Aquí vengo con el primer capítulo de la historia de Remus y Tonks en "El Príncipe Mestizo". Espero que no me haya quedado demasiado mal después de todo.
Por cierto, muchas gracias por las últimas reviews de "La Orden del Fénix"!!, que no tuve oportunidad de agradecer hasta ahora
La reunión de aquella tarde
Era la segunda semana que no salía de la casa, y apenas abandonaba la habitación. Maldecía el instante en el que a Dumbledore se le había ocurrido darles vacaciones; por suerte eso se acabaría pronto. Si al menos tuviese trabajo que hacer no estaría todo el rato pensando en él. Se colocó bocabajo y se enredó aún más en las sábanas, sin poder apartar de su mente su última conversación con Lupin. "Es un imbécil, un completo imbécil". Se repetía Tonks mentalmente, una y otra vez, mientras apretaba los puños con fuerza para contenerse y no romper nada. Hacía poco menos de diez días que la auror sufría unos dolorosos altibajos emocionales. A veces se sentía humillada y destrozada, y se pasaba la noche llorándole a la almohada, mientras pensaba en lo injusto que había sido Remus rechazándola de esa forma. Otras veces, un fuerte sentimiento de odio se apoderaba de ella, y le aconsejaba que hiciera alguna locura para herir a Lupin y hacerle sentir todo lo que ella estaba sintiendo en esos momentos. Pero aquel día, por primera vez, su mente estaba despejada, y sus pensamientos descansaban perfectamente ordenados en su cabeza: Remus Lupin era un estúpido que le hizo creer que la quería y luego la dejó como si fuera cualquier clase de objeto sin sentimientos.
La tarde anterior había recibido un mensaje de Molly Weasley, invitándola a cenar esta noche a su casa, y comentando que tenía muchas ganas de verla. Aunque a regañadientes, Tonks aceptó la invitación, pues sabía que aquel sería el último día de descanso antes del nuevo comienzo de las reuniones de la Orden del Fénix. Antes de acceder, por supuesto, quiso asegurarse de que el hombre lobo no estaría en aquella cena; por suerte para ella, así era. Aunque debió confesar que tenía curiosidad acerca de por qué Lupin había rechazado la invitación, se mantuvo fría y no hizo preguntas sobre el tema.
Tras un pronunciado bostezo, Nymphadora estiró los brazos y se puso de pie, frente al espejo. Sus propios ojos azul marino la miraban con tristeza y agotamiento, y con un aire enrojecido a causa del llanto; su cabello lucía exactamente igual que hacía semana y media: corto, sucio y de un color castaño grisáceo. Aquella mujer había cambiado más en diez días que en toda su vida.
-¡Eres idiota, Lupin!- se desahogó frente a su reflejo.
Tras pronunciar esas palabras, se vistió, cogió su varita, y se fue a dar un paseo y a hacer tiempo para la reunión de aquella tarde.
Después de pasar un buen rato sin saber qué hacer, y tras varios vasos de cerveza de mantequilla, Tonks se puso en camino hacia La Madriguera. Cuando salió de Las Tres Escobas, la luz todavía iluminaba los rincones de una de las calles de Londres, así que esperó a asegurarse de estar completamente sola para desaparecerse. Una de las pocas cosas que había oído en esos días acerca de la Orden, era que Dumbledore había protegido La Madriguera con sus más poderosos encantamientos, así que tuvo que aparecerse a un par de kilómetros de la casa para luego alcanzarla a pie.
Llegó a la vivienda antes de lo previsto, por lo que Molly todavía no tenía la cena hecha. Tras darle una calurosa bienvenida, la señora Weasley se disculpó; Tonks le devolvió la disculpa, alegando que la culpable era ella, que había llegado antes de lo debido. Nymphadora la ayudó a poner la mesa y a hacer lo que quedaba de la comida, mientras Molly no paraba de contar la cantidad de problemas que tendría su marido cuando volviese al ministerio.
-Tonks, querida...- comenzó la señora Weasley -Siento tener que comentártelo, pero no pude evitar encontrarte... cambiada, esta noche.
-¿Cambiada en qué sentido?- preguntó la metamorfomaga, con aires despreocupados; aunque ella sabía perfectamente a lo que se refería Molly.
La señora Weasley dejó lo que estaba haciendo, se apoyó en la encimera de la cocina, y clavó los ojos en la auror. Cuando habló lo hizo firmemente, pero su mirada estaba llena de ternura.
-Sé que la muerte de Sirius te ha tenido que afectar, pero no puedes seguir huyendo del mundo. ¡Mírate! Cariño, siento ser yo la que te lo tenga que decir, pero estás hecha un desastre.
Tonks miró al suelo, y luego volvió a fijar la vista en Molly.
-Lo sé, Molly. Tan solo... necesitaba tiempo para reflexionar. Estoy pasando por una mala racha, eso es todo.
La señora Weasley se acercó unos pasos más a la auror, y le colocó una de sus manos en su hombro, en señal de afecto.
-Si necesitas desahogarte, quiero que sepas que puedes contarme lo que quieras.- le dijo con una sonrisa.
Nymphadora le devolvió el gesto y ambas siguieron con sus tareas.
Tonks se alegró de que en la cena no hubiese más presentes que los Weasley, Fleur Delacour y Hermione Granger (que aún así le parecían demasiados invitados), pues así podía asegurarse de que las preguntas incómodas iban a estar reducidas al mínimo. A pesar de que tuvo que soportar descaradas miradas de desconcierto y algún que otro cuchicheo sobre su aspecto, la cena no fue peor de lo que esperaba, y los presentes pudieron arrancarle alguna que otra sonrisa.
-Bueno, ¿y qué novedades hay de la Orden del Fénix?- preguntó Charlie Weasley, antiguo compañero de clase de Tonks -Hace mucho que no hablo con Dumbledore.
-En realidad...- comenzó a decir Arthur -A nosotros tampoco nos ha contado nada desde hace semanas. Tampoco hemos podido contactar con Kingsley ni Lupin.
A Nymphadora le dio un vuelco el corazón al oír aquello. No habían podido hablar con Lupin. ¿Qué significaría eso? ¿Estaría en peligro? ¿Habría huido de todos los problemas que se le venían encima? "No", se dijo a sí misma, "Puede que Remus sea un idiota, pero nunca dejaría la Orden. No después de que los mortífagos matasen a sus mejores amigos".
-Sabes que no tenemos por qué hablar de esto aquí, delante de los niños...- le reprochó la señora Weasley.
-Ya son mayorcitos, Molly, y todos tienen derecho a saber lo que está pasando. En estos tiempos es mejor que todos estemos bien informados.
Molly observaba a su marido con la mirada nerviosa y los labios temblorosos. Abrió la boca para decir algo, pero se contuvo y se fue hacia la cocina para traer el postre.
-¿Habéis hablado con Alastor?- preguntó Bill Weasley, después de asegurarse de que su madre había desaparecido.
-No comentó mucho que no supiéramos ya.- contestó Arthur -Dijo que el ministerio estaba patas arriba, intentando suavizar la información que proveía El Profeta acerca de los ataques de mortífagos, y evitando que los muggles se dieran cuenta de la situación que estamos viviendo todos. Esta última tarea es la que nos tiene más preocupados ahora.- prosiguió con voz calmada -De hecho, mañana tenemos que volver todos al trabajo para reorganizar las tareas de cada uno...
Cuando terminó la cena, Tonks fue la única que se quedó ayudando a la señora Weasley a recoger los platos y a limpiar la mesa, aunque esta vez lo hicieron silenciosamente, hasta que por fin la auror rompió el silencio.
-Tenías razón, Molly.
La señora Weasley se giró hacia la metamorfomaga, con el ceño fruncido.
-Últimamente no me encuentro bien.- explicó Nymphadora, mientras el ama de casa la miraba con compasión.
-¿Te gustaría que compartiésemos un té antes de irte?- le ofreció Molly.
Tonks asintió, con una sonrisa triste en la boca, y ambas se sentaron en la mesa del salón con una taza de infusión cada una. Tras un largo suspiro, la auror fue, una vez más, la primera en hablar.
-La verdad es que la muerte de Sirius no es lo único que me está afectando.
Tonks esperó una respuesta a su confesión, pero lo único que hizo la señora Weasley fue darle otro sorbo a su bebida.
-El día que salí del hospital fui a Grimmauld Place.- prosiguió, expulsando cada palabra como si fuese una bola de fuego que la quemaba por dentro -Fui allí para hacerle una visita a Lupin, ya sabes, como buenos amigos.
Molly Weasley la miraba muy interesada, aunque ya podía imaginarse lo que la metamorfomaga estaba a punto de decirle. Tonks sacudió la cabeza, mirando fijamente a su taza, y prefirió no andarse con rodeos.
-Nos besamos. Y... bueno, le dije que le quería. Pero él...- Nymphadora subió la mirada y se encontró con los ojos de Molly, que brillaban a la luz de la chimenea tras la oscuridad de la noche -¡Él es imbécil, Molly! ¡Me dijo que me quería, pero que era demasiado pobre y viejo para mí! ¡¡Me dijo que no podíamos estar juntos tan solo porque era un hombre lobo!!- voceó con la voz desgarrada, mientras las lágrimas recorrían su rostro.
-Tonks, cariño...- murmuró Molly, sin saber muy bien qué decir. -Remus es un buen hombre, solo está preocupado por...
-¡¡Es un mentiroso!!- gritó la auror, poniéndose de pie de un salto. -¡Si me quisiera de verdad ahora ya estaríamos juntos! ¡O por lo menos se habría dignado a hablar conmigo! ¡Es un cobarde que no quiere enfrentarse a la verdad! ¡Creyó que le gustaba, pero se confundió, y por no decirme la verdad se inventó esa estúpida excusa de...!
-Concuerdo en que esa idea es estúpida, Tonks.- la interrumpió la señora Weasley, haciéndole señas para que se calmase -Pero discrepo contigo en una cosa, y es que estoy completamente segura de que Remus te quiere.
Nymphadora la miró con los ojos muy abiertos, sin comprender, y todavía con la expresión agitada y los ojos llenos de lágrimas.
-Cada vez que te asignaban alguna misión o que llegabas tarde a las reuniones por cualquier motivo, se preocupaba más que ninguno de nosotros y no paraba de hacer preguntas. Siempre que tenía la oportunidad intentaba hacer todo lo posible para protegerte y que corrieses el menor riesgo posible. ¿Te crees que Remus trabajaba tanto porque le gustaba? No, Tonks, cubría las misiones más peligrosas que iban a encomendarte a ti.
La auror tardó bastante en asimilar la información, y cuando Molly terminó de hablar, se sentó de nuevo en la silla y se secó las lágrimas. Alzó la vista y miró a la señora Weasley nuevamente, quien tenía una leve sonrisa en los labios.
-Entonces... ¿Entonces por qué me rechazó de esa manera?- preguntó Tonks, con una mezcla de intriga y desesperación.
-Él mismo te lo explicó. Tiene miedo de hacerte daño, y es tan estúpido que sería capaz de sacrificar sus sentimientos y si es necesario, los tuyos, para protegerte.
-¿¡Pero protegerme de qué!?- exclamó la auror, nerviosa -¡Si es una tremenda tontería lo que está diciendo! ¿Tú me has oído, Molly? ¡Piensa que no le merezco!- soltó un bufido -¡Que es pobre, dice! ¡Pobre y demasiado mayor!
La señora Weasley estiró su brazo y cogió la mano de Nymphadora, que temblaba encima de la mesa, y con la misma pequeña sonrisa, le contestó:
-Ya te he dicho que yo también pienso que su excusa es estúpida, pero no quiero que dudes ni un momento de que siente algo importante por ti. Por muy idiotas que parezcan sus decisiones, él lo hace todo por amor. Yo creo que lo más importante es que hables con él y lo aclaréis todo cuando estéis los dos un poco más tranquilos.
Tonks asintió, sin poder devolverle la sonrisa, pero realmente aliviada y mucho más feliz que hacía un par de minutos. Soltó un largo suspiro para relajarse, y soltó la mano de Molly para limpiarse una vez más sus lágrimas.
-¿Tú sabes por qué Arthur no ha podido contactar con Remus?
La señora Weasley desvió la mirada unos segundos, recobrando su seriedad, y decidió que era mejor contarle la verdad; después de todo, ella era uno de los miembros más importantes de la Orden del Fénix.
-Arthur no lo quería desvelar delante de los niños, pero lo único que nos ha dicho Dumbledore es que está de misión secreta. De hecho,- comentó con un tono más animado -el fin de semana le hemos invitado a cenar, junto con Ojoloco, y ha dicho que vendría. Creo que sería una buena idea que...
-No voy a ir.- se adelantó Nymphadora, tajante -Prefiero hablarlo con él a solas.
-Como quieras...- musitó Molly, visiblemente decepcionada. Tras dudar un poco, añadió: -Mañana vuelve. Seguro que podrás contactar con él de alguna forma.
Se miraban a los ojos; Tonks dubitativa, con los ojos rojos que últimamente la caracterizaban, y Molly con expresión agotada. Antes de que ninguna pudiese despedirse, oyeron un golpe en la puerta. Dos. Hasta tres golpes. Ambas se pusieron de pie, Tonks con la varita en alto, aún sujetando la taza, y la señora Weasley acercándose poco a poco a la puerta.
-¿Quién está ahí?- preguntó Molly con voz nerviosa.
-Soy yo, Dumbledore. Traigo a Harry.- le respondió una voz masculina, grave y calmada, desde el exterior.