Título: Reacciones.
Personajes Principales: Belarús/Bielorrusia (Natalia); Lithuania (Toris).
Disclaimer: Los personajes de Hetalia no me pertenen, ya que le pertenecen a Hidekaz Himaruya. Sin ánimos de lucro.
Resumen: Y aunque aún no obtenía respuesta definitiva de aquel "Quizá"; la reacción del Polaco lo entristeció más. Definitivamente... Hoy no era su día.
Notas de la Autora: ¡Hola! Espero que este capítulo esté bien. Últimamente ando buscando alguien que escriba decente y me pueda corregir las historias, creo que se llama Beta~ Ya, nada más.


Reacciones.

Dos semanas, ¡Ya habían pasado dos semanas! Y aún no obtenía respuesta definitiva de aquel "Quizá", el mismo que hace catorce días le había dicho como respuesta Belarús. No quería apurarla, pero lo había dejado bastante esperanzado. No veía la hora de pasear junto a ella por las calles rusas, o donde más le apeteciera a la joven.

Pero, ¿Cómo podría hacerlo si todavía no había podido localizarla? Suspiró agotadoramente, repitiéndose en sus adentros que no debía pensar más en eso. Por ahora, debía preocuparse de los quehaceres encomendados por Rusia.

"Toma dos libros de Agatha Christie y tráelos a mi despacho" —Susurró para recordar las palabras pronunciadas por Iván.

Entró a la biblioteca de la casa. Frente a él se hallaba una gran estantería celeste, la cual contenía infinitos libros de utilidad. Preciosas novelas se amontonaban con el polvo de años. Libros sobre la guerra y el comunismo también se encontraban allí, siendo la prioridad del lugar; o por lo menos eso parecía, a juzgar por donde se encontraban (Sumamente ordenadas, en un estado perfecto). Sonrió de mala gana, libros así eran los que le quitaban el espíritu.

Algún día sería libre, recobrando las fuerzas que un día le habían quitado. Algún día… sólo tenía esperar. Por ahora, lo mejor, sería preocuparse en buscar esos libros. Se aproximó a la biblioteca en su búsqueda. Charles Dickens, Diane Carey, Dyer Wayner, Edgar Allan Poe… Y siguió así, hasta que…

— ¡Ajá! —Exclamó al fin, tomando entre sus manos dos pesados libros. Uno de éstos era verde oliva, y el título parecía estar bañado en oro. El que le seguía se encontraba más desgastado, pero era igual de deslumbrante que el primero. —Me pregunto qué contendrán… —Se mordió el labio inferior, ¿Debería verlos? Solo les echaría una ojeada… —A ver… —Y dicho esto, abrió el libro rojo con suma cautela, de espaldas a la puerta de entrada y salida de la habitación. —Oh, una policial… —Algustiado, cerrando nuevamente el objeto, para así darse media vuelta y llevárselos a Rusia.

Pero al hacer esto, no esperaba encontrarse con…

— ¡S-señorita Belarús! —Saludó torpemente.

La joven, sorprendida, desvió la mirada molesta. Había tratado de evitarlo durante dos semanas, ¿Para qué? ¿Para luego encontrárselo en la biblioteca? ¡Menuda suerte la suya!

El de ojos verdes, ajeno a lo que podía estar pensando la rubia, preguntó preocupado:

— ¿L-le sucede algo?

Belarús, con mirada neutral (Quizás con una pizca de molestia), se dio la media vuelta, desapareciendo de la habitación en tan solo unos escasos segundos. Sin pronunciar palabra alguna.

— ¿Acaso he hecho algo malo? —Se preguntó por lo bajo el castaño, sumamente decepcionado.

Bueno, luego de aquella situación, su autoestima no estaba en condiciones de preguntar por aquél quizás.

* * *

Se encontraba de pie, frente a la casa de Polonia (Para ser más exactos, enfrente de su puerta). Necesitaba hablar con alguien y Feliks era el más indicado (O mejor dicho, su mejor amigo, aunque no fuera el más indicado para dar consejos).

— ¡Liet! —Saludó enérgicamente el rubio al abrir la puerta de su casa —Hace como mucho tiempo que no nos vemos… —Protestó, entre molesto y feliz.

—Lo siento, he estado con muchas cosas en la cabeza. —Se disculpó con una sonrisa. —Me gustaría contarte algunas. Tengo unos cuantos problemas.

Feliks sonrió.

— ¡Claro! Ósea, sería totalmente fabuloso. Pero antes… ¿Viste el color de mi casa? —Preguntó haciendo ademanes con la mano. — ¿No es genial?

Lituania suspiró.

—S-si, me gusta… —Respondió nervioso ante el color rosa que se extendía en las paredes. Sabía que aquella interrupción no era con mala intención. Polonia era así y no iba a cambiar; Lituania lo entendía. ¡Claro que lo hacia! Sino, ¿Cómo lo hubiera podido aguantar durante tantos años? —Pero, Feliks…

— Nh… ¿No viste a mi pony? —Preguntó, inflando levemente las mejillas.

El lituano, conocido por su infinita paciencia, respondió:

—No lo he visto, si acabo de venir. —Con una gota de sudor en la frente.

— ¡Debemos encontrar al pequeño Liet! —Exclamó.

"¿Pequeño Liet? ¿Bautizó al pony con mi nombre?" Se preguntó con un tic nervioso en el ojo, olvidando por unos instantes la razón por la cual se encontraba allí. "¡No puedo creer que le haya puesto mi nombre a aquel Pon…!" Pero detuvo sus pensamientos, cuando recordó el porqué de su visita.

Sonrió. Debería decirlo, por lo menos ahora, ya que el polaco se encontraba callado, pensando en dónde podría estar aquel animal.

—Invité a la señorita Belarús a pasear, pero aún no me ha dado una respuesta definitiva…

En aquel momento, luego de que su cerebro pudiera procesar la noticia, Polonia se tensó.
Definitivamente, Lituania había logrado que el rubio le prestara atención.

— ¿Invitaste a Belarús? —Algo –sin saber exactamente qué- se rompió dentro de Polonia y Toris lo notó.

— ¿Feliks? ¿Pasa algo? —Preguntó dudoso ante la reacción de su amigo.

—Tipo que me agarró sueño, ¡Adiós Liet! —Y se encerró en el cuarto, mientras una solitaria lágrima se paseaba por el contorno perfecto de su mejilla. ¿Por qué?

Feliks…—Susurró con una mueca de tristeza, ¿Por qué todos estaban reaccionando mal ante lo que pronunciaba? Primero Belarús y ahora Polonia.

Hoy no era su día.