Disclaimer: Tanto la historia como los personajes no son de mi creación. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia es original de Goodnight Linda

Si él se marchaba, se llevaría su corazón…

Obligada a tomarse un descanso después de varios contratiempos, la investigadora Isabella Swan veía aquellas vacaciones como un castigo. Pero entonces conoció a aquel dios de ojos verdes que era Edward Cullen, un hombre tan seguro de sí mismo y tan misterioso que despertó la curiosidad de Bella.

Estar entre los brazos de Edward no suponía ningún esfuerzo, pero descubrir que por sus venas corría sangre real fue para ella una bendición y una maldición al mismo tiempo. Era la ocasión ideal para demostrar sus dotes como investigadora. Pero si revelaba que Edward era el príncipe europeo que había huido, lo perdería para siempre...

Prólogo

Asomado al balcón, Emmet Hale estaba observando con gesto torvo los terrenos del rancho para turistas que llevaba su apellido. Era el día de su cumpleaños, pero no estaba resultando precisamente feliz, y Alice, su hermana, era la culpable.

En ese momento estaba intentando hacerlo comulgar con otra de sus ridículas ideas para convertir el rancho en un negocio más próspero. Y de todas, aquélla sin duda se llevaba la palma.

–Mira estos números, Emmet –le dijo agitando el grueso libro de cuentas. Tenemos que hacer algo rápido o iremos a la quiebra.

–Tampoco nos va tan mal.

«Ni muy bien, reconoció a regañadientes para sus adentros.

–Este verano hemos vuelto a tener poquísimos huéspedes. Los ranchos para turistas están perdiendo su atractivo; el romanticismo nostálgico del Viejo Oeste está pasado de moda. Necesitamos algo que sea innovador, algo acorde con los tiempos.

Emmet reprimió un gruñido de exasperación antes de girarse sobre los talones para cruzar las puertas cristaleras, abiertas de par en par, y entrar de nuevo en su despacho.

–¿Y crees que convertir el rancho en un nidito de amor va a solucionar nuestros problemas?

– ¿Qué quieres? Tampoco te gustó la idea de montar un balneario zen donde la gente pudiera venir a relajarse y meditar –contestó ella yendo detrás de él. Además, el amor lo cura todo. El amor... y la aromaterapia.

Emmet no pudo evitar soltar una carcajada. Su hermana pequeña era una adepta de esa tontería de la Nueva Era que promulgaba la paz, el amor, y las terapias alternativas.

–Mira, Alice, esto es un rancho serio, no una casa de citas.

Bastante le había fastidiado ya haber tenido que convertirlo en un rancho para turistas. Lo único que le faltaría sería tener paseándose por allí a parejitas haciéndose arrumacos.

–Oh, por favor... –dijo ella poniendo los ojos en blanco–. No se trataría de eso. ¿Te acuerdas de la serie Vacaciones en el mar, ésa en la que hacían cruceros y en cada episodio se enamoraba alguien? Pues esto sería algo parecido: «El Rancho del Amor»... un lugar en el que los solteros puedan encontrar a su media naranja.

–No.

–¿Pero por qué no? Ahora mismo es lo que está haciendo furor, Emmet: en Internet, en las universidades, en las iglesias... hasta hay agencias que se dedican a buscarte pareja.

–Me da igual.

–Muy bien; perfecto –dijo su hermana con los brazos en jarras–. Deja que nos endeudemos más aún; deja que el primo Demetri acabe comprándonos los terrenos para construir aquí un centro comercial.

Cruzó los brazos sobre el pecho y se apoyó en la pared. Emmet sabía que aquello no significaba que se hubiese rendido; que seguiría machacándolo con ese rollo del amor hasta que lo convenciese o se tirase por el balcón.

Dejó escapar un pesado suspiro. Por mucho que le costase reconocerlo era cierto que el negocio iba mal. Había creído que convertir el rancho familiar en un rancho para turistas, recurriendo al gancho del Salvaje Oeste podría salvarlos de la ruina, pero Alice tenía razón; no había funcionado.

–Piensa en otra cosa... cualquier cosa menos eso del «Rancho del Amor».

–El que Victoria te dejara por James y sus pozos de petróleo no es motivo para que eches pestes sobre el amor.

A Emmet le hirvió la sangre cuando Alice sacó a colación a su ex mujer y al tipo por el que lo había abandonado. Al pronunciar sus votos ante el altar Victoria había dicho que lo amaría hasta que la muerte los separase, pero la llama de su amor se había apagado mucho antes... tan pronto como sus finanzas habían empezado a rodar cuesta abajo.

–Mira, lo mejor será que lo dejemos para otro momento. La discusión se ha terminado –le dijo irritado a su hermana.

Tenía un presupuesto que cuadrar, ganado que sacrificar, y una estúpida fiesta de cumpleaños de la que no se iba a poder escapar.

–De eso nada –replicó Alice poniendo los brazos en jarras. Era casi tan cabezota como él–. Este rancho también es mi hogar, y el impedir que se hunda es algo que me concierne a mí tanto como a ti. El único modo de tener más visitantes es haciendo algo con gancho... ¿y qué podría resultarle a la gente más atractivo que la posibilidad de encontrar el amor?

–No lo sé; ¿beberse una botella de arsénico? Alice lo miró con los ojos entornados. –De modo que es eso, ¿no?

Oh–oh... Emmet le temía cada vez que le lanzaba esa mirada de «a mí no me engañas».

–¿Qué?

–Lo que te pasa, querido hermano... es que estás asustado.

Emmet frunció el entrecejo. –¿De qué?

–De esa palabrita de cuatro letras: a–m–o–r.

–¡Qué tontería! No sé de dónde sacas esas ideas. –No es una tontería. De hecho no es que te dé miedo; es que te aterra.

–Te digo que no.

–Pues yo te digo que sí–insistió ella cruzándose de brazos.

Estaba empezando a enfadarlo de verdad. Para él, un ranchero, un hombre duro... el que alguien insinuase siquiera que le tenía miedo a algo era casi un insulto.

–No, no es cierto; lo que ocurre es que he tenido una mala experiencia, no es que me asuste el amor. –Demuéstralo –lo desafió ella. –¿Cómo?

–Si quieres que te crea tendrás que hacer que dos de nuestros huéspedes se enamoren. –Ni hablar.

–¿Lo ves? –lo picó ella muy ufana–; te niegas porque sabes que fracasarías.

Emmet apretó los dientes, herido en su ego masculino.

–¿Nos apostamos algo a que no? –¿Para qué? Sabes que vas a perder. –Te digo que no.

–Muy bien. En ese caso... te desafío a que hagas que se enamoren los dos primeros huéspedes solteros que recibamos este mes.

–¿Y si lo consigo?

–Si lo consigues no volveré a mencionar lo de «El Rancho del Amor»; pero si pierdes... tendrás que dejarme llevar a cabo mi idea.

Una sonrisa fanfarrona se dibujó en los labios de Emmet.

–Hecho.

Alice profirió un gritito de entusiasmo antes de arrojarse a su cuello en un abrazo que casi lo derribó. –Esto va a ser genial –dijo–. De hecho hasta te ayudaré.

–Eh, espera un momento... –murmuró él receloso–. ¿Por qué ibas a ayudarme si quieres que pierda la apuesta?

–Porque cuando compruebes por ti mismo el poder del amor estoy segura de que cambiarás de opinión respecto a mi idea.

Emmet contrajo el rostro.

–Creía que habías dicho que si perdías te rendirías y te olvidarías de eso de «El Rancho del Amor». –Y lo haré... –respondió ella con una sonrisa maliciosa– si aún te sigue pareciendo una mala idea cuando hayamos logrado que se enamoren dos huéspedes. Claro que todavía no hemos decidido a quiénes vamos a intentar emparejar... –dijo poniéndose a pasear por el despacho.

Emmet casi se podía imaginar un montón de ruedecillas dentadas dando vueltas dentro de su cabeza. –... pero se me está ocurriendo que tenemos a un hombre guapísimo que sería perfecto... –murmuró su hermana.

A Emmet se le pusieron las orejas tiesas. ¿No estaría pensando en...'?

–Si te refieres a Edward, olvídalo.

Alice se detuvo y lo miró curiosa.

–¿Por qué'? Está soltero, ¿no?

Sí, era soltero, pero al invitar a su amigo a pasar allí el verano, Emmet le había prometido que tendría privacidad; no que le encontraría una esposa.

–Porque no y ya está –dijo tajante.

–Pues tiene que ser él; es el primer huésped soltero que nos ha llegado este mes. Ése era el trato.

Justo en ese momento se oyó fuera la puerta de un coche cerrándose, y Alice corrió al balcón. Asomó la cabeza por entre las cortinas y luego se giró sobre los talones y palmeó entusiasmada como una cría.

–Ahí abajo tenemos a una chica joven que nos viene como caída del cielo dijo–. Por el modo en que va vestida no parece muy femenina... pero es una chica al fin y al cabo, así que servirá. Iré a darle la bienvenida.

Besó a su hermano en la mejilla, corrió a la puerta, y la abrió con tal ímpetu que su hermano dio un respingo. Sin embargo, antes de salir se detuvo con la mano aún en el picaporte y se volvió hacia él.

–Recuerda que hemos hecho una apuesta –le advirtió señalándolo con el índice–; ahora no puedes echarte atrás. Sería muy mal karma y alteraría el equilibrio cósmico del rancho.

«El equilibrio cósmico», repitió Emmet sarcástico para sus adentros cuando se hubo marchado. El equilibrio cósmico del rancho ya estaba alterado. Sin embargo no tenía por costumbre faltar a su palabra. Estaba a punto de disparar a su pobre amigo las flechas envenenadas de Cupido. En fin... todo fuera por evitar que su hermana convirtiera el rancho de su familia en «El Rancho del Amor».


Hola Chicas!! se que quiza quieran mas acción, pero calma.... jejeje mil besos, y xfa dejen Reviews

Besos y abrazos

Brianda Cullen