Madre… madre, perdóname… ¡Perdóname!¡PERDÓNAME, POR FAVOR!
¿Qué es lo que he hecho? ¿Qué me ha pasado? ¿Quién… quién soy?
Aún recuerdo… tu aliento, tus lágrimas… aquella mirada. Aquellos ojos, tus ojos… era la primera vez que los veía. Tan bellos, tan puros, tan inocentes. Aquella mirada… Aquella mirada, tan limpia, tan temblorosa, tan llena de amor... aquella mirada, corrompida por la traición de mis propias manos…
Te he devuelto, madre lo que me has dado. Una muerte agónica, pegajosa y hedionda como la sangre reseca, tan lenta, tan dolorosamente lenta y cruel… ¿Sabes cuál es la diferencia, ahora que puedo contemplarlo todo con serenidad? Que yo he agonizado durante toda mi maldita existencia, que mientras tú has estado gimiendo durante una hora, yo he estado chillando de dolor durante toda mi vida, que yo he ido muriendo poco a poco, abrazado a tu recuerdo, a los latidos de tu corazón… he vivido amándote hasta consumirme, hasta convertirme en lo que soy ahora…he muerto de amor por ti, madre, aún sin haberte conocido.
No me arrepiento de mis actos, pues todo lo he hecho por ti. A pesar de tu silencio, de tu indiferencia… todo lo he hecho por ti. Ahora sé que nada ha valido la pena. Ahora sé que sólo soy un monstruo, un asesino, que ha vivido alienado por tu recuerdo emponzoñado.
Por eso me entregué a la policía. No tenía dónde ir, no quería ir a otro lugar. Merecía pagar por mis actos, merecía ser castigado y morir. Merecía ser tratado como lo que era.
Merezco ser tratado como lo que soy.
Te he hecho daño madre… perdóname. He derramado tu sangre y escupido en tus vísceras… pero no he acabado contigo. Perdóname, perdóname.
En mi mente sólo hay tinieblas, y mi corazón se ha convertido en piedra. Mis manos no me responden, mis ojos ya no quieren ver, mis sentidos se han confundido, mi mundo se ha deshecho en lágrimas. No quería matar a aquella niña, no lo hubiera hecho si no te hubiera descubierto en sus ojos. Estabas dentro de ella… latiendo dentro de ella, bombeando su corazón, recorriendo su cuerpo… estabas dentro de ella… y por eso la maté. Porque también quería hacerlo contigo.
Pero fallé. No pude desterrarte de mi mente, no pude acabar con tu vida y tu nauseabunda presencia. Sólo he matado a una niña inocente, quizá tan perdida como lo estuve yo.
Por eso estoy aquí, en esta cárcel de cimientos y metal, preso de mis crímenes y mi conciencia, hasta el fin de mis días. Hasta hoy. Pues hoy he de morir, porque así está escrito en el Libro Carmesí.
22/21 La última… la última víctima… el último latido. Ahora conozco la verdad, ya no quiero continuar, ya no quiero volver a verte… Sólo quiero terminar, dormir. Apenas me ha costado hacerlo, el dolor me ha dado fuerzas. El dolor ha impulsado mis músculos, el dolor ha sido el que ha clavado la cuchara en mi garganta, el dolor… Finalmente…
Todo termina aquí, en este dolor, en este cielo bermellón que parece brillar sobre mi piel y mi ropa, que se derrama sobre el suelo… Yo seré la última víctima, el verdugo ejecutado… el último latido de tu corazón madre, tu último hijo… porque ya no quiero que vivas, madre. No quiero seguir con el ritual. Como quema… ¡Cómo quema tu recuerdo, como se amontonan las palabras en mi garganta!
¡Cómo duelen todas estas palabras, que quiero decirte, todo este rencor, toda esta vida de la que quiero culparte! Pero sólo una… sólo una cosa quiero decirte madre… sólo una…
-Muérete…