Disclaimer: Los loros no saben escribir, todavía.

Claim:Jasper/Bree. Sí, ellos son amor, puro amor.

Advertencias:Eso no se dice, es como spoilear.

Notas:Para Muse-at-dawn, que pidió muchos Jasper/Bree (éste es uno de tantos). La creadora de esta pairing que es totalmente awesome y te hace chillar. El final... no sé :/

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Born to be wild


Salvaje, así fue siempre Bree.

Con sus ojos rojos como la sangre, sus finos y largos dedos como garras y sus labios levemente retraídos, dispuestos a dejar al descubierto esos colmillos que no tiene.

Alocada, desde que Victoria la creó para matar, para ser entrenada por Riley y asesinar a los extraños de ojos amarillos, y quedarse con la muchacha que olía endemoniadamente bien (ella lo sabía por las prendas que Riley había robado de la casa de la humana).

Indomable, desde que abrió los ojos a su nueva vida, sin comprender nada salvo que tenía demasiada sed como para resistirlo un segundo más.

Todo ello, el salvajismo, la indomabilidad, la locura, la rebeldía, la bravura, todo ello era Bree. Era los gruñidos, los dientes blancos impolutos y ponzoñosos desnudos, las manos transformadas en garras, los bramidos y los mordiscos por defender sus presas, por ser respetada dentro del ejército que Victoria había creado (porque todo allí era un constante caos, donde ni las amenazas de Riley ni las de Victoria controlaban a los neófitos de sus constantes luchas por la cena).

Y salvaje la vio Jasper en aquel prado, rendida y condenada, dispuesta en aceptar una forma de vida por el simple hecho de sobrevivir.

Alocada cuando, por fuerza propia, ella se reprimía en no balancearse sobre Bella, porque su sangre le llamaba al punto de hacerle insufrible el dolor en la garganta, con los ojos bien abiertos, y los labios retraídos sobre los dientes afilados y peligrosos, y sus dedos enterrados en la tierra, en un intento de no hacer algo de lo cual se arrepentiría.

Indomable, porque simplemente cada uno de los sentimientos que ella emanaba eran eso, incontrolables, y sencillamente demostraban su salvajismo. Un salvajismo atrayente.

Y Jasper desea, ferviente y desquiciadamente, hacer algo. Algo que sabe muy bien será complicado.

Quiere domarla, volverla sumisa y maleable.

Quiere, pero no puede.

Porque Bree ha sido así durante lo corta de su existencia, y es egoísta cambiar su forma de ser. Y además ve en ella su pasado, lo que fue en sus momentos como neófito, y lo que no puede dejar de ser. Lo que, de a momentos, le gustaría ser.

Se siente identificado con ella. Por ello se la encargan.

Ambos son salvajes, indómitos. Él lo tiene escondido tras siglos de práctica, pero ella se encarga de sacarlo a flote. Con sus besos fogosos y hasta casi lastimeros, con sus caricias que rasguñan y queman —pese a lo irónico del asunto—, y sus mordiscos venenosos y que escuecen. Con su deseo escondido, esperando porque la vampiro pequeña se de la vuelta, sin importarle si llega a ver su futuro.

Bree había nacido para ser salvaje, y Jasper no iría contra su naturaleza. Ni contra la suya propia, tampoco.