Finalmente! 8D
El cuarto y último capítulo de mi fic de medabots ^^ Este es mi capítulo favorito, me he entretenido a morir escribiéndolo e inventando el pasado de estas maquinitas que me gustan tanto. A que no se esperaban que era warbandit eh? Haha~ Es que desde que vi ese capítulo donde él habla con ella, en el parque, de noche, a solas!! xD me pasé mil películas, aunque siempre será metabeeXbrass hasta el final! *w*
Gracias por los reviews dejados! Fueron todos muy lindos...excepto por el hecho de que X persona (sabes que hablo de tí ùwu) me repitió hasta la saciedad que pusiera el capítulo cuatro, aún cuando le dije que no lo pondría solo por mero capricho; soy la autora y decido cuando los subo. Ojalá esto no me vuelva a suceder. Adoro los reviews, mucho, pero no esta clase de pop pus de aviso, son un poco estresantes xwx
Ojalá les guste este capítulo! Dejé el final abierto porque estoy dudando de cortarlo o continuarlo 8DD
Me dejan sus comentarios! ^^ Ah! y gracias por los favoritos!
Capítulo 4
Kano, el líder y gobernante de Las tierras del Este, reposaba su cuerpo abollado en su enorme trono de acero y plata, el que estaba recubierto con los grabados de la historia de su gente y sus antepasados. Con una pierna estirada y su cabeza apoyada en su mano, había esperado pacientemente y en silencio, que la procesión de los sacerdotes se llevara a cabo con el antiguo ritual de bendición de los nuevos guerreros, la despedida a los que habían partido, y el rezo a los dioses de las estrellas, aquellos que les visitaban una vez cada diez años llegados desde los rincones más imposibles del espacio, para traerles nuevas enseñanzas. Cuando la larga y silenciosa celebración se llevó a cabo, uno de sus generales, Nerón, un medabot plateado de largas antenas moradas y una espada dorada en su mano, se presentó ante él e hizo una reverencia.
-Mi señor Kano, hemos salido victoriosos de estaba batalla que habéis dirigido, y hemos capturado a muchos de nuestros enemigos para traerles y obtener información.
Kano asintió con la cabeza; no se sentía de ánimos para nada, estaba muy agotado.
A la orden del medabot plateado de ojos rojos, los guardias trajeron a varios de los prisioneros de guerra que habían capturado. Kano los examinó con la mirada; muchos sólo eran soldados, pero pudo reconocer entre ellos al teniente primero de Kiemo, ese medabot dientes de sable que siempre burlaba a sus guerreros con su alta velocidad y sus cuchillas azules. Ambos cruzaron una mirada fría y llena de rencor. Kano hubiera felicitado a sus hombres por el buen trabajo hecho, pero era tan malo su estado, que solo quería regresar a sus aposentos para repararse. Siguió pasando vista rápidamente a los prisioneros, descartando mentalmente a los que servirían como fuente de información y a los que podrían desechar o cambiar sus medallas para usar sus cuerpos o sus piezas.
En eso, su mirada se cruzó con unos ojos rosa que estaban clavados en el suelo.
Le sorprendió la sumisión de esos ojos, la tristeza sin miedo que expresaban y se quedó examinando a la portadora de esos ojos. Cruzó una mirada con su general, y este habló:
-Se trata de Nirvana, la compañera de nuestro enemigo, Kiemo. La hemos atrapado defendiendo el palacio de las medallas en sus tierras. Dicen que es fuerte, y por ser compañera de kiemo, la tenemos por nuestra mejor captura, nuestro botín de guerra; de ella podremos obtener toda la información secreta y necesaria.
-Podrán fragmentar mi medalla a polvo, pero jamás violaré mi lealtad a Kiemo-respondió ella, y al punto iba a ser golpeada por Nerón, pero la voz fuerte y decidida de Kano le hizo detenerse en el acto.
-Déjala Nerón, es una rival honorable y valiente, respeta más esas cualidades en tus enemigos.
-Sí mi señor-se disculpó el medabot plateado-perdóneme.
-Tráiganmela-ordenó y se levantó de su trono-a los demás enciérrenlos, desármenlos y consigan toda la información que les sea posible.
Los guardias afirmaron mientras se llevaban a los prisioneros para ser torturados.
Minutos luego, Kano era asistido en su habitación por dos medabots médico para repararse, siendo luego recargado con dos enormes paneles que cerraron los quiebres y agujeros de su exoesqueleto, devolviendo el color y toda la energía a cada una de sus piezas. Cuando estuvo completamente nuevo, los dos medabots se retiraron y dos guardias entraron con la medabot de ojos rosa atada de manos. Kano hizo un gesto con la mano, y los guardias depositaron a la robot junto a la mesa que el líder medabot tenía atiborrada de mapas, planos y estrategias de guerra. La medabot tenía los brazos atados a la espalda, y dichas piezas habían sido removidas de su armadura de combate dejándola totalmente desarmada.
Cuando la puerta se cerró, la medabot levantó la mirada y se encontró con el visor brillante y verde de su opresor. Este le miraba con altivez y de manera examinante. Se quedaron en silencio un largo momento. Ella le sostuvo la mirada todo el tiempo, y él se sorprendía de que un medabot lo desafiara de esa forma. ¿Cómo se atrevía? No era rival para él, mucho menos ahora que él estaba compuesto y ella desarmada y agotada. De pronto, se dio cuenta de que ella no lo estaba desafiando; lo estaba estudiando, estaba viendo a través de él y tratando de leerlo. Kano se sintió invadido y se levantó de su asiento.
-¿Por qué me miras así?-exigió saber.
-Si te mirara con odio, me matarías al instante; si me riera en tu cara también. ¿Cómo quieres que te mire?-preguntó ella serena, sin el menor rastro de miedo.
-Deberías mirarme con temor, con recelo y pidiendo clemencia-apoyó sus manos en su espalda, dibujando con sus dedos la boca de sus cañones-Tengo poder sobre tu vida y lo sabes.
-Lo sé, y hay muchas cosas que sé sobre ti, Kano, Señor de las tierras del Este. Es una pena que tú no sepas nada de mí.
-¿Cómo te atreves?-habló él, enojándose cada vez más ante la insolencia-No hay nada que yo quiera saber de ti. No eres nadie, el único que existe para mi es esa chatarra de tu amigo kiemo, es mi enemigo y acabaré con él, así sea lo último que haga.
-Tu sed de muerte te destruye más de lo que las armas lo hacen-dijo ella con un tono algo despectivo-Ésta te consumirá y te destruirá por dentro antes de que Kiemo lo haga.
Kano se arrodilló y sostuvo el rostro de ella en una de sus manos, mientras que la otra apuntaba con su arma en su pecho.
-Hablas demasiado ¿Lo sabías?
-Sí, es lo que hago; hablo, no uso las armas como tú lo haces-dijo ella sin quitar su mirada de la de él.
-¿No temes que te mate?-preguntó, sin quitar sus ojos de los de ella ni una vez. Tenían algo hipnótico y que le alteraba más cada segundo.
-Haz lo que quieras, no dejarás de ser un señor de la guerra-respondió la medabot sin expresar temor en su voz.
Kano la observó detenidamente un momento más.
Esa medabot era muy extraña y diferente. No solo era valiente, sabía muy bien lo que estaba diciendo, creía en sus palabras y no faltaba a su honor, ni insultaba a sus enemigos. Quitó su arma de su pecho y la dejó allí. Regresó a la cámara de guerra para planificar su siguiente movimiento contra las tierras del oeste y el cómo enfrentar a Kiemo cuando viniera a recuperar a su compañera. Todos estaban muy conscientes de esto, pero sabían que la furia del medabot al ver arrancada a su par de su lado, le haría cometer errores. Aún con la información que habían obtenido, la que fue poca debido a la alta lealtad que guardaban los guerreros de Kiemo, y las brillantes estrategias de batalla de Nerón, los generales del Este no consiguieron llegar a nada. Su líder estaba distraído y no conseguía tomar buenas decisiones.
Al anochecer, Kano regresó a su habitación y se encontró con que la medabot estaba exactamente en el mismo lugar donde él la había dejado. Ni siquiera parecía haber movido su mirada de la puerta cuando él se había marchado. Entró en silencio y se quedó viéndola. Nuevamente ella comenzó a escrutar en sus ojos, y él en los de ella. No conseguía entenderla, era una combinación muy rara y que nunca había visto. Le intrigaba mucho, y a la vez lo irritaba, al punto de que quería hacerla pedazos con sus propias manos.
Estuvieron observándose por largos minutos, en silencio, los que luego se extendieron a horas, y que se extendieron luego a toda la noche. Ninguno de los dos dijo una sola palabra, ni se movió un centímetro. Cuando el sol despuntó por la ventana de acero y cristal, él se levantó y le quitó las cadenas de las manos.
El tiempo comenzó a pasar muy rápidamente para el líder del Este. Dejó de lado gastar el día entero en nuevas estrategias y tácticas de batalla, ya no organizaba a sus hombres ni dictaba sus discursos sobre el valor y el poder que ejercerían sobre los medabots del oeste. Dejaba ese trabajo a sus generales, y cuando estos le traían un nuevo plan de batalla, preparado y listo para ser ejecutado, él solo daba el permiso para que este se llevara a cabo. Ahora solo pasaba su tiempo en escuchar a esa misteriosa medabot que le había mostrado un mundo nuevo. Un mundo de palabras y comprensión, con todo lo que eso conllevaba. Ella le contaba muchas cosas, y él le contaba también muchas otras. Ella escuchaba en silencio y atentamente, con sus ojos expresivos puestos en él, descifrando y comprendiendo cuanto él le contaba, le pasaba dentro; las angustias que sufría, sus temores, sus victorias y sus fracasos, su larga travesía para obtener el puesto que tenía, y las miles de dificultades que afrontaba para conservarlo e intentar dirigir correctamente a su país. Sus antepasados habían depositado en él, el deber de ganar aquella interminable guerra contra el reino del este, y que una vez conseguida, traería la paz a ambos reinos. Kano no quería fallar, pues no solo fallaría a sus ancestros, sino también a su gente, que confiaba en él, y así mismo. Ella le ayudaba a descifrar los nudos que se creaban en su cabeza, a desatar o enredar más sus contradicciones y dudar de sus propios valores, incluso dudar de él mismo y de todo cuanto creía. Sin embargo, jamás tocaban el tema de sus leyes, su política ni el sistema interno de sus países. Era violar el código de amistad que se había puesto entre ellos y la lealtad a sus reinos.
Nirvana era como ninguna; atenta, comprensiva y amable, generosa con sus sentimientos y siempre tenía la respuesta adecuada a las dudas de Kano. Sin duda, el medabot más paciente que Kano jamás hubiera conocido, callada y elocuente. La estimaba como no creyó que lo haría alguna vez, y hasta había olvidado que ella pertenecía al reino enemigo y a su eterno rival Kiemo. Por esto una vez, se llevó un doloroso y amargo remezón al abrazarla inconscientemente e intentar expresarle sus sentimientos. Ella le apartó con cuidado y le recordó de dónde venía y a quién en realidad pertenecía. La ira enterrada seis meses atrás regresó a él como un animal, y quiso despedazar a la medabot que tanto daño le había hecho, pero al instante se dio cuenta de lo enfermo de su reacción, y se arrodilló pidiendo perdón, aún cuando no le había puesto un dedo encima a la robot. Esta puso su mano en su hombro y le levantó.
Sin embargo, Kano no podía hacer ojos ciegos a la mirada triste y apagada que Nirvana tenía cuando él desviaba la vista. Estaba claro que ella era infeliz allí, en una tierra desconocida y lejos de a quienes amaba. Intentó sepultar el mal que lo embargaba al pensar que no era él el indicado para ella, que no había conseguido ganar los verdaderos sentimientos de la medabot, y que ella aún los guardaba para aquel que esperaba en las fronteras de sus tierras. No le sorprendió que Kiemo la eligiera, y tampoco le sorprendió que, al regresar de una batalla señuelo que les habían tendido, Nirvana había sido recuperada por los medabots del Este. Hubiera deseado verse frente a frente con su rival y demostrar así quién era verdaderamente digno de ella, pero aunque él se ganara el mundo, no conseguiría los sentimientos de la medabot. Tanto fue su dolor al saberse solo y en la oscuridad y la confusión, que esa misma noche partió al frente de batalla dispuesto a recuperar algo que no era suyo, pero que amaba tanto que lo había convertido en propio.
Esa misma noche, el brillo de su furia, y el brillo de la determinación de Kiemo, iluminaron la tierra y la sacudieron hasta sus cimientos. Kano cayó vencido, con sus piezas, su medalla y el alma destruida…
Naturalmente, Warbandit no recordaba todos esos acontecimientos, pero sí guardaba imágenes del sueño revelador que había tenido la noche anterior, y había asociado su gusto por verse con Brass con lo que debió haber experimentado quizás millones de años atrás.
-En mis sueños compartí mucho con Brass, y fui feliz mientras estuvo a mi lado. No sé qué ocurrió después que la perdí de vista al regresar de una guerra… pero siento esa misma felicidad al estar con ella ahora y compartirnos un poco el uno del otro.
Ikki, Arika, Metabee y Brass escucharon atentamente lo que el medabot les había contado. Una sucesión de imágenes al azar que había soñado tiempo atrás le habían llevado a confiar en la medabot hacía tiempo, y que se habían repetido con mayor claridad la noche anterior. Los dos chicos no entendían absolutamente nada, pero Metabee lo entendía perfectamente. También había soñado esas cosas en un par de ocasiones; le hubiera gustado saber si Brass también los habría tenido alguna vez. La medabot solo guardaba silencio, sin apartar sus ojos de la abatida mirada de Warbandit.
-Es por eso que le pedí a Brass que nos viéramos cuando ella tuviera la oportunidad. Estos sueños que he tenido están muy ligados a ella, a nosotros, y a todos los medabots-Miró al suelo un instante, y luego se quedó viendo a Metabee una vez más-No quiero que nuestra rivalidad del pasado se repita en nuestro presente. Si te molesta que me vea con Brass, está bien, lo entiendo perfectamente, y no quiero causarle problemas a nadie, mucho menos quiero interferir en lo que sea que haya entre ustedes dos.
Metabee y Brass se miraron a la par y se sonrojaron sin querer. El medabot amarillo no podía encontrar algo qué decir, si quiera algo estúpido para cortar la fuerte tensión que había en el momento. Warbandit se despidió de Brass y se volteó.
-Lamento los problemas. Muchas gracias por toda tu ayuda.
Estaba por marcharse, y la medabot iba a detenerlo, pero Metabee lo hizo primero.
-¡Oye viejo!
El medabot se quedó viéndolo sobre su hombro. El escarabajo no supo cómo empezar.
-Escucha… lo que había entre Brass y yo en el pasado no es lo mismo que ahora…digo, por lo menos Brass no lo siente así…
-No pongas palabras que yo no he dicho Metabee-le interrumpió la chica-Yo siento un gran aprecio por ti y por Warbandit; ambos son medabots muy especiales.
-Aw…entiendo…pero quiero decir, no por eso quiero que…ah…-le costaba explicarlo de tal modo que las cosas quedaran bien tanto para él como para ellos dos-No importa si ustedes son amigos o lo que sea, Brass es libre de hacer lo que le dé la gana; el hecho de que me guste no significa que tengo algún control sobre ella.
Las bocas de Ikki y Arika se abrieron mucho más al escuchar esto. Brass se sonrojó a más no poder y se cubrió la cara nuevamente.
-Oh cielos…
Warbandit dejó escapar una ligera risa, y Metabee, con los sensores prendidos y las manos en su cintura, se sentía mucho más liviano que como lo estaba cinco segundos atrás.
-Qué franco eres-le espetó el medabot marrón, más tranquilo.
-Lo sé, tengo que serlo-miró a Brass y la medabot desvió la mirada al suelo, avergonzada-así es como a ella le gustan.
FIN
Lady Beelze: Espero les haya gustado! ^^ Me dejan reviews!! 8D