"Por favor, ámame"
Lady Sakura Lee
Escapando de intrigas y problemas que aparentemente no tenían solución, Inuyasha busca el descanso y la libertad en tierras muy lejanas, encontrando allí a la joven que conocía desde la infancia y que ahora cambiaría su vida por completo.
Capítulo 1: "El escape"
"Centellante ángel, yo creí
que tú eras mi salvador en mi momento de necesidad"
Angels (Within Temptation)
Ginza, Tokio, Japón.
Sí, la vida era un asco realmente. En el momento en que lo pensó casi escuchó la risita burlona de su amigo y socio del alma, Miroku.
Claro, como ser el futuro dueño de esta naviera y poseedor de una de las más grandes fortunas fuera un asco realmente...
Inuyasha esbozó una típica sonrisa malhumorada y se reclinó más en la silla acolchada en cuero que tenía y en la cual se sentía casi un semi Dios.
Cierto. No podía pensar que su vida era un "asco" desde el punto de vista monetario al menos. Vivía en un departamento exclusivo y de bastantes metros cuadrados en el lujoso Roppongi Hills (frente al Grand Hyatt y al Mori Arts Center), era el segundo al mando de una de las empresas más conocidas del mundo (el cabeza de todo era su padre y tenía un hermanastro que, hasta el momento, se mantenía bien alejado de él), no tenía más preocupaciones que los negocios y decidir qué color de corbata usar y qué extravagante manjar probaría a la hora de almuerzo. Eso era todo. Ni siquiera era casado como para preocuparse de las típicas tonterías de un hogar. No, él era relativamente libre, adinerado, no estaba enfermo, no le faltaba nada... es cierto, los negocios lo estresaban y su vida personal estaba algo estancada pero… ¡Feh! Ese Miroku y su forma de hacerlo meditar...
- ¡Si no te comprometes se lo diré a tu padre!- Chilló la mujer de profundos ojos castaños que parecían casi rojos, rojos que le recordaban al infierno.
El recuerdo repentino lo hizo esbozar una mueca, entonces apoyó los codos en la mesa, con sus manos se tomó ambos lados de la cabeza y pensó, diablos se devanó los sesos, en encontrar una solución a aquel irritante problema. Maldita bruja...
El teléfono sonó provocándole de inmediato una aguda jaqueca. Miró de soslayo y vio que la luz intermitente indicaba que no era una llamada directa, sino de su secretaria. Apretó la mandíbula, los dientes casi le castañearon, el sonido le taladraba el cerebro como si fueran agujas inclementes perforándole el cráneo... ¡diablos! ¡Necesitaba un trago!
Se levantó e ignoró el teléfono. Caminó a la licorera y tomó una botella de cristal bien labrado que contenía un líquido dorado oscuro. Lo vertió sobre un pequeño vaso no más de la mitad y se lo bebió de un sorbo. El licor picó su garganta y quemó su estómago, en segundos el calor se apoderó de su cuerpo, entonces se aflojó la corbata y luego se quitó la chaqueta. El teléfono dejó de sonar, para su tranquilidad.
¿Cómo se había metido en aquel lío? Debería haberlo previsto... las mujeres, las mujeres como esas sólo tenían un propósito en la vida. Casarse con hombres adinerados para asegurar su futuro. Y lo peor... utilizando la más vil de las artimañas femeninas...
- ¡Vas a ser padre! ¡¡Tienes que asumir!!
No era estúpido para comprometerse sin pruebas, por supuesto ella ya las tenía en su mano y los resultados de un embarazo de casi dos meses se los estampó en la cara.
- Maldita bruja...- Masculló con rabia y tragó con fuerza.
Si su padre se enteraba que había dejado embarazada a una mujer con tan mala reputación, que para todo el mundo era una ambiciosa, arribista y lo peor, con un pasado demasiado oscuro, iba a desheredarlo.
Y quedarse sin el dinero de Inu Taisho sí que era motivo para estar desesperado.
Pero bien podría ser una trampa...
- ¡¡Lo juro, lo juro, se lo diré esta noche en su propio cumpleaños!!
Se le secó la garganta del pavor.
No es que le tuviera miedo a su padre, al qué dirán o el perder la fortuna, bueno, sí era motivo de preocupación pero no tanto como el verse atado de por vida a esa mujer. Ese era el GRAN problema.
- No… no puede ser…- La miró fijo, casi con odio-… ¿cómo sé si soy el padre?
Ella lo abofeteó, herida.
El golpe había sido brutal, la sangre se había mezclado con la saliva de su boca, aun así, orgulloso como era, se irguió y siguió mirándola como una estatua.
La mujer sollozó y lo miró con infinita pena, luego pareció derrotada y se sentó en un sofá cercano.
- No… no me someteré a una prueba de ADN estando el bebé aun en mi vientre, es peligroso, si quieres tendrás que esperar a que nazca…
Inuyasha hizo una leve mueca con sus labios. La miró una vez más y salió del departamento.
Y ahora estaba aquí, muriendo de impaciencia, rabia, desesperación…
La noche se acercaba lentamente, la fiesta pronto comenzaría en la mansión. Debía estar allí… y también iba a estar ella… la que decía ser la madre de su futuro hijo…
Kagura…
Miroku entró en ese momento. Su traje de diseñador competía en elegancia con el de Inuyasha, su cabello, negro y un poco largo lo llevaba atado a una coleta que se había negado hacer desaparecer sólo para mantener su veta rebelde y de rompe corazón. Llevaba anteojos de lectura que lo hacían lucir en ese instante serio e intelectual aunque el hombre, la mayoría de las veces, era demasiado relajado y parrandero.
- Disculpa Inuyasha, tengo una llamada del detective que me pediste contratar.
La mirada perdida se alzó y se posó en los ojos azules del que no sólo era su compañero de trabajo, sino que mejor amigo, confidente. El corazón de Inuyasha saltó lleno de esperanza.
- ¿Y?
Miroku se acomodó las gafas sobre la nariz sin dejar de mirarlo. Los segundos que transcurrieron le parecieron a Inuyasha completamente eternos...
- Dice que… efectivamente esta viendo a alguien… a un hombre… - Declaró con suavidad y casi en un murmullo como si no quisiera dañarlo-… ha enviado fotografías a tu correo…
- ¡Maldición! ¡Maldición!- Masculló el joven caminando aprisa con las manos en puño a su escritorio. Abrió la tapa del notebook con poca delicadeza y comenzó a teclear rápidamente. Miroku juraría que tenía la frente sudada. Inuyasha parecía desquiciado, sus ojos estaban pegados e hipnotizados a la pantalla, sus dedos hacían sonar estrepitosamente las teclas, un instante más tarde el sonido se detuvo e Inuyasha hizo un chasquido con su lengua.- ¡Perra!
Él miró fijamente un momento la primera fotografía. No era detallada, pero reconocía claramente a la que había sido su aventurilla los últimos meses, abrazada a un hombre del cual sólo se veía su espalda y parte de su cabello castaño, el que debía ser largo. Las imágenes no eran del todo nítidas, se notaba que quien las había sacado estaba bastante lejos del lugar y había tenido que emplear todo el zoom de su profesional cámara fotográfica, haciendo que las imágenes perdieran calidad.
La pareja estaba en un lobby de un lujoso hotel, mucha gente los rodeaba pero eran hombres, tenían pinta de matones, pensó el muchacho. Tecleó una vez más y aparecieron más imágenes. Tragó fuerte mientras sus ojos dorados e intensos estudiaban con rapidez cada fotografía, el corazón lo sentía latir con fuerza, el alivio poco a poco se fue apoderando de su tenso cuerpo. Finalmente, Inuyasha sonrió, y su sonrisa fue la más escalofriante que Miroku había visto. El joven Taisho se reclinó en su silla acolchada y miró fijamente a su amigo.
- ¿Es la solución del problema?- Preguntó éste, alzando una ceja.
- Esa perra fue muy tonta... ¿creía acaso que casarse conmigo iba a ser muy fácil? Un embarazo... la más vieja de las tretas...
- Pero efectivamente esta embarazada...- Musitó el otro.
- Lógicamente no es mío. Me cuido. Si esa tonta mujer cree que por estar medio borracho no recuerdo con detalle todo lo que he hecho... esa noche no pasó nada.
Miroku suspiró y se acercó con lentitud a él.
- Bueno entonces... ¿por qué estabas tan asustado?
Inuyasha entrecerró los ojos y su rostro se endureció.
- La muy maldita iba a armar un escándalo en el cumpleaños de mi padre... ya sabes como él odia la vulgaridad, el escándalo... y "el qué dirán"... no me importa lo que piensen los demás pero él no me lo hubiera perdonado... además… aborrecería atarme a ella… no sé porqué me fijé en esa mujer… es una vulgar…
- Ahhh entonces con estas fotografías, chantajeas a Kagura y te deshaces del problema.
El de ojos dorados sonrió nuevamente de forma escalofriante, se podría decir que hasta siniestra, mostrando sus blancos y perfectos dientes.
- Precisamente...
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Era una noche magnífica, tibia y perfumada, el aire traía el aroma de los duraznos ya maduros en época de verano. La mansión Taisho brillaba de esplendor y no sólo eran las farolas que iluminaban la fachada y los jardines haciéndolos destacar, sino también las lujosas limusinas aparcadas cerca de ella, la gente vestida con sus más grandes galas caminando en el lugar y la música clásica que se dejaba escuchar en el escenario que habían montado en los majestuosos jardines de la casa y que provenían de la sinfónica más famosa y prestigiosa del Japón.
Inu Taisho sobresalía. Sobresalía por su garbo, su cuerpo imponente a pesar de los años, su aire distinguido y a la vez severo, la belleza de sus rasgos a pesar de la edad. Vestía un costoso esmoquin negro que no ocultaba los músculos de su cuerpo, sonreía como pocas veces a las personas que en ese momento lo saludaban. No se habían escatimado en gastos, menos en invitados, las grandes personalidades del mundo de la cultura, política y empresarial no sólo del país, sino del mundo, estaban allí para celebrar sus 65 años. Inuyasha lo observó mientras bebía su tercera copa de champán. Se sentía a veces intimidado ante él... quería ser perfecto, valioso, un orgullo... quizás lo hacía porque siempre se había avergonzado de su madre, la mujer que lo engañó y que ahora vivía bien lejos de ellos. Quería casi borrar la vergüenza de su madre... su padre no lo había merecido... ese hombre la había amado tanto... y había sufrido por todo... él era pequeño aun, aunque no lo suficiente, pero recordaba aquel día... su madre fue una desvergonzada, engañar a su amado padre, después de que éste había dado todo por ella, después de haberla sacado de la miserable pobreza...
- Querido, ahí viene nuestro hijo.
Inuyasha primero observó a la mujer que estaba junto a su padre, la primera esposa con la cual había tenido un hijo, su primogénito, Sesshoumaru. Seika era una distinguida dama de carácter altivo y modales casi principescos. Cuando llevaban 5 años de casados Inu Taisho se divorció para casarse con Izayoi, la madre de Inuyasha, a quien había conocido en un viaje a Grecia. Habían vivido felices lejos de Japón, hasta que esta última lo había engañado. Dolido y abatido volvió a los brazos de Seika con quien se había vuelto a casar. A Inuyasha no le simpatizaba su madrastra, ésta siempre lo había tratado con el desdén y como el "vástago" que era. Pero a él poco le importaba. No era un ilegitimo, había nacido dentro de un matrimonio... que su madre luego hubiera cometido semejante bajeza era otra cosa...
Y ahí ahora se acercaba el detestable de Sesshoumaru. Su medio hermano, el cual conoció a la edad de 12 años, cuando volvió a Japón junto con su padre.
Sesshoumaru tenía el mismo aire altivo y principesco de su madre. A veces Inuyasha creía que ese hombre no tenía corazón. Era más frío que un témpano de hielo... jamás perdía los estribos, jamás nada lo perturbaba, siempre miraba por sobre su nariz a todos, con el único que se sometía era con su padre. No se llevaban muy bien, a decir verdad, no se llevaban nada de bien. El menor de los Taisho sabía perfectamente porqué su medio hermano lo despreciaba hasta el punto de tratarlo como casi escoria. La herencia… la herencia que nunca obtendría por completo pues tendría que ser dividida en dos, por Inuyasha y él, cuando falleciera su padre. Sesshoumaru se había mantenido lejos en este tiempo, pero el que estuviera por aquí no sólo obedecía al cumpleaños de su padre… su medio hermano era muy ambicioso… y compartir una herencia era algo que le desagradaba profundamente… Inuyasha estaba seguro que maldecía su existencia por eso… y por el cariño de su padre.
- Vaya… vaya, esto sí que es una sorpresa…-Musitó con burla acercándose a él y sonriendo de medio lado a Sesshoumaru.
El hombre alzó levemente la barbilla y apenas lo miró, en cambio, se empinó su copa de champan ignorándolo por completo. Como Inuyasha estaba de tan buen humor debido a que el "lío" en que estaba metido se había solucionado, siguió con su cometido de molestar a Sesshoumaru y ver, por una vez siquiera, que perdiera la compostura en público.
- ¿Qué? ¿Soy tan poca cosa aun para ti que no te dignas a hablarme? Pareces un niño con berrinche jajaja.
Como respuesta obtuvo un silencio. Inuyasha entornó los ojos. Pero prosiguió. A veces era demasiado infantil, lo sabía, pero qué podía hacer. La verdad sentía un verdadero placer provocar a su hermanastro.
- ¿Cómo que apareciste hoy? Ahhh cierto, es cumpleaños de papi, hay que mantener las relaciones si se quiere obtener la herencia del viejo ¿verdad?
Al fin su hermanastro lo miró y su mirada, dorada como la suya, se clavó como si fuera un puñal de peligroso filo.
- ¿Eres tú el que dice eso? Al menos no me arrastro como una babosa… no soy yo el que esta en peligro de tener esa herencia siendo casi ilegítimo.
- ¿Y eso te duele?- Sesshoumaru finalmente volvió el cuerpo hacia él y lo miró fijamente mientras Inuyasha sonreía- ¿Te duele que sea un Taisho y que reciba una herencia? Lástima para ti que no fuiste hijo único.
El mayor de los Taisho entrecerró los ojos hasta el punto de quedar casi cerrados, casi, porque aun así se le podía ver el dorado de sus ojos, mas fino, pero más intenso, sombrío, letal.
Algo dentro del pecho de Inuyasha se removió, el corazón, sí, el corazón se agitó brevemente como si algo le estuviera anunciando. Como el viento que de pronto sopla un poco antes de desatarse la tormenta.
- Tú… no significas ni eres gran problema para mí…- Murmuró al fin, volteó y caminó hasta su madre, dejando a Inuyasha inquieto y con la mandíbula tensa. La sonrisa burlona ya había desaparecido de su boca.
Pero… ¿Por qué tendría que temerle? Sesshoumaru estaba frito, tendría simplemente que compartir la herencia, mala suerte para él. Intentó tranquilizarse y volteó con la copa en los labios hasta el gentío. Un par de mujeres elegantes y distinguidas lo contemplaban con osadía. En otro tiempo se hubiera aprovechado de eso, pero apenas había salido de aquella relación tan traumática con Kagura que, estaba seguro, por un buen tiempo las mujeres no iban a ser su prioridad, además sentía tanto rencor contra el género femenino que ni siquiera les hizo caso. Y tenía que cuidar su reputación… si quería que el viejo se sintiera orgulloso de él.
Las horas comenzaron a avanzar así como el ritmo de la velada. Inuyasha se había mantenido relajado observando todo a su alrededor y hablando de vez en cuando con hombres de negocios. Había charlado con un par de mujeres, pero estas se habían alejado al enfrentarse a la frialdad y rudeza de su trato. "El joven Taisho no es muy educado que digamos", murmuraban con desdén, sin embargo más de alguna se había hecho el propósito de obviar aquellos defectos con tal de conseguir su corazón… o su billetera, que era igual.
La música cesó de sonar justo cuando traían el gran y costoso pastel. Inuyasha se acercó lo suficiente para estar en el grupo de la familia, aunque claro, Inu Taisho tenía a un lado a Sesshoumaru y al otro a Seika, no le quedó más que situarse justo tras él mientras todos le cantaban el cumpleaños feliz. Su padre sonreía levemente pero como pocas veces había visto al viejo, pues era tan serio. Tanto como su hermanastro, pero con ápices de amabilidad cuando quería, no como Sesshoumaru que la amabilidad era inexistente en su vocabulario. La gente dejó de cantar y su padre sopló apagando las innumerables velas. Era viejo, pero tenía mucha vitalidad aun, ninguna quedó encendida. La gente aplaudió a rabiar.
La música comenzó otra vez y el bullicio se apoderó del aire, sin embargo, de pronto, un par de voces sobrepasaron el nivel normal de la fiesta, llamando la atención poco a poco. La gente comenzó a mirar a su alrededor, Inuyasha sólo pensó que algún mesero se le había caído su bandeja con copas, pero entonces las voces se hicieron más chillonas, en realidad, la voz gritona de una mujer fue lo que hizo que la música cesara nuevamente, la gente dirigiera la mirada de inmediato a la silueta que se acercaba hacia el homenajeado e Inuyasha se atragantara con su bebida.
La mujer más que gritaba, chillaba colérica, a pesar de su delgadez y ser bastante más pequeña que los guardaespaldas, aun así lograba zafarse de sus brazos cada vez que estos intentaban atraparla. Kagura tenía el rostro rojo y lloroso, aun así vestía bastante bien, sin perder su estilo.
- Tu… Maldito cobarde ¡tu!- Lo apuntó, que de la sorpresa y el estupor se quedó paralizado. ¿cómo era que ella se encontraba ahí? Si hacía un par de horas apenas la había increpado, la había descubierto y amenazado con las fotografías en donde evidenciaba su infidelidad… ¿porqué estaba ahí haciendo semejante escándalo si ella misma no había sido capaz de defenderse ni siquiera de explicar bien la relación con el hombre de las fotografías? ¿porqué ahora lloraba y chillaba herida cuando hacía un par de horas él mismo la había amenazado, diciendo que si se atrevía a armar un escándalo con lo del embarazo, le mostraría las fotografías a todos los medios para que vieran la clase de mujer que era y para que supieran que ese bebé no era suyo?? ¿qué diablos se proponía? ¿Y cómo era posible que hubiera entrado tan fácilmente a la mansión, cuando su entrada estaba estrictamente prohibida por él? ¿qué diablos estaba pasando? - ¡Inuyasha, cobarde, traidor, cobarde!
Miró a su anciano padre que observaba confundido y con el ceño fruncido a la mujer, Kagura se había acercado lo suficiente ahora para golpear el pecho del que por un par de meses había sido su amante mientras los guardias la seguían tironeando de los brazos aunque no lo suficiente, Inuyasha se preguntó cómo era posible que esa mujer fuera capaz de dominar la situación… en seguida lo comprendió, debió de decirles que estaba embarazada.
- Kagura, por favor…- Masculló rojo de ira y tomándola de las manos-… ya lo hablamos… no seas tan cínica…
- ¿Pero qué sucede aquí?- Dijo al fin Inu Taisho.
La gente se había reunido alrededor de ellos dejando a los protagonistas en medio del vergonzoso espectáculo. Inuyasha recorrió con la mirada en busca de la ayuda de su amigo Miroku. Este se acercó de entre el tumulto y tomó a la mujer de ambos brazos hablándole de forma conciliatoria.
- Señorita Kagura, por favor… recuerde el acuerdo… recuérdelo…
- ¡Tú eres un alcahuete de ese hombre!- Bramó.
- ¿Por qué no nos dice de una vez por todas porqué esta tan enfadada con mi "querido hijo"?- Dijo al fin Seika, con su voz distinguida pero altanera.
Inuyasha palideció y le dio una mirada de pánico a Miroku. Tenía que sacarla de ahí. A pesar de todo, de que ese bebé no era suyo, no estaba probado… el escándalo que se iba a armar… el corazón se le salía por la boca, apretó los puños, casi estaba que se lanzaba sobre la mujer para hacerla callar.
- Ese hombre que esta ahí, el distinguido hijo menor de Inu Taisho, va a ser padre…- Se escucharon murmullos sorprendidos, Inuyasha tenía la vista fija en la mujer, la mandíbula tan tensa que los dientes crujían-… sí… y no vendría aquí a interrumpir esta fiesta sino fuera porque esta tarde él me ha amenazado… desentendiéndose de nuestro bebé…- Kagura se llevó una mano a su vientre plano aun y sollozó-… yo, que lo amo tanto… aquí habrá un Taisho que será bastardo…- Gimoteó luego, ocultando el rostro con sus manos y echándose a llorar.
La gente volvió a murmurar y a mirar con escándalo a Inuyasha y luego a la mujer.
- Es… eso cierto… ¿hijo?- Murmuró pálido Inu Taisho y mirando con asombro a su vástago.
Inuyasha finalmente caminó hasta ella y la tomó de un brazo, aunque quería ser sutil no podía, esa mujer tan cínica, tan mentirosa sacaba lo peor de él, si fuera un hombre no tendría piedad…
- Ven, debemos hablar maldita…- Masculló.
- Cómo puedes ser tan cruel…- Gimió ella en un murmullo, mirándolo a los ojos y visiblemente descompuesta, las lagrimas caían en abundancia por sus mejillas-… pensé que eras un ángel cuando te conocí… tan bueno… tan sincero… creí… creí que eras distinto a los demás… que eras mi salvador de esta vida cruel y vacía… me engañaste… nunca fuiste un ángel sino un demonio…
- Mira quien habla de demonio…- Masculló Inuyasha furioso-… ahora vete de aquí…
Ella se rehusó a seguirlo a pesar de que el hombre casi la arrastró para hacerlo.
- ¡No! ¡¡Que todos sepan lo irresponsable y bajo que eres!! ¡Negarte a tu hijo! ¡del deber que debes cumplir! Tu ¡un Taisho! ¡Actúas como poco hombre! ¡¡Qué poco honorable eres!!
Tanta basura a su familia, a su apellido y sobre todo a su persona era demasiado. Quería sacarla de allí como fuera, la odiaba, la odiaba por cómo provocaba que su padre lo mirara. No, él no quería que Inu Taisho lo observara con desilusión, con vergüenza, con deshonor.
- Ven te digo…-Masculló una vez más, de pronto tuvo casi un instinto asesino con ella.
Algo pasó entonces. Kagura chilló una vez más y se desmayó en sus brazos, a Inuyasha le pareció que todo sucedía como en cámara lenta, el ruido ambiente dejó de ser audible a sus oídos, miró a su alrededor, todo se movía, era como si el mundo se estuviera derrumbando, miró a Seika que lo observaba con sus ojos fríos pero con una leve sonrisa escalofriante, miró a su hermanastro que tenía la vista fija en él, reconoció la burla en sus ojos… y luego miró a su padre… aquello lo destrozó… su padre estaba como una estatua perfecta e irreal, con su rostro en donde claramente reconocía la vergüenza, la desilusión y el horror…
Le había fallado a su padre, lo había avergonzado, lo había destrozado… igual como lo había hecho su madre…
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Se paseó como león enjaulado por la hermosa estancia. Quería hablar con el viejo, quería explicarse, contarle todo, decirle… pero Inu Taisho se había negado a hablarle.
- Hablaremos… pronto…- Había musitado con desdén cuando intentó hacerlo.
Después de lo sucedido en la fiesta, era poco lo que recordaba. Había dejado a Kagura en manos de Miroku quien se encargó de devolverla a su casa, había intentado explicarse con su padre pero éste se había negado a hablarle, la fiesta había terminado más pronto de lo pensado y ya nada había sido igual. Había sido, a decir verdad, una velada del horror y el desastre.
Ahora estaba ahí, en casa de su padre, el sol aun no salía tras las colinas, demasiado temprano aun para levantarse, pero qué podía hacer, no había dormido en toda la maldita noche, ni siquiera se había marchado a su lujoso departamento, quería explicarse con el viejo…
- ¿Es posible? ¿puedo hablar con él?- Murmuró ansioso cuando la puerta se abrió y Seika salió en bata de dormir y su extraño cabello suelto.
La mujer se arropó más la bata y lo miró con el ceño fruncido.
- No durmió en toda la noche… y hubieron momentos en que… creí que podría darle un ataque al corazón…- El rostro de Inuyasha se desencajó-… sabes que él es viejo y noticias tan horribles como estas…
- ¡¡Pero necesito explicarle!!
Ella negó con la cabeza.
- No te lo recomiendo…
En ese momento una muchacha del servició pasó por su lado llevando la bandeja del desayuno y el periódico. Inuyasha alcanzó a ver a su padre aun recostado en la cama, se abalanzó hacia la puerta, su madrastra lo tomó del brazo impidiéndole el paso.
- ¡¡Padre!! ¡¡Por favor! ¡Déjeme hablar con usted!
Inu Taisho hizo una seña a su esposa y esta, a regañadientes, soltó a Inuyasha. El joven sintió saltar el corazón de esperanza, entró con lentitud a la habitación, cerrando la puerta tras su espalda. Mientras caminaba hasta la cama, sintió la hiel en la garganta, su padre no lo observaba, sino que miraba fijamente el periódico.
- Padre…
- Vaya, vaya… no tenía idea que habían también periodistas infiltrados en mi fiesta de cumpleaños… ¿podría suceder algo peor?- Entonces Inu Taisho lo miró, no, clavó sus ojos en él mientras le mostraba la portada del periódico. A Inuyasha casi se le paraliza en corazón. En primera página, sí, en la portada y con titulares rojos y destacables se leía "¡Escándalo en la alta sociedad!" y más abajo, fotos de Kagura histérica en la fiesta, fotos de su familia mirando la escena, fotos de él con el rostro lleno de ira… todo, todo estaba allí… incluso la noticia: "¿Un ilegítimo en la familia Taisho?"
Todo lo que había querido decir, murió en sus labios.
Inu Taisho suspiró y miró dolido a Inuyasha. El muchacho se sentía avergonzado, dolido, humillado…
- Esto… esto es muy grave y lo sabes… esa mujer… ¡cómo es posible que te hayas involucrado precisamente con esa mujer! Y ahora… un hijo tuyo…
- ¡No! No es mío, lo juro padre, no es mío ¡es una trampa!
Inu Taisho lo miró con reticencia, no muy convencido.
- ¿Es… cierto eso?
El muchacho se acercó rápidamente a él y se arrodilló en el suelo, con fervor tomó sus manos y lo miró con suplica.
- Padre, ella tiene a otro… esto es una trampa para comprometerme, quiere casarse, es eso… tengo pruebas… ya verá…
Inu Taisho apartó las manos de las suyas y desvió la mirada. Aunque su hijo no lo veía, su expresión había cambiado nuevamente.
- Ah… eso… habrá que ver si en verdad es hijo tuyo porque no creo…
- ¡No! ¡No es mío! – Se adelantó con fervor, su padre lo miró nuevamente, el joven suspiró y musitó-… pero… habrá que esperar hasta el parto… para demostrarlo… no permitirá que se le haga una prueba de ADN aun…
El anciano suspiró.
- Comprensible. Los médicos no aconsejan hacerlo estando aun en el vientre materno… se corren riesgos… y si le pasa algo a la criatura el escándalo será mayor…
Inuyasha tragó con fuerza. Lo sabía. Estaba atrapado por el tiempo. Sólo debía esperar… esperar… pero mientras, ni loco se casaba con esa mujer…
- Padre… yo…
El teléfono sonó en ese instante. Inu Taisho lo tomó y se quedó inmóvil. Inuyasha lo observó con el corazón aun palpitante. Era un misterio aun para él si ya había sido perdonado… aunque… quizás podría creer lo de Kagura y su trampa, sin embargo, el escándalo que se había formado tras esto, el revuelo que había causado en la fiesta y que podría causar en el país… eso… a eso le temía aun. Pero… salvo la vergüenza y las burlas de los demás… ¿qué más podría pasar? Iba a tener que hacer bastante mérito ahora para poder limpiar la imagen y el apellido de su familia… ahora tendría que desembolsar fuertes sumas de dinero para pagar a cada periodista si fuera posible, en blanquear no sólo su imagen, sino la de su familia, su apellido… además tenía pruebas de que Kagura lo engañaba, fotos que demostraban que veía a otro hombre…
El fuerte sonido del auricular chocando contra la base del teléfono lo sacó de sus pensamientos. Miró a su padre y observó que el rostro desilusionado y dolido había cambiado a uno rojo de furia y rabia. La vena en el cuello sobresalía notoriamente y sus manos, ahora en puño, temblaban sin control. Tuvo un mal presentimiento, un muy mal presentimiento cuando aquellos añosos ojos dorados se enfocaron en los suyos.
- Las acciones… - Musitó, con la voz apenas audible, de pronto, el hombre parecía haber envejecido diez años más-… los negocios… todo…. se ha derrumbado…
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No valieron de nada las excusas, las aclaraciones, las amenazas de parte de Inuyasha a los accionistas y socios. No. A decir verdad todo lo que decía parecía caer en terreno infértil. Ni siquiera su padre quiso volver a hablar con él. Nadie creyó en su palabra, nadie creyó en la trampa, en realidad a casi nadie le importó que lo fuera porque lo que importaba aquí era el que el apellido Taisho se había ensuciado, que uno de los futuros herederos demostraba acciones y actitudes poco decorosas y responsables y que no se podía confiar ya en nada. Lo peor, y lo cual demostraba que estaba siendo víctima de una trampa, era el que su cuenta de correo había sido hackeada, borrando las fotos y que cuando se quiso nuevamente contactar con el detective para que le diera copias, éste había desaparecido sin dejar rastro.
Los próximos días diarios, revistas y programas de farándula hablaban del escándalo… cuando iba al trabajo sentía la mirada de los altos ejecutivos de reprobación y odio y las de sus subalternos de burlas. Jamás se había sentido tan humillado, tan avergonzado, tan impotente… y tan lleno odio en su vida…
La maldita de Kagura deseaba casarse… y lo quería todo, porque aunque Inu Taisho le había ofrecido una buena suma para que desistiera, ella no había aceptado. Nadie le creía… y tal como iban las cosas… era bien probable que se viera forzado a hacerlo… todo para devolver la tranquilidad a la familia, a los socios y accionistas y comprobaran, que en realidad, era un hombre honesto…
Era una trampa, una trama, esta seguro, pero… ¿de quién? Podría ser cualquiera… algún empresario enemigo de su familia… o alguien de su propia familia…
Pero todo lo que estaba recibiendo no era suficiente. Días más tarde supo que, ya que él se negaba a comprometerse con Kagura, su padre lo había desheredado. Inuyasha sabía que su madrastra había aprovechado este problema para alejarlo de la herencia… al joven le dolió recibir aquel rechazo de su padre, de aquel que tanto idolatraba…
Desilusionado y cansado, pensó que ya no tenía nada qué hacer en Japón.
- Quizás sea bueno… que te tomes un par de meses de descanso… - Había sugerido Miroku, sin ver otra salida, más que el tiempo para desenmascarar a Kagura, aunque el daño ya estaba hecho.
Inuyasha se negaba a huir. Eso sí era de cobardes. Pero las cosas iban de mal en peor. Su familia le había dado la espalda, su reputación estaba por los suelos, su credibilidad era inexistente, todo el mundo se burlaba y lo criticaba… la maldita de Kagura que lo acosaba… instigaba… abrumaba…
Tendido sobre su cama, la luz del atardecer le daba completamente en los ojos. En otras ocasiones eso hubiese sido fastidioso, ahora, ni siquiera notaba lo incómodo que era. Se sentía tan frustrado y dolido. Frustrado por que a pesar de todas sus explicaciones estas eran vanas… y dolido porque su padre le había dado la espalda. Quizás Miroku tenía razón… quizás con el tiempo podría solucionar todo… mientras tenía que salir de ahí porque se sentía asfixiado y porque muchas veces experimentó un instinto casi asesino contra Kagura… las mujeres como esas, de cuna poco noble, vulgares y pobres lo único que deseaban era atrapar millonarios como él… la odiaba ahora, la detestaba y junto con ella a todas las mujeres de esa calaña… había destruido su vida, se había quedado sin herencia y sin su magnífica vida de rico, todo por culpa de ella ¡maldita mujer!... pero él no se iba a dejar vencer… saldría adelante, recuperaría todo lo que había perdido… ¡como fuera! Y si pudiera ¡hasta de trucos sucios se valdría igual como lo hizo esa! Ya no sería el ingenuo de antes… ahora desconfiaba de todo, de todos… pero tenía que recuperarse… idear un plan… y lo mejor era desaparecer del mapa por un par de meses… luego… su venganza contra Kagura y sus cómplices, fueran los que fueran, iba a ser sin misericordia.
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Santorini, Grecia.
El cielo azul era tan intenso que le ardían sus pupilas, el viento del atardecer, que se envolvió en su cuerpo y casi arrancó su saco del regazo, era tibio, suave y con aroma a azucenas, especias y yodo. Inuyasha alzó la vista hasta lo alto de la casona de piedra blanca inmaculada. Tuvo un sentimiento de melancolía por ver, después de tantos años aquel lugar, felicidad por las imágenes de la infancia que inundaron su memoria y tristeza… porque de pronto se sintió miserable al haber evitado a su madre.
¿Lo recibiría? ¿sería igual de rencorosa como el viejo? Sólo ahora lo averiguaría. Acomodó las gafas de sol en la cartera de su camisa y entró en los jardines de la mansión, seguido del conductor del taxi quien le cargaba el pequeño equipaje a regañadientes.
Se situó frente a la puerta y golpeó una manija de acero. El lugar era silencioso, demasiado, pacífico, brillante… caluroso… como siempre, tal y como lo recordaba… parecía que el tiempo se había detenido.
Quizás no había sido buena idea venir… después de todo… él mismo había tratado mal a su madre… pero… recibir cartas todos los años de ella revelaban que aun quería seguir manteniendo el contacto… su madre… su madre que había engañado a su padre…
Por un instante, Inuyasha sintió que su corazón se oprimía. Su madre clamaba aquella vez que todo había sido un ardid… una mentira. Tal y como ahora… le sucedía a él… ¿sería posible que…? No… ella, una mujer, igual que todas quizás… bien, qué importaba… esto era lo único que le quedaba… y estaba bien lejos de Tokio, nadie jamás sabría que estaba ahí precisamente.
Antes de pensar más la puerta de pronto se abrió y una muchacha, joven, muy joven, de falda verde y camisa escolar blanca con un lazo rojo colgando, lo miró con desgano y habló casi son aburrimiento.
- No atendemos a vendedores así que por favor…
Sus bonitos ojos castaños de pronto parecieron cobrar vida, brillaron y se agrandaron debido a la sorpresa, ella lo miró a los ojos e Inuyasha también la observó con cuidado. No le era conocida… aparentemente, aunque algo, entre las nubes de su memoria se esforzaba en mostrarle imágenes de años atrás… un rostro, una persona, que desde que se había marchado de ahí, no había vuelto a recordar… ¿quién era? Esos ojos… sabía que los había visto antes…
- ¡Inuyasha!- Gimió la joven con emoción, casi reteniendo la respiración y luego sonrió, pero antes de abalanzarse se sonrojó completamente y se quedó como una estatua. Entonces bajó la vista avergonzada y murmuró- Perdón… Amo Inuyasha…
Continuará…
N/A: Hola a todos nuevamente. Qué extraño se me hace volver por acá. Los extrañaba, pero no podía avanzar mucho en esta historia que vengo planeando aunque ustedes no lo crean, desde el año pasado, debido a mis innumerables deberes que tengo este año. Aun no he salido de ellos, pero... me deprimo cuando no escribo tampoco n.n
Bueno, esta historia no sé si será corta o larga, eso lo tendré que ver a medida que vaya escribiendo. Lo que sí es que tomaré algunos elementos o temáticas que no he tomado en mis fics anteriores... espero salga bien. También intento que este Inuyasha, al menos en el principio, sea lo más parecido al del animé, también del principio. Ese Inuyasha rencoroso, rudo, desconfiado, malhablado. Por supuesto irá cambiando a medida que avanza la historia y todos sabemos también gracias al contacto de cierta chica n.n'... pero las cosas en al menos este fic alterno se complican verdaderamente... pufff... jeje, no sigo, veremos qué pasa. Muchísimas gracias por leerme, seguirme, por todos los mensajes que me enviaron mientras estuve fuera del mundo fanfiction y espero que sigan apoyando a esta parejita sobre todo ahora que continuaron el animé.
Nos vemos y gracias otra vez. Intentaré actualizar en la medida que me sea posible.
Lady Sakura Lee