Los personajes son de SM. La historia es mía.


Capítulo 21

Toqué mi redondo vientre y fijé mi vista en la ventana, tantas cosas habían pasado en tan poco tiempo que todavía me era difícil creerlo, el pensar que esto empezó como un capricho más de una princesita que lo había tenido todo en la vida, me hizo pensar en mi hija, no digo que no es difícil pensar en que mi hija follará tanto como yo, ¡vamos! Uno no piensa en los hijos follando, pero de verdad quiero que ella conozca el mundo.

Si mi madre nunca me hubiera dado ese consejo antes de morir yo no hubiera sido más que otra princesita que se queda en casa, pierde su virginidad en una noche de bodas insulsa y común, un princesita engañada por su esposo escogido por el rey, una princesita que, al final del camino, encuentra una luz de esperanza en sus hijos.

Eso podría haber sido yo, en cambio no lo fui, fui una princesita que conoció hombres, disfrutó de la vida, de lo peligroso, claro dentro de los límites de sus palacios, pero por lo menos me enamoré de verdad y no tengo nada qué recriminarle a Edward, nuestras relaciones pasadas solo hicieron que nuestra vida juntos fuera más perfecta.

Fui una princesita feliz, ahora soy una reina feliz, desde que mi padre dejó el trono y ascendimos con Edward las cosas estuvieron algo difíciles al principio, al pueblo le costó mucho asumir como rey a alguien que no llevaba el apellido Swan, pero mi esposo se supo ganar a la gente y sin menospreciar el trabajo de mi padre, el pueblo de Forks está pasando por su mejor época.

Carlisle se casó y sé que es muy feliz con Esme, aunque cuando nos vemos las miradas cómplices no dejan de estar presentes y es que, como dije una vez, él siempre va a ser mi primer hombre y a riesgo de sonar cursi tengo que decir que eso es importante e inolvidable para una mujer.

Volví a tocar mi vientre y sonreí al sentir una patadita, esto era algo maravilloso y a lo que no me terminaba de acostumbrar, el llevar vida dentro de mí era la sensación más gratificante y placentera del mundo.

— Amor – no necesité voltear para saber que era mi esposo quién me llamaba –, no deberías estar levantada – trató de suavizar su reclamo.

— Me duele la espalda por estar acostada – me quejé como una niña pequeña.

— Ya falta poco – llegó hasta mí y posó sus manos en mis hombros.

— ¡Pero no sale nunca! – volví a quejarme –, según Carlisle ya debería de haber salido… no me quiere… no quiere que yo sea su mamá… por eso no sale.

Solo cuando las saladas lágrimas tocaron mis labios me di cuenta que estaba llorando a mares, estaba con unos días de retraso, mi bebé no quería salir y algo me decía que era porque no quería una mamá como yo, aunque en el fondo sé que era una estupidez mía.

— No digas eso – me tomó con una gran habilidad en sus brazos y caminó conmigo.

— No me cargues – me quejé –, parezco una vaca de lo gorda… peso mucho.

— Estás hermosa – me alejé para ver su rostro y estaba duro y serio demostrando que lo que decía era de verdad.

— Lo siento – me sentó al borde de la cama – pero… ¡Esto es tu culpa! – comencé a dar golpes en su formado pecho –. Carlisle nos dio la solución y tú te niegas… tampoco quieres que salga.

— Bella – respiró hondo y se tomó el tabique de su nariz, sé que estaba contando para no estallar –, ya hablamos de este tema.

— ¡NO! – rugí –. Tú lo hablaste… ¿Tan animal te crees para no tener sexo normal?

— El sexo no es la solución – declaró como si estuviera totalmente seguro de sus palabras.

— ¡Carlisle lo dijo!... dijo que un poco de sexo haría que el bebé saliera… estoy retrasada… ya debería estar afuera – comencé a hipar por las lágrimas –. Debería tenerlo entre mis brazos, debería estarlo alimentando y haciendo dormir… deberías estarle cambiando los pañales – murmuré lo último.

— Sabes que no me gusta el olor a popó de bebé – rugió.

— Es tu hijo – me burlé –, yo lo llevo dentro y tú – lo apunté – lo cambias… es el trato, ya aceptaste y no puedes echarte para atrás Su Alteza – me burlé con más ganas al ver su rostro tan contrariado.

— ¡Me cansaste!

En un gesto bastante rápido se posó sobre mí y me dejó estirada en la cama, en cuanto lo tuve a una distancia prudente ataqué sus labios, lo necesitaba más allá de sacar al bebé, quería sentir a mi marido dentro de mí, así que metí mi lengua en su boca para apurar el proceso.

No alcancé a jugar ni un poco con ella cuando un fuerte dolor me cruzó la espalda y el vientre.

— ¡VIENE EL BEBÉ! – grité como poseída.

Cuando me di cuenta Edward no estaba a la vista, después de un segundo lo vi reincorporándose, me puse colorada al darme cuenta de que con la emoción lo había arrojado de la cama.

— ¡Sí que soy bueno! – levantó ambas cejas –, un solo beso y ya viene el bebé… rey del sexo deberías decirme.

— ¡Rey de los eunucos te voy a decir si no llamas a Carlisle!... ¡VIENE EL BEBÉ! – volví a gritarle.

Esta vez su rostro dejó atrás cualquier dejo de burla y se puso serio para salir volando por las puertas.

— Mamá – levanté la vista y abrí los ojos para ver a mi preciosa niña junto a mí — ¿Ya viene mi hermanito?

— Sí, bebé – frunció el ceño enojada.

— No soy una bebé – cruzó sus hermosos bracitos sobre su cuerpo –, el bebé es el bebé ahora – apuntó mi prominente vientre.

— Lo sé Marie… lo sé.

Dejé caer mi cabeza y pensé en cómo ya había pasado por esto cuatro años atrás cuando tuve a Marie, era mi primer embarazo y estaba tan asustada, pensé que me iba a partir pero al cabo de un tiempo todo estuvo muy bien, más que bien cuando Carlisle la posó en mis brazos y ella se acomodó en ellos.

Estos cuatro años fueron aún más felices con nuestra hija, una nenita con mi cabello café y los ojos esmeralda de su padre, ya más de alguna broma me había llegado sobre que le lloverían los pretendientes, de verdad espero que sea así.

Una fuerte contracción me atravesó el cuerpo y me obligó a volver a la realidad.

— Ya llegué amor – la mano de Edward apretó con mucha fuerza la mía.

— Ya pasará todo, Bella – reconocí la voz de Carlisle a mi otro lado —. ¿Recuerdas como fue con Marie? – solo atiné a asentir – Bien… esto será más fácil aun.

Cerré los ojos tratando de poner en orden mis ideas — Saquen a Marie – murmuré – no quiero que vea esto.

— Mami – la sentí junto a Edward, abrí mis ojos para verla muy sorprendida —, ¿Yo también te hice llorar así?

— Sí – sus ojitos parecieron aguarse más –, pero ha sido lo mejor de mi vida… algún día me entenderás – me estiré para besar su frente –, ahora ve con papá para que no se desmaye.

— ¡No me desmayaré! – chilló Edward.

— Eso pasó la última vez – murmuró mi doctor.

— Marie – habló mi esposo –, ve con el abuelito… creo que se me olvidó avisarle que viene tu hermanito – porque aunque no pudieran asegurármelo, mi instinto me decía que le daría un hijo a Edward.

El parto fue más difícil que el de Marie, como lo supuse, fue un niño, pero aunque nuestra felicidad fue absoluta cuando Carlisle nos anunció el sexo, el proceso fue muchísimo más largo, aunque lo bueno fue que Edward no se desmayó en ningún momento, sostuvo mi mano hasta que el llanto de mi nuevo milagro resonó en el ambiente.

Cuando ya todo había pasado y mi respiración se volvió a acompasar, un peso nuevo cayó en mis brazos, abrí mis ojos para encontrarme con la cosa más fea y a la vez hermosa que haya visto antes.

— No alcancé a limpiarlo – se quejó Carlisle –, Edward me lo arrebató antes.

— Es tan hermoso – dijimos al mismo tiempo.

Carlisle me alcanzó una toalla algo húmeda y yo misma limpié su pequeño rostro, pude divisar unas pelusas cobres en su cabeza, había sacado el pelo de su padre, con Edward nos miramos y solo sonreímos, cuando el bebé se movió abrió sus ojitos, dos gemas cafés igual a las mías, pero estas parecían tener más vida aún.

— Eres hermoso, Anthony – besé el tope de su cabeza.

— Eres más que hermoso… eres un verdadero campeón.

Miré a mi esposo y por inercia nuestros labios se unieron.

— Parece que cada vez nos salen mejor – se rió pegando su frente en la mía.

— Es porque están hechos con amor.

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— Sí…. Dale… más fuerte – definitivamente era el mejor de mis amantes

— ¿Le gusta así, Princesa?

— Mierda, Edward – le pegué un golpe juguetón en el hombro – ahora soy reina.

Nos reímos pero las embestidas de mi esposo no cesaron, de hecho cada vez fueron en aumento.

— Justo ahí, bebé – en mis dientes agarré el lóbulo de su oreja – dame bien duro… así… como me gusta… hasta el fondo.

Todo lo gemí en su oído, sabía que eso lo prendía y si que tuvo su resultado ya que no tardó en darme vuelta y dejarme en cuatro.

— ¿Te gusta por atrás? – me penetró de una sola estocada.

— ¡Sí! – chillé muy fuerte.

— Fuerte… bien fuerte… así es como te gusta…. Te conozco muy bien, nene.

Nuestro ritmo se hizo casi frenético, estábamos por llegar al clímax.

— ¡Edwardddddddddd! – me corrí muy fuerte y caí sobre mis brazos pero él aún seguía metiéndome su dulce polla.

— Bellaaaaaaa.

Su caliente semen me inundó por completo, hasta podía sentir como recorría mi interior.

— Creo que hicimos a nuestro tercer hijo – me burlé permaneciendo en la misma posición.

— También lo creo.

Me tomó en brazos y me dejó pegada a su pecho, algo demasiado normal entre nosotros.

— Debemos levantarnos – me quejé y hundí mi rostro en su pecho.

— No quiero – refunfuñó.

— Tus padres ya deben haber llegado.

De un rápido movimiento me levanté, era mejor así.

Después de estar listos bajamos a la sala para encontrarnos con la familia en pleno.

Rosalie se casó con Emmett y ya estaban esperando a su primer retoño, Edward y Elizabeth estaban igual que siempre solo que más consentidores con sus nietos y mi padre estaba mucho mejor de salud desde que abdicó el trono, ahora solo se dedicaba a pescar y a leer.

— Bella – chilló Rose cuando me vio bajar con Tony en los brazos.

— Rose – le besé la mejilla y toqué su vientre –, ya te queda poco.

— Lo sé – se mordió su labio inferior.

— Tranquila… todo estará bien.

— Claro – intervino su esposo –, porque yo me desmayaré en el parto – le guiñó con ojo a mi Edward que solo logró ponerlo colorado.

— Esta vez no me desmayé – se defendió mientras señalaba a Tony.

— Pero con Marie, sí – Emmett le sacó la lengua como si fuera un nene pequeño.

Emmett había resultado ser muy buena persona y habíamos congeniado muy bien los cuatro.

— Bueno, bueno – interrumpió Lizzie –, déjame tomar a mi pequeño.

Le entregué a Tony y se apegó inmediatamente al pecho de su abuela.

— Ven, pequeña – mi padre tomo en brazos a Marie al ver que comenzaba a poner su puchero habitual –, tu sigues siendo mi princesita – mi hija ensanchó mucho su sonrisa.

Y eso fui yo… una princesita muy poco común que se volvió una reina, madre de familia y esposa abnegada…

¿Valieron todos esos hombres en mi cama?

Volteé a ver a mi familia y la respuesta era obvia, Edward se me acercó cuando me vio mirándolo y me besó con ganas.

— Tú siempre serás mi Princesita – volvió a besar mis labios pero con algo más de entusiasmo.

Claro que valió la pena… de eso no tenía dudas.


Hola!

Bien, acá se terminó esto. Mil gracias a todas las que leyeron, espero que con esta edición, aunque no cambia mucho la historia, si la haya mejorado un poquito :)

Y muchísimas gracias a mi beta, Erica Castelo que sufrió como nunca con esto pero me ayudó hasta el final.

Besos, Joha!