Debo aclarar que esta historia NO me pertenece; es de bars-9, ella me concedió su permiso para amoldarlo a un Sasusaku. Así como los personajes tampoco; ya que son de Masashi Kishimoto.

CARIÑO, TE HE COMPRADO UN ANILLO.

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CAPÍTULO 6. INTRUSISMO LABORAL

Sasuke Uchiha

Durante los días siguientes al inesperado anuncio de su boda, el apartamento de Naruto y Hinata se convirtió en la perfecta base de operaciones. Ya que Hinata contaba con tan sólo quince días para organizar el bodorrio del año, decidió captar toda la ayuda posible. Lo cual, en palabras de Itachi, significaba que nos tocaba pringar todos los días echando una mano con los preparativos de la ceremonia.

- Estoy seguro de que encargarnos de rellenar a mano todas las invitaciones es el particular castigo que Hinata nos ha impuesto – murmuró Itachi entre dientes, después de haber sellado el sobre número 126. ¿Cuántos invitados tenía esta maldita boda? – A ti por haberte enrollado con Karin y a mí porque cree que soy cómplice del crimen, cuando lo único que he hecho es…

- Hinata me ha encargado esta tarea porque le gusta mi caligrafía, Itachi – le expliqué por enésima vez, harto de escuchar otra de sus teorías conspiratorias.

- Sí, claro – dijo mi hermano por lo bajo.

Resistí el impulso de poner los ojos en blanco y propinarle una buena colleja; sus constantes quejas lo único que hacían era dificultar una tarea ya de por sí tediosa. Después de casi dos horas garabateando direcciones y nombres completos con sus apellidos, aún no alcanzaba a comprender como todas las tías de Hinata, las once, sin excepción, tenían nombres de pila tan anticuados y difíciles de deletrear. ¿Quién coño llamaba a su hija Kunihiko?

En lugar de descargar mi frustración sobre mi hermano, decidí concentrarme en mi tarea con la esperanza de acabar con el encargo lo antes posible. Pero para mi desgracia, Itachi, siendo Itachi, no estaba muy por la labor de hacerme la tarde más llevadera.

- En serio, Sasuke. Si hubieses logrado mantenerla bien guardada en los pantalones, es muy posible que Hinata le hubiera encargado esta tortura a otro – vaticinó Itachi – A Naruto, seguramente. Ya sabes que es un calzonazos y nunca se queja.

Deposité la pluma con la que Hinata me había obligado a escribir las direcciones sobre la mesa de la cocina, asegurándome de que la tinta no goteara sobre el montón de sobres ya cerrados y listos para enviar. Me veía en la necesidad de aclararle algunos puntos a Itachi y para ello necesitaba toda mi concentración, por lo que escribir la dirección completa de la señora Kunihiko Ikazawa tendría que esperar unos minutos.

- Itachi, por tu bien, espero no tener que repetir esto en lo que nos queda de tarde o en los días que aún nos restan siendo esclavos de Hinata y su boda – le avisé con tono contenido – Primero, en lo escasos días que llevo con Karin nunca he sacado nada de mis pantalones y no tengo la intención de hacerlo en un futuro cercano, ¿entendido? Y segundo, esto no es ni ninguna venganza ni ningún plan conspiratorio organizado por Hinata. De lo contrario, ¿entonces por qué Sakura no se ha llevado su parte del castigo?

Itachi tan solo se encogió de hombros como toda respuesta.

- Las mujeres se apoyan entre ellas – explicó, como si aquello fuera la verdad más evidente del mundo. Y, probablemente, lo era.

Negué con la cabeza, volviendo a centrarme en el encargo de Hinata. Tomé de nuevo la pluma entre mis manos con cuidado, deslizándola sobre el papel perfumado que Hinata había elegido para las invitaciones. Después de tantas horas aspirando el mismo olor dulzón, mi cabeza empezaba a dar vueltas – por no mencionar que mi concentración comenzaba ya a fallar y las letras se mezclaban unas con otras peligrosamente -, por lo que me propuse terminar lo antes posible.

Pero por lo visto, ni Itachi ni tampoco Hinata tenían como objetivo hacerme la vida más fácil, porque en cuanto bajé la cabeza hacia el montón de sobres y comencé a escribir la dirección número 128, la aguda voz de Hinata y el repiqueteo de sus zapatos contra el suelo resonaron por toda la cocina.

- … así que después de pasar por la floristería podemos ir por fin a la tienda de vestidos para hacer la primera prueba. ¡La primera prueba! No sabéis lo emocionada que estoy.

Levanté la mirada justo a tiempo para ver como Hinata entraba en la cocina, gesticulando con las manos exageradamente y seguida por una Ino de gesto crispado y una Sakura totalmente ausente.

- ¿Decías que Sakura no se iba a llevar su propio castigo? – murmuró Itachi por lo bajo.

Arrastrar a Sakura a la primera prueba del vestido de novia, conociendo su aversión por las compras, era mayor tortura que la que me había tocado a mí. Sonreí involuntariamente, pero la mueca se quedó congelada en mi rostro en cuanto mis ojos se cruzaron con los de Sakura. Su expresión ausente se crispó en el momento en el que se dio cuenta de que la estaba observando y sostuvo mi mirada durante unos segundos, antes de verse obligada a apartarla murmurando por lo bajo y con las mejillas ligeramente sonrojadas.

Al presenciar una reacción tan natural y tan típicamente Sakura, una nueva sonrisa inconsciente se dibujó en mis labios antes de que pudiera detenerla, pero la borré enseguida al echarle un nuevo vistazo a la puerta y comprobar quién era la nueva invitada.

- Te agradezco mucho que me hayas pedido que os acompañe a la prueba del vestido, Hinata.

Karin.

Después de tres interminables días tratando de convencerme sin descanso para que le permitiera participar en los preparativos de la boda, Karin parecía haber centrado todos sus esfuerzos en una presa mucho más participativa que yo. Estaba seguro de que una mirada de cachorro abandonado y una larga retahíla de porfavorporfavorporfavor habían sido suficientes para minar la voluntad de Hinata, que en cuestión de conseguir más opiniones para su prueba de vestido tampoco es que fuera demasiado férrea.

Había abierto ya la boca para preguntar cómo demonios había aparecido Karin de la nada, pero Sakura se me adelantó.

- ¿Y ésta qué hace aquí? – preguntó al aire como si Karin no se encontrara a su lado, y sin molestarse lo más mínimo por edulcorar su tono cortante.

Pude ver cómo Ino luchaba en vano por ocultar una sonrisilla divertida y Hinata se encogía ligeramente ante la que se le venía encima, pero fue Karin la encargada de responder.

- ¿Cómo que qué hago aquí? – Repitió airada – Por si todavía no lo sabías, yo también estoy invitada a la boda, así que tengo derecho a participar en los preparativos.

- ¿Desde cuándo invitas a extraños a tu boda, Hinata? – quiso saber Sakura, ignorando de nuevo a Karin y dirigiéndose directamente a su amiga.

- Bueno, lo cierto es que… - comenzó Hinata.

- Desde que esa extraña sale con Sasuke – interrumpió Karin.

Por primera vez desde su inesperada aparición, Sakura pareció reparar en la presencia de Karin. Le dirigió una mirada glacial antes de girar la cabeza y descargar toda la fuerza de sus ojos sobre mí, alzando una ceja en señal interrogante. Yo tan solo me limité a encogerme de hombros, echando mano de toda la indiferencia que logré aparentar.

- La invitación a mi nombre dice que puedo llevar acompañante. Y Karin es mi pareja – expliqué, queriendo dar por zanjada esa parte de la conversación lo antes posible.

- Bien. Bien. Si eso es lo que quieres… – murmuró Sakura tras unos instantes de silencio, rebuscando su teléfono móvil en el bolsillo de su pantalón antes de teclear unos cuantos números - ¿Neji? Sí, soy yo. Estoy en casa de Hinata y Naruto, así que mueve tu culo del sofá y vente para acá. Te necesitamos con los preparativos de la boda.

¿Ése era mi castigo por dejar que Karin echara una mano con la boda?

La observé con el ceño fruncido unos segundos después de que hubiera colgado, pero ella mostró total indiferencia ante mi mirada airada. Por el rabillo del ojo observé como Ino volvía a tratar de disimular una sonrisa divertida; estaba a punto de soltarle un comentario desagradable para liberar algo de mi furia, pero Itachi habló antes de que yo pudiera hacerlo.

- ¿Va a venir Neji? - preguntó alzando las cejas en un gesto… ¿excitado? - ¡Estupendo! Todo el mundo aquí es un muermo.

Esto no podía estar pasando. Ahora incluso a mi propio hermano, el perro sarnoso le caía bien.

Traidor.

- ¿Qué coño pinta tu amiguito aquí?

Sakura me lanzó una mirada helada antes de responder.

- Es mi pareja – sentenció para darse la vuelta y salir de la cocina con aires dramáticos.

Así que apenas veinte minutos después, la enorme figura de Neji se había desparramado sobre una de las diminutas sillas de la cocina de Hinata como si se encontrara en su propia casa. Intenté por todos los medios ignorar su presencia – si Sakura había hecho lo mismo con Karin minutos antes, ¿por qué no iba darle yo el mismo trato cortés a su pareja? – pero el simple hecho de tenerle a escasos centímetros de mí hacía mi sangre hervir y mis nervios ponerse de punta.

Tomé otra hoja de papel perfumado y la pluma entre mis dedos, con la esperanza de que una nueva remesa de nombres y direcciones consiguiera distraerme.

- ¿En qué se supone que tengo que ayudaros?

Mala suerte. El perro cansino tampoco estaba por la labor de hacerme la vida más fácil. Por supuesto.

- Lo cierto es que Hinata tampoco nos ha dejado ocuparnos de demasiadas cosas por miedo a que metamos la pata – admitió Naruto esbozando una pequeña sonrisa de disculpa, mientras mi hermano murmuraba "calzonazos" por lo bajo.

Neji asintió con la cabeza.

- Entiendo – musitó, antes de girar la cabeza hacia mí con una sonrisa condescendiente plantada en su cara – Sólo deja que os encarguéis de rellenar sus invitaciones en papel perfumado, ¿verdad?

Sentí la sangre palpitar en mis venas con más fuerza de la necesaria y Naruto, siempre consciente de las emociones de los demás, puso una mano sobre mi hombro en un intento por tranquilizarme. Itachi, sin embargo, pareció indiferente a la provocación de Neji.

- Oh, no. Los trabajos delicados son sólo para Sasuke – aclaró en tono burlón.

Gracias, hermanito, por asegurarte siempre de dejarme en ridículo ante mis enemigos mortales.

Al escuchar la explicación de Itachi, Neji estalló en carcajadas sin disimulo alguno.

- Entonces se supone que mientras las mujeres se ocupan de los asuntos importantes, ¿nosotros nos tenemos que quedar aquí de brazos cruzados? – quiso saber.

- Bueno, se supone que deberíamos encargarnos de conseguir un coche antiguo en el que Hinata debería llegar a la iglesia – explicó Naruto – Pero con tan solo diez días de antelación es prácticamente imposible encontrar algo decente.

- Oh, bueno. Eso no es ningún problema – aseguró Neji; resistí el impulso de poner los ojos en blanco y resoplar, ¿de verdad? ¿Ahora además del nuevo amigo de Sakura, también era nuestro salvador? – Un amigo mío es dueño de un taller aquí en Washington y su padre aún conserva un Mercedes antiguo en muy buen estado. Estoy seguro de que nos puede echar una mano.

Naruto alzó las cejas sorprendido.

- ¿De verdad? – Neji asintió - ¿Podríamos ir a echarle un vistazo?

Neji asintió una vez más, por lo que rápidamente Naruto e Itachi se levantaron y salieron de la cocina en dirección a la puerta principal. Por su parte, Neji se hizo el remolón mientras se ponía la cazadora, con la intención de quedarse a solas conmigo en la cocina unos instantes.

Abrí la boca antes de que pudiera decir nada.

- ¿Qué te hace pensar que vas a ir a la boda, Neji? – Inquirí, imprimiéndole una nota burlona a mi voz al pronunciar la abreviación de su nombre – Todo el peloteo que estás haciendo no te va a conseguir una invitación.

Neji rió entre dientes, negando con la cabeza y esbozando esa sonrisilla condescendiente que me ponía de los nervios.

- ¿Qué te hace pensar que tú puedes llevar a tu amiguita como acompañante y que Sakura no puede hacer lo mismo conmigo?

Cumpliendo con su advertencia, y al igual que ocurría con Karin, Neji pareció convertirse en una constante en nuestra vida durante los siguientes días. Y a pesar de que, por alguna extraña razón que mi limitada mente aún no llegaba a comprender, a mi hermano Neji le caía bien, pude comprobar que la invariable presencia día sí y día también de Neji y Karin estaba comenzando a irritarle.

No necesitaba preguntar para saber con seguridad cuál era la causa de su agitación. Desde nuestros primeros años en la universidad, nuestro grupo constaba de seis personas. No es que fuéramos exclusivistas o unos snobs repelentes que no aceptaban a nadie más en su círculo, pero determinadas actividades estaban reservadas únicamente para nosotros y existía un gran grado de complicidad que solo habíamos logrado alcanzar entre los seis. Discutíamos entre los seis, nos reconciliábamos entre los seis y, por supuesto, preparábamos bodas entre los seis.

Así que cuando dos personas ajenas al grupo aparecieron de la nada para participar en las actividades que habían estado siempre reservadas para nosotros seis, Itachi comenzó a soltar extraños discursos sinsentido sobre el intrusismo y la necesidad de defender nuestras tradiciones. Lo que, traducido al lenguaje común del resto de la humanidad, significaba que comenzaba a ver invadido su propio territorio.

La gota que colmó el vaso llegó el jueves, cuando a Ino y a Itachi les tocaba organizar nuestra tradicional cena mensual. Mi hermano y yo nos encontrábamos en el comedor, obedeciendo estrictas órdenes de Ino y preparando la mesa para la cena. Mientras colocaba los platos alrededor de la mesa, Itachi soltó un bufido frustrado que me obligó a levantar la cabeza hacia él y dirigirle una mirada interrogante.

- ¿No lo ves, Sasuke? – preguntó, señalando la mesa como si la respuesta a todos sus problemas existenciales residiera en ese pedazo de madera comprada en el Ikea – Esta mesa está diseñada para seis sillas, ni una más, ni una menos. Intentar colocar dos más a su alrededor es como… como ir contra las leyes de la naturaleza. Rompes la energía y el equilibrio, ¿comprendes?

Observé durante unos segundos la expresión airada de mi hermano, dudando seriamente sobre su salud mental. Demasiado estrés para una mente tan débil.

- Sé que nunca has sido demasiado bueno con las metáforas, pero supongo que la mesa representa nuestro grupo, y con las dos sillas que sobran te refieres a Neji y a Karin, ¿verdad?

Itachi asintió, escaneando con la mirada una vez más las ocho sillas apiñadas alrededor de su mesa y con la misma mueca frustrada reflejada en su rostro.

- No tengo nada en contra de tu novia y mucho menos de Neji, pero, ¿cuándo coño vais a dejar Sakura y tú de hacer el gilipollas? No me gusta el intrusismo y quiero que esto vuelva a ser como antes, pronto a ser posible – dijo Itachi, entonando sus palabras de modo que sonaran más a orden que a petición – Y por pronto quiero decir esta noche.

- Itachi – suspiré, tratando de no dejarme llevar por la desesperación – Ya sé que todo era estupendo antes de que las cosas entre Sakura y yo se fueran a la mierda, pero la gente cambia, ¿sabes? Y los grupos de amigos también.

- Sí, pero no el nuestro – insistió con cabezonería – El nuestro era perfecto tal y como estaba. Naruto es el tío sensible y calzonazos, Hinata la duende hiperactiva, Sakura la patosa adorable, tú el melodramático sin remedio, Ino la voz de la conciencia, y yo el fortachón maravilloso al que todo el mundo adora. ¿No te das cuenta de que no necesitamos nada más? No queremos ni pelirrojas despampanantes ni más musculosos, gracias.

Me pasé una mano por la cara en señal de desesperación. ¿Cuándo comprendería Itachi que esto era la vida real y no una serie de televisión? ¿Que las personas son complejas y cambian, por lo que no les puedes asignar un rol con el que deben quedarse toda la vida?

- Itachi, por tu bien deberías aceptar cuanto antes que Sakura y yo ya no estamos juntos.

Itachi me observó durante unos instantes con gesto sombrío.

- Y por tu bien, hermanito, deberías aceptar cuanto antes que Sakura y tú estáis hechos para estar juntos – aconsejó mi hermano, dándose la vuelta para irse - Cuando alguien ahí arriba se apiade de ti y te ilumine con esa verdad vital, pídeme ayuda para arreglar el lío en el que estás metido.

* * * * * *

Sakura Haruno

- … así que me encargué de dejarle bien claro que si su amiga la rubia podía ir a la boda, yo también.

Miré a Neji, tratando en vano de contener las carcajadas histéricas que pugnaban por salir. En cualquier otra situación hubiera dado rienda suelta a mis instintos, pero teniendo en cuenta que nos encontrábamos sentados a la mesa y que el objetivo de nuestras críticas estaba tan solo dos sillas más allá, reírme abiertamente de las pullas que Neji le tiraba a Sasuke sin disimulo alguno no me parecía de lo más sensato.

A mi derecha, Ino no pareció compartir mi idea sobre la prudencia y el sentido común, ya que estalló en carcajadas sin la más mínima vergüenza.

- Le está bien empleado – afirmó entre risas – Por ser tan cerrado de mente y melodramático. ¿Crees que podrías hacer lo mismo con Sakura? Me parece que ella también se ha quedado con grandes dosis de estupidez y necesita que alguien le deje las cosas claras.

Puse los ojos en blanco en cuanto Ino y Neji se echaron a reír al unísono.

- Me voy a la cocina a por el postre – anuncié, levantándome de la mesa – Os dejo a solas para que me podáis criticar a gusto.

- Te acompaño – se ofreció Itachi, levantándose él también.

- ¡No necesitamos que nos dejes a solas para criticarte! – exclamó Ino mientras me dirigía a la cocina. Las carcajadas de Neji aumentaron de intensidad. Maldito traidor - ¡Podemos hacerlo contigo delante!

Abrí la puerta de la cocina, respirando aliviada en cuanto las ruidosas carcajadas de aquellos dos conspiradores se apagaron. Abrí la nevera y saqué la enorme fuente de natillas que había preparado Hinata justo en el momento en el que Itachi apareció a mis espaldas.

- ¿Cuándo vas a arreglar las cosas con Sasuke?

Me di la vuelta lentamente. En mi cabeza comenzaba a tomar forma una ligera sospecha sobre lo que Itachi pretendía al pillarme a solas en la cocina.

- Vaya, Itachi. La sutileza no es precisamente lo tuyo, ¿eh?

- No, siempre voy directo al grano. Deberías preguntárselo a Ino – aconsejó, esbozando una enorme sonrisa.

Mi cara se contorsionó en una mueca de asco.

- Argh. Demasiada información, gracias.

Me di la vuelta hacia la encimera de la cocina con la intención de servir las natillas en los cuencos, pero Itachi decidió sacar toda la artillería pesada para llamar mi atención.

- He hablado con Sasuke.

Me gustaría poder decir que reaccioné con indiferencia, que lo que pasaba por la mente de Sasuke en esos momentos ya no era de mi incumbencia… pero, ¿a quién pretendía engañar? Estaba dispuesta a cualquier cosa para recibir la más mínima información sobre lo que pensaba Sasuke. Aunque eso significara suplicar a Itachi.

Hora de arrastrarse a cambio de información.

- ¿Qué te ha dicho? – pregunté, dejando a un lado toda la dignidad.

- Está intentando comportarse como el adulto sensato que nunca fue – explicó Itachi de manera críptica. Alcé las cejas, indicándole que continuara – Quiere que aceptemos todos que tanto tú como él habéis pasado página. ¿Te lo puedes creer? Pasar página. Puff… como si eso fuera posible. Quiero decir… ¡sois Sasuke y Sakura! Hasta un cegato como él debería poder ver lo evidente

¿Pasar página? ¿Eso era lo que habíamos hecho? No me encontraba en el lugar de Sasuke, pero desde luego que el jueguecito de darle celos con Neji a la más mínima oportunidad no entraba precisamente en mi definición de pasar página.

- Oh. Bueno, puede que… puede que tenga razón – mentí. ¿Pasar página? ¿En qué coño estaba pensando Sasuke? Aquí nadie había pasado página.

Itachi me miró incrédulo.

- ¡Oh, vamos! ¡Sakura! – exclamó, llevándose las manos a la cabeza – Confiaba en que tú tuvieras más sentido común que él, pero cada vez está más claro por qué estáis hechos el uno para el otro.

El rostro de Itachi adoptó un semblante serio mientras me tomaba por los hombros y se agachaba para quedar a mi altura.

- Sakura, necesitas ayuda profesional para arreglar de una vez el lío que habéis organizado.

- ¿Por ayuda profesional quieres decir que os necesito a ti y a tus maravillosos-y-oh-qué-ingeniosos-planes?

- Por supuesto – respondió Itachi, esbozando una contagiosa sonrisa.

Resistí a duras penas el impulso de devolverle la mueca sonriente.

- Itachi, agradezco tu ayuda, pero de momento creo que es mejor dejar las cosas como están, ¿de acuerdo? – le pedí en mi tono más suplicante.

- Está bien – cedió él después de unos segundos de reflexión – Pero recuerda una cosa, Sakura: no me gusta el intrusismo.

Puse los ojos en blanco al escuchar sus últimas palabras. El discursito sobre el intrusismo otra vez no, por favor.

Definitivamente, hacer nuevos amigos le estaba causando demasiado estrés.

* * * * * *

- Itachi, ¿dónde dices que está ese álbum?

- Encima del armario, justo al lado de las cajas de cartón llenas de adornos de Navidad – indicó la voz de Itachi desde el otro lado de la puerta.

Resoplé una vez más, en un intento frustrado por hacer que el aire llegara a mis pulmones con facilidad. ¿Cómo había acabado buscando un álbum perdido de fotos que Itachi se había empeñado en volver a ver por enésima vez, cuando debería estar en el comedor tomando mi café y disfrutando de las pullas no disimuladas que Neji le tiraba a Sasuke? No tenía ni idea. ¿Cómo Itachi sabía exactamente dónde se encontraba el dichoso álbum si normalmente no era ni siquiera capaz de encontrar sus llaves cada vez que salía de su casa? Seguía sin tener ni idea.

Me puse de puntillas sobre la silla que había colocado para lograr alcanzar la parte alta del armario, estirándome lo máximo posible. Tanteé con las manos sobre la superficie, en busca a algo que se asemejara a un álbum de fotos, pero no encontré nada.

- ¡No lo encuentro por ninguna parte! – exclamé frustrada.

- ¡Sigue buscando, Sakura! Estoy seguro de que está ahí.

Sigue buscando. Muy fácil decirlo cuando mides casi dos metros y alcanzas la parte alta del armario casi sin esfuerzo. ¿Por qué estaba yo aquí, a punto de caerme de bruces al suelo y romperme un par de huesos en el proceso, en lugar de Itachi?

Tanteé una vez más a ciegas con las manos, de nuevo sin encontrar nada. Lancé un pequeño grito de frustración justo en el momento en el que escuché el crujido de la puerta al abrirse.

- ¡Itachi! Itachi capullo, te juro que como por tu culpa…

Las palabras murieron en mi garganta en cuanto me di la vuelta y descubrí la identidad del nuevo visitante.

- No eres Itachi – musité de forma innecesaria.

- No soy Itachi – confirmó Sasuke.

Me quedé unos instantes en silencio, limitándome a observar la figura de Sasuke bajo la tenue luz que iluminaba la habitación. Él me devolvió la mirada, con la misma expresión indescifrable que últimamente adoptaba siempre que nos encontrábamos reflejada en su rostro.

- ¿Qué haces aquí? – pregunté en un susurro.

- Itachi me ha pedido que busque el viejo bate de béisbol que le regaló Naruto hace unos años. Por lo visto está encima de ese armario – explicó, encogiéndose de hombros y señalando el armario donde hasta hacía unos segundos yo estaba buscando un perdido álbum de fotos – Al lado de las cajas con adornos de Navidad – añadió.

No me hizo falta sumar dos más dos para saber quién estaba detrás de todo esto. Me bajé con cuidado de la silla sobre la que estaba encaramada y cubrí el espacio que me separaba de la puerta de la habitación. Tras poner una mano sobre el picaporte, comprobé que mis sospechas eran ciertas: Itachi había conseguido encerrarnos para que solucionáramos lo que él llamaba nuestras "diferencias reconciliables".

Me di la vuelta, apoyando la cabeza sobre la puerta y cerrando los ojos.

- Es una encerrona. La puerta está cerrada.

- ¿Una encerrona? – repitió Sasuke.

- Itachi – suspiré, como si su nombre debiera aclararlo todo.

Abrí los ojos para encontrarme con la mirada suspicaz de Sasuke.

- ¿Por qué debería creerme que todo esto es culpa de Itachi? – Preguntó Sasuke, entornando los ojos y cruzándose de brazos en actitud defensiva - ¿Quién dice que no has sido tú la culpable?

- ¿Y por qué debería querer yo encerrarme en una habitación contigo? – Contraataqué, sin lograr disimular el tonillo histérico de mi voz provocado por sus acusaciones - ¿Un lunático cuya principal afición es pensar lo peor sobre mí? ¿Y por qué… por qué no nos calmamos todos?

Lancé un suspiro frustrado, tratando de retomar el rumbo de la situación que, en escasos segundos, se había salido de control por completo. Me senté con cuidado sobre la cama, respirando profundamente unas cuantas veces. Sentí el colchón hundirse bajo el peso de Sasuke en cuanto se sentó a mi lado, y cuando por fin pude controlar mi respiración y toda la frustración que corría libremente por mis venas, me vi capaz de levantar la cabeza y encararle.

- Yo estoy tranquilo – afirmó tajante.

Sí, claro. Su gesto crispado, su ceño fruncido y su voz contenida eran la pura imagen de la serenidad.

- Bien. Porque yo también estoy tranquila.

Sasuke suspiró, apartando sus ojos de mí y clavándolos sobre la pared. Le observé en silencio, repasando con la mirada el contorno de su perfil, hasta que le oí tomar aire para hablar de nuevo.

- ¿Puedo hacerte una pregunta? – inquirió en un susurro.

Asentí y Sasuke captó el movimiento por el rabillo del ojo, pero aún así continuó mirando al frente.

- ¿Por qué te fuiste aquella noche?

Bien. Así que por lo visto habíamos dejado atrás la fase de los insultos, los comportamientos estúpidos y la cabezonería, y habíamos llegado ya a la de la sinceridad y las conversaciones maduras. Estupendo. Tenía una ligera idea sobre en cuál de las dos fases me iba a manejar mejor, y desde luego no era en la que implicaba un alto grado de madurez.

Vamos, Sakura. Sé valiente por una vez en tu vida.

- Tenía miedo – confesé, con la vana esperanza de que mi sinceridad me fuera a ahorrar multitud de explicaciones rebuscadas que seguramente Sasuke no estaría dispuesto a escuchar.

Sasuke exhaló lentamente, pasándose una mano por el pelo y revolviéndolo nerviosamente. Cuando giró la cabeza y sus ojos se encontraron con los míos, la intensidad de su mirada me explicó perfectamente y sin palabras el daño que le había hecho, y le seguía haciendo, con mi reacción y mis estúpidas decisiones.

- Pero, ¿por qué? – presionó, sin elevar lo más mínimo la voz – Sakura, podríamos haber solucionado juntos cualquier problema. ¿Por qué elegiste huir de mí?

- Soy cobarde, Sasuke. No quería estropear la única cosa perfecta que había en mi vida, aunque está claro que eso es precisamente lo que acabé haciendo – murmuré, soltando una pequeña risa nerviosa – Pero ahora todo eso no importa, ¿verdad?

Sasuke me miró entre interrogante y confuso.

- Quiero decir que ahora tú estás con Karin y yo… bueno, supongo que es demasiado tarde para intentar arreglar nada.

Por favor, por favor. Dime que no es demasiado tarde.

Sasuke me observó sin decir nada durante unos interminables segundos, antes de romper el contacto directo con mis ojos y fijar su mirada en algún punto lejano por encima de mi hombro.

- Hay muchas cosas que he echado de menos.

El murmullo fue tan bajo que por un momento me pareció haberme imaginado las palabras de Sasuke. Pero cuando él volvió a descargar toda la fuerza de sus ojos sobre mí, me di cuenta de que se avecinaba un momento importante que debía manejar con delicadeza si no quería fastidiar todavía más las cosas entre nosotros.

Asentí suavemente, indicándole que continuara.

- He echado de menos el olor al café que preparabas todas las mañanas, ya sabes que soy un auténtico inútil con la cafetera – confesó, dejando escapar esa risa ronca y profunda que hacía temblar todo mi cuerpo – He echado de menos llegar a casa después de un día duro en el hospital y encontrarte en el sofá, rodeada por un montón de hojas y frustrada porque te habían encargado revisar una novela que resultaba ser un tostón. He echado de menos despertarme contigo a mi lado pero sobre todo, sobre todo – murmuró, bajando la vista hacia mi boca – he echado de menos el sabor de tus labios.

Exhalé un suspiro tembloroso al escuchar su confesión. La primera conversación madura y sincera que habíamos mantenido en más de cuatro meses. Si aquello no era una señal divina de que debíamos arreglar las cosas justo en ese momento…

En un movimiento que hubiera pasado casi desapercibido de no ser por el hecho de que no podía apartar los ojos de él, Sasuke se acercó unos centímetros a mí, con la mirada fluctuando entre mis ojos y mis labios.

Hazlo. Hazlo y todo el juego se acabó. Karin, Neji, los malentendidos y la falta de comunicación… todo se acabó.

Sasuke se acercó unos centímetros más, cubriendo casi por completo la distancia que nos separaba. En cuanto sentí de nuevo la cálida sensación de su respiración sobre mi piel y la cercanía de su cuerpo, cerré los ojos y me preparé para lo inevitable. Me dejé embriagar por su perfume familiar, ese que tan solo se podía apreciar con todo detalle en las distancias más íntimas, y permití que mis nervios vibraran con excitación ante lo que estaba a punto de suceder.

Pero a estas alturas, debería saber ya que mi vida suele irse al traste en los momentos más perfectos.

Como Sasuke cuando me propuso matrimonio.

O como en este instante, cuando en el momento justo en el que debería haber sentido de nuevo el tacto de los labios de Sasuke sobre los míos, una voz al otro lado de la puerta rompió la atmósfera íntima.

- ¡Sasuke!

Karin.

La interrupción pareció sacarme del trance en el que me encontraba. Abrí los ojos repentinamente, encontrándome con la mirada confusa de Sasuke. Me levanté rápidamente de la cama, y sin decir ni una palabra o al menos girarme una vez más para contemplar la expresión de Sasuke, salí de la habitación casi corriendo.

Porque aunque por un momento lo hubiera olvidado, Sasuke y yo continuábamos metidos en un buen lío de malentendidos en el que aún faltaban muchas explicaciones por dar. Y sobre todo, él estaba en una relación con Karin.

Mientras eso no cambiara, estaba segura de que andar besándose a escondidas, mientras su novia se encontraba al otro lado de la puerta, no era la mejor solución.

***********

¡Hola!

¿Qué tal?

Agradezco muchísimo sus comentarios.

Nos seguimos leyendo.

Saludos.

Ranko Uchiha

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