- La Decisión.
Con que de eso se trataba... dijo en una voz casi inaudible. Después de todo él mismo había perdido noción del espacio-tiempo. Kagome... pronuncia el nombre que se escucha con cierto eco, mientras se aleja sonriéndole con la experta seducción infalible de quien se ufana por su belleza.
Entonces la muchacha vuelve totalmente en sí, se arrepiente, casi se avergüenza de haberle permitido tal atrevimiento y sigue reprochándose el seguir sintiendo deseo por aquel demonio de plata. En una batalla desigual e inútil; escucha su voz, lo siente casi como una orden, sus pasos al alejarse... siente que su corazón va a saltar de su pecho, en ese momento, y luego de unos minutos, sus pies dan un paso y luego otro, tras el rastro del demonio.
- El bosque secreto.
¡Dios no! una mano larga y de dedos finos con terminación en filosas garras la sujetan para impedirle escapar. ¿Por qué?... ¿qué la hizo ir hasta aquel lugar si no quería? ahora la pregunta se le repetía una y otra vez, puede ver su sonrisa con la luz ténue de la luna amarillenta. Se observan hasta que finalmente uno de ellos acerca sus labios hasta unirlos con los del otro, se saborean, en un beso cálido y apasionado como ella no había sentido jamás. Decide cerrar los ojos y dejarlo actuar, más con temor a lo desconocido que por el mismísimo hechizo que él le producía al estar cerca.
El mismo brazo fuerte que antes la sujetó para impedirle escape ahora se transformaba en un delicado miembro de dulzura y placer. Jugueteando con sus cabellos, bajando y subiendo por su cuello, y nuca, hasta por su blanco rostro, perdiéndose en la mezcla de aromas dulces y la tersa suavidad de la humana.
Su lengua resvala, pero vuelve a besarla insistentemente, y ella siente perder aquel temor con esa provocadora invasión en su boca. Luego lame, con cuidado recorre cada línea de su cuello con su calidez bajando por las clavículas hasta su pecho y senos, ejerciendo pequeños y casi imperceptibles mordiscos y succiones, mientras que su mano se deslizaba por debajo de la ropa hasta acariciar la estilizada, tibia y suave figura de su mujer humana. Ella se arquea de puro placer y lanza un leve gemido.
La joven sacerdotiza presentía que iba a desmayarse en cualquier momento si seguía, aprieta los nudillos contra la estola para no gritar. Sus ropas habían caído, y las de él estaban por seguir el mismo camino. Frente a ella y un poco más alejado, con el torso totalmente desnudo, músculos sensuales y moldeados y aún así una figura estilizada con cabellos de plata y ojos encendidos de oro. Él decide acercarse nuevamente buscando sus labios y aprisionando uno de los pechos de la joven siendo cuidadoso de no ejercer demasiada presión, acerca su cuerpo, enorme en comparasión, al de ella. Ella siente ese cuerpo poderozo y caliente tendérsele encima y el recorrer de sus dedos por sus pechos hasta los pezones, su respiración cada vez se apura más, siente como va bajando, deslizándose por su piel hasta posarse en su vientre, absolutamente todos los músculos tensionados por el recorrido del experto.
Relájate, o podría lastimarte. Al terminar la frase ella está totalmente sonrojada, él lo decía con sinceridad, temía ser muy grande y lastimarla, estaba más que seguro que la pequeña hembra humana era virgen: podía olfatearlo y verlo en sus reacciones. Sus dedos largos y finos vuelven a recorrerla, como si no quisiera dejar ningún centímetro de piel sin descubrir. Llegando, luego de pasar por sus muslos y deslizarse por su entrepierna, hasta su pequeño sexo, roza con sus garras aquella pequeña flor, lo que hace estremecer a la inexperta sacerdotiza. Comienza a besarla de nuevo, frotando las puntas de sus lenguas, luego suavemente aparta sus labios para clavar sus ojos dorados y lujuriosos en los de ella, obscuros y brillantes como una estrella polar. Sonríe. Con una sonrisa distinta a cualquiera que Kagome haya visto antes en él, porque esa sonrisa expresaba amor y ternura. Ella desvía la mirada y apoya la cabeza contra el cuello firme de su príncipe demonio. Con toda la atención en aquel pequeño y húmedo tesoro, lleva los dedos y acaricia con la yema de estos el pequeño botón, hasta hundirlos en aquel cáliz dulce. Ella se retuerce y aferra con fuerza a su cuello, aprisionando sus delicados senos contra el pecho de su amante. Ahhh.... sin tiempo a armar ninguna palabra... él allana, irrumpe nuevamente en su cáliz y delinea con delicadeza los bordes.
Algo consternada se resiste sólo un poco, cierra y abre los ojos, tenía miedo a lo siguiente aunque ya no había paso atrás, ambos sabían que se arrepentirían si no continuaban. Sus caderas se alinearon rompiéndo el vértice de aquellas pequeñas piernas temblorosas, ella se acomodó en la esponjosa estola aún debajo de aquel cuerpo místico. Sus miradas se fijaron la una a la otra. Ella lo siente contra los labios de su sexo: duro y peligroso, dando leves empujones contra su vulva... aguantando las ganas de empujar de un solo movimiento el pequeño tejido que lo separaba. Siente un nuevo escalosfrio y su cuerpo se sacude ligeramente, busca los labios de su amante, que la aceptan y unen, y mantiene el beso para que ella no grite mientras en el lado opuesto su cadera empujaba contra la de ella. Entra despacio, ella lo sabe, intenta no lastimarla... aún así es invadida por un dolor agudo al resquebrajarse aquel fino tejido por el enorme miembro del demonio. Irrumpe completamente en su vagina, sin detenerse hasta el final.
A pesar de esto todo iba mejor de lo que el demonio se hubiese imaginado, era simplemente perfecto. A pesar de que tenía que controlarse para no matarla, ya que era sumamente estrecha para él y los movimientos de la chica le entorpecían su trabajo (los músculos de sus muslos presionaban el miembro, haciéndo que lo sintiera aún más estrecho) aún así sentía extraño y exitante que eso sucediera, que no tuviera que ser una criatura salvaje con ella y que tuviera que esforzarse para no lastimarla, penetrándola lentamente mientras se acostumbraba a tenerlo dentro de su frágil cuerpo.
Pronto el dolor se transformó en placer, no podía esperarse menos siendo un demonio quién la poseía, los pequeños quejidos de Kagome pasaron a ser música para los oídos del demonio. Apretó los ojos con fuerza, y penetró, salvaje, de una sola vez y hasta el fondo aquel cáliz que lo convertía en un total delirante. Kagome gritó por el dolor que le provocó aquel ser apoderándose totalmente de su virginidad. Clavó sus uñas en los hombros del hombre, mientras que éste sujetaba con firmeza su cadera, y volvía a sacar su enorme miembro para volverlo a hundir con la misma fuerza que antes...
S-Se..sshouma..ru.. pronunció debilmente contra las orejas puntiagudas mientras se aferraba nuevamente del cuello de su amante, deja escapar unas cuantas lágrimas que se pierden en los cabellos plateados y otras escurren por los hombros del hombre que seguía sin detenerse, hasta transformar las embestidas en un rítmico vaivén, arrullado por la respiración agitada de ambos, ella temblaba, el mecer de sus caderas era extremadamente delicioso y sentía que iba a enloquecer del goce que le provocaba aquel movimiento cada vez más profundo dentro de ella, estaban totalmente envueltos en un perfecto clímax que llegaba a niveles inimaginables e insoportables para sus cuerpos. Miró a su demonio, su rostro suave y apuesto permaneccía con los ojos cerrados, como si quisiera absorver hasta la última gota de placer de aquel momento mágico. Ella sujeta y acaricia aquel rostro perfecto, lo besa con ternura y deseo de que ese momento fuera eterno. Finalmente los movimientos rítmicos, el jadeo de ambos, las embestidas salvajes, el poderozo miembro contra la flor que expandía sus pliegues para dejarlo sentir la calidez humana... provocaron que Kagome sintiera el más fuerte y estremecedor orgasmo, siguiente a eso sintió como su interior vibraba y sus músculos se tensaron, envolviendo el miembro en un provocador abrazo que logró su cometido: que éste entregara parte de su ser dentro de ella. Kagome lanzó otro quejido, más por la sorpresa de sentir aquella esencia dentro, que la quemaba con exquisitez incluso luego de varios minutos, cuando Sesshoumaru pudo salir de su cuerpo, desplomándose contra el vientre de ella, ambos yacían enroscados en aquella estola con poderes sobrenaturales agotados y con los latidos sobresaltados pero satisfechos.
Ya nada le importaba, en ese momento, la opción de regresar a casa era impensable. Quería quedarse con aquel ser, que ahora la contemplaba hasta caer también en un profundo sueño. Su demonio no hubiese permitido que ella se marchase, quería volver a sentir el calor humano una y otra vez, iba a impedirle cualquier intento de escape e iba a matar por ella, porque ahora debía protegerla, la amaba en secreto y adoraba en las noches. Su abrazo se mantuvo hasta el preludio del amanecer, cálidos y en la oscuridad profunda de aquel bosque secreto.
¿Estas... bien? pregunta el joven demonio levantando una ceja inquisitiva al ver a Kagome llevarse una mano a la zona debajo de su ombligo.
Kagome pestanea un par de veces... Siento un poco de dolor, no es nada. Sonríe con cierto nerviosismo. Era algo normal aquel dolor pero en verdad lo que le preocupaba era haber quedado encinta en ese apasionado encuentro. Voltea, y ve a Sesshoumaru con un leve color rosado en las mejillas.
"Es normal, ya te acostumbrarás..."
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FIN!
Soy mala para los finales? jajaja
Muchas gracias por leer! ;D no lo hubiese terminado tan rápido si no fuese por sus alentadores comentarios.
Me he encariñado mucho con esta pareja, lo más posible es que haga otro, tal vez una continuación... aunque en verdad me atrae más el lado oscuro y frío de Sesshoumaru...
Auf wiedersehen! que el café acompañe sus días y los haga felices 8D