Forsan et haec olim meminisse iuvabit

"Bueno, es todo"pensó cuando vio que ese hombre corpulento de largos cabellos se acercaba a ambos. Había sospechado desde un primer momento que esa niña no estaba bien de la cabeza, pero eso no le detuvo a la hora de salvarle la vida. Fue un reflejo. Lo mismo que sonrojarse al tocarle un seno, ACCIDENTALMENTE. Y ahora pagaría con su vida, porque ningún hombre que se dignara de serlo, dejaría vivo a otro que se encuentra encima de su mujer o hermana. Dijo una última oración que había aprendido en una ciudad sagrada infestada de yomas a la que fue a parar en su feliz pero peligroso tiempo con Clare. Aquel lugar donde la gente le temía por andar con una Claymore y a la vez le pedían más virilidad para protegerla. A ellos les debía su espada. Ahora nunca podría demostrarles cuánto quería a Clare, a qué punto. Si alguien le hubiera dicho que media hora más tarde comerían chocolate en trozos helados y leche tibia bajo la nieve, junto a una hoguera, como si fueran viejos amigos, le habría dicho que tenía opio hasta las cejas.