Nota: Twilight no me pertenece. La historia es de RosieWilde, yo solo me adjudico la traducción.

Summary: La relación de Edward y Bella se ve interrumpida por la Primera Guerra Mundial. El sueña con la gloria de un soldado. Ella debe figurarse como vivir sin él. Una conmovedora historia de cómo la amistad se transforma en amor cuando la supervivencia está de por medio.

N/A: Ok, este es mi primer intento de fanfiction :) Espero que les guste.

N/T: Tambien es mi primera traduccion en fanfiction, asi que tambien espero que les guste. Gracias a RosieWilde por dejarme traducir su fantastica historia.

Paz

EPOV

Junio de 1917

Los suaves tallos de césped hacían cosquillas en mi mejilla mientras estaba acostado, observando el cielo azul, mirando las suaves y mullidas nubes avanzar sobre mi cabeza. Cerré los ojos dejando que el sol calentara mi rostro, disfrutando del color anaranjado que me rodeaba por detrás de mis parpados. Si me quedaba completamente quieto podría escuchar la brisa veraniega flotando por entre la copa de los árboles y el susurrar de las suaves hojas verdes sobre mí, y de vez en cuando una rama caía en el tranquilo arroyo a unas pocas yardas (n/t: una yarda son .92 m), dejándose llevar sobre los guijarros del fondo, arrastrándose por aguas frías y profundas.

Una rama calló sobre mi cuello, inquietando mis reflexiones, la hice a un lado mientras trataba de volver a mi estado de meditación. Un momento después, un guijarro del arroyo cayó sobre mi palma y cerré mi mano a su alrededor, intrigado por la sensación de agua fría sobre mi cálida piel.

Abrí mis ojos lentamente, entrecerrándolos contra el brillo del sol de media tarde y miré a mi alrededor, solo para ver que me encontraba solo en el prado como lo había estado toda la tarde. Cerré mis ojos nuevamente pero me fue prácticamente imposible volver al estado de calma que había experimentado, así que en lugar de eso pase mis dedos por la suave textura del guijarro, preguntándome como pudo haber caído perfectamente en la palma de mi mano. Fui golpeado, en medio de mi contemplación, por una rama en mi tobillo y me puse de pie rápidamente. Observe a mí alrededor mientras volvía a sentarme solo en el césped.

Escudriñando detrás de mí, vi un destello marrón desaparecer detrás de un gran árbol y fije mis ojos en el mientras me ponía lentamente de pie. -Bella,- llame suavemente, -Se que estas ahí, y será mejor que salgas ahora. No hay donde más esconderse.-

Estreche los ojos y camine lentamente hacia el árbol, sin apartar mis ojos de él mientras me acercaba a donde había visto el destello desaparecer. De alguna manera, mientras me acercaba, escuché el repentino sonido de una persona corriendo desde el bosque hasta el borde del claro mientras la persona que estaba ocultándose tras un árbol salía de su escondite, precipitándose entre los árboles, su largo cabello marrón volando de tras de ella. Con un grito, comencé a seguirla, moviéndome entre la sombra de los arboles del bosquecillo, sin siquiera reparar en las ramas que se asían a mi camisa hasta que una casi choca contra mi rostro y tuve que agacharme para esquivarla.

Pude ver que casi la tenía en mis brazos y aumente la velocidad, de pronto estaba tan cerca que podía oír su profunda respiración mientras ella trataba de escapar de mí. Usando mi altura como ventaja, estire mis piernas ganando terreno, alargando mis brazos para atraparla rodeando su cintura e impidiéndole evadirme. Ella se retorció primero, pero pronto acepto que era muy fuerte para ella y dejo de moverse. La deje ir y cayó al suelo, doblando sus piernas en su larga falda café, tratando de recuperar su respiración.

Me senté junto a ella apoyando mi espalda contra el tronco de un árbol cercano, respirando profundamente. Cuando se respiración volvió a la normalidad Bella levando la mirada, una traviesa sonrisa adornaba su rostro, arrugando sus ojos en diversión, y me encontré a mi mismo sonriéndole devuelta inconscientemente, casi como un reflejo.

-¿Es un pasatiempo para ti tirarme cosas cuando estoy en desventaja?- Le pregunte, diversión coloreándose en mi voz, y ella se rio, un hermoso sonido que parecía hacer eco en los arboles a nuestro alrededor repiqueteando en mis oídos.

-Lo siento,- jadeo entre risitas, -pero te veías tan tranquilo desparramado en el suelo con pasto en tu cabello; era una oportunidad difícil de resistir.-

Fruncí el ceño, tratando se lucir serio pero solo conseguí otra ronda de risas, después de unos momentos me uní a ella, gozando de la despreocupada tarde y sintiendo el calor del sol que se colaba de entre los árboles.

Cuando finalmente nos dejamos de reír y nos tranquilizamos pregunte, -¿Cómo supiste que estaba aquí?-

-No lo sabía,- replico, -Solo vine aquí a caminar y disfrutar del sol.- Ella se detuvo, mirándome de reojo por sobre sus pestañas, provocando que mi corazón ser acelerara en mi pecho aunque no pude comprender porque.

-Pero ahora ambos estamos aquí,- ella continuo, -Tengo algo que hablar contigo.-

-¿Si?- pregunte, capto mi interés y me incline ligeramente hacia delante así podría susurrar conspiradoramente en mi oído.

-De lo que he oído,- ella respiro, -alguien esta de cumpleaños mañana.-

Ella se alejo para sonreírme ampliamente, sus ojos brillaron mientras yo rodee los míos, ligeramente avergonzado.

-Mi, mi,- ella continuo, sonriéndome, -nuestro pequeño Edward cumplirá dieciocho años.-

Bufé por sus palabras e hinche mi pecho, mirándola de forma impotente mientras ella se sentaba en el suelo del bosque. -Todavía soy tres meses mayor que tu,- la conteste un poco arrogante, alzando mis cejas retadoramente. -No cumplirás dieciocho hasta Septiembre, por lo que no soy yo a quien debes llamar 'pequeño'.-

Ella me sonrió, mimándome al permitir mi pequeña rabieta, inmediatamente me sentí avergonzado y deje caer la mirada. Cada vez era más difícil saber quien se supone que debo ser, mis padres esperaban que me convirtiera en un hombre en cualquier momento, sabía que era tan alto y fuerte como cualquier otro, pero a veces en mí interior todavía me sentía como el niño que había sido los últimos años.

Por un momento quise preguntarle a Bella si alguna vez se había sentido de la misma manera, ella era una vieja amiga, nosotros crecimos juntos y estaba seguro que ella no pensaría mas de mí por preguntar. Sin embargo, antes de que las palabras salera, ella se puso de pie, tirando de mi con ella para levantarme, y caminar hacia el claro conmigo siguiéndola.

-¿Bella?- pregunte un poco confundido.

Ella me ignoro y siguió caminando, nunca volteo a ver si yo la seguía. Sonreí con rapidez para mi mismo – Ella sabia tan bien como yo que la seguiría a donde sea. Mientras nos aproximábamos al borde del claro, ella se dirigió hasta el centro de el, mirando algo en el suelo, abruptamente ella volteo a verme.

-Edward Masen,- ella me reprendió, captando mi atención.

-Isabella Swan,- replique, alegría bailando en mis ojos mientras la miraba, esperando por la siguiente parte de la declaración. No ayudaba pero note la forma en que su cabello castaño brillaba al sol, reflejando los rayos de luz y lanzando un brillante matiz oscuro en ondas color caoba. Frunciéndome en ceño en señal de desaprobación, ella se inclino y recogió algo que había estado descansando en el césped. Los sostuvo en mi dirección para que lo tomara, suspire antes de tomar mi sombrero y ponerlo nuevamente sobre mi cabeza. Ella asintió, satisfecha, luego sus ojos brillaron mientras ella preguntaba emocionada, -¿Puedo darte tu regalo de cumpleaños ahora?-

Alcé las cejas en una pregunta silenciosa, pero ella solo me miro expectante con esos grandes ojos marrones por lo que incline mi cabeza en señal de conformidad, Bella tomo mi mano y comenzó a tirar de mi por el prado devuelta a la ciudad. -Está en mi habitación. Vamos a tener que ir a casa para buscarlo.-

Caminamos en un agradable silencio por el bosque y sobre el puente que llegaba a nuestros hogares. Cuando llegamos a la casa de Bella, ella abrio la puerta lateral y caminamos hasta el jardín donde ella me dejo bajo un manzano con la promesa de volver rápidamente. Me derrumbe sobre el suave y cuidado césped observando su progreso a través de la casa.

Mi mirada la siguió atreves de las ventanas del desván mientras corría escaleras arriba y entonces la vi pasar rápidamente a su habitación en el tercer piso y comenzó a buscar algo en su tocador. Parecía que encontró lo que buscaba después de unos momentos y comenzó a descender las escaleras yendo hacia donde yo la esperaba. El sol estaba finalmente escondiéndose detrás de la casa cuando ella salió de la casa, con un pequeño paquete en su mano.

Voló a través del jardín en mi dirección pero cuando estaba a punto de llegar al árbol se tropezó cayendo hacia adelante. Trate de atraparla pero solo conseguí tirar su manga por lo que ambos caímos en un montón de hierba. Levantándola sobre mí por sus hombros, la observe para chequear que no estaba herida y nos senté a ambos contra el tronco del manzano.

Se rio suavemente, avergonzada, e hizo una mueca en forma de disculpa. -Lo siento,- murmuro, -supongo que solo tengo que mantenerme un poco alejada.-

Puse los ojos en blanco, que para Bella significo que fue perdonada y me sonrió alargando el paquete que tenía en su mano. Lo mire con curiosidad, era de unas tres pulgadas (n/t: Una pulgada son 2.54 cm) y liso, envuelto en un papel café y atado a toda prisa con un trozo de cuerda. Lo di vuelta y deshice el nudo, tirando del papel para encontrar un pequeño trozo de ropa doblada.

Alce mi mirada hacia la de Bella y ella me sonrió alentadoramente así que removí la pieza de tela para revelar una rígida carta con una pequeña escritura en la cara de la misma. De repente, emocionado, le di la vuelta y mi mandíbula se abrió de golpe al ver lo que sostenía. No podía creer que estaba tocando la centésima carta de cigarrillos de la segunda serie de la Gran Guerra (n/t: Primera Guerra Mundial). Mire a Bella, mis ojos abiertos como platos, suplicándole que me dijese que era verdad. Ella mordió su labio nerviosamente y asintió, cerré mi mandíbula cuando me incline a examinar la carta una vez más.

Mientras la volteaba lentamente en mi mano confirme que era la carta que estuve buscando por casi un año, la centésima carta que completaría mi colección y llenaría el último espacio en mi álbum que había guardado por semanas.

El último año me había obsesionado con coleccionar cada una de las cartas gastando todo mi dinero en cigarros, aunque no fumaba. En lugar de eso las vaciaba en un cajo de mi escritorio, agitándolas ansioso hasta que se vaciaran a excepción de la carta en el fondo que podría ser agregada a mi creciente colección o ser tirada a un lado con descontento.

Para mi gran disgusto, las cartas habían sido descontinuadas hace un mes debido a la necesidad de conservar los valiosos recursos para los esfuerzos de la guerra y yo nunca tendría la oportunidad de completar mi colección. Había pasado las últimas cinco semanas preguntándoles a todos mis conocidos si ellos tenían en su posesión la última carta y ninguno de ellos la había visto, algo que era bastante extraño.

Sin quitar la mirada del milagro que yacía en la palma de mi mano pregunte sin aliento. -¿De dónde sacaste esto?-

Ella se rio con delicadeza y aleje la mirada para observarla enrollas un mecho de su cabello en un dedo en un gesto que conocía como nerviosismo. Dejando que el fervor saturara mi voz me apresuré a tranquilizarla. -Gracias Bella. Esto es increíble. ¿Cómo la conseguiste?-

Ella me miro y dejo caer el mechón de cabello, se encogió de hombros con indiferencia y respondió, -Preguntando, sabía que alguien debía tener la carta y con un poco de persuasión lo convencí de negociar conmigo.-

-Eres increíble,- prometí suavemente y ella se rio, un ligero rubor inundo sus mejillas e ilumino su rostro.

-Me alegro de que te guste.-

-Me encanta,- le asegure. En ese momento la ventana del segundo piso se abrió y una voz masculina llamo.

-Bella, ¿Puedes venir aquí por favor?-

-Ese es mi padre. Supongo que me tengo que ir,- suspiró y se puso de pie, sacudiendo su falda, me levante de un salto junto a ella. Se inclino hacia mí, alzada en la punta de sus pies antes de besar suavemente mi mejilla con sus labios.

-Feliz cumpleaños,- susurró antes de voltear y correr a la casa sin mirar atrás. Me quede de pie mirando por donde ella desapareció antes de salir por la puerta lateral en dirección a mi casa.

Empujando la puerta de enfrente, grité dejando saber a mis padres que había vuelto, luego subí las escaleras hacia mi dormitorio, tirándome sobre mi cama y mirando el techo. Sin soltar la valiosa tarjeta de mi mano, botando el aire que había estado conteniendo por no sé cuánto tiempo, y tratando de no pensar mucho en la forma en que sus labios se habían sentido contra mi mejilla, su aliento soplando en mi oído, haciéndome temblar.

Parecía que cumplir dieciocho tenía muchas preguntas sin respuestas.

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