PAX

Are you my family?
Can I stay with you a while?
Can I stop off in your bed tonight?
I could make you smile.

Siren Song, Bat for Lashes.

Cuando volvimos, los sobrevivientes estaban de pie rodeando a la agonizante sacerdotisa. No se le veía entre las decenas de cuerpos que la protegían: cada vampiro, licántropo, brujo y mestizo que había sobrevivido, la observaba con congoja mientras pequeños espasmos invadían su cuerpo caído, intentando mover –como por obra de pequeños choques eléctricos- cada célula que era tomada a la fuerza por el veneno. Amanda no gritaba, no gemía; sus ojos perdidos en el horizonte intentaban sostenerse en la mirada de Lucas, pero ni un solo instante fue suficiente para reotorgarle el control de sí misma, pues la vida se le escapaba de las manos inevitablemente, en un doloroso proceso que la llevaba –todos lo sabíamos –desde la vida hasta la inevitable inmortalidad.

-¿Dónde está Aro? –pregunté silenciosa al llegar junto a Edward.

- Acabado. Me ocupé de él. Félix y Demetri salieron de la ciudad perseguidos por Emmet y Jasper. No llegarán muy lejos: los brujos africanos los detendrán si es necesario. ¿Jane?

- Acabada también.

- ¿Papá? –preguntó Renesmee alcanzando la cabeza de Amanda en el suelo -¿Puedes succionarle el veneno como lo hiciste con mamá?

- Podríamos hacerlo –interrumpió Lucas sin despegar los ojos de su esposa –pero moriría de todas formas. El golpe le rompió las costillas, y éstas le perforaron un pulmón. Tiene graves hemorragias internas, apenas respira.

- ¿Dónde está Carlisle? –dije arrodillándome al otro costado de Amanda. Le tomé la mano izquierda y ella la apretó en el acto.

- Esme fue por él.

- Tenemos que tomar una decisión –murmuró Lucas –¿Permitiremos que…?

- No –interrumpió Olivia en seco. La bruja se mantuvo de pie frente a su hermana. En su semblante había una sombra: sus ojos estaban cubiertos de una lámina terrible, vacía, sus cabellos parecían haberse oscurecido, su piel era más pálida y dos profundas ojeras decoraban la cadencia de sus ojos –.Aún no decidiremos –sentenció.

- Se nos acaba el tiempo –replicó Edward suavemente –.Pronto el veneno se habrá esparcido por todo su cuerpo y será imposible sacarlo.

- ¿Lucas? –preguntó la voz de Carlisle aproximándose al grupo.

La gente se abrió ante la presencia del vampiro doctor, permitiéndole el paso hacia la moribunda.

- ¿Hace cuánto sucedió? –preguntó Carlisle.

- Hace menos de seis minutos.

- ¿Por qué no succionaste el veneno?

Lucas contestó levantando la blusa de su mujer: la piel estaba moreteada, la hemorragia se le traslucía en la piel como un mapa de venas rojas, secciones moradas, púrpuras y burdéo, el busto estaba completamente desfigurado por las fracturas de sus costillas y por el costado derecho una herida abierta purgaba sangre constantemente hasta crear una poza sobre el suelo.

Extrañamente no sentí el olor como un gatillador. La vista era el único sentido que me advertía de la presencia de sangre humana en las proximidades; la falta de aroma en ella le restaba gravedad al frenesí que cualquiera de nosotros vampiros hubiera sentido si se tratara de una humana cualquiera. Tal como era Amanda de silenciosa en su agonía, lo era también en sustancia.

- Creo que ya no se puede hacer nada por ella –dijo suavemente Carlisle levantando la vista hacia Olivia, que ahora se encontraba rodeada por los brazos de su hermano Tomás.

Ambos observaron a Carlisle con desesperación: se notaba que esperaban en él la sobrevivencia de su hermana mayor.

- El veneno ya está impregnado en su sangre, es imposible sacarlo sin que se desangre en el intento.

- ¿Y una transfusión? –preguntó Gabriel.

- No es posible en este estado. Ahora no tenemos las herramientas, y aún si es que las improvisáramos sería una muy mala idea para combatir las fracturas y el daño que tiene en sus órganos debido al golpe que le dio Jane..

- Entonces, ¿morirá? –susurró Tomás. Sus palabras eran más una aseveración para sí mismo, para convencerse de la muerte de su hermana, que una pregunta al doctor.

La respuesta era obvia.

- Si, está muriendo.

Renesmee se puso de pie abandonando el costado de la sacerdotisa. Avanzó dos pasos hasta llegar frente a los gemelos y los miró con compasión.

- ¿Es tan repugnante para ustedes la idea de que se transforme en inmortal?

Los chicos no contestaron. Tomás agachó la mirada hacia el suelo para esconder las lágrimas que se le escapaban de los ojos. Olivia en cambio, se mantuvo firme en su nueva posición de primera al mando, y apretando la mandíbula dio su veto ante la posibilidad que le proponía Nessie.

- No, no permitiré que se convierta en vampiro.

- Si no lo hacemos morirá, hermana –intentó replicar Tomás tragándose los sollozos.

- No importa. Ella no quería transformarse. Ni siquiera la inmortalidad de Lucas la convenció de dar ese paso. No era lo que ella quería.

- ¿Qué propones entonces, Olivia? –se movió Xia entre la multitud para enfrentar a su prima -¿Quieres que decapitemos a tu hermana, nuestra sacerdotisa, mi prima, nuestra amiga? Yo no lo haré. ¿Quieres hacerlo tú?

- Eso tal vez no sea necesario –interrumpió Lucas –La cantidad de veneno que le inyectó Jane tal vez no sea suficiente para soportar la gravedad de sus heridas. Si queremos que sobreviva para despertar como vampiro, necesitamos morderla una vez más, para asegurarnos de que soporte el proceso.

La familia de brujos se quedó en silencio. Ninguno de ellos quería tener sobre sus manos la sangre de su hermana. Ninguno quería verla morir, pero la transformación era la única posibilidad en estas circunstancias. Sopesé por un segundo la posibilidad de matar a Amanda. Le estaría haciendo un favor a ella y a su familia, pues era claramente el único atisbo claro que había: si ella hubiera dejado un testamento, hubiera escrito que deseaba morir como humano, en vez de renacer inmortal. Y dado toda la ayuda que nos habían prestado en los últimos meses, lo que habían hecho por mi hija y por nuestra familia, los sacrificios a los que se habían expuesto voluntariamente para salvar a humanos y vampiros de una suerte que no recaía necesariamente sobre sus hombros, entonces consideré –en ese mínimo instante –que tal vez podría ahorrarles la agonía de asesinar a su sacerdotisa y hermana, tomando yo el puesto del verdugo.

Pero aún… yo nunca había tomado una vida humana.

- Carlisle –dijo Esme en voz baja –dejémoslos decidir, necesitan privacidad. Mientras tanto, acompáñame a ver a Rosalie, que está escondida y muy mal herida: Sulspicia la decapitó. Tenemos que reincorporarla.

Miré a Edward y ambos asentimos. Nos pusimos de pie para acompañar a nuestra hermana en su proceso de…recuperación. El resto de los vampiros se apartaron un par de metros para permitirle privacidad a la familia de brujos, mientras que los mestizos siguieron junto a ellos, cabizbajos para no interrumpir con su presencia en el debate.

Comenzamos todos a retirarnos hacia el edificio donde Rosalie yacía decapitada. Avanzamos en silencio siguiendo a Esme. Caminé un par de pasos alejándome del cuerpo de Amanda, y luego me volteé para asegurarme de que estuviésemos tomando la decisión correcta al abandonarlos. Entonces vi que Renesmee aún estaba con ellos, junto a los gemelos.

- Nessie –dije devolviéndome hasta ella, tomándole la mano –Vamos a ayudar a Rose, déjalos decidir solos.

- No es tan malo –contestó ella ignorándome, hablándole a Tomás y Olivia –Seguirán siendo una familia. Ella podrá ayudarlos a entender aspectos de los inmortales que aún no son capaces de comprender. Estará siempre acompañada por Lucas, y todos juntos pueden recrear los lazos que los hicieron poderosos desde el principio.

- Pero este no era su deseo Nessie –replicó Olivia con tristeza –Tú misma la escuchaste allá en Forks. Dijo que no quería ser inmortal, este no es su destino.

- Estos son los nuevos sucesos, este es el nuevo camino.

- ¿Y las reglas?

- ¿Cuáles reglas? ¿Las que Amanda quebró para salvar la vida de Lucas? Hemos destruido a los Vulturi, una raza que ha dominado con sus propias leyes durante milenios, y ahora me vienes a hablar de reglas. No existen reglas esta noche, desde el despuntar del alba deberemos crear nuevas instancias, y ahora, justo este momento ante nosotras, es el más importante de todos. ¿Está permitido asesinar a tus hermanos por el bien común? Está será nuestra decisión.

- Nessie, hija…

- No mamá. Tengo que decir esto. Yo no puedo influir en esta decisión, pero Amanda me entrenó muy bien, me mostró las posibilidades de la vida y de la energía, de la voluntad y del amor, no puedo ahora hacer vista gorda de todas sus enseñanzas y permitir como si nada que su familia la decapite para evitar convertirla en algo que para ellos puede ser horrendo, pero que está más que comprobado que no necesariamente lo es. Los vampiros pueden hacer una diferencia, si se lo proponen. Y Amanda, cuando vivía y era la líder de la familia, demostró tener la entereza suficiente para liderar con éxito a sus hermanos y amigos, por lo que como vampira sé, tengo la seguridad, de que será una hermosa inmortal capaz de amar y recibir amor, tal como tú lo eres, como papá lo es, como Emmet lo ha demostrado.

- ¿Qué quieres decir con eso? –preguntó Olivia sorprendida.

- Ya sabes lo que quise decir Olivia.

- ¿Amanda? ¡Amanda! ¡No! ¡No! –interrumpió el grito de una voz masculina a mis espaldas.

Me giré rápidamente y divisé a la cordada de Amanda corriendo hacia nosotros. Los cuatro hombres venían desesperados al ver a su amiga en el suelo. Tras ellos, Emmet y Jasper se habían detenido a mirar el escenario: a un costado de la plaza los Cullen se agrupaban entorno a Rosalie, mientras que en el centro el resto de los sobrevivientes se mantenían a pocos metros de Amanda sobre el suelo, y su confundida familia. Los cuatro brujos se arrodillaron entorno al cuerpo de la sacerdotisa. Diego y Rod le tomaron las manos, mientras que Matías rompió a llorar y Sebastián tomó a Lucas por el hombro.

Caminando lentamente venían nuestros hermanos. Cada uno de ellos llevaba una cabeza en la mano, de la cuál colgaba la columna vertebral de un cadáver que, desprendido de su centro, arrastraban en la otra mano. Eran los cuerpos decapitados de Félix y Demetri. Vinieron hacia nosotros lentamente, caminando y analizando la situación, claramente ahogando los ánimos de victoria que se les escapaban de la mirada y que querían esconder por respeto a quiénes lloraban por Amanda. Emmet, miró fijamente a Olivia y luego bajó la mirada. Llevaba puestea una de las capuchas de los Vulturi sobre la cabeza, sin dejar que le cubriera el cuerpo, tal como un hip hoperollevaría un polerón.

- Yo me ocuparé de eso –sonrió Xia al estirar su mano derecha hacia Emmet, pidiéndole la cabeza de Félix.

Tomó el cráneo decapitado por el pelo, lo levantó a la altura de su cabeza, juntó saliva y luego escupió sobre el rostro del vampiro, quien con un inacabado gemido dejó de existir entre las llamas de la bruja. Su cuerpo y los restos de Demetri combustionaron instantáneamente al unísono en las manos de mis hermanos, y aquél fue el fin del reinado Volturi.

- ¿Qué vas a hacer, hermano? –sollozó Sebastián a Lucas, aún tomándolo por los hombros.

- No puedo decidir hermano, no puedo. Quisiera poder tenerla para siempre, cuidarla para siempre, amarla para siempre, pero no estoy seguro de que sea lo mejor para ella. Quiero que sea feliz, y si es que eso implica que ella vuelva hacia La Madre y yo permanezca entre los frutos de Su Seno, tendré que dejarla partir.

- ¿Es tan cruel dejarla vivir como inmortal? –preguntó Rod a Olivia.

- Ese no será su destino Rod –contestó la sacerdotisa levantando la cabeza hacia el cielo.

Dos lágrimas surcaron sus mejillas.

- Yo no lo haré, Olivia –dijo Lucas acercándose a la mejilla de su esposa –yo no terminaré con su vida.

- Yo lo hago –las palabras se me escaparon de la boca al mismo tiempo que ahogaba el súbito arrepentimiento por la tajante decisión que estaba tomando por sobre mis deseos.

Asesinaría a Amanda, cumpliría sus deseos y le quitaría a su familia el peso de su sangre.

Edward se materializó a mi lado.

- Bella, no lo hagas, por favor. Sé que la querías mucho, no podrás reponerte de su muerte –sus manos afirmaron mis mejillas con fuerza –Por favor.

- Tengo que hacerlo Edward –apreté sus dedos sobre mi rostro y luego me escabullí de su tacto para arrodillarme sobre Amanda.

Los brujos se apartaron de mí, se pusieron de pie y protestaron ante la decisión de Olivia.

- Es un error, niña –argumentó Diego –.Es un gravísimo error que pesará sobre las hijas de tus hijas, para siempre manchando el nombre de tu descendencia.

- Estoy sólo cumpliendo sus deseos, no seas duro conmigo –lloró Olivia.

Emmet se puso a su lado.

- ¿No harás nada Lucas? –Gritó Matías -¿Dejarás que Olivia sentencie a Amanda? ¿A tú Amanda? ¿A nuestra Amanda? ¡Por favor! Sólo llévatela de aquí, sácala de aquí, ninguno de estos inmortales podrá ni querrá perseguirte. Ya no tienes por qué seguir nuestras reglas. Sálvale la vida, termina de transformarla. Por favor…

Lucas miró a su esposa taciturna sobre el suelo. Sus ojos aún no reaccionaban, su cuerpo parecía muerto de no ser por un leve latido que se extinguía con el pasar de los minutos. Y aún teniéndola ahí, moribunda y a punto de ser ejecutada por mis manos, Lucas no fue capaz de levantarla y escaparse de las reglas humanas.

Tiempo después, ya de vuelta sobre suelo norteamericano, nos contaría que sentía que no podía llevársela, que una fuerza más poderosa que su propio deseo de salvarle la vida, atornilló sus rodillas al suelo, a la espera de un milagro. Un milagro que no tardó en llegar.

Olivia se volteó, nos dio la espalda. Asimismo los cuatro brujos que la acompañaban se giraron para no presenciar la muerte de su sacerdotisa. Juntos se abrazaron –Tomás, Elisa, Gabriel y Xia –y todos lloraron en los brazos de Olivia, la decisión de abandonarla.

Desde el costado derecho desde donde me arrodillé para asesinarla, posé mis dedos alrededor de su cuello. Una de mis manos tapaba completamente la herida que Jane le marcó con sus dientes. La sangre que manaba de los dos hoyuelos que los colmillos le tatuaron en la yugular aún caía tibia, pero era sólo un hilo ahora, cuando antes había sido una posa. Tomé su cuello y con delicadeza intenté apretarla para desgarrarla, pero al hacerlo su cuerpo se curvó levemente hacia arriba y sus pulmones se llenaron de aire en un último gemido suplicante. Dudé por un instante, y entonces ella –o La Madre o la Magia o Dios –tuvo la fuerza suficiente para reaccionar: con una de sus manos sobre una de mis manos frenó mi asesinato de golpe.

- No –ordenó Amanda al tocarme, sus ojos se abrieron y encontraron los míos al instante

- No...

Y esas fueron sus últimas palabras.

Los brujos se apilaron hacia mí y me la quitaron de los brazos. Lucas le sostuvo la cabeza mientras que el resto intentó comunicarse con ella una vez más. Los jóvenes se agruparon entorno a nosotros y yo no supe qué hacer.

Me levanté de mi lugar y encontré a Edward: lo abracé y me hundí en su pecho para sentir el alivio de su aroma.

- El báculo –susurró Renesmee –.Está cambiando –repitió señalando el bastón de madera que yacía a pocos centímetros de Amanda, también caído en batalla. La piedra que tenía en su extremidad más alta se había transformado al escarlata, el mismo color que pululaba la sangre de la sacerdotisa.

Entonces Alice llegó hasta nosotros y Edward a su llegada me apretó con más fuerza entre sus brazos.

- Tenemos que dejarla cambiar –ordenó Elisa de pronto, acercándose a su par vampiro.

- Será vampiro –explicó Alice –será inmortal.

- Es el designio –completó Elisa –lo veo. La vemos.

Todos los brujos presentes se arrodillaron entorno a la sacerdotisa.

- ¿La ven siendo vampiro? ¿Cómo es, puedes verla? –le pregunté a Edward en silencio, esperando a que me traspasara lo que podía ver en la cabeza de su hermana.

- Es hermosa, es una reina. Será…

- Tenemos que ayudarla –se apuró Elisa –será esta noche.

- ¿Qué quieres decir, bruja? –le preguntó Lucas -¿Hoy será vampiro?

- Deben ayudarla –explicó Alice –lo puedo ver, los veo a todos ayudándola a encontrar la inmortalidad.

Amanda, dio un fuerte espasmo y llamó nuestra atención con un desgarrador grito de dolor que llegó hasta el corazón mismo de Volterra.

- Deben apurarse –volvió a indicar Alice –esta no será como nosotros. Esta es la primera, es la nueva generación, y necesita que sean ustedes parte de ella cuando sea inmortal.

De un momento a otro la vampiresa calló, abriendo paso en su mente a una nueva visión de nuestro futuro. Su expresión esta vez no fue de lástima, sino más bien de sosiego: una tímida sonrisa se asomó en los atisbos de intranquilidad que sobraban en su rostro. No volvió a pronunciar palabra.

Desde las sombras de uno de los callejones de la ciudad, una figura caminó lentamente hacia nosotros. Era una mujer en la veintena, de cabello negro y tez morena, tan mal vestida como los mestizos, pero que a lo lejos se le notaba la inmortalidad del vampiro. Nunca antes la había visto, pero me pareció inofensiva en el acto. Cuando apareció ante nosotros, Edward dio un paso hacia atrás, como si se hubiera espantado de su presencia.

- Dios mío…-susurró.

- ¿Qué sucede? ¿Qué ves? –le pregunté, y Amanda gritó una vez más.

- Mi nombre es Antonia –dijo la vampiresa harapienta.

Todos se voltearon a su llamado.

- Tú eres…-dijo Elisa frunciendo el ceño.

- ¡Claro! ¡Tú eres Antonia! –exclamó Alice contenta -¡Sobreviviste!

- Vengo con un mensaje –contestó ella haciendo caso omiso del entusiasmo de Alice.

- Con un mensaje, en efecto –volvió a susurrar Edward, esta vez avanzando un paso hacia Antonia para observarla con detención, como si fuera un bicho raro.

- Los espíritus me dicen que vivirá –explicó la vampiresa señalando a Amanda en el suelo –ella vivirá para reinar en este mundo que ha quedado desvalido. Deben ayudarla, los vivos y los inmortales, pues desde ella surgirá el nuevo mundo; desde ella las criaturas podrán convivir en paz. Ellos dicen –repitió Antonia cerrando los ojos como si escuchara un mensaje –Ellos dicen que este será el último Equinoccio sanguinario, y que desde mañana la Era del Sol llegará a este mundo.

- ¿Quién te lo dice? –preguntó Xia acercándose a la vampiresa.

- Los espíritus que me acompañan.

- Es cierto –corroboró Edward de inmediato –están por todos lados y ella los puede ver. Le hablan, yo los puedo escuchar también.

Amanda gritó de dolor una vez más.

- No la dejen sufrir más. Me dice la tierra que le remuevan su dolor, que los brujos pueden canalizar su sufrimiento, y que antes de que el Equinoccio se complete en esta parte del mundo, el Nuevo Amanecer habrá llegado por fin.

- ¿Qué le quitemos el dolor de la transformación? ¿Cómo lo hacemos? –preguntó Gabriel.

- Yo sé cómo.

Renesmee guió al grupo. Los brujos rodearon a la sacerdotisa, arrodillándose ante su cuerpo. Lucas, siguiendo sus indicaciones, la mordió sobre la herida de Jane para asegurar la transformación inyectándole más de su veneno, luego se apartó para permitirles a los humanos que hicieran su trabajo.

- No –dijo Renesmee al verlo alejarse –no te vayas Lucas. Esto lo haremos todos juntos.

Entonces los vampiros también nos arrodillamos detrás de los brujos, según la instrucción de mi hija. Y tras nosotros, los mestizos que habían sido liberados recibieron su libertad y rezaron por Amanda junto a nosotros. En pocos segundos, un centenar de personas lloraba los sufrimientos de la sacerdotisa, y la acompañaban con un cántico gutural a medida que se iba transformando a la nueva vida. Desde el fondo de nuestros pulmones surgieron los sonidos, no las palabras, mas el quejido del Universo, el llanto de La Madre sobre su hija, el llanto feliz de que le otorgaba a todas las criaturas el equilibrio que tan erróneamente se había buscado entre guerras y pestilencias.

Entonces cantamos, todos unidos en el mismo son, y la tierra tembló ante nuestros pies. Y mientras lo hacíamos el báculo cambió de forma, e incluso me pareció sentir que Amanda se elevaba del suelo suavemente. Pero no levanté los ojos para mirarla, pues no podía sino cantar, no podía sino rezar, no podía nada más que sentir el profundo amor que me llenaba de alegría, pues en mi mano derecha sostenía la de Renesmee, y en la izquierda la de Edward.

Y creo que una luz bajó desde el cielo, pero tampoco estoy segura, pues mantuve mis ojos cerrados y mi cabeza sobre mis rodillas, y mi canto alegre y doloroso al mismo tiempo no se calló. Sólo sentí que sobre mi cabeza bajaba la luz, tibia de esperanza y virtuosa de vida; me entró por la comisura de los ojos que las pestañas no me protegían, e iluminaron mis pupilas apagadas con el brillo del nacimiento. Encandilada así, por la luz de la vida, mi cantó se ahogó en mi lengua, así como todos silenciaron sus voces al unísono, para recibir a la nueva existencia que habíamos bendecido con nuestra fe.