Disclaimer: Nada de lo que puedan reconocer es mío, todos es de la Gran JK (Amén). Esto está hecho sin fines de lucro, sólo diversión propia y de ustedes.

Summary: Scorpius tuvo cinco oportunidades para besarla, dar el primer paso. Pero no lo hizo. Y aún lo recuerda, porque fue un idiota y ambos atravesaron una odisea. Pero cuando lo dice en voz alta, Rose ríe y le da un beso por cada ocasión que él perdió.

Mmm… ¿Hola? La verdad es que, a pesar algunas chicas saben que llegaría el jueves (ayer), cuando lo terminé, era muy tarde. Así que bueno, lo siento u.u Igual, a ustedes les conviene que yo me sienta culpable, porque es un capítulo es largo (intencional y no-intencionalmente… lea abajo xD). De todas formas, todas sabemos que es culpa de Merlín

Agradecimientos a: susyh, MakiMalfoy, brinitonks, SMagicRose, Diluz, amy_malfoy, Aglaia Callia, SasteR, Ambar Hoo-Aoi, beautifly92, Jorgi, Samy, Maane deLaasa, Unviciomas y a luvtwilightinl. Contesté todos los reviews… excepto a los que no tienen cuenta. Lo siento u.u Lo enmendaré más abajo.

Para terminar, dedicatoria especial a Diluz, que cumplió años el 1 de Enero y lo prometido es deuda ¡Felicitaciones! . Además, un beso a beautifly92, porque tu review me hizo sentir una mejor persona xD (espero que estés bien ).

Ahora no molesto más. ¡Disfruten la lectura!.


— No tengo absolutamente nada que hablar contigo—. Había sonado cortante, pero Scorpius no se amedrantó

Estaba confundida. Se supone que haría una salida digna del lugar, procurando que nadie viera sus lágrimas. No le gustaban los lamentos y muchísimo menos la lástima. Pero cuando el chico había dicho eso, en ese tono frío y nada propio de él cuando conversaban, se le había helado hasta la sangre. Así que, cuando reaccionó, se sintió indignada. ¿Qué carajo tenía que hacer él espiándola? Además, estaba el hecho de que no tenía ni idea de cuánto había escuchado.

De igual forma, aunque hubiese estado siguiéndola desde su conversación con Dominique y Lily, ella no tenía por qué darle explicaciones a nadie sobre su vida. Y menos a alguien a quién no le había dado permiso de escucharla.

Y, decidida como estaba a no hablar, se sorprendió cuando él la agarró bruscamente por el brazo y la arrastró hasta un aula vacía, ignorando sus quejas y lanzando un par de hechizos que bloquearon la puerta y silenciaron el lugar, para que nadie supiera lo que pasaría allí adentro.

Rose sintió miedo, pero supuso que no sería buena idea sacar su varita.

— Si tú no lo harás, entonces hablaré yo—. Sonaba furioso cuando se le acercó. Sus narices rozaban, pero Rose no retrocedió. Sería una muestra de cobardía, un estado que no estaba dispuesta a asumir.

— No tienes porqué, no hay ningún tema de discusión presente y no tienes ningún argumento válido. No veo razón para que esto continúe—. Habló en un susurro enfadado, porque estaban muy cerca y ella estaba nerviosa. Temía que, si alzaba un poco más su voz, ésta temblara y las lágrimas corrieran, de nuevo. Pero lo que sí hizo, fue recurrir a su tono de mandona sabelotodo y apartarse hacia un costado; jamás iba a retroceder con él allí y su posición de sabihonda le daba una fuerza que no sentía.

— Te daré una razón. Un millón, si es lo que deseas—. Ella le dio la espalda, en una pequeña muestra de debilidad. Debía salir de ahí a como diera lugar.

— Sería bastante conveniente que me explicaras el millón de argumentos, pero será en otra oportunidad—. Se dirigió con calma hacia la puerta y trató abrirla, pero no pudo ni con magia.

— No juegues conmigo, Rose—. Dijo, cuando ella cesó sus intentos. Permaneció estancada en la puerta, con la mano en el pomo, sintiendo como el chico se acercaba e intentado, por todos los medios, evitar que el escalofrío que recorría su espalda al escuchar su nombre pronunciado de esa forma, fuera evidente.

— No lo hago. No es mi culpa que hayas decidido darte aires de espía—. Su voz tembló un poco al final, pues sintió el cuerpo del chico cercano a ella.

— Espía…—. Dijo, en un bufido indignado—. ¿Entonces qué carajo eres tú? Una mentirosa, eso es lo que eres.

Se volvió, muy enojada; más luego lo lamentó, porque Scorpius estaba casi pegado a ella y la hacía sentir muy pequeña. Era intimidante.

— Yo nunca te he mentido…

— ¿Y qué has hecho entonces? ¿Omitir detalles? —. Interrumpió él, con una carcajada amarga—. Eres una egoísta. Disfrutas jugando con los sentimientos de la gente. Te gusta que se preocupen por ti. ¿Te hace sentir más importante?

Se interrumpió cuando Rose lo empujó para salir de la prisión de su cuerpo. La chica tenía mucha fuerza y él no tenía demasiadas ganas de hacer esfuerzo. Ella caminó hasta estar lo más alejada que le fue posible de él y Scorpius ni siquiera hizo el intento de acercarse.

— Claro, soy una egoísta de mierda. Sólo yo, ¿cierto? Que he estado velando por los demás y, por un momento en el que quiero hacer las cosas según lo que quiero y no para complacer al mundo, soy egoísta—. Dijo, mientras caminaba, llevándose las manos a la cabeza. Lo soltó con ira contenida y sarcasmo impregnado—. Y omito los detalles que se me den la gana porque es mi maldita vida, ¿te ha quedado eso claro?— Se volteó a mirarlo, desafiante.

Jamás la había visto tan enfadada y ella misma pensó que era la primera vez que actuaba así. Scorpius sacaba lo peor de ella.

— Cristalino—. Si ella quería ser sarcástica, pues él dejaría aflorar todo su cinismo, que no era poco. Pero ella explotaría en cualquier momento y él ni siquiera movería un dedo. Sólo había que ser paciente. Sin embargo, se sorprendió cuando ella liberó un poco la tensión en sus hombros, bajando la guardia.

— Nada de lo que viste o escuchaste es algo que te incumba. Son mis decisiones y yo solita me he torturado por ellas, no necesito tu ayuda—. Lo dijo en voz baja, disimulando su asombro por la falta de acción de Scorpius. Se imaginó gritos y peleas, no la pasividad con que la miraba.

— Lo acepto—. Le costaba horrores controlarse, pero vio con gusto como Rose comenzaba a irritarse. Pero eso no quitaría las marcas que sus uñas dejarían en sus manos, ocultas en los bolsillos del pantalón.

— Y lo del armario ha desatado muchas situaciones desagradables...—. Sintió una especie de iluminación divina—. ¡Tú eres el culpable de todo esto!—. Eso no se lo esperaba. La chica había saltado de repente y se dirigía hacia él con la acusación en la mirada—. Por tú culpa, nadie me ha dejado en paz. Por tú culpa, se ha destruido, en una semana, la imagen que me ha tomado cinco años construir y todo el mundo cree que soy una zorra. Por tú culpa, Lily y Dominique están más fastidiosas de lo normal. Por tú culpa, Tom ha vuelto a acosarme y, por tú maldita culpa, soy incapaz de darle un sí a Lysander.

Allí se detuvo y enrojeció. Había revelado mucha información. Y ahora se sentía idiota. Además, mientras hablaba, se iba acercando a él de nuevo y sólo se dio cuenta cuando dijo lo último.

— ¿Qué has querido decir con eso?—. Había estado atento a sus acusaciones, como un criminal estaría pendiente de sus cargos, pero cuando terminó esa frase, lo había dejado aturdido. ¿Acaso significaba que él sí era algo para ella?—. Explícate—. No había querido sonar tan duro, pero fue inevitable.

— Explícate tú primero—. Desvió el tema de una forma bastante patética, según pensó Scorpius—. ¿Qué es todo esto? ¿Por qué me has encerrado aquí? No he hecho nada que tenga que ver contigo, no veo la necesidad.

— Te diré lo que pasa—. Se acercó un poco más, quedando a unos 3 metros de distancia—. Me jode. Me molesta que estés enamorada del empollón de Scamander, que tengas una hermosa relación con Zeller y que, a todas estas, me hayas dado calabazas tres veces…

— Yo no estoy enamorada de Ly, verifica bien tus conclusiones—. Dejó que su estupor se mostrara por un milisegundo, suficiente para que Rose lo viera y se enojara—. No lo puedes creer, ¿cierto? ¿Es tan malditamente complicado aceptar que no sólo una persona me ve como una buena chica? Es él quien quiso algo conmigo, imbécil. ¿Tan difícil es aceptar que tú no eres el centro de mi universo? Pues me encanta que todo eso te joda. ¡Sorpresa! Rose Weasley es atractiva para cualquier hombre y no necesariamente debe llamarse Scorpius.

Ella tenía razón, pero no iba a lograr que él lo admitiera. Mientras, Rose se preguntaba si había sido sensato hablar con un tono tan presuntuoso e insufrible.

— ¿Y quien ha dicho que me resultas atractiva?—. Intentó consolarse con un insulto. No funcionó—. Eres sólo una chica más. Que ese idiota te quiera, no es mi problema—. Ella lo miró con furia.

— Eres una contradicción. Entonces lo que te molesta es el rechazo. ¿Tan superficial eres?—. Scorpius crispó el rostro—. Y, si fuera sólo una chica más, bien podrías buscarte a otra de tus mujeres de compañía—. "Bonita forma de llamarlas zorras", pensó él, irónicamente—. Pero no. No lo haces. Sigues aferrado a creer que todos te aman y te molesta que yo no lo haga. No te quise en el armario, ni aquel día en los terrenos o en las gradas y aún no te quiero. No te considero lo que necesito. No eres lo suficientemente bueno para mí.

Hasta a ella le dolió eso último. Él había querido insultarla, pero ella no dejó que él tomara las riendas de la situación. Contempló como el rostro del chico mutaba a la ira y lo vio acercarse, pero no se alejó. Ella también estaba enfadada.

Scorpius, muy dentro de sí, estuvo seguro de que Rose mentía. Pero no quiso seguir siendo humillado. Así que, antes de que todo pensamiento coherente desapareciera, supo que lo que vendría, no sería bueno.

— Claro. Pero Zeller sí que es bueno para ti, ¿no?—. Rose abrió los ojos, desconcertada, pero se puso es guardia—. Debe ser genial que te engañen con todo Hogwarts y que luego te abandonen. Él recibió su trofeo, ¿cierto? Él te hizo todo eso y tuvo recompensa. ¿Qué me darás a mi, que no te hecho nada más que intentar cortejarte? ¿Qué me dirías si te exijo mi premio? De seguro me la pasaré bomba…

Sintió como la mano de Rose se estampaba en su rostro, pero cuando se enderezó y la observó, no vio ninguna lágrima. Sólo indignación y, quizás, decepción. Además, se sentía relativamente feliz de que ella lo golpeara, porque él mismo sabía lo cretino que había sido y sentía ganas de lanzarse desde alguna torre o joder a Ron Weasley. Lo que lo matara primero.

— No tienes ningún derecho a cuestionar mis actos. Si lo hice, fue porque se me dio la gana y no eres quién para decirme si fue buena idea o no. Lo que te mortifica, es que yo no haya cedido en el armario, ¿Verdad? Por eso no has dejado de perseguirme durante toda la semana esperando quién sabe que cosa. Lo que pasó allí…

— Ya no se trata del jodido armario Rose, se trata de ti, de tu rechazo y de la maldita escoria que me haces sentir—. Y fue tan directo, que Rose sintió un poco de culpa—. Por mi, puedes acostarte con quien se te de la gana. Lo que me cabrea, es que hayas logrado obsesionarme en tan sólo una semana. Me jode que me haya creído tu cuento de perfección y que haya pensado que se sentiría bien estar contigo. Me enoja que hayas logrado engañarme y que yo ahora no pueda quitarme lo que siento—. Soltó una corta risa, cargada de cinismo—. Aunque debo felicitarte. Conseguiste que todo el jodido mundo se rindiera ante tú falsedad. Ahora todos creen que eres la chica más admirable y perfecta. Pero me alegra haber contribuido a pisotear en algo todo el engaño. Y, claro, me siento como mierda por haber pensado, por un segundo que… Eso es lo que me pasa. ¿Feliz ahora?

— Bastante, sí—. Él la miró con ira—. Pero nunca fue mi intención acercarme a ti y nunca quise mentirte. No ha sido mi culpa; yo nunca te confié nada y tú quisiste creer en todo eso. Tú—. Lo señaló con acusación—, has sido embaucado por tu propia imaginación. Jamás hice nada que te hiciera pensar que soy perfecta, sólo comportarme como una chica educada y decente. También tengo una vida, ¿sabes?

— Ahora lo sé. Pero repartes besos y mimos como si te pagaran por ello y quieres que eso no me afecte. ¿Tendré que darte dinero? ¿Cuántos galeones quieres por una noche en la Sala de los Menesteres?

Cuando ella intentó golpear su mejilla sana, él la tomó por la muñeca, con unos reflejos que no sabía que poseía. Ella hizo el intento de levantar su otra mano, pero él le agarró el brazo y la acercó hacia sí. Rose creyó que se repetiría la escena con Tom en la Torre de Astronomía y cerró los ojos, con un poco de pánico. Pero no, Scorpius sólo se dedicó a acercarla más a él y a mirarla como si fuera la primera vez que lo hiciera.

Técnicamente, lo era.

Se había enterado de cosas y la Rose que tenía frente a él no era la misma que había estado con él en el armario.

Ella se removió, molesta por ser tan débil y pequeña en comparación, pero él se limitó a agarrarla más fuerte y con más firmeza. Así que ella desistió en sus intentos por liberarse y decidió dejar que las cosas siguieran su curso. De todas formas, ya era el peor día de su vida. Otra cosa mala no cambiaría eso, lo reafirmaría.

Pero se sorprendió al sentir los labios de Scorpius en su cuello. Su mente quedó en blanco, por lo que no pudo evitar el escalofrío. Ni los que siguieron a ese.

El chico comenzó a subir por su mandíbula, con los ojos cerrados. Ella los mantenía abiertos, intentando pensar que eso era real y que todo lo que había pasado ese día, sí había sucedido. Scorpius hizo camino hasta su boca y, como su mente estaba en huelga, no lo detuvo.

— ¿Quién carajo te entiende?—. Susurró. Sintió ganas de reír, porque el aliento del chico le hacía cosquillas—. En un momento soy una farsa y, al siguiente… ¿Quién finge, Malfoy?

Cuando él rozó la comisura de su boca, Rose cerró los ojos.

— Aún me debes algo—. Lo dijo como si esa frase respondiera cualquier duda que Rose tuviera Scorpius repitió las palabras de esa mañana en un susurro. El recuerdo de su charla se veía muy lejano. Sentía que habían pasado años y sólo habían sido unas cuantas horas.

A pesar de la traición de su propio cuerpo, al esperar con expectación y ansias a que la boca de Scorpius llegara a su destino, puso su mente a trabajar para evitar lo que se veía ya como un hecho más que factible y probable. Quizás fue el temor a lo que sucedería, o que los insultos de él aún estaban frescos en su mente —y, por qué no, en su corazón—, pero decidió hacer algo para evitar el beso inminente.

Y fue cuando su cerebro recordó la presión que Scorpius mantenía en sus brazos.

— Me haces daño…

Y el efecto fue inmediato. Él se separó como si quemara y ella volvió a sentirse miserable por milésima vez en el día. Pero sólo lo miró alejarse y, con una mueca triste, se abrió paso hasta la salida.

Scorpius, en cambio, estaba aturdido. Sólo atinó a quedarse estampado en el suelo y ni se inmutó cuando ella pasó por su lado. Tampoco hizo amago de moverse cuando ella le pidió que abriera la puerta y, mucho menos, le prestó atención al chillido frustrado de la chica.

― ¡Bombarda!

Escuchó la explosión da la salida y, recién allí, se volteó; justo a tiempo para ver a Rose haciendo aspavientos con las manos y tosiendo, intentando despejar sus pulmones del humo que se había creado. La observó mientras salía y fue tras ella, pero tomó un rumbo diferente.

Lo último que necesitaba en esos momentos, era un castigo por una explosión que no había causado él.

Al menos no directamente.


Tres semanas.

Habían transcurrido tres semanas desde aquel fatídico día. Y todo se había ido a la mierda.

Lysander la evitaba y ella no hacía mucho para buscarlo; en consecuencia, Alice se había enfadado porque no sabía que pasaba y, por tanto, a quién defender ni a quien hacer entrar en razón. Dominique estaba todo el tiempo sobre ella e incluso Hugo había comenzado a preguntarle qué era lo que le pasaba. Lily había discutido con Albus, debido a su acertada teoría de que Scorpius tenía algo que ver en el ánimo de Rose y ella misma se había alejado de su primo porque no tenía ninguna gana de estar cerca de Scorpius.

Los rumores habían disminuido, pero no el revuelo que su historia causaba. Incluso, vio a un chico de primero con un botón que tenía una foto mágica de ella guiñando un ojo y sonriendo, con la frase "Apoya a Rose Weasley"; mismo chico que luego le pidió que le firmara su camiseta de "Rose es Genial". Pero la consoló el hecho de que, sea quien fuera el culpable, había escogido una buena foto.

Así que se encontraba sola la mayor parte del tiempo. Era un apacible sábado por la tarde y ella estaba lanzando pedazos de tostadas al lago y viendo cómo el calamar se removía para recogerlos. Patético.

― Hola, cariño―. Se dio la vuelta y retrocedió, asustada. Tropezó con la cesta donde estaban las tostadas y, si no es por el rubio que la sostuvo a tiempo, hubiese caído en el lago―. Tranquila, Rose, soy yo, Lorcan. Debes dejar hacer esas cosas cada vez que aparezco. El parecido que me vez con Lysander me ofende, yo soy más guapo. O quizás es mi atractivo lo que causa esa reacción en ti…

Cuando escuchó "Lorcan", sintió que el alma volvía a su cuerpo. Suspiró de alivio y se soltó del brazo del chico para sentarse en el pasto, mientras le tendía el resto de la tostada, para ver si quería continuar alimentando al calamar gigante. Él la tomó y la comió, mientras ella lo fulminaba con la mirada.

― Y tú debes dejar de aparecer así. Sé que disfrutas dándome estos sustos, no lo niegues―. El sonrió mientras ella se recostaba sobre la grama.

― No lo negaré, entonces. Además, igual me quieres―. Ella le sacó la lengua y él se limito a reír entre dientes, tomar otra tostada y recostarse junto a ella.

La verdad era que sí lo quería, aunque fuera el culpable de todo, organizara apuestas a sus espaldas (pasó tres días encerrado en un salón abandonado por eso) y ganara dinero a través de botones y camisetas. A pesar de todo, él era el único en esos momentos que podía estar con ella sin exigirle o reprocharle algo. Quién se había culpado a sí mismo por el daño a propiedad escolar causado por un Bombarda, luego de escuchar una versión bastante modificada de los hechos de aquel día, contado por Rose. El único que había logrado hacerla sonreír en esos tiempos.

― ¿Cómo te ha ido en el entrenamiento?―. Preguntó, como quien no quiere la cosa, interrumpiendo el hilo de sus pensamientos.

― No conseguirás que te venda las tácticas de Ravenclaw. Sería alta traición a mi casa…

― Joder, me ofendes de nuevo. Solo quiero saber qué tal te fue―. Soltó, en apariencia, decepcionado de Rose, por pensar así de él.

― Lo siento, cariño. Sabes que no ha sido un buen año hasta ahora―. Se excusó, con un suspiro. Lorcan asintió―. Me ha ido mejor que en las últimas semanas. Seguí tu consejo y dejé que todo se fuera con el viento cuando monté mi escoba. Todos alabaron mi desempeño―. Dijo, con una sonrisa satisfecha. Al ver el serio semblante que Lorcan mantenía, mucho más propio de Lysander, volvió la culpa―. Vamos, Lo-lo, perdóname.

Al oír el apodo, soltó una carcajada.

― Suenas a la chica con la que estuve la semana pasada, Rosie―, Ella frunció el ceño. No le gustaba sonar como zorra― Y es un mote que odio, así que has dado en el clavo―. A su pesar, Rose sonrió―. Además, ¿Siempre debo tener segundas intenciones?― Puso la mano en la zona desnuda del muslo de Rose y ella rodó los ojos. Mientras la mano subía, Lorcan habló―. Te perdono, pero has herido mis sentimientos. De seguro crees que soy un pervertido, por la posición de mi mano, pero te informo que se trata de una inspección de la suavidad de tu piel.

Rose miró hacia el cielo, como implorando paciencia, y apartó la mano de Lorcan con un golpe.

― Casi llego esta vez―. Dijo, con tristeza―. En fin, dime tan sólo una jugada y cualquier Hufflepuff incauto me la comprará por una suma grosera de dinero. Te daré el 30% y es mi última oferta.

― Lorcan, ya dije que no. Pero puedes decirle que se las verán negras en el partido del mes que entra—. Él chasqueó los dedos, en un signo de resignación.

— No sé por qué tanto secretismo. Mi equipo y yo ganaremos la Copa y no importa lo que Ravenclaw haga, los Gryffindor triunfaremos como los leones que somos—. Se levantó del suelo y quedó en una especie de "pose heroica" que Rose catalogó como estúpida.

— Eso no es lo que dice la copa que Ravenclaw ganó el año pasado—. Acotó, con malicia. El chico se acostó de vuelta mientras resoplaba.

Se mantuvieron en silencio, cada uno analizando sus cosas, hasta que Lorcan habló.

— He estado pensando…—. Rose alzó una ceja, pero Lorcan la ignoró—. ¿Has oído hablar de estas conexiones que tienen los gemelos? Sé que Lysander está mal. Te parecerá una tontería, pero incluso puedo sentirlo—. La chica desvió la vista—. Y yo lo quiero. Aunque sea un estirado, lo quiero mucho… A pesar de nuestras diferencias, crecí con él, Rose. Y si algo malo le pasa, me gustaría estar allí.

Este era el quinceavo intento de Lorcan para sacarle información. Él no era estúpido. Sabía que la fecha donde comenzó la depresión de Rose, coincidía con la de Lysander. Lorcan sólo sabía parte de la verdad —sabía de su discusión con Scorpius y Zeller estuvo dos semanas con un letrero en la frente, con letras hechas de pelo salido de la nada, que decía "Cretino"—, pero merecía saber lo que ocurría con Ly. Aunque a ella no le gustara contar esa parte.

— Lorcan…—. Suspiró, armándose de valor—. Tu hermano está enamorado de mí—. El chico abrió mucho los ojos, que ya de por sí eran saltones. Se veía hasta gracioso, pero Rose no estaba en condiciones de disfrutarlo—. Pero yo no estoy lista para algo así… Sólo que no contaba con que nuestra amistad diera un giro de 360 grados y ahora todo está de cabeza…

Hubo algunos minutos en los que ninguno dijo nada. Secretamente, Rose esperaba la reacción de Lorcan, ocultando su expectación.

— Ahora me siento como imbécil. ¿Por qué no me dijiste antes? Por eso discutimos en verano, porque no le gustaba nuestro juego de "amor"—. Lorcan frunció el ceño y miró a Rose con acusación—. Debió sentirse pésimo tener que ver cómo tu hermano juega así con la chica que le gusta.

Ella esperaba algún signo de lástima. Quizás un "¿Por qué le has dicho que no?", de forma comprensiva. Pero no que la acusara.

— Lorcan, yo también la estoy pasando mal, ¿Recuerdas?

Él la miró unos segundos, como si estuviera procesando lo que ella había dicho, intentando entenderlo.

— Claro, no se trata de mí, ¿cierto?—. Rose asintió lentamente, intentando hacerlo evidente—. Lo siento, la costumbre—. Y se encogió de hombros. Rose estuvo a punto de replicar, pero la interrumpió otra voz.

— ¡Rose! Al fin te encontré. Tengo que hablar contigo, porque…—. Alice se fijó en Lorcan, que le sonreía desde el costado contrario de Rose. Se fijó en la cercanía y bajó la cabeza—. Lo siento, interrumpo…

Y cuando Rose se levantaba para alcanzarla, ella ya había huido.

— Sí que es rápida…

— Explícame eso, por favor—. Lorcan se puso más cómodo sobre el pasto, ubicando sus brazos tras su cabeza—. Me estoy perdiendo de algo importante y no me lo quieres contar—. El se limitó a sonreír.

— Digamos que tu amiga me agrada. Y mucho—. Rose comenzó a boquear como tritón fuera del agua, incapaz de soltar algo coherente—. Cuando hubo salida a Hogsmade, hace 2 semanas, le dije que si no tuviera que quedarme castigado, la hubiese invitado—. Ella se sentó despacio, atónita—. Nunca había visto a alguien sonrojarse tan rápido. Ni siquiera tú, Rose—. Y suspiró, como si de verdad le gustara lo que estaba recordando.

— ¿Por qué no me lo dijiste antes, Rose? Mala, mala, mala—. Se mofó ella, cuando recuperó el habla—. Coqueteas con mi mejor amiga y no me habías comentado nada.

— No lo creí necesario, cariño—. Y volvió a encogerse de hombros—. Alice es algo tímida y pensé que no le gustaría que la interrogaras. Sobre todo si pones esa cara de psicópata que tienes ahora…

— Y piensas en alguien más a parte de ti mismo—. Eso lo confirmó todo. Lorcan de verdad quería algo serio con Alice—. Esto es genial—. Rose no supo si fue sarcasmo o lo dijo en realidad—. Y, aún así, te la pasas pegado a mí como una babosa carnívora. Eso sí que no debe ser agradable—. Lorcan torció el gesto—. No puedes decirle que la quieres, estar con cualquier chica dispuesta y luego andar haciéndome "mimos" por los pasillos, no es correcto.

Ambos suspiraron.

— Creo que somos un asco en materia amorosa—. Concluyó Lorcan, abatido.

Y Rose no pudo hacer más que darle la razón.

Su relación con Lorcan se basaba en una amistad fuerte y juguetona, pero no lo suficientemente cercana para ser catalogada como una de las mejores o la más importante. Aunque lo quería muchísimo, su vida la había compartido, principalmente, con Lysander. Mientras Lorcan se iba con James a hacer estupideces, Ly se quedaba con ella a compartir el libro de la semana pasada o ver una película en algún cine cercano. Cuando Lorcan se fue con la Tía Luna a recorrer Europa a buscar criaturas nuevas, Lysander se quedó con ella a cursar los primeros años en una escuela muggle, sólo para que ella no estuviera sola.

Lysander siempre había estado allí, pero ahora Lorcan había tomado su lugar para hacer su vida un poco más colorida. Y ella nunca podría agradecerles a ambos las veces suficientes.

— Lorcan…—. El giró la vista hacia ella—. Necesito un consejo.

— ¿Acerca de qué?—. La miró, curioso. Rose pensó que, en realidad, necesitaría millones de consejos o un manual para poder hacer las cosas bien y con seguridad, pero no lo dijo.

— No sé… Sorpréndeme—. Rodó en el pasto para mirarlo, expectante.

— Mírate—. Dijo, luego de minutos eternos. Y eso hizo, aunque no entendió por qué él le había pedido eso—. Estás pálida, ojerosa, delgada…—. Lo miró, tal vez algo sorprendida de que fuera tan observador—. Y han pasado cerca de seis horas desde que tu entrenamiento terminó, y estoy seguro de que no has comido y que sólo te cambiaste para no oler a hipogrifo todo el día—. Lorcan estaba preocupado y Rose lo notó porque todo lo dijo con una sonrisa burlona que no llega a sus ojos.

— Es que no me he sentido con ánimos para…

— Nada de eso, Rosie—. Y sabe que el apodo, esta vez, no es para molestarla—. ¿Quieres un consejo? Sal adelante. Enfrenta todo con la cabeza en alto y no te dejes opacar por lo que sea que te pase. Distráete, aprovecha a tus amigos, jode a tus enemigos e ignora al resto. Sigue con tu vida y ocúpate de tus cosas. Es todo lo que tengo para decirte.

Rose guardó silencio, un poco conmovida por las palabras tan alentadoras del imbécil pero dulce de Lorcan. Ella sólo se levantó un poco y recostó la cabeza en el pecho del chico, demostrándole un agradecimiento que no podía expresar con palabras.

Pasaron el resto de la tarde entre risas, migajas de tostadas y uno que otro empujón al lago, cuando Lorcan se burló del hecho de que Rose se quedó sin sus preciadas cejas por perder al Snap explosivo. Que explota. Sobra decir que Lorcan estuvo resfriado el resto de la semana.

— Rose… —. Le dijo Lorcan, cuando llegó el anochecer y Rose logró hacer que sus cejas crecieran de nuevo—. Creo que es hora de irnos. Se acerca el toque de queda, no he terminado mis deberes de Encantamientos y, si no me equivoco, tienes ronda de Prefecta.

— Joder, la ronda—. Comenzó a correr mientras veía su reloj. Hace cinco minutos que debería estar con Macmillan—. Adiós Lorcan, gracias por todo—. Gritó con la respiración entrecortada.

El chico solo sonrió y continuó su camino a la entrada, bastantes metros por detrás de Rose.


Cuando llegó, le pareció extraño que el estirado de Macmillan no le reclamara nada, pero lo comprendió cuando tuvo la delicadeza de insinuar muy sutilmente que no le molestaría que se encontraran con Peeves, porque así su trabajo terminaría más rápido y tendría una buena noche. Sólo le había faltado preguntar en dónde quedaba un armario cerca.

Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no encerrarlo en una armadura y seguir ella sola. Pero no era políticamente correcto para las relaciones entre las casas, así que solamente lo mandó al diablo de forma sutil, sugiriendo que ella estaría encantada de hacerlo dormir con el uso de alguna maldición. Estaría, mínimo, unas tres semanas en la enfermería; tiempo suficiente para un descanso decente.

Así que el resto del camino hacia las mazmorras, lugar de la ronda, fue bastante callado.

Pero ocurriría algo que cambiaría la visión de vida que tenía Rose y la convertiría en algo sumamente bizarro.

Y es que, por si alguien lo había olvidado, el universo conspiraba en su contra.

Aplausos, por favor.

La cosa es que, cuando pasaban frente al despacho de Slughorn, vieron a la Directora McGonagall salir del mismo, envuelta en una bata estampada a cuadros escoceses, de un tono entre rojizo y rosado, y con una gran sonrisa. Por supuesto que Rose no quiso pensar por qué salía tan despeinada, pues su moño siempre estaba impecable.

— ¡Hola, chicos!—. Saludó, más jovialmente de lo que alguno de los dos hubiera creído soportar.

— Hola, Directora—. Dijo Rose en un susurro. Macmillan estaba muy ocupado en mirarse los pies para disimular un poco su asombro.

— Tomen, me lo ha dado Horace. Son realmente deliciosos—. Les extendió lo que parecía ser un chocolate. Rose amaba estos dulces en particular, pero comerse ese que le había dado McGonagall, le provocaba arcadas. Quizás porque se parecía mucho a cierto pensamiento que había tenido…

— Muchas gracias, Directora. Lo guardaré para el camino—. Sí, porque sería el camino quien se lo comiera, así que no había mentido. Mientras, su acompañante lo disfrutó con evidente placer al tiempo que agradecía.

Y McGonagall se retiró, luego de dar a Rose una de las escenas más perturbadoras de su vida.

— No comentemos esto a nadie, por favor—. Dijo Rose. El chico la miró confuso, pero asintió. Para él, el chocolate había borrado cualquier desequilibrio mental que hubiese derivado luego de eso.

Rose, en cambio, pensó que, al menos, no había repartido caramelos y su bata no tenía ningún corazón visible. Pero su teoría de "nada malo ocurre" se cayó cuando recordó que salía con una sonrisa, despeinada y del despacho de Slughorn.

Y tuvo un escalofrío de temor a lo desconocido cuando pensó en eso.

Así que su mundo se ponía de cabeza, se congelaría el infierno, el cielo ardería y ella… Se casaría con Scorpius. Genial.

¿Alguna otra buena noticia?


Llegaba de la Sala de los Menesteres, luego de una agradable tarde con la chica de turno, como la llamaba Albus.

Había estado todo genial. Casi ni había escuchado el eco de la voz de Rose llamándolo imbécil y sintió muy pocas ganas de que la chica con la que había estado, fuera la hija de Ron Weasley (y se lo recordaba muy a menudo).

Aunque todo se acababa de ir al infierno, porque nada de eso tenía ni un poco de verdad. Y acababa de ver a Rose, de espaldas a él, caminando de forma tranquila con un idiota al que no reconoció, a través de los pasillos de las mazmorras, bloqueándole el paso a la Sala Común. Pero fue demasiado tarde cuando intentó huir.

Rose se volvió un poco para dejar caer disimuladamente, detrás de una armadura, algo que parecía un chocolate y lo vio. Él creyó que se armaría un escándalo y que sólo él saldría perjudicado, pues la situación era evidente. Él lucía desarreglado y la chica no estaba mejor, toda sonrojada y sonriente.

Pero Rose sólo le echó un vistazo con curiosidad, casi como comprobando que, efectivamente, era él, se dio la vuelta de nuevo y él pudo escuchar algo parecido a un resoplido de resignación. Luego dirigió su mirada hacia el techo, dando la impresión de estar suplicando algo.

Era rara.

Y él, aparentemente, la había subestimado. Sólo Merlín sabría lo que pensaba en esos momentos.

Así que, de una forma casi desesperada, decidió que era momento de sacarse todo eso del sistema. Por su bien y el de todos.


Al parecer, el mundo entero había decidido que hacer sentir a Rose como una mierda, era súper guay.

Y es que no había alguna otra explicación lógica y ya le había dado muchas vueltas al asunto. Ese día, por ejemplo, la había pasado muy bien con Lorcan, pero lo de McGonagall y la aparición de Scorpius con una de sus zorras, la superaba.

Cuando lo vio, no pudo más que resignarse a que ya no podía esperar tener un día agradable sin algún episodio como ese y, por supuesto, le agradeció a Merlín por la buena noticia.

Su futuro esposo le estaba siendo infiel y ella, extrañamente, se sentía mal por ello.

Claro que sintió ganas de correr hasta la chica y quitarle con los dientes sus perfectas y teñidas extensiones. Quizás, de paso, hacer que Scorpius se las comiera. Tal vez así, ella se sentiría un poco mejor. Pero era mejor no hacer nada de eso, porque…

— ¡Rose!

Y sintió como sus pies echaban raíces en el suelo de manera instantánea, advirtió un súbito cambio de temperatura y pudo percibir como el color escapaba de su cara. Nunca pensó que él se atrevería a hablarle de nuevo, por lo que jamás analizó ninguna respuesta o acción a la que ella podría recurrir. Además, el chico sonaba tan desesperado, que sintió pena por unos segundos.

Los mismos que tardó Scorpius en acercarse.

— Rose, yo…

— Weasley para ti, si no es molestia—. Dijo la chica, intentando salir huyendo de allí. Incluso creyó escuchar la mofa de sus piernas, que se negaban a avanzar. Pero, a pesar de todo, no volvió la vista.

— Si, lo es—. Escuchó los pasos de él, justo detrás de ella. También sentía las miradas entre curiosas y molestas de sus respectivos acompañantes—. Es muy molesto.

Scorpius rodeó su brazo con su mano cálida y la hizo voltearse. Ella, con algo de reticencia y desconfianza, lo hizo.

— Pues que mala suerte. Para variar un poco, no soy yo la que…— Una voz dentro de ella le dijo que no completara la frase porque quedaría como una completa idiota. No podía decirle que, por fin, alguien tenía mala suerte aparte de ella— Déjame de una…

— ¡Scor!—. Saltó una voz chillona—. Me prometiste que me acompañarías hasta la Sala Común antes de tu ronda, cielo. Te estás retrasando—. La chica que esperaba, desbordaba una melosidad y dulzura en su voz que no concordaba con la mueca asesina mal disimulada en su rostro.

— Rose, quiero…

Se acercó a él y dirigió sus labios hasta el oído del chico. No supo si fue para fastidiar a la molesta chica o para que Scorpius guardara silencio. Lo que sí notó, fue que sus piernas no tuvieron problema alguno al acercarse. Bufó internamente.

— Rompiendo las reglas, ¿no?—. Sintió como el chico sonreía, aunque no vio si fue de nerviosismo o de verdadera gracia—. Burlando el toque de queda con una… conquista—. Y eltono fue claro. Hablaba de todo, menos de una dama—, retrasándote con tus labores de prefecto y acosando a una compañera de estudios—. Ahora sí escuchó una pequeña risa cerca de su mejilla—. No sé por qué nada de esto me sorprende, pero tu zorra te espera. Déjame en paz. Te lo advierto.

Y se separó, dejando confundido al público (una confusión rabiosa, si hablamos de la zor… conquista) y aturdido a Scorpius, que tenía una extraña sonrisa en el rostro. ¿De verdad le daba gracia? Era un imbécil, en definitiva.

Comenzó a alejarse, agradeciendo que sus piernas y su cerebro comenzaran a trabajar en su equipo y no en el contrario. Antes de doblar al corredor siguiente, escuchó una especie de chillido indignado (seguro era la conquista, así que no le dio importancia) y unas palabras que sonaron a risa contenida, luego de que atraparan su hombro derecho con una mano grande y varonil.

— Bien, Weasley. No aceptes mis disculpas—. Se soltó con brusquedad del agarre y comenzó a caminar, mientras escuchaba una risa leve—. Pero acepta, al menos, mi advertencia—. Detuvo el avance—. Ten cuidado, que planean una emboscada en tu contra.

Lo miró por el rabillo del ojo, con tal extrañeza que parecía que él estuvo cortejando a McGonagall en medio de la Sala Común de Gryffindor. Él sólo ensanchó su sonrisa.

— Estás demente…—. Bufó, indignada.

— Se tomarán su tiempo y seguirán tus pasos de cerca. Cuidado con lo que haces, porque al primer error, te interceptaran—. Y terminó con una sonrisa que Rose vio como forzada. Quizás todo eso era un invento para molestarla.

Quiso golpearlo. Quería que se comportara como una persona normal y hablara claro. Deseó jalar de sus cabellos para evitar que se fuera y preguntarle si había olvidado todo tan fácilmente. Tal vez hechizarlo, para que le explicara por qué pasó tres semanas ignorándola y, luego, se ríe de lo que pasa como si todo fuera un gran y gracioso chiste. Quiso correr hasta él y patearlo, morderlo, todo… para que sintiera una pizca del dolor que ella guardaba.

Ella no había olvidado.

Pero mejor resguardaba su maltratada dignidad y se evitaría algún disgusto demasiado grave.

Así que sólo se despidió del chico Macmillan al doblar la esquina —donde Scorpius no pudiera verla—, dejándolo aún más confuso —y con un jugoso rumor, todo sea dicho—, caminó lentamente hasta la torre de Ravenclaw, llegó a su cuarto y se hundió en las sábanas, dejando que esa fuera la última noche en la que permitiría que cualquier cosa relacionada con Scorpius le afectara.

Ya era suficiente de estar todo el día mirándolo y que él ni siquiera le echara un vistazo. Estaba harta de tener que lidiar con las preguntas de los curiosos, soportar a las estúpidas chicas que se proclamaban como el Equipo Scor y, encima, tener que aguantar todo eso bajo el escrutinio constante de quienes la rodeaban.

Harta de sus advertencias sin base y su risa burlona, como si todo aquello fuera hilarante. Como si lo que ella estaba pasando, fuera algo que merecía una risa.

Claro que Rose debió haber pensado más seriamente en el aviso del chico antes de caer dormida.

Sólo pudo hilar unas cuantas palabras más con coherencia y se entregó a los brazos de Morfeo que, luego de tres semanas de insomnio, la recibieron gustosos.

"No más", se dijo mentalmente, antes de ver la sonrisa del viejo Morfeo. "No más Scorpius Malfoy"


— ¡Rose!—. La volvió a agitar y vio, con irritación, como se volvía a aferrar a la sábana—. Carajo, Rose, tienes que despertar… ¡Vamos! Sí que estás pesada… Al baño, apresúrate… Maldita sea.

Rose se cubrió completamente con la sábana.

— No te hagas la difícil—. La chica se acurrucó un poco más contra la cama—. Tu lo pediste… ¡Expulso!—. El manto que la cubría, salió disparado. Rose observó de reojo a la culpable, le sacó la lengua y se cubrió la cara con la almohada, momento que la rubia aprovechó—. ¡Vamos, Rose!... Debes… levantarte… tenemos… algo muy… importante que… hacer…

— ¡Joder! Quítate de encima—. Rose se sentó sobre la cama y fulminó a una triunfante Dominique, que jadeaba ante el esfuerzo que suponía saltar repetidamente sobre Rose—. No soy una escoba…— La chica se levantó, para la satisfacción de Dominique. Caminó hasta la ventana y se inclinó hacia el suelo, con los ojos aún hinchados. Cuando Nique observó sus intenciones de recoger la sábana, rodó los ojos.

Flagrante—. Susurró, con una sonrisa de picardía y diversión surcando su rostro. En seguida, aquel preciado tesoro que le devolvería a Rose la comodidad y el calor de una cama, ardió al tacto. Ella retrocedió, aturdida. Sí quería que la manta le diera calor, pero no tanto. Dominique agitó la varita nuevamente y, lo que antes era el cobertor más confortable del mundo, comenzó a crepitar de forma débil, ante los sorprendidos ojos de Rose. De pronto, comenzó un pequeño incendio que se apagó rápidamente por la varita de Dominique—. Combustión espontánea… ¡Qué interesante!

— Eres una…

— Chicas, no peleen…—. Comenzó Lily, entrando a la habitación con las manos llenas de tostadas con mermelada—. Hoy nos espera un largo día.

— Habla por ti, Lily. Yo planeaba dormir hasta que alguien cometió un grave delito—. Lily la miró, expectante. Dominique bufó con diversión, aún sentada en la cama— ¡Alice, tú también!

— ¿Qué?—. La chica cargaba una jarra de sumo de naranja y algunos cubiertos y vasos, más una pequeña cesta guindando desde su brazo—. ¿Te refieres a esto?— Señaló con la cabeza toda la comida que cargaba—. Esto es para nosotras—. Sólo Rose captó cierto tonillo molesto en su voz, que no era habitual, así que decidió desviar el tema.

— En fin… Chicas, si no duermo, interrumpen mi ciclo de descanso, que consta de ocho horas—. Las tres pusieron los ojos en blanco al unísono—. Las excepciones están en aquellos días de desvelo, cuando leo algo entretenido o cuando mi ronda de Prefecta se retrasa. Como comprenderán, al día siguiente, estoy muy irritable…

— ¿Entonces te desvelas todos los días? Sino, tienes un serio desorden hormonal—. Dominique acababa de darle un beso a la muerte en ese momento. La mirada de Rose era muy expresiva.

— Como decía…—. Otra mirada furibunda—. Mi sueño se verá alterado y, con el tiempo, me volveré loca y las mataré a las tres por abusivas.

Las chicas la miraron como ella si acabara de decir que Slughorn era guapo.

— Linda, si no nos has matado aún, entonces no tenemos nada qué temer—. Dijo Alice, con su acostumbrado tono de chica dulce. Rose se cruzó de brazos, enfurruñada.

— Además, lo que tú tienes, no es "falta de descanso", sino resaca. Así que anda a bañarte antes de que te obligue. Nos espera un día muy entretenido—. Dominique sonó resuelta mientras empujaba a Rose hacia el baño.

— Eso explica el dolor de cabeza…

— Y lo horrible que te ves, claro—. Acotó Lily, con una sonrisa sincera—. Tienes el pelo revuelto y unas ojeras que ni te cuento. Además, estás toda pálida y…

— Pues gracias, mi autoestima se ha ido al infierno y te ha mandado saludos.

— Pues dile que le mande un beso a mi paciencia—. Y Rose entendió que, lo mejor, era dejarse hacer. De las tres, Alice era la más peligrosa cuando se molestaba—. Apúrate, vamos. No fue a ti a quien despertaron a las cinco y media luego de la fiesta para…

— Todo a su tiempo, Alice—. Comentó Dominique, con una sonrisa misteriosa—. Todo a su tiempo.

— ¿Qué hora es? ¿Qué vamos a hacer? ¿Qué paso ayer? ¿Qué…—. Rose comenzó a desesperarse. Se sintió, de nuevo, una niñita nerviosa que hacía preguntas sin parar cuando el miedo la invadía.

— Calma—. Dijo Lily, en tono conciliador.

— Son las ocho y treinta—. Respondió Alice, luego de mirar su reloj. Antes de que Rose protestara, otra voz habló.

— Vamos a que te des una ducha, comas algo y…—. Dominique tomó un mechón pelirrojo de Rose, examinándolo para luego mirarlo despectivamente—. A ayudarte un poco cuando te estés arreglando.

— Y ayer… Te enterarás pronto, cariño—. Terminó Lily, con una sonrisa.

— Pero yo…—. Ya Alice había abierto la ducha y las tres esperaban a que Rose se desvistiera.

— Irá Albus. En este caso especial, necesitamos opinión masculina y no hay nadie mejor que él para el trabajo—. Dijo Dominique, muy segura de sí, mientras agitaba la varita.

— ¡Hey! Ese era mi pijama favorito—. La chica se arrodilló, en ropa interior, a recoger las maltratadas piezas de su ropa para dormir—. Al menos ya sé por qué eres tan popular con los chicos. Si vas por allí arrancándoles la ropa…

Pero una voz tímida se alzó, antes de que se produjera un cataclismo.

— ¿Por qué no va Lorcan?—. Rose, Dominique y Lily desviaron su atención a Alice, un poco rezagada del grupo—. Me refiero a que él es el hermano de uno de los implicados, así que podría…

— Entiendo tu punto—. Dijo Dominique, mirando a Alice detenidamente—. Lily, ve a Gryffindor y despierta a Lorcan. Nos vemos en…— Le echó otro vistazo a Rose, comprobando que necesitaba tiempo para arreglar el desastre—. Una hora en la entrada de Ravenclaw. Te costará despertarlo luego de la fiesta… pero dile que Rose está en problemas, tenemos comida, bebida y a Dominique dispuesta a hacerle ese… favor del que habló—. Rose vio cómo Alice torcía el gesto. De seguro era una apuesta o algo, pero la habilidad natural de Dominique para hacer sonar todo lo que decía como si incluyera algún tipo de implicación sexual, era frecuentemente mal interpretada—. Si nada sirve, insiste en que Alice está aquí y que ella nos ayudará. Aceptó servir como refuerzo—. Mientras Alice se sonrojaba, fue asaltada por la mirada suspicaz de Lily y la triunfante de Dominique. Rose, por su parte, se preguntaba por qué todos le escondían cosas—. Suerte.

Y Lily salió de la habitación. Rose se esperaba algo más dramático y lleno de acción, como "Sincronizar relojes" o "Hasta la vista, Baby", como aquellas películas que veía con sus abuelos muggles, pero soltó un suspiro de alivio cuando no pasó. Ya tenía suficiente con vivir en una especie de Dimensión Desconocida.

— Termina de meterte a la ducha, no hay tiempo—. Rose se deshizo de su ropa interior, mientras entraba a la ducha y dejaba que el agua aclarara el caos mental.

— Rose, no sabía que tuvieras pecas en…

— Alice, te juro por Circe que terminas esa frase y no respondo de mis actos.

Se escucharon risas que hicieron eco en el baño. Dentro, con el agua cayendo sobre ella, Rose negó con la cabeza con una pequeña sonrisa de derrota. Nunca cambiarían.


Puede que no sea el mejor capítulo de la historia. También sé que las partes finales son confusas. Pero descuiden, todo se trata de un plan malvado (Broma). En el siguiente se aclarará todo. Y, para las que quieran matar a Scorpius por imbécil, recuerden que es el protagonista y, sin él, no habría historia xD

Sí, el que viene es el último. Sé que, tal vez, da para mucho la historia, pero no quiero alargarla más de lo necesario. Lo máximo que podría hacer, sería un epílogo… pero, como no está planeado (toda la historia está planeada, así que yo sé el final xD), no tengo ni idea de lo que sería, así que tardaría y me complicaría… todo queda en sus manos. Sino, de todas formas, el capítulo que sigue es largo (pero largoLargolarguísimo ) (no, ni tanto). Tal vez lo traiga en dos partes.

Por otra parte, debo explicar por qué el capítulo es largo de forma intencionada y no-intencionada. Originalmente, esto se terminaba con Lorcan… pero esto es un fic de humor, no? Donde hay risas. Y trato de alejarme lo más posible del drama, así que decidí extenderlo un poco, con un par de detalles que yo sabía que luego no cabrían en el último capítulo. La cosa es que no planeaba extenderme tanto (que raro) y mis dedos cobraron vida propia. No es precisamente gracioso el capítulo, pero créanme, el siguiente se las trae. Yo me encargaré de eso.

¿No sienten curiosidad por lo que harán éstas locas?

En fin… digamos que este capítulo es una especie de transición. Luego entenderán por qué la escena de Scorpius está allí (sé que se ve un poco fuera de contexto).

En cuanto a amy_malfoy, Jorgi, Samy y luvtwilightinl… No se pudo directamente, pero gracias por el apoyo, por su opinión y por la moderada cuota de presión xD Que siempre es necesaria.

Si ven algún dedazo (esto no está apropiadamente corregido), tienen alguna crítica, sugerencia, opinión, argumento, un tomate… lo que sea, vía review, que me hacen feliz

Besos, Clio.