Capítulo XII: Semejanzas

Los años pasan, y, con ellos, la juventud. Severus recibe con resignación las primeras arrugas, que la treintena arrastra consigo. Nada se puede hacer por detener el tiempo, y lo sabe.

Antes de que se dé cuenta, ya ha pasado una década desde la fatídica noche en la que cayó el Señor Tenebroso. El hijo de Potter ha crecido, y el parecido que tiene con su padre le recuerda con crueldad que Lily no lo eligió a él.

Camina hacia las mazmorras con un paso que pretende ser seguro.

No va a ser un comienzo de curso corriente, y lo sabe. Harry, el hijo de Potter, llegó el día anterior a la escuela, y, ahora, él debe encargarse de enseñarle Pociones.

Y, en el fondo, teme las interminables horas que va a pasar de ahora en adelante con el chiquillo. Tiene miedo a que el recuerdo de Lily se vuelva más vivo de lo que ha sido en las últimas estaciones.

Con el tiempo, las pesadillas de Severus no han cesado, y cada día añora más a Lily y su antigua vida. No porque haya sido más feliz siendo un mortifago, sino porque durante esa época ella todavía vivía, y, para él, eso es más importante que cualquier otra cosa.

Antes de entrar a la mazmorra, respira profundamente, y en su rostro coloca una máscara de seguridad y severidad; el mismo gesto adusto que ha hecho que los alumnos le respeten y teman desde que da clase, a pesar de su juventud.

Abre la puerta con fuerza, y lo primero en lo que se fijan sus ojos al hacerlo es en el niño moreno sentado al lado de otro pelirrojo.

El corazón le late con fuerza, sin poder evitarlo. A Severus casi le hubiera parecido normal que Harry hubiera comenzado a murmurar las mismas observaciones ácidas que hacia James, sobre su grasiento cabello. Pero, en lugar de eso, Potter se limita a observarlo casi con nerviosismo.

Severus no puede evitar hablarle con frialdad y casi crueldad al niño. Le hace preguntas que no corresponden saber a alguien que acaba de comenzar el primer curso, movido por un odio irracional provocado por el parecido con su padre.

Pero, al igual que la semejanza con James desata una serie de sentimientos hacia el niño, cuando éste levanta la vista y Severus fija su mirada en los ojos verdes, siente que le flaquean las piernas.

Evoca una de las interminables tardes pasadas junto a Lily y, por un segundo, se permite pensar que ha vuelto a ser un adolescente sin preocupaciones.

Por un segundo se imagina que ella sigue viva. Y Severus sabe que, si ella vive, él no tiene que temerle a nada. No tiene por qué tenerle miedo a lo que se avecina, ahora que el hijo de Potter ha crecido.

Si ella todavia existe, nada, de ahora en adelante, puede ir mal.