DISCLAIMER: TODOS LOS PERSONAJES PERTENECEN A JK ROWLING, A EXCEPCION DE LOS QUE OBVIAMENTE NO...

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OTRO CUENTO DE NAVIDAD BAJO EL MUÉRDAGO

CAPITULO 1: El comienzo de un viaje

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En momentos así, sólo había una cosa que podía hacer: correr.

Huir del destino, alejarse de las decisiones, dejar de pensar en las posibilidades y refugiarse en la cálida y confortable quietud de la incertidumbre…

Y él corría; alejándose de todo, de todos… de ella.

De ella y de su encuentro, bajo aquel ramillete endemoniado que se empeñaba en trazarle un destino.

Tal vez si no supiera…

Pero era tarde, ya lo sabía. Demonios, sabía demasiado. Más de lo que cualquier mortal desearía saber a decir verdad. Porque una cosa era conocer el futuro y otra muy distinta saber tres posibles alternativas de futuro y no saber por cuál decidirse.

Draco Malfoy temblaba mientras se alejaba de aquel pasillo, con las manos sudorosas y el corazón latiendo en su garganta. Porque si su futuro comenzaba hoy, justo ahí, exactamente ahora, no quería imaginar lo que un error en su decisión podía acarrearle. Toda una vida con el "Si hubiera" a cuestas, toda una vida conociendo lo que pudo haber sido y no eligió para ser… Mejor correr. Mejor huir.

¿Qué pasaría ahora? ¿Si huía? ¿Si aquel encuentro no llegaba? Eso sí que no lo sabía. ¡No tenía idea!

Y le encantaba no saber…

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Navidad.

Todo el castillo estaba cubierto a rebosar de espíritu navideño. Los jardines brillaban con la luz nacarada que suavemente incidía sobre la mullida capa de blanca nieve. El lago estaba congelado, los árboles cubiertos de escarcha, y el cielo colmado por las nubes propias del invierno, ligeras e insinuadas tras la claridad del azul índigo de la noche. Las estrellas se divisaban a través de esa etérea capa de nubosidad, refulgiendo alegremente como si supieran que las fechas lo ameritaban.

Dentro del castillo podían encontrarse infinidad de ornamentos festivos, estratégicamente colocados para el disfrute de los pocos estudiantes que aún se encontraban en el lugar. Pinos rebosantes de luz y esferas plateadas, velas con adornos en oro y plata volando a un par de pies de la altura de la gente, guirnaldas y muérdagos en cada rincón. Todo un espectáculo.

Hasta Peeves cantaba villancicos ofensivos a los pocos e infortunados alumnos que se lo topaban en algún corredor.

Sus padres habían decidido salir del país a pasar las fiestas, y lo habían invitado, sí. Pero la idea de acompañarlos a una de aquellas aburridísimas cenas diplomáticas no era precisamente algo que lo entusiasmara.

Así que decidió quedarse. El único maldito Slytherin en todo el castillo. Perfecto.

Y para colmo de males, tenía un insomnio de los mil demonios.

Se encontraba sentado frente a la chimenea de su sala común, con una taza humeante de chocolate caliente, cortesía de los elfos domésticos de las cocinas. Al menos podía disfrutar de algo, ya que no de compañía.

De pronto escuchó un ruido agudo, un leve tañer de algo similar a campanas. Un sonido casi imperceptible que lo sacó por completo de sus cavilaciones y lo obligó a voltear de un lado a otro.

Tal vez comenzaba a alucinar.

Con un encogimiento de hombros se reacomodó en la butaca y cruzó sus piernas con elegancia y soltura.

Draco Malfoy…

Se detuvo a medio trago de su bebida, a punto de escupirla por la impresión recibida. Tragó el chocolate caliente de golpe, lacerando su garganta, y se levantó sin preámbulos, ésta vez seguro de que eso que había escuchado no era producto de su imaginación.

Draco, Draco Malfoy…

—¿Quién está ahí? —Preguntó temblorosamente, intentando sin mucho éxito sonar seguro y firme.

Entonces un destello de luz apareció frente a él, haciendo que instintivamente se cubriera el rostro con ambas manos.

—Draco Malfoy, ¿cierto?

Tras un par de parpadeos, el rubio pudo enfocar la figura que apareció frente a él. Era una silueta alta y estilizada, de una piel blanca tan brillante que parecía poseer luz propia. Su atuendo era totalmente negro, una larga y vaporosa túnica atada en la cintura por un lazo dorado cubría el indefinible cuerpo de la criatura, que además iba descalza. Sus facciones anodinas, eran hermosas y pacíficas: ojos negros y almendrados bordeados de pestañas tupidas, nariz recta, pómulos prominentes y ligeramente sonrosados, labios delgados amagando una sonrisa suave, y cabello ondulado y abundante que caía con gracia hasta la altura de sus hombros.

Miró al ser un par de segundos intentando definir si se trataba de un hombre o una mujer, pero se dio por vencido al no encontrar ningún rasgo prominente que denotara su género, así que alegó simplemente —¿Quién eres y qué haces aquí?

—Paz Draco. No vengo a herir, vengo a enseñar. Puedes llamarme Maethiel, y soy un Serafín.

—Maethiel, ¿Un Serafín? ¿Algo así como un… ángel?

—Algo así —asintió Maethiel con una sonrisa dulce.

—¿Y se puede saber a qué has venido?

—A enseñar Draco, a enseñarte. Mañana se definirá tu destino, mi querido amigo, y he venido hoy a mostrarte tus alternativas.

—No lo entiendo, ¿para qué querría un ángel mostrarme las alternativas de mi futuro? Suena a cuento barato de nochebuena…

—Querido Draco, pocas veces ocurre esto, y podrías intentar dejar tu ironía a un lado, pues conmigo no funciona. Muy pocos han podido acceder a su futuro para tomar una decisión en base a sus alternativas Draco Malfoy. Tú has sido elegido para vivirlo ésta noche debido a las decisiones y errores de tu pasado. Hoy tienes una oportunidad, una vía de escape a tu condena personal mi incrédulo amigo.

—¿Yo? Condena personal… ¿Quién te envía? —Le preguntó el rubio cruzando sus brazos sobre el pecho, con una clara expresión de que no confiaba en lo absoluto en lo que sus ojos le hacían ver.

—Creo que eso es irrelevante. Lo que realmente debe importarte es tu viaje. Travesía que inicia justo ahora…

Maethiel juntó sus manos y murmuró un par de palabras en algún idioma que Draco no supo identificar. Al momento siguiente todo comenzó a iluminarse; como si cada mueble, pared u objeto en la habitación se hubiera vuelto luz, y comenzó a hundirse poco a poco en la blancura que lo rodeaba.

—Tu primera alternativa mi querido Draco. Elige sabiamente…

Y acto seguido, Maethiel desapareció, dejando a Draco parado en medio de un corredor desierto.

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