¡Hola a todos! Feliz año nuevo (Aunque este técnicamente no se haya acabado aún)

Se acabó esta historia y me da una penita increible.

Aquí está el epílogo. Espero que os guste como me quedó. Como curiosidad os diré que me parece que es más largo que cualquiera de los capítulos anteriores.

Todos los personajes son propiedad de Masami Kurumada y de todos aquellos que hayan pagado por los derechos, yo solo los cojo prestados con la intención de humillarlos un poco... pero solo un poco.

Epílogo - Después de la reunión.

Para cuando los Dorados salieron del Templo Principal ya era de noche.

A la puerta les esperaban Marin, que tenía ganas de seguir hablando con Aioria (Sí, claro, quiere hablar… ¡Ja! No se lo cree ni ella); Shaina, a la que habían obligado a quedarse; Kiki y Shun, que se habían aburrido de esperar en Piscis, Shiryu y Sunrei, que habían subido desde Libra y Hyoga, que se había traído el libro de su maestro junto con su diccionario de francés para matar el tiempo.

Afrodita se acercó a Shaina con paso decidido y la agarró por el brazo antes de que pudiese huir.

_ Tenemos que hablar –Le dijo seriamente

_ Pues yo creo que no –Replicó ella.

_ Que sí.

_ Que no.

_ Que sí.

En fin, me parece que esto va para largo, así que pasemos a otra cosa mariposa.

Kiki saltó sobre su maestro, feliz de la vida.

_ ¡Vamos Maestro! ¡Prometió que haríamos algo juntos! ¡Vamos, vamos!

Tirando de la manga de Mü, el pequeño lemuriano salió corriendo escaleras abajo. El Santo de Aries se despidió de sus compañeros antes de dejarse arrastrar.

_ ¡Hey, espera Mü, dijiste que podía quedarme en tu casa! – exclamó Shaka. Ante la falta de respuesta, se encogió de hombros, hizo un gesto con la cabeza a los otros y salió trotando tras Mü y Kiki.

Entre tanto, Aioros se acercó a Marin y la cogió de las manos con cara de emoción.

_ Bueno, cuñadita, tenemos mucho de que hablar. Vas a tener que contarme toda tu relación con mi hermano, que quiero tener las dos versiones. No puedo creer que me haya perdido el primer gran amor del pequeño leoncito, ¿Por qué es el primero, no?

_ Bueno, pues no sé, es que yo…

_ Vale, no importa, ya me enteraré, son los problemas de llevar tanto tiempo muerto.

En ese momento, un aura depresiva se dejó notar a su lado. Aioros se giró y se encontró a Shura haciendo circulitos en el suelo con el dedo rodeado de un ambiente de depresión.

_ Em, un momentito, cuñada, ahora estoy contigo, no te vayas – dicho esto se agachó junto al Santo de Capricornio y le pasó un brazo por los hombros – Vamos Shurita, ánimo hombre. No te estoy reprochando ¡Shura! ¡Contéstame!

No hay reacción por parte del español.

A Marin le bajó una gotita mientras miraba los vanos intentos de ¿su cuñado? No, no, no, nada de cuñado, solo el hermano de Aioria, por animar al Santo de la Cabra. De pronto sintió que alguien le cogía la mano de nuevo. Al girarse se topó de cara con el Santo de Leo.

_Vámonos. Quiero mucho a mi hermano, pero es exactamente igual de cotilla que lo recuerdo.

_ Está bien.

Iban a empezar a bajar las escaleras cuando fueron interceptados por los gemelos.

_Hey, parejita, no está bien irse sin despedirse – dijo ¿Saga? ¿Kanon? Bueno, da lo mismo, uno de ellos con una sonrisa pícara.

_ Concuerdo con Kanon, además, no puedes irte sin contarnos las intrigas de tu romance, Leoncito – Vaya, perece que el de antes era Kanon, luego este es Saga.

El Santo de Leo se sonrojó. Vale, se alegraba de que los guerreros de géminis hubieran hecho las paces y todo eso, pero ¿De verdad tenían que volver a unir sus fuerzas para fastidiar al prójimo? Él era pequeño cuando las cosas en el Santuario se torcieron, pero recordaba que a los gemelos les encantaba pulular por ahí molestando.

_ No hay romance, así que, si hacéis el favor.

_ ¿Hacemos el favor, Saga?

_ Pues no sé que decirte, Kanon, a mí me apetece saber los detalles de la vida amorosa del pequeñín.

_Concuerdo con eso.

Aioria gruñó.

A esas alturas, Marin empezaba a pensar que toda la Orden Dorada estaba mal de la cabeza.

_Empezáis a tocarme la moral – gruñó el Santo de Leo.

Les apartó de un empujón y siguió bajando.

A la altura de Piscis, su hermano, que cargaba con Shura como si este fuera un vulgar saco, les dio alcance.

_ ¿Estáis huyendo de mí? Me parece muy mal.

Aioria puso cara de cachorrito.

_ No te enfades, hermano, es que…

No sabía cómo decirle que estaban resultando realmente bochornosos sus comentarios. Si seguí así, sería el hazmerreír del Zodíaco por los siglos de los siglos.

_ Ah, vale, ya lo cojo – dijo Sagitario sonriente. Colgando a su espalda, Shura murmuraba con voz apagada que quería que le dejaran en le suelo. Fue ignorado, por si alguien se lo pregunta.

_ ¿En serio? –preguntó Aioria, que dudaba sinceramente que su hermano hubiera adivinado sus pensamientos.

_ ¡Claro! Queréis tiempo a solas. No pasa nada, lo entiendo – Sonriendo con expresión inocente, le dio unas palmaditas a su hermano en el hombro.

_ Bueno, pues… – vaciló el león.

_ Ya me cuentas mañana, que no hay prisa. Chao, cuñada.

Y como si nada, siguió bajando hacia su templo sin soltar a Capricornio, al que ya se estaba bajando la sangre a la cabeza de tanto estar colgado.

_ No te vayas a ofender, Aioria, pero me parece que a tu hermano le afectó el llevar tanto tiempo muerto.

_ No lo creas, ya era así antes.

_ Oh, vaya.

Siguieron el camino hasta Leo conversando de cosas sin mayor importancia. Una vez allí, el dueño de la casa se sentó en la escalera.

_ Te invitaría a pasar, pero está un poco abandonado.

_ No pasa nada, las escaleras están bien.

Se quedaron en silencio mirando al cielo, donde las nubes parecían querer dejar paso a la luna llena y las estrellas que la acompañaban para que esta pudiera dar la bienvenida a aquellos que volvieron a casa.

_ Escucha, Marin, yo…

_ ¿Sí? – le animó ella.

_ Nada, déjalo, no importa.

_ Como quieras.

El Santo del León se tumbó, apoyando la cabeza en las piernas de la Amazona. Ella, lejos de quejarse, empezó a pasarle los dedos por el pelo, feliz de que estuviera allí, con ella, y porque ya no había guerra y existía la posibilidad de que se quedara allí para siempre.

Saga y Kanon pasaron por allí de camino a su casa. Por un momento pensaron en pararse a molestar, pero finalmente decidieron que ya tendrían mucho tiempo para hacerlo. Por esta vez, dejarían simplemente disfrutar al León de su felicidad.

Máscara de la Muerte pensó algo parecido cuando, minutos después atravesó también el templo.

Aldebarán, por su parte, saludó efusivamente a Marin de la que bajaba, pero tampoco se detuvo. Tenía ganas de llegar a su Templo y dormir. Estaba agotado, así que todo lo que quería ahora mismo era tirarse en la cama y refugiarse en los brazos de Morfeo. Al día siguiente iría al pueblo a por su perro. Prefería adoptar uno abandonado a comprarlo, primero porque no tenía dinero y segundo porque así él también podría darle a alguien una segunda oportunidad.

Dohko de Libra, por su parte, disfrutó de la compañía de Sunrei y Shiryu, escuchó sus historias sobre lo que habían hecho en su casa y prometió contarles la historia del retrato de los antiguos Santos dorados. Finalmente se durmió plácidamente en su antigua habitación recordando a aquellos compañeros con los que había compartido su vida más de dos siglos atrás.

Cuando todos se habían ido ya, arriba solo quedaban Shaina y Afrodita, que aún seguían discutiendo.

_ ¡Vamos, mujer, déjalo ya! ¡Es evidente que fuiste tú la que cuidó mi jardín! ¡No tiene nada de malo! ¡Sólo admítelo de una vez para que los dos podamos irnos a casa!

_ ¡De acuerdo, fui yo! ¿Contento? –gritó la Amazona.

_ ¿Ves? No fue tan difícil –sonrió el Santo de Piscis.

_ Eso crees tú. Yo soy la más temible de las Amazonas, no tengo piedad del enemigo, no soy amable, ni simpática y desde luego no soy femenina, imagina lo que pasaría si alguien se entera de que me dedico a la jardinería.

_ ¿Qué verían que eres humana?

_ ¡No! ¡Que me tomarían por una maldita chica indefensa!

_ Dudo que nadie te tomara por indefensa, pero te recuerdo que eres una chica.

_ ¿Y eso me hace menos fuerte que tú, no caballero? – le espetó ella, enojada.

_ Pero vamos a ver, de todo lo que dije ¿Qué fue lo que te hizo llegar a esa conclusión? –Preguntó él, exasperado – Nadie duda de tu fuerza, Amazona, y menos porque te guste la jardinería o seas una mujer.

Shaina se quedó mirando al suelo.

_ Está bien, siento haber sido tan agresiva contigo –se disculpó – No debí ponerme tan a la defensiva.

_ Vale. Disculpas aceptadas ¿Te parece bien si empezamos de nuevo? Hola, soy Afrodita de Piscis, un placer – dijo tendiéndole la mano.

La Amazona la estrechó.

_ Shaina de Ophiuchus, encantada.

_ Bien, pues entonces ¿Crees que algún día podrías venir a ayudarme con mi jardín? Eso estaría bien.

Ella se encogió de hombros.

_Debo acatar las órdenes de mis superiores, así que allí estaré, supongo.

_Creo que no lo has entendido, no era…

_Ya lo sé – cortó ella – pero no soy buena en las relaciones interpersonales, para mí es más fácil decir que sí si lo meto en ese contexto.

_ Cómo quieras.

Los dos se callaron y Shaina miró hacia arriba.

_ Parece que al final va a quedar una noche despejada – susurró, viendo como, en el cielo, la luna brillaba en compañía de los otros astros, sin que las nubes se interpusieran en su camino.

_ Sí, eso parece – El Santo de Piscis se quedó pensando un momento – Desde el jardín de mi templo las estrellas siempre se han visto preciosas. ¿Qué me dices, Amazona? ¿Te apuntas?

Ella le miró fijamente unos instantes, calibrando los más y los menos de esa propuesta. Finalmente se decidió.

_Muy bien. Tú ganas, Caballero. Vamos antes de que cambie de opinión.

Ambos guerreros pusieron rumbo a la última casa del Zodíaco bajo la atenta (y cotilla) mirada de Saori, que había estado fisgando toda la discusión y posterior conversación por una ventana.

La joven Diosa se ganó una mirada reprobatoria por parte del patriarca gracias a su labor de espía, pero el caso es que al final ambos se pusieron a hablar y a conocerse, después de todo iban a pasar mucho tiempo juntos de ahora en adelante. De este modo, Saori se sentó en el suelo del templo y obligó a Shion a hacer lo mismo tirándole insistentemente de la manga hasta que cedió.

La princesa del Santuario descubrió que el antiguo Santo de Aries, no solo era una persona muy sabia y encantadora, sino que además era realmente adorable, con esa melena verde despeinada y los puntitos donde deberían estar las cejas. Definitivamente para tener más de doscientos años no estaba nada mal. Durante la conversación llegó un momento en el que sintió el impulso de besarle. Por supuesto no lo hizo y se abofeteó mentalmente solo por pensarlo.

En Capricornio, Aioros dejó caer a Shura al suelo.

_Ya era hora – gruñó este.

El Santo de Sagitario sonrió.

_ Vamos a hablar ¿Te parece?

_ Está bien ¿Puedo empezar yo?

_Adelante.

_Siento mucho lo que hice. Aunque tú digas que me perdonas, e incluso si eso es verdad, no puedo evitar que el fantasma de mi crimen me acompañe siempre, así que espero que sepas disculparme si me deprimo de repente. Algunas cosas son difíciles de superar.

_Sabes que la paciencia siempre fue mi fuerte – sonrió el Arquero.

Shura le sonrió también y, esta vez sí, se pudo notar como los pedazos de una amistad perdida volvían a juntarse en la promesa de una nueva oportunidad.

En Aries, mientras Shaka se acomodaba en el pequeño cuarto de invitados del templo, Kiki y Mü revisaban la Armadura del Carnero para ver cómo de mal estaba. Después de todo ya no les daba tiempo a arreglarla ahora.

Esa noche, Kiki durmió bien por primera vez en un mes, abrazado a su maestro con fuerza, como si temiera que, si lo soltaba, se iría de nuevo. Mü, por su parte, cayó rendido de sueño nada más meterse en la cama. Shaka se durmió en medio de su meditación. Decir en su defensa que eso no le pasaba desde que tenía diez años.

Un rato más tarde, en Leo, Marin aun seguía acariciando la melena de Aioria, hasta que, de pronto, se dio cuenta de que el joven Caballero estaba profundamente dormido. Sonrió. Sabía que tendría que marcharse pronto al recinto de las Amazonas, pero mientras tanto podía dejarle dormir. Parecía tan tranquilo, tan en paz, que daba pena despertarle.

En Piscis, apoyados en la pared del templo, Shaina y Afrodita miraban las estrellas.

_ Dime una cosa, Shaina de Ophiuchus, a ti, que odias que se te considere inferior por ser mujer ¿No te parece degradante tener que usar máscara siempre?

Ella se pensó la respuesta.

_ Es tradición, se ha hecho así por siglos. Me siento orgullosa de haber sido elegida para llevarla.

_ Realmente esa no era la pregunta.

_ Lo sé, pero es toda la respuesta que obtendrás de mí. Al menos por ahora.

_ Está bien.

Se quedaron de nuevo en silencio. De pronto Afrodita dejó caer la cabeza sobre el hombro de Shaina.

_ ¡¿Se puede saber que…?! – Empezó la Amazona, alterada, hasta que se fijó en que el Santo no parecía estar despierto – Oh, vaya, se ha dormido. Bueno, en fin, supongo que resucitar debe de ser agotador.

Procurando no moverse mucho para no despertar a Afrodita, Shaina se apoyó de nuevo en la pared y siguió mirando las estrellas. Al final, ella también se quedó dormida.

Durmieron de un tirón toda la noche, aunque cuando al día siguiente Saori y sus queridos Santos de Bronce (Excepto Ikki, que brillaba por su ausencia) los encontraron allí, se formaron ideas equivocadas que a los implicados les costó lo suyo contradecir. Por algún motivo, ahora cada vez que la muy Honorable Athena los ve juntos, suelta una risita tonta.

Camus, por su parte, durmió como un bebé en su Templo después de preguntarle a Hyoga si le importaba que bajase la temperatura. En Acuario, esa noche sus dos ocupantes durmieron con una sonrisa recordando su querida Siberia a menos diez grados de temperatura. No sé como hicieron para no morirse de frío, pero allá cada quien y sus gustos.

Milo comprobó que sus queridos escorpiones estaban vivos y bien y acabó durmiéndose junto al terrario.

La calma reinó en el Santuario esa noche. Para muchos, esa fue la primera vez en años en la que los sueños estuvieron completamente llenos de paz y buenos presagios.

En el Olimpo, desde uno de los monitores de su Templo-oficina, Zeus veía a los guerreros de su hija. Cuando los vio sonreír y empezar a ser felices, el Padre de los Dioses sintió en lo más hondo de su Divino corazón que ese día había hecho algo bueno por la humanidad.


FIN

Hasta aquí el regreso de los Santitos Dorados.

Me gustaría agradecer a todos los que leyeron hasta aquí y sobtre todo a los que han dado su opinión a lo largo de la historia. Espero vuestros comentarios sobre el final.

Un beso enorme para todos y que seáis muy felices en este año 2010

Edito:

Para responder a los reviews anónimos que me dejaron en el epílogo, también voy a poner las respuestas en mi perfil, por si acaso:

Limón: Gracias por comentar, a mi también me gustó mucho la parte en que se quedan dormidos en el jardín, aunque, pensándolo bien, al día siguiente tenían que tener un dolor de espalda de campeonato XD Besazos y gracias por leer.

Nice: Me alegro de que te gustara =) La verdad es que la parte de Aioria y Marin la hice en gran medida para tí, así que espero que te agradara XD Besazos.

Felipe: Me alegro de que te haya gustado la historia =) Vamos a ver, lo de Kiki la verdad es que no lo había pensado, pero ahora que lo dices, aquí va mi explicación: Si los portadores de las armaduras mueren y estas están dañadas tiene que haber un modo de repararlas sin la sangre de los guerreros, en este caso (por obra y gracia de mi imaginación) Kiki usa polvo de estrellas, unos textos muuuuuy antiguos sobre la reparación de armaduras y mucha paciencia ^^ Espero que eso responda a tu pregunta =D Besos