Los personajes de esta historia son de propiedad exclusiva de Stephenie Meyer, lo que me pertenece solamente es la historia.
Demonios, había quedado con Tanya a las 13:30 hrs. Eran las 13:45 y recién iba saliendo de la ducha. Tomé mi camisa blanca con rayas azules… manchada, ¡demonios! Olvidé también ir a la lavandería, tuve que tomar la camisa azul.
Tanya venía llegando de su viaje a Suecia y no había tenido tiempo de comprarle algún regalo de bienvenida, pasaría a comprarle algo en el camino o quizá en el aeropuerto
El tráfico era horrendo, ¿A caso todo estaba en mi contra?, siempre acostumbró llegar a la hora, pero últimamente entre el trabajo y los arreglos del nuevo departamento no había tenido tiempo de pensar en la llegada de Tanya, menos pensé que se podría adelantar.
― ¿Busca algo en especial?
―Si, la verdad es que deseo algún recuerdo para dama.
― ¿Qué le parece un peluche?
―No, no. Es para dama, deseo algo más delicado y menos común.
La vendedora me miró despectivamente, vaya saber Dios que pasaba por su cabeza, me siguió ofreciendo tonterías hasta que apareció una mujer mayor y le ordenó que se retirase.
―¿En que le ayudo? ―dijo la dama que aproximadamente tendría unos cincuenta años.
―Deseo un regalo especial para mi novia.
―Bueno tengo unos pendientes hermosos ―sacó una caja pequeña y la abrió. En su interior dos hermosos pendientes azules con forma de gota.
Dudé.
―Son de plata y la pedrería es de zafiro ―dijo segura la vendedora.
Estaban bien. Tenía buen gusto, pero no estaba seguro de que fuesen de zafiro, aún así no tenía tiempo de reclamar, los compré rápidamente, le agradecí a la señora.
El vuelo de Tanya era el 315, proveniente de Suecia llegaba a las 13:30 hrs., pero habían tenido un retraso de veinte minutos, aún así estaba llegando tardísimo.
Sonó mi celular…Tanya.
―Aló ¿Edward? ¿Dónde estas? ¿No deberías haber llegado? Llevó esperándote veinte minutos y eso que el vuelo llegó tarde…―gritaba por el teléfono.
Comprendía que estuviese furiosa.
―Tanya, amor… por favor cálmate, te explicaré todo, ahora sólo dime ¿dónde estas? ―le dije dulcemente para evitar que se enojase aún más.
―En la cafetería, con el café absolutamente frío esperando a que llegases…
―Estaré allí en tres minutos.
―Nos vemos ―y cortó.
Detestaba su malhumor, aunque yo hubiese estado de la misma forma si mi cita llevase tanto retraso.
Allí estaba, la pude ver sentada con sus maletas y un sin fin de bolsas y con el ceño fruncido.
―Amor, aquí estoy ―le besé la frente.
―Ya era hora, ¿No te parece? ―me tomó del cuello y me besó fuertemente.
―Aquí no, cariño. Por favor.
―¡No nos vemos hace dos meses, Edward! ¿Y tienes el descaro de apartarme? ―no entendí su exagerada reacción.
La gente de la cafetería volteó a mirarnos. Enrojecí, pero no de vergüenza, si no de molestia.
―Tanya, por favor, es un lugar público y en la mesa siguiente hay niños ―le susurré.
Se calmó y volteó a comprobarlo. Sabía que Tanya era celosa y aprensiva, pero nunca había actuado así, por lo menos no desde los dos años que llevábamos juntos.
No hablamos más en el auto, hasta que llegamos al departamento nuevo, en el que había volcado la mayoría de mi tiempo en estos dos meses, quería que estuviese todo listo y perfecto para que Tanya se mudase conmigo.
―¿Estas lista? ―le dije antes de abrir la puerta.
―Si, dale. Anda ábrela ya ―su rostro carecía de emoción.
―Vamos no creerás que pasarás tan fácilmente ¿o si? ―le sonreí, me acerqué levemente a ella y acaricie su suave rostro.
―¡epá! ―me separó ―ojo por ojo, diente por diente ―me miró con recelo.
―¿Lo dices por lo de la cafetería? ―no debía haber otro motivo.
―¡Anda, ábrela ya!
―Date la vuelta ―le ordené
―¿Qué? Edward ¿Aquí? No tiene sentido estamos a metros de la habitación…―dijo cohibida.
―No, tontita, te vendaré los ojos ―no pude creer que pensará otra cosa.
―Sigues teniendo esos clichés.
―Son sólo dos meses que no me ves, además esos "clichés" como les dices ahora, son los que te encantaron de mi o ¿lo olvidaste? ―asintió en silencio, mientras le vendaba los ojos.
Abrí la puerta, todo estaba tal cual lo había dejado.
Los colores del departamento estaban todos en armonía de forma que le gustasen. Y no podía alejar de la paleta de colores su color favorito: azul.
Lentamente me aproveché de las circunstancias, no podía desperdiciar verla así de indefensa, por lo que le robé un beso. Sonrió.
―Vamos, ¡sácame luego la venda! ―sonrió.
―Curiosa, aún mantienes eso ― por lo menos ―pensé.
―Como tu dijiste: fueron sólo dos meses ―sonrió.
Sus labios carnosos bien delineados eran una verdadera tentación, por lo que decidí actuar rápidamente antes que comenzará a flaquear mi fuerza de voluntad.
―Ok, aquí vamos ―dejé caer suavemente la tela y me mantuve expectante a las reacciones de su rostro.
―Interesante, veo que has podido hacer un excelente trabajo ―contemplaba a su alrededor sin aparente interés.
―¿Eso es todo? ―dije atónito ―O sea me he desvivido estos dos meses, con tal de hacer todo a tu gusto y tú simplemente me dices: "Interesante".
Me miró fijamente y asintió.
―¿Qué demonios te ha pasado? tú no eras así ―volteé y le dí la espalda.
Todo había estado fatal desde que ella llegó, me volví a mirarle.
―Lo siento, debe ser el viaje, estoy agotada ―se tomó la frente y me miró―Será mejor que me vaya a dormir.
―Aún no tienes idea donde esta nuestra habitación ―le dije con frialdad y resentimiento. ¡Demonios! Me había dolido que ella actuase así, sabiendo todo lo que me costaba intentar ser bueno para ella.
―Es cierto ―reaccionó― pues, ¿Qué esperas para enseñármela? ―dijo en tono seductor. Su extraño actuar parecía complejo de personalidad múltiple.
―Ven, está por acá ―le dije con frialdad, soltando su mano.
Si, sabía que no estaba bien que actuase así, pero ¿Cómo se supone que se actúa cuando tu novia llega de esa forma?, sabía que no era el novio perfecto, pero hacía lo mejor que podía.
Dejó sus cosas y se fue a la ducha. Había dejado la puerta del baño abierta, como siempre, indicaba que me esperaría allí.
Estuve debatiéndome unos minutos entre ir y no ir, pero no quería agravar más las cosas, así que comencé a desvestirme.
Al entrar al baño pude ver su hermosa silueta difuminada por la cortina, si había tenido dudas de acercarme al baño, se habían disipado.
Me incorporé a la ducha suavemente y la besé. Recorrí su cuerpo a besos, su cuello, su boca, masajee suavemente sus pezones mientras besaba su bajo vientre y poco a poco comenzó a aparecer aquella mujer de la que me había enamorado hacía unos años. Comenzó a besarme con impaciencia, el rocé de nuestros cuerpos había hecho rápido efecto en mí, los meses sin Tanya me estaban pasando la cuenta. Sus manos rodearon mi cuerpo exigiéndome que la tomase después de tanto tiempo, no me dejé esperar, con un pasional beso comencé a introducirme en ella, nuestro rocé comenzó a ser cada vez más intenso, cada vez más brusco, ella gemía entre mis brazos y yo la sostenía con fuerza, quería que sintiese que a pesar de todo, ella era mía.
Bebí de sus pezones el agua que caía, mientras que ella ante mi jugueteo comenzó a gemir y quejarse en mi cuello, comencé a sentir el momento culmine, pero no deseaba terminar, no aún, quería darle más tiempo de placer, quería que olvidásemos el inicio de este reencuentro. Sus manos comenzaron a jalarme el cabello, mientras que sensualmente movía sus caderas, sus piernas aún estaban entrelazadas rodeándome y su boca aún excitaba hasta el más íntimo de mis pensamientos.
―T-Te A-Amo ―jadeé.
―T-También Y-Yo ―respondió con un gemido.
Aceleré el ritmo, nuestra sincronía era perfecta, sentí como me consolidaba dentro de ella y comenzaba a dilatarse mi erección, era el momento, ella jadeaba al compás de nuestros cuerpos, presionó sus piernas contra mí, soltó un gemido excitante que aceleró mi sensación y terminé dentro de ella.
―E-Eres maravillosa ―fue todo lo que logré articular.
Continuaba a mi parecer un poco extraña, pero quizá tenía razón y era simplemente el viaje.
―¿Tienes algo para comer? ―me dijo mientras se secaba el cabello con una toalla.
―Creo que tenía una cena especial para dos… hoy ―le sonreí mientras acomodaba una toalla alrededor de mis caderas.
―¿Debo entonces ir formal?, Dr. Cullen ―comenzaba a ser mi Tanya.
―No lo sé, ¿Por qué no me lo dice usted? ―le sonreí, mientras secaba mi cabello.
―¿Así de formal?, Dr. Cullen ―dejó caer la toalla que envolvía su cuerpo.
―Si fuese así Srta., dudo que llegásemos a salir del baño ―le sonreí y la dejé secándose.
Me volví a vestir rápidamente y comencé a cocinar pasta con salsa a la boloñesa.
―Huele bien― me dijo Tanya mientras abrochaba el último botón de su ajustado vestido.
―Estas tú aquí amor, que mejor va a estar todo esto ―le sonreí.
―Sigues siendo un perdido romántico ―se sentó a la espera de la cena.
―Y tu sigues siendo una niña consentida ―le serví rápidamente la sopa que ya estaba lista.
―¿Me dejarás sola en la mesa? ―reclamó.
―Déjame terminar la salsa y te acompaño ―le lancé un beso.
Comenzó a narrarme su estadía en Suecia, el arduo trabajo que tuvo que hacer con las empresas para que aceptasen el producto.
―Esta listo amor ―le serví y comenzamos a comer.
Sonó el timbre.
―Soy yo, Alice. Abre ya la puerta Edward.
―Ya voy, ya voy ―dije acercándome a abrirla.
―Hola, Ed, ¡no sabes lo que ha ocurrido! ―Alice estaba alteradísima.
―Pasa, pasa. Relájate, siéntate y respira mujer ―estaba pálida.
―Hola Tanya, perdonen que los moleste ―dijo realmente sin importarle. Sabía que a Alice no le agradaba del todo Tanya.
―Dime ¿Qué te ha pasado? ―le interrogué.
―Ed ―se tapó la cara con las manos, se dio un tiempo, tomó aire y volvió a hablar ―Iba al departamento a buscar a Jazz. Habíamos quedado de ir con Rosalie y Emmett a un nuevo restaurant en el centro y estaba atrasadísima por hacer compras de último minuto para Rose, cuando al llegar a la esquina del departamento se me cruza una chica y… ¡la he atropellado!
Comenzó a sollozar en mis brazos, intenté calmarla.
―Y ¿Qué has hecho? ¿La dejaste en el Hospital? ―pregunté.
―¡Tendría que haber cruzado la mitad de L.A para llegar al Hospital!
―¿Entonces…?
―La tengo abajo en el coche, ¿Podrías revisarla?
―¡Alice, ¿estas loca?! ¿Por que dem…?
―Ed, por favor… No me critiques, sólo atiéndela… Por favor… ―dijo entre sollozos.
―Esta bien, esta bien.
Alice me tironeo y lo único que alcancé a ver fue a Tanya molesta, al parecer hablaba por celular.
Alice abrió la puerta del auto y allí estaba la muchacha, ensangrentada e inconciente.
―Alice, deberías haberla llevado al hospital ―le reclamé.
―Quizá que hubiese pasado en el camino, Ed tú estabas más cerca ―tenía razón.
―¿Alguien te vio?, o sea ya sabes… ―comencé a evaluar a la chica.
―No, al parecer no ―dijo confusa ―no sé, Edward ¿Que quieres que hiciera si nunca en mi vida me había pasado algo por el estilo?
―Llevémosla al departamento, aquí no la puedo evaluar ―tomé a la muchacha en brazos y caminé rápidamente hacía el ascensor.
Tardó bastante en bajar al subterráneo. Alice estaba desesperada. Al parecer la chica no respondía a la voz, intenté hacerla reaccionar en el ascensor, pero fue inútil.
Llegamos a mi departamento.
―Tanya, por favor ¿Puedes desocupar el sofá? ―estaban sus maletas y no quería dejar a la chica en el suelo.
―Si, claro ―dijo de mala gana.
―¡Vamos, apúrate que no ves que trae a la chica herida! ―dijo con rabia Alice.
―¿Por qué demonios no lo haces tú? ―respondió Tanya.
―Dejen de discutir, por favor ―con un pie boté las maletas de Tanya al suelo. Acto seguido Tanya molesta se marchó dándole un golpe a la puerta del departamento.
―Edward, ¿Crees que estará bien? ¿Lo crees, cierto? ―decía Alice sin importarle nada más que la chica.
―Alice, déjame hacer mi trabajo, ve y tráeme algunas cosas del botiquín de baño, las necesitaré para limpiar las heridas ―rápidamente trajo el botiquín entero.
La chica tenía el pulso bajo y su respiración era inconstante, comencé a romperle la blusa para verificar si tenía daños en el pecho. Estaba en eso cuando la chica dejó de respirar.
Mi primer fic
Espero que sea de su agrado
Seguiré escribiéndolo a medida que los estudios me lo permitan
Adiós
Manne