Hey! Estoy viva!... Sí lo sé, me he tardado más de lo que dije, aunque no mucho, así que espero no estén muy molestas.
Este capi iba para hace varios días xD pero muchas cosas se han cruzado en su camino, pareciera que no quiere ver la luz, la más cercana (eso espero), el terremoto de ayer en México, mi país… y ufff… todo lo que tuve que hacer en el día, que mayormente fue tratar de llamar por teléfono, estúpidas líneas telefónicas ¬¬
Entonces, a lo que vamos, este capi es realmente extenso, ya sé que siempre digo lo mismo, pero pareciera que siempre quiero romper mi record xD este es de unas hermosas y extraordinarias seis páginas!
Sin más que agradecer enormemente por todo el sufrimiento que hice pasar a mi Beta Ericastelo en este capítulo y que me comprometo a no volverla a hacer sufrir de esa manera xD Disfruten este capitulo y espero ansiosa leerlas en la pequeña nota de autor abajo.
Enjoy!
Quería gritar.
Corría, pero después ya no lo hacía.
La pierna derecha me dolía, la cabeza me daba vueltas dolorosamente como si fuera una tuerca siendo extirpada, el abdomen bajo me quemaba angustiosamente.
Solo sentía la apremiante y angustiosa necesidad de salir corriendo, de huir muy lejos.
¿A dónde? ¿Por qué? ¿Qué había pasado?
Tenía los ojos cerrados pero sentía como las lágrimas corrían libremente por mis mejillas, el dolor era casi insoportable, pero la angustia de no saber de donde venía ese dolor era igual o peor.
–¡¿Bella?
Escuché su voz, la hermosa voz de Edward, y entonces tuve una certeza más.
Debía huir de él.
Me agité y extrañamente el dolor se concentró solamente en mi abdomen, olvidando todo mi cuerpo y torturándome.
Pero la angustia no desapareció.
Volví a removerme y me percaté que estaba recostada en algo suave y cómodo.
El dolor fue bajando, la angustia no.
Sollocé horrorizada, lo peor era no saber porque sentía tanta pena y miedo, no podía controlarme, no tenía a que aferrarme, me sentía sola y vacía.
–¡¿Bella, qué pasa? ¿Qué tienes? – me volvió a llamar la hermosa voz de Edward, esta vez abrí los ojos anegados en lágrimas y desesperados por huir y aferrarme a algo, saber que no estaba sola.
El panorama me dejó descolocada por unos segundos, pero me recuperé rápidamente.
Estaba en el Jeep de Emmett.
Las imágenes se presentaron rápidamente ante mis ojos.
Jacob, Jacob enloquecido en el museo, mi dedo apuntando a un lado innatural; el hospital, Edward y Jacob peleando, Edward vestido como enfermero, Edward siendo lindo y sanando mis heridas, Edward drogándome, mi auto conducido por Edward; mi cama, las chicas arreglándome y ayudándome a vestirme por el cabestrillo que llevaba en el brazo; el bar de Emmett, la competencia de salsa, Rosalie y Edward juntos, Quil, Quil y nuestro encuentro, una tumba blanca y desinfectada, Edward salvándome, mi héroe, Edward y yo enrollándonos en el sofá de la bodega, Rosalie haciéndome una limpia, una plática dispersa y confusa entre Edward y Emmett en el Jeep y oscuridad.
Supe que todo eso había pasado hoy, hacía algunas horas, la angustia disminuyó un poco, pero entonces un torrente de imágenes diferentes y muy difusas me cegó.
Un edificio destartalado, un sobre amarillo grande con mi nombre y un número escrito con delineador, una carrera, la lluvia, la soledad, la tristeza, la desesperanza, un par de ancianos reconfortantes, la huida, un teléfono desconocido, una llamada angustiosa, una carrera interrumpida, oscuridad y un dolor mortal.
– ¡No! – grité desesperada de nuevo sin estar segura aun del porqué de mi desesperación.
– ¡Bella! – gritó a su vez Edward.
– ¡No, por favor!... ¡¿Qué…? – la desesperación me cegó ayudada por las lágrimas angustiosas ¿qué pasaba? – ¡Basta!... ¡¿Qué… qué…? ¡Para ya!… ¡para por favor!
– ¡Bella, tranquilízate! – sentí como me tomaban de los hombros así que sacudí la cabeza presa de la confusión y el miedo.
Sabía que era Edward, pero mi cuerpo a partes iguales lo rechazaba y lo recibía, el dolor había disminuido hasta casi extinguirse pero una pequeña flama alimentada por la angustia seguía aferrada a mi vientre.
Pestañeé compulsivamente hasta que la vista se me aclaró y pude distinguir la imagen de un distorsionado Edward asustado.
Ahora estaba sentada y Edward estaba en cuclillas frente a mí, con los ojos desorbitados y aterrados hablando o gesticulando porque yo no escuchaba nada más que no fueran los latidos de mi corazón y la angustia lacerante y tangible.
– ¿Qué… q–qué… qué…? – no pude articular la pregunta, quería saber que había pasado pero simplemente estaba muda de horror.
– Tranquila, Bella, tranquila – me respondió en tono conciliador, aunque sus ojos desorbitados y aterrados no eran tan conciliadores – todo está bien, tranquila, solo fue un sueño, una pesadilla.
Me obligué a tomar una bocanada de aire, queriendo creer en sus palabras, mi corazón le daba crédito y se aferraba a ellas.
Era cierto, nada había pasado, solo había sido una horrible pesadilla.
La angustia disminuyó dramáticamente, en su lugar una tristeza lapidaria me llenó y sin poder pensar con claridad comencé a balbucear lo que pugnaba por salir de mi corazón.
– ¿U–una pesadilla? – sollocé, Edward asintió aún apenado con las manos en mis hombros masajeándome con sus pulgares en afán tranquilizador – ¿Q-qué… qué s-soñé? – pregunté entristecida.
– No lo sé, no puedo leer los sueños… parece que no lo recuerdas, es una fortuna – con precaución Edward se irguió lo más que podía dentro del Jeep y tomó asiento a mi lado, no me soltó y cuando iba a alejarme por inercia, me detuvo, acercándome a él y abrazándome fuerte – todo está bien, Bells, no llores, todo fue una pesadilla.
Mi corazón se estrujó ante sus palabras, entonces supe que había pasado.
Pero, ¿por qué? Hacía años que no tenía un episodio de pesadillas, nada malo había pasado y ciertamente no estaba cerca la fecha que tanto dolor me causaba año tras año.
Y Edward me había llamado Bells, tal como él.
Sin poder evitarlo comencé a sollozar de nuevo ocultándome en su pecho y mojando su camisa.
No dijo nada, solo acarició mi espalda durante largos minutos hasta que la gran mayoría de melancolía que sentía se esfumó.
Estaba segura que ese pequeño porcentaje de melancolía nunca desaparecería, toda la gente que había perdido a un ser querido estaría de acuerdo conmigo.
Pasamos unos cinco minutos abrazados, Edward se mantuvo callado y respetuoso de mi dolor y yo hice acopio de la entereza que me había forjado con el dolor y los años y rearmé las piezas de mi cordura.
Cuando dejé de sollozar pero aún con algunas lágrimas en mis mejillas, me separé de Edward lentamente, él me dejó ir sin poner resistencia y de nuevo nos quedamos un momento sentados uno al lado del és Edward se pasó al asiento de enfrente del Jeep y tomó algo del tablero para regresar a mi lado.
Me extendió un vaso de cartón con café humeante en él. Fruncí el ceño, ¿de dónde diantres había sacado el café?
– Emmett tiene una cafetera en el Jeep – me explicó mirando mi seño fruncido, asentí y le dediqué una pequeña sonrisa.
Volvimos a quedar en silencio durante un momento, las lágrimas ya se habían secado y el café me ayudo a aclarar más mis pensamientos.
Como siempre, el pensamiento de que aunque él ya no estaba conmigo físicamente, estaba en mi corazón, nunca estaría sola, él siempre me protegería, este pensamiento siempre me ayudaba a sonreír y no dejarme llevar por la melancolía del ayer.
– Alguna vez, Alice me comentó sobre esto – comenzó Edward después de un largo silencio, lo miré sin entender bien a que se refería, parecía apenado y algo entristecido – me contó sobre tus pesadillas y… y el porqué de estas – concluyó bajando la mirada apenado.
Lo miré entre sorprendida y enojada, Alice nunca me dijo que le había contado a alguien, pensaba que eso se había quedado entre ella, Rosalie y yo.
– ¿Hace… hace cuanto falleció tu padre? – preguntó con voz precavida.
Lo miré confusa y sintiéndome casi acorralada. Él sonrió y negó con la cabeza tímidamente mirando hacía abajo.
– Ok, entiendo, no tienes que responderme, lo siento.
Y sus palabras dieron justo el efecto contrario, me sentía libre de poder responder, después de todo él me había dicho que me quería y dijimos que tendríamos un pacto de confianza total, lo merecía.
¿Qué de malo podría resultar confiar en él?
– Fue hace casi cinco años – respondí con voz pequeña – era policía, murió haciendo su trabajo.
– Ya veo – hizo una larga pausa en la que admiró el paisaje nocturno casi amaneciente que nos rodeaba, después volvió a mirarme y con ojos claros y tiernos me preguntó: – ¿Quieres hablar sobre eso?
Lo miré sin verlo en verdad.
¿Quería hablar de la muerte de papá o quería hablar de mi pesadilla?
Traté de concentrarme en recordar lo que había soñado, pero nada que no fuera lluvia y angustia venía a mí.
Todas las ocasiones en que tuve pesadillas sobre papá y su ausencia, cuando recordaba poco era solamente su presencia, su rostro o su voz. Ahora no recordaba nada de él.
Tal vez no había sido una pesadilla con papá en ella, tal vez simplemente había sido una pesadilla cualquiera.
Era una hipótesis factible si no fuera porque había estado tan desconsolada y angustiada, justo como me dejaba soñar con él.
– ¿Bells? – me llamó de nuevo.
Me dio torticolis de lo rápido que giré a verlo.
Me había llamado Bells de nuevo.
Esperé a que las lágrimas comenzaran otra vez, sin embargo fue todo lo contrario.
Involuntariamente una risotada alegre salió de mi boca, haciendo a Edward saltar sobre su asiento confundido y desencajado.
– Lo siento, – me disculpé – es que… –volví a soltar unas risitas viendo el desconcierto de Edward y sintiéndome yo igual de desconcertada – es que, cuando era pequeña odiaba que me dijeran Isabella, siempre que mis papás me llamaban así es que estaba en problemas, el Bella lo dejaban para el día a día, pero solo le permitía a papá decirme Bells, nunca dejé que nadie más me llamara así, odiaba ese apodo.
– ¿Entonces por qué permitías que tu papá te llamara Bells? – preguntó Edward visiblemente más relajado, contagiosamente más relajado.
– Era un cabezota, le encantaba hacerme rabiar, siempre que llegaba de trabajar me llamaba Bells y cuando entré a la secundaria se compró una campanita en el bazar y siempre al llegar la agitaba para hacerme rabiar – me reí divertida ante el recuerdo de mis dientes molidos por los berrinches que me provocaba – llegó a ganarse un par de golpes de parte de Reneé y míos, pero al final, cuando llegaba de mal humor por algún delincuente, siempre le daba su campanilla para hacerlo sonreír – suspiré con un bienestar que no esperaba sentir al hablar de papá – se ganó a pulso que me dejara llamar Bells solamente por él… y que terminara por gustarme – reí.
– Suena una buena historia, ahora sé que no debo llamarte Bells a no ser que tenga una campanilla en la mano – bromeó y ambos reímos despreocupados.
– Sí, es una buena precaución– acepté recordando – , cuando cumplí dieciséis, mis papás me regalaron una vieja camioneta usada y casi para el basurero, pero la amaba porque papá, según él, para agregarle "estilo", le puso campanillas al retrovisor así que siempre iba sonando, obtuve muchas burlas por eso, pero papá siempre me decía que era como su gatito, si escuchaba las campanillas es que estaba cerca.
Volví a reírme abiertamente.
– Una vez me compró una bolsa de premios para gato… olían horrible y los había esparcido por todo el cajón de la camioneta – reí sin poder detenerme a carcajada suelta – Reneé estaba iracunda, recuerdo que no le permitió dormir en la habitación durante una semana y lo hizo lavar toda la camioneta por su chistecito.
Las carcajadas de ambos llenaron el auto.
– Después de eso, Charlie dijo que no quería ningún tipo de mascota en casa – la carcajada que iba saliendo se cortó de tajo al darme cuenta de lo que había pasado.
Hacía cinco años que de mi boca no salía ese nombre, dolía tanto que siempre lo evité.
Y de nuevo una risita ahora más ligera salió.
No dolía, no quemaba y no era insoportable, era divertido y hermoso recordar mi faceta de gato adolescente.
Edward se mantuvo en silencio sin mirarme.
– Gracias – le dije dándome cuenta de lo que había hecho.
Mierda, era bueno, carajo, el mejor manipulador de la historia, no sabía si tener miedo o estar agradecida. Pero decididamente tenía que tener cuidado, en una de esas me convencía de tirarme de un edificio… o de tirármelo… bueno, eso no me molestaría mucho.
– No he hecho nada, has sido tú – respondió modestamente… o tal vez manipuladoramente, yo sabía que lo había hecho, él lo sabía, pero nadie lo aceptaría, estaba bien por mí.
– Ok – dije encogiéndome de hombros.
Volvimos a quedarnos en un cómodo silencio.
Edward poseía una cualidad… extraña, definitivamente representaba un reto tremendo para mi, o para cualquiera; era un torbellino cambiante y asombroso.
Era un dolor de cabeza, conocía al menos a tres Edwards distintos; el que me acompañaba parecía ser el Edward tierno y empático, muy comprensivo y sumamente relajante.
Pero también había conocido al Edward cabezota, idiota, tacaño, corto de ideas, prepotente, altanero, soberbio, grosero, coqueto, fácil, mentiroso… uff… ok, sí, conocía a otro, al Edward imbécil.
Así era, Edward poseía una cualidad camaleónica que me obligaba a estar siempre alerta al tanto de la más mínima alteración, disfrutando al máximo de pequeños grandes momentos, como el que acababa de pasar.
Tan simple era disfrutarlo, después de todo, hacía cinco años que yo no pronunciaba el nombre de mi difunto padre y en compañía de Edward, guiada ciegamente por un par de palabras que detonaron todo un torrente de hermosos recuerdos, lo había hecho y no había dolido.
Inevitablementeestaba totalmente agradecida con Edward y por consiguiente nunca lo aceptaría abiertamente.
Lentamente tomé su mano que reposaba cerca de mi pierna sobre el asiento de cuero del Jeep, él no opuso resistencia e incluso la estrechó con más fuerza de con la que yo lo tomaba, reposando ambas manos entrelazadas en una de mis piernas.
¡Mierda! ¿Por qué era tan jodidamente intenso?
Pero, ¡no! Eso no era lo único que Edward podía hacer para retar a mi cordura.
Tomó mi otra mano y sin despegar su mirada de la mía la llevó hasta sus labios, besándola tiernamente con una mirada verde cálido.
Me derretí en ese instante.
Edward sonrió torcidamente y soltando mi mano me pasó el brazo por lo hombros atrayéndome hacia él, aprisionándome en un abrazo tierno y cariñoso.
Este hombre me había dicho que me quería y entre sus brazos, mientras dejaba besos en mi coronilla, mi frente y mi sien, ¿cómo tenía el cinismo de dudar aún de él?
Bueno, no solo Edward podía tener personalidad múltiple.
Siendo sincera, yo también le había mostrado muchas y variadas Bellas.
Sí, definitivamente esto estaba siendo sumamente interesante, sin embargo mi pronóstico seguía siendo el mismo: un desenlace desastroso.
Edward se inclinó y sin miramientos comenzó a quitar del paso mi cabello para poder besarme y mordisquearme la oreja.
Oh, por Dios mío… tuve que apretar las piernas en un acto reflejo.
– ¿Emmett? – pregunté, percatándome que Edward estaba siendo demasiado cariñoso como para estar en el auto de mi hermano.
Dudaba que durante mi sueño, Emmett y Edward en su plática `masculina´ y azucaradamente cursi, hubiesen llegado a algún tipo de acuerdo que le permitía a Edward manosearme en el asiento trasero del Jeep de mi hermano.
Ese derecho seguramente estaba reservado para Emmett y sus chicas de bar, o tal vez para cualquier chica, pero seguramente no para su hermanita y su... cariñoso-amigo-pulpo Edward.
No me quejaba, la verdad se estaba muy bien aquí.
– Está... afuera – respondió Edward nervioso, separándose de mí.
Abrí a regañadientes los ojos, percatándome que los tenía cerrados disfrutando su coqueto roce en mi oreja.
No lo negaré, odié que se alejara.
Edward se movió de nuevo al asiento delantero, dándome una excelente panorámica de su idílico trasero redondito y suculento, se dobló sobre si mismo pulsando algunos botones de la consola de mando del Jeep y después se acomodó en el asiento de copiloto, mirándome con el entrecejo ligeramente fruncido.
Algo estaba tramando, así que mientras se decidía a hacerme rabiar o sorprenderme para que mi corazón saliera disparado a otra galaxia, comencé las maniobras pertinentes para despertarme al cien por ciento.
Me estiré como un gato rechoncho después de su leche nocturna, no había dormido las diez horas reglamentarias que los humanos con sentido común dormían; pero en primera, yo no era un humano con un sentido común muy desarrollado y en segunda, ¿quién diantres podía dormir plácidamente sabiendo que el aspirante a protagonizar la siguiente película de "Rápido y furioso" estaba al volante?
Estúpido Emmett…
Sin embargo me sentía renovada… o al menos lo suficiente como para enfrentar las siguientes ocho horas activa.
Ok, seis horas activa... siempre y cuando no hubiera ninguna actividad físicamente demandante.
Aunque... si esa actividad incluía a Edward... tal vez unas doce.
Me quité la frazada de encima pero inmediatamente me arrepentí, el frio de la madrugada estaba obligándome a no mostrar mis encantos.
Estúpida Madre Naturaleza.
– ¿Te encuentras bien? – me preguntó con el ceño fruncido y los labios ligeramente torcidos.
Remierda, que gloriosamente delicioso se ve ese gesto.
– Ehm... ¿sí? – ¿De qué iba esa pregunta? ¿No era obvio que la tormenta había pasado? ¡Dejé que me besara y manoseara!...
¡Oh remierda! ¡¿Acaso tenía un hilo de saliva seca pegado en la barbilla? ¡O peor aún! ¡¿El escote de mi vestido se había recorrido para mostrar mi sostén... o mi... seno?
¡Mierda!
– ¿Por qué preguntas? – carajo, carajo, carajo, que diga que es un chismoso y solo quiere incomodarme, por favor.
Hizo una mueca con la boca, torciéndola hasta que parecía una cuña… fue increíblemente hermoso.
– Por nada… por nada – dijo negando lentamente con la cabeza mientras sus mejillas se teñían de un magnifico tono melocotón.
¡Aww! Lucía tan lindo sonrojado.
– Ehm... gracias, estoy bien – me obligué a responder antes de que me delatara con risitas estúpidas e histéricas.
– ¿Segura? ¿Quieres contármelo? Puedes confiar en mí, Bella – afirmó con interés.
Seguía preocupado por mi pesadilla, era tan lindo y tan inconveniente a la vez, seguramente había hablado dormida, seguro había dicho algo que tenía a Edward pensando más de la cuenta.
Estaba segura de que fuera lo que fuera que hubiera escuchado, me había comprometido de alguna manera.
¡Odiaba hablar dormida!
– No te preocupes, Edward – traté de tranquilizarlo – en realidad no recuerdo nada, así que estoy bien.
Y era cierto, no recordaba haber soñado, si era una pesadilla o un... sueño húmedo.
Oh, mierda.
Sin embargo, cuando Edward me pidió que confiara en él un extraño retortijón hizo que me girara para que no viera la mueca de incomodidad que tenía en el rostro.
¿Confiar en él? Algo me decía que tenía que prestar atención a esa frase, que era importante, así que...
– ¿Más café? – preguntó distrayéndome inclinándose sobre la consola del Jeep.
El delicioso, y más que perfecto, olor a café recién hecho llenó el auto y echó a patadas cualquier otro pensamiento en mi cerebro.
Si algún día el holocausto zombi se hacía realidad, yo iría por las calles con la carne putrefacta cayendo a pedazos, los ojos desorbitados y bañados en sangre y los brazos estirados gruñendo como idiota una sola cosa: ¡Cafééé!
Más le valía a Milla Jovovich no sitiar ninguna cafetería.
– ¿Bella? – preguntó con una mueca de desconcierto en sus hermosas facciones, para nada zombiescas.
– Perdón, ¿dijiste algo? – pregunté apenada, mi cerebro necesitaba cafeína urgentemente.
Soltó una risita nerviosa y me extendió otro vaso de cartón con el perfecto café humeante y oloroso – Veo que alguien necesita más de unos minutos para despertar completamente – se burló pasándose al asiento trasero, con su propio vaso de café.
Me hice a un lado para darle espacio, pero él no respetó mi movimiento, de nuevo, y se sentó a escasos milímetros de mí.
Genial.
Lo miré de repaso, no quería crear una situación de miradas ardientes en el Jeep de mi hermano, eso terminaría conveniente para Edward y para mí, pero no para las vestiduras.
Así que preferí concentrarme en el vasito de café que tenía en las manos, al menos con café en mi sistema no gruñiría como zombi.
Me lo bebí rápidamente, de verdad estaba esmerándome en no prestar atención al dios manipulador y gloriosamente hermoso que tenía a escasos centímetros de mí.
Es decir, claro, era una persona caliente, urgida, bullente, necesitada y sobreestimulada… pero esto era ridículo.
Nunca pensé que un hombre con su simple cercanía me sacara de mis casillas a tal punto de esforzarme en evitar a toda costa tirarme sobre él y destrozarle ese hermoso traje que llevaba puesto con los dientes.
Lo miré, estaba inmerso en sus pensamientos, en algo que yo no podía ver… se mordió el labio y giré rápidamente evitando abrir la boca como un bebé buscando un biberón.
Puse el vasito de café en los portavasos que estaban en la cajita detrás de la palanca de velocidades y al estirarme admiré la pequeña pero sofisticada cafetera que residía en el panel de control del Jeep.
Emmett y sus ostentosos gustos.
Edward me miraba en ocasiones, pero estaba demasiado concentrado en cocinar aquello que llevaba en la cabeza.
Comenzaba a familiarizarme con su manera de ser.
Era precavido... o calculador; no decía nada sin antes pensarse todas las repercusiones que podría traer una sola frase mal planteada.
Claro, eso era cuando estaba en su modo "Edward, el hombre perfecto", cuando estaba en el modo "Edward, el hombre de las cavernas",prefería decir cualquier estupidez para hacerme rabiar.
Eso me tranquilizaba, estaba calculando sus palabras, sea lo que sea que le rondaba en la mente esperaba cualquier respuesta mía.
Ahora dependía solo de mí, rabiar o lanzarme a sus brazos y llenarlo de besos.
Dándole su espacio para pensar miré por la ventanilla, el cielo estaba más oscuro que cuando salimos, un negro casi completo auguraba nuestras cabezas, eso solo significaba una cosa, estaba por amanecer.
En mi opinión la Señorita Naturaleza estaba loca, era una total contradicción que el cielo se oscureciera antes de amanecer… bipolar… ¡Ja! Bipolar… ¿entienden? Bipolar, dos polos… el norte y el sur… ¿Polo norte y polo sur?... ¿Naturaleza?... ¿No?... ¡Bah!
Me coloqué de lado y estiré la cabeza para ver el reloj de la consola de controles del Jeep, eran las cinco veintiséis, así que sí, algo así de una hora para que amaneciera.
Lo miré, él me miraba con ese brillo intenso de sus esmeraldas resplandecientes, ese no sé qué se seguía cocinando, así que no dije nada y busqué que hacer para no distraerlo, pero sobre todo para distraerme a mí.
Un día, Edward iba a ver lo que mis dientes eran capaces de hacerle a un traje de cachemira. Pero ese día no iba a… ser… hoy… ¡puaj!
El silencio era cómodo como siempre que se trataba de Edward, su cercanía era suficiente para que me sintiera tranquila… y caliente.
¿Cómo había mutado tan drásticamente nuestra relación?
Pensar que hacia una semana era el imbécil hermano molesto y gruñón de Alice, al que odiaba sin conocerlo, solo me bastaba ver como Alice y él discutían por teléfono o como regresaba Alice cuando se iba a visitarlo, con la mirada baja y los ojos rojos.
Sentí otro pinchazo de incomodidad.
¿Cómo podía haber olvidado ese detalle?
La historia oficial era que Alice se había mudado a Chicago a los dieciocho años para entrar a la universidad (la misma que me había dado un año sabático por chocar "accidentalmente" el auto de la profesora más nefasta de la historia) esto a Edward, ni a sus padres les había hecho mucha gracia pues la universidad de Washington, después de Harvard, Stanford y Cornell estaba mejor ubicada en el ranking que la universidad a la que íbamos.
Sumándole esto a que, su padre, su madre y el mismo Edward habían ido a la universidad de Washington, fue todo un escándalo que Alice decidiera viajar al otro lado del país.
Además... no era muy económica que digamos.
Solo la mismísima Alice sabía las razones de esa decisión y dudaba que en algún momento se las contara a alguien.
Pero bueno, ese no era el mayor problema, el mayor problema... no lo conocíamos.
Un día, hacía cosa de seis meses Alice nos envió un mensaje de texto al celular, con solamente tres letras que lograron tenernos, a Rosalie y a mí, en tiempo récord en mi casa: SOS.
Llegamos y, aun no sabía como lo había hecho, Alice ya estaba dentro de mi departamento, llorando como una Magdalena, desmadejada en el sofá y con su celular empuñado en la mano con ferocidad.
Sobra decir que casi nos da un infarto y cuando logramos calmarla (y vaya que costó) lo único que nos dijo fue que su familia la necesitaba y tenía que ir a Washington.
Compré el boleto de avión que salía más próximo e hicimos una maleta con ropa que Alice tenía en mi departamento, mientras que Rosalie logró tranquilizarla al grado de poderse echar una siestecita.
Fue la única vez que vi a Alice hablar en sueños y solo había dicho una frase.
"Te lo dije Edward".
Ni Rosalie ni yo nos sorprendimos mucho que el causante de aquel alboroto fuera Edward, sabíamos que a pesar de ser el hijo mayor, era el que más causaba problemas a sus padres, en palabras de Alice, era como un adolescente emo–rockero–punk–renegado; y claro, como Rose y yo no podíamos saber si eso era cierto o no por nuestros propios medios, decidimos que Alice decía la verdad.
Además sabíamos que unos meses atrás de esto, Alice y Edward habían tenido una pelea tan fuerte que habían cortado su relación.
Y hoy en día, aun no sabía la razón.
Cuando la despertamos para llevarla al aeropuerto, Alice totalmente desconectada se dejó llevar, el silencioso camino fue de las cosas más horribles que he vivido.
Mientras esperábamos para que abordara, también esperábamos que la pequeña duende reaccionara, pero no lo hizo hasta que decidí comprar otros dos boletos para acompañarla.
La pequeña fiera reaccionó como si le hubiéramos aventado ácido sulfúrico a su bolso más preciado; nos dijo que esto era solo entre su familia y ella, que nosotras no podíamos meternos en más se fue a la sala de abordaje, muy anticipadamente, pero dejándonos completamente descolocadas.
De la impresión, Rose y yo no pudimos irnos y a los diez minutos Alice volvió a salir disculpándose por su arrebato y prometiendo que llamaría en cuanto llegara y siempre que pudiera.
Lucía más como la Alice que conocíamos así que obligadas la dejamos ir, aunque mucho más tranquilas.
Cumplió su promesa, nos llamó en cuanto pisó Washington, pero no supimos más de ella hasta tres días después, una escueta llamada en la que nos avisó que se quedaría en Washington dos semanas más.
Rosalie se había quedado conmigo durante la ausencia de Alice y cada día formulábamos una nueva teoría de lo que había pasado y cómo regresaría nuestra amiga de esas vacaciones obligadas.
Pero nunca nos imaginamos lo que sucedió.
Alice regresó al cabo de tres semanas y media. Regresó, pero no sola, Edward regresó con ella, con muchas maletas y una caravana de mudanza.
Rose y yo casi nos vamos de espaldas, Alice parecía cuidar de Edward como si fuera un cachorrito inválido, los días que le siguieron a su regreso a penas si le vimos el polvo, pues estaba siempre con él, ayudándolo a instalarse, mostrándole la ciudad o simplemente haciéndole compañía.
Pocas veces tratamos de sonsacar a Alice las razones de ese cambio en la relación que tenía con Edward y del porqué ahora él estaba viviendo aquí, tan inesperadamente y en las circunstancias que se habían dado.
Y esas pocas veces, Alice no dijo nada.
Habían pasado ya seis meses, tal vez más, tal vez menos, hasta la semana pasada, mi concepto de Edward Cullen era el de un hombre perturbado, con problemas serios, con actitud sobreprotectora y lo peor de todo: Que no agradecía a Alice nada de lo que había hecho por él.
Se peleaban siempre por teléfono, Edward le había hecho escenitas en la escuela por no responder llamadas, se peleaban por las cosas más absurdas.
Reparando en ese detalle, me pregunté: ¿cómo no había conocido antes a Edward?
La respuesta era sencilla: Porque no quería conocerlo.
Para mí era un paria-vampiro succionador de la felicidad de Alice.
Y por eso lo odiaba… por eso y por no saber exactamente porque odiarlo.
Nunca supe que pasó, lo que ocasionó que Alice viajara tan súbitamente a Washington y regresara con un hermano de suvenir.
Ahora, todo lo que había pasado en la semana tenía más sentido.
Edward era así de cambiante, las cosas pequeñas las magnificaba y hacía una bronca de cosas sin sentido, era malhumorado y desagradecido, tacaño y amargado, era todo lo que nunca busqué en un hombre.
Otro retortijón hizo que me revolviera incómoda en mi asiento.
¿Y si había sido mi tendencia a juzgar premeditadamente a las personas la que había hecho que odiara a Edward?
Reparando en los detalles que acababa de recordar: ¿qué si Edward había tenido un problema tan grande que Alice, su hermanita, tuvo que rescatarlo?, ¿qué si en realidad no era el malhumorado, desagradecido, tacaño y amargado que creía?, ¿qué si solo estaba superando, o tratando de superar aquello que había provocado una revuelta monumental hacía seis meses?
Y la respuesta estaba ante mis ojos.
Sí, lo había juzgado mal.
Tal vez hoy, Edward se había quitado esa careta de dolor de muelas y había decidido mostrarme ese hombre del cuál Alice estaba enamorada.
Porque sí, nunca podría negarlo, Alice amaba a su hermano, el hinchapelotas.
Y los síes seguían cayéndome como toneladas de culpa.
Sí, él no era malhumorado, tenía un sentido del humor excelente, le gustaba bromear y reír, lo había notado cuando nos estábamos enrollando en la bodega del bar.
Sí, no era desagradecido, estimaba, tal vez quería a Emmett porque era su jefe y le daba trabajo y amistad, quería a Jasper porque lo escuchaba y ayudaba a sus problemas, quería a Alice, y lo demostraba de vez en cuando, cuando le enviaba un par de zapatos carísimos o un certificado de regalo de una tienda fantástica.
Sí, no era tacaño, por todos los regalos que le había hecho a Alice, porque hoy en la tarde no me había cobrado un centavo del hospital... y bueno... eso tal vez era un delito, pero tan poco tacaño era que no me había cobrado ni las oreos que me compró antes de drogarme y dormirme.
Sí, no era amargado... ¡Sí demonios, sí! Era un chico lindo, caballeroso y sobre todo, estaba interesado en mí.
¿Cómo podía cambiar tanto mi percepción de alguien en tan poco tiempo?
La respuesta era fácil... el maravilloso sexo oral.
Bueno, eso y como se había comportado conmigo hoy, claro.
La vida daba vueltas, hacía una semana no me imaginaba compartiendo café en un hermoso silencio con el "desagradable" hermano de Alice... estaba muy ocupada pensando en que tanguita ponerme para maravillar al cabrón de Jacob Black.
Parecía mentira pensar que el incidente del auto con Jacob y la declaración formal de Edward hubieran ocurrido el mismo día y que, además, apenas hubieran pasado unas horas de eso.
Mi mano punzó pidiendo atención.
También parecía mentira que para abrir los ojos y odiar a Jacob y para ver la verdadera cara de Edward y prendarme de ella... tuviera que romperme un hueso.
Sí, la vida era una jodida cabrona.
¡Es fantástico estar vivo! y también son fantásticos los días maratónicamente largos con muchas epifanías de por medio.
– ¿En qué piensas? – me preguntó Edward girándose abruptamente, me había estado mirando por el espejo central.
– En que el día ha sido extrañamente largo – respondí con una sonrisa, Edward no podía aparentar tanto, de verdad estaba mostrándome su verdadero rostro, estaba dejándome entrar.
Dentro de mí, una porrista comenzó a saltar con pompones en manos deletreando su nombre y tratando de hacer mortales, pero como era obvio viniendo de mí, no lograba ni saltar sin caerse.
Bien, la intención es la que cuenta... creo.
Tuve que morderme la boca para no saltar como loca sobre él y llenarle la cara de mal aliento matutino y saliva por todos los besos que quería darle.
Me limité a mirarlo con una enorme sonrisa y beber café.
– Ya lo creo, larguísimo... pero productivo – me dedicó una sonrisa infartante y después comenzó a comer galletas de un tubo que tenía sobre las piernas como si nada. Lucía tan fresco como una lechuga que me dio envidia y tan insoportablemente guapo que me hizo vibrar en el asiento, seguramente mi cabello parecía el nido de una rata y mi rostro el de una borracha sin remedio – ¿Qué? – preguntó curioso al percatarse de mi escrutinio.
– No pareces cansado – dije sin poder evitar el ligero tono de envidia.
– No lo estoy, estas son mis horas activas... – se giró para mirar el reloj y frunció el entrecejo con un mohín tierno ¡Awww! – Bueno, hace una hora que debería estar dormido, pero en media hora debería estar despierto, así que estoy bien por el momento – aseguró ofreciéndome una galleta del tubo de oreos que se estaba zampando.
– Gracias – susurré con una sonrisa – y... ¿en qué estabas pensando tú?
Suspiró algo derrotado y se zampó otras tres galletas de golpe.
¿Cuándo comenzó a ser sexy el hambre de un hombre?
No entendía por qué ese apetito voraz que tenía Edward me estaba haciendo apretar las piernas con premura.
¡Con todo lo que hacía, mi vagina hacía amago de...! hmm... ¿escupir?
Pfff, no, olvidemos ese adjetivo.
– Creo que no te gustará saberlo, pero respetando mi parte del trato te lo diré – eso sonaba mal.
Asentí con seguridad, si él podía soportar cualquier respuesta mía, como que le confesara que me había enredado desde la adolescencia con Quil; cosa que no le había dicho a nadie, entonces, yo me obligaría a soportar lo que tuviera que decirme.
Supongo que así funcionaba la confianza.
– Creo que me estás mintiendo – soltó a bocajarro sin mirarme, demasiado entretenido en su tubo de oreos.
– ¡¿Qué? – respiré profundamente tratando de tranquilizarme – ¿Por qué lo dices? – la verdadera pregunta que pugnaba por salir de mis labios era: ¿por cuál de todas las mentiras que te digo es por la que descubriste que te miento?
¡Mierda!
– Tenías una pesadilla, lo sé – me dijo tranquilamente, aún sin mirarme – y sé que yo estuve en tu sueño, mencionaste mi nombre, sé que te hice daño en él... – su voz dejó de ser tranquila y se afiló al final con amargura.
– ¿Me culpas por no recordar un sueño? – pregunté estupefacta.
– ¿De verdad no recuerdas tu pesadilla? – remarcó la última palabra, corrigiéndome.
En todo caso, él estaba más seguro que yo en esta situación, no sabía lo que había dicho en sueños, pero decididamente había dicho algo malo.
– No, Edward, no sé qué soñé, incluso llegué a pensar que era un sueño húmedo... – ¡Mierda! – el caso es, no lo recuerdo, no me culpes por no saberlo y tu no deberías sacar juicios tan precipitadamente y sin base alguna.
Mira quien lo dice, Bella...
Edward tenía un pequeño atisbo de sonrisa en la comisura de los labios, pero el muy maldito se la tragó y continúo con el interrogatorio-reclamo.
– Entonces te creo y confío en que me dices la verdad – casi suspiré, me sentía como si hubiera aprobado un examen – pero esa no es la única razón por la que creo que me mientes.
¡Carajo!
– ¿Vas a decírmelo o tendré que adivinarlo? – pregunté ya un poco cabreada.
– Los sueños, son un reflejo de la realidad, – ¡Has iluminado al mundo con esa afirmación, oh, sabiondo Edward! – y en ese sueño que casi me narraste, pude ver que tu percepción de mí no es la que me gustaría y mucho menos la que me has tratado de hacer creer.
– No creo entender del todo – ¡Mierda! Y además de ser el jodido amante experto y cariñoso, tenía complejo de polígrafo.
– Lloraste, Bella, incluso gritaste y en cada oración mencionaste mi nombre – iba a interrumpirlo, eso no era necesariamente malo, tal vez un hombre lobo me perseguía y buscaba a Edward para que me salvara, pero el Sigmund Freud moderno no me dejó hablar – no me llamabas de buena manera, me pedías que me alejara, dijiste muchas cosas, Bella.
Nadie me había hecho una bronca por mis sueños, sinceramente no sabía como defenderme.
Pero antes de que otra cosa sucediera, me di cuenta.
– ¿Grité, lloré y dije cosas de ti? – exclamé asustada – ¿Y Emmett no hizo nada?
¡Mierda! si Edward me estaba haciendo una bronca por gritar su nombre, no quería imaginar lo que Emmett iba a decirme.
¡Mierda! ¡Carajo! ¡Put...!¡Joder!, iba a investigar si un loquero podía hipnotizarme para no soñar, o si existían los micrófonos para poder ponerle `mute´ a mis gritos entre pesadillas.
Soñar apesta...
– No, se fue justo antes de que comenzara el show – me miró directamente a los ojos con recelo y algo de dolor, lo cuál me sacó de mis casillas ¡Qué jodida culpa tenía yo de soñar!
¡Todos soñábamos!
– Quiero saber la verdad – pidió con voz fuerte y decidida. Daba miedo.
– ¿Y qué verdad es esa? – la pregunta que debía decir era: ¿Cuál de todas las verdades que no sabes?
– ¿Qué buscas de mí, Bella? – preguntó con dolor – ¿acaso solo quieres que tengamos sexo?
– ¡¿Qué? – grité estupefacta.
– Ya lo escuchaste, respóndeme por favor – pidió de nuevo ecuánime.
Maldito bipolar.
– Edward yo... –
Yo…
Yo... yo no sabía que responder...
Sentí que mi estómago se contraía dolorosamente al mismo tiempo que una sensación... extraña se alojaba en mi pecho, era como si mi tórax fuera una botella de refresco de PET, ese plástico reciclado y con pretensiones ecologistas… en mi opinión, no deja de ser plástico… ahm si, el caso es que era como si y alguien quisiera ser ecológico retorciéndola hasta reducirla a un nudo de plástico.
Malditos ecologistas fanáticos.
El aire escapó de mis pulmones y la cabeza comenzó a darme vueltas... ¿A dónde se había ido mi saliva?
– ¿Bella? – preguntó Edward al ver la mueca que llevaba en la cara – ¿Te encuentras bien?
¡Mierda que no!... ¿acaso me estaba dando un ataque?
¡Respira idiota, respira!
Aspiré aire fuertemente y todo regreso a la normalidad... o algo así, suspire entonces, tomando valor.
– Edward... tenemos una semana de conocernos, no sé que buscas que responda, lo de la bodega fue fantástico, ¡fue sublime! Pero simplemente se dio, yo no lo buscaba.
¿Eso es verdad? me pregunté a mi misma, pero con la revolución que tenía lugar en mi cuerpo, apenas si me hice caso.
– ¿Y lo del bosque? – ¡Carajo Edward, pareces niñita!... Dime Bella, ¿qué sientes por mí? Dime... ¡Mierda de hombres que han visto demasiados chick flicks!
Un punzada me atravesó el cráneo... ¿Eso iba a ser un aneurisma?
– ¡Estaba ebria! Afortunadamente me topé contigo y no con un estúpido violador que hubiera hecho lo que le pedía, ¡no sabía lo que estaba haciendo! – grité enojada.
Pero él ni siquiera se inmutó.
¿Por qué era tan pequeño este Jeep? ¡Abran las puertas!
– No me has respondido – dijo tan tranquilo que parecía que discutíamos sobre el clima.
Y hablando del clima, ¿por qué hacía tanto calor? ¡Estábamos como a 1500 grados centígrados!
– Mira, Edward – suspiré, decidida a no dejarme llevar por la ira homicida que estaba sintiendo ¡Carajo! – Nos conocemos casi nada, nos hemos visto un par de veces y ya hemos... pasado de la primera base, – hum y que buena base decidimos tomar... – el caso es que, no sé que esperas que responda, es demasiado pronto, ¡ni siquiera hemos tenido una cita! – exclamé ofuscada.
Suspiré un poco menos estresada al ver la cara de entendimiento de Edward.
Guardó silencio un momento y después me miró con pena – Tienes razón, fuimos demasiado rápido – declaró con pesimismo.
– No, Edward, – negué con la cabeza vehementemente – fuimos a nuestro ritmo, no hay una receta para cocinar las relaciones, tenemos que cocinarla nosotros, dejemos que las cosas fluyan, no hay porque presionarnos por algo tan prematuro como lo nuestro.
¿Esa hablando maduramente y de tiempos era yo?
¿O esa saliéndose por la tangente...? Sí, esa era yo.
Se hizo un pesado silencio, en el que yo solo quería gritar y salir corriendo.
¿Cómo había logrado sobrevivir a ese artero ataque de su parte? ¿Cómo había logrado soportar aquella reacción de mi estúpido y delator cuerpo? Claro, sin decir una sola palabra de las que estaban en la punta de mi lengua, demandando herir con saña.
No quería mentirle, ¡para nada!, pero sabía que mi respuesta no le iba a gustar.
Edward era lindo, me gustaba... pero ¿cómo saber que esperaba de él?
Ciertamente, no podía imaginar un serio nosotros, estar a su lado eternamente, o ancianos y sin dientes riendo porque nuestros nietos estaban igual de chimuelos que nosotros.
Tan solo pensarlo me daba escalofríos.
Tampoco concebía la idea de que tuviéramos una relación remotamente parecida a la que tenía con Quil, frecuentarnos para tomarnos una copa y reír como amigos y en otras ocasiones frecuentarnos para tomarnos una copa y liberar todas las hormonas activas y reprimidas, no, Edward no pegaba en el papel de un Quil más.
¡Uff, si Quil hubiera oído eso!
La verdad es que no quería responderme esa pregunta a mí misma, porque de antemano sabía que mi respuesta no sería la misma que la de él.
Edward me quería, me lo había dicho; por eso sentía que esta plática, más que plática era una escenita de novios que llevan demasiado tiempo sin avanzar.
O bien era un ataque terrorista en potencia.
Pero ni era su novia, ni tenía que infundirme terror; pues ya estaba aterrorizada.
No podía siquiera considerarme su amiga, ni su novia, ni siquiera un ligue que estuviera divirtiéndose, no podía darme una clasificación y eso me aterraba.
Sin embargo, más aterrador que eso era que para él, yo sí tenía una clasificación. Me quería.
Y para bien, aunque más probable para mal... yo... no lo quería.
¡Listo!Estaba dicho.
Yo no podía quererlo, no aún.
Y para nada iba a decirle eso ¡nunca!, sabía el terrible dolor que causaba un amor no correspondido.
Así que... supongo que me quedaba seguir mi propio consejo, dejar que las cosas fluyeran.
– Por favor, solo disfruta el momento, seamos sinceros y veremos como se van dando las cosas, no necesitamos más presión de la que ya tenemos encima – recalqué mirando significativamente el Jeep.
Definitivamente no estaba preparada para esa revuelta armada que me había montado, pero con seguridad nunca estaría preparada para la reacción que tendrían Emmett y Alice cuando les contáramos que nosotros... que nosotros... bueno, que teníamos... que éramos... algo.
– Tienes razón, a nuestro ritmo... y – se calló calculando sus palabras – que sea solo para nosotros – concluyó.
¡Ese era mi chico!... quiero decir... ¡Ese era... ¿Edward?... mierda.
Bien, había sobrevivido a lo que hubiera sido esto, me tocaba festejar y convencerme a mi misma de mis propias palabras y más importante, de confiar verdaderamente en él.
Sí, pero mientras tanto tenía que disfrutar el momento.
Me estiré después de un rato para tomar mi café mientras Edward volvía a devorar como niño en hambruna.
Volví a mirarlo.
– ¿Sabes que verte comer de esa manera es jodidamente sexy? – dije sin pensarlo, acto seguido el rojo vergüenza sexual acudió a mi rostro.
Pero lo mejor fue la reacción de Edward.
Un rojo parecido al mío impregnó su rostro, pero no por vergüenza... ¡Se había atragantado con mi cumplido! Riendo le di unas palmaditas en la espalda mientras él tosía de a poco.
Eso de ser una chica fuerte y decidida que puede bromear sexualmente con su hombre es genial.
Okay… me retracto, no es mi hombre… ¡Pero, sí es genial!
Cuando volvió a erguirse ese rojo en su rostro, me pareció incluso más sexy que su manera de devorar.
¡Mierda, estúpidas hormonas!
– Gracias... por las dos cosas – susurró con una mueca divertida – ¿una galleta? – preguntó estirándome el tubo medio vacío de oreos.
– Gracias – dije tomando una y llevándomela a la boca.
Un pequeño silencio se hizo mientras comíamos.
No era su apetito voraz el que me... emocionaba, era el movimiento que sus labios y su mandíbula, en conjunto, hacían al masticar, era su rostro de placer al comer.
¡Era un jodido dios sensual!
Así que, dejé de reprimirme.
Justamente al mismo tiempo que él.
Nos abalanzamos uno sobre el otro, chocando agresivamente por la sincronización en que nuestras hormonas habían decidido apoderarse de nosotros.
Nuestras narices se retorcieron por el encontronazo, dolió un poco pero nos importó nada, en cuestión de segundos nos acomodamos para poder besarnos deliciosamente.
Su boca con sabor a chocolate abrazó la mía con movimientos feroces y deseosos, mientras yo sin ninguna inhibición llevaba mis manos a su ancha espalda.
¡Era tan sexy que podía correrme ahora mismo!
Lo pegué más contra mí y él sin tapujos me bajó de un jalón el cierre del vestido.
Gemí de la impresión y la avasalladora humedad que se concentró en mi entrepierna.
Edward también gimió y eso causó una sacudida en mi cuerpo que me dejó totalmente desconcertada.
La lujuria se apoderó de mí completamente.
Con manos presurosas me deshice de su saco y después de su camisa, recorriendo con regocijo esa anatomía perfecta.
Sus músculos eran duros y marcados, pero no era como esos hombres que dedicaban su vida al gimnasio y lucían como si estuvieran recubiertos de salchichitas cocteleras; el cuerpo de Edward era hermoso de manera natural, con pequeños pedazos de su cuerpo con un ligero exceso de grasa, como cualquier persona; pero incluso esa pequeña arruguita que se le hacía a mitad de la espalda me parecía subliminal.
Su abdomen plano y con algunos músculos sobresalientes comenzó a temblar a causa de la respiración agitada que lo dominaba mientras mordisqueaba mi hombro bajando mi vestido lentamente.
¡Joder!
Mi respiración salía en pequeños jadeos, cada que mi pecho se inflaba mis senos casi desnudos rozaban con el pecho duro de Edward, el contacto era enloquecedor.
¡Quería que me tomara ya mismo!
Con premura llevé mis manos a su cinturón y con cuidado de no lastimarlo lo retiré de un jalón. Algo más llamo mi atención.
El enorme bulto que palpitaba inquieto a escasos centímetros de mi mano; la lujuria era mi dueña y por eso no reparé en nada más.
Sin miramientos llevé mi mano a su miembro y sobre la ajustada tela del pantalón lo froté con obscenidad, empujando con mi pierna la suya para poder tener más acceso a ese coloso.
Edward soltó un grito ahogado y antes de que pudiera reaccionar lo tenía sobre mí, totalmente recostados en el asiento trasero del Jeep de mi hermano.
¡Que cómodos asientos tienes, Emmett!
Sin embargo, esa posición no me dejaba mucho margen de maniobra, empujé a Edward que no separaba los labios de mi clavícula, así fue fácil colocarlo debajo de mi.
Me senté sobre sus piernas dejando una pierna de cada lado, obviamente una colgaba del asiento, la otra antes de que pudiera acomodarla la tomó entre sus manos y con ferocidad le dio un mordisco a mi pantorrilla arrancándome un jadeo de placer.
Tenía el vestido hecho un nudo alrededor de mi cintura, Edward estaba sin camisa y con el pantalón tan bajo que casi podía ver su vello púbico, estaba mordisqueando mi pantorrilla mientras acariciaba mi muslo con una mano y con la otra masajeaba mi seno; yo frotaba con una mano su pene y con la otra revolvía su sedoso cabello con lujuria.
¿Lo más excitante?
– Estamos... – jadeé como pude empujando mi cadera contra la suya, él soltó un rugido ronco que hizo que mis piernas temblaran y tuviera que colocar ambas manos en sus hombros para no derrumbarme – En el... hmm... auto de... arg... Emmett – completé como idiota – Es lo más excitante que he hecho – gemí encorvándome para poder mordisquear su oreja.
Él salió a mi encuentro y nuestros sexos se tocaron sobre la ropa, ambos exhalamos un gemido alocado al mismo tiempo sobre el rostro del otro.
Rápidamente giro la cabeza e imitó mi acción, mordisqueando mi lóbulo.
Estaba enloquecida, por mi cabeza las sensaciones se presentaban caóticas, pero había una constante que pasaba por lapsos bien definidos de dos segundos por mi cabeza: "Emmett puede llegar y descubrirnos" y una sacudida revoltosa se apiñaba contra mi centro, "las chicas están por aquí, pueden descubrirnos" y otra sacudida llegaba haciéndome gemir, "es el auto de Emmett, no estas respetando el auto de tu hermano, va a matarte si nos descubre" y una sacudida tras otra, era endemoniadamente excitante que existiera la posibilidad de ser descubierto.
¿Por qué no ponían una cama a mitad del kiosco del centro?
– ¿Es lo más excitante que has hecho? – gimió lentamente en mi oído, mi vientre tembló y aferré mis manos a su nuca revolviendo su cabello, bueno, arrancándole el cabello... – Tenemos muchas cosas que aprender mi lujuriosa novata – ronroneó mordisqueando mi cuello.
¿Lujuriosa novata?... ¡Lujuriosa novata!... ¡Iba a cambiarme el jodido nombre!
¿En el ayuntamiento aceptarían cambiarme Isabella Marie por Lujuriosa novata?, debían aceptar que era original.
Aunque supongo que no luciría tan bien en una solicitud de empleo.
Edward movió su cadera presionando mi clítoris, esta vez haciéndome gritar.
¿Cómo mierda le había atinado?
– ¿Te gusta? Dime que quieres que haga y lo haré – ronroneó en mi oído, masajeando mis senos como el niño de Karate Kid.
Ay, jodida madre, que excitante eran los movimientos de karate.
Bendito sea el profesor Miyagi, ya tenía a su nuevo Daniel–San, iba a tener que enseñarle bien a Edward como lavar autos y yo estaría bien dispuesta a colocarme un par de faros, incluso un motor, solo para que siguiera tocándome de esa manera.
Dios bendiga Karate Kid.
– Tócame – gemí sonoramente pegándome más a su miembro y estrechándolo tan cerca de mí que parecíamos uno solo.
¡Joder!
Se revolvió, obligándonos a sentarnos, afortunadamente quede enredada como hiedra venenosa contra su cadera... y lo que había por la zona centro-sur de ella.
No lo tocaba, pero era como un fantasma, sentía la presión y la presencia de Edward Junior, azorado por salir a jugar y Bella Junior estaba muy dispuesta a jugar con él.
Edward arremetió contra mi cuello y sus manos ampliaron la zona de caricias, jugueteando con mi obligo y pellizcando mis pezones.
Sinceramente, sabía que estaba moviendo las manos, que le correspondía todas y cada una de sus arrebatadoras caricias, pero no sabría decir como lo hacía. Sus caricias me estaban dejando imbécil.
Y entonces, Edward dejó de jugar chiquilladas y pasó a las ligas mayores.
Cuando sentí su húmeda y tibia boca arremeter contra uno de mis senos, simplemente no supe más de mis manos.
La cabeza me explotó y comencé a ver todo rojo, era como si la boca de Edward fuera mi contacto con el mundo exterior, podría estar pellizcándome un brazo hasta arrancarme un trozo o el auto podría estar incendiándose, pero yo solo sentía la tersa lengua de Edward jugueteando con mi duro pezón.
Gemí... o tal vez grité... o tal vez ladré... no lo sé, pero lo hice tan alto que ambos saltamos asustados.
Se rió contra mi seno, exhalando su cálido aliento mandando una corriente de fuego hasta la última punta de un cabello ya muerto. No podía más.
Pero me demostró que eso, como había dicho bien, eran cosas de novatos.
Le dio una juguetona mordida a mi pezón y después se restregó contra mi pecho avanzando hacia el centro de este, aspirando con un ronroneo salvaje; para después agitar su cara entre mis senos, como si se estuviera sacudiéndose agua.
Lo había visto en series, películas y demás, pero siempre me daba un poco de risa y hasta cierto asco, nunca lo vi tan erótico como en este momento.
Me tenía en sus manos.
Despuéscomenzó a bajar haciendo un camino de besos (y de paso contorsionándose, ya que mis piernas seguían enredadas en su cintura) hasta mi ombligo donde lengüeteó como si ahí hubiera un pozo de néctar fresco.
Sabía que iba a repetirse lo de la bodega, iba a darme otro orgasmo vía sexo oral... o tal vez iba a llegar hasta el final esta vez...
¡Oh, maldita sea! ¡Nunca había estado tan caliente en toda mi vida!
Bajó sus manos hasta posarlas en mis bragas y les dio un jaloncito para después alzar la cabeza y mirarme con una sonrisa ladina e infartarte.
¡Mierda!
– ¿Lista para el siguiente round, lujuriosa novata? – preguntó con un siseo mojabragas.
– Para todos los del universo – respondí con la voz atascada en mi garganta.
Comenzó a bajarlas lentamente, con una pericia asombrosa y una tranquilidad desquiciante; pero no logró su cometido.
– ¡Epa, tortolitos! ¿Qué porquerías están...? – escuché a mis espaldas.
Edward se tensó de golpe irguiéndose tan rápido que mis piernas perdieron presión y me hicieron caer hacia atrás, mostrando todos mis encantos.
– ¡Oh por todos los sapos verdes! – gritó la inconfundible voz de Rosalie, había pasado medio segundo, que no era suficiente para que ni Edward ni yo reaccionáramos.
Lo único que pude hacer fue levantar la vista y por la ventana solo vi una cabellera rubia que se agitaba de un lado a otro.
– ¡Mis ojos! ¡Mis ojos! – y se puso a gritar como la demente que era.
Entonces reaccionamos, me giré en el asiento, mientras que Edward se dejaba caer en el espacio entre el asiento de copiloto y el asiento trasero, subiéndose los pantalones y manoteando para buscar lo que faltaba de su atuendo.
Yo me retorcí sobre el asiento, tratando de acomodarme el vestido ¿Dónde putas había quedado mi sostén?
Mientras todo esto sucedía, en apenas un par de segundos; en algún momento mientras era presa del pánico por cubrirme, alcé la vista para ver que tanta terapia tendría que pagar para Rosalie o cuantos ritos paganos tendría que hacer con ella para que olvidara esta escena.
Y de la nada, con una violencia animal que me hizo olvidar todo, un borrón rubio se estrelló contra ella, tacleándola y enviándola al piso.
Me levanté de un brinco, golpeándome con el toldo del Jeep produciendo un sonido metálico hueco que contrastó a la perfección con el golpe seco contra el pavimento que se escuchó.
– ¡Rose! – grite asustada.
Sentí un jalón en mi costado y cuando giré Edward ya estaba completamente vestido, el jalón se lo había dado al zíper de mi vestido, ¿en qué momento pude acomodarme la ropa?
Le agradecí con un asentimiento y rápidamente comencé a gatear sobre el asiento para llegar a la puerta y salir a verificar que mi amiga siguiera siendo un cuerpo entero y no trozos.
Pero tampoco alcancé a llegar cuando un revoltijo de cabellos rubios se levantó del piso, atacando a otro rubio que se protegía con los brazos sobre el rostro.
– ¡Grandísimo imbécil, cabrón! ¡Casi me matas! – gritaba mientras soltaba manotazos contra la pobre protección de Jasper – ¿Cómo te atreviste a taclearme? ¡Voy a lanzarte un conjuro para que tengas veinte años de mal sexo! ¡Grandísimo hijo de p...!
– ¡Eh, Rose, que nuestra madre es la misma! – la interrumpió Jasper con una risita juguetona.
– ¡Pendejo! – le gritó soltándole un último golpe que dio de lleno en las costillas, doblándolo.
Aun así Jasper no dejó de sonreír, a pesar que ahora estaba doblado y con el ceño ligeramente fruncido.
– ¡Y ustedes! – gritó dándole un manotazo en la cabeza a su hermano mientras se giraba para enfrentarnos – ¡Par de descarados calientes! ¿Qué no pensaron que Alice o Emmett podrían descubrirlos? ¡Son un par de...!
– ¡Basta, Rosalie! – para mi sorpresa, bueno, estaba más que sorprendida, pero Jasper me ayudó a superar el grado que ya tenía de estupefacción cuando interrumpió a su hermana con voz contundente, sin una pizca de delicadeza la tomó del brazo, abrió la puerta del Jeep y la lanzó dentro.
¡Si será...! Frené ahí mi pensamiento, pues Jasper parecía estar ayudándonos... parecía.
– ¡Deja de gritar como guacamaya!– exclamó apretando los dientes y cerrando la puerta con un golpe seco – Tú los descubriste, no fue Alice ni Emmett, y si no quieres que se dé una perfecta ejemplificación de holocausto, deja de gritar o llamarás su atención – le regañó realmente enojado.
Ok, gracias y ¿qué demonios?
– ¡Tú no me mandas! – volvió a gritar Rosalie y frenó su intento de interpretar a un megáfono cuando algo hizo clic en su cerebro – espera... ¿lo sabías?
– ¡Claro!, Edward es mi amigo... – y otro clic... ese momento incomodo cuando tus cómplices se dan cuenta que no gozan de exclusividad... esto se estaba haciendo aburrido – espera, ¿tú también sabías?– le preguntó recriminatoriamente, solo que ya no la miraba a ella sino a Edward.
¿Cómo se había movido hasta el asiento del piloto?
– Bella le contó – respondió Edward encogiéndose de hombros muy incómodo.
Y que lo diga...
– Se te olvida un pequeño detalle, ¡ella tuvo que contarme porque no es la primera vez que los sorprendo jugando a las manitas calientes! – le gritó.
– Mierda, Rosalie, relájate – le pedí sin mirarla, era verdad, mi amiga ya sería una más del club de admiradores de mi lunar en el hombro.
¡Mátenme ahora!
– ¿Qué me relaje? Bella, no es que no haya visto tus tetas antes, cuando nos hemos bañado juntas o cuando te espío mientras te vistes, pero es muy diferente verte las tetas por recreación que verlas por obligación – siseo enojada taladrándome con la mirada, yo apenas si podía mantener la cabeza erguida, pero era mejor, el rojo que debía tener en la cara les freiría los ojos.
¿Dónde hay un buen asesino en serie cuando se le necesita?
– Y no quiero ni decirte lo desagradable que es tener que ver las miserias de este intento de hombre – escupió más enojada – pero, carajo, tú misma has dicho que no quieres que Emmett se entere, ¿cómo demonios esperas que guarde tu secreto si no haces más que revolcarte en cualquier superficie razonablemente estable que encuentras con ese? – cabeceó señalándolo despectiva.
Uf... pensándolo bien, ¿cómo es que nunca nos habíamos cruzado con una cama como la gente normal?
Rosalie sabía incómodamente demasiado.
– No te pases, Barbie santera – respondió Edward con un gruñido.
– No le hables así a mi hermana – terció Jasper con el ceño fruncido – que a fin de cuentas está diciendo la verdad.
– Pues que no se meta en lo que no le importa – volvió a hablar Edward, con la boca contraída por la ira... mierda, no tenía nada de paciencia.
– Claro que me importa, grandísimo idiota, te quieres tirar a mi amiga – siseó a su vez Rosalie haciendo amago de levantarse, pero fui lo suficientemente rápida para colocar un brazo frente a ella frenándola.
Y no me lo arrancó, lo que era sorprendente.
– Y también me importa a mí – interrumpió Jasper con una nueva afrenta a Edward que estaba rojo de ira... ¿es normal que eso me parezca sexy? –, porque tú me metiste en esto, así que controla tu pH – a pesar de las palabras, la voz de Jasper era fuerte pero amable, como siempre.
– Esto es entre Bella y yo – acotó Edward algo desesperado.
– Y nos incluye a nosotros que guardamos el secreto – terció Jasper con media sonrisa condescendiente. Algo que hizo enfurecer más a Edward.
– ¡Deja de tratarme como a un idiota! – exclamó apretando los puños – ¡No tienen ningún derecho a juzgar lo que hay entre Bella y yo, no es de su incumbencia! – gritó ya colérico.
Y ahí estaba, ese Edward que yo sabía que debía existir en algún lugar, el de la mecha corta que hacía de las más pequeñas cosas algo enorme y truculento.
Pero en realidad, ¿qué esperaba?, era obvio que Rosalie al ver lo que estábamos haciendo no sonreiría, abriría la puerta y diría "Hey chicos, ¿necesitan una mano?" ¡Para nada!, estaba segura que por más rara que fuera mi amiga, nunca se tomaría bien que estuviera enrollándome en el auto de mi hermano.
Y eso en gran medida se debía a que con quien me enrollada era Edward, el pendejo más grande para sus estándares.
– ¡Eres un desagradecido! – le gritó Rosalie furiosa, oh, oh... ahora sí iba a ver el holocausto –, ¿no es suficiente que Jasper te escuche y sea tu amigo? Además le reclamas por salvarte el pellejo, idiota inmaduro – espetó echando fuego por los ojos.
Edward estaba igual o peor – Mira, Barbie; aquí la única opinión que me importa es la de Bella, si Jasper ha querido meterse es porque así lo ha decidido, nadie se lo pidió, nunca le pedí ayuda en nada – y por mucho que hubiera tenido deferencia hacia mí, quise ponerme a gritarle igual que Rosalie, ¿cómo se atrevía a ser tan cabrón con su propio amigo? – y en cuanto a ti, Bella abrió la bocota, así que no me queda otra que soportar que estés enterada, pero es totalmente diferente que permita que opines sobre... esto.
Ahora sí se había pasado.
Yo no tenía una bocota... ¿o sí?
– No te pases, Edward – dijo Jasper ya no tan tranquilo.
– Es la verdad – increpó Edward retándolo con la mirada – somos amigos, pero hay limites.
– ¿Y cuales son? – pregunto Jasper abriendo la puerta, Rosalie que estaba totalmente roja mirando a su hermano se hizo a un lado con miedo, el cual me contagio, mierda, mierda, mierda – que yo sepa, un amigo esta en las buenas y las malas, también cuando necesitas un escarmiento...
Oh, oh.
– ¿Me estás amenazando? – saltó Edward al asiento trasero, dándonos la espalda a Rose y a mí, las dos cruzamos miradas aterradas.
Ok, ya en serio, si no es un asesino en serie, mínimo que aparezca un pacificador o una chica en bikini de las de las portadas de Sports Ilustrated, ¡lo que fuera que los distrajera!
– Parece que no lo suficiente – respondió Jasper con voz de hierro, haciéndome estremecer, ¿dónde había quedado el chico sonriente y amigable?
– Habla claro – siseó Edward con los puños cerrados encarándolo.
– Ya lo escuchaste, no te pases con esto, te respeto, me respetas y te exijo que respetes a mi hermana y a Bella por igual, todos felices – bien la razón había llegado a Jasper, casi quise aplaudir por el alivio inmediato que me dieron sus palabras, al menos uno podía controlar la testosterona... – así que para la próxima que tu temperamento se salga de control, no dudaré en enseñarte lo que es un hombre de verdad, cabrón – ¡maldita sea!
Edward se cuadró de hombros impresionado por sus palabras, confundido a como actuar ahora.
Yo si sabía como actuar, quería salir corriendo.
Pero la nada sensata Rosalie, le ayudó a decidir.
– Ya lo escuchaste, poco hombre – ¡Mierda Rosalie, métete un vibrador a la boca!
Edward se giró de golpe taladrándola con la mirada, pero decidió, que a pesar de las palabras dichas, él era un hombre y no iba a golpear a una mujer...
Prefería golpear a su propio amigo.
Rápidamente se arremangó la camisa y lanzó el puño contra Jasper.
No supe porqué, mi padre y madre siempre me dijeron que cuando dos hombres estaban por pelear lo más sensato era alejarse y pedir a otro hombre que interviniera, como señorita no podías meterte en esas afrentas testosterónicas por el riesgo de salir herida, pero también para respetar el lugar de dama que adquirías con una vagina entre las piernas.
Sin embargo, cuando vi a Edward arremeter contra el que yo creía era su mejor amigo, no pude contenerme.
Me lancé a su espalda, tomando su brazo y frenándolo con la inercia de mi salto, Jasper no retrocedió y estaba a punto de parar el golpe y propinarle uno de regreso.
¿Pero qué mierda les pasaba? ¡Eran amigos!
– ¡Basta! – gritamos al mismo tiempo Rosalie y yo.
Lo que más me sorprendió fue ver que funcionó.
Edward se giró y me aferró de la cintura para después obligarme a sentarme junto a él fungiendo de muro invisible y humano entre ambos sacos de testosterona.
¡Mierda!... había sido tan fácil.
Durante un par de minutos reinó el silencio en el jeep, silencio que fue roto por mí.
– De acuerdo... –comencé con la voz temblorosa, Edward no había retirado la mano de mi cintura, Jasper seguía parado afuera con la puerta abierta y Rosalie miraba por la ventana como si nada hubiera sucedido – esto fue un error muy imprudente de nuestra parte – Edward se tensó a mi lado así que tomé su mano para apretarla con cariño – todos aquí somos amigos, eso no debe ser olvidado – miré al sexo masculino presente, ambos asintieron sin mirarme ni mirarse – Edward y yo tendremos más cuidado, les agradezco muchísimo que guardaran y sigan guardando este secreto, aún no estamos listos para enfrentar ningún tipo de celos fraternales – aclaré con media sonrisa bromista.
¿Era tan jodidamente difícil pedir una disculpa y agradecer, Edward? ¡Mierda!
– Tengo hambre... golpearé a tu hermano por alejarnos tanto de un jodido 7-Eleven– dijo Rosalie tan despreocupada como si hablara de... comida.
– ¿Ya te llamó Emmett? – preguntó Edward mirando a Jasper como si hablara de... una llamada telefónica aplazable.
– No, me dijo que conduciría directo –respondió Jasper con su casi inmortal sonrisa resucitada.
Abrí la boca hasta el infierno.
¿Por qué mierda los hombres habían salido sin el chip de memoria fundamental y en cambio tenían uno de sin vergüenza que parecía a prueba de fallas?
Una vez, Emmett me había dicho que entre hombres era muy común que los ánimos se subieran y hubiera una que otra palabrería y más que unos cuantos golpes. Decía que un amigo no era tu amigo hasta que te golpeaba y se dejaba golpear por ti.
Y bueno, era el cavernícola de Emmett y el corto pelmazo de Quil, así que no me había quedado otra que creerlo y verlo con mis propios ojos, pensé que ellos eran los raros, hasta hace unos minutos.
Parecía que entre Edward y Jasper nada había pasado, mientras trataba de entender que mal formación neuronal residía en el cromosoma Y, Edward tan suelto como cuando estábamos solos se levantó y sirvió café a nuestros nuevos invitados.
Todo me parecíademasiado surrealista.
– ¿Dónde está Emmett? ¿Dónde estamos? – pregunté contrariada, lo único que faltaba es que me dijeran... no sé, el cerebro se me había secado con esas improvisadas clases de biología, solo esperaba una respuesta que no me pusiera los pelos de punta.
– Buena pregunta – respondió Rosalie mirándome con esa extraña mirada desconectada del planeta – Jasper no quiso decirme donde exactamente, pero por lo que pude ver, estamos en un camino forestal que es paralelo a la carretera que va por el lago Michigan.
– ¿Lejos? – pregunté mirando hacia afuera, estaba tan oscuro que solo se veían los árboles y sus siluetas cortar el firmamento, una neblina ligera nos rodeaba; más que un camino forestal parecía un pantano.
– Haremos unas buenas dos horas de regreso – Rosalie se encogió de hombros, parecía que ella también carecía de ese chip de memoria fundamental.
– Bien... ¿y Emmett, dónde está Alice? – pregunté estirándome por mi café, al mismo tiempo todos le dimos un trago a nuestros vasos de cartón y al mismo tiempo suspiramos complacidos.
El café era tan bueno reconciliando.
Aunque aquí, la única que parecía necesitar una reconciliación era yo…
– Emmett se ha ido por la sorpresa, no debe tardar en llegar – me respondió Edward sentándose en el asiento de piloto y programando la cafetera para darnos más elixir vital, pero antes de que pulsara un botón se irguió y miró a los gemelos que parecían ajenos a nuestra plática admirando el bosque que nos rodeaba.
Bueno, Rosalie lo admiraba, Jasper parecía buscar algo.
– ¿Dónde está Alice? Estaba con ustedes – preguntó Edward frunciendo el entrecejo.
Rosalie soltó una risita que decía "idiota" y Jasper se giró y cerró la puerta rápidamente haciéndose el desentendido.
– Dando un paseo – respondió Rosalie mirando a su hermano con una sonrisa fingida.
Ok, me estaba perdiendo de algo.
– ¿Un paseo?... ¿Sola? – preguntó Edward mientras la vena de su sien se comenzaba a inflar... oh mierda ¡no otra vez!
– Cuando llegamos yo estaba medio dormida, Alice solo dijo que quería estirar las piernas... – Rosalie comenzó a hablar con un tono zumbón, ese que usaba para molestarnos a mí o a Alice, de verdad me estaba perdiendo de algo y Edward no ayudaba con su vena gorda diciendo "voy a explotar y salpicarte" ¡mierda! – parecía no sé... ¿enojada? Y Jazz, parecías no sé... ¿nervioso? – ok, yaestaba entendiendo.
Rosalie se estaba vengando por la tacleada que le había dado su hermano, pero ¿cómo se atrevía a vengarse así? ¿Qué no había visto lo mismo que yo? ¡Edward lo iba a matar cuando se diera cuenta que no éramos los únicos ocultando una especie de relación!
Porque estaba segura que Jasper y Alice no estaban tratándose como amigos.
– ¡Ja! Jasper no me digas que le dijiste a Alice eso... eso que te dije – improvisé nerviosa, me sentía en la tarea de cubrirlos, tanto como Jasper me había cubierto a mí, pero esta vez la reacción de Edward era la que más me preocupaba.
Jasper me miro confundido durante un segundo, pero después pareció entender lo que trataba de hacer.
– Sí... sí, sí eso hice, sí – respondió con voz contenida.
Edward paseó la mirada entre el rubio y yo, con el entrecejo fruncido y la vena latente amenazando con ensuciar mi hermoso vestido.
– ¿Dónde está Alice? – volvió a preguntar ignorando nuestra pequeña improvisación.
– ¿Qué le dijiste, Bella? – preguntó Rosalie mirándome con la ceja levantada sin tragarse eso que... no era nada.
– Le dije... que... sí, verán, le dije a Jasper que... los zapatos de Alice no combinaban con su vestido, sí, eso, se lo dije en el bar, y tú... – reí nerviosa – ¿Se lo dijiste, Jasper?, seguro te querrá arrancar la cabeza – señalé riendo nerviosamente.
Rosalie giró los ojos pero parecía que había desistido de tirar a su hermano a la jaula de los leones, en cambio Edward parecía aún más enojado.
¿Qué mierda sabía el de las afrentas de moda entre mujeres? ¡No tenía porqué enfadarse!
– ¿Le dijiste eso, Jasper? – este se limitó a asentir con una media sonrisa nerviosa – Y por eso, ¿permitiste que vagara sola por el bosque de madrugada? – espetó molesto tomándose el puente de la nariz.
¡Mierda! ¿Cómo podía lidiar con sus hormonas? Que bueno que no era mujer y se saturaba de ellas cada veintiocho días.
–Ehm... conoces a tu hermana, viejo, no quiso compañía – respondió Jasper un poco acobardado, era un poco risible que los papeles se hubieran intercambiado y ahora el regañado fuera él.
Estaría riéndome si no fuera porque minutos antes ya habían estado a punto de golpearse.
– No me jodas, Hale– escupió Edward enojado, pasándose de nuevo al asiento trasero, antes de que avanzara más me puse en medio, de nuevo como una pared solo que ahora parecía ser tangible y dañable ya que Edward se frenó mirándome acongojado, eso no impidió que siguiera, miró a Jasper con fuego en los ojos y exhaló fuertemente volviéndose a tomar el puente de la nariz pero sin avanzar – ¿Cómo pudiste ser tan irresponsable, Jasper? ¿Estás consciente que estamos en un bosque solos? Podría haberla mordido una serpiente... ¡podría estar agonizando en estos momentos!
Todos lo miramos con el ceño fruncido.
¿En serio había dicho eso?
– Y dicen que yo soy la loca – soltó Rosalie girando los ojos de nuevo – Cullen, te recuerdo que aquí no hay serpientes, tal vez la mordió una hormiga o le ha picado un mosquito... deja de ser tan ridículo.
– Mira Rosalie... – se giró Edward furibundo.
– No empieces de nuevo, Edward – advirtió Jasper perdiendo un poco la calma.
Y yo me sentía como la bolita en un partido de tenis... ¿Era necesario pelear por todo?
– ¡Es mi hermana! ¡estoy preocupado por ella! – gritó frustrado poniéndome una mano en la cintura para desplazarme y salir, no estaba segura de que era lo que quería hacer si golpear a Jasper o buscar a Alice.
Carajo, ¿tendría que, además de lidiar con los problemas de nuestra relación, con su gen de hermano feo y controlador?
Bueno, eso ya lo sabía.
– ¿Por qué tanto alboroto? – preguntó en mi ventanilla la voz de campanillas de Alice colocándose a lado de un Jasper cada vez más fuera de sí mismo.
No parecía enojado, parecía preocupado y cuando Alice apareció su mirada se relajó tanto que parecía liquida y suave, su rostro iluminado con la presencia de la duende casi me hace llorar de ternura.
Me importaba un pito si Alice y Jasper aún no tenían... algo, yo me ocuparía de que así fuera ¡Lucían tan lindos juntos!
– ¿Dónde estabas? – preguntó Edward con voz de piedra, mirándola desde donde lo tenía detenido y rompiendo mi burbuja de Cupido.
Era sorprendente la cualidad de Edward para ignorar lo evidente y retorcer lo más posible algo muy simple.
Tenía un excelente potencial para remplazar a Oprah… bueno, creo que le faltaban unos cuantos ceros a la derecha en su cuenta bancaria.
Aún me tenía tomada de la cintura, así que con un movimiento sutil me giré para darle la espalda a Alice y jalar un poco más lejos a Edward que se resistió en un primer momento pero cedió dos pasos cuando lo obligué a soltar mi cintura.
Confundido porque lo había alejado me miró, le dediqué media sonrisa significativa, ¿era idiota o no se daba cuenta que teníamos a su hermana frente a nosotros?
Me soltó y volvió a encarar a Alice, que inmediatamente se dio cuenta que todo este embrollo era por ella, su rostro se deformó con un puchero burlesco, pero era mi amiga, la conocía demasiado bien, sus ojos algo enrojecidos me decían que algo de verdad la había molestado.
Parecía un tanto incómoda con la mirada de Jasper clavada en su rostro y su boca a pesar de lo torcida para mostrarle su inconformidad a Edward, estaba ligeramente hacia abajo, como un payaso triste.
Seguro que Alice y Jasper habían tenido su primera pelea de verdad… ¡Awww! ¿No es bellísimo el amor joven?
– Que te importa – le soltó Alice con la misma voz de piedra, sacándome de mi ensoñación, de nuevo.
Así que esto se siente ser el jamón podrido de un emparedado descompuesto... Ya se me hacía raro que estos dos no pelearan, desde que Edward llegó a la ciudad, Alice y él cada que se hablaban por teléfono terminaban gritándose.
Otra de las cosas por las cuales, sin conocerlo, odiaba a Edward.
Volvía a preguntarme si mi juicio fue precipitado o al contrario, estaba olvidándome de él equivocándome aún más.
Pero es que… era fácil perder la perspectiva cuando Edward poseía unas manos y unos labios tan habilidosos y manipuladores. Sí, estaba perdida en su influjo sensual… y para nada me parecía mala idea.
– Vamos, Edward, respira y déjala respirar – pidió Jasper acercándose a un paso de Alice que lo miró entre enojada y... ¿apenada? ¡Mierda! Odiaba perderme los detalles.
– ¿Dejaste que mi hermana vagara sola por el bosque? – espetó Edward con ácido en la voz y en los ojos.
Sin embargo, Jasper no se acobardó para nada.
– No, no iba a vagar, tenía un destino – respondió Jasper tan tranquilo como si lo estuviera saludando, parecía que su anestesia al mundo tenía nombre y apellido... y un metro cuarenta y siete de estatura.
¡Awww!... Bien, si alguien de verdad me escuchara diciendo "Awww" creo que mi rostro estaría derretido por la temperatura. Contrólate, Bella.
– ¿Qué destino? – espetó de nuevo Edward, más irritado, supongo ante la pasividad de su contrincante, le lancé una mirada de advertencia que ignoró descaradamente.
– Que te importa – repitió Alice, con voz mucho más ácida que la de su hermano, entraron en un jueguito de miradas asesinas mientras Rosalie y yo movíamos de un lado a otro la cabeza para ver a cual le íbamos.
Podía jactarme de conocer a ambos contrincantes, aunque Edward era tan contradictorio que podía equivocarme, pero decididamente, mis apuestas siempre irían con Alice... nadie apuesta contra ella.
– Mira Alice, no empieces a...
– ¡Fui a mear! – le gritó con enojo dando un golpe a la puerta y haciéndome saltar, sip, había elegido bien mi bando– ¡Eres un maldito controlador enfermo! – le espetó mirándolo con enojo.
Esperaba que fueran imaginaciones mías, con todo el corazón, pero esas palabras parecieron dolerle a Edward demasiado.
Dio tres pasos alejándose de Alice y su gesto se torció por un segundo mientras soltaba aire sonoramente.
Pero parecía que solo yo lo había notado, pudo controlarse tan rápido que de no haber sentido como apretaba mi mano al retroceder hubiera pensado que era una ilusión.
– Cálmense o tendré que echarles mal de ojo – soltó Rosalie sin mirarlos, demasiado atenta a la bolsa vacía de oreos que sacudía para extraer sus migajas.
La atmosfera pareció relajarse ante la advertencia de la rubia loca que tenia a lado.
Era lo mejor de tener una amiga trastornada, sin quererlo, o tal vez queriéndolo, siempre lograba calmar las aguas.
– Perdón, Edward – dijo Alice mucho más calmada abriendo la puerta para entrar.
– Como sea – soltó Edward más tranquilo, pero confirmándome que algo de lo que había dicho Alice lo había lastimado.
Tuve que ocupar todo mi control para no abrazarlo.
Alice se sentó y Edward me dio la espalda para volver al asiento de piloto, Jasper ocupó el de copiloto y yo volví a sentarme.
Y el silencio reinó durante largo tiempo.
Jasper había programado la cafetera para ofrecerle a su amada un buen trago de vida, Rosalie estaba entre exprimir la bolsa vacía de galletas y admirar el paisaje mientras tarareaba una canción desconocida, Alice miraba por el espejo retrovisor a su hermano con una mueca de arrepentimiento y yo... creo que los admiraba a todos.
Nadie se atrevió a hablar y pasaron los minutos.
Y siguieron pasando.
Y pasaban más.
Y yo ya estaba a punto de quedarme dormida de nuevo, si no fuera porque cada minuto miraba la congoja de Edward, seguro ya estaría babeándole las piernas a Rosalie.
Afortunadamente el silencio se vio cortado por un zumbido lejano, todos nos miramos y miramos el entorno buscando el causante de ese sonido.
Uff... tal vez Edward no había exagerado y sí había serpientes aquí.
Pero el sonido rápidamente aumentó de volumen y una luz blanquecina comenzó a acercarse a unos metros iluminando los arboles. Era un auto, un auto enorme a juzgar por el sonido que producía y las luces que estaban iluminando como si estuviera amaneciendo, solo menguadas por los enormes árboles que se interponían.
Jasper y Edward se miraron con preocupación y un segundo después salieron del auto apostándose en cada puerta como custodios de reclusorio femenil.
Confundidas las chicas y yo nos miramos.
¿Acaso acababa de aterrizar frente a nosotras una nave extraterrestre?
¿Chicago no era un lugar demasiado concurrido para que un extraterrestre se dejara caer aquí?
¿Seguíamos en Chicago?
Tal vez, habíamos viajado hasta Roswell, Nuevo México y entonces sí tenia sentido que fuera un OVNI.
Pero eran solo dos horas las que habíamos viajado, a no ser que hubiera un portal, una máquina teletransportadora o Emmett hubiera aprendido al fin a desaparecerse como su ídolo de la adolescencia, Harry Potter; nada de esto tenía sentido.
– ¿Qué pasa? – preguntó Alice con algo de miedo.
– No lo sé – respondimos al unísono Rosalie y yo.
El sonido cesó y nuestros guardias aguardaron parados en nuestras puertas con ademán defensivo.
¿Nos iban a asaltar? ¿Y si era como en la película de Masacre en Texas y a todos nos descuartizaban en medio de un lugar desconocido?
¡Mierda! ¡No quiero morir virgen!
Aunque… Edward y yo podríamos negociar con los asesinos descuartizadores y darles un show privado antes de que nos convirtieran en T–bone; sería matar dos pájaros de un tiro y lo mejor es que no moriría virgen…
Las ramas de los árboles que teníamos en frente y ocultaban el causante de esa luz cegadora comenzaron a agitarse y yo me aferré al sofá dispuesta a correr por mi vida.
¡Mi primera vez tenía que ser más especial que una porno casera para unos carniceros!
Pero antes de que gritara o me diera un infarto, Emmett salió de entre los árboles con una enorme sonrisa sacudiéndose la tierra de los hombros.
– ¿Qué les parece? – gritó acercándose a la carrera.
Nuestros custodios relajaron su posición y Emmett llegó con su enorme sonrisa mirándonos como si acabara de descubrir una nueva especie de unicornio.
– ¿Y bien? – presionó poniéndose en la ventana de lado de Rosalie, las tres lo miramos sin entender, él frunció levemente el ceño pero la sonrisa no desapareció – ¿Qué, acaso no les gusta?
– Emmett, te informo que frente a nosotras solo hay una luz extremadamente brillante que es opacada por un puñado de árboles – le dije tragándome una risita.
Se volvió a mirar a su espalda, corroborando lo que decía. Soltó una risita y entró al Jeep hurgando en la guantera bajo la atenta mirada de todos los presentes.
– Bueno, esto le dará más emoción – nos extendió tres pañuelos diferentes de seda y volvió a salir del auto.
Las chicas y yo nos miramos confundidas, pero la pregunta que yo tenía en la cabeza seguramente era diferente a la de ellas.
¿Para qué mierda utilizaba Emmett un pañuelo de seda malva en el Jeep? Obviamente, no esperaba respuesta.
Sin chistar entendiendo lo que deseaba mi trastornado hermano, nos colocamos los pañuelos sobre los ojos, y aún así, sorprendentemente la jodida luz seguía iluminando mis párpados.
– Ahora, las sacaremos del auto para que admiren nuestra sorpresa – se rió y escuché como ambas puertas se abrían, dejé de sentir el calor humano de mis amigas y la tensión se apoderó de mí.
¿Era tan necesario el misterio? Estaba feliz con todos los detalles que Emmett había tenido conmigo desde la semana pasada que nos habíamos rencontrado, pero era demasiado, ahora me tenia en medio de un bosque desconocido con un OVNI-estrella brillando frente a nosotras.
Lo que más me preocupaba de dejar el Jeep, bueno, había muchas cosas que me preocupaban, podría caerme con cualquier hormiga que se cruzara en mi camino o que se hiciera de repente una zanja por donde pasaba; pero lo que más me preocupaba es que seguía sin sostén, y al dejar el Jeep perdería la oportunidad de encontrarlo antes que alguien más.
¡Carajo!... solo esperaba que no lo encontrara Emmett... o Alice, o Jasper, Rosalie conocía toda mi ropa interior y ya que me había visto medio desnuda hacia unos minutos, ella sería la más indicada.
– ¿Nuestra sorpresa? – preguntó la voz de Alice, supe que ya estaba fuera del auto, al parecer solo faltaba yo.
– Sí, si estos tipos no se hubieran empecinado en ayudar también los tendría con los ojos cubiertos, pero bueno, ellos ya lo saben. Damas, deléitenme con el placer de ver sus rostros idiotizarse cuando la vean – rió mientras sentía su inconfundible mano tomar mi brazo sin yeso para ayudarme a bajar – Bellita, por favor evita caerte – me picó con diversión.
– Lo intentaré – dije poniendo un pie fuera.
De inmediato la linda madrugada me saludó, enredando sus brazos helados por mis piernas.
Me estremecí por el frio, aferrada al brazo de Emmett comencé a caminar, sentía la tierra suelta bajo mis pies, seguro que mis zapatos ya estaban arruinados. Mis senos trataron de esconderse detrás de mis costillas ¡Hacía tanto puto frío! Nunca fui fan del sostén, pero ahora mismo lo extrañaba con locura.
Escuchaba risitas y cuchicheos de los demás, pero yo estaba lejos de reír, la combinación de frío, ceguera e incertidumbre no me gustaba nada, sin evitarlo me volví a estremecer.
¿Qué tal si la sorpresa de Emmett era mostrarnos el OVNI que había encontrado?
Yo odiaba todas las cosas que provocaban guerras y cataclismos en las películas y había visto demasiadas veces "El día de la Independencia" para estar de acuerdo con Will Smith y odiar a los extraterrestres.
Y no me hagan empezar con la Señorita Naturaleza...
– Emmett, sí esta es otra de tus locuras, te juro que dejo de hablarte – le prometí nerviosa, el solo rió.
Seguimos caminando hasta dar una vuelta y quedar frente a esa cegadora luz, Emmett se alejó de mí y sentí la mano inconfundible de Alice tomar la que había abandonado Emmett.
Esperé pacientemente a que gritaran "¡TA–DÁ!" mientras ET montaba una flamante bicicleta, mierda… yo nunca fui fanática de esa película.
– Hace frío, chicos – les llamé nerviosa, se hizo el silencio – les recuerdo que estamos aquí, con falditas que hacen que nuestras piernas se congelen – canturreé nerviosa.
Los tres rieron y escuché como esas risas se acercaban.
Al fin ¡libertad!...y visión... y ET... ¡Mierda!
Sentí que nos separábamos y casi quise aventarme hacia cualquier lugar, para sentir el contacto de una de las chicas, no fue necesario, alguien se colocó detrás de mí, aflojando la pañoleta que me cubría los ojos.
Bien, lo que fuera, esperaba que:
No mordiera.
No fuera tóxico.
No quemara, golpeara, hipnotizara, o cagara sobre nosotros.
Que no hablara otro idioma, mucho menos si ese idioma era pagano y oculto o que no se conociera en este mundo.
Que si era algo malo, Will Smith, Milla Jovovich o Bruce Willis estuvieran cerca.
Y sobre todo, de preferencia, que fuera Tom Cruise… vestido como Ethan Hunt.
– No enloquezcas – me pidió la voz suave de Edward rozando deliberadamente mi nuca mientras terminaba de quitarme la pañoleta de los ojos.
Se me doblaron las rodillas.
¿Por qué exactamente no tenía que enloquecer?
¿Por su cercanía apabullante, su perfume sublime, su voz de suave y adictivo terciopelo...?
¡¿O por el camión dorado que teníamos enfrente?
– ¡¿Qué es eso? – pregunté desencajada.
Rose soltó un grito agudo, llevándose impresionada las manos a la boca y acto seguido corrió hacia el camión, Emmett soltó una risotada divertida y corrió para alcanzarla.
De las chicas que estábamos presentes, la única que hablaba el idioma de "Bujías y pistones", era ella.
¿Qué carajos era un pistón? Más importante, ¿de qué carajos iba todo esto?
Alice y yo nos miramos extrañadas.
– ¿Qué es eso? – preguntó esta vez Alice.
Jasper y Edward intercambiaron miradas condescendientes y divertidas y Alice y yo nos fuimos acercando a aquel enorme camión. Era enorme, me recordó a los autobuses de transporte público tan famosos de Londres, rojos y de dos pisos, este también parecía tener dos pisos; era de un dorado cálido, con molduras en colores plata y hueso, un parabrisas enorme y cromado como si fuera blindado.
La boca se me iba abriendo de la sorpresa, era un camión lujosísimo, elegante, parecía el "rey de los camiones". Tenía los faros más brillantes del mundo, de verdad parecía que dentro de la estructura de metal plateado y pulido estaban encerradas dos estrellas. Y el lujo crecía.
No alcanzaba a juntar las piezas, sabía que esto era nuestra sorpresa, pero un camión lujosísimo nunca entró en mis deseos y estaba segura que ni Rosalie se lo había pedido a Santa alguna vez.
Entonces, ¿qué era esto?
Incluso si fuera un autoregalo de Emmett, no tenía más sentido, si se compraba otro vehículo yo votaría mil veces más por un Monster Truck* con colmillos de vampiro que por un camión elegante.
Solo tenía una respuesta coherente y esperaba que no fuera esa.
¡Dios! ¿No era lo que estaba pensando, verdad? ¡¿Verdad?
Llegamos a la parte lateral del camión y mi boca terminó de abrirse, rebotando contra el pavimento de la impresión.
En verdad era lujoso, tenía una especie de caja sobresaliendo, con una enorme ventana y una baranda protegiendo, debajo tenía una cajuela, por decirlo de una manera, igual que los autobuses de pasajeros de largos viajes, solo que esta era más grande y estaba excelentemente iluminada, sin embargo, no había nada en ella.
La puerta de entrada era, igual, lujosa, con un mecanismo eléctrico que la hacía deslizarse a un lado en lugar de abrirse.
Me asomé un poco para ver el interior, pero antes de poder captar algo que mi mente retuviera Rosalie salió saltando y riendo como la loca que era, con el rostro rojo y una enorme sonrisa.
No pude evitar sonreír también.
Emmett bajó detrás de ella persiguiéndola como si fuera una niña pequeña, embelesado con la reacción de mi rubia amiga.
Se detuvieron justo frente a mí y sin más Rosalie le plantó un sonoro beso en la mejilla para después abrazarlo.
Emmett se rió, pero vi como se tensaba ante la cercanía de mi loca-rubia-favorita, sin embargo y como era su costumbre, Rosalie no le dio el tiempo suficiente para procesar sus acciones y riendo de nuevo salió disparada hacia la especie de cajuela.
– Y... ¿qué les parece? – preguntó Emmett igual de sonrojado que Rosalie, de hecho, no nos miró, tenía la vista pegada al baile de alegría de esta, que ahora revisaba la cajuela vacía y examinaba al mismo tiempo aquel recuadro sobresaliente.
– Pues... – me estrujé el cerebro para responder, por alguna extraña razón la actitud de Rosalie me había cabreado, me sentía excluida y tonta, no entendía muy bien por qué – dorado... – vaya, debería haberlo estrujado más.
– Se los dije, no lo entenderían – dijo Edward a mi lado negando con la cabeza, con prisa se subió al camión y tan solo medio minuto después bajó, con un folleto en las manos.
Sin decir nada me lo extendió, Alice se recargó en mi hombro para leer al mismo tiempo.
El folleto era del mismo color que el camión, con una gran foto de este en la portada, y con letras elegantes y extravagantes estaba el nombre de la marca.
Abrí la primera página y comencé a leer por encima, tratando de encontrar mi respuesta rápidamente.
Palabras sueltas comenzaron a asentarse en mi cabeza, mientras rápidamente iba pasado hoja por hoja.
Lujosa... Elegante... BalcónHidráulico... Horno de microondas... Cafetera... Piso de granito... 2 Dormitorios... GPS... Televisión... Tina de hidromasaje... Caballos de fuerza... Cilindros... Sofás de Piel... Baño... Comedor... Sala... Más lujosa del mercado...
OH–POR–DIOS.
Y el último dato, que me hizo tambalearme fue: Un millón cincuenta mil euros.
De repente la vista se me nubló.
Entendía todo, todo perfectamente.
Había tenido razón, lo había entendido; carajo, mierda, ¡remierda!
Emmett se había vuelto loco y había comprado una casa rodante de lujo, que valía más que un país en vías de desarrollo.
O algo así...
– ¿Una casa rodante? – escupí por el nudo que tenía en el estómago, iba a desmayarme, en dos segundos el aire iba a abandonar mis pulmones y me desplomaría ante la casa rodante más lujosa del mercado... ¡Oh Dios! ¡La más lujosa! – ¿Compraste un remolque? – pregunté estupefacta sin poder retirar la vista del folleto que temblaba en mis manos.
– ¡Hey, no la llames así! En primer lugar es una casa rodante, no un remolque y en segundo lugar, no es cualquier casa rodante, es Goldie, "LA" casa rodante – dijo Emmett orgulloso remarcando LA, como si aquello fuera bueno.
– ¿Pero tú te volviste loco? – pregunté perdiendo completamente el control.
Mi vista se nubló, sentía las piernas flojas ¿Se había vuelto loco, no? ¿Cómo había podido gastar tanto dinero en una puta casa rodante? ¿Qué no sabía que ya teníamos casa?
– Se va a desmayar – canturreó Rosalie en la lejanía.
Y tenía razón. ¿Cómo una casa rodante? ¿Cómo? ¡¿Cómo?
– Creo que un vaso de agua la ayudara – afirmó Jasper mientras sentía unas manos sostenerme.
Mi visión estaba completamente borrosa y sentía la cabeza como si me la estuvieran inflando con helio, sentí como era arrastrada al interior de este monstro al que llamaban casa rodante y me sentaban en un jodidamente cómodo sofá de piel.
Veía todo como si estuviera fuera de mí.
Estaba fuera de mí.
Todo era borroso, pero por lo poco que podía discernir, estábamos en el lugar más hermoso del planeta.
Mierda, claro que lo era, costaba más de un millón de euros.
La vista comenzó a enfocarse, mientras alguien me daba un vaso de agua, sin embargo, la risita alegre de Rosalie seguía de fondo y una Alice no muy contenta preguntaba si alguien de aquí trabajaba con metanfetaminas o apostaba en peleas clandestinas de perros.
Si no supiera la razón del tamaño de la cuenta bancaria de Emmett, seguro que estaría igual que Alice.
Pero, en estos momentos, sin duda estaba peor.
– ¿Te volviste loco? ¿Cómo se te ocurrió comprar una casa rodante? – exclamé con voz ahogada mientras me esforzaba en enfocar a Emmett que estaba cómodamente sentado frente a mi en un reclinable.
Se enderezó nervioso y con el ceño fruncido, perdiendo toda la alegría que llevaba tatuada en el rostro mientras admiraba el baile loco de Rosalie.
– No se me ocurrió a mi, –comenzó empujando el vaso de agua para que le diera un trago, lo hice y como dijo Jasper, me sentí inmediatamente mejor; le di una rápida ojeada al lugar, de verdad era hermosísimo, pero en exceso mucho muy demasiado altamente excesivo, sí, así de excesivo era... – mira, todo esto se le ocurrió a Reneé, yo únicamente la ayudé en algunos detalles...–
Casi vuelvo a marearme... ok, sí, volví a marearme.
– ¿Qué? ¿Cómo? ¿Qué? ¿Cuándo? – pero ¿Qué? ¡No! ¿Cómo? – ¿Mamá compró esto? ¡Nos dejó en bancarrota! – ¡No! ¿Por qué? ¿Cómo? ¡No, otra vez!
– ¡Bella, tranquilízate ¿quieres? Nadie compró nada, es un préstamo de un amigo de papá – me miró ceñudo, ok, había reaccionado mal, pero ¿me culpaba? ¡Es una casa rodante! No es como si nos hubieran regalado condones ¡Era una casa rodante!... que esperaba tuviera condones…–papá y Reneé estaban preocupados por ti, igual yo, así que decidimos facilitar las cosas para nuestro viaje... ¿Sabes cómo aceptar un regalo, no? – habló molesto taladrándome con la mirada.
Pero no funcionó su intento de distracción.
– ¿Nuestro viaje? – pregunté levantando una ceja, tenía muchas dudas mucho más importantes, pero la mueca que hizo Emmett me indicó que tenía que ir por ese lugar – ¿Cómo sabías tú que viajaríamos? – le pregunté, yo había evitado a toda costa decirlo, por muchas razones.
Las dos más grandes: quería evitar que tuviera un ataque de hermano sobreprotector, y, quería evitar ponernos melancólicos cuando se diera cuenta que no íbamos a estar en la misma ciudad... de nuevo.
– Reneé me lo contó – respondió Emmett con voz dura, mirándome de nuevo recriminatoriamente – también me contó otras cosas, como que renunciaste al trabajo por un problema... amoroso, que te expulsaron y después te dieron de baja de la universidad por chocar el auto de tu maestra, – hizo una pausa en la que insulté a Reneé internamente, se suponía que era una confesión secreta, no para que lo contara a cualquiera, aunque Emmett no fuera cualquiera – ¡Ah! y también me dijo que un idiota está detrás de ti – me erguí de golpe.
¿De quién le habría contado Reneé, de Edward o de Jacob... o de ambos?
– La mayoría, son cosas que no te incumben, Emmett – le advertí, sabía que me iba a hacer una escenita.
– Ahí es donde te equivocas – me respondió con una sonrisa ladina – me importa todo lo que tenga que ver contigo, tanto que he resuelto varios de tus problemas – dijo petulante.
Si seguía con esa actitud, no podría controlarme tan bien como ahora, le iba a dejar esa sonrisa burlona y alegre pegada a otro orificio que no es anatómicamente posible tocar.
– ¿Cuáles problemas resolviste? – le pregunté con el ceño fruncido y la voz controlada.
A estas alturas todos nos miraban atentos, esperando el momento oportuno para intervenir y que nadie saliera con un miembro menos.
– Primero que nada, el director del museo y yo tuvimos una muy buena plática y claro, logré que destituyeran a... ese – apretó la mandíbula y sus ojos se oscurecieron.
Abrí la boca de sorpresa... él había sido, no Reneé.
– También, arreglé un par de clases para créditos extras, el próximo semestre, son clases especiales, Bells, tu historial quedará aún más impresionante – esta vez habló con alegría, como si me contara de un nuevo osito de peluche digital – Y arreglé, con Reneé y papá, tu viaje, al menos las complicaciones de traslado y hospedajes, casi todo, irse en esta cosa será como mudarse de casa, lo único en lo que tenemos que pensar es en gasolina y peajes, lo demás será cuestión de nuestra imaginación, ya veras, nos la pasaremos muy bien – exclamó sonriente, casi casi extasiado.
Pero, claro que no ignoré la palabra clave en su discurso.
– ¿Nos? – pregunté – ¿ese "Nos" te incluye a ti? – no quería sonar grosera, pero el viaje se había planeado como solo chicas.
Emmett me miró entre decepcionado y herido.
– La idea, bueno, la idea fue de Reneé, y a mí me pareció bien, hace mucho que no estamos juntos – respondió Emmett como si acabara de decirle que Santa no existe.
Lo sopesé solo un instante.
– Las chicas y yo habíamos planeado un viaje de chicas – dije mirándolas con pena, ellas abrieron los ojos sorprendidas – pero, si a ellas no les molesta que vengas, yo estaré muy feliz, además necesitamos un chofer que sepa para que sirve tanto botón – le dije mirando la consola de control de… esta cosa. Dios, esto sí que iba a ser una fiesta. Las chicas sonrieron con ternura a Emmett, y Rosalie se sentó a un lado de él empujándolo con poca delicadeza – No puedo creerlo, Emmett, sigues siendo el más exagerado de todos… y este remolque… ¿Hasta cuando será nuestro?
– Espero no tener que repetirlo, hermanita – respondió Emmett mirándome ceñudo, no lo tomé en cuenta, estaba demasiado distraída mirando los detalles de esta cosa, parecía una mansión, a su lado mi casa parecería un muladar – esta no es una cosa tan vulgar y corriente como un remolque, es una casa rodante y se llama Goldie, ¿entendido?
– ¿Goldie? – preguntó Alice contrariada.
– Si, ese es su nombre, Goldie.
Ok… ¿A alguien le queda duda de la locura de Emmett?
– Y respondiendo a tu pregunta, es nuestro hasta que queramos, Reneé me dijo que el plan era regresar con tiempo para que ustedes vuelvan a entrar a la escuela, así que calculo… no sé… ¿enero? – dijo Emmett mirándonos a todos.
Alice y yo asentimos y Rosalie sonriente lo encaró.
– Yo estoy feliz de que vengas – le dijo Rosalie mirándolo, le sonrió ampliamente y después se giró hacia Jasper y Edward que aguardaban detrás de Emmett, supongo que para contenerlo en la pelea que nunca se dio– Ya no es una fiesta de panes – respondió Rosalie moviendo la cabeza con condescendencia – ahora hay una salchicha, así que en donde cabe una salchicha, caben dos más… y no aceptaré un no – dictó firme, mientras se levantaba – voy al baño – y sin más desapareció por una puerta al fondo, a lado de una escalera.
– ¿Qué? – exclamaron a su vez Alice, Edward y Jasper.
Traté de comprender que fábula perversa había usado Rose, y lo entendí.
– Quiere decir que si viene Emmett, ustedes también vendrán – dije confundida.
Todos asintieron secamente, excepto Emmett, que soltó una risita sosegada.
– Eso ya estaba resuelto – dijo encogiéndose de hombros – ¡Rose, arruinaste mi sorpresa! – le gritó, y escuché una risita traviesa desde el fondo.
– Explícate – le ordenó Jasper confundido.
– Pues eso, el plan de Reneé, papá y mío, siempre fue incluirlos en el viaje – contestó con simpleza encogiéndose de hombros – Reneé me ha hablado mucho de ti, Edward, incluso pareciera que te conoce, y Jasper, cuando la conozcas trata de no recordarle que fuiste a la militarizada o se te tirara encima y romperás su matrimonio – soltó una risita, pero yo estaba cerca de otro ataque, en cuanto llegara a casa tomaría el teléfono y le haría saber a Reneé el concepto de confidencial – bien, ¿quién quiere comenzar el tour de reconocimiento?
– Un momento, Emmett – lo detuvo Edward con tono sorprendido y un poco enojado – Viejo, no sé que tan conveniente sea que viajemos en este momento… – dijo con algo de pena pero sin perder el enojo. ¿Y ahora que mierda le pasaba? –Tal vez, Jasper y yo no estemos en condiciones de viajar en estos momentos – susurró, ahora sí enojado.
Emmett frunció el ceño, pero su sonrisa no se borró.
– Claro que si y comprobé que no tienen ningún problema para tomarse unas vacaciones, su jefe se las ha dado – claro, él era el jefe.
Era reconfortante en cierto sentido que yo no fuera la única que era sometida por el excesivo trastorno de poder que sufría Emmett, todo controlado y calculado, era genial ver los rostros contrariados y sorprendidos de Edward, Alice y Jasper, pues era hora que lo fueran conociendo si íbamos a vivir todos juntos durante un largo rato…
¡Un momento!... Oh por Dios… ¡Voy a vivir con Edward y Emmett en un lugar que tiene nombre!... Mierda, esto sí que se estaba poniendo interesante, porque dijera lo que dijera, sabía que Edward iba a ser sometido por Emmett.
– ¿Y nuestras demás ocupaciones? – preguntó Edward un poco mas controlado – ¿Mi trabajo en el hospital, mi casa, mis cuentas? ¿Qué haré con todo lo que tengo aquí? ¿Pulsar el botón de pausa y reanudar todo cuando regresemos? ¡Son seis meses de los que estamos hablando! – exclamó sorprendido.
Lo miré, en cierta parte tenía razón en enojarse, pero era demasiado hipócrita si pretendía no querer venir.
Yo sabía que había contemplado la idea de irse de la ciudad. Por esa, la cada vez más insufrible Tanya.
Con lo del Jeep, su trastorno de personalidad y ahora esto, estaba a nada de sacarme de quicio y obligarme a golpearlo de nuevo, y esta vez no iba a recurrir a un jodido sartén… si esto era una casa, debía haber un martillo por aquí.
– En primera Eddie, no son seis meses, estamos casi en Septiembre, y como dije regresaremos antes de que las chicas empiecen de nuevo la escuela – aclaró Emmett con su típica voz de "ambos sabemos quién va a ganar esta discusión, así que bésame los pies". Edward de verdad estaba perdido, y eso era genial – en segunda, terminaste hoy tu contrato con el hospital, al igual que tu contrato de arrendamiento con tu casero se vence el lunes, por tus cuentas, no creo que tengas que pagarlas en Chicago, hay bancos en todo el país, y ya que hice bien la tarea, se de buena fuente que estabas pensando tomarte unas vacaciones y salir de Chicago, así que no hagas drama – aclaró, con tono tranquilo, pero una tranquilidad que no admitía replica.
Y así fue, Edward no tuvo replica a eso.
¡Bien, Emmett, soy tu fan! Además, me había dado información importante en su perorata. Ya no trabajaría en el hospital y ya no viviría en donde fuera que viviera… eso podría serme muy útil.
A mí, y a un asesino serial de hermosos hombres con hermosos traseros.
Edward se estrujó visiblemente el cerebro para encontrar otro hilo de discusión… y lo hizo.
– ¿Y Jasper? – preguntó mirándolo.
Jasper se encogió de hombros y tranquilamente se sentó en uno de los cuatro sofás que había en lo que parecía ser nuestra sala los próximos meses.
– Mi jefe me dio las vacaciones más largas del planeta, mi casa es propia y mis cuentas están al día, quiero ir a este viaje – señaló gustoso, con su siempre aire tranquilo, que incluso me hizo sonreír – por cierto Emmett, tendrás que darme horas extras cuando regresemos, porque sin ingresos durante los siguientes meses, mis ahorros se extinguirán – dijo más tranquilo.
Escuché la risita musical de Alice a mi espalda.
– Eso está arreglado, no vamos solamente de vacaciones, tendremos algunos negocios y de ahí podremos obtener algo de dinero – respondió Emmett completamente orgulloso.
– Lo tenías todo bien arreglado – dijo Edward impresionado.
– Ese es su estilo – respondí, encogiéndome de hombros.
Todos guardamos silencio, masticando la nueva información.
La verdad es que no quería masticarla mucho, menos digerirla.
El único pensamiento que cruzaba por mi cabeza es que si esta era una casa, debía tener habitaciones, pero, no me servían de nada, entonces, si esto era una casa, debía tener un sótano, y sí, ese podría servirme para encerrarme con Edward y juguetear a la mamá y al papá sin que ninguno de los restantes cuatro habitantes nos molestará.
Vaya… seis personas viviendo en una casa móvil… esto iba a ser sumamente interesante.
Me distraje admirando otra vez el lugar, tampoco quería digerirlo, porque parecía que estábamos en el jodido palacio de Bukingham, los colores eran cálidos, lo que daba un aire incorregible de elegancia, la consola de control donde había un reclinable para el conductor estaba tan llena de luces y botones que parecía la consola del halcón milenario…
Ufff… Han Solo…
Mi mirada dio sin querer contra el rostro de Alice, tenía pintado un puchero molesto y taladraba con la mirada a Edward que a su vez la miraba con el rostro acongojado y algo molesto.
¡Por Dios!... No iba a aguantar tantas peleas en los próximos meses.
Vi a Alice abrir la boca dispuesta a arremeter primero.
– Antes de que los gritos comiencen – abrí la boca sin pensar, todo mundo giró a verme, pero yo le sostuve la mirada a Alice que se había quedado con el grito que le iba a lanzar a su hermano en la punta de la lengua, me miró extrañada –, supongo que por ahí debe haber alguna habitación privada, donde puedan gritarse sin incomodar a nadie y arreglar solos sus diferencias, Emmett, diles a donde ir, por favor.
– ¿De qué estás hablando, Bella? – preguntó Alice, sabía de qué hablaba, pero supongo que se iba a hacer un poco la tonta.
– Miras a Edward como si quisieras arrancarle la nariz de una mordida – todos miraron alternadamente a los hermanos, mientras Alice me miraba entre sorprendida y molesta – No te preocupes, Edward no se queda atrás, pareciera que quiere arrancarte uno a uno todos los cabellos rebeldes que tienes – ok… creo que me estaba pasando, Edward me miró sonrojado y ceñudo, sip, definitivamente me estaba pasando… pero no podía parar – Piénsalo Edward, tal vez es por el viaje y las pegas que pusiste, tal vez Alice se siente insultada porque pareciera que no quieres vivir con ella los próximos meses… tal vez no es la única… – y gracias a los condones de sabores, fui interrumpida.
– Y tal vez no son los únicos que deben hablar – me interrumpió Rosalie entrando de nuevo a la sala llevaba el cabello recogido en una coleta alta y la cara lavada sin rastro de maquillaje – Alice, Edward, pueden ir arriba, vi una habitación muy cómoda donde pueden gritarse, pero eviten tomar los floreros. Emmett, Bella, afuera en la cajuela hay unas sillas plegables, pueden platicar y admirar al amanecer, si ven un OVNI llámenme, por favor.
– Rose… – le advirtió Jasper con diversión.
– Esta bien, Jazz, puedes ir de referí con Alice y Edward, si Emmett trata de golpear a Bella ella causa demasiada lastima con su yeso en la mano, así que no lo hará, no necesitan referí y yo me echaré una siestecita – sin más hizo que Emmett se levantará del sofá, pataleó un poco haciendo que yo también me levantará y nos dio la espalda a todos retorciéndose cual cachorro para acomodarse en el pequeño sofá.
Todos nos miramos unos a otros y solo me bastó ver el rostro de Emmett para saber que teníamos que salir a hablar, él tenía algo que decir, yo mucho que agradecer.
El primero en moverse fue él, me estiró la mano como antaño con esa sonrisa juguetona que me invitaba a hacer travesuras en la preparatoria y, sin mirar a nadie, más salí guiada por él a una madrugada mucho más cálida.
Afuera, el cielo estaba de una tonalidad grisácea, estaba amaneciendo.
En total silencio, Emmett sacó dos sillas plegables de donde le había indicado Rosalie y me hizo una seña para que lo siguiera.
Las colocó en la parte trasera de Goldie, alejado de la puerta pero con una perspectiva idónea para saber cuando alguien viniera a buscarnos.
Nos mantuvimos en silencio otra vez, sentados mirando el cielo aclararse, durante largo rato. Los minutos fueron pasando uno tras otro, podrían haber pasado horas, yo no lo hubiera notado, estaba enteramente cómoda y feliz aquí.
– Gracias por todo esto – rompí el hermoso silencio que nos rodeaba, me sentía tan tranquila y en paz como hacía mucho tiempo no lograba.
Definitivamente algo me estaba pasando, primero Edward me hacía hablar de papá ahora me sentía inmensamente cómoda con Emmett, como si nada hubiera pasado entre nosotros.
No sé a que se debía este cambio, pero lo agradecía enormemente, había llegado al momento en que era demasiado difícil aparentar que nada me dolía.
Emmett me miró y esa sonrisa, cálida, juguetona, amable, amorosa y cegadora apareció en su rostro, esa sonrisa que solo me dedicaba a mí, mi sonrisa.
Llegué a pensar que no volvería a ver esa sonrisa, también que si en algún momento volvía a verla sería demasiado para mí y simplemente me rompería en mil pedazos.
Pero no, hoy era uno de esos días que todo mundo recibe de regalo, el día en que tu mundo deja de estar loco y todas tus certezas y sueños se apiñan para decirte: "Hey, aquí estoy, sigue luchando, pronto estaré contigo y no me iré jamás" Y solo con ese gesto, alguien puede vivir toda una vida de dolores y desencuentros, únicamente esperando ese día en que todo caiga en su lugar.
Ese, era mi concepto de esperanza, y esta, no se había olvidado de visitarme hoy.
– Debes saber… debes… – carraspeó nervioso evitando de nuevo mi mirada, lucía como aquél chico de dieciséis años nervioso e inseguro, aunque eso era solo cuando estaba conmigo, con los demás era el matón y rebelde moja bragas – Debes saber con certeza, que esto lo hice por ti… – volvió a guardar silencio, tragando sonoramente y poniéndome nerviosa de paso.
La vehemencia en su tono asustaba, sonaba tan… "ese" Emmett.
A pesar de todo el cambio que estaba viviendo, si de algo estaba segura era de dos cosas: primera, nunca estaría preparada para ver un zombi; y segunda, que era prácticamente lo mismo, no podría volver a ver a el antiguo Emmett frente a mí, eso, simplemente era imposible.
– Eres demasiado generosa para jugar conmigo, lo sé – continuo haciendo que ahora yo me girara sin poder mirarlo.
– ¿De qué estás hablando, Emmett? – me obligué a hablar, tratando de cortarlo, tratando de regresarlo a la realidad, a nuestro presente.
– ¿Por qué, Bella? – soltó Emmett, tan solo en un susurro, un susurro herido.
Trague secamente.
– ¿Por qué, qué? – pregunté, haciéndome la loca.
– ¿Qué hice mal? – preguntó, aún sin mirarme – ¿Qué hice para que dejaras de confiar en mí? – su tono era lastimoso, sentí el nudo de la garganta enorme.
– Yo confío en ti, Emmy – respondí con tono dulce, a pesar de ese nudo.
– No es cierto – terció con voz más dura – no me contaste nada del viaje, ni de la escuela, ni siquiera fuiste clara con lo de Jacob Black, Reneé me contó todo, tú solo me diste detalles que ya sabía – suspiró derrotado.
– Eso es muy reciente Emmett, no pude hablar ni siquiera con las chicas, entiéndeme, fue duro – dije sintiéndome terrible, torturada, maniatada; pues, tenía razón, no había confiado en él.
Nos quedamos callados otro largo rato, el cielo ya era de un azul plomizo, era cuestión de minutos para que fuera de un azul claro.
– Reneé no quiso decirme quien era ese... chico, el que... está detrás de ti – terció Emmett incómodo – dime quien es, cuéntame – me pidió, casi rogó – confía en mí.
No, no, no.
¿Por qué de todas las cosas que podía pedirme me pedía eso?
No podía decirle.
Yo misma lo había estipulado así, a pesar de que Edward lo puso en palabras, nuestro… lo que fuera que tuviéramos, era solo para nosotros.
– ¡Ay, Emmett! – exclamé lastimosamente – ¡No puedo hacerlo, no puedo decirte! – Dios, esto de verdad dolía.
Emmett suspiró pesadamente y otro gran silencio se hizo.
El cielo ya estaba claro aunque nublado, cuando volvió a hablar.
– Supuse que dirías eso – su voz no sonaba triste, sonaba resignada, después una nota alegre la invadió – ¿pero que importa ahora?, él se quedara en Chicago y nosotros nos iremos de viaje durante mucho tiempo.
No quise responder, porque, no podría estar más equivocado.
– Sí, lo voy a lograr, lo lograré... – susurró mas para sí mismo que para que siguiera la plática.
– ¿Qué vas a lograr? – pregunté extrañada por esa actitud.
Emmett no era de esas personas intensas, él era toda felicidad y bromas, todo sonrisas y afectos, incluso en los más oscuros momentos la luminosa sonrisa y la tranquila aura de Emmett siempre estaban presentes.
Claro, siempre que Emmett estaba aquí, cuando lo regía "ese" Emmett… nada bueno se podía esperar. La intensidad y vehemencia de sus palabras me indicaba que "ese" estaba al mando.
Inevitablemente, recordé y reviví ese dolor y ese miedo que creía olvidado.
– Me colé en el viaje, solo por una cosa – dijo, girándose lentamente y tomándome de la mano – voy a lograrlo, voy a recuperarte – susurró con voz cálida.
Me dejó chocada.
– ¿A recuperarme? – pregunté a pesar del mareo que me vino.
– Sí, voy a hacer que olvides estos tres años, retomaremos donde nos quedamos, solo seremos tú y yo Bella, nadie más…
Abruptamente me soltó la mano y se levantó, mirando a mis espaldas.
A pesar del shock que me habían causado sus palabras también me giré, su rostro no auguraba nada bueno.
Rosalie estaba parada cerca de la puerta, su rostro mostraba un asombro inmenso.
Seguramente había visto o escuchado algo.
– Bien, Jasper me despertó, Alice y Edward casi se matan pero llegaron a un acuerdo, ahora por lo que más quieran eviten verle la mano a Edward y disimulen cuando vean el cabello de Alice – Emmett y yo nos miramos extrañados y después volvimos a mirar a Rosalie –, hagan lo que les digo… – hizo una pausa en la que nos miró detenidamente de arriba a abajo – veo que ustedes están completos y arreglaron lo que tenían que arreglar.
– Algo así – se me adelantó Emmett a responder.
– Me alegra – dijo Rosalie con media sonrisa.
¿Entonces, no había visto ni escuchado nada… o solo estaba aparentando?
– Gracias Emmett, seguro en cuanto salga Alice, pedirá que nos vayamos, así que yo conduciré el auto de Bella – Emmett obviamente iba a reclamar, pero Rosalie ni siquiera le dio oportunidad de abrir la boca –, y antes de que digas algo, te aclaro algo muchacho, yo no dejaré que me manipules, en cambio debes de tener mucho cuidado conmigo – le dedicó una sonrisa tan grande que me hizo estremecer.
Santa madre de las orgías, si a mí me mirara así ya estaría tirada a sus pies pidiéndole clemencia.
O, chocolate.
– Me gusta esa actitud, señorita – respondió Emmett con media sonrisa mirándola cautivado.
Joder. ¿Qué se acababa de dar cuenta que Rose es una belleza?
Idiota...
Escuchamos pasos acercarse y los tres nos giramos, el primero en salir de Goldie fue Jasper que traía el rostro exultante como si acabara de ganar la guerra.
Y cuando vi a Alice y después a Edward salir de Goldie, entendí el porqué.
Alice venía con el cabello totalmente revuelto, como si se hubiera metido a una secadora industrial, parecía un afro recién salido del horno, lucía extremadamente cómica, como un micrófono refunfuñante.
Su apariencia cómica no concordaba en absoluto con su humor. Estaba totalmente furiosa, venía caminando con los puños apretados, refunfuñando y mirando a Edward con la misma cara que ponía el "Pato Lucas" cuando se acercaba el tonto Bugs a arruinar el show.
Edward venía sosteniendo su mano izquierda con su otra mano, mientras trataba de asesinar con la mirada a Jasper y Alice alternadamente.
– Nos vamos – dijo Alice mirando primero a Rose y luego a mí.
Como Rose lo había dicho, claramente yo no iba a oponerme, estaba exhausta y ansiosa de salir de este bosque mágico que me obligaba o me ayudaba a hacer cosas que normalmente no hacía.
– ¿En qué quedaron? – preguntó Emmett, ignorando olímpicamente la orden de Alice.
Esto si daba miedo, dos maniacos del control luchando por el mismo, que corra la sangre.
– Edward irá, fin de la discusión – respondió tajante Alice.
– Veo que tus métodos de convencimiento son infalibles – dijo Rosalie riendo quedamente, me giré a verla, miraba la mano de Edward con rostro burlón, mientras este parecía a punto de escupirle un ojo.
Me acerqué a mirar lo que ella miraba y la boca se me abrió hasta desatornillar mi mandíbula.
– ¡Mierda, Alice! ¿Mordiste a Edward? – exclamé estupefacta.
– Él me obligó – respondió ella a la defensiva girándose.
– ¡Yo no te…!
– No comenzaremos de nuevo con la misma discusión, llegaron a un acuerdo y espero que lo respeten, no me hagan sentir como que perdí el tiempo con ustedes –interrumpió Jasper antes de que empezara un nuevo drama.
Me comenzaba a aterrar la posibilidad de que esto pudiera continuar durante los siguientes meses que estaríamos juntos.
– De acuerdo – aceptó Alice colocándose frente a Emmett, era comiquísimo, apenas le llegaba a los pechos, si fuera al revés, él mujer y ella hombre, el macho Alice estaría muy feliz a la altura de la circunstancias… pero como no era así, mejor me concentraba en lo que Alice estaba haciendo – Gracias por todo, Emmett, pero las chicas y yo tenemos que irnos, hay muchas cosas por empacar y ordenar antes de salir de viaje… – suspiró pesadamente, ¡Ja! Como si de verdad le pesará la idea de organizar algo y la abierta posibilidad de ir de compras – y te lo juro, grandote, que si me quedo un segundo más aquí, le arrancaré las bolas a mi hermano y se las haré tragar a quien trate siquiera de defenderlo.
Ok, Bella, amárrate las manos o comienza a correr, porque estaba segura que no permitiría tal aberración.
¡Esas también son mis bolas!
– Mira pequeña, a como yo lo veo, no tengo ningún aliciente real para dejarlas ir, ya que es más importante para mí la organización de este viaje que tus filias incesticas– Oh, Santo Orgasmo, era como un verdadero partido de futbol de la Champions League, no sabría a quien apoyar.
Se encararon durante un largo minuto, mientras todos los demás nos mirábamos divertidos, cada uno tenía la misma disyuntiva, era un duelo de titanes.
– Mira, mastodonte, hagamos un trato – comenzó Alice con una mirada calculadora – tratemos esto como si fuera una competencia, dale el nombre del deporte que más te guste, ahora, el encuentro será chicas contra chicos – Emmett levantó la ceja divertido ante la mirada atenta y convincente de Alice – Yo, seré la capitana del equipo de chicas, tú el de los chicos, y ambos trataremos que nuestro equipo tenga todo listo para el viaje, eso incluye… todo, nada de pendientes. ¿Qué dices?, ¿aceptas?
¿De qué mierda iba todo esto?
– Y… ¿se puede saber la razón de esto? ¿Es una apuesta o algo así? – preguntó Emmett divertido.
– Si quieres puede serlo, solo acéptalo – dictó firme Alice.
Y yo no entendía nada.
Emmett soltó una risa divertida y le pasó el brazo sobre los hombros a Alice. – Ya voy entendiendo, pequeña hobbit, tu lo que quieres es que vigile y mantenga a raya a tu hermanito mayor – dijo burlonamente mirando a mi pequeña amiga, que tenía cara de estar a punto de sacarle los ojos con sus aretes – No te preocupes, yo hablaré con él, seguro no quiere molestarte, es un buen muchacho, déjalo tomar sus propias decisiones – dijo medio en broma, medio en serio mi estúpido y bocón hermano – pero está bien, lo haré, siempre y cuando hagas lo mismo con mi pequeña hermanita Bellita – lo esperaba así que no reclamé solo le saqué la lengua.
– Trato hecho, nos largamos – dijo Alice sacudiéndose el brazo de Emmett de los hombros y tratando de alejarse hacia mi Volvo, pero Emmett la detuvo apenas hubo dado medio paso.
– Concretemos una fecha y eres libre de huir – Emmett sonrió socarrón y Alice le pellizcó un brazo – Ouch, pequeña Hobbit fiera… que sea el viernes, saldremos el viernes ¿de acuerdo?
– Hecho, nos vemos – Alice sin más se soltó y con enormes pasos comenzó su camino hacia el Volvo, Rose y yo nos miramos contrariadas sin saber exactamente que hacer – ¡Chicas, vámonos! – gritó sobresaltándonos a todos, Rose y yo sin más nos despedimos con la mano de todos y corrimos para alcanzar a Alice.
Entró en el asiento trasero y cerró la puerta de un portazo, Rose me ayudó a abrir la puerta del copiloto y ella entró para conducir.
A lo lejos vi a los tres hombres sobreprotectores y locos que eran nuestros hermanos, mirando como nos íbamos de ahí, Rose tocó la bocina y todos levantamos las manos para despedirnos.
Salimos rápidamente de su vista, y el camino comenzó en un total silencio.
– Chicas, en cuanto lleguemos a casa hay que dormir, tenemos muchas cosas por hacer, seis días no es suficiente para todo lo que nos falta por organizar – dijo Alice con los dientes apretados, Rose y yo asentimos.
No quería hacerla rabiar más, pero la curiosidad me mataba.
– ¿Alice, estás bien, Edward hizo algo? – pregunté
– Estupideces, como siempre, –respondió Alice sin mayor provocación – pero da igual, el vendrá al viaje, y está todo dicho – dicto meciéndose el cabello, y entendí porque parecía el nido de una parvada de microfonitos – me echaré una siestesilla– se acostó en el asiento trasero y nos ignoró.
Sin embargo, ni Rose ni yo quisimos romper el silencio, yo no estaba segura que Alice estuviera dormida, y todo lo que quería decir trataba de su hermanito y de como me traía loca, así que preferí guardar silencio.
Al llegar a casa, Alice se levantó como zombi del asiento, y así como se levantó se encerró en la habitación de huéspedes, obligándonos a Rose y a mí a dormir juntas en mi habitación.
No me quejaba, estaba tan cansada que en cuanto Rose me ayudó a quitarme el vestido, caía rendida sobre la cama.
Me desperté, lo que parecía un pestañeo después, pero afuera el sol estaba radiante.
Rose ya no estaba en la cama, así que salí para buscar a mis dos locas amigas, pero no las encontré.
Antes de poder pensar en donde buscarlas, el timbre de la puerta sonó, seguro se habían olvidado de las llaves.
Con una sonrisa enorme y burlona abrí la puerta, pero mi sonrisa se hizo más grande al ver que no eran las chicas.
– Hola Bella – dijo Edward con una hermosa sonrisa.
– Hola –respondí nerviosa.
– Rose me ayudó a venir hasta aquí sin que Alice se diera cuenta, salieron a comprar cajas y no sé que más – dijo sin entrar a pesar de que me hice a un lado.
– Ya veo y… – quería preguntarle a que había venido, pero creo que era muy grosero.
– Vine a dejarte esto – me extendió una bolsa de papel con asa.
– ¿Qué es? – pregunté.
– Algo que olvidaste – dijo sonriendo – me tengo que ir, porque me escapé de tu hermano y en cualquier momento se dará cuenta que no estoy comprando comida – me sonrió y sin más me plantó un pequeño beso en los labios – cuídate, nos veremos luego – y sin más se fue.
Cerré la puerta todavía aturdida, y aún en modo automático fui hasta la cocina y abrí la bolsa que me había traído Edward.
Dentro estaba mi sostén, ese que había perdido en el momento de calentura insensata que habíamos tenido ayer.
Comencé a reírme como idiota, de nervios y alegría, de diversión.
Pero sobre todo de angustia porque algo muy dentro de mí ser me gritaba que todo esto era un error, que la relación con Edward era una completa locura.
Y a pesar de todo, no pude hacerle caso cuando la nota de Edward cayó de la bolsa.
"No puedo creer que con esos hermosos pechos que posees hayas podido abandonar a este amigo, espero que mis manos sean más difíciles de abandonar, Te quiero"
Y seguí riendo, mientras una lágrima extraña y traicionera era ignorada vilmente por mi corazón.
*Monster truck, es en español un camión monstro, es decir, un enorme camión que normalmente se usa para batallas de camiones, como si fueran robots o algo así, son como un enorme jeep, decorado con cosas muy excéntricas y, como dice su nombre monstruosamente mosntruosos (por su tamaño y apariencia).
¿Qué dicen? Fue un capitulo nutridito de cosas que no habíamos tocado, por ahí, como les dije en los reviews respondidos, hay algunas pistas que aclaran un poco el capitulo pasado, pero no se apresuren, ya llegaremos a eso.
Hablando de la nota de autor pasada, JA! gracias a Ebrume me di cuenta que los enlaces habían sido deshabilitados, así que en cuanto aprenda a ser una buena bloggera les pasaré el link del blog donde iran las portadas y adelantos, y alguna que otra curiosidad… mientras tanto los publicaré como el que pasó, por twitlonger, el link aparecerá, obviamente jejeje en mi twitter, y lo enviaré por PM en la respuesta de sus hermosos reviews que espero me compartan.
Sin más, debo hacer incapie en lo difícil que fue este capitulo para Ericastelo, a la cual hice sufrir mucho, y juro que no volveré a hacerlo, porque además de darle un capitulo de 56 páginas, fue un capitulo con demasiadas distracciones de mi parte. Aunque tal vez no repara el tiempo que te hice invertir Eri, este capi va para ti, con tooodo mi agradecimiento y mi cariño. MILLONES DE GRACIAS!
También, y por supuesto, no menos importante, muchas gracias a todas las que dejaron review, activaron alertas y favoritos. Gracias infinitas!
Ericastelo, MiaCarLu, Silves, isabel krupitzky, Ilovemybaby, Ebrume, -Tsukino, RoxCM, Amerytoh, Pollo Yaru Cullen, Amafle, Ivebar, Paaameeelaaa, Tata XOXO, Idta, Mentxu Masen Cullen, Mariclau, codigo twilight, Covaric, K. Crazy Cullen, cheli777, Chikiithaxzz, Kaprii Mellark, CaroBereCullen, nana Cullen, LUNATIKACC, LuluuPattinson, Ely Cullen M, Analusa, Kdaniela, Dark Thalassa, Betssdi, BlissVmpKr, Mareenma, andreita correa, Cherryland, AglaeeCullen810, Pedro, Little Marie, Iluvlillion, sabri-c, Camypg, DiAnA, Zahi16, MonaReid, Klaudia T, LittlexPauLaa, Maricoles, Mariale Olivares, liduvina.
Y Editando esta subida, agregar a la lista de reviews, obviamente a Ericastelo! Gracias por tu Review! Millones!
Muchas gracias!
Y bueno, este mes me vi con un stres terrible, peroooooo, parece que ha pasado, asi que si nada sucede, la actu viene para la semana del 8 al 14 de Abril, semanita santa… creo xD
Sin más por el momento, les reitero mi agradecimiento, y mi cariño por estar aquí, espero que les haya gustado el capi, y si no jejeje bueno háganmelo saber, espero leerlas en los reviews!
Gracias… totales (Sí, soy fan de Soda Stereo xD y estoy de animo musical porque el fin de semana me la pasaré en el Vive latino, el mejor festival de la vida (en México)) Beshos!