Resumen: ¿Quién era en realidad InuYasha Taisho? Aquel misterioso hombre de mirada ambarina parecía un príncipe sacado de los mejores best-sellers y no obstante se comportaba como el amante perfecto…

Aclaración: Este FanFic es Lemon. Tiene un alto contenido en descripciones gráficas; así que no es recomendable para todo el público.

Cuéntame tus secretos
Uno

A Kagome no le gustaban aquel tipo de fiestas. Demasiadas formalidades, demasiados risos forzados, demasiadas personas. Kagome se consideraba inmune a ellos, y a los sueños hecho realidad. Estaba allí en aquel momento porque dos meses antes decidió enviar un pequeño texto que había escrito cuando todavía era una adolescente. Como a la editora le gustó tanto, decidieron incluir eso en la fiesta. Y ahora debería aguardar el momento en que saldría la votación final. Antes de salir de casa, se dijo que solo marcaria presencia y tan pronto como pudiera se marcharía a casa.

Más decidió deslumbrar a todos los hombres presentes.

Se maquilló cuidadosamente delante del espejo, con delicada atención, como si estuviese pintando un auto retrato. Vistió un vestido de terciopelo negro que mejor le dibujaba las curvas de su cuerpo, con un perturbador escote en "v" en la frente (que parecía prometer el infiero u la gloria) y que caía hacia tras con una abertura que mostraba sus hombros sinuosos. Completo el toilette con unos guantes negros, uno collar y unos pendientes de diamantes.

Suportó como pudo los típicos personajes de un mundo cultural, y en cuanto surgió la oportunidad, se dirigió a la mesa que le habían destinado. Compartió la refección con otros doce invitados. Por suerte, apenas sintió necesidad de hablar con dos personas, una mujer de mediana edad con la que había simpatizado casi que inmediatamente y un crítico de conocida insipidez. Cuando terminó, se disculpó ante los demás y al levantarse atrajo las miradas de muchos de los hombres que allí estaban.

Kagome tuvo la impresión que muchas de esas miradas no eran de hombres solteros, sino más bien el contrario, pues también sentía miradas desprecio en su dirección.

No queriendo más ser el centro de las atenciones siguió caminando en dirección a la salida del comedor. Un fotógrafo, que había contratado exclusivamente para aquella ocasión, le quitó una foto a la maravillosa espalda que se alejaba con unos cabellos tan oscuros como la noche pensando en lo bien que quedaría como wallpaper en el portátil que solía usar para trabajar.

Al salir, se dirigió a una cabina telefónica en el bar del hotel. Quería hablar con su madre y decirle que ya se iba; pero antes se encontró con un hombre alto, muy bien vestido, que hablaba por el celular. Hacía gestos de asentimiento que se tornaran más acentuados al verla aparecer. El hombre la miró descaradamente, deteniendo inclusive sobre sus senos salientes que el vestido realzaba.

— ¡Que belleza! — Dijo el hombre mirando fijamente, bebiendo de los labios de Kagome con sus decididos ojos dorados lánguidos, de aguas mansamente paradas.

Kagome se ruborizó. Sentía como si la estuviese desnudando con la mirada. Eso la dejó un poco nerviosa y se inclinó sobre el auricular del teléfono para ocultar su confusión. Procuró monedas en su bolso, pero las que encontró eran demasiado pequeñas. Se irritó. Fue entonces cuando sintió la respiración de alguien detrás diciéndole en un murmullo:

— Creo que tengo lo que necesita.

Kagome se dio la vuelta y se tropezó con unos ojos ambarinos, fijos, duros, fascinantes. Las palabras susurradas provocaron un hormiguero en su piel.

— Tenga. La espero en aquella mesa.

Aturdida, mal reaccionó para evitar que el celular le cayese de las manos y esbozó una sonrisa forzada.

Siempre había odiado aquellos aparatos. Jamás le gusto la sensación de sentir localizable; prefería la sensación de ser libre. No obstante, reconoció que podrían revelarse bastante útiles en algunas ocasiones.

Habló con su madre. Para tranquilizarla, ya que no era el tipo de madre que le gustaba ver a su hija fuera de casa mucho tiempo, le dijo que volvería en cuanto pudiera.

El hombre la esperaba en la mesa que indicó, observándola. Parecía un tipo duro, muy duro y solitario. Sus facciones marmóreas eran inescrutables, era parco en palabas y gestos. Semblante impasible, mirada helada y directa, Kagome pudo sentir sus ojos recorriendo sus hombros, como le acariciaba los senos, como se deslizaban por su cintura y resbalaban por sus piernas.

Empezó a sentir mucho calor.

Cuando se dio cuenta hacia donde el hombre miraba, sintió su sexo húmedo, como si millares de lenguas de duendes minúsculos estuvieran lambiendo y chupando los pedacitos de su piel.

Kagome no conseguía entender lo que le estaba sucediendo, se limitaba a dejarse llevar y la única cosa en que pensó fue en dar libertad a su cuerpo. Para apagar su constreñimiento, sorbió un poco de agua.

Él no dejaba de mirarla con su mirada impasible mientras fumaba. Kagome poso el vaso. Él pego en el vaso de ella, lo giró hasta quedar justo en frente de sus labios la bordo del vaso donde había estado suyos, la miro fijamente y bebió sin desviar los ojos de ella.

Kagome sintió como un escalofrío recorrer su piel.

— Estoy jugando a la caza al tesoro. — Dijo lambiéndole el cuello con los ojos.

— ¿Cómo?

— Se necesitan dos para buscar el tesoro. Durante la cena, mi grupo y yo empezamos a jugar. Y hay que ser en pareja. ¿Te apetece jugar conmigo?

Kagome sintió un súbito ataque de pánico.

— Tengo que marcharme. — Dijo, levantándose.

Él la agarró por la muñeca.

— Ven… Ayúdame a buscarlo. — Insistió él.

La firmeza de su mano, aquel primer contacto la desarmó. Él se levanto también y la agarró por la cintura. Aquel brazo, aquella mano en su cintura derrotaron cualquier posible resistencia de Kagome.

Se dejó llevar.

Él la condujo hasta su coche, y abrió la puerta invitándola a entrar. Coloco sus manos en su espalda, al que Kagome reaccionó con un calofrío. Cuando él entró, dirigió su mano hacia la nuca de Kagome y aproximo sus labios de los de ella, que se abrieron ligeramente. Con expectativa.

El beso fue eléctrico, voraz, de duración insondable para Kagome, pero cuando termino, él mantuvo su mano en su nuca. Kagome hizo el primer gesto por voluntad propia y agarrándole una de sus manos, chupó el dedo indicador. Él se quedó quieto, mirándola. Después le ofreció la otra mano, y Kagome lambió uno a uno sus dedos.

Él besó, lambió delicadamente el cuello de Kagome. Hizo desaparecer los dedos húmedos en el escote, apretando el pezón erecto haciéndolo girar.

Kagome sintió su primer orgasmo.

Implacable, no le dio treguas. La misma mano bajó un poco más y introduzco lentamente un dedo en el húmedo sexo, y lo movimiento hacia frente y hacia tras, hacia riba y hacia abajo. Kagome suspiró otra vez y dejó escapar un pequeño grito.

Él retiró el dedo y lo olió.

— Eres una buena chica, Kagome.

Kagome se limitó a sentir los últimos restos de placer y a dejarse embalar por el va y viene del coche. La escena se impuso en su miente y le preguntó:

— ¿Como sabes mi nombre?

— Me llamo InuYasha Taisho. — Le dijo, sin responder a la pregunta. — Sabía que te iba a encantar el juego…

Puso el coche en marcha.

Kagome procuró tocarlo, colocó su mano sobre su miembro duro y erecto, pero él la apartó suavemente. Excitada, quiso abrir la cremallera de sus pantalones, pero volvió a apartarla.

Llegaron a una enorme y elegante vivienda.

Dejaron el coche delante de la puerta de la casa. Kagome salió y recompuso su vestido. Siguió a InuYasha hasta la entrada de la casa, en cuya recepción había un espeso tapete rojo. Kagome no pudo esperar más, agarró a Inuyasha y quiso besarlo, pero él no la dejó.

— Espera, ten un poco de paciencia. — Respondió él.

La seguro por los brazos e inclinó su cabeza para chupar los senos a través del vestido. El pezón se irguió de inmediato, y él lo mordisqueo. Apartó la ropa y continuo a morder insistentemente un pezón mientras pellizcaba el otro.

— ¿Te gusta verdad?

Kagome estaba en su límite.

— Poséeme, InuYasha. ¡Por favor! ¡Ya no aguanto más!

Él ignoró su impaciencia. La desnudó lentamente.

— Tenemos todo el tiempo del mundo. — Respondió él, acostándola en el suelo. La carne endureció, los huesos amollecieron.

InuYasha poso sus labios y la exigente lengua en los labios del sexo de Kagome mientras sus manos acariciaban sus túrgidos senos. Se dio cuenta en como su sexo ondulaba la boca de InuYasha y en cómo se demoraba allí, extasiándose, recreándose. Ella sintió entonces como una explosión en su interior. Perdió la noción de las cosas, la casa parecía dar vueltas y tuvo que cerrar los ojos.

InuYasha la lambía sin descanso. Sentía como si allí estuviesen concentrando todas las partes de su cuerpo capaces de experimentar placer. InuYasha fue desflorando orgasmo como pétalos de rosa en Kagome. Nunca sintió un orgasmo final tan salvaje.

Entonces, él penetró en aquel cuerpo recientemente conquistado y Kagome sollozo porque de manera increíble un placer aún más arrasador se apoderó de ella, y tuvo una cadena de orgasmos imparable que la aniquiló. Con un grito agónico, quedo exhausta sobre el tapete rojo, inerte, sin aliento. Aún tuvo tiempo de oírlo decir:

— La caza al tesoro ha terminado…


Puede terminar así, u puedo seguir con la historia – que ya está terminada. Todo depende de los reviews…