Ha pasado un poco de tiempo, lo sé, pero las circunstancias inspiracionales y personales no estaban por la labor de concederme un poco de paz interior para sentarme a escribir. Voy a intentar seguir siendo constante en mi ritmo de publicación y, aunque a veces tarde, los que me seguís sabéis que jamás dejo un fic inacabado. Eien ya empieza a desvelar sus secretos, así que espero que este nuevo capítulo no os defraude. He modificado el capítulo 14, porque no terminaba de gustarme, así que si queréis echarle un vistacillo, ahí está xD

Gracias por ser pacientes y estar ahí.

Haku.

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Capítulo 15. Resurrección.

El lugar estaba oscuro y frío como una vieja mazmorra, cosa que probablemente hubiera sido su intención original. Los muros eran gruesos, de piedra y argamasa, destinados a soportar el enorme peso de la gigantesca estructura que tenían encima. Sin embargo, algo en aquella estancia indicaba que había algo de suma importancia, un secreto maldito que más valía guardar. La única luz provenía de una pequeña vela colocada en uno de los escasos candelabros que había en la pared. La cera, ya medio derretida, formaba finas cascadas en la base de metal oxidado. Un antiguo sillón de madera con el asiento acolchado y un recargado ataúd de oro conformaban el escaso mobiliario de la habitación.

Y ni el uno ni el otro estaban vacíos.

La danzarina llama de la vela arrojaba su juego de luces y sombras a un terrorífico rostro inexpresivo y pálido, de ojos amarillentos y hundidos y piel cetrina. Orochimaru ni siquiera pestañeaba, con la vista dolorosamente fija en la persona que se hallaba sentada en el sillón.

- ¿Cuánto tiempo me queda, Kabuto?

- No sabría precisarlo, mi señor. Pero me temo que no más de unos cinco años.

Orochimaru recibió la noticia sin mostrar ninguna clase de sentimiento, pese a saber que aquello era infinitamente peor que morir.

- Me estoy volviendo humano… - susurró como en trance.

- La sangre de Sasuke ha retardado el proceso, mi señor, pero no ha podido impedirlo.

- Esa maldita… menos mal que hace años que la maté.

- Algo que sin duda se merecía, aunque fue precipitado por vuestra parte. Si hubiese podido analizar su sangre, a lo mejor habría dado con alguna solución.

- Aquel mocoso sobrevivió. Aún la recuerdo corriendo entre los árboles mientras lo apretaba contra su pecho – Orochimaru esbozó una repugnante sonrisa -. Intenté matarlo también a él, pero la muy estúpida luchó hasta su último aliento para salvar a su querido retoño. Me dejó tan débil que ni siquiera tuve fuerzas para acercarme al niño…

- Hay que encontrarle, mi señor – declaró Kabuto de forma enérgica -. Es vuestra única posibilidad para acabar con vuestra terrible… e… enfermedad.

- Y después será un placer para mí desgarrarle lentamente, haciéndole sufrir – sentenció Orochimaru apretando los puños con rabia -. Ese bastardo también pagará con su sangre.

- Ordenaré a los rastreadores que se den prisa, mi señor, y que busquen sin descanso. Encontraré al heredero de Kushina Uzumaki aunque sea lo último que haga.

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En el fondo, a Sasuke Uchiha le gustaba la rutina. Puede que, al vivir eternamente, los días se le hiciesen aburridos si siempre hacía las mismas cosas, pero desde que ese anormal insufrible había entrado en su vida, tenía que reconocer que su rutina se le había transformado en algo mucho más agradable.

Estaba solo en el dojo, pues su padre había decidido marcharse una temporada e Itachi había aprovechado la ocasión para, como tenía por maldita costumbre, meter las narices en los asuntos amorosos de su hermano menor.

- Ahora que ya lleváis saliendo en serio algún tiempo, necesitáis un fin de semana romántico – le había dicho alegremente el mayor al tiempo que Sasuke se sofocaba de vergüenza -. Sai y yo saldremos de viaje dos o tres días para que Naruto y tú podáis estar a solas en el dojo. Tú ya conoces su ambiente, y creo que es el momento idóneo de dejar que él conozca el tuyo.

Y, si por algo se caracterizaba Itachi, además de por ser un entrometido y un experto manipulador, era por ser 3odidamente convincente. Así que allí estaba, recién duchado y vestido con el habitual y cómodo yukata que solía llevar en su casa, esperando al dobe sentado en el porche y con unos estúpidos nervios de quinceañera enamorada. Cuando, entre gruñidos, sonrojos y bufidos varios, Sasuke se atrevió por fin a invitarle al dojo, Naruto había aceptado enseguida la proposición, feliz de comprobar que su relación avanzaba lenta pero inquebrantable.

Con el verano en todo su apogeo, Naruto había comenzado a trabajar. Aunque Minato siempre le daba una pequeña paga semanal, el rubio quería mas dinero para sus gastos y el padre de su amigo Chouji lo había contratado por horas como repartidor a domicilio en su afamado restaurante de comida tradicional. Naruto trabajaba de seis de la tarde a, aproximadamente, once de la noche, pues aquel era el intervalo de tiempo en que el restaurante tenía más trabajo y muchos pedidos por entregar. Hacía poco menos de media hora que Sasuke había recibido un mensaje de texto en su teléfono móvil, donde Naruto le decía que ya había terminado su jornada y que llegaría al dojo en cuanto preparase su mochila con algo de ropa.

Y, en efecto, Sasuke percibió su olor en las inmediaciones del dojo y se levantó del porche para acercarse a la puerta. Al otro lado, Naruto la golpeó con energía y, sabiendo que el poderoso oído de Sasuke le escucharía donde quisiera que el moreno estuviese, recitó la habitual cantinela que utilizaba en el trabajo… con algunas modificaciones.

- Hola, vengo de parte del restaurante Akimichi. ¿Ha pedido usted un repartidor guapo, simpático y sexy para esta noche?

Sasuke no pudo evitar que una frugaz sonrisilla entreabriese sus labios. Aquel idiota era tonto de remate. Pero era su idiota, y él ya se estaba muriendo de ganas por empotrarle contra la pared. Abrió la pesada puerta de madera y descubrió el sonriente rostro de Naruto, que aún llevaba puesta la camiseta del restaurante y cargaba con una abultada mochila a sus espaldas.

- Adelante – le invitó el vampiro de manera formal -. Estás en tu casa.

Naruto, que solamente había estado una vez allí cuando se coló para ganar la apuesta con su pandilla, penetró en el amplio jardín de estilo japonés y echó un curioso vistazo a su alrededor.

- Es precioso, Sasuke, me siento como si estuviese en la época feudal.

- Ven, te lo enseñaré.

Como un perfecto anfitrión, Sasuke le mostró la totalidad del dojo y del jardín, incluídos los grandes establos. Naruto estaba encantado.

- ¡Qué pasada! ¡Es como una película de samuráis!

Por último, fueron al dormitorio de Sasuke, la estancia más privada e íntima del joven vampiro. Por regla general, nadie salvo él mismo solía entrar allí, así que Sasuke se sintió un poco extraño cuando Naruto traspasó el umbral y se detuvo a contemplarlo todo. En realidad, la estancia era demasiado sobria para un muchacho de su edad, aunque sus tiempos no habían sido los de ahora. Las paredes carecían de adornos y, aparte de un armario y del futón, sólo había un pequeño escritorio con varios libros y un ordenador portátil. Naruto pensó que aquel cuarto encajaba muy bien con el carácter de su novio, y en ningún momento se le pasó por la cabeza que fuese frío ni poco acogedor.

- ¿Puedo curiosear? – le preguntó a Sasuke con una sonrisilla traviesa.

Éste asintió en silencio y se sentó en la silla del escritorio, contemplando al hiperactivo rubio mientras éste cotilleaba un poco. Pero lo que Naruto no había visto, y descubrió entonces al fondo en un rincón, era una especie de armario empotrado hábilmente camuflado en la misma pared. Ni corto ni perezoso, abrió las puertas para meter las narices en su interior.

- Oh… vaya – exclamó entre el asombro y la admiración.

Sasuke no se movió del sitio, pues sabía de sobra lo que había guardado allí.

- Es… supongo que es tuya, ¿verdad?

- Sí.

- Y esas manchas oscuras son…

- Sangre – precisó Sasuke acabando por él -. Después de la última batalla, nunca la limpié.

Naruto contempló hechizado la pesada y hermosa armadura, ahora sucia y deslucida. Aunque lo sabía, le costaba imaginarse a Sasuke cientocincuenta años atrás, luchando encarnizadamente por sobrevivir a la guerra. Delante de la armadura, y en un bonito soporte de madera lacada, tres sobrecogedoras espadas descansaban igual de sucias, oxidadas por el paso del tiempo y las manchas de sangre reseca que nadie se había molestado en quitar.

- ¿Lo echas de menos? – le preguntó el rubio casi en un susurro.

- Ser un buen samurái era toda mi vida. El mejor.

- Debió de ser muy duro para ti.

Sasuke tan sólo se limitó a encogerse de hombros.

Naruto cerró el armario y fue hasta su chico, completamente decidido a animar el ambiente. Fingiendo que tenía mucho calor, se quitó la camiseta y se la lanzó al moreno con un provocativo brillo en los ojos.

- Se le va a enfriar la cena, señorito Uchiha – bromeó señalándose a sí mismo mientras jugueteaba osadamente con el cierre de su pantalón.

- Mmm… decididamente, me gusta el menú – comentó Sasuke atrayéndole hacia sí.

Naruto se encontró repentinamente inmovilizado cuando las fuertes manos de Sasuke lo agarraron de las caderas, acercándole a él. Éste le miró de forma salvaje, esbozó una de sus exasperantes sonrisitas de superioridad y acercó la cara al bronceado abdomen. Naruto dejó escapar un gemido ahogado cuando Sasuke agarró con los dientes la cinturilla de sus pantalones, obsequiándole con un brusco movimiento que sirvió para desabrocharle hábilmente el botón. La prenda se deslizó hacia abajo por sus morenas piernas, descubriendo unos ajustados bóxers de color azul. No contento con eso, Sasuke sacó la lengua y se las apañó para metérsela bajo la goma de la ropa interior, provocándole al excitado rubio un placentero estremecimiento. En apenas dos minutos Sasuke ya le había puesto extremadamente cachondo, pero el endurecido bulto en mitad de su ingle hacía innecesaria cualquier explicación. Volviendo a hacer uso de sus dientes, Sasuke le bajó los calzoncillos para liberar por fin su palpitante erección.

- Toda tuya – bromeó un impaciente Naruto.

Pero Sasuke había decidido torturarle un poco más. El chico humano suspiró de placer cuando Sasuke comenzó a lamer su terso abdomen, haciéndole cosquillas en el ombligo. También besó aquella extraña cicatriz en forma de espiral, al igual que Naruto había besado la que él tenía en el pecho y que le había atravesado el corazón. Sasuke descendió de forma inesperada y el rubio lanzó un profundo gemido que salió desde el fondo de su garganta, buscando a tientas el suave cabello azabache para enredar sus dedos y tirar suavemente de él. Un inesperado lametazo en la punta de su miembro hizo que casi se le doblasen las rodillas. Los labios de Sasuke envolvieron su glande y se deslizaron hacia abajo apretando deliciosamente su carne. Naruto sintió tal espasmo en su ingle que alzó las caderas sin darse cuenta y Sasuke tuvo que volver a aferrar su cintura para poder sujetarle. Jadeaba de forma descontrolada, mientras guiaba los expertos movimientos de Sasuke tirándole suavemente del pelo.

- Inclínate un poco – le pidió este.

Naruto, obediente, se apoyó en el escritorio y entreabrió las piernas, sintiendo de inmediato los juguetones dedos del moreno acariciándole el trasero. Sasuke lo preparó a conciencia y, al tiempo que le penetraba con los dedos, Naruto había comenzado a acariciar la imponente erección de su compañero, la cual había escapado del yukata a través de la fina tela entreabierta. Consciente del tamaño de su miembro, Sasuke se recreó largo rato en acomodar a Naruto, pues no creía que, una vez dentro de él, pudiera refrenarse para no sacudirle con excesiva fuerza. El rubio, por su parte, había comenzado a impacientarse.

- Sasuke, como no me folles ahora mismo empezaré a gritar.

- Vas a hacerlo de todas formas – le aseguró el moreno girándole bruscamente.

Naruto abrió las piernas y se sentó a horcajadas sobre él, penetrándose con deliciosa firmeza. Estremecidos por el contacto, ambos chicos se abrazaron durante unos segundos intentando serenar su respiración. Fue Naruto quien empezó a moverse primero, apoyándose sobre los muslos del moreno mientras éste lo agarraba por la cintura y le hacía botar sobre él, estrellándole una y otra vez contra su cuerpo. Sus respectivos miembros estaban tan hinchados que de un momento a otro tendrían que explotar. Naruto no hacía otra cosa que gemir, empalándose hasta el fondo en un lascivo arrebato de placer. Sasuke, que había intentado mantener el control sobre su otra naturaleza, tuvo que desistir de sus vanos esfuerzos y dejó salir a la peligrosa criatura que llevaba dentro. Y Naruto, al darse cuenta del brillo rojizo de sus salvajes pupilas y de sus relucientes colmillos blancos, inexplicablemente se excitó aún más.

¡Fuerte! – le pidió con la mente nublada -. Métemela toda…

Sasuke acató la orden con diligencia, igual de hambriento que él. Salió de su interior y lo tumbó bruscamente sobre la mesa de escritorio, tirando los libros al suelo y, por poco, incluso el ordenador. Luego se dejó caer sobre su espalda y volvió a embestirle con ferocidad, haciendo que el rubio soltase un inesperado grito. Inclinado sobre su nuca, Sasuke contuvo sus enormes ganas de darle un mordisco y en lugar de eso le lamió, paladeando el intenso y agridulce sabor de su sudor. Naruto, que no tenía fuerzas más que para aferrarse a la mesa, sintió de pronto unos violentos espasmos en el bajo vientre y soltó otro placentero gemido al tiempo que el brutal orgasmo lo despojaba de toda voluntad. Sasuke se movió en su interior unas cuantas veces más, hasta alcanzar por fin el clímax y derrumbarse sobre un jadeante Naruto intentando volver a recuperar el control.

Tener un novio vampiro entrañaba inconvenientes pero, también, muchas ventajas. El milagroso poder de recuperación de Sasuke le devolvió las fuerzas enseguida, hecho que Naruto comprobó de primera mano cuando sintió que su generoso miembro, aún dentro de él, volvía a ponerse rígido. Girando levemente el cuello, lo miró con maliciosa incredulidad.

- No irás en serio, ¿verdad, bastardo? ¡No podré sentarme en un mes!

Los ojos de Sasuke lanzaron un salvaje destello de lujuria.

- Pues ve preparándote, Naruto. Esto no ha hecho más que empezar.

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Gaara suspiró asombrado cuando comprobó que ya era más de medianoche, para después ajustarse a la espalda una pequeña mochila de color negro. Era su único y escaso equipaje. Acababa de bajarse de una camioneta después de hacer autostop. Un granjero había tenido la amabilidad de recogerle en mitad del camino y dejarle relativamente cerca de las afueras de Konoha. Su avión había aterrizado en Aomori por la mañana y él había conseguido coger un autobús hasta uno de los pueblecitos cercanos, desde donde había decidido llegar hasta Konoha caminando. Y en medio de aquel desierto y oscuro camino de tierra, rodeado por arbustos y plantas que crecían sin control, Gaara pensó que, definitivamente, estaba completamente loco.

Loco, pero por él.

Jamás debería haberlo dejado escapar.

Naruto había sido lo único bueno de su asquerosa vida.

Ni siquiera sabía lo que le diría cuando lo tuviese delante. Por supuesto que se disculparía por haberle pegado, pero Naruto tendría que comprender que las malditas drogas le habían jugado una mala pasada. Ahora ya llevaba un tiempo sin consumir demasiado, una mejora que de seguro Naruto sabría valorar. Todo lo había hecho pensando en él. Gaara no tenía nada que lo atase en Tokio, solamente un padre alcohólico y violento, un trabajo de mierda y un historial delictivo muy poco alentador.

Llevaba ya un par de horas deambulando en solitario por aquel condenado camino de cabras, y no se había cruzado con nadie. Temía perderse entre la espesa maleza y no encontrar después el camino de vuelta porque, a medida que avanzaba, todo le parecía igual. Hasta que, gruñendo y soltando un par de tacos, apartó unas densas ramas de arbusto y se dio de bruces con una enorme mansión.

¿Qué demonios haría algo así en mitad de un bosque?

Tenía algo tétrico y extraño, pero no parecía que estuviese abandonada. Quizá hasta podría llamar a la puerta para preguntar si se había desviado mucho del sendero que conducía a Konoha. Había intentado llamar a Naruto un par de veces, pero en aquel enrevesado rincón del mundo ni siquiera existía cobertura.

Así que alzó la mano y descargó tres decididos golpes con la suficiente fuerza.

Mientras esperaba, Gaara se preguntó qué clase de persona viviría en una casa como aquella.

- ¿Puedo ayudarte en algo?

El chico se sobresaltó, pues ni siquiera había escuchado crujir la madera y ya tenía delante a un hombre pálido de anticuadas gafas redondas y montura negra.

- Me dirijo a Konoha – explicó al fin -. Y quería saber si voy por el camino correcto.

- ¿No te apetece entrar? – aquel desconocido le dedicó una fría sonrisa de aspecto siniestro.

No, gracias – rechazó apresuradamente Gaara recordando su escasa educación. De repente se le habían puesto todos los pelos de punta.

De aquella casa emanaba algo terrible.

Se dio la vuelta rápidamente con la sola intención de salir corriendo y alejarse de allí como fuese. Justo al girarse, reprimió un ahogado grito al toparse de bruces con el mismo hombre. Ni siquiera lo había visto moverse. Gaara sintió de pronto un gélido estertor envolviendo su cuerpo, perdió las fuerzas y sus brazos quedaron colgando lánguidos a ambos lados de su cuerpo.

- Eres guapo – lo alabó Kabuto mientras le acariciaba suavemente uno de sus mechones pelirrojos -. Vas a agradarle mucho a mi señor.

Gaara casi no podía respirar. Sentía como si una espesa bruma de hielo lo hubiese envuelto hasta caer en su mortífero abrazo.

- Dé…jame… ir… - musitó con la voz enronquecida en un asustado jadeo.

Eso tendrá que decidirlo mi señor – le contestó Kabuto levantándolo entre sus brazos sin aparente esfuerzo -. Pero, yo en tu lugar, no guardaría demasiadas esperanzas.

Gaara miró hacia el cielo y contempló de lleno la luz de la luna, inmerso en un sopor parecido al que le inducían las drogas. Su vida tendría un final catastrófico, muy acorde con todo lo demás. Porque, y odió reconocerlo, estaba completamente seguro de que aquella vez sí que sería la última.

La puerta se cerró a sus espaldas y Kabuto penetró en la enorme casona, recorriendo con familiaridad los enrevesados y oscuros pasillos. Mientras aún lo sostenía en sus brazos, bajaron unas viejas escaleras de piedra y llegaron al sótano, un lugar incómodo y frío que apestaba a humedad. Kabuto fue directamente a presentarse ante su señor.

- Un regalo inesperado, alteza – le comunicó a Orochimaru mientras le dedicaba una leve reverencia. Luego, depositó al chico en el suelo al igual que si acabara de llevarle una ofrenda.

Gaara gimió aturdido mientras comenzaba a temblar, recuperándose poco a poco de aquel estado soporífero en que lo había sumido Kabuto.

- Hum… Me gusta – declaró el viejo vampiro tras examinarle con visible interés -. Su sangre no me servirá de mucho, pero al menos es hermoso.

- Me complace oír eso, mi señor – Kabuto esbozó una inquietante sonrisa.

Orochimaru desplegó sus terribles colmillos y se volvió para contemplar satisfactoriamente a su inocente víctima.

- En pie, jovencito – le ordenó alzando imperceptiblemente un dedo.

Gaara sintió como si unas cuerdas invisibles tirasen bruscamente de él para incorporarle. Con los ojos muy abiertos de puro terror, se quedó observando a aquella repulsiva criatura que no le quitaba la vista de encima. Reparó en sus iris amarillentos, su piel cadavérica y los colmillos que sobresalían amenazantes bajo su labio superior.

- ¡Eres un monstruo! – gritó de pronto echándose hacia atrás.

Su espalda chocó violentamente contra el sillón de madera y se quedó sentado allí, encogido sobre el respaldo y jadeando. La criatura alzó el horrible rostro y olfateó varias veces el aire, al igual que hacían las ratas.

- ¿Tú no eres de por aquí, verdad, muchacho?

- No… - contestó Gaara con un hilillo de voz.

- ¿Y se puede saber qué hacías merodeando de madrugada a las afueras de mi castillo?

- Me dirigía hacia Konoha. Voy a… a buscar algún trabajo allí.

Orochimaru volvió a esbozar una fría sonrisa.

- No me estás contando toda la verdad, jovencito. Puedo verlo. Y te garantizo que no me gustan los mentirosos. Konoha es mi feudo, y tengo pleno derecho a saber quién entra o sale de mis dominios en mitad de la noche.

Gaara comenzó de nuevo a temblar, aunque estaba tan nervioso que no se dio cuenta de ello. Pensó que, quizá, aquel esperpento no era sino un viejo chiflado al que le gustaba jugar a señores y caballeros. Decidió, por tanto, serenarse un poco y mostrarse amable… influenciado sin que él lo supiera por los ocultos poderes de su captor.

- Vengo de Tokio buscando a un amigo… Hace poco que se mudó aquí. Tal vez… tal vez usted lo conozca.

- Me gustan los muchachos, como ya te he indicado antes – precisó el vampiro enarcando una ceja con aire siniestramente divertido -. Pero no tengo el enorme placer de conocer a todos los chicos que viven en la aldea.

- Se llama Naruto. Naruto Uzumaki.

El tiempo pareció detenerse bruscamente en aquella lóbrega habitación. El rostro de Orochimaru experimentó una transformación tan brusca que casi pareció irreal, mientras Kabuto lanzaba una ahogada exclamación de sorpresa. Gaara tuvo de repente un mal presentimiento, y la incómoda sensación de que había hablado más de la cuenta.

- ¿Has dicho… Uzumaki? – preguntó con voz ronca el vampiro.

Gaara no fue capaz de contestar, sobre todo cuando aquel ser enjuto y cadavérico se alzó del ataud como si estuviese flotando y se acercó a él, paralizándolo por completo.

Mira por dónde, me parece que vas a vivir un poco más – le susurró al oído justo antes de clavarle los amarillentos colmillos en el cuello.

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- ¿No vienes? – preguntó Sasuke dirigiéndose a su compañero, tumbado bocabajo en el futón.

- Eres una bestia, sanguijuela ninfómana – protestó Naruto con una mueca de dolor -. Casi me dejas sin culo…

Sasuke dejó escapar una leve risita. Cuatro veces seguidas habían acabado con la resistencia sobrenatural del rubio y, de paso, también con su sufrido trasero.

- ¡Me vengaré! – siguió amenazándole el chico humano -. ¡Ya verás mañana cuando me haya recuperado un poco! ¡Comerás almohada hasta que me supliques clemencia!

El joven vampiro lo miró socarrón, enarcando una ceja con aire escéptico.

- A esta hora, el agua está muy cálida. Te sentará bien.

Naruto finalmente se incorporó, sin dejar de observarle con divertido resentimiento. Andando despacio, se acercó a Sasuke y le abrazó.

- Han sido los mejores polvos de mi vida – le reveló al oído de forma traviesa.

Sasuke lo miró con cara de "y qué esperabas de mí" para, seguidamente, arrastrarle tras él al jardín trasero del dojo, justo donde estaba el estanque. Fiel su carácter atolondrado, Naruto se zambulló haciendo la bomba y salpicando hacia todos lados, para después asomar la cabeza fuera del agua y encararse nuevamente con su empapado acompañante.

- ¡¿Cálida dices, bastardo? – chilló con toda la piel de gallina -. ¡Está fría como el demonio!

Sasuke se zambulló despreocupadamente con un elegante movimiento, apareciendo a su lado varios segundos después.

- Esto es cálido para mí, usuratonkachi. Si la temperatura fuese más alta, probablemente me mataría.

Naruto se conformó en seguida con aquella explicación. A veces, estaba tan sumamente a gusto con Sasuke que olvidaba que no era humano. De hecho, agradeció que la frescura del agua contribuyese a aliviarle un poco el molesto dolor de su trasero, aunque por el contrario tuviese los pezones tan rígidos como escarpias. Nadó vigorosamente de un lado a otro para entrar en calor y, cuando su cuerpo apenas notaba la diferencia de temperatura, se acercó a Sasuke y se acomodó a su lado con la espalda apoyada en el borde.

- La primera vez que te ví, en aquel coche cuando estuvisteis a punto de atropellarme, la verdad es que me diste miedo – exclamó el rubio de forma inesperada -. Pero luego, en el instituto, te conocí un poco más y ya me pareciste idiota.

- Me alegro, porque tú me lo pareciste desde el principio.

Naruto soltó una pegadiza carcajada.

- ¿Y quién iba a decir que ahora estaríamos aquí, bañándonos juntos en pelotas?

Era en verdad extraño y, por eso, Sasuke tan sólo esbozó una sonrisilla de medio lado. Echando la cabeza hacia atrás, Naruto contempló fijamente la luna redonda. Su reflejo plateado ondeaba suavemente en la quieta superficie del agua.

- ¿Qué se siente, Sasuke?

El muchacho de cabellos negros se tomó unos reflexivos segundos antes de contestar.

- A veces, ganas de morir.

- ¿Nunca lo has intentado?

- No depende de mí.

Naruto parpadeó, confuso.

- Y supongo que tiene algo que ver con lo que no me quieres contar.

- Sí.

- ¿Qué va a pasar con nosotros?

- Que te harás un adulto, te olvidarás de mí y yo seguiré igual que ahora.

- ¡Jamás me olvidaré de ti! – protestó vehevemente Naruto, ofendido -. ¿Crees que significas tan sumamente poco?

- No se trata de eso – le explicó el vampiro cerrando los ojos, como si fuese a revelar un misterioso e inquietante secreto -. Konoha… la aldea está maldita.

- ¿Maldita? – repitió el rubio, sin comprender.

- ¿Nunca te has preguntado por qué la gente no se da cuenta de que ni mi familia ni yo nos hacemos viejos?

- Hay rumores de…

- Sí – atajó Sasuke -. Hay rumores porque, al fin y al cabo, ni somos humanos ni ellos tan estúpidos. Pero eso es lo único. En la mente de la mayoría, los vampiros no existen.

- Dicho así, tiene su sentido.

- Hay… hay alguien – musitó Sasuke midiendo cuidadosamente sus palabras -. Alguien muy poderoso que controla Konoha y a todos nosotros.

Naruto, que a pesar de todo no era tonto, comprendió en seguida aquella revelación.

- Es ese alguien a quien vas a ver a menudo.

Sasuke asintió con cierta amargura.

- Mi amo, y debo acudir a su llamada.

- ¿Sólo tú, o los demás vampiros también? – se arriesgó a preguntar Naruto, sabiendo que se estaba adentrando en terreno pantanoso.

Sasuke lo miró con suspicacia, adivinando sus pensamientos. Aun así, le contestó.

- Hay algunos vampiros que poseen una cualidad especial. Mi clan, por ejemplo. Somos los únicos vampiros capaces de regenerar nuestra sangre, al igual que lo hacen los seres humanos. Y la sangre de un vampiro es mucho más poderosa que la vuestra. Por eso le resulto tan valioso. Necesita mi sangre para poder seguir manteniendo su poder.

- Creía que los vampiros no os alimentabais unos de otros.

- Está prohibido – le aclaró Sasuke con cierto tono afilado -. Salvo, claro está, cuando el Rey de los vampiros tiene que hacerlo - Naruto le miraba con extrañeza y, con un cabeceo impaciente, Sasuke continuó -. Cuando te conviertes en vampiro, conservas para siempre el mismo estado en que se hallaba tu cuerpo. Las mismas cicatrices, la misma sangre que circula una y otra vez. Nuestro metabolismo adquiere nieveles tan bajos de actividad que da la impresión de que estamos muertos. Irónicamente, si un vampiro es herido y pierde mucha sangre podría morir, pues su cuerpo ya no es capaz de generar nada por sí mismo. Por eso jamás nos mordemos los unos a los otros, sino que necesitamos la sangre de aquellos que sí pueden regenerarla.

- Y sólo tú, tu padre y tu hermano sois los unicos vampiros que regeneráis vuestra sangre como los seres humanos.

- Y Sai también, aunque con mucha más lentitud porque su padre no pertenecía a nuestro clan.

- ¿Y sólo… sólo se alimenta de ti?

- En aquellos tiempos, mi padre ya casi estaba entrando en la vejez. Vivir más de cuarenta años era prácticamente un milagro, sobre todo si eras un guerrero. Mi hermano Itachi estaba gravemente enfermo de los pulmones, y los médicos no nos daban muchas esperanzas. Así que sólo quedaba yo, joven, sano y fuerte a mis diecisiete años. Supongo que por eso me escogió a mí.

- ¿Y… todas esas heridas, las del otro día… te las hace él?

- Sí. La sed de sangre es tan fuerte que no puede controlarse.

Naruto permaneció unos minutos en silencio, dándole vueltas a todo lo que Sasuke le acababa de contar. Era demasiado irreal como para poder asimilarlo en una sola noche. Sasuke se zambulló a su lado y volvió a salir a la superficie, con los cabellos mojados y rozándole los hombros. Tenía un aspecto curioso sin su habitual peinado puntiagudo.

- ¿Puede ser que me hayas contado una pequeña parte de lo que no me querías contar? – le preguntó Naruto con una inesperada sonrisa.

- Puede ser – sonrió Sasuke a su vez, aunque de forma más misteriosa.

Naruto dejó la orilla para abrazarse a él, sintiendo que sus respectivos miembros se rozaban suavemente bajo el agua.

- ¿Sabes? – le susurró despreocupado -. A lo mejor deberíamos ir a por el quinto…

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En una vieja cama con colgaduras, alguien se retorcía y gemía de dolor, sumido en una pesadilla oscura que parecía no tener fin. El joven cuerpo, empapado en sudor, se contorsionaba febrilmente mientras las pálidas manos aferraban las sábanas como si fuesen garras. Un agudo bramido casi le destrozó las cuerdas vocales.

Alguien oculto en las sombras, sentado a la cabecera del lecho, alargó una mano espectral para posarla sobre su ardorosa frente.

- Falta poco, mi precioso muchacho, ya falta poco…

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Naruto frunció el ceño y sacó la punta de la lengua en un claro gesto de infinita concentración. Sus luminosos ojos azules parecían abrasar las diferentes piezas de madera mientras trataba de decidir su siguiente movimiento. Al otro lado del tablero, Sasuke le contemplaba luciendo una arrogante sonrisilla.

Indeciso, Naruto se despeinó los revueltos cabellos rubios y dejó escapar un audible suspiro de frustración. Había jugado al shogi con Shikamaru algunas veces, pero no había manera humana de ganarle. Y, por lo visto, a Sasuke Uchiha tampoco. Estiró el dudoso dedo índice y desplazó torpemente a uno de los generales sin darse cuenta de que había dejado desprotegido al rey. La molesta sonrisita de Sasuke se ensanchó aun más.

- Jaque mate, anormal – le anunció triunfante.

Naruto puso los ojos en blanco y se dejó caer hacia atrás, bostezando perezosamente sobre la suave alfombrilla de bambú que cubría el porche.

- Eres un niñato repelente, ¿lo sabías?

- Un niñato repelente que te ha sacudido de lo lindo, usuratonkachi. Y en más de un sentido.

Naruto se acarició el trasero de forma inconsciente e hizo una mueca de dolorosa resignación. A pesar de sus enérgicas amenazas del día anterior, Sasuke había vuelto a pillarle desprevenido aquella mañana y, definitivamente, lo había dejado para el arrastre.

- Te has despachado a gusto conmigo – le recriminó enfurruñándose de broma.

Sasuke desplegó aquella extraña e inhabitual sonrisa a la que Naruto, plenamente consciente de su tremendo poder seductor, había bautizado sabiamente como "mojabragas".

- Soy un guerrero implacable y no tengo piedad.

- Si no fueses cien veces más fuerte que yo, teme, te ibas a enterar. Para cuando pudieras volver a sentarte, tu lindo caballito se habría cansado de esperar.

- ¡Sharingan! – exclamó de pronto Sasuke golpeándose la frente -. Se me olvidó echarle un vistazo. A él y a los demás caballos. ¿Crees que podrás quedarte aquí sentado, sin meterte en líos, provocar una catástrofe ni quemar el dojo, durante diez minutos?

- Por supuesto, Sasuke. Pensaré en ese culo pálido y prieto para ir entrando en los preliminares.

El vampiro se esfumó de su lado con un leve siseo, tan sumamente rápido que Naruto tuvo la impresión de que se había desintegrado. Dispuesto a esperar, paseó sus curiosas orbes azules por la pequeña estancia, una especie de antecámara que daba al porche y desde la cual podía entrarse al cuarto de Sasuke por el jardín. Al igual que su dormitorio, apenas estaba decorada y el ambiente general se debatía entre la sobriedad y la sencillez. En una esquina había un diminuto altar tradicional, con algunas flores y un cuenco para el incienso. En la pared opuesta, un amarillento grabado que parecía pergamino viejo dibujado al carbón, igual que los que se usaban antiguamente en Europa. Sorprendentemente, la imagen estaba muy detallada y los trazos eran precisos, de manera que se apreciaba claramente lo que había dibujado allí. Parecían dos personas, dos mujeres con kimono que estaban sentadas a la orilla del mismo estanque que él tenía a sus espaldas.

Primero se fijó en la de pelo negro, porque la otra tan sólo tenía marcados los trazos del contorno de sus cabellos y algún que otro mechón, así que supuso que lo tendría más claro. El retrato era tan perfecto que Naruto contuvo la respiración al reparar en la suave tez y los rasgados ojos oscuros, idénticos a los de Sasuke.

Aquella debía de ser su madre.

- La gente siempre decía que nos parecíamos mucho.

Sobresaltado, Naruto se giró bruscamente para observar al vampiro, reaparecido tan sigilosamente como se había marchado.

- Era muy guapa – exclamó Naruto con sinceridad -. Y sí, te pareces enormemente a ella.

- Una tarde, poco antes de que muriese, mi madre le pidió a Sai que les hiciese ese retrato, a ella y a su amiga. Mi hermano Itachi sabía que a Sai le encantaba pintar, y le compró a un mercader extranjero un poco de pergamino y carboncillo que era lo que estaba de moda en Europa. Sai se puso loco de contento, y entonces mi madre le pidió amablemente que les hiciese un retrato. Ella siempre le trataba bien.

- La echas de menos.

Sasuke, siempre reacio a mostrar sus debilidades, endureció su gesto y contempló fijamente el cuadro por encima de los hombros de Naruto.

- Me alegro de que, al menos, ella no se convirtiese en un monstruo.

Naruto ya iba a replicarle cuando, de pronto, escuchó sonar su teléfono móvil desde las profundidades del bolsillo trasero de su pantalón.

- Aquí Naruto – contestó resuelto con su habitual energía -. ¿Qué? Eh… bien, sí. No se preocupe, señor Akimichi, enseguida estaré allí… Vale, sí, descuide. Hasta luego.

Fue una conversación bastante rápida y Sasuke, que lo había escuchado todo gracias a su fino oído sobrenatural, se encogió de hombros y le hizo una seña a Naruto.

- Venga, yo te llevo en la moto.

- ¿De verdad que no te importa? – Naruto hizo una especie de puchero -. Es que uno de los repartidores se ha puesto enfermo, y necesitan a un sustituto con urgencia. Sé que me prometió darme el fin de semana libre, pero me ha dicho que…

- No pasa nada, dobe. Deja tus cosas aquí, y esta noche cuando acabes el turno iré a recogerte.

La mueca preocupada y culpable de Naruto dio paso a una ruidosa explosión de felicidad.

- ¡¿De verdad?

- Que sí…

- ¿¡Entrarás al restaurante, me tomarás en brazos y, delante de todos, proclamarás nuestro amor?

Demasiado tarde, Sasuke se dio cuenta de que Naruto, muerto de risa al ver sus mejillas levemente sonrojadas, estaba gastándole una broma.

- ¡Pensándolo mejor, creo que podrás volver tú solito!

- ¡No, teme, está bien! ¡No haré nada comprometido!

- Inténtalo, y te arranco la cabeza.

Sin dejar de reír, Naruto se cambió el cómodo yukata que le había prestado Sasuke por unos pantalones vaqueros y la camiseta roja del restaurante. El moreno ya le esperaba afuera con la moto encendida, así que Naruto saltó acomodándose a su espalda y le rodeó la cintura estrechándose íntimamente contra él.

- Si no fuera porque no me gusta ser impuntual, Sasuke, te follaba aquí mismo.

- Eso ya me lo dirás esta noche, Naruto – le retó el joven vampiro justo antes de salir disparados.

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Silencio.

Paz.

Se estaba tan tranquilo que, por primera vez en su vida, comprendió lo que significaba estar muerto.

Pero, ¿sería así para siempre? ¿Estaba muerto de verdad?

Todo estaba oscuro, sí, y él flotaba en la inmensidad. Ya no sentía dolor, ni tristeza, ni frío, ni soledad, ni aquella sensación angustiosa que le impulsaba a consumir drogas. Su padre no le gritaba ni le pegaba, sus hermanos tampoco estaban allí para dejarle abandonado a su suerte otra vez. Allí no había absolutamente nada.

Sí… sí que había. Unas voces lejanas. Hablaban de él. Lo llamaban.

- ¿Vas a despertar ya, jovencito? Mira que te haces de rogar…

De pronto, aquella inmensidad desapareció, y él volvió a tener plena consciencia de su cuerpo y de todo aquello que le rodeaba. Aspiró una bocanada de aire sintiéndose increíblemente fuerte, poderoso… Como si hubiese vuelto a nacer.

- ¿Qué…? – tartamudeó al tiempo que abría los ojos -. ¿Y la… y la luz?

- Ya no la necesitas – le dijo alguien que estaba sentado a los pies de su cama -. ¿Acaso no puedes ver igual que si fuese de día?

Era cierto… no es que pudiese distinguir con claridad los colores, pero sí que veía con nitidez los contornos y las formas, adivinando inmediatamente qué era cada cosa. Y también escuchaba… multitud de ruidos que parecían venir de todas partes y entremezclarse en su cabeza. Incluso olía la hierba fresca del jardín como si la tuviese delante de sus narices.

- No te preocupes, enseguida te acostumbrarás.

- ¿Qué es lo que me ha pasado? – preguntó, consciente de que aún estaba vivo y, de alguna manera, diferente a cómo era antes.

- Has renacido – explicó su acompañante, que no era otro que aquel hombre con gafas que prácticamente lo había secuestrado -. Ahora eres una criatura atemporal, casi perfecta. Los restos de drogas que había en tu organismo y en tu cerebro han dificultado la transformación, pero aquí estás.

- Esa cosa… esa cosa que me mordió…

- El señor Orochimaru, Gaara. De ahora en adelante, él será tu amo y señor y deberás mostrarle respeto y obediencia.

Su cabeza estaba hecha un lío, y no terminaba de comprender. Sin embargo, se sentía mejor que nunca.

- Ya… ya no soy humano, ¿verdad? – averiguó sintiendo de pronto una excitante inquietud.

- No – le contesto Kabuto, con un asomo de irónica sonrisa -. Ahora eres algo mucho mejor. El señor Orochimaru está impaciente por verte. Tiene importantes planes para ti.

Súbitamente, Gaara hizo un gesto de dolor y se llevó las manos a la boca, donde le habían aparecido dos afilados colmillos que le hacían jadear por la sed.

- Sa…Sangre… - masculló con voz ronca, sintiendo como le ardía insoportablemente la garganta.

- Ya contaba con eso – lo tranquilizó Kabuto pulsando un pequeño botón -. Ahora, debes alimentarte. Luego iremos a ver a nuestro señor.

Dos sirvientes aparecieron en la estancia llevando consigo a una joven que parecía estar hipnotizada, pues tenía la mirada perdida y las pupilas dilatadas. Kabuto los despidió con un ademán, tomó a la muchacha por los hombros y la acercó a la cama con suma delicadeza.

- Buen provecho, joven hermano.

Kabuto tuvo el tiempo justo de apartarse, antes de que Gaara lanzase un salvaje rugido y se abalanzase sobre ella como un animal.

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Bueno, por si la parejita tenía pocos problemas, ahí va uno más xD ¿Saldrá algo bueno de todo esto ahora que Gaara ha aparecido en escena? Presiento que no...

Como siempre, gracias por leer y por los comentarios, que me animan mucho a la hora de continuar el fic. Y, esta vez, si queréis darme también algún sartenazo por mi tardanza, no os lo reprocharé.

¡Nos vemos pronto! ^^