Si, ya sé. Para esas pocas personas que conocen mi trabajo. Sé que deberia estar trabajando en mi otra fic "Enseñame a amar" en lugar de estarme embarcando en un nuevo trabajo. Pero ese que para ese fic mi mente ésta completamente en blanco, y en cambio está rebosante de ideas nuevas para futuros proyectos.
Ésta es una historia que lleva rondando en mi cabeza desde hace ya bastante tiempo, y la empecé a escribir para ver que salia, está ya bastante adelantada, y si me dicen que les gusta la sigo subiendo, de lo contrario como siempre, no pasa nada ;)
Es una historia completamente familiar, y la única pareja que por el momento tengo el mente es Carlisle y Esme, y aun no sé si aparte de ellos dos y Edward, agregaré otro de los personajes principales. Hacedme saber lo que opinan ;)
Y por último les digo la misma historia de siempre.¿ De verdad ustedes creen que si Edward fuera mio, yo estaria aquí?
Cap 1 Mis nuevos amigos.
Carlisle llegó a su trabajo diez minutos antes de su hora de entrada, para así poder tener la oportunidad de tomarse un café antes de iniciar.
Al despertar ésa mañana, había preferido no molestar a Esme, su mujer, y dejar que durmiera las horas de sueño que tanto le hacían falta. Un par de días atrás habían recibido la que muy probablemente era la noticia más importante de sus vidas, y por mucho que Esme quería fingir y hacer creer a los demás que estaba bien. Carlisle sabia que no era así, y que más de una lágrima había derramado en las últimas noches.
-Doctor Cullen, ¡Qué bueno que ya llegó!- exclamó la enfermera que se encontraba en información en ese momento. -Acaban de traer a un niño para traumatologia, ¡el pobre chiquito está todo golpeado, y desnutrido!, no tengo todos los detalles, pero la policía aun está aquí, así que ellos le contaran lo que ha ocurrido. Me han dicho solo que apenas llegara, le hiciera saber, porque lo necesitan.
-Bien, muchas gracias, voy enseguida.
Incluso antes de que llegara a terminar la frase, el dr Cullen ya se dirigía al reparto en el cual lo habían requerido. Divisó a dos policías fuera de la habitación destinada a los rayos X, y se acercó a ellos, presentándose. Los policías se presentaron como el oficial Trent y el oficial Blake.
-No podemos entrar en detalles, porque va contra las normas- dijo el oficial Blake- pero nos han dicho que usted seria el doctor encargado de llevar el caso, asi que se lo podemos contar en lineas de máxima.
Carlisle solo se limitó a asentir, para que los oficiales continuaran.
-Ayer en la tarde detuvimos a una mujer involucrada en el trafico de drogas y la prostitución. Ésta mañana, buscando pruebas en su casa, encontramos a su hijo de seis años, todo golpeado, y aquí estamos.
-Los servicios sociales ya estarán por llegar.- prosiguió el otro oficial- como usted comprenderá la madre de niño no se puede ocupar de él en éstos momentos, aunque la verdad dudo mucho que su hijo le interese un poco- terminó con disgusto, y Carlisle supuso que éste hombre debía de ser padre- Y no hemos logrado localizar ningún otro familiar.
Después de eso, Carlisle se despidió de los oficiales, visto que ya era hora de entrar y controlar a su paciente.
Entró en la habitación y se encontró con una de las enfermeras que había apenas terminado de tomar un rayo X, y estaba diciéndole al niño en la habitación contigua que ya habían terminado.
-¿Qué tienes para mi?- le preguntó Carlisle a la enfermera, que le entregó el historial que habían empezado a crear antes de su llegada.
Carlisle empezó a leer por encima la información, mientras la enfermera buscaba al niño : Edward Masen... seis años de edad... presenta síntomas de desnutrición... diversos hematomas y cortes por todo el cuerpo... se sospecha de alguna costilla rota...
En ese momento la puerta de la otra habitación de abrió, y Carlisle vio al niño que la enfermera empujaba ligeramente para que saliera de la habitación, y se quedó sin palabras. A pesar de llevar muchos años trabajando en urgencias, uno nunca se podía acostumbrar a ésas visiones.
¿Cómo un solo niño podía estar tan maltratado? En su cuerpo tenia diferentes moretones que abarcaban todas las tonalidades del morado, era tan delgado, que parecía incluso más pequeño de seis años, llevaba ropa vieja y desgastada que seguramente no se lavaba desde hacia varios días, y tenia unas ojeras que parecían casi negras, y contrastaban de manera increíble con lo pálido de su piel. Mantenía su vista fija en el suelo, y tenia una expresión de tristeza que hizo que a Carlisle le doliera el corazón.
El rubio doctor se agachó para estar a la altura del niño, y así poder presentarse...
-Hola, Edward. Mi nombre es Carlisle Cullen.- le dijo, extendiéndole la mano...
Después de un momento de duda, Edward levantó su pequeña carita, y se encontró con los ojos azules del doctor que le estaba hablando...
-Edward Masen- le susurró, al tiempo que le estrechaba la mano.
Carlisle suprimió un jadeo al ver los ojos del niño, no era posible que el mismo par de ojos guardaran la misma belleza y al mismo tiempo el mismo dolor. El sufrimiento que esos ojos reflejaban, llegaban incluso a opacar el brillo de esas orbes esmeraldas, pero no su belleza.
-Entonces vamos, hay que ponerte nuevamente fuerte- le dijo en tono afable.
Atender a Edward, se había vuelto una de las hazañas más difíciles de la carrera del doctor Carlisle Cullen. Si bien el niño la mayoría del tiempo estaba con la vista perdida, y no hablaba ni se movía a no ser que alguien lo impulsara a hacerlo. A la hora de ser medicado, o al ver que Carlisle o alguna de las enfermeras se acercaban a él con algún instrumento clínico, el niño empezaba a gritar y moverse desesperadamente en un intento de escapar. Hicieron falta varias personas para mantenerlo firme, mientras Carlisle se veía obligado a sedarlo, y así poder vendar sus costillas (efectivamente tenia un par fracturadas), y curar algunos cortes en el cuerpo del niño.
Una vez despierto, Edward veía en Carlisle a un enemigo por lo que le había hecho, y se había rehusado a comer, porque no se fiaba de lo pudiera haber en el comida. Así que el doctor se vio una vez más obligado a recurrir a un método que odiaba para nutrir a Edward por la vía venosa.
Esa tarde, dos minutos antes de que terminara su turno. Carlisle pasó por la habitación del niño, que dormía. El doctor suspiró ante la criatura que tenia en frente, lo habían lavado, y le habían puesto una bata de hospital. ¿Cuánto sufrimiento había soportado Edward en sus cortos seis años de vida?, Carlisle se acercó y acarició los suaves cabellos castaños cobrizos de Edward, e incluso en el sueño el niño se sobresaltó ligeramente, casi de manera instintiva, ante en contacto físico que recibía. Lo que provocó que el corazón de Carlisle se estrujara una vez más. ¿Cómo habían personas en el mundo que podían llegar a hacerle tanto daño a sus proprios hijos, cuando a él y a su esposa que se morían por tener uno proprio, se les había negado ésta bendición?
Fue con éste pensamiento que Carlisle salió del hospital, para dirigirse a casa.
Veinte minutos después, cuando Carlisle por fin llegó a su residencia, fue recibido por su mujer Esme, el amor de su vida. Quien lo acogió con un beso y un abrazo como llevaba haciendo desde que se habían casado, cinco años atrás.
-¿Qué tal tu día?- le preguntó Esme a su marido, cuando éste se sentó el su sillón preferido, mientras ella le masajeaba suavemente la espalda.
-Cansado- fue la única respuesta que se limitó a darle Carlisle.
-Mnnf, si ya lo veo- le dijo Esme- tienes bastante tensión acumulada en el cuello. ¿Algo que me quieras contar?
Carlisle se mordió el labio inferior, ante la petición de Esme, él siempre acostumbraba a contarle como le había ido el día, y sobre sus pacientes. Pero hoy era un poco diferente, ¿cómo reaccionaria Esme, si él le contaba sobre su nuevo paciente, después de la noticia que recibieron dos días atrás?.
-Carlisle, ¿Qué ocurre?- le dijo Esme a su marido, notando sus dudas.
-No es nada, es solo que no sé si sea conveniente contártelo- le dijo honestamente, nunca había sido capaz de ocultarle nada a ésa mujer. Pero ella entendió a qué se refería él, y eso la enojó de sobremanera.
-¡Carlisle, ya estoy cansada de que me trates como si fuera una muñequita de porcelana que se puede romper en cualquier momento!
-Es que esa es la impresión que das- le habló Carlisle con la verdad- tú quieres aparentar que va todo bien, pero no te das cuenta de que yo sé que no es así, sé lo destrozada que estás.
-Por supuesto que estoy destrozada- le dijo con lágrimas, que a éste punto caían por sus mejillas como cascadas- hace dos días atrás me han dado la peor noticia que podía recibir, nunca voy a poder ser madre, que era una de las metas de mi vida; ¡y lo peor de todo, es que es por mi culpa!... ¡soy yo que no funciono!, así que por mi, tú nunca vas a poder ser padre...
Carlisle no la dejó terminar, se levantó del sillón, para abrazarla con toda la fuerza que poseía, tenia que hacerle ver que no le importaba, que para él lo único importante era ella, y que mientras Esme estuviera bien, él aceptaría la idea de nunca poder tener hijos.
Permanecieron así por varios minutos, en silencio, mientras Esme dejaba salir toda la tristeza que llevaba acumulada.
-¿Te sientes mejor?- le dijo Carlisle, una vez que Esme se hubo calmado.
Ella solo le limitó a asentirle, mientras le susurraba un "lo siento" completamente apenada.
-No tienes por que, eso era lo que yo quería. Que dejaras salir todo el coraje fuera- le dijo él con una sonrisa, que ella contestó sinceramente.
-De verdad que quiero que me trates como siempre, Carlisle. Hazme creer aunque sea por un par de minutos que va todo bien.
-De acuerdo- fue lo único que él le dijo.
-Dime qué ocurrió hoy en el trabajo- pidió ella una vez más.
Después de un largo suspiro, Carlisle hizo lo que ella le pedía. Y se lo contó todo, detalle por detalle. Sin omitir nada. Y aunque se notó perfectamente la tristeza en lo ojos de Esme, de ella no recibió más que silencio durante todo el relato, y un simple "Qué lástima, pobre bebé" cuando lo finalizó.
Carlisle decidió desistir, solo Dios sabia que pasaba por la cabeza de su mujer en ése momento.
Y no estaba del todo equivocado, Esme toda esa noche la pasó despierta pensando en el pequeño Edward Masen, y para las 4 de la mañana había tomado una decisión.
Cuando Carlisle se despertó como siempre a las 7, le sorprendió mucho ver a su mujer ya vestida, esperándolo con el desayudo.
-¿ A dónde vas ésta mañana tan temprano?- le preguntó después de haberle dado el beso de buenos días.
-Contigo- fue la única respuesta que le dio, y ante el ceño fruncido de su marido, le replicó : -Voy a conocer a Edward, el niño necesita estar con alguien que no sea solo su doctor, que lo asusta cada vez que entra en su habitación, sabes que voy a ir de cualquier manera. Así que no pierdas tu tiempo tratando de convencerme de lo contrario, Carlisle.
Él solo rodeó los ojos y asintió con una pequeña sonrisa adornando sus labio, ¿había dicho ya que no era capaz de darle a su mujer una respuesta que tuviera en ella un no?. Además, puede que tuviera razón, y la presencia de Esme le haría muy bien a Edward, ella siempre había tenido una mano de oro con los niños. Por eso estaba seguro que hubiera sido una madre excelente.
La primera cosa que Esme vio al entrar en la habitación de hospital que le había indicado Carlisle, fue al pequeño niño que dormía plácidamente en su cama. Y el corazón de Esme se encogió, era precioso, un ángel que no se merecía estar entre tanto dolor. En sus fantasías (que desafortunadamente ya no se realizarían), era así que Esme se había imaginado a ese hijo que tanto deseaba.
Pero arrugó el ceño al ver de verdad al niño, y notar todas esas cosas que estaban completamente fuera de lugar en una criatura tan angelical, como lo era Edward Masen. Estaba demasiado delgado para tener ya seis años, y a pesar de que sospechaba que su tez de piel natural era bastante clara, la palidez de Edward era casi enfermiza. Y sintió que su corazón se le detenía cada vez que se fijaba en alguno de los muchos cardenales de Edward.
Antes incluso de que cerebro le pudiera decir que se detuviera, Esme se acercó y depositó un pequeño beso en la frente del niño, lo que provocó que Edward abriera sus ojos, para revelar esas hermosas orbes esmeraldas que Esme adoró enseguida, no importaba cuanto sufrimiento alojaran, eso no le quitaban lo hermosas que eran.
De inmediato las facciones del niño adoptaron una expresión de curiosidad y temor ante la extraña que estaba al lado suyo. Esme solo se limitó a sonreirle con ternura, antes de presentarse :
-Hola Edward. Mi nombre es Esme Cullen, el doctor Carlisle Cullen es mi marido.
-Mucho gusto- le dijo en un pequeño susurro ronco, seguramente provocados por el sueño. Esme sonrió para sus adentros, el niño era incluso educado.
-Estoy aquí porque mi marido me habló de ti ayer, y quería venir a conocerte- le contestó a la pregunta no dicha del niño, que se había dibujado en su rostro.
-¿De verdad le habló de mi?- le preguntó incrédulo. Nadie nunca hablaba de él, su madre le decía siempre que era tan poca cosa como para que alguien se molestara en recordarlo.
-Si, ¿Por qué no iba de hacerlo?
-No, por nada- susurró una vez más Edward, agachando la cabeza para depositar la vista en su sábana de hospital. Para entonces, ya Edward se había sentado en su cama.
En ese momento se abrió la puerta, dejando pasar a Carlisle que traía consigo la carpeta con el historial clínico de Edward.
-Buenos días Edward. Veo que ya has conocido a Esme.
Edward solo se limitó a asentirle. Le daba mucho miedo éste doctor, y aun recordaba lo que había ocurrido el día anterior.
-¿Y cómo te sientes hoy?- le dijo Carlisle, tratando de ignorar la tensión que había visto en el niño en cuanto él entró.
-Mejor- dijo en un susurro casi inaudible.
-¿Comiste?- fue una pregunta directa, de la cual ya sabia la respuesta. Las enfermeras ya le habían dicho que había devuelto la bandeja del desayuno y de la cena completamente intactas.
Edward le asintió sin ser capaz de levantar la vista de sus manos, mientras el rubor subía por sus mejillas. A pesar de que Carlisle se sintió un poco decepcionado por la mentira, en su interior el orgullo lo llenó, el niño era incapaz de mentir y no sentirse mal luego. Quizás demasiado bueno para su proprio bien.
-Edward- le dijo después de un suspiro- sé que no es así. No me mientas en ésto.
El sonrojo de Edward aumentó aun más, al verse descubierto en la mentira.
-Lo siento- se disculpó en un hilo de voz.
-No quiero que te disculpes- le dijo el doctor- quiero que comas.
-Es que no quiero -le replicó el niño
-¿Y por qué no?- le preguntó ésta vez Esme, curiosa por saber qué era lo que le impedía al niño querer comer.
-No tengo hambre- mintió una vez Edward, pero éste vez fue delatado por su pequeño estomago que rugía, pidiendo alimento.
Una sonrisa de ternura se dibujó en los rostros de Carlisle y Esme, antes de que ésta última hablara : -Pues a mi me parece que tu cuerpo no la piensa como tú.
-Dime por qué no quieres comer- le dijo Carlisle, mientras ella y Esme se sentaban cada uno a un lado de la cama de Edward. Intentando así que el niño viera que no era intención de ninguno de ellos lastimarlo- Y ésta vez quiero la verdad.
-Madre dice que nadie es bueno contigo por nada. Que si alguien me quiere dar algo, es porque quiere algo a cambio.
Ante éste comentario, la mano de Esme se dirigió hasta la cara del niño, pero al notar el pánico en sus ojos, trató de sonreirle, para asegurarle que no quería hacerle ningún daño a nivel físico, y lo único que hizo fue coger un mechón del cabello de Edward, y depositarlo detrás de su oreja. Y después le deslizó la mano en la mejilla, dedicándole una pequeña pequeña caricia.
Edward se relajó visiblemente al no sentirse ya tan amenazado por la mano levantada, pero no lograba entender por qué esa señora parecía tan buena con él ¿Qué querría?, y tampoco su doctor parecía ya tan malo como lo había pintado el día anterior.
-Edward, yo no estoy aquí porque quiero algo de ti, lo único que quiero es que estés mejor, ese es mi trabajo como doctor. Pero si no comes nunca lo vamos a lograr- suspiró antes de continuar, no quería llegar a ésto, pero el niño necesitaba nutrirse, y lo haría por las buenas o por las malas- ¿Sabes que si no comes como se debe, me voy a ver obligado a inyectarte otra vez, para nutrirte de otra manera como tuve que hacer ayer?
El pulso del niño se aceleró, y empezó a respirar con dificultad, mientras gruesas lágrimas descendían por sus mejillas.
-No, por favor, ¡no!- suplicaba- no me gustan las agujas, me dan mucho miedo, madre las usaba siempre, y se ponía malita todas las veces...
-Está bien, está bien- le dijo Carlisle, mientras le sostenía los hombros a Edward, que ya se empezaba a agitar como el día anterior- Si comes, te prometo que ya no voy a necesitar inyectarte nada, Edward. Pero ¿vas a comer?
Edward asintió, mientras veía como Esme sacaba un pañuelo de su bolsa para limpiarle las lágrimas.
-Cuando llegue la comida, me la voy a comer toda- le dijo al doctor, que después de haberle prometido no más agujas, ya había decidido que éste era un doctor de los buenos.
-¿Y por qué esperar?- le dijo Esme, mientras abría una vez más su bolsa, solo que ésta vez sacó un contenedor donde había guardado un poco de la torta que había hecho para el postre de la cena anterior- Sé que la comida de los hospitales no es de las mejores, así que te traje ésto. Necesito que alguien aparte de Carlisle me diga que tal sabe, él siempre me diría que todo sabe genial, aunque yo le sirviera fruto secos- le dijo con un guiño del ojo.
Edward rió, mientras cogía entre sus manos, la torta que le ofrecía ésa hermosa señora. Aun no había entendido que era lo que iba mal con ellos, ¿por qué eran tan buenos?. Pero decidió que por el momento no importaba, se había quedado embobado con la cara tan bonita que tenia ésa señora, y se imaginó por un segundo que era así como debía de verse una mamá de verdad.
-Gracias- le dijo, mientras se llevaba el primer bocado a la boca, era sin duda lo más delicioso que había probado en toda su corta vida- ésta muy rico, señora Cullen.
-Oh, por favor dime Esme. Si yo te llamo Edward, es normal que tú me llames Esme. Después de todo somos amigos, ¿Verdad?
Edward sintió algo extraño en su pecho, nunca antes había tenido un amigo, de ningún tipo, la única persona que lo trataba bien era su maestra, la vieja señora Cope, que a éste punto era más una abuela para él que cualquier otra cosa. Todos los demás niños de su clase, y todos sus conocidos lo ignoraban, y si alguno le hablaba era para tratarlo mal.
-Eh, si somos amigos- le dijo, con una pequeña sonrisa.
-Perfecto- le dijo el doctor- y por cierto, yo soy Carlisle. Yo también soy tu amigo.
Ya saben lo que tienen que hacer....