Nuria llegó a su vida buscando al hombre que financiaba todas las obras de Julián Carax, podría haber sido él como también podría haber sido cualquier otro. Lo que le importaba a Nuria era Julián y su obra. Fue una casualidad que ella y Miquel se llevaran bien, aunque siempre sospechó que la simpatía con la que Nuria lo trataba fue e un inicio por el hecho de que él y Julián fueron mejores amigos, quizás seguían siéndolo sin ninguno de los dos saberlo.

A Miquel le gustaba estar con Nuria porque con ella era libre de recordar a Julián sin remordimientos, sin cargos de conciencia y sin dudas extrañas rondando su cabeza. Hablaba porque se lo pedía, no porque no pudiera dejar de pensar en Julián tan solo un día.

A ella le gustaba estar con él porque así averiguaba cosas de Julián que de otro modo no tendría cómo saber. Julián estaba convirtiéndose en una especie de amor platónico para Nuria sin que ella pudiera darse cuenta.

Su amistad se basaba en la dependencia, porque Julián estaba al otro lado de la frontera, pero cuando estaban juntos era como verlo en los ojos del otro, sentirlo en el aire.

Miquel se enamoró de Nuria por eso, porque veía en ella al Julián de su infancia, a ese Julián que se empeñaba en olvidar. Con ella sentía que volvía a ser un niño, que Julián aún no conocía a Penélope y que seguían siendo inseparables, lo único que tenían en el mundo.