Summary: La familia del príncipe Edward estaba empeñada en casarlo con una princesa o una heredera, pero él había elegido a Bella Swan. Un falso compromiso con ese "patito feo" le permitiría dedicarse a su gran amor, la medicina, sin que jamás hubiera peligro de que llegara a nada más. Pero Bella Swan se estaba convirtiendo en un verdadero cisne delante de sus propios ojos. Todos Humanos


Capitulo 1: Por el país

- Quiero que esta vez seas muy agradable - dijo la reina Esme con un tono autoritario - Tiene un gran potencial.

Edward soltó un bostezo mientras tomaba el té en el salón favorito de su madre en el palacio. Todas tenían un gran potencial. Su madre había intentado buscarle una esposa desde que estaba en la cuna. Aún no había tenido éxito, y si de él dependiera, jamás lo tendría. Él solo se casaría con quien quisiera, cuando quisiera y como quisiera.

- Hablo en serio, cariño. Nada de travesuras esta vez - le advirtió su madre - Podría ser importante para nuestro reinado

A Edward se le hizo un nudo en la garganta.

- ¿A que te refieres con importante? - preguntó con escepticismo.

- Su padre es Charlie Swan, un conocido genio de los negocios. Tiene una red de complejos de lujo por todo el mundo.

- Turísticos - añadió Edward asintiendo con poco entusiasmo.

- Sí - respondió su madre, como si tampoco le gustara mucho la idea - Una buena relación con Swan Enterprises sería muy beneficiosa para nuestra economía.

- Sabes que no quiero casarme - dijo él. Odiaba la carga de responsabilidad que tenía que soportar.

- No tienes que casarte con Bella Swan. Solo quiero que seas un buen acompañante para ella durante su estancia en palacio... Aunque tampoco te haría ningún daño sentar la cabeza de una vez.

- Sí, sí me haría daño - replicó Edward sintiéndose como si le echaran una soga al cuello - Creo que lo que quieres decir es que a TI no te haría daño.

La reina soltó un profundo suspiro.

- Eres sin duda el más franco y directo de tus hermanos.

Edward pensó en sus hermanos y no pudo contradecirle.

- Podría ser peor. Jasper será quien gobierne. Necesita saber cómo ser discreto para tratar con los consejeros reales. A mí, por otro lado, puedes referirte como a "mi hijo, el médico" - dijo con una sonrisa. Su madre se había opuesto a que estudiara Medicina, y solo había accedido gracias a la intervención de su hermano Jasper. Por eso Edward siempre les estaría agradecido a ambos.

Los ojos de la reina brillaron de admiración.

- Has elegido un camino difícil. Ser miembro de la familia real y médico nunca será fácil.

- Nada lo será - dijo él con convicción. Había nacido siendo príncipe, pero sabía que su destino era la medicina - La medicina es tan exigente como una esposa.

- Muchos hombres tienen las dos cosas - dijo su madre arqueando las cejas - Pero, si te parece, dejaremos la discusión para otro día. Bella Swan llegará mañana. Haz que su estancia sea agradable.

Edward puso una mueca de exasperación ante el exagerado ruego de su madre, pero asintió.

- Siempre por el bien del país - murmuró al tiempo que se ponía en pie. Hizo una ligera reverencia en señal de respeto y se dirigió hacia la puerta.

- Un afeitado y un corte de pelo no te vendrían mal, Edward - le sugirió la reina.

Edward se detuvo, pero prefirió no replicar.

- Por el bien del país - dijo él irónicamente, rascándose la barbilla sin afeitar.

***

- Su aspecto es de lo más... impropio - le susurró Rosalie a su hermano Edward en el oído, mientras Bella Swan hacía su entrada en el gran vestíbulo del palacio.

Edward parpadeó ante la vista que tenía delante. Bella Swan, llevaba su pelo castaño recogido de una forma nada elegante, unas gruesas gafas ocultándole los ojos y un vestido más propio de una mujer con el doble de su edad y peso.

- ¿Qué te parece si llamamos a los diseñadores? - siguió susurrándole Rosalie

Aunque no pudo estar en desacuerdo, Edward sintió una punzada de irritación.

- Nadie tiene de deber de parecer como en un anuncio de Revista de Moda cuando salen por la puerta, Rosalie – dijo a su hermana exasperado - Te resultará difícil de creer, pero en el mundo hay cosas más importantes que elegir entre Dior o Versace.

- Tal vez tendría cosas importantes si mi madre no me mantuviera encerrada en el palacio como a Rapunzel – replicó Rosalie - En cualquier caso, no creo que Bella haya elegido su vestido de Dior ni Versace. Tienes que admitir que mamá nunca te ha ofrecido una opción así.

- No es una opción. Es una invitada - dijo Edward, y se dirigió hacia Bella, que en ese momento se tropezó y estuvo a punto de caer al suelo.

- Discúlpeme, Alteza - dijo Bella haciendo una rápida reverencia - Me temo que el largo vuelo ha afectado mi equilibrio - él alargó automáticamente un brazo para sostenerla, pero ella se echó hacia atrás - Estoy bien, gracias - murmuró.

- Señorita Swan... - empezó Edward

- Por favor, llámeme Bella - dijo ella con una sonrisa forzada - Y usted también debe de ser Su Alteza Real - añadió mirando a Rosalie que se acercó obedientemente.

- Es mi hermana Rosalie y yo soy Edward - dijo él sonriendo amablemente - No son necesarios tantos formalismos.

- Estamos muy contentos de que puedas visitar nuestro país, Bella - dijo Rosalie sonriendo - Por favor, no dudes en acercarte a mi para lo que sea que necesites.

- Gracias… Rosalie - respondió Bella ajustándose las gafas - La verdad es que necesito una conexión a Internet en mi dormitorio.

- ¿Una conexión a Internet? - repitió Rosalie sorprendida.

- Sí, es lo único que necesito - Edward vio una señal de preocupación en el rostro de Bella - Tienen línea telefónica en el palacio ¿verdad?

- Claro que si! por supuesto - respondió la hermana de Edward asintiendo - Es solo que la mayoría de nuestros invitados prefieren disfrutar de actividades fuera del palacio, sobre todo en nuestras hermosas playas.

Bella se encogió de hombros.

- Seguro que son preciosas, pero me quemo con facilidad - confesó volviendo a ajustarse las gafas - Sabré disfrutar también en el interior de palacio, gracias.

- Esta bien - aceptó Rosalie - pero si cambias de opinión, no dudes en avisarme – dijo amable mientras miraba a su hermano – a mi o a Edward.

Desconcertado por la extraña criatura que tenía delante, Edward la observó con interés. Las gafas, aunque gruesas, no podían ocultar la inteligencia de sus ojos marrones, y con su tono cortés no podía ocultar el hecho de que no quería estar allí.

- Haré que suban tu equipaje a tu cuarto. ¿Te gustaría tomar algo antes de arreglarte? Esta noche se celebrara una pequeña fiesta en tu honor.

- ¿Una fiesta en mi honor?!! - repitió Bella con sorpresa. Edward pensó incluso que se había quedado horrorizada, lo cual no le resultó extraño, ya que él había sentido lo mismo en casi todas las fiestas formales de palacio – Oh Dios! Pero eso no es necesario… en serio! – dijo un poco desesperada.

- Mi madre ha insistido - dijo él. De pronto sentía una ráfaga de compasión hacia aquella mujer.

Ella pareció darse cuenta y asintió con un suspiro resignada. Lo miró a los ojos y, a pesar de las gafas, Edward sintió una inexplicable comprensión entre ambos.

- Si no hay problema, me gustaría tomar un poco de jugo - dijo ella apartando la mirada - Y un baño también me sentaría muy bien. Muchas gracias por su hospitalidad.

- Es un placer - dijo Edward sintiendo una gran curiosidad a pesar de sí mismo.

Presentó a Bella a un ayudante de palacio y vio cómo se alejaba por el vestíbulo. Estaba seguro de no haber visto jamás un vestido más horrible que el suyo, pero el espantoso atuendo no bastaba para ocultarle las bien contorneadas pantorrillas.

Su hermana le dio un apretón en el hombro.

- Esta vez sí que te compadezco. Mi mamá no puede pretender en serio emparentarte con esa mujer.

- No importa si mamá lo pretende o no. Soy yo el que no tiene la menor intención.

- Pero una adicta a Internet... ¿Cómo podrías entretenerla?

Edward amaba a su hermana, pero sabía que Rosalie tendía a sacar conclusiones precipitadas.

- Algo me dice que esconde mucho más - dijo, y decidió que si tenía que asumir la responsabilidad de entretenerla, aprovecharía para satisfacer su curiosidad por ella.

***

Bella se quitó las gafas en cuanto entró en su suite, un enorme y elegante dormitorio amueblado con antigüedades del siglo XVIII. Se masajeó las sienes y suspiró. No necesitaba gafas y, de hecho, le habían provocado dolor de cabeza. Pero los gruesos cristales habían servido para un importante propósito... y seguirían sirviendo. Su horrible vestuario y su intencional inadaptación social servirían para mantener alejados a los perros que codiciaban la fortuna de su padre.

Todos, incluido ese príncipe Edward, tan solo la deseaban por el beneficio que pudieran obtener. Pero no importaba lo reacia que se mostrara ella. Su padre insistía en que el matrimonio era lo mejor.

Cuando se inclinó para arrojar los zapatos al armario, giró la cabeza a un lado y de repente la habitación pareció dar vueltas. En un intento por guardar el equilibrio, dio con el pie en el borde de la alfombra y cayó hacia delante. Masculló una maldición ahogada al sentir el pánico que le ocasionaba la pérdida de control. Consiguió enderezarse y respiró hondo para tranquilizarse.

Su torpeza había sido su cruz particular. Desde niña sufría una propensión a tropezar con sus propios pies, y, después de un brazo roto y un tobillo fracturado, su padre se había vuelto extremadamente protector. Bella podía comprender que se sintiera incómodo con ese "pequeño problema", como lo llamaba él.

También había aceptado que no podía sentarse tras un volante ni bailar, por temor a herir a alguien. Sí, había aceptado que era más torpe que la mayoría de las personas, pero lo que no aceptaba era que un marido fuese la solución a su "pequeño problema"

Ella deseaba la independencia más que ninguna otra cosa. Y también demostrarle a su padre que no solo era un estorbo ni una decepción para él.

Moviéndose con cuidado, sacó el ordenador portátil de la maleta y lo colocó sobre el escritorio. No pudo resistir el impulso de acariciarlo. Aquella máquina guardaba sus secretos y la promesa de su futuro. No en vano, había conseguido dos licenciaturas gracias a Internet y estaba completando su tesis.

En ese momento recordó la mirada curiosa de Edward Cullen. Aunque era guapo y ella tenía que admitir que envidiaba su título en Medicina, sabía lo que su familia quería de su padre. Por otro lado, su padre estaría encantado con la protección y seguridad que la realeza ofrecía. Sin duda estaba preparado para darle a los Cullen lo que quisieran si ellos le daban a cambio lo que él quería: un marido para su hija.

Bella sintió un amargo sabor en la boca. No quería un marido, ni aunque fuera un principe!. Miró la colección de horrorosos vestidos que habían dispuesto para ella en el armario y luego se volvió a su ordenador. Quería libertad, y sabía cómo conseguirla. Y sobre todo, sabía cómo ser todo lo opuesto a lo atrayente y seductor.

Edward seguramente era más inteligente que la mayoría de los hombres que ella había rechazado, pero seguía siendo un hombre, y ningún hombre en su sano juicio desearía a una mujer con unas gafas enormes, una carencia total de clase y estilo y torpe .

***

Después de una cena de cinco platos y de respuestas a más de una docena de preguntas sobre su padre, Bella deseaba poder irse de allí. Miró a ambos lados de la mesa y decidió que, con la excepción de la sangre real y la posición social, los Cullen eran como casi todas las familias.

A lo largo de la cena sintió fija en ella la mirada curiosa de Edward, pero intentó ignorarlo. Sin embargo, no pudo evitar fijarse en sus manos mientras cortaba la carne y levantaba la copa de vino tinto. Eran unas manos muy fuertes y masculinas, pero algo le dijo a Bella que también eran suaves. Cuando la reina lo alabó, pudo oír cómo soltaba un suspiro ahogado de resignación, y tuvo que esconder una sonrisa tras la copa al darse cuenta de que Edward estaba verdaderamente horrorizado ante la posibilidad de ser emparentado con ella.

También se dio cuenta de que los hijos miraban a su madre con una mezcla de emociones: amor y preocupación mezclados con impaciencia e irritación provocados por los esfuerzos de la reina por controlar sus vidas. Rosalie parecía la más tranquila y sumisa, mientras que Jasper, el heredero, pareció morderse la lengua más de una vez. Su esposa americana, Alice, dividía su atención entre aliviar a Jasper de su enfado, hablar con su hijo Max e intentar que Bella se sintiera cómoda. El amor entre los tres era evidente.

El amor verdadero la desconcertaba. Sus padres no habían estado enamorados, y rara vez había tenido la oportunidad de observar una muestra sincera de cariño. Sintió una punzada de anhelo al observar a aquella familia, pero se negó a examinar detenidamente esa emoción. El matrimonio no era para ella. No quería transferir la dependencia de un hombre a otro.

- Todos estamos muy orgullosos de Edward - le dijo la reina Esme - Fue el primero en su graduación.

- De los primeros - murmuró Edward

- Y es un excelente pianista - continuó la reina - Pero es demasiado modesto para decirte que ha participado y ganado en muchas competencias internacionales. La prensa del corazón lo considera el soltero de oro ¿sabes?

- Mamá! - la interrumpió él - seguro que a la señorita Swan le gustará tomar un poco de aire fresco después de un vuelo tan largo - volvió su mirada a Bella - ¿Puedo enseñarte la terraza?

¡La huida! El corazón de Bella se aceleró ante la idea de escapar de allí.

- Sí, me gustaría mucho, gracias - dijo, y se levantó con tanta rapidez que estuvo a punto de tirar la silla al suelo.

Edward también se puso en pie, le ofreció su brazo y sacó a Bella del comedor.

En cuanto salieron a la terraza, Bella se soltó y sintió una oleada de alivio cuando él también se apartó. No había duda de que no sentía la menor atracción por ella.

Se acercó a la reja y aspiró la dulce fragancia nocturna.

- Tendrás que perdonar a mi mamá. La delicadeza no es su punto fuerte - le confesó Edward con voz profunda.

Bella se volvió y se permitió observarlo un momento. Era alto, de anchos hombros, y un brillo tentador relucía en sus ojos verdes. Sus labios estaban ligeramente curvados en una media sonrisa. Llevaba un traje oscuro con la típica despreocupación masculina, y Bella sospechó que se sentiría más contento con una camiseta arremangada. Edward irradiaba una dureza intelectual combinada con una facilidad social que la atraía. No era agresivo ni insistente, como los demás hombres que su padre le había presentado. En otras circunstancias, incluso lo habría encontrado atractivo.

Nada más pensar eso se puso tensa.

- Es agradable que tu madre se sienta orgullosa de ti, y parece que tus logros lo merecen. Creo que a todo el mundo le gusta cumplir con sus objetivos.

- ¿Ya ti? - le preguntó él con una ceja arqueada.

- Claro que si - respondió ella al instante.

- ¿Cuáles son tus objetivos?

A Bella se le hizo un nudo en la garganta. Nunca le había revelado sus objetivos a nadie. No quería que se burlaran de ella, y aunque Edward parecía un tipo sincero y comprensivo, pensó que le sería más fácil revelar su talla de sujetador que sus sueños personales.

- Mis objetivos están en fase de construcción.

- Los míos también - dijo él asintiendo - pero esa respuesta no me dice nada sobre ti. Mi deber es entretenerte, y no podré hacerlo a menos que sepa lo que es importante para ti. O, al menos, lo que te gusta y lo que no.

- No, no tienes que hacerlo - dijo ella apartando la mirada y aspirando la esencia de vainilla que flotaba en el aire. Sintió que él se acercaba y se estremeció de arriba abajo.

- ¿No tengo que hacer qué?

- No tienes que entretenerme - se obligó a sí misma a mirarlo a los ojos - Puedo entretenerme yo sola.

El parpadeó con asombro y ladeó la cabeza.

- ¿Y si… yo quiero entretenerte?

- ¿Por qué ibas a querer hacerlo? No tenemos nada en común.

- Eso no lo sabremos hasta que no nos conozcamos.

Cierto, pero ella ya sabía todo lo que necesitaba saber. Su padre quería que se casara con ese hombre, y ella no quería casarse con nadie. Tuvo que reprimir el impulso de abandonar los buenos modales y la hipocresía y expresarlo abiertamente.

- Aprecio tu hospitalidad, pero soy una persona bastante introvertida, de modo que estaré perfectamente sola en mi habitación o explorando por mi cuenta el palacio y los jardines. Por favor, no te sientas obligado a modificar tu agenda por mí.

Tic tac, tic tac... Su tesis la estaba esperando, y antes necesitaba descansar del largo vuelo. Se preguntó cómo iba a mantener en Londres su ritmo de trabajo sin ser una presa en el palacio.

- Tiene que haber algo que podamos ofrecerte - insistió Edward - ¿Te gusta montar a caballo?

¿Con su torpeza y falta de coordinación? pensó ella con ironía.

- No, lo siento.

- ¿Y en lancha?

Bella negó con la cabeza.

- ¿Montar en bicicleta?

- No, gracias. ¿Qué puedo decir? Mi vida es muy tranquila y aburrida – "y te prometo que te aburriré como nadie", quiso añadir - Y hablando de tranquilidad, creo que sigo bajo los efectos del viaje. No te importa si me retiro a descansar, ¿verdad?

Él frunció el ceño, pero negó con la cabeza.

- No, claro que no. Te acompañaré a tu habitación.

Bella quiso decirle que no era necesario, pero se calló. No tenía que ser una maleducada, solo debía mantenerse firme.

- Gracias - le respondió, y permitió que la escoltara por tres largos vestíbulos. Aunque no hablaron, era extremadamente sensible a su presencia, y no fue hasta que vio la puerta de su habitación cuando sintió una oleada de alivio.

- Gracias de nuevo… por todo - le dijo mientras agarraba el pomo como si fuera una cuerda de salvamento. Si se daba prisa no tendría que volver a mirarlo a los ojos.

El la detuvo agarrándola por el hombro. Le tomó una mano, haciendo que casi se le parara el corazón, y se la llevó a los labios para besarla ligeramente.

- Bienvenida a Londres, Bella - le dijo - Si necesitas cualquier cosa, llámame.

A Bella la asaltó un repentino pensamiento sensual. Edward le daba la impresión de que podría satisfacer todas las necesidades de una mujer... Necesidades que ella había decidido ignorar al menos durante los próximos diez años, se recordó a sí misma.

- No se me ocurre nada - respondió tragando saliva - Pero gracias - consiguió añadir, y retiró la mano de la suya - Buenas noches.

- Buenas noches

Bella se mordió el labio y se apresuró a entrar en la habitación y cerrar la puerta. Si no tenía cuidado, Edward Cullen podría llegar a gustarle, y eso no era precisamente una buena idea.

***

Edward miró el reloj de su mesita de noche y soltó una maldición. Las tres de la mañana. Apartó las sábanas y se dirigió hacia la pequeña nevera que había en el salón de su suite. Por lo general dormía como un tronco.

Echó un vistazo al contenido de la nevera. Había cerveza, pero no agua. Frunció el ceño y decidió bajar a la cocina por una botella. Se puso unos shorts y salió de la suite.

Una preocupación que le rondaba la cabeza era su intención de ayudar a los ciudadanos con sus conocimientos médicos. Jasper, al ser heredero al trono, no ocultaba sus deseos de que Edward fuera el médico oficial en el consulado, pero él quería un papel más activo y cercano a la práctica.

Y luego estaba Bella Swan, pensó mientras miraba el pasillo que conducía a su habitación. La mujer era todo lo opuesto a lo que él había esperado, y además parecía hacer todo lo posible para mantenerse apartada. Edward pensó que tendría que estar contento de que fuera así, pero la verdad era que lo intrigaba.

Saludó a un guardia de camino y llegó a la cocina, donde agarró un par de botellas de agua. De vuelta se detuvo en el pasillo y, siguiendo un extraño impulso, se acercó a la habitación de Bella. Vio que salía luz por debajo de la puerta.

Alzó las cejas sorprendido. ¿Por qué estaría despierta la señorita Swan a las tres de la mañana? Se acercó más a la puerta y oyó su voz, seguida de un pitido electrónico y de una palabrota.

Incapaz de reprimir la curiosidad, llamó a la puerta con los nudillos.

- ¿Señorita Swan?

Oyó unas pisadas, un golpe sordo y otra palabrota.

Puso una mueca de dolor. Aquello había sonado como un golpe en el pie.

La puerta se abrió un poco y un ojo de chocolate lo observó por la rendija.

- ¿Qué quieres?

- He bajado a la cocina a buscar agua, he visto que salía luz de tu habitación y pensé que quizás necesitabas ayuda.

- Estoy bien - dijo ella sin moverse.

- ¿Te sangra el dedo del pie?

- Un poco - reconoció ella.

- Déjame ver.

- No es necesario - dijo, con un toque de pánico en su voz.

- Eso lo tengo que decir yo. Soy médico, ¿recuerdas?

- Pero...

Sin darle tiempo a decir nada más, Edward empujó la puerta, con suavidad pero con firmeza.

Bella ahogó un chillido de protesta y se apartó. El se apresuró a arrodillarse y le agarró el tobillo, haciendo que ella casi perdiera el equilibrio y que tuviera que agarrarse a la cómoda.

- No parece que necesite puntos - dijo observando el dedo sangrante - Aunque parece una herida muy dolorosa.

Sin soltarle el tobillo, le recorrió con la mirada las piernas, desnudas y bien contorneadas, hasta el tentador atisbo de sus muslos, expuestos por la corta camisa de dormir. Una camisa de dormir que escondía la curva de las caderas y la marca de los pezones contra la tela rosada.

Al levantarse, notó cómo ella tragaba saliva con nerviosismo. Sus labios parecían una combinación de inocencia y sensualidad, y el pelo le caía sobre los hombros como una cascada.

La miró fijamente a los ojos, y entonces se fijó en el ordenador portátil que había sobre el escritorio. Estaba encendido, con el cursor parpadeando... y no había gafas al lado. Ni por ninguna parte.

Tal y como él había sospechado, Bella Swan no era exactamente lo que aparentaba.

Bella se mordió el labio y se señaló el dedo del pie.

- ¿Lo ves? No es gran cosa. Tengo vendas en el botiquín. ¿Satisfecho?

De momento no, pensó Edward. Pero lo estaría.


Hooooola!!

Nuevo Fic! Nuevo Fic jajajaja Aqui nuestro Edward es un principeeee :D Este es el primer capitulo y espero de todo corazon que les guste y la sigan! porque los proximos capitulos serán muy interesantes :D

Estoy muy interesada en saber sus reacciones asi que NO OLVIDEN DEJAR SUS REVIEWS!

Un abrazo de Oso

PollyCox99