…¿Número Equivocado?…
Charlie, mi padre. Conducía lentamente por la carretera dirección a nuestra nueva casa aquí. En Forks. Era un pueblo pequeño, con pocos habitantes y donde nunca, o casa nunca, el sol se dejaba aparecer por allí. Aun así, todo sea por mi padre, a quien le habían ofrecido un puesto de trabajo como jefe de policía en este lugar. Debido a que mi madre falleció cuando yo era una niña y a que aun no tenía la mayoría de edad. No me quedó más remedio que mudarme con mi padre.
Tras varias horas de trayecto finalmente nos detuvimos frente a una pequeña casa. Podía ver a los hombres de la mudanza entrar y salir de ella con caras fatigadas y a uno de los hombres aparcar mi vieja furgoneta en el porche. Mi padre no quería que yo condujese hasta allí, debido a que mi sentido de la orientación era muy malo y de seguro acababa pérdida entre tanto árbol.
- Papá… ¿Puedo irme a la cafetería mientras los de la mudanza descargan? – pregunté señalando un pequeño local que había en la acera de enfrente.
- Claro, no hay ningún problema.
Miré a ambos lados de la carretera y cuando al fin los coches dejaron de pasar por esta, crucé rápidamente rogando al cielo para que no tropezase.
Entré sin hacer ruido en la cafetería. Era un pequeño local de madera. Con solo unas cuatro mesas con sus respectivas sillas y una barra con sus taburetes. Todo de madera y las sillas recubiertas con una esponja para ser algo más cómodas. Aunque intenté pasar desapercibida, todos me miraron cuando entré en el local y yo no pude hacer nada más que sonrojarme.
Aunque el local fuese bastante pequeño, estaba repleto de gente, aunque afortunadamente quedada aun una de las mesas libres. Tomé asiento y miré la carta dispuesta a llenar mi hambriento estomago con algo de comida. Aunque la cafetería no era precisamente un restaurante de cinco estrellas, he de admitir que la comida que llevaban al resto de mesas tenía muy buena pinta. Leí detenidamente los platos que había, la mayoría de ellos eran dulces y la verdad en estos momentos no tenía ganas de bollería. Finalmente vi que también tenían sándwiches y llamé a la camarera para hacer mi pedido.
- ¿Qué deseas? – Preguntó amablemente una camarera en cuyo delantal ponía el nombre de Ángela
- Me gustaría tomar un sándwich vegetal y de beber… - eché otro vistazo a la carta – un zumo de naranja
- En seguida – sonrió tras apuntarlo en una pequeña libreta y se fue hacia la barra.
Aburrida miré por la ventana. Mi padre parecía estar indicándole a esos fornidos y cansados muchachos donde poner cada cosa. Después, abría las cajas y comenzaba a colocar algunos objetos en su lugar. De pronto una gotita resbaló por el cristal y me di cuenta de que había comenzado a llover. La mayoría de las personas que paseaban por la acera llevaban consigo un paraguas, a excepción de una chica que entró a resguardarse en la cafetería. Aun así, no presté atención y seguí mirando a través de la ventana.
- Disculpa – me giré y vi que la chica que antes había entrado corriendo me estaba mirando sonriente – ¿Puedo sentarme contigo? Sé que no nos conocemos pero mi casa está muy lejos y no puedo llegar hasta allí con esta lluvia. Puedo resguardarme aquí pero he de consumir algo para ello y todas las mesas y demás están ocupadas. ¿Puedo? – preguntó con una sonrisa
Normalmente hubiese dicho que estaba esperando a alguien; pero esa chica parecía sincera y además de muy dulce. Le indiqué que tomase asiento y ella sonrió aun más ampliamente. No pude evitar mirarla. Era muy hermosa. Parecía más pequeña que yo, pues era más bajita, sus ojos eran azules y su piel perfecta y pálida hacía contracte con su cabello negro que lucía corto y con cada punta señalando en una dirección.
- Hola, soy Alice. La verdad no te había visto nunca por aquí, ¡pero es un verdadero placer conocerte!
La sonrisa no desaparecía de sus labios y tampoco ese entusiasmo y optimismo. Con decisión alargó su mano y esperó a que la estrechase.
- Yo soy Bella – y estreché su mano
- ¿Sabes Bella? – preguntó pensativa - ¡Tengo la impresión de que vamos a ser grandes amigas!
No pude evitar reír con ella, a mí también me dio esa impresión. Alice parecía muy diferente de mí. Era animada, extrovertida y hermosa; pero aun así me hacía sentir mejor que cuando estaba con mis otras amigas de Phoenix. Escuché que alguien se acercaba a nosotras y vi a la camarera situada al lado de Alice.
- ¿Qué vas a tomar?
- Lo mismo que ella – me señaló
- Está bien – agregó mientras se marchaba nuevamente hacia la barra.
- ¿Alice estás segura de eso?
- ¿De qué?
- Has pedido lo mismo que yo sin tan siquiera saber que era.
- Estoy segura de que lo que hayas pedido estará bien. Haber dime ¿qué era?
- Sándwich vegetal y zumo de naranja
- ¡Genial! Siempre pido eso cuando vengo con mis hermanos aquí
- ¿De verdad?
- ¿Por qué iba mentirte? – rió con su voz musical
Estuvimos charlando durante varios minutos. Incluso cuando la camarera nos trajo la comida seguimos hablando como si fuésemos amigas de toda la vida. Le hablé a Alice, sobre mi mudanza, mi vida en Phoenix e incluso sin darme cuenta acabé cantándole sobre la muerte de mi madre. Por su parte, Alice me contó que vivía en el bosque a las afueras, me habló de su familia, de su mejor amiga y de su novio e incluso me invitó a que la acompañase a ella y a Rosalie, su mejor amiga, al centro comercial de Port Ángeles el fin de semana. Aunque le dije que tendría que hablarlo con mi padre pues aun estábamos instalándonos.
Al cabo de varias horas nos dimos cuenta de que había dejado de llover y de que el suelo estaba seco, por lo que haría mucho que había escampado y no pudimos evitar reír ante ello. Pedimos la cuenta y nos dimos cuenta de que a lo tonto a lo tonto habíamos bebido más de cinco vasos de zumos cada una. Tras pagar la cuenta, salimos de la cafetería y Alice se despidió dándome un beso en la mejilla.
Finalmente entré en la que sería mi nueva casa. Charlie ya había desembalado la mayoría de cajas y colocado cada cosa en su lugar. La verdad es que la casa no estaba tan mal. Cuando entré me dedico una mirada de ``llegas tarde´´ y me señaló un montón de cajas para que le ayudase.
Al cabo de muuuuuchas horas, demasiadas. Terminamos de poner cada cosa en su sitio y Charlie se ofreció para ir a comprar comestibles, por lo que me pidió unas lista de lo que tenía que comprar. Le redacté la lista y Charlie se marchó al supermercado sonriente de haber finalizado su trabajo. Yo, por mi parte, me dirigí al cuarto de baño para darme una ducha y quitarme el olor a sudor que tenía.
El agua de la ducha recorriendo mi cuerpo era de lo más reconfortante. Se sentía muy bien y ahora en lugar de a olor a tigre, olía al champú de fresas que tanto me gustaba. Salí de la ducha y me enfundé una camiseta de manga corta y unos pantalones gastados de chándal que yo usaba como pijama y me dirigí a mi habitación. Esta era bastante amplia. Tenía una mesa de escritorio con mi portátil y que estaba conectada con una estantería donde tenía todos mis libros. La cama era más grande que una individual pero menos que una de matrimonio y su colcha de color purpura. A cada costado de la cama una mesita de noche, en la de la derecha había una lámpara y en la de la izquierda había colocado un pequeño equipo de música, cuyos CDs estaban en los cajones de la mesita. La verdad es que me gustaba como había quedado mi habitación.
Me acerqué a la estantería y cogí un libro de ella mientras me tiraba sobre la cama y lentamente me veía envuelta en el mundo de los sueños.
Desperté a las seis de la mañana cuando los rayos de sol impactaron de lleno en mis ojos. No había cosa que más lamentase en este mundo que no haber cerrado la persiana la noche anterior. Aun así, ya estaba despierta, por lo que cogí unos jeans oscuro, una camiseta de manga corta azul y unas converses y me metí en el baño para arreglarme. Mi cabello parecía un nido de pájaros, todo revuelto y enredado. Así que al no poder contra mi pelo, no me quedó otro remedio que volver a lavármelo.
Una vez lista bajé a preparar el desayuno para mi padre y para mí. La nevera ya estaba llena hasta arriba de comida y me supuso un gran alivio ver que Charlie no se había olvidado nada. Cogí una par de huevos y beicon para el desayuno de Charlie y para mí me preparé un tazón con cereales. Tras devorar mi rico desayuno subí a la habitación de Charlie y llamé un par de veces para despertarle. Al ver que no recibía ningún gruñido por respuesta, entré. La habitación estaba ordenada y sobre la cama, que sorprendentemente estaba hecha, yacía un pequeño papel.
`` Bella me llamaron de la comisaría por lo que he tenido que salir antes. Desayunaré algo en el trabajo. Ten cuidado y no le abras la puerta a nadie. Si vas a salir, tienes unas llaves colgadas detrás de la puerta.´´
``Charlie´´
Suspiré al ver que había preparado un desayuno para nada y que no me quedaría más remedio que dárselo de comer a un par de gatos callejeros que había en el patio de atrás. Una vez alimentados los gatos, regresé a mi casa a por la maleta para ir al instituto. Miré la hora y vi que aún era temprano, por lo que me senté en el sofá para ver la tele y menuda sorpresa me llevé cuando la mujer del telediario dijo que era domingo. Conclusión que no había clases y aun podía estar durmiendo o con el pijama puesto. Aun así, ya no había nada que hacer, por lo que me puse a ver la tele hasta que el reloj marcase una hora normal para llamar a Alice y quedar con ella para que me enseñase Forks. Cogí mi teléfono móvil del bolsillo trasero de mi pantalón y busqué en la cazadora, que había tenido puesta ayer, el número de Alice, el cual, me había apuntado en una servilleta.
Una vez conseguí encontrar el papel, abrí el móvil y fui a pulsar el número 6 cuando el aparatito comenzó a vibrar y la melodía de ``Claro de Luna´´ inundó el silencio de la casa. Miré la pantallita y vi que ponía número desconocido. No sabía si contestar o no. Aunque bien podía ser Alice para quedar conmigo, pues yo también le había apuntado mi número, o también podía ser Charlie desde el trabajo. Así pues, me acerqué el auricular al oído y pulsé el botón de descolgar.
- ¿Sí? – pregunté con la voz algo temblorosa
- ¡Jasper! – gritó una voz al otro lado del móvil - ¿Puedes venir a mi casa? ¡necesito enseñarte algo muy importante!
Me di cuenta de que esa persona se había equivocado de teléfono. Principalmente porque aunque su voz era nerviosa, ilusionada más bien, sonaba de manera musical y hermosa. Agité la cabeza para quitar de mi cabeza tal pensamiento y rápidamente fui a decirle que yo no era ese tal Jasper con el cual creía estar hablando.
- Yo… - pero no me dio tiempo a seguir, pues me cortó
- ¡Perfecto! Entonces te espero en mi casa
- Pero… - Nuevamente intenté decirle que estaba equivocado
- Ya sé, ya sé…estas en la casa del pueblo y siempre es mi hermana la que te acerca. Tú no sabes llegar hasta aquí. Bueno coge algo para apuntar y toma nota – ordenó
Pensé que esperaría a que yo cogiese el papel y el bolígrafo para apuntar y abrí la boca para volver a protestar; pero ese chico de la voz de ángel volvió a cortarme. ¡Estaba empezando a enfadarme!
Escúchame. Coges la carretera 101 y un poco antes de llegar a la rotonda que hay casi al final de la carretera, coges un carril que cruza el bosque que hay a mano derecha. Sigues el carril todo recto durante un par de kilómetros y el primer carril que veas a mano izquierda lo coges. Sigues todo recto durante un par de kilómetros más y listo. ¿Ves que fácil? Entonces te veo ahora Jasper. ¡No tardes! – y colgó
No pude evitar sentirme frustrada ante la actitud de aquel chico y refunfuñando me tiré en el sofá. Pasaron varios minutos y aun seguía dándole vueltas. Si Jasper no acudía a su casa y más siendo un asunto importante, ese chico acabaría enfadado con su amigo y todo sería por mi culpa. Así que, después de darle vueltas y vueltas en la cabeza. Decidí que lo mejor sería ir a casa de ese chico y decirle que se había equivocado de teléfono y que llame nuevamente a su amigo. Aun recordaba las indicaciones que me había dado por lo que cogí las llaves que Charlie me había preparado, cogí mi chaqueta marrón y tras cerrar la puerta, me metí en mu furgoneta camino de la casa de ese joven.
Con cuidado para no perderme, le pregunté a una mujer cual era la carretera 101. Esta me indicó perfectamente y en menos de un par de minutos me encontré en dicha carretera. Tras varios minutos divisé un poco lejos una rotonda y tal y como él había dicho un carril apareció a mano derecha. Lo cogí, aun temerosa de mi coche no aguantase ese camino lleno de piedras y baches. Tras unos pocos minutos más pude ver el sendero de la izquierda y lo tomé con cuidado de no atascar la rueda en un boquete que había. El resto del camino estaba en mejores condiciones y no me llevó mucho tiempo llegar a mi destino. Aparqué la furgoneta en la entrada poniendo las luces de emergencia y me bajé del vehículo.
Mis ojos se abrieron como platos al ver aquella casa, que bien podría ser la de un príncipe. Era enorme, llena de grandes ventanales que le daban un toque moderno que contractaba con el toque antiguo de las piedras de la enorme fachada. Lentamente, empujé la puerta de la cancela que estaba abierta y me dirigí a situarme frente la puerta. Una vez situada, llamé al timbre y esperé con el corazón latiendo a un ritmo frenético, a que alguien abriese el enorme portón de madera.
Pasaron unos segundos…y nada…
Volví a llamar.
Varios segundos más…y nada…
Lo intenté otra vez y por fin escuché que alguien se acercaba a la puerta. Esta comenzó a abrirse tomé aire para decirle a ese joven que se había equivocado; pero me quedé sorprendida al ver que la puerta no se abría más.
- Entra Jasper, ¡Que no te de vergüenza! ¡Estamos solos! – escuché nuevamente aquella risa musical
Lentamente empujé la puerta y entré en la casa. Si era hermosa por fuera aun lo era más por dentro. Aun así no tenía tiempo para estar pendiente de la decoración. Debía aclarar de una vez por todas que yo no era Jasper. No sabía hacia donde ir y ese chico no estaba por ninguna parte. Suspiré y pensé que esto no se aclararía nunca, que sería mejor salir de allí; pero de pronto…una hermosa melodía llegó a mis oídos.
No pude evitar andar en la dirección de la que provenía aquel hermoso sonido. Llegué a una hermosa sala donde había un piano. Finalmente le vi. Tenía los ojos cerrados deslizando sus dedos sobre las teclas del piano. Era el chico más hermoso que había visto en mi vida. Parecía mayor que yo, pero quizás uno o dos años. Su rostro pálido y de fracciones perfectas, su desordenado cabello color cobrizo y sus ojos que aunque no podía verlos, deduje eran muy hermosos, le hacían parecer un Dios griego.
Con cuidado, a un paso lento y pausado y dejándome llevar por aquella música. Avancé hasta situarme a su lado y tomé asiento junto a él en la pequeña banqueta. Todo pensamiento racional dejó de tener sentido y lentamente fui cerrando mis ojos.
La canción era larga, pero en ningún momento perdía su encanto y su magia. Cuando esta finalizó. No pude evitar seguir con los ojos cerrados y susurrar.
- Es muy hermosa…triste…pero muy conmovedora…
Tras esto, me di cuenta de mi grave error. Era una desconocida en aquella casa. Ese joven debía de pensar que era un ladrón o algo por el estilo. Rápidamente abrí los ojos y me topé con unos preciosos ojos color verde que me miraban desconcertados.
- ¿Qui-quien eres? – Preguntó confundido
CONTINUARA...
N.A:
Bueno, este es mi primer fic asi que espero que no seas muy duros conmigo ^^U Espero que me digais que os parecio y bueno ya que habeis leido hasta el aqui dejeis un Review que no se tarda mucho en esciribr un ``te quedó bien´´ o un...``voy a matarte por esta cosa tan horrenda que escribiste xD´´ espero no recibir muchos de los últimos xD
Bueno ya solo me queda añadir que gracias por leer!
Nos lemos!!