Disclaimer: Si fuera JK, creanme, no estaría acá.

Epílogo

El frío estaba cada vez más crudo, de hecho ella había salido abrigada con todo lo que encontró, pero aún así tiritaba bajo su suéter hecho por la señora Weasley, y el abrigo que le regaló su padre para su cumpleaños. Se bajó del expreso de Hogwarts subiendo su bufanda de Gryffindor hasta su nariz, para impedir que el frío se colara hasta su cuello. Arrastró su maleta con dificultad por el andén, lleno de chicos listos para pasar las navidades en sus casas, mientras luchaba con su larga melena rubia que insistía en estorbarle la vista con el fuerte viento que entraba a la estación.

-Nos vemos en casa de los Weasley Emy – le dijo Victorie, quien le sonrió, divisando a su madre Fleur a lo lejos - ¿Aún no encuentras a tu madre?

-No, tanta gente no me deja ver nada.

Victorie levantó la vista ayudando a su amiga, al minuto divisó algo.

-¿No es tu padre el que está allá?

Emily levantó la vista, extrañada. Efectivamente era su padre, pero no se le habría ocurrido que fuera precisamente él quien la recogiera en la estación. Se despidió de Victorie y caminó a paso rápido entre la gente para reunirse con su padre. Él la divisó a medio camino y se acercó a ella abrazándola fuertemente y llenando su cabeza de besos.

-Papá me sofocas – masculló la joven, quedándose sin aire. Su padre relajó su abrazo, pero no la soltó – Yo también te extrañé papá, pero quiero seguir viva.

Draco la soltó con una sonrisa en sus labios.

-Lo siento, te extrañé demasiado.

-Lo que no entiendo es qué haces aquí – dijo ella, poniendo sus brazos en jarra - ¿No se supone que tú debes estar en Egipto, trabajando?

-A mí también me da gusto verte – dijo Draco irónicamente, su hija sonrió y lo abrazó.

-No es eso, sólo que no esperaba verte tan pronto. Generalmente mi mamá viene a buscarme.

Draco depositó un suave beso en la cabeza de su hija antes de coger su equipaje y caminar con ella hasta la salida del andén. Emily llevaba la jaula con su lechuza multicolor, Rainbow, cubierta con un manto de lana.

-¿Y mamá? – Preguntó ella de repente.

-No pudo venir a recogerte, estaba algo ocupada.

-Ella sí que trabaja, deberías seguir su ejemplo.

Draco rió, cada día se sorprendía más de la personalidad de su hija.

-¿Vamos a tu casa? – Volvió a preguntar Emily.

-Vamos con los abuelos.

-¿Y mamá vendrá a pasar la navidad con los abuelos? – Emily levantó una ceja, incrédula – Sabes que no se pierde navidad conmigo.

-Se podría decir que sí.

La rubia estaba muy confundida. ¿Desde cuándo sus padres pasaban navidades juntos, más aún con sus abuelos presentes? Caminaron hasta salir de la estación y Draco abrazó a su hija para desaparecerse. Se vieron en la entrada de la majestuosa mansión Malfoy, que se erguía en medio de un frondoso bosque cubierto por un manto blanco de nieve. Caminaron por el inmenso jardín de narcisos y gardenias y llegaron a la enorme puerta de roble. Con un movimiento de varita Draco abrió la puerta de su antigua casa, y entró con su hija de la mano y arrastrando el equipaje con la otra.

-Iré a dejar tu equipaje a tu habitación – dijo Draco, tomando la jaula con la lechuza – En el salón debe estar tu abuela.

-¿No pueden hacer eso los elfos domésticos? – Inquirió ella, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño. Su padre la miró nervioso.

-Eso quisiera, pero si tu madre me sorprende es capaz de matarme.

Emily arqueó una ceja. ¿Qué cosas habían pasado en su ausencia?

-¿Mamá está aquí? – Su padre asintió – No entiendo…

-Es largo de explicar, voy a dejar tu equipaje.

La rubia vio como su padre subía con sus maletas y ella quedaba cada vez más confundida. Entró en el salón y divisó algo que la dejó perpleja. Su abuela, Narcissa Malfoy estaba acuclillada adornando la parte baja de un enorme árbol navideño mientras, sobre una escalera, su madre colocaba una gran estrella con ayuda de su varita sobre la parte superior.

-Creo que me equivoque de casa – pronunció Emily, perpleja. Al oír la voz de su nieta, Narcissa trotó hacia ella y le dio un fuerte abrazo.

-¡Oh, querida!, ¡Cómo te extrañé! – Narcissa soltó a su nieta y cogió su largo cabello en una coleta – Prefiero verte con la cara despejada, cariño. Se te ve la cara muchos más.

Emily no reaccionaba, veía como su madre bajaba la escalera con cuidado.

Hermione caminó tranquilamente hacia su hija y la abrazó de manera delicada. Emily contó hasta diez para poder tranquilizarse.

-¿Qué está pasando aquí? – Preguntó, con todo el autocontrol que su sangre Malfoy poseía.

Hermione y Narcissa se miraron unos instantes, y la segunda le tomó la mano a su nieta.

-Es una larga historia, querida. Iré a buscar a tu padre, los tres tienen mucho que conversar.

La imponente señora Malfoy abandonó el salón en busca de su hijo. Emily miró a su madre con ojos confundidos y a la castaña no le quedó más remedio que suspirar y sentarse sobre un amplio y carísimo sofá. Su hija la imitó. Justo en ese momento entró Draco quien cerró la puerta de la estancia y se sentó en el reposabrazos, justo a un lado de la madre de su hija y la saludó con un cálido y fugaz beso en los labios. Fue justo en ese momento que Emily vio brillar en las manos de sus padres, unas sortijas de oro blanco que brillaban con el tintineo de las luces de navidad.

Súbitamente, Emily se levantó.

-¡No puedo creer que no me hayan contado nada!

-Hija, no tuvimos la oportunidad de…

-¿De qué? ¿De avisarme? ¡Por Morgana, deben llevar meses de casados!

Draco y Hermione compartieron una mirada compungida, a su vez el rubio se levantó y posó una de sus grandes y finas manos en el hombro de su hija.

-De verdad sentimos no habértelo dicho, hija. Pero las circunstancias no nos dejaron más alternativa. Con tu madre sabemos que no eres una muchachita ingenua – Emily rodó los ojos – así que si no lo dijimos antes, era porque realmente quisimos prepararnos los dos mentalmente para todo lo que sucedió, fue todo demasiado rápido, considerando todo el tiempo que hemos estado separados.

-Esa no es una excusa – replicó Emily, con los ojos brillantes. Ella sabía que siempre había buscado esta oportunidad de ver a sus padres juntos y felices, pero que la hayan excluido de esa felicidad durante Merlín sabe cuánto tiempo… era una hecho que le desagradaba por completo.

Después de todo, era una Malfoy.

-No estamos buscando ninguna excusa – esta vez habló la castaña – Es cierto que pudimos habértelo dicho hace mucho tiempo, pero en realidad tuvimos que asimilarlo primero. No es fácil, nunca lo fue, y sabemos que te debemos una explicación y te la estamos dando. Sin embargo, no creí que tomaras toda esta noticia de una manera tan egoísta.

-¿Egoísta? – Emily abrió la boca como si su madre le hubiera dado una repentina bofetada - ¡Ustedes son los egoístas!

-Emily – interrumpió su madre – Siempre, hemos velado por tu felicidad y seguridad. Desde que naciste, incluso la decisión de casarnos estuvo de alguna manera motivada por el hecho de hacerte feliz. No espero que comprendas las complejidades de ser un adulto estúpido y con rodeos, pero al menos necesitamos que entiendas que no lo hicimos por egoísmo, ni siquiera para darte la sorpresa más infartante de tu vida, sólo fue para poder asimilar y planear bien nuestras acciones con Draco de ahora en adelante.

Se hizo un tenso silencio, en el que Emily miraba el piso con los ojos llenos de agua.

-Tal vez fue una decisión errónea. Pero creemos que eres lo suficientemente madura como para perdonarnos si esto te dolió, o al menos para comprender que con tu madre hemos cometido error tras error, desde que incluso nos conocimos. Ahora queremos hacer las cosas bien, y para ello necesitábamos ocultártelo un tiempo.

La rubia limpió rápidamente las lágrimas que empezaron a rodas incesantes por sus mejillas. Se giró sobre sus talones, y corrió por la puerta a toda velocidad. Hermione se cubrió la cara con ambas manos y suspiró, cansada.

-No nos va a perdonar tan fácilmente. Es una terca.

-¿Qué esperabas? – Preguntó su esposo, besándole la coronilla – Es una Gryffindor.

OoOoO

Si no hubiera sido por la abuela Narcissa la cena de navidad hubiera sido un completo desastre. Emily a penas probó su langosta en la cena, ni hablar de los postres que tanto le gustaban, sólo se limitó a fruncir el ceño e ignorar olímpicamente a sus progenitores. El patriarca Malfoy miraba severamente a su hijo, quien a su vez mantenía la frente en alto, y ni hablar de si miraba a su nuera. Narcissa se encargaba de hacer esos comentarios que eran respondidos con monosílabos o bufidos bien disimulados por los Malfoy. El ambiente se podía cortar con un cuchillo.

Luego de la incómoda cena, todos se dirigieron a sus habitaciones. Hermione estaba leyendo un libro con muy mal disimulado interés y Draco, agazapado tras ella, le acariciaba los rizos que caían libres por su espalda.

-¿Te había dicho alguna vez que me encanta que tengas el cabello suelto?

-Sí, hace mucho tiempo de eso.

-Odio no recordar tantas cosas, ser repetitivo con lo que ya he dicho.

-No es tu culpa – Hermione dejó a un lado el libro que inútilmente trataba de leer – Lo importante es que las tengo todas en la memoria y tu en el corazón.

Draco soltó una risotada.

-Merlín que eres cursi, Granger.

Ella le golpeó suavemente el torso a su marido, mientras él no abandonaba esa sonrisa de medio lado. Ella no pudo resistirse, y se arrimó sobre él para besarlo despiadadamente. Draco la despojó rápidamente del ligero camisón que llevaba y la sentó sobre él, masajeando sus pechos. La castaña se dejó hacer, después de todo no había nada que le gustara más que la intimidad con Draco.

Hicieron el amor una y otra vez, como si no estuvieran ya acostumbrados a amarse todos los días. Cuando terminaron se vistieron a causa del frío y el sopor del sueño los venció rápidamente.

En la mañana Hermione sentía como el brazo de Draco se le enterraba fuertemente en el costado, así que sutilmente lo empujó para seguir durmiendo, en cambio Draco se quejó de una molestia que le causaba una pierna de Hermione en su espalda, y la sacó lentamente para no despertarla. La castaña sintió como Draco comenzó a moverse y adueñarse de las sábanas destapándola y dejándola a merced del frío, ella, enfurruñada por el súbito cambio de temperatura, estaba dispuesta a replicar. Pero Draco habló primero.

-Granger, ¿Puedes dejarme algo para cubrirme?, hace frío y no quiero una pumlmonía.

-¡De qué hablas! – Gruñó ella - ¡Te acabas de enrollar en el cobertor! Me estoy muriendo de frío.

Como respuesta, Draco encendió la lámpara de la mesita de noche y vio como una melena rubia sobresalía de un manojo de sábanas. Hermione sonrió. Y como madre ella lo sabía. Sabía que esa era la extraña manera de su hija para pedir perdón, y perdonar a la vez. Siempre tuvo esa costumbre, desde muy pequeña. Pero lo que más sabía Hermione, es que la combinación de su sangre con la de Draco era peligrosa. Era un manojo de defectos, pero de gigantescas virtudes, que estaba reflejada en esa hija que fue la única capaz de unirlos.

La única capaz de hacer que ese invierno, por fin, acabara.

-.-

Gracias a todos quienes apoyaron esta historia. A quienes lo leyeron entre las sombra, y por sobre todo a aquellas que me dejaron su review. Espero verlos en mi fic "Sentimiento Inevitable" Que retomé hoy y dedicaré a todas aquellas quienes me dejaron su pequeño comentario. No lo duden.

Cariños desde Chile :)