Señoras y Señores, les informo que esta señorita ¡ha vuelto! Después de tanto tiempo y muchos trabajos que requieren de toda mi materia gris, al fin podrán leer otro capítulo de esta historia.
Recordatorio: Los personajes son de Stephenie Meyer, solo la trama es mía.
¿Te Equivocaste De Nombre?
Por la ventana de mi cuarto pude ver el Porshe de Alice estacionarse frente a mi casa, sabia a la perfección que las chicas venían con la única intención de convencerme para ir al partido.
Pero esta vez, no se las haría difícil, porque mi objetivo era el mismo de ellas, ir a ese partido.
Necesitaba encontrarme con Edward, explicarle las razones por las cuales no se me paso por la cabeza mostrarle el mensaje.
Lo recuperaría a como dé lugar.
Así tuviera que aguantarme las torturas de su pequeña y malévola hermana.
-¿Por qué no te has duchado? ¡Perdemos tiempo, Bella!- Dijo Alice apenas cruzo el umbral de la puerta de mi habitación con mi rubia cuñada siguiéndola de cerca mientras cargaban unas pesadas cajas.
-En mis tiempos se saludaba, Alice- Dije mirándola con una sonrisa.
-Y en los míos, ya te habías duchado, Bella - Dijo antes de empujarme hacia el baño.
Agradecía mentalmente el hecho que me obligasen a enfrentarme a ese dichoso partido, verle la cara a Edward, saber que ya no lo tenía conmigo y aun así, no perder las esperanzas de recuperarlo.
Porque sabía que sola no sería capaz de hacerlo, ni siquiera creo que sería capaz de levantarme de la cama, si no fuera por Alice.
El agua fría recorriendo mi cuerpo, me recordaba que aun seguía viva, no literalmente, sino emocional, el hueco en mi pecho seguía latente, esperando la oportunidad para abrazarme y consumirme.
Pero Alice me saco de mi ensoñación antes de que los recuerdos acabaran con la poca energía que el agua me había otorgado.
Una vez fuera de la ducha, Rosalie se apodero de la maraña de cabellos castañas para tratar de peinarlos de una forma decente, mientras Alice, sin ningún pudor, sacaba la toalla de mi cuerpo y sostenía mi ropa interior.
Mi rostro se tornaba de un rojo escarlata tomando las prendas que ella sostenía con rapidez, para colocármelas con un poco de torpeza, luego la pequeña chica apareció con un traje que le quedaría perfecto a las porristas.
-Estás loca- Me limite a decir mientras me cruzaba de brazos en una pose que decía "No cederé" Rosalie soltó una leve risita al ver como el rostro de Alice pasaba de la sorpresa ante mi negación al rostro de infante caprichosa cuando deseaba algo.
-¡Bella! Lo necesitas para animar a Edward, por favor-Musito haciendo su característico y altamente manipulador puchero, mi mirada se clavo en la rubia que había terminado de peinar lo que se podía llamar cabello pero no lo era, ella solo me sonrió alentadora, algo me decía que no sería la única vestida así.
Tome las prendas, cerrando los ojos con un largo y profundo suspiro, mientras sentía como la tela se pegaba a mi piel apenas logre ponérmela, no quería abrir los ojos pero mi subconsciente me decía que por mi bien, debía abrirlos, estaba frente al espejo, cuando mis ojos se abrieron, pude captar la imagen, de una chica castaña con una camisa ajustada que tenia escrito en mi torso "¡Vamos Edward!" mi mirada siguió descendiendo hasta la pequeña falda de los colores de nuestro instituto, solo que ordenados de forma diferente y todo por obra de Alice.
Las chicas habían desaparecido, dejándome sola con mi propio reflejo como compañía, mi mirada evadió mi rostro, para no asustarse con lo que sabía que encontraría, uno ojos desesperanzadores y sedientos por hundirse en la depresión.
Pero mi corazón se había cansado de sufrir, por primera vez, estaba luchando por ser feliz, Edward era lo más cercano a la felicidad que la vida se había encargado de darme y desgraciadamente me lo había arrebatado sin siquiera poder evitarlo.
-¡No quiero lagrimas, Isabella! ¡Quiero sonrisas!- Menciono Alice entrando a mi habitación, no me había dado cuenta que mis ojos se habían humedecido, voltee a verla y tal como me lo temía, Alice se había puesto lo mismo que yo solo que su camisa decía "¡Vamos Jasper! Uniformadas y listas, pensé para mí.
Rosalie también llevaba lo mismo, con el nombre de mi hermano en su camisa, ambas me sostuvieron de los brazos y me obligaron a subirme al BMW rojo de Rosalie, la rubia que meses atrás me había odiado por creer que le robaría a su amiga, para que poco después terminara siendo mi cuñada, la vida da giros interesantes.
El trayecto hacia el instituto no duro mucho, Rosalie conducía como si de una carrera de autos se tratase, era un extraño hobbie entre los Cullen, la velocidad.
Mis nervios, por el contrario, quería que condujera más lento, no por temor a estrellarnos, ese temor ya lo había superado hace meses, la sensación de saber que pronto lo vería y que no tenía una explicación razonable para que el me aceptara de nuevo en su vida era la que manejaba mis nervios.
El ruido de la gente, la luces y el olor a comida rápida nos dio la bienvenida, el partido estaba comenzado, Esme, Carlisle y Charlie nos hicieron señas para indicarnos que nuestros puestos estaban guardados, el equipo estaba calentando al igual que el equipo de James, Emmett dejo de hacerlo al ver a Rosalie, su boca se entreabrió levemente y nosotras no pudimos aguantar la carcajada.
-¡Deja de ver a mi hermana de esa forma, grandulón!- Grito Jasper mientras se acercaba a Alice le daba un cálido e intenso beso, quería dejar en claro de quien era.
-¡Mira quien lo dice! ¡El que le esta succionando la boca a mi hermana!-Dijo Edward con una sonrisa divertida mientras Emmett se reía a carcajadas, Edward no había notado mi presencia ni Emmett tampoco, hasta que camine hacia los puestos donde se encontraba mi padre y fue allí cuando Emmett grito.
-¡Isabella Swan, cámbiate enseguida!- Eso atrajo la atención de Edward quien no pudo atrapar el balón que el entrenador le había lanzado, terminando por darle en la cabeza.
-¡Cullen, ojos en el balón!- Grito con enojo el entrenador pero Edward ni se inmuto por el regaño, seguía con los ojos puestos en mi, hasta que Emmett lo golpeo en el brazo y el reacciono.
Sonreí para mis adentros, aun lograba llamar su atención, mis esperanzas volvieron a surgir como gotas de lluvia, el partido estuvo muy reñido, ambos equipos jugaban muy bien, al final llegaron a empatarse y Edward tuvo que dar el tiro de suerte para llevarse la gloria.
La euforia era máxima, aunque solo fuera un partido de baloncesto, a muchos les animaba haber vencido a los mejores de Phoenix, decidí beber un poco de agua, tal vez así conseguiría las palabras adecuada para decirle a Edward, desgraciadamente me encontré con James al bajar, ambos nos encaminamos en silencio hacia los bebederos-
-Bella, lamento mi comportamiento de esta tarde, no fue el más adecuado, tienes razón al desconfiar de mí, lo que te hice no fue lo correcto, de verdad lo lamento y espero poder ser tu amigo- Musito James luego de que terminara de beber agua, mi mirada se enfoco en sus ojos grises, se veían tristes pero sinceros, recordé a mi madre, cuando no pudo ir a trabajar porque las condiciones climáticas se lo impedían; ella se acercó y tomo mi rostro con suavidad, era navidad, mi padre había prometido llamarme pero no lo hizo, me enfurecí siendo tan pequeña y empecé a guardar rencor, pero mi dulce madre dijo con suavidad aquellas palabras que quedaron en mi memoria.
"Si aprendes a perdonar, tu corazón estará limpio"
Una sonrisa apareció en mis labios, James me miro algo asombrado, no esperaba que le sonriera de tal forma pero ese recuerdo me hizo sonreír, estire mi mano para tocar su hombro con suavidad, las palabras que iba a decir a continuación eran sinceras, meditadas y firmes.
-Te perdono, no solo por eso, por todo- En efecto mis palabras lograron que la sorpresa apareciera en su rostro, sus labios se entreabrieron para argumentar algo pero se cerraron y formaron una gran sonrisa, era una sonrisa verdadera acompañada de un pequeño brillo en sus ojos.
Un gruñido se escuchó detrás de mí, no quise voltear, no me interesaba quien fuera el chismoso que estaba escuchando nuestra conversación además estaba corta de tiempo, necesitaba encontrar a Edward.
-Bella…Edward escucho nuestra conversación- Musite James con una leve mueca en la comisura de sus labios, mi rostro palideció como si estuviera frente a un fantasma, no esperaba que Edward escuchara esta conversación, tal como iban las cosas estaría pensando que yo tenía alguna especie de relación con James.
-Tengo que alcanzarlo- Musite levemente, más para mí que para James, el asintió y me sonrió generosamente, señalando con la cabeza el camino que él había escogido.
No espere a que me deseara suerte o me dijera adiós, solo salí corriendo como si mi vida dependiera de ello, corrí lo más rápido que pude por todo el pasillo del instituto hasta llegar al estacionamiento y ver con desaliento como el Volvo plateado arrancaba a toda velocidad, casi por iniciativa propia tome mi auto y lo seguí, no importaba a donde fuera, yo iría con él, si es preciso hasta el fin del mundo.
El Volvo aparco cerca del letrero de "no exceder la velocidad" por ambos lados se veía verde, verde y más verde, Edward bajo de su auto y se adentró al bosque, también baje del auto y me dirigí hacia el bosque, era una locura adentrarse a un bosque con una coordinación como la mía aun así seguía adelante sin importar las ramas o los ruidos extraños de la noche.
Edward se detuvo al llegar a un pequeño claro, debía admitir que era precioso, la luz de la luna le daba un toque fantástico junto con el roció de las flores y el aroma que indicaba la primavera cercana, el chico de ojos verdes me inspeccionaba con una mirada neutra, intentaba mantener sus sentimientos al margen de la situación pero yo sabía que es lo que sentía.
-Edward, déjame explicarte todo-
-No tienes nada que explicarme, Isabella, no somos novios, no es necesario-
Esas palabras hicieron eco en mi mente como gotas de lluvia golpeando contra el pavimento, en cierta forma tenía razón, aun así seguí.
-La razón por la cual no te mostré el mensaje, es porque tendría que contarte mi pasado, abrir una herida que para mí había quedado cerrada para siempre pero me equivoque, debí confiar en ti, el mensaje solo adelanto las cosas, te iba a contar, porque en eso se basa la relación, en hablar como mejores amigos, tontear como niños, discutir como casados y protegerse como hermanos, lamento que te enteraras de esa forma- No sé cómo las palabras fluyeron de repente, como si fuera otra la que hablara y no Isabella Swan, la chica tímida que le cuesta decidirse.
-No te costaba nada decirme, sabes que siempre te apoyaría- Musito el con la mandíbula apretada, algo le estaba molestando, no sabía que era.
-Me cuesta hablar de mi pasado- Susurre para mí, ahora si hablaba la chica morocha que había perdido a su madre de una manera absurda.
-Pero soy yo, jamás te dejaría sola, en mi encontraras más que un novio, Isabella, si de verdad quieres que funcione debes confiarme todo- Termino por soltarlo con tono bajo y frio mirando mis ojos.
Un viento gélido azoto mi cabello, él tenía razón pero ¿Cómo conseguir la fuerza para soltarlo todo sin derrumbarme a mitad de la confesión?
Cerré los ojos y empecé a hablar de forma apresurada y clara, la respiración era limitada al igual que mi fuerza de voluntad.
-Mi madre murió en un incendio, la casa se quemo por completo debido a una fuga de gas, yo estaba afuera jugando, veía asombrada y asustada como el fuego consumía la casa en donde me crie sin pensar si quiera que mi madre estaba dentro de ella, muriendo. Mi padre me trajo aquí creyendo que el hecho de cambiar de ambiente ayudaría pero no funciono, el recuerde de mi madre sigue latente, desde ese entonces no dejo que nadie se acerque a la Isabella de Phoenix.
Termine de crecer con una tía, hermana de mi madre, irónico que en vez de que mi padre se ocupara de mí, se encargó ella, solo fue hasta los 17 que mi padre reacciono y recordó que mi madre existía, se enteró de su muerte y decidió buscarme, aun así no lo culpo, debía criar a Emmett, James hace parte de ese pasado, un pasado que he guardado en un rincón de mi memoria- Termine con la respiración entrecortada, mi cara estaba empapada, al principio creí que estaba lloviendo pero me di cuenta de que eran las traicioneras lagrimas que rodaban por mis mejillas sin cesar, unos fuertes brazos me rodearon dándome consuelo, me aferre a ellos mientras el llanto se hacía más sonoro, el hueco de mi pecho se abrió dispuesto acabar lo que empezó, decidí entregarme a él, disfrutar del dolor que este me producía, dejar que los recuerdos fluyeran.
-Bella ¿Por qué no dejas que las personas entren en tu vida?- Susurro suavemente el muchacho de cabello cobrizo que me mantenía abrazada, esa frase termino por romperme, romper con mi fuerza de voluntad, caí de rodillas, sin que él pudiera evitarlo, apretándola mandíbula, las palabras salieron en forma de grito ahogado de mis labios.
-¡La razón por la que no los dejo entrar es porque no puedo darles lo que merecen! Un corazón limpio y puro abierto al amor, abierto a recibir y a dar, Emmett-
Era cierto, había nombrado a mi hermano porque mi retorcida y masoquista mente tenía esa conversación latente en donde el pronunciaba las mismas palabras, en ese momento me contuve de gritárselo, solo empeoraría las cosas aunque ahora ya no había tiempo, ya estaba rota pero a Edward no le importó.
Se arrodillo conmigo, levantando mi rostro con delicadeza, retirando mis lágrimas con sus dedos como si fuera una muñeca de porcelana rota que tal solo necesitaba un arreglo.
-No importa cuántas veces pretendas alejarme de ti por temor a no poder amarme como te amo, por temor a no hacerme feliz, porque la verdad es que tu corazón es la única razón por la que me despierto todos los días con una sonrisa en el rostro y me acuesto con la misma, eres la luz de mi vida, Isabella Swan y así será siempre- Musito antes de unir mis labios con los suyos en un beso lleno de amor y entrega, un beso que quedaría en mi memoria hasta que envejeciera.
Me cargo en sus brazos hasta llegar al Volvo, dejándome en el asiento de copiloto, no recuerdo de cuanto duramos en el regreso a su casa, tampoco me preocupe por dejar mi camioneta en medio de la nada, solo quería permanecer junto a él, si fuera posible por el resto de la eternidad.
En mi mente se comenzó a escribir el siguiente oso, aunque no tuviera papel para plasmarlo, ya lo llevaría en la mente y le entregaría a Angela dos osos, lo cual la pondría muy contenta.
¿Le cambiaste el nombre?
Estaban en plena discusión y por accidente lo llamaste por el nombre de tu hermano
¿Qué hacer? Puedes excusarte diciendo que en ese momento estabas pensando en el por un problema que tuviste y así el té entenderá.
¡No te tortures! A los chicos le agrada la sinceridad en las mujeres y la confianza es la base de toda relación, solo díselo y el comprenderá tu situación
Con un leve suspiro, mis parpados fueron cerrándose mientras me mantenía abrazada a Edward, no supe en que momento termínanos en su habitación pero no me interesaba, mi cerebro se había desconectado de mi cuerpo y solo mi corazón mandaba en ese momento, sabía lo que quería y no necesitaba más cosas, solo a él.
Bueno, chicas, como ven, el drama ha acabado entre la pareja, al menos por ahora, aun nos faltan dos osos y un epilogo para que esta historia finalice como debe ser.
Mil disculpas por el retraso y espero su opinión del capítulo.
Los quiere.
Alice B.