Let it snow

But as long as you love me so

Let it snow! Let it snow! Let it snow!

Hay muchas versiones de esta canción y la más conocida es de Sinatra, pero a mi me gusta mucho más esta: .com/watch?v=0CFjfxMF8RA&feature=related

El invierno apenas acababa de hacer su entrada el 21 de Diciembre y Washington DC ya estaba sufriendo la primera nevada de la estación. A esas horas de la tarde todo el mundo se encontraba en su casa, resguardados del frío gracias a la calefacción, o al menos estaban de camino a ellas en sus coches. Las hileras de vehículos avanzaban lentamente sobre el fino manto blanco formado sobre el asfalto, sabiendo que en ocasiones como esas la paciencia era una virtud.

Pero no todo el mundo volvía a casa. La doctora Temperance Brennan, antropóloga forense del Jeffersonian, seguía trabajando en su despacho. Las luces del resto del laboratorio apagadas y sin más compañía que la de las cámaras de seguridad.

Le gustaban esos silencios, cuando nada ni nadie podía distraerla de su trabajo. Bueno, nada, nada….no era del todo cierto. Su móvil empezó a sonar y ella lo cogió sin apartar la mirada de la pantalla del ordenador para comprobar primero de quien se trataba.

-Brennan

-Sigues en el trabajo ¿verdad?

-¿Booth? Si, estoy en mi despacho. Me quedan unos pocos informes que rellenar antes de irme a casa. ¿Por qué llamas? ¿Necesitas algo?

-Si, que te vayas a casa.

La doctora dejó escapar un largo suspiro. ¿Realmente Booth no tenía nada mejor que hacer que interrumpir su trabajo? Seguro que había algún partido de esos que le gustaban a él por la tele.

-Me iré cuando acabe.

-¿Y cuando va a ser eso?

-No lo sé – contestó seria - Depende del tiempo que me lleve terminar los informes. Puede que un par de horas.

-¡Estás loca!

Booth gritó tan fuerte al teléfono que Brennan se tuvo que apartar el auricular de la oreja.

-No, estoy muy cuerda. Y tampoco estoy sorda, así que no hace falta que grites.

-¿Has visto la nevada que está cayendo?

-¿Y?

-¿Tienes cadenas para las ruedas de tu coche?

Hay la había pillado. Aunque Booth le había recordado una y otra vez que metiera unas cadenas en el maletero durante la semana anterior, ella estaba demasiado ocupada como para ir a comprar unas. El silencio de Brennan decía más que ninguna palabra, y Booth solo necesitó esos para añadir:

-Ahora voy para allí a recogerte.

-¡NO! No hace falta que te muevas de casa. Llamaré a un taxi.

-Ni hablar. Quiero asegurarme de que llegues sana y salva a casa – y antes de que Brennan pudiera emitir un solo sonido de queja añadió – Y no me vengas con que puedes cuidarte tú sola, porque si así fuera habrías metido las cadenas como te dije. En veinte minutos estoy ahí, más vale que estés preparada.

Y colgó sin darle tiempo a réplica a Brennan. Ella, vencida, comenzó a recoger sus cosas. No había sitio para la discusión. Booth la sacaría del laboratorio quisiera ella o no.

Justo dieciocho minutos cronometrados tras colgar el teléfono, Booth ya estaba atravesando las puestas de cristal del laboratorio. Todas las luces estaban apagadas a excepción del despacho de Brennan. Se acercó con paso tranquilo y expresión serena. Sabía que su compañera no iba a oponer resistencia. Pero al llegar a la puerta toda apariencia calmada desapareció. Su Huesos no estaba por ningún lado.

Los papeles estaban recogidos, el ordenador apagado, su abrigo en la percha, junto con su bolso y su bata azul del laboratorio. Pero ni rastro de Brennan. El pánico empezaba a apoderarse de él, imaginando que algo malo la hubiera pasado, cuando se dio cuenta del posit que había sobre la mesa:

"Estoy arriba"

¿Arriba? ¿Arriba donde? ¿En los sofás? Salió del despacho y subió por las escaleras, pero esa zona del laboratorio estaba también completamente vacía. Aunque la subida no fue en vano, pues la puerta que conducía a las escaleras de la azotea estaba abierta.

Nada más salir a la azotea se encontró con un manto blanco de nieve y los copos que le pegaban directamente en la cara. Era fácil saber donde estaba Brennan, sólo había que seguir las pisadas en la nieve. En uno de los laterales del edificio la doctora contemplaba la capa nacarada que cubría la ciudad.

-Huesos

A pesar de que pronunció su apodo en casi un susurro, Brennan se sobresaltó al oír a su compañero detrás de ella. Ella se giró un segundo para verle y después volvió su atención a la ciudad.

-¿Qué haces aquí? – preguntó Booth.

-Terminé de recoger y no quería esperar sentada. Me apetecía ver como nevaba.

Alargó el brazo y capturó unos cuantos copos de nieve en su mano, que se derritieron casi de inmediato al contacto con su piel cálida.

-Cada copo de nieve puede estar formado por 200 cristales de hielo. Muchos son simétricos y de forma hexagonal aunque depende de donde se formen y en que condiciones climáticas para que adquieran una determinada forma. Por eso no hay dos copos iguales, aunque pueden ser extremadamente parecidos. – Miró de nuevo a Booth – Es algo así como las personas: no hay dos iguales – se secó la mano en su vaquero y añadió con tono clínico – A excepción de los gemelos idénticos, que comparten ADN.

-Huesos, ven aquí. Tienes que estar congelada.

Sin chaqueta o abrigo, Brennan había subido a la terraza en vaqueros y blusa. Booth se quitó e abrigo que llevaba y se lo puso a ella por encima. Reaccionando al fin, Brennan miró a los ojos a Booth.

-Booth ¿qué haces? Te vas a quedar frío.

-¿Me lo dices tú, que has subido aquí sin abrigo ni nada?

Brennan desvió la mirada. Booth supo que algo rondaba por su cabeza, no había otra explicación para su comportamiento. Estaba preocupada por algo.

-Huesos ¿estás bien?

-Si, es sólo que… la última vez que me paré así a ver nevar fue cuando tenía 15 años.

Booth sabía lo que eso implicaba: la desaparición de sus padres.

-¡Eh! – intervino él intentando animarla – Sé que eso te puede traer malos recuerdos, pero ya no eres esa niña de quince años. Has crecido y has cambiado. Deberías cambiar esos malos recuerdos también.

-¿Cómo?

-Vas a pasar las Navidades con Max ¿no? Y Russ, Amy y las niñas vienen para Nochevieja. Tienes a tu familia contigo.

Los ojos azules de Brennan brillaban bajo las tenues luces que llegaban a la azotea. Booth alzó la mano a su rostro y retiró los copos de nieve que caían sobre su perfecta piel. El contacto cálido con los guantes de él le hizo darse cuenta del verdadero frío que tenía, así que Brennan sujetó con fuerza el abrigo y miró directamente a los ojos de Booth para preguntar:

-¿Y tú?

-Yo tendré a Parker en Navidad, como otras veces.

-¿Y el resto de la Navidad? ¿Qué vas a hacer?

Booth se encogió de hombros, no muy seguro de que su voz le respondiera al estar tan cerca de Brennan. Podía incluso oler su champú: lavanda.

-A lo mejor… a lo mejor te gustaría pasarlas conmigo.

Brennan no estaba segura de la propuesta, pero solo porque temía que la respuesta de Booth fuera negativa. Durante los segundos que hubo silencio tuvo la extraña sensación de haber fastidiado algo, por lo que notó el impulso de arreglarlo:

-Ya sé que la Navidad es tiempo de pasar en familia, Booth. Entiendo si no quieres estar conmigo, al fin y al cabo ya estarás cansado de verme cada día en el trabajo…

Su voz quedó apagada cuando dos labios cálidos chocaron contra los suyos. Tardó varios segundos en responder, más o menos el tiempo que tardó en darse cuenta que Booth la estaba besando. El contraste entre los copos fríos que caían en su cara y la fricción cálida que generaban sus labios al moverse creaba una extraña sensación en su interior que no la disgustaba para anda. Y aunque ambos hubieran querido mantener ese beso hasta el fin de los días, tuvieron que separarse para coger aire.

Tacando su frente con la de ella, Booth dijo:

-No querría estar con nadie más sino contigo. Por mucho que te vea en el trabajo, por muchas veces que salgamos a tomar algo o a comer, eso nunca será suficiente.

-Entonces ¿vienes a la cena de Navidad y Nochevieja? Puedes traer a Parker si quieres.

-Allí estaré. Y Parker estará encantado de volver a verte.

-Bien – contestó Brennan sonriendo.

Esta vez fue ella quien le besó. Booth, preocupado por el tiempo al que estaban expuesto, tuvo que apartarse de ella y pudo oír incluso un pequeño quejido de disgusto por parte de la antropóloga.

-Tenemos que entrar o nos congelaremos.

-¿No decía que tenía que crear buenos recuerdos de las nevadas? Pues es lo que estoy haciendo.

Y volvió a besarle. Daba igual si acababan calados bajo la nieve o si al día siguiente estaban resfriados. Ambos sabían que merecía la pena.

Feliz Navidad a tods ^^