Los personajes no son míos, sol la historia lo es... ¡Te odio Meyer! ¡Por qué has creado Hombres/Lobos/Vampiros tan irresistibles! ¡YO tambien quiero uno!
Bella Pov
Estábamos destinados a estar juntos – había dicho en una tarde soleada, lamentándose por la pérdida del amor de su vida. Y tal vez en ese momento le hubiera prestado atención, si no se tratara de Renee, y su cuarto novio en lo que iba del año. No es que dudara de su corazón roto luego de haber sido abandonada por el idiota de su novio en plena víspera de San Valentín; simplemente adjudicaba sus frases fatalistas al marcado melodramatismo que mi madre aplicaba en su vida cotidiana. – A veces… - continuó – Amar demasiado a alguien duele. No te enamores jamás, cariño. – asentí casi con aburrimiento ante su consejo, reconfortándola con un fuerte abrazo. No es que me preocupara enamorarme. A mis dieciséis años había tenido suficiente del amor siento un testigo presencial de cómo Renee era utilizada y desechada por hombres que proclamaban amarla a los cuatros vientos. Yo, Isabella Marie Swan, jamás me enamoraría.
Bufe. Ingenuo de mi parte pensar que podrías escaparme del amor. Y ahora podía entender con exactitud el sentir de Renee, lo entendía de manera tardía, pero lo entendía, de verdad.
Si, había tenido relaciones, tontas e infantiles. Me había desvelado hasta el amanecer mientras pensaba en uno que otro muchacho que rondaba por mi mente, pero jamás había estado enamorada de ninguno… Hasta que apareció Edward. Ese imbécil, traidor y retrograda estúpido había logrado hacer lo que ningún otro había podido: Enamorarme… Y desde luego, quitarme mi virginidad…
Bien, tal vez sonaba demasiado agresivo decir que él me había quitado mi virginidad, cuando la estúpida verdad es que yo se la había dado con una disposición casi estoica.
Gruñí con rabia. Ahora entendía por qué el noventa y nueve por ciento de las mujeres se arrepentían el haberle entregado su virginidad a cierta persona en particular, ¡Cómo no hacerlo, si el noventa y nueve por ciento de los hombres son unos asquerosos sucios traidores!
Me golpee mentalmente. Soy una estúpida crédula, pero de verdad, jamás me imagine que él me engañara con la tierna y vil arpía que decía amar como a una hermana menor. No me cansaría de decirlo, ¡Maldito bastardo mentiroso!
— Creo que… deberías alejarte de la cocina – masculló Jacob, arrebatándome la cuchilla que tenía en mis manos, con la cual, minutos antes, me encontraba rebanando verduras, imaginándome que se trataba de algún miembro de Edward.
Luego de mi extensa y reveladora platica con Esme, nos dirigimos hacia el único lugar, en el nublado y lluvioso Forks, en donde me sentía protegida: Con Jacob. Me encontraba demasiado lejos de mi hogar, de mis padres… De Renee. En estos momentos solo tenía a Jacob, su tosco humor, y cálidas sonrisas.
— ¡Dámelo! – chille enojada con él, al verlo arrebatarme la única satisfacción que tenía en ese momento. Rebanar imaginariamente a Edward Cullen.
— Esto no me parece bueno para ti – aseguro alejando de mi alcance la cuchilla. Mordí mi labio inferior, sintiendo unas irrefrenables ganas de llorar. Poco paso para que las lágrimas cayeran libremente por mi rostro – Oh, Bells, cariño. – gimoteé al igual que una niña regañada, sintiendo los fuertes y cálidos brazos de Jacob alrededor de mi cuerpo. Si. Realmente necesitaba sus reconfortantes abrazos de hermano mayor, susurrando falsamente que todo iría bien, cuando ambos sabíamos que no era así, tal y como hacía en esos momentos.
— Lo siento – mascullé avergonzada, escondiendo mi rostro en su hombro izquierdo. Relajando mi cuerpo ante sus toscas caricias en mi espalda, en un intento de reconfortarme. Me apenaba saber que mis radicales cambios de humor, que pasaban desde el más puro de los enojos hasta el más triste llanto, debía de ser soportado por Jacob, y en ocasiones Billy. Sinceramente, parecía una jodida bipolar. Cosas de un corazón roto… -, había dicho Billy una de las pocas veces en las que se encontró conmigo comportándome como una jodida desquiciada con mi grandote amigo. Jacob, mi pobre chivo expiatorio. Realmente me apenaba mi comportamiento para con él, porque desde luego, él siquiera tenía la culpa de lo que me había ocurrido. – Tal vez debería irme…
— Espera… ¿Me abandonas? – preguntó con indignación, obligándome a mirarlo al rostro, claramente bromeando - ¿Y todo por un poco de verduras rebanadas? ¡Auch! Me encantaría decir que no me siento herido, pero…
— No seas tonto. – lo golpee suavemente en el hombro, riendo ante su mal chiste. Él sonrió dejando ver sus blancos dientes – Eres el mejor, cómo podría abandonarte por verduras… Tal vez por dinero… y un auto nuevo, ¿Pero verduras? ¡Nha!
— Oh… pequeña… - balbuceo con sus ojos entrecerrados, frotando su gran puño en mi cabello. Me queje por lo alto, no sin antes ser obligada por él, a decir cuan perfecto, guapo, inteligente y buen amigo era. – Bien. Déjame terminar de cocinar; tú ve a leer algún libro o algo… - él movió sus manos como si estuviera espantando moscas, ganándose una mueca de mi parte. Negué, renuente a dejar el lugar. - ¿Qué? ¿Por qué? - Jacob me observo inquisitivo
— Eres un asco cocinando.
Un pequeño y fingido gritillo ahogado escapo de sus labios.
— ¡Cómo te atreves! – me encogí de hombros – Bien, lo admito, pero… En algún momento debo de aprender a cocinar, ¿no?
— ¿Conmigo como conejillo de indias?
— Billy se ha ido de fiesta con su nueva novia, no me queda de otra que utilizarte a ti – se excuso con diversión. Entrecerré los ojos, fulminándolo con la mirada. Lo escuche suspirar, casi derrotado – Bien, yo cocino… tú supervisas. – concordó.
— No. Suena aburrido. Mejor tú cocina, confió en ti y tu capacidad para distinguir el aceite del blanqueador. – le sonreí con inocencia, pasando por su lado para dirigirme a la sala. – Leeré algo un rato. ¡Cocina para mí, sirviente! – bromeé lo suficientemente lejos como para que Jacob no tomara represarías; aún así puede escuchar casi a la perfección sus exclamaciones, maldiciendo mi agrio humor.
Suspire. Tomando el primer libro que vi en el pequeño librero de roble, que Jacob había comentado, había sido fabricado por su abuelo cuando su padre era apenas un niño. Algo realmente grandioso y sorprendente para mí, que lo más cercano a una reliquia familiar, tal vez, podría ser el vestido que Renee decidió no tirar hacia tres años, o incluso la pistola que le habían regalado a Charlie, al cumplir un año dentro de las fuerzas policiaca hacia ya más de veinte años. Sí, eso realmente decía mucho de cada uno de mis padres.
Sonreí casi con anhelo, de verdad que extrañaba sus locuras. Suspire, centrando mi atención en la trama del libro…
.
Me mantuve en silencio, fingiendo prestarle atención a un libro que no me interesaba, intentando mantener mi expresión pasiva e indiferente. Era difícil, debía admitirlo, pero aun sí lo hacía. No volvería a llorar por él, no derramaría ni una sola lagrima más.
No sabía cuánto tiempo había pasado desde que mi no-atención se dirigía a este libro. Sólo podía oler el suave y delicioso aroma de la salsa provenir desde la cocina.
Desperece mi cuerpo con lentitud, volviendo a acomodar el libro la biblioteca, para luego trotar con fingida alegría hacia la cocina.
— Huele bien – aprecie husmeando una de las ollas, intentando buscar un pequeña cucharilla para probar el contenido, recibiendo una mirada fulminante de parte de mi moreno amigo, al notar mis intenciones. Le sonreí con inocencia, abandonando mis planes iniciales.
Frustrada, y tal vez un poco hambrienta, me senté sobre la encimera de la cocina, al igual que una niña, a sabiendas que Jacob no podría regañarme, pues la costumbre la había tomado de él.
Observe a mi mejor amigo, revolver el contenido de una de las ollas, para luego probarlo; y tras una lucha de miradas, dejarme probar un poco de la salsa a mí. Sonreí.
— ¡Delicioso!
— Si, el blanqueador le da ese toque de Podría comerlo hasta morir - contesto con ironía. Le di un fuerte manotazo en el mismo hombro en el que con anterioridad lo había golpeado. Él solo gruño con fastidio, abrazándome fuertemente en un intento por asfixiarme. Ante varias quejas y amenazas de mi parte, fue cuando decidió soltarme. Y si que se lo agradecí.
— ¿Estás mejor? – pregunto finalmente una vez que ambos nos encontrábamos en la mesa, con nuestros platos rebosantes de pasta. Me encogí de hombros, mientras terminaba de zamparme un gran bocado.
— Recuerdas cuando a nuestros diecisiete años, Leah te rompió el corazón, y luego tú me dijiste que sentías que morías, y tu pecho dolía… - lo vi asentir – Bueno, creo que ahora entiendo a que te referías.
— Si, recuerdo que te reíste pensando que bromeaba, hasta que me viste llorar – aseguró – Fue unos de los momentos menos masculinos de mi vida.
No puede evitar reír al escucharlo lamentarse. Jacob me acompaño en mi descontrolada risa, y por un momento se lo agradecí, le agradecí a él y su nada sutil forma de querer escaparse se los momentos sentimentalmente incómodos con chistes inapropiados y anécdotas divertidas...Agradecí su incondicional amistad…
Suspire.
— Sí, bueno, realmente lo siento por eso. No debí reírme, pero realmente no creí que estuvieras enamorado de Jane, ella era dos años mayor, y te trataba como la mierda. Discúlpame por no caer en cuenta que su animadversión por ella se debía a que la amabas – comenté con ironía, viendo perfectamente como casi con indignación él, lanzaba juguetonamente una servilleta a mi rostro.
Reí al recordar aquellos días. Leah Clearwater, era la mejor amiga de Rachel, una de las hermanas mayores de Jacob, y desde luego, ella fue la que se llevó la virginidad de mi moreno amigo. Ella ea una atractiva y seductora morena de oscuros ojos negros y mirada desafiante. Y por sobre todas las cosas, le encantaba destrozar verbalmente a Jake. Ambos parecían odiarse para mía, así que jamás logre entender con precisión cómo comenzó su pequeña aventura.
— Bueno, siempre me han gustado las chicas rudas, y desde luego que no dejaría que la arpía de Leah supiera de mis sentimientos hacia ella. Me hubiera destrozado vivo.
— Creo que se entero de tus sentimientos en el momento exacto en el que casi te largas a llorar cuando le presento su novio a Rachel. – volví a reír, esta vez viendo como él lanzaba mi servilleta hacia mi rostro.
— Sabes demasiado para mi propio bien…
— Tu también de mí – me encogía de hombros, acercándome a él, para rodear una de mis manos por sus anchos hombros. Él asintió concordando – Sabes… El amor apesta – farfullé – Dime, Jake, acaso el dolor se disminuye cuando te vuelven a hacer trizas el corazón
— En absoluto. Aunque claro, nada duele más que el desengaño amoroso de tu primer amor, supongo que se debe a que inocentemente crees que tu primer amor será eterno y nada los podrá separar. Créemelo, yo y mi experiencia con Leah, podemos asegurarlo - reconoció apenado. Le sonreí con tristeza. Edward era mi primer amor… jodido desgraciado, quién diablos se creía para ser mi primer amor y romperme el corazón, ¡Para engañarme! ¡Ugh!
— Sabes… - le dije, luego de un prolongado silencio en el que cada uno analizaba sus amores fracasados, bueno, al menos en mi caso solo se trataba de uno… Y el último si tenía suerte y me alejaba de todos los hombres como Edward… - Me tendría que haber enamorado de ti. Piénsalo, nos conocemos desde que tenemos memoria, sabemos todo el uno del otro, y jamás nos haríamos sufrir…
— Si, lo sé, soy perfecto. Deberías haberlo hecho. – asintió de acuerdo. No pude evitar reír al igual que él. Una vez que ambos nos pudimos calmar, Jake volvió a hablar - Creo que jamás podremos pensar en nosotros de esa manera. Sé que me amas como a un hermano, y créeme que para mí siempre fuiste y serás como mi pequeña hermana menor. Siempre habrá algo especial entre nosotros, ¿Recuerdas? Mejores amigos por siempre. – sonreí al verlo al rostro y poder vislumbrar a la perfección a un pequeño Jake de doce años, repitiendo las mismas palabras, mientras sellábamos el pacto con una promesa del dedo meñique, al igual que lo estábamos haciendo ahora. Lo abrace sin más. – Además… - escuche que decía, mientras depositaba un rápido beso en mi hombro – Tu mataste cualquier posibilidad de noviazgo el día en el que me contaste de tu primer periodo, ¡Ningún chico quiere saber tanto de una chica! – gruñí, empujándolo lejos de mí. Él solo reír.
— Oh, madura, Jacob Black, las mujeres menstrúan, ¡Supéralo! – replique sacándole la lengua, escuchando sus estruendosas carcajadas romper con el suave barbullo que la radio hacia de fondo – Además, tú jamás debiste escuchar esa conversación que mantenía con Rachel. Metiche. Y fuera de ello, tú me has contado cosas peores.
— ¡Mentirosa!
Entrecerré los ojos.
— Tu primera vez con Leah, tu primer trío, tu primer beso, la primera vez que tú y…
— ¡Bien, bien, creo que ya entendí! – me interrumpió casi alarmado. Apostaría mi alma al diablo, que intentaba no recordar todas las cosas que me había contado. Sonreí casi victoriosa. – Por todos los santos, mujer, realmente no deberías de saber tanto de mi. Eres peligrosa.
— ¿No me matarás, verdad?
— Lo pensaré mientras tú lavarás los trastos. – puse los ojos en blanco, comenzando a levantar los trastos de la mesa. – Eres realmente obediente, esclava.
— ¡Oye, no puede utilizar mi broma!
— Por supuesto que sí, solo que la llevo a un mejor nivel – negué divertida ante su respuesta apresurada y defensiva, reanudando mi camino hacia la cocina. Si, Jacob podía haber mejorado a la hora de cocinar, pero él realmente no sabía cómo no hacer desastres en la cocina, ¡Jesús! Parecía que habían intentado matar a alguien allí. Cómo es que alguien puede manchar el techo con salsa de tomate. Reí internamente de manera maliciosa, oh, jamás dejaría pasar esta oportunidad para molestar a Jacob.
— Oye, Jake, cómo es que tú… - allí en mitad de la sala, detuve mi oración, sintiendo como todo el aire escapaba de mis pulmones al divisar el rostro de él, por sobre encima del hombro de Jake. Sus ojos verdes me observaron con intensidad, haciéndome sentir que analizaba y vigilaba cada uno de mis movimientos mientras mantenía una pequeña discusión con Jacob por lo bajo. En ese momento, mi grandulón amigo, apoyado en el marco de la puerta principal, era lo único que nos separaba a Edward y a mí; y realmente le agradecía por ello.
Apreté mis ojos con fuerza, negándome a soltar aquellas traicioneras lágrimas que querían escapar. No había una razón, en específica, o bien, tal vez el motivo por los que mis ojos se humedecían al verlo si tenía una razón, y aquello era lo que me dolía. Diablos, por supuesto que dolía recordar aquel labial sobre el cuerpo de Edward, comprender al fin y al cabo el por qué de los comportamientos austeros y ermitaños que él mantenía en los últimos días, entender que aquello se debía a su pequeña aventura con Tanya, pensar que mientras me prometía una futura proposición de matrimonio, podría haberse estado besando minutos antes con aquella mujer, o incluso algo más que besos.
No supe cómo o cuándo, Jacob forzó a Edward a alejarse de la puerta, para poder cerrarla tras de sí, siendo consciente solo de esto cuando el fuerte sonido de la puerta siendo cerrada me saco de mis dolorosos pensamientos, sintiendo las gruesas lagrimas saladas rodar por mi rostro, seguramente dándome una imagen completamente patética frente a ambos hombres.
Corrí rápidamente hacia la salida, no queriendo imaginarme el por qué Jacob habría sacado tan bruscamente hacia el patio principal. Lo mataría, estaba segura, o al menos eso era lo que tenía planeado, y aunque yo misma fuera testigo de los fuertes y en ocasiones brutales golpes que podía propiciar mi amigo, también conocía las habilidades de Edward, un poco más profesionales, en artes marciales y boxeo.
Oh, por todos los demonios, desde luego que no dejaría que ambos se liaran a golpes. Si, bien, debía admitir que desde el día anterior había soñado, deseado e incluso imaginado moler a golpes a Edward, pero de imaginarlo a permitir que mi mejor y gran amigo, no solo tuviera la posibilidad de golpearlo, sino que también existiera una gran y factible posibilidad de que fuera golpeado, me aterrorizaba.
— No voy a permitir que le hagas más daño, no mientras yo me encuentre aquí– gruñía Jake, quien sostenía a Edward por el cuello de su abrigo, al igual que Edward hacia con él. Los observe, corriendo rápidamente hacia ellos, casi cayéndome debido a lo resbaloso del pavimento de la entrada. Jodida nieve. – ¡Que te largues de mi propiedad Cullen, joder! ¡Ella no quiere verte!
— Entonces deja que ella sea la que me lo diga, Jacob. – Mi ruidosa entrada a escena logro que ambos dirigieran sus miradas hacia en donde me encontraba. Ahogue un gritillo al ver cómo, al Edward intentar avanzar hacia en donde me encontraba, recibió un rápido y calculado puñetazo de Jacob.
— Mierda que deberás pasar sobre mi cadáver para acercarte a Bells – gruño mi amigo, completamente fuera de sí. Antes de lanzarme hacia en donde Jacob se encontraba, ya a pocos centímetros de distancia, pude observar a la perfección la mirada desafiante de Edward, y eso solo sugería una cosa, había tomado las palabras de Jacob como un reto, y estaba dispuesto a aceptarlo. En cuestión de segundo, él ya se encontraba de pie, dispuesto a atacar en cuanto Jacob volviera a lanzarle un golpe. ¡Oh, jodido sea el mundo, por supuesto que no lo haría!
— Esperen… Ambos…¡Deténganse! – gruñí por lo alto, lanzándome en brazos de Jake, quien rápidamente se puso en guardia, preparado para volver a atacar. — ¡Jake, no, no…! – exclame alarmada, sintiendo sus brazos intentando alejarme de allí en medio. Me forcé a mi misma a mantener mis pies pegados al suelo, sin embargo, la significativa fuerza de al que consideraba como un hermano mayor, logro arrastrarme lejos de ambos. Volví a colocarme en medio de ambos, esta vez observándolos a los dos, no solo a Jake — No estoy bromeando… ¡Deténganse de una jodida vez! – gruñí. Aunque fuera un poco tarde para Edward, no permitiría que ningún de los dos se volviera a lanzar algún golpe. – Por favor – mascullé al notar la clara renuencia de Jacob a ceder. Apenas y le sonreí a modo de agradecimiento. – Edward, vete de aquí.
— No.
— ¡Que te vayas!
— Sabes que no lo haré hasta que hablemos, Bella – respondió calmadamente, me obligué a mirarlo directo a los ojos, esta vez sin lagrimas que cayeran de los míos; y como era de esperarse sus hipnóticos ojos verdes me recibieron con una envidiable seguridad plasmados en ellos. Mordía mi labio inferior con indecisión, volviendo a chocar de frente con su mierda determinada. Diablos, lo conocía lo suficientemente bien como para saber que él no pararía hasta obtener lo que quería. Y si aquello significara recibir mil puñetazos de Jacob, lo haría en pos de conseguir su meta.
— Bien. Hablaremos. – sentencié.
— ¡Debes estar bromeando, Bells! – maldijo Jacob, volviendo a intentarme alejar de allí. Lo detuve, al igual que Edward, quien lo sostuvo fuertemente del brazo. Esta vez, intentando evitar que Jake respondiera ante tal acto, aleje el agarré de Edward de mi amigo. – No me tientes, Cullen.
— ¡Jake! – llamé su atención, que desde luego, estaba solo dirigida a Edward — Necesito hacer esto. — indique con mi cabeza en donde se encontraba el hombre de cabellos rebeldes. — Solo entra, prometo que no tardaré mucho
— Bells…
— Necesito hacerlo… Por favor…
— Bien. – acepto a regañadientes – Te esperó dentro. No te tardes, pequeña – me sonrió, aun cabreado por la presencia de Edward, pero por sobre todo intentaba ofrecerme tranquilidad, la tranquilidad que en ese momento, con mi amigo alejándose para darme espacio, y Edward detrás de mí, a la espera de una plática que no tenía idea en que repararía, no tenía.
Escuche a Edward gruñir, celoso por la ultima caricia en mi cabello que había dedicado Jacob antes de marcharse. Bufe, casi con burla, ante la hipocresía del asunto, él era el celoso, de mi mejor amigo, un hombre con el que jamás podría tener nada más allá que un inmenso cariño, cuando yo fui la engañada de la relación.
— Supongo que Esme te dijo dónde me encontraba
— No fue fácil, pero logre convencerla – admitió. Volteé, enfrentándome a su mirada, y, al igual que la peor de las cobardes, no puede hacerle frente, por lo que rápidamente baje, furiosa, mi mirada, evitando todo tipo de contacto visual con él. – Bella no es… no es…
— ¿Qué cosa?
— Lo que sucedió con Tanya, realmente no es lo que parece…
— ¿No? – reí de manera dolorosa, observando cómo mis botas había dejado su marca en la nieve – Sabes, Edward, cuando alguien dice "no es lo que parece" la gran mayoría de las veces, si es lo que parece. Los hombres deberían dejar de utilizar esa frase para intentar explicar algo que no es lo que parece pero sí lo es.
— Te juro que no es…
— ¡Entonces qué, Edward! – exclamé furiosa por su intento de tomarme como una estúpida. Observando sus ojos por primera vez, con odio. – Acaso imagine ver el labial de Tanya sobre ti, imagine también tu mirada de culpabilidad al descubrirte tras compartir unos besos con ella… O incluso tal vez más…
— ¡Jamás tuve sexo con ella!
— Oh, lo siento, es que acaso irrumpí en la habitación antes que lo lograrás. ¡Que desconsideración la mía!
— Podrías dejar de ser sarcástica. Por favor – rogó con voz lastimera. Decir que aquello me conmovió sería una cruel mentira. Si, minutos antes lo había defendido de los puños de Jacob, ahora sin embargo, sentía una inmensa satisfacción al verlo sufrir por mis palabras. Realmente quería ver en él al menos un cuarto de dolor de lo que yo sentía. – Bells, cariño – sentí una de sus manos acaricia mi mejilla derecha, antes de ser realmente consciente del cómo, yo ya me encontraba lo suficientemente cerca de él como para que una de sus manos se encontrara rodeando mi cintura, mientras la otra acariciaba mi mejilla – Déjame explicarte, déjame solucionarlo, sé que puedo…
— No te equivoques, Edward. No mantengo esta conversación contigo para solucionar las cosas, lo hago para finalmente terminarlo. Definitivamente.
— ¿Qué?
— Lo que has escuchado. No puedo, ni tampoco quiero continuar con esto. – asegure – No – lo interrumpí en su intento de replicar a mi afirmación - ¿Sabes? Estoy casi segura que solo fueron besos los que compartiste con Tanya, o al menos eso es de lo que quiero convencerme, para verme menos patética de lo que ya me siento…
— Solo fueron besos lo juro, cariño – me observó con desesperación, obligándolo a verlo fijamente a los ojos, y la sinceridad en ellos. Y realmente así fue, ahora podría asegurar con una poco más de seguridad que ellos dos solo compartieron besos, inocentes o apasionados, solo besos… - Perdóname. Realmente lo siento, soy un estúpido
— ¿No lo entiendes, verdad? No solo se trata de los besos o qué demonios hayas compartido con Tanya, sino también de lo que significo para ti…
— No significo nada – me interrumpió al igual que veces anteriores. Lo fulmine con la mirada
— ¿Estás seguro?
— SI.
— Entonces, por qué me lo ocultaste, por qué me mentiste, por qué, si era algo tan insignificante para ti, carente de importancia, jamás lo dijiste, por qué continuaste haciéndolo aún luego de que habláramos, ¡De que me propusieras , iniciar una vida, una familia a tu lado!. Es qué acaso te la imaginabas en mi lugar cuándo teníamos sexo, cuándo me besabas. ¡Dios, Edward! Si bien la acción tiene mucho que ver, también lo tiene el significado que hay de cada acción. Y realmente, si me pongo a analizar todo esto, tal vez incluso llegue a poner en duda que tu alguna vez me amaste, y realmente no creo poder soportar llegar a la conclusión de que le entregue todo de mí a un hombre que solo me utilizo y mintió. Así que, por favor, detente aquí… Por todo el amor que dices tenerme, detente y terminemos con esto de la mejor manera.
— No… no… no… - negaba frenéticamente, observándome con desesperación, intentando buscar alguna respuesta en mi mirada – Por favor, te lo ruego, si quieres que me arrodillare, me disculpare el resto de mi vida, pero por favor no termines con lo nuestro.
— Solo le estoy dando un buen final, Edward.
— ¡No puedes, no debes hacerlo! – gruño entre dientes, apretando su mandíbula. Gimoteé sobre sus labios, al sentirlos estrellarse sobre los míos, intentando demostrar todo aquello que no podía expresar mediante palabras. Edward besaba furiosa y desesperadamente los mis labios, acercando mi cuerpo al suyo, intentando eliminar cualquier distancia que se pudiera presentar. Mi cuerpo instintivamente reacciono a su cercanía, apretándose a él, y vaya que me odio por ello, por ser tan débil y reaccionar de aquella manera tan vergonzosa par a mi autoestima ya apenas superviviente de los anteriores golpes recientemente recibidos. –
— No – gemí audiblemente, esta vez sintiendo sus labios marcar un húmedo camino hacia mi cuello. Oh, cielo santo, ¿Acaso pretendía desnudarme y hacerme el amor allí? – Ed- Edward – volví a gemir. Él desde luego, al verse como posible vencedor, no se detuvo. Gruñí, volviendo a guiar se labios hacia los míos, mientras mis manos acariciaban su cabello. Aquel beso, que comenzó siendo desesperado, no sin cierto esfuerzo de mi parte, terminó convirtiéndose en un lento y tierno beso.
— Quieres dejarlo aquí, ¿verdad? – preguntó una vez que ambos logramos separarnos, juntando su frente junto a la mía. Emití un pequeño sonido de afirmación. – Esto solo era tu manera de decirme adiós – sabia que se refería a nuestro beso, y aunque quisiera, no podía negar que su afirmación era correcta – Yo…Te amo, como jamás ame a ninguna otra mujer…
— Perdóname, Edward, pero necesito hacer esto… Quieras o no, sabes que traicionaste mi confianza – continué – Y me prometí a mi misma que ningún hombre me haría lo que mi madre sufrió, y tú no eres la excepción. No sé cómo afrontar esto, y duele. Y yo, no quiero sentir más este dolor. Con el tiempo… tal vez logre dejar de sentir este desprecio hacia ti y tus acciones… Edward, por favor.
— Te amo. Lo siento, pero te amo.
— Entonces déjame terminar con esto.
Antes de aclarar nada quiero solidarizarme con las Lectoras/Autoras de Fanfiction que se encuentran atravesando la reciente situación en Chile... Créanme que realmente deseo que se encuentren bien y a salvo, ¡Fuerza!
Continuando con las disculpas que sé que les debo por seguir desaparecida, les garantizo que realmente me siento apenada por no darle la atención que a veces quisiera prestarle a Fanfiction, pero realmente y, luego de varios meses, aun no me encuentro estable emocionalmente.
Como ustedes saben, mi ausencia en Fanfiction se debía a la salud delicada de mi hermano, quien el pasado 1 de Diciembre falleció. Mi hermano Cristofer , es, fue y será en mi vida, una parte fundamental, un pilar, y una figura paterna que realmente jamas tuve; por lo que se podría decir que no solo me dejo un hermano mayor, un amigo y compañero de travesuras, un enemigo y aliado, sino tambien... un padre; Debido a ello, no me encuentro ni anímica ni emocionalmente bien, es decir, aun no logro poner en orden mi vida, o al menos acostumbrarme ni resignarme a la idea que que alguien importante para mí ya no esta físicamente en este mundo... en mi mundo. Todas estas situaciones, y pequeños problemas de salud míos, me llevan a no encontrar inspiración alguna, pero aun así quiero aclararles a todas que NO dejare Fanfiction, así como JAMAS dejare ninguna de mis historias. Desde ya, disculpen el retraso al subir las actualizaciones, y espero me comprendan.
Para aquellas que estén interesadas en saber, consultarme, felicitarme. hablarme o incluso amenazarme, saben que respondo a todos sus Review privados. Y como les dije antes, mis problemas lo saben todas aquellas quienes mes leen, no porque me encante contarle mis desdichas a al mundo - todo lo contrario, siempre muestro una sonrisa incluso cuando a veces quiero llorar. -, sino porque de cierta manera, y tratando de no ahondar tanto en mi vida personal, pretendo que intenten ponerse en mi lugar y entenderme. Sé que es frustrarte quedarse con una historia a medias, pero en estos momentos, no me siento lo suficiente capaz(Ni tampoco tengo la suficiente "Inspiración") de subir un capitulo por día, ni mucho menos. Pero créanme que terminare con mis historias...
Besos, muñecas desde Argentina: Bella-Ragaza