sangre se le iba de los nudillos apretándose el pantalón, cada vez que Sakura gritaba y oían como se agitaba todo dentro de la habitación.

El inglés no fumaba y nunca había fumado, pero traía consigo un paquete de cerillas y una gorda lía de tabaco. Se sentó en la misma posición de Syaoran. Con el hombro de uno rozando con el del otro . Ambos sin atreverse a cruzar mirada, viendo fijamente la puerta, con las piernas extendidas.

-¿Quieres un cigarrillo?-

-No fumo, gracias… - Contesto apenas audible el joven magnate. Creía que si hablaba más alto, se le quebraría la voz.

-Anda, aun faltará rato, y te calmará- Eriol comenzó a liar el tabaco con las hojas de papel especialmente cortadas para tal efecto. Le prendió fuego al extremo, y se lo remetió a Syaoran en la boca. Éste, de inmediato le dio una gran calada, y tosió por el escozor que le produjo el humo en la garganta. No había notado lo tenso que estaba hasta que el cuerpo entero le dolió al relajarle el cigarrillo.

Al poco, ambos se había terminado todo el tabaco que se encontró en la Casa Principal.

Hacia el medio día. Por fin, el suave llanto de un bebé recién nacido. A Syaoran se le cayó de la boca el centésimo cigarrillo, tiró los papeles y las cerillas al aire cuando se incorporó de golpe. Eriol permaneció sentado, con el deleite del llanto de su sobrino en los oídos. Ambos se miraron, Eriol por fin se paró, y ambos se abrazaron, palmeándose las espaldas.

-Oh, Dios, si así ha sido con mi sobrino, no quiero imaginar cuando Tomoyo esté en la misma situación- Por fin Syaoran dejó escapar todo el aire de sus pulmones en una refrescante carcajada. –¡Por supuesto que mandaré llevar a tu casa el mejor tabaco que pueda importar para tu disposición!-

Se abrió la puerta de la habitación, y el doctor apareció acto seguido frotándose las manos con una toalla, había en su piyama de satín ligeras manchas de sangre, y en sus ojos viejos y enmarcados por ojeras, se leía satisfacción.

-Puede pasar a ver a su hijo, Almirante. Es un niño fuerte y sano. - Sonrió solemne el doctor. ¡Que este señor era un bendito! ¡Le había tratado a él al borde de la muerte, a Eriol, y ahora había traído al mundo a su primogénito!

Syaoran le pasó de largo, casi tirándolo en el camino. No sin antes agradecerle entre tartamudeos, mientras le daba ambas manos enérgicamente, casi zafándole los brazos al pobre médico, diciéndole que le dejaría abierta la caja fuerte y que podría tomar todo el oro que quisiera a modo de honorarios.

La imagen que le inundó los ojos, le llenaron de una paz que jamás le abandonaría ya.

Sakura sostenía con sumo cuidado una pequeña criatura de aspecto sonrosado. Se acercó vacilante. Cuando llegó al lado de su esposa, la besó con cuidado en los labios. Ella despejó un poco la mantita de algodón.

-Es nuestro hijo, cariño…- Sakura, agotada, apenas tenía fuerzas para hablar. Pero le sonrió a Syaoran de la manera más amorosa. Y el se quebró. No pudo más. Su espalda comenzó a subir y bajar involuntariamente, mientras se partía en silenciosos sollozos, aferrando una mano a la de su esposa, mientras la otra la tenía depositada suavemente en la mantita que envolvía a su hijo.

-Gracias, Sakura…Gracias. Gracias…- Repetía sin cesar. Con Fan-Ren y Tomoyo detrás, abrazadas, también con lágrimas en los ojos. Ni la misma Fan-Ren había visto jamás llorar a Syaoran. Eriol apoyado en la puerta, admirando a la pareja desde lejos para darles espacio.


Un tiempo después…

Habían viajado hasta allí nada más el doctor les aseguró que el niño no se enfermaría por una larga jornada en barco.

Syaoran traía a su hijo, Jean, que acababa de cumplir un año, en brazos. El niño, fuerte y grande para su edad, había heredado los grandes y hermosos ojos verdes de su madre, pero de acuerdo a Fan-Ren, era como una copia de Syaoran cuando bebé. Se maravillaba siguiendo las mariposas del lugar con la mirada. Intentaba alcanzarlas cada vez que una se acercaba demasiado.

Por fin llegaron a la cima del floreado acantilado. Se encontraban en una isla bastante lejana a su hogar en el protectorado portuario. Esa isla había sido el hogar de Sakura en lo que parecía otra vida. Casi a la orilla, acariciada por la brisa salada del mar, y los potentes rallos del brillante sol de ese día, estaba una lápida. Ahí yacía la tumba de Yukito Tsukishiro.

Sakura, depositó un pequeño ramillete de flores blancas, mientras intentaba sostener su sombrero de playa con la otra mano, acto seguido, le dio un beso a la piedra.

Syaoran se acercó con el bebé. El pequeño, no entendía el porqué de la visita, pero igual estaba la mar de feliz, puesto que las mariposas de colores no dejaban de revolotear a su alrededor. El joven rodeó a su esposa con el brazo libre, encorvándose para darle un beso en la frente y otro en la boca, pues era mucho más alto que ella.

-Mira Yukito, éste es nuestro hijo, quisimos venir a presentártelo. Se llama Jean… como el amigo de las galeras de Syaoran-

La brisa empezó a soplar más fuerte, y el ambarino consideró peligroso quedarse mucho más tiempo en la cima del acantilado. Luego de una larga mirada al lugar de descanso de su primer amor…y de un murmuro de agradecimiento y respeto de Syaoran a la lápida, se dieron media vuelta y comenzaron a descender.

De pronto, algo desvió la especial atención que mantenía el pequeño Jean hacia las mariposas. Comenzó a mostrar su boquita desdentada, sonriendo. Exigía con sus bracitos extendidos que su padre le llevara a donde quería. Pero Syaoran solo le dio unas palmaditas en la espalda. Pero allí justo donde se enfocaba su mirada, no estaba más que la tumba, en donde ahora yacían un par de plumas blancas, justo al lado de las flores de Sakura.