SOLARIUM
Miró de nuevo a través de la cortina hacia el exterior. Aquello era lo más cerca que volvería a estar de la sociedad, de la vida. Sintió como de nuevo se encogía algo dentro de su pecho, pero que no supo identificar muy bien. Quizás era pena por la vida que había perdido. Tal vez era rabia ante lo impotente que se sentía sobre todo aquel asunto.
Las cosas deberían haber sido de un modo diferente. Él no se merecía aquello. Era cierto que no había sido ningún santo, pero los otros tampoco se quedaban atrás. Asesinatos, chantajes, robos, todos habían cometido los mismos crímenes. Buenos y malos. Aurores y Mortífagos. Y sin embargo él había sido el chivo expiatorio. Él había resultado ser el más lastimado. No. Lastimado no era la palabra. Humillado, esa era la palabra.
Colocó su mano enguantada en el cristal de la ventana casi en un intento de sentirse más cercano a algo que fuese la vida real. Y lo único que conseguía sentir era rabia y dolor y venganza. Venganza que se transformaba en una neblina roja tras sus ojos clamando por una justicia que ni el Mundo Mágico ni el Winzengamot podían ni querían darle. Estaba solo en su hogar, tan sólo acompañado por un par de elfos, rodeado de espacio vacío y recuerdos de una vida mejor. No le quedaba nada en absoluto. Ni familia, ni amigos...nada.
Tal vez por eso el Winzengamot había sido según palabras del Mundo Mágico "demasiado benévolo con alguien de su calaña". Quizás había dado pena su situación y por ello habían decidido ignorarlo o abandonarlo a su suerte. Porque eso es lo que estaba, abandonado a su suerte, que también lo había abandonado hacía mucho, mucho tiempo.
Paseó por los jardines de la mansión, a aquella hora de la tarde el sol iluminaba pero no calentaba demasiado. Incluso tenía restringidas las horas de sol al día. No podía tocarle la piel, siempre tapado, no demasiado tiempo, no demasiado esfuerzo, no demasiado de nada.
Sintió como de nuevo sus ojos se volvían rojos ante la ira que lo carcomía por dentro como un animal hambriento. Inevitablemente su mente divagó hasta el día de su tragedia griega, hasta el día en que fue condenado en vida. Aquella maldita llama en la Sala de los Menesteres que alcanzó su túnica devorándolo en poco segundos cuando se encontraba subido en la escoba de Potter intentado huir de aquel infierno. Aquellos malditos segundos de intensa agonía que lo hicieron suplicar por la muerte. Cosa que ni tan siquiera Voldemort había logrado con sus cruciatus.
Los días que siguieron a aquello aún estaban borrosos en su mente, el dolor y las pociones que le suministraban hicieron que su memoria perdiera definición en aquellos momentos y aún dos años después de todo aquello le era imposible recordar nada con claridad. Y tampoco se atrevía a preguntar¿a quien hacerlo? No tenia a nadie.
Por supuesto el intentar ver dentro de sus propios recuerdos era algo que descartaba en absoluto. Demasiado dolor y muertes los plagaban.
Volvió de su paseo encontrándose con el espejo de cuerpo entero que había en el recibidor de la Mansión, aquel del que su madre se había encaprichado en un anticuario de Alemania y que su padre había comprado tan solo por complacerla. Hace algunos años le encantaba aquel espejo en el que siempre se miraba cuando entraba o salía de la mansión. Ahora, siempre evitaba mirarse al pasar. Le repugnaba demasiado su propio reflejo.
Era el único espejo que conservaba en la mansión y era por respeto y recuerdo de su madre. Todos los demás habías sido destruidos. Las cortinas siempre estaban echadas en todas las habitaciones y ningún sonido se oía nunca. Era un muerto en vida. Más le valía haber sido condenado por el Winzengamot, al menos podría reunirse con sus seres queridos.
Ceno solo. Como siempre. Tan sólo acompañado por la luz de un candelabro y el sonido de los cubiertos al chocar con la vajilla. Tomó sus pociones y se arrastró hacia su cama ya atontado por el efecto de los medicamentos en su torrente sanguíneo.
Otra noche en que no sentiría nada. Un día menos en su vida. Un día más cerca de su muerte.
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Harry sabía cual sería el resultado de su visita. El mismo de siempre. Hablaría con los elfos domésticos y se volvería de nuevo hacia su casa. No podría verlo ni preguntarle como estaba. Tendría que fiarse de la palabra de sus elfos que seguramente tendrían órdenes de mentir. Pero no se
daría por vencido.
Haría lo que fuese necesario para hablar con Draco.
Llevaba casi dos años encerrado dentro de su mansión, sin salir para nada. Sin hablar con nadie y odiando al mundo. Sus elfos se encargaban de todo. Todo con tal de que su amo no tuviese que molestarse en hacer algo que no quisiese hacer. Draco terminaría por volverse loco ahí dentro tan sólo hablando con elfos y retratos de antepasados.
Los primeros meses de su encierro auto-impuesto entendió que el rubio no quisiera hacer frente a la realidad y respetó ese deseo de querer estar alejado del mundo. Tal vez la vergüenza de verse expuesto ante el Winzengamot y todos los periódicos de Inglaterra y parte del extranjero tuviesen que ver algo en su decisión.
Lo entendió y lo respetó. Tan sólo mandaba lechuzas a la Mansión intentando tener alguna respuesta por parte del rubio. Largos pergaminos donde le contaba lo preocupado que estaba y las ganas que tenía de verlo, de comprobar que estuviese bien. De hablar con él y consolarlo. De intentar buscar una solución juntos. Nada. Simples notas escritas por los elfos.
"El Señor Draco Malfoy se encuentra bien y le pide
que no vuelva a molestarlo con sus lechuzas"
Al principio le había sentado muy mal ese rechazo. Aunque pensándolo luego detenidamente podía entenderlo. Así que respetó la decisión de Draco de excluirse del mundo. Al menos durante unos meses.
Pero de eso habían pasado dos años, aunque él seguía insistiendo con sus cartas.
Ya era hora de que el rubio saliese a la vida de nuevo. Lo que le había ocurrido no era el fin del mundo. Es más, podría haber una solución. Y él estaría a su lado para encontrar esa solución.
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Como todas las mañanas, estaba tomando el desayuno en el Solarium de la Mansión, con los cristales convenientemente oscurecidos para que no lo dañasen. Odiaba vivir así, pero no había otra solución.
Su piel había quedado muy dañada luego del accidente con el fuego. Tenía horribles quemaduras a lo largo de todo su cuerpo que aún después del tiempo transcurrido seguían doliendo. Lo único que milagrosamente se había librado de aquel infierno habían sido su cara y su cuello. El resto, en menor o mayor medida presentaba la firma devastadora de aquel hechizo que Crabbe había lanzado dentro de la Sala de los Menesteres.
Maldito Idiota...
Agarró con más fuerza de la necesaria la taza del té, queriendo descargar algo de la rabia que cada día lo consumía un poco más. Sus manos...antes había sido una de las partes favoritas de su cuerpo. Blancas, sin ninguna imperfección, de uñas cuidadas, suaves, delgadas y elegantes. Ahora en cambio las llevaba siempre enguantadas. Con quemaduras y cicatrices. Igual que el resto de su cuerpo.
Le daba asco mirarse a si mismo.
-Señor-interrumpió un elfo-Harry Potter se encuentra en la entrada y pide verle, señor.
Ya estaba ahí de nuevo el idiota de Potter con su complejo de héroe.
-Dile que no estoy.
-Señor Draco, señor-balbuceó nervioso el elfo-el señor Harry Potter me dijo que no le valía un no por respuesta, señor...
Tan testarudo como siempre.
-Entonces dale la misma nota de siempre.
-Esa nota ya me la se de memoria.
Aquella voz, aquella nota arrogante. Aquel complejo de héroe soterrado bajo capas de amabilidad...era imposible. Su mansión estaba protegida, nadie podía entrar o salir sin su permiso ni siquiera los elfos domésticos...era imposible que el idiota de Potter hubiese burlado todas sus defensas hasta entrar en su Solarium.
Esa maldita voz lo había hecho saltar como un resorte de su cómodo asiento hasta hacerle derramar su té y casi mancharse los pantalones. La voz, la petulante voz lo había hecho girar hacia su origen con la sorpresa, el miedo y la rabia latiendo apresurados por su torrente sanguíneo.
-Tu....
-Buenos días Malfoy.
-Tú....¿cómo te has atrevido a entrar en Mi casa?
-Eh, por la puerta, como todo mago. Vamos Draco, he seguido a tu elfo doméstico.
-Imposible. Mi mansión está protegida.
-Sip, está protegida para quien quiera entrar o salir. No para alguien que ya está dentro y lo que quiere es andar por la casa.
"Imbécil" se pateó mentalmente el rubio por algo tan obvio y pueril como aquello.
-Sal de mi casa.
-Primero quiero hablar contigo.
-Ya hemos hablado. Ahora, sal de mi casa.
-Necesito hablar contigo.
-¡Fuera!, ¡Ahora mismo!, ¡Fuera!,¡Fuera!¡Vete de Mi Casa!¡Fuera!
Draco había perdido el control de si mismo. La ira se había apropiado de él. Desterrado del mundo de los magos, recluido en su gran Mansión, solo, sin la compañía de nadie, alimentado de recuerdos e ira...¿a qué venía el Salvador? ¿ a restregarle por las narices su benevolencia y magnanimidad? ¿ a contarle lo maravillosa que era su vida con gente alrededor que lo quería y lo admiraba?
Su vida ya era bastante miserable sin que nadie lo pusiese peor.
Aquello no le estaba haciendo ningún bine a su salud, bastante tocada ya de por si. Sus nervios no habían quedado muy bien y sus cambios de humor eran algo habitual¿pero quien no los tendría?
¿Quien en su sano juicio estaría normal al haberse convertido en un monstruo?
El Solarium entró dió un giro de 360º en su mente. Sentía la presión de su sangre palpitando en sus sienes, tuvo que agarrarse del sillón más cercano para no caer al suelo. Y recuperar el resuello que estaba perdiendo por aquella explosión de emociones. Hacía mucho tiempo que no hacía nada parecido y le estaba pasando factura a su maltrecho cuerpo.
-¡Draco!-Harry se apresuró hasta donde se encontraba el rubio para poder sujetarlo e impedir que cayese al suelo.
Este simplemente lanzó un manotazo al ver las intenciones del moreno.
-¡Déjame en paz!
-No, Draco.
-No me llames Draco....vete de mi casa.
Era la primera vez que estaba tan cerca de él en casi dos años y la sensación continuaba siendo la misma. Ese cosquilleo en el estómago que lo azotaba cada vez que estaba cerca del rubio. Nada había cambiado. La misma mirada gris, el mismo cabello rubio, ahora mucho más largo que la última vez que lo vió. El mismo calor desprendiéndose de su cuerpo. El mismo perfume....
-Vete....-susurró Draco, ya sin fuerzas debido a lo débil de su estado.
Esta vez Harry cedió.
-De acuerdo, me iré si eso es lo que quieres. Pero volveré mañana.
-No vuelvas nunca.
-Volveré mañana-dijo más firme el moreno.
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Aquel encuentro le había costado a Draco tres dosis de poción tranquilizadora aquella noche y las noches que le siguieron a esa. No estaba preparado para ver a Potter. Una lechuza es una cosa, un pergamino es aceptable hasta cierto punto...que se presentara en su hogar....INACEPTABLE.
"Maldito Harry Potter y maldito su complejo de héroe redomado."
No podía entender la obsesión del moreno con su persona. Desde sexto curso era lo mismo. Lo había perseguido mientra él intentaba hacer entrar a los Mortífagos en el colegio. Lo había espiado en los baños y le había rajado el pecho y la cara. Lo había salvado en la Sala de los Menesteres y según le habían dicho, lo había estado velando en el hospital mientras había estado convaleciente de sus quemaduras.
"Como si ahora estuviese curado"
Había testificado a su favor en el Winzengamot y posteriormente lo había acosado con sus lechuzas durante dos años para saber cómo se encontraba o si necesitaba algo.
"Lo único que necesito es que todo el mundo me deje en paz de una maldita vez"
Pero fiel a su palabra, el moreno había vuelto a la mañana siguiente, a la misma hora y aún no lograba explicarse cómo, había burlado de nuevo las protecciones de la Mansión, provocando un nuevo ataque de nervios en Draco y concluyendo con la salida del moreno, prometiendo de nuevo su visita para el próximo día.
Casi un mes había transcurrido de esa manera y Draco, no se sabe bien, si rendido ante la tozudez del moreno o harto ya de no poder vivir a causa de sus nervios había optado por dejar de formar el número cada mañana cuando Potter se presentaba en su Solarium convenientemente oscurecido.
Harry comenzó a sentirse cada vez más cómo al ver que su presencia ya no era motivo de escándalo en la Mansión Malfoy. Aunque tampoco era motivo de alegría .No hablaban. El rubio se limitaba a desayunar mientras él vagabundeaba de un lado para otro intentando sacar un tema de conversación de manera infructuosa. Un día, Harry encontró la grata sorpresa de que había un servicio para él en la mesa del desayuno por lo que se dispuso a disfrutar de una más que suculenta comida preparada por los elfos.
Draco aún no le hablaba, era cierto, pero al menos ya se sentaban a comer en la misma mesa. Algo era algo.
-¿No recibes el periódico, Malfoy?-preguntó un día.
-No.
-Pero...tendrás que saber lo que pasa en el mundo.
El rubio simplemente se encogió de hombros.
Bueno, al menos le hablaba aunque no fuera mucho.
Al día siguiente, Harry se presentó con todo un arsenal informativo bajo el brazo. Ganándose una mirada curiosa por parte del rubio.
-Para que estés informado. Han pasado muchas cosas en estos dos años.
-No, gracias.
-Vamos, debes de sentir curiosidad por saber quien es el nuevo Ministro de Magia o quien ha ganado la copa Inglesa de Quidditch este año.
-No, no me interesa.
-¿A que dedicas tu tiempo, Draco?
-Leo y estudio por correspondencia.
-¿Y qué estudias?-preguntó interesado el moreno.
-Economía.
-¿Y cómo puedes estudiar economía y no leer un periódico?por lo poco que sé la economía está muy ligada con los acontecimientos del día a día¿no?deberías de leerte los periódicos que te he traído.
-¡No voy a leer tus malditos periódicos!
Otra vez estaba ahí, la ira irrefrenable que lo consumía. Había intentado aplacarla aquellos días pensando en otra cosa, dando a su mente algo en lo que distraerse tratando al mismo tiempo de ignorar a Potter y el muy imbécil no hacía más que llevarlo a su límite...
-De acuerdo, simplemente era una idea...no tienes que leerlos si no quieres.
-Está bien, tu ganas.
-...
-Querías que habláramos¿no? De acuerdo, hablaremos y después te irás y no volverás nunca más.
-Me parece estupendo que quieras que hablemos...pero no me iré.
-Hablaremos y te irás.
-Si esas son tus condiciones, entonces no hablaremos y me quedaré...ya estarás más receptivo, con el tiempo.
-¿No me entiendes?
-Lo cierto es que hay muchas cosas que no entiendo.
-No quiero tu compañía, no quiero la compañía de nadie. No necesito que me compadezcas ni que me brindes tu ayuda. Si por alguna circunstancia de la vida, te sientes culpable de lo que pasó, no lo eres. Fue mi culpa. No tienes que redimirte por nada...eres libre de irte y dejarme seguir con mi vida.
-¿Qué vida? Llevas dos años encerrado en esta maldita casa, rodeado de recuerdos, sin enfrentarte a la vida real ni a nada que se le parezca. Vives a oscuras y no quieres saber nada del mundo...no entiendo de qué vida estás hablando.
-Es mi vida, Potter, la vivo como me da la gana y quiero. Tú no eres quien para darme lecciones.
-No intento darte lecciones, ni intento redimirme por nada en absoluto, Draco, simplemente quiero ayudarte a salir de este capullo en el que te has encerrado. Nada más.
-Claro, olvidaba que eres el héroe. Olvidaba que tienes que salvar a todos, quieran ser salvados o no. Escucha Potter, yo no soy otra de tus pobres víctimas, yo no necesito ser salvado. Quiero que salgas de mi vida. Ya te he aguantado demasiado y si tenía algún tipo de deuda contigo, la he pagado con creces este tiempo que te he soportado en mi casa.
-No entiendes absolutamente nada, Draco.
Y con aquellas palabras, Harry abandonó el Solarium.
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Habían pasado dos meses desde la última vez que Harry había visitado la mansión. Y lo cierto es que esta se notaba....vacía. No es que él echara de menos la compañía del moreno, ni nada parecido. Pero Potter era muy ruidoso y se notaba ahora en el silencio de la mansión que él no estaba.
Había estado insistiendo por dos años para verlo. Se había colado en su casa infinidad de veces. Y ahora, por una pelea...una simple pelea- que tampoco es que fuera muy en serio-...se va y no vuelve.
Oh, pero tendría que hacerlo¿no?
Las primeras semanas esta convicción era algo irrefutable para Draco. Potter era pesado por naturaleza. Volvería. Dos meses más tarde ya no estaba tan seguro del todo.
Quizás se había pasado en lo que le había dicho...tal vez tan sólo había sido una distracción para el moreno, algo con lo que entretenerse durante un tiempo. Y ya se había cansado de jugar con el pobre lisiado.
Seguramente todo se reducía a eso. Una distracción.
De pronto vió el montón de periódicos apilados encima de una de las mesas del Solarium. Los periódicos que Potter le había llevado. Quizás debiera leerlos. Saber lo que pasaba en el mundo...
Y tal vez debiera mandar a uno de sus elfos a escribirle una nota a Potter...para recordarle que tenía que volver para recoger sus periódicos.
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Cuando dos meses y una semana más tarde Harry recibió una lechuza de la Mansión Malfoy no se podía decir que no estuviese sorprendido. Realmente pensó que le tomaría a Draco más tiempo dar su brazo a torcer, aunque si echaba cuentas...llevaba casi dos años y dos meses insistiendo.
Decidió que no lo haría esperar mucho tiempo, no era plan que cambiase de opinión y se encerrase de nuevo en su capullo. Se había dado perfecta cuenta de que el rubio no se sentía lo que se pudiese definir como "a gusto" cuando él estaba delante. Pero no creía sinceramente que fuese por él mismo. Sino por aquello que lo había hecho recluirse del mundo. Draco se seguía considerando alguien repulsivo.
No le había pasado desapercibido cómo en toda la casa no había un solo espejo, y las cortinas casi siempre estaban cerradas y como el rubio se refugiaba en el Solarium, aunque de Solarium sólo tenía el nombre porque ni una sola brizna de sol entraba por él.
Por lo que había podido observar, Draco siempre iba completamente vestido y abotonado desde el cuello a los pies, incluso sus manos estaban en guantadas, por lo que deducía que las quemaduras estaban debajo de toda esa ropa. Pero él no recordaba que fueran tan terribles como para tener que ocultarse del mundo como si fuera un monstruo. Si, era cierto, tenía cicatrices debido al fuego, algo que él nunca terminó de perdonarse del todo, si tan sólo hubiese volado más alto o más rápido en aquella maldita sala...tal vez....tal vez nada de aquello hubiese ocurrido. Pero...¿tan terribles eran sus cicatrices? ¿tan abominable lo hacían?No lo creía en absoluto.
Tal vez Draco sólo necesitase alguien a su lado que le hiciese comprender aquello. Una mano amiga que le ayudase a superar sus demonios interiores.
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-Teby-llamó Draco- deja esos periódicos en la mesa del recibidor, cuando Potter venga a recogerlos indícale donde están, que los coja y se vaya, ¿entendido?
-Si, amo.
Aquella mañana se había levantado de un fantástico humor. Llevaba varios días sin tener que tomar las pociones tranquilizantes para dormir y las cicatrices apenas le habían molestado. Hoy planeaba pasar una jornada agradable en el Solarium desayunando y leyendo El Príncipe(1). Y tal vez diese un paseo por los jardines por la tarde, cuando el sol se hubiese puesto lo suficiente como para no dañarlo.
Incluso podría mandar a los elfos abrir las cortinas, para que entrase un poco de luz y no tener que utilizar las velas.
.-Vaya, al fin te animas a dejar pasar el sol por la ventana. Comenzaba a pensar que te habías vuelto un vampiro.
Aquella voz de nuevo en su Solarium. Aquella maldita voz que pretendía sacarlo de su paz y su quietud.
-Tus periódicos están en la entrada.
-Si, Teby me los ha dado y me ha dicho que no querías ser molestado. Pero...bueno, ya que estaba aquí me pareció muy grosero no venir a saludarte.
-Pues ya lo has hecho. Ya puedes irte.
-¿Has desayunado ya? Yo aún no.
-No soy un banco de caridad Potter, no puedes venir aquí a desayunar cada vez que te plazca.
-¿Porqué no? Estás solo y no es bueno hablar sólo con retratos o elfos domésticos. No creo que charlar conmigo un rato sea algo malo.
-Depende de cómo se mire...
-Hagamos un trato-dijo Harry de repente.
-¿Un trato?
-Si. A partir de ahora yo te traeré el periódico cada mañana y a cambio tú me darás de desayunar.
-Puedo pagarme perfectamente una suscripción al Profeta o al periódico que me de la gana, Potter.
-Pero no lo haces.
-No, no lo hago.
-Entonces lo haré yo por ti. El periódico a cambio de desayuno.¿Trato hecho?-Harry extendió su mano esperando que el rubio la tomase para así sellar su nuevo acuerdo.
Draco dudó durante unos instantes. ¿Sería sincero el moreno en su ofrecimiento? ¿habría gato encerrado en aquello?
-Puedes traer el periódico si te da la gana, Potter. Y puedes pedirle a los elfos que te pongan el desayuno si es eso lo que quieres. Pero no lo leeré.
-Si lo leerás, Malfoy.
-No lo haré Potter.
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Llevaba casi dos meses soportando a Potter en su desayunos y cada día veía cómo aumentaba la pila de periódicos encima del sillón del Solarium. Periódicos que él nunca leía, porque tenía que mantenerse fiel a su palabra. Un Malfoy siempre es fiel a su palabra;menos cuando hay dinero de por medio o algún interés mayor.
Aquel día en concreto era un aburrido domingo en el cual Potter no había hecho su espectacular aparición en su Mansión, porque como todos los fines de semana huía para refugiarse en casa de las Comadrejas a hincharse de comer como un cerdo y jugar a snap explosivo como si tuviese cinco años.
No es que a él algo de todo aquello le importase lo más mínimo, pero sólo de imaginarlo le provocaba arcadas. Además ¿porqué tenía que ir a hincharse de comer allí? ¿acaso los desayunos que servían sus elfos domésticos no era lo suficientemente buena?
Le constaba que eran ingredientes de primera calidad, los mejores de Inglaterra y parte del extranjero. Además, Potter era un tremendísimo aprovechado, porque lo que empezó siendo un desayuno a cambio del periódico, se había terminado convirtiendo en algunos almuerzos y también cenas.
Draco volvió a acomodarse en el diván de su biblioteca dispuesto a retomar la lectura de su libro. En realidad el último que le quedaba sin leer, oficialmente, cuando acabase las páginas del Fausto(2), habría acabado con toso los ejemplares de su biblioteca y eso representaba un gran problema para él.
Prefirió no pensar en aquello, como tampoco quiso pensar en que mañana sería lunes de nuevo y tendría allí a San Potter torturándole los oídos por otros cinco días seguidos.
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-Ha sido un gran fin de semana, la Señora Weasley ha hecho un pastel de carne riquísimo, y unos dulces buenísimos. He estado jugando con Ron al snap explosivo, porque este fin de semana Hermione no ha podido venir por un trabajo de la Universidad, y luego nos hemos ido todos a .
-A jugar al Quidditch-interrumpió Draco al tiempo que untaba su tostada con mermelada-me lo se de memoria, Potter. Todos los fines de semana son lo mismo.
-Tal vez...alguna vez podrías venir.
La mirada del rubio era una mezcla de burla e ironía.
-Pretenderé que nunca has dicho eso.
-¿Porqué no? Al fin y al cabo y aunque te duela reconocerlo, los Weasley son tu familia, Molly y Arthur son tus tíos y Ron...
-Ni se te ocurra terminar esa frase-levantó su mano para cortar la frase del moreno-. El saber que por un accidente del destino la Comadreja y yo compartimos algún parentesco familiar es demasiado para mi como para que tú tengas que recordármelo.
-Deberías salir de aquí, acabarás volviéndote loco, hablando con os elfos y vistiéndolos como si fueran muñecas de porcelana-el moreno ocultó la risa que le provocó sus palabras dentro de su taza de café-.
-Estás a sólo un pequeño paso de acabar con mi escasa paciencia y que te eche de mi casa.
-Vale, vale, haya paz. Pero sigo pensando que deberías salir de aquí o relacionarte de alguna manera con el mundo exterior,¿te has leído los periódicos que te he dejado?
-No.
-Pues se te están acumulando.
-¿Porqué no te buscas otra distracción? ¿alguien que si te haga caso o a quien le interese algo de lo que dices?
El moreno se echó atrás en su silla, escrutándolo a través de esos ojos imposiblemente verdes, calculando las palabras que diría a continuación.
-Me gustan los retos y tú, Draco, eres el mayor de todos. No voy a darme por vencido por muy terco que te pongas. No olvides que soy un Gryffindor-se acomodó de nuevo en la silla, acercando su cuerpo al de su interlocutor-y soy tremendamente terco y perseverante. No me rindo.
Draco no sabía porqué, pero en su garganta se había instalado una bola de cemento que le impedía tragar.
-Además-continuó el moreno-no olvides que siempre he tenido un talento natural para lidiar con las serpientes.
¿Acaso Potter se creía que podría domesticarlo como si fuese un vulgar animal de zoológico?
-Bueno, sintiéndolo mucho tengo que dejarte, he quedado dentro de una hora y aún tengo que pasar por mi casa. Mañana no podré venir a desayunar contigo. Nos vemos el miércoles, ¿de acuerdo?
El rubio no contestó como era la costumbre entre ellos, pero Harry pudo percibir un casi imperceptible asentimiento de cabeza.