Hola! Aquí vengo con otro fik después de un descancito corto. Espero que les guste y que lo disfruten y me digan que les parece. Naruto no me pertenece (por desgracia) y ninguno de sus personajes. Sin más les dejo con el capi.
ciaoo!
El crimen imperfecto
Ordenes:
No estaba de acuerdo con aquello que le habían obligado a hacer, pero no tenía más remedio que cumplirlo. Era su deber como posible heredero del Clan. Su hermano se había marchado por motivos que desconocía y sus padres se mostraban recios a comentarle. Así que ese era su trabajo. No tenía otra opción, además le pagarían lo suficiente para comprarse el descapotable negro que siempre había querido.
Se apretó la corbata, se arregló un poco su pelo y compuso la mirada más sexy y amendratadora que tenía. En su instituto lo tomaban como un Don Juan y no lo iba a rechazar. Todas las chicas caían ante él con una simple mirada o incluso sonrisa. Las mujeres solo eran una herramienta para complacer sus deseos sexuales. Nada más.
Sonrió al hombre con mirada impasible del espejo y se marchó apagando las luces. Sin ninguna duda ese trabajo le daba algo de morbo.
Estaba acostumbrado a las grandes casas, él vivía en una enorme. Pero sin ninguna duda esa era muy más lujosa y espaciosa que la suya. No le extrañaba que la recompensa fuera mayor de 29 millones. Escupió en el suelo como muestra de indiferencia. El dinero era muy importante pero él prefería su coche y el sexo. Tenía que tener prioridades.
Tocó el timbre y la puerta se abrió enseguida. El jardín estaba decorado con pequeños gnomos horribles. No supo por que pero le dio ganas de patear uno y romperlo. Estaba apunto de hacerlo cuando el sonido que esperaba producir él se le adelantó.
Levantó la vista hasta poder ver a una joven de largos cabellos negro azulado, con un kimono de color lavanda, manos finas y blancas que acompañaban a un dulce rostro sonrosado y una gran arruga en la frente. La joven volvió a tirar otro gnomo al suelo y en ese mismo instante se dio cuenta que él la observaba.
-¡Upss!- soltó y sin más explicaciones se alejó corriendo. Parecía un pequeño duende y bailarina. Desapareció de su vista dejandole tan aturdido que incluso el escandaloso ruido de su móvil le altero.
Fue tarde cuando se aclaró. Una mujer con traje azul y una cofia le miraba avergonzada, mientras sus labios se movían susurrando su nombre.
-Señor Uchiha...- llamó la mujer una vez más. Estúpida mujer que ya le escuchó. La insultó en su mente para clavarle su mayor mirada seductora. Esta se sonrojo hasta las cejas para luego guiarle a travez del enorme jardín.
Entraron al recibidor para que otras mujeres le atendieran y quitaran el abrigo. En silencio caminaron por un largo pasillo con varios retratos de la misma mujer una y otra vez. En cada una la mujer se veía más pálida, con menos fuerza pero aún así hermosa. El último cuadro era de la joven que había visto rompiendo el gnomo de jardín. En el salía con una enorme sonrisa siendo abrazada por la mujer de los otros cuadros. Las dos eran idénticas, pero la más joven mostraba más vitalidad. Algo en los ojos de ellas le hizo bajar la cabeza y sentirse mal por escupir antes.
Al fin llegaron a la última habitación dónde majestuosas se levantaban unas puertas de roble con relieve laborioso. Los pomos de oro relucían y con un poco de miedo la guía los toco para abrir y así poder entrar a la enorme estancia.
Desde pequeño le habían educado para mostrar respeto a los hombres adultos y prestar todos sus respetos y atención. Pero al entrar ahí toda su atención se detuvo en ella. En su pequeño duende bailarin.
Seas bienvenido Uchiha.- celebró el adulto de la habitación. Encandelado por la belleza de la joven no reparó que el señor le observaba atentamente. Sonrió con malicia al comprender que el joven heredero se había quedado embelesado con su primogénita.- Te presentó a mi hija.- le ofreció la mano a la joven que estaba sentada en un sofá.
-Encantado de conocerle.- dijo ella con voz suave sin mirarle a la cara. En sus pálidas mejillas había una sombra roja que a él le agrado.
-¡Es un placer el mío!- rectifico él enfatizando cada una de sus palabras.- Usted debe ser Hinata Hyuga ¿me equivoco?
-Si se equivocara dudo que lo expresaría con esa seguridad.- le contestó de forma arrogante pero calmada.
Ante la respuesta de la joven su humor fue cambiando claramente. Sonrió para si mismo al saber que su misión no sería tan fácil después de todo. Cuidar a esa jovencita que se mostraba calmada y sosegada sería todo un reto para él.
La familia Hyuga era poseedora de unos grandes terrenos por Okinawa, Kyoto y Nagoya por lo tanto otras familias – Incluida los Uchihas.- querían comprarlas pero estos se negaban en rotundo. Además de poseer los terrenos era el líder de la empresa Informática más demandada a lo largo de Oriente. Así que los enemigos le salían por todas partes.
La misión de Sasuke era fácil. Llevar a la primogénita lejos de Tokyo y así alejarla de todo el revuelto que se organizaría en un par de meses por esos lares.
Pero lo que ninguno de los dos se esperaba que ella, la dulce y tierna Hinata tuviera que cambiar totalmente su vida. No solo su nombre y apellido... sino su sexo.
La universidad era enorme y al lado estaba el internado masculino. Hinata miró a su compañero con el ceño claramente fruncido, los carriles hinchados de aire y con una postura obstinada. Se había pasado sus dieciocho años de vida siendo la niña buena, haciendo todo lo que su padre quería, incluso cumpliendo los caprichos respecto a sus noviazgos. Había dejado a su amado Kiba en Tokyo para mudarse a Londres. Ella quería estudiar medicina en Osword junto con su novio, después graduarse y casarse. Pero por culpa del capricho de su padre se veía obligada no solo a dejar a Kiba, cambiar de vida y de sexo.
Entraron al internado esperando que nadie se percatara de ellos, pero para su desgracia parecía que los estaban esperando. Ambos suspiraron y se miraron.
-Te odio.- susurró ella a su guardaespaldas.
-Yo solo me limito a hacer mi trabajo.- se justifico.
-Igualmente te odio.
El sonrió y se juró seducir a esa joven chica. Le volvía loco tan solo con mirarla.
Un recepcionista se acerco con una tierna sonrisa y les comentó todos los horarios, las normas y les guió hasta su respectiva habitación.
Cuando el hombre cerró la puerta Hinata se quitó la peluca de color negro y la tiró al suelo irritada. Sasuke le miró divertido y se sentó en la cama para contemplar con cuidado a la joven. Era cierto que su misión solo era protegerla, pero no se esperaba que la tuviera que proteger como hombre. Eso podría complicar un poco las cosas... pero estaba seguro que la haría suya. Las mujeres eran fáciles... y ella le había supuesto un agradable reto.