El tiempo pasa sin apenas darnos cuenta, suele suceder. Un segundo, un minuto, un día… todo pierde sentido cuando hablamos de tiempo. Y eso fue lo que le pasó a Adela.
Después de la "bienvenida" que Adela calificó como desastrosa, el tiempo para ella no era más que rutina: despertar, ducha, desayuno, limpiar, comer, limpiar, cenar, dormir.
El único momento del día que parecía tener algún sentido para ella era cuando su mirada se cruzaba con la de él. Esa mirada que la había cautivado desde el primer día.
No había vuelto a ver a su padre. No sabía aún que pensar de él, parecía un hombre muy raro.
En primer lugar, y aunque nadie más a parte de la Señora Wesley hablaba con ella, no había podido evitar el escuchar a escondidas y la verdad es que no había oído nada bueno sobre él. Sabía que había estado en la casa, pero en ningún momento había ido a verla. Desde el día que la dejó allí no había vuelto a dar señales de vida. Adela quería hablar con él, tenía muchas preguntas que hacerle: sobre él, sobre su madre…
Su madre. Intentaba no pensar mucho en ella. No porque quisiera olvidarla, sino porque era muy doloroso recordarla. La forma en que salió de su vida no fue precisamente bonita y, aunque por la mañana no lo recordara nítidamente, no dejaba de tener pesadillas sobre ello. Adela se despertaba en mitad de la noche sudorosa, con las lágrimas derramadas sobre sus mejillas y con gritos resonando en su cabeza.
Una de esas noches, en la que sus pesadillas se hacían más presentes que otras, sintió que alguien la abrazaba fuertemente y susurró:
-Shhh, calma pequeña.
Y fue entonces cuando Adela abrió los ojos.
-¿Qué…?- Se quedó completamente muda. El dueño de la mirada que la obsesionaba estaba sentado en su cama, abrazándola.
-Tenías una pesadilla.
-Lo siento.
- No tienes por qué disculparte. Pasaba por aquí y te oí.- Solo es culpa de ellos, pensó Sirius.
- ¿No podías dormir?- Preguntó curiosa Adela
- Digamos que no duermo mucho- Sirius no iba a contarle que su estancia en Azkaban aún le pasaba factura. No era la primera vez que en su paseo nocturno oía a la chica, pero esta vez su cabeza se había ido a paseo y no había podido evitar el impulso de consolarla.
- Bueno…
- Me alegro de que estés mejor. Soy Sirius. Sirius Black.
Adela no iba a decirle que ya sabía cómo se llamaba, que estaba pendiente cada vez que alguien decía su nombre. Al ver que el hombre esperaba algo se apresuró a decir:
- Adela, encantada de conocerte.
- Llevas aquí un mes y recién nos estamos presentado. Creo que no hemos sido muy amables contigo.
- Tampoco esperaba otra cosa. La verdad es que así estoy bien
- ¿Así, cómo?
- Sin hablar con la gente.
- Son todos muy simpáticos, podríais ser amigos.
- No los veo muy por la labor.
- ¿Por qué lo dices?
- Bueno…- Adela se puso tan roja como su pijama veraniego- digamos que he oído cosas…
Sirius miró divertido los colores por los que estaba pasando la morena, se dijo que mañana mismo hablaría con los chicos para que se relacionara con ella. No tenía la culpa de ser hija de quien era y parecía simpática.
- Deberías dormir, quedan un par de horas para amanecer.
- Si, gracias. Que descanses.
- Igualmente pequeña.
Una vez Sirius traspasó la puerta Adela se tumbó en la cama con una sonrisa de oreja a oreja. De repente no todo parecía negro.