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Oh, dulce, dulce venganza. Ahora entendía a Sasuke. Cerró los ojos con placer dejando que el alcohol le resbalara por la garganta y sonrió pensando que les había dado una lección. Abrió los ojos solo para notar el terrible error que había cometido.

Sus amigas estaban llorando. Desconsoladamente.

¿Qué rayos le había pasado al mundo?

Abrazada a Temari, Ino gimoteaba. Tenten le daba ligeras palmadas de consuelo a Hinata, inútilmente, ya que ella estaba bañada en lágrimas. Un tanto más alejada, Tsunade lagrimeaba.

—¿Chi−chicas? —la voz le falló. ¿Es que su comentario las había afectado tanto realmente? —. Vamos, no lloren… no vale la pena—

Un estruendo la interrumpió. Pegó un salto aún en el agua.

—¡Tienes razón! —gritó una encolerizada Tsunade bajo una grieta formada por su propio puño.

—¡Tsunade−shisou! —Sakura se sujetó la toalla sobre el pecho, alarmada—. ¡¿Qué fue lo que hizo?!

Otro ruido se dejó oír, Sakura miró estupefacta a Hinata Hyuga con el ceño fruncido y el byakugan activado. Una fuerte ventisca le arrancó la toalla del cuerpo y se vio desnuda ante Temari, quién batía sin ton ni son su abanico. Buscó desesperadamente algo con que cubrirse antes de que una ráfaga de kunais y shurikens la atacara de la nada, destruyendo a su paso parte del establecimiento. Apenas pudo verse libre de las técnicas de control mental de su amiga mientras seguía en la búsqueda de su extraviada toalla.

Del que fuera las aguas termales más costosas de Konoha apenas quedaban los vestigios. Las cinco mujeres ebrias−dolidas se habían encargado de acabar con ello.

Sakura las miró espantada. ¿En qué punto la tristeza había dado paso a la ira? ¿Cuándo las lágrimas se convirtieron en ataques increíblemente difíciles de esquivar? Se suponía que estaban ebrias, por Dios. ¿Cómo rayos iba a evitar que ellas siguieran destruyendo el lugar?

—¡¿Qué está sucediendo aquí?! —una regordeta mujer entró hecha una furia. Sakura pudo reconocerla como la dueña del lugar. Varios hombres entraron después de ella, dándose a la difícil tarea de intentar detener a las kunoichis. No tuvieron éxito.

Sakura se aventuró a ir contra la Hyuga, colgándose de su espalda, pero una lluvia de proyectiles —cortesía de la maestra de armas— la obligó a alejarse. Tenía suerte de que el alcohol afectara directamente la puntería de Tenten. Desistió de intentar detener a alguna de ellas dos y se aproximó a la rubia de la arena, siendo rápidamente enredada en un tornado.

A lo lejos pudo vislumbrar a su mentora haciendo uso de su inhumana fuerza para provicar grietas en el piso, alejando a todo aquél que quisiera acercársele. La vio estrellar el puño contra el concreto y todas las kunoichis saltaron al sentir la tierra cimbrar bajo sus pies.

Sakura tuvo una idea, pero debía actuar rápido para que funcionase. Esperó a que Tsunade provocara un leve temblor con sus golpes y saltó al mismo tiempo que las otras mujeres, acumulando chakra en sus manos, dándole alcance al tobillo de Ino, rompiéndole unos cuantos ligamentos. La chica quedó imposibilitada en el suelo. Repitió el procedimiento con las demás, siendo la más difícil de alcanzar Tsunade, quién conocía perfectamente la técnica.

Cuarenta minutos más tarde, todas se encontraban en el suelo, sobándose las partes que la Haruno había logrado lastimar. Apenas tenía chakra y estaba cansada, pero supo que lo mejor sería salir de ahí antes de que los verdaderos problemas se presentaran. Huyo de ahí, haciendo uso de la bestial fuerza que Tsunade le había enseñado a utilizar, cargando —como pudo— a las cinco kunoichis ebrias y lastimadas, escuchando cada vez más lejos los escandalizados lamentos de la dueña.

Salió con cinco pesos muertos a la espalda, notando que, del día soleado que era, ya solo quedaban nubarrones grises que auguraban una tormenta. Las calles estaban desoladas, hecho que agradeció siendo que solo vestía una toalla blanca y llevaba cinco mujeres apenas conscientes sobre la espalda.

Caminó por las calles de Konoha con pesadez, imposibilitada para correr y saltar con los tejados debido a su indumentaria. Escuchaba los quejidos de dolor de sus compañeras y los suyos propios, jadeando de cansancio. Se lamentó de haber aceptado esa estúpida invitación a las aguas termales, de haberse dejado llevar por las palabras bonitas de su maestra.

Una gota cayó sobre su frente, resbalando hasta meterse en uno de sus ojos. Parpadeó rápidamente intentando eliminar la molestia que le obstruía la visión. ¿Qué demonios? ¿Alguna de esas borrachas la estaba babeando?

—¡¿Por qué no terminas de castigarme?! —dramatizó gritando al cielo.

Todo se iluminó a la par de su grito y un estruendo azotó Konoha. Segundos después, una densa capa de lluvia cayó sobre ellas. Las chicas soltaron un alarido debido al frío. Las miró por encima del cabello que caía sobre su frente y se lamentó de su existencia, siguiendo su camino.

Después de una larga y húmeda caminata, logró llegar a su casa. Agradeció mentalmente el vivir sola. No se imaginaba llegando a casa de sus padres con cinco mujeres ebrias, semidesnudas y desamparadas. Una vez frente a su puerta, cayó en cuenta de que no traía su ropa y, por lo tanto, tampoco sus llaves.

—¡No! —lloriqueó.

Sus llaves estaban en el bolsillo de su falda, la cual seguramente se encontraba sepultada en las derruidas aguas termales, junto al resto de sus pertenencias. Pataleó, golpeando su puerta como si fuera la culpable de su desgracia.

—¡Ábrete! —una bien atinada patada de su mentora derribó la puerta, dándole acceso a su casa.

El objeto de madera salió disparado dos metros hacia atrás y ella logró entrar lloriqueando por su puerta. Entró con dificultad y se dirigió a su habitación, aventando sobre su cama a las cinco mujeres que cargaba. El colchón se empapó inmediatamente y ella suspiró. Curó las heridas que les había infringido y tuvo que encargarse también de vestirlas un tanto más decente. A la Godaime había tenido que darle una bata que era perteneciente a su padre.

Salió de la habitación y se dirigió a la entrada de su hogar, encontrando la puerta en el suelo. La tomó con dificultad y la sobrepuso sobre el marco. La aseguró y se dispuso a tomar un baño.

No avanzó ni dos pasos cuando unos golpeteos la advirtieron de la presencia de alguien detrás de la puerta. Miró con terror el rectángulo de madera, acercándose a ella, rogando que fuera una jugarreta de su imaginación.

Alguien volvió a tocar.

Separó la puerta un poco, asomando la cabeza. La sangre se le fue hasta los pies cuando su mayor pesadilla se materializó detrás de su —destruida— puerta.

—¡¿Qué hacen aquí?!

Parados frente a ella, Sai, Shikamaru, Naruto, Neji y Sasuke la miraron con extrañeza.

—Llevamos buscándote un buen rato, fea.

Sakura no pudo esconder su nerviosismo.

—Shizune−san dijo que tú y las demás, junto a la Hokage, habían ido a las aguas termales —dijo Neji.

—¡Pero cuando llegamos todo estaba destruido! —exclamó contrariado Naruto. Sakura tragó pesado.

—Hemos estado buscándolas todo este tiempo —finalizó Sasuke. Sakura asintió.

—¿No vas a dejarnos pasar? —cuestionó adormilado Shikamaru—. Esto es problemático.

Detrás de él, el cielo estaba cayéndose, pero tenía a una turba de mujeres alcoholizadas en su habitación. Mujeres que ellos estaban buscando. Tuvo poco tiempo de considerarlo antes de que Naruto se abriera paso a su casa, llevándose de paso la puerta.

—¿Qué le ocurrió a la puerta? —cuestionó Neji.

—Un accidente —se limitó a contestar.

—¡Sa−Sakura−chan! —¡Mierda! ¿La habían descubierto?—. ¿Por qué estás vestida así?

Sakura lo observó sonrojarse, reparando en que en realidad, ella no estaba precisamente vestida. Se cubrió avergonzada al tiempo que todos desviaban la mirada de su cuerpo únicamente ataviado por la diminuta y mojada toalla que apenas la cubría.

—¡Fu−fue un accidente!

Se escuchó algo rompiéndose. Un pequeño golpe y luego algo de vidrio haciéndose añicos.

—¿Qué fue eso? —frunció el ceño Sasuke.

—¡Mi gato! —se apresuró a contestar.

—Tú no tienes gato, Sakura−chan.

—¡Claro que sí! —exclamó sonrojada.

Los chicos la miraron confusos. Ella desvió la mirada.

Neji frunció el ceño—. Entonces, ¿no has visto a las demás?

—¡No! —gritó, sorprendiendo a los shinobis—. Me separé de ellas de camino a las aguas termales.

—Vale —aceptó el inocente Naruto ante la pésima mentira de Sakura—. Seguiremos buscan—

—¡Sí! —empujó a Naruto, llevándose a todos de paso—. ¡Mejor vayan a buscarlas!

Había logrado sacarlos de su casa cuando se escuchó un golpe seco, seguido de unas risas.

Sasuke se adentró de nuevo—. ¿Qué fue eso?

—¡Fue mi gato!

—Los gatos no ríen —la fulminó Neji.

Se escuchó el sonido de un picaporte siendo forzado. Sakura miró con terror como se agitaba la puerta de su habitación al fondo del pasillo.

—Un intruso —avisó Shikamaru.

Sakura apenas notó a todos entrando a su casa, pasando de ella, yendo directamente a donde provenía el ruido. Apresuró el paso, adelantándose a ellos e impidiéndoles el paso.

—Sakura−san —Neji había activado ya el byakugan—, puede tratarse de algún enemigo. Déjanos pasar.

Sakura negó fervientemente con la cabeza—. ¡No es un enemigo! —otro ruido se oyó.

—Sakura —Sasuke dio un paso hacia ella, intimidándola con su altura. Pero Sakura no se retiró. No podía dejar que ellos vieran a sus amigas en ese estado. La habían metido en muchos problemas, pero ellas eran sus amigas, al fin y al cabo. Debía protegerlas.

—Y−yo —tartamudeó cada vez más nerviosa—. ¡Tengo una visita! —exclamó repentinamente.

Naruto la escaneó detenidamente, estrechando los ojos en pose pensativa. Su expresión cambió lentamente al entendimiento y seguidamente a la incredulidad.

—Podría ser que… —dejó pasar unos segundos de suspenso—, ¡¿Estás con un hombre?!

Sakura abrió los ojos desmesuradamente, siendo incapaz de emitir palabra alguna. Era broma, ¿verdad? El silencio los embargó por un par de segundos, siendo interrumpido por un carraspeo.

—Lamentamos las molestias, Sakura−san —murmuró un ligeramente apenado Neji. Pudo ver a Sai sonriendo falsamente tras él.

Ellos… ¿de verdad lo creían? ¿Que ella estaba con un hombre?

—No es así, yo—

Sasuke la apartó sin más miramientos y abrió la puerta.

—¡No!

Sakura pudo ver los hechos en cámara lenta. Sasuke lucía furioso cuando azotó la puerta, pero su expresión cambió cuando vio el interior de su habitación. Todos se arremolinaron a su alrededor, dejándola en segundo plano. Fragmentos de lo que fue un florero decoraban el piso y una de las ventanas estaba rota, dejando colar lluvia de la tormenta que se desarrollaba afuera. Sin embargo, lo más relevante no era el desastre que reinaba en su habitación, sino quiénes lo estaban causando. Justamente las chicas que estaban buscando.

Se encontraba Temari gateando —esquivando con dificultad los objetos punzocortantes del suelo—, seguida de Tenten que reía estruendosamente, cargando en la espalda a Hinata, totalmente sonrojada. Del otro lado de la habitación, sentadas en la cama, la Hokage e Ino discutían sobre el tono de sus rubios.

Sakura tembló completamente y se apresuró a cerrar la puerta de un portazo. Los shinobis tenían un expresión de sorpresa plasmada en el rostro, con la vista aún pegada a la puerta.

—¡Sakura Haruno! —irrumpió una mujer. Los chicos la reconocieron como la mujer que lloraba en las aguas termales cuando fueron en búsqueda de las chicas. Pero, ¿por qué estaba buscando a Sakura?

Cuando todos buscaron a Sakura en busca de una explicación, ésta había desaparecido.


Tres meses después de aquél fatídico incidente, todo le parecía una pésima broma.

Aquél día huyó y volvió hasta el día siguiente, cuando las kunoichis se encontraban ya en sus cinco sentidos (aunque con una terrible jaqueca). Las sermoneó y culpó por todo lo que la hicieron pasar, pero también se burló de todos sus desmanes.

Después de eso, Sakura se dedicó a huir de los shinobis que presenciaron aquel circo, sin embargo, un día todos ellos la interceptaron al salir del hospital, en busca de respuestas. Después de un largo interrogatorio, Sakura les contó todo lo sucedido e, indignada, les reclamó a ellos cuando estos la culparon de no haber controlado a las kunoichis. Les hizo saber que en gran parte era también su culpa, por menospreciarlas e ignorarlas.

Tiempo después escucharía un extraño rumor acerca de un grupo de chicas que hacían de todo con tal de conquistar a unas chicas. Grande fue su sorpresa al enterarse de que esos chicos eran precisamente los novatos, desesperados por conquistar a las kunoichis que lo dejarían todo por ellos.

Así, después de que ellos lograran su cometido, Sakura no podía estar más feliz de que sus amigas estuvieran con los hombres que amaban y, aparte de eso, todas trabajaran juntas. No es que lo hubiesen querido, pero de alguna manera debían pagar los daños al establecimiento. No recibían paga y los horarios de trabajo a veces eran extenuantes, pero se divertían juntas. Además, después de un arduo día de trabajo, las kunoichis eran recompensadas cuando sus novios iban a buscarlas al trabajo.

Sakura siempre volvía sola a casa, hasta que alguien la esperó al terminar su turno. Sasuke Uchiha la acompañó a casa, reparó su puerta —que ella seguía sobreponiendo para resguardar su privacidad— y se quedó a tomar café. Y a dormir.


Las cinco kunoichis salieron del trabajo conversando y riendo. Sus respectivos novios estaban de misión, por lo que habían decidido tomarse la tarde para sí mismas, pero habían sido requeridas en la torre Hokage. Temari, embajadora de la Arena en Konoha, prácticamente ya residía ahí.

Ingresaron a la oficina de la Godaime, estando ésta frente al gran ventanal que daba una vista periférica a la Aldea de la Hoja. Ella las miró con una sonrisa plantada en el rostro. Sakura sintió un escalofrío recorrerle la espina dorsal. Tuvo un deja vu.

—Necesitan un descanso de esos hombres —rió agitando los cupones que tenía entre las manos.

Las kunoichis tuvieron que atrapar el cuerpo de Sakura, quién caía desmayada ante la simple visión de otro futuro desastre.

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Remodelación parcial de la trama.

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