Disclaimer. Los personajes pertenecen a JK Rowling, este sencillo fic a mi inventiva y los reviews, a ustedes amables lectores.

Aclaro que este es un Universo Alterno.

Desde la pluma de: ¿Por qué no te casate con tío Harry?

Disfruten la lectura.


El río de la cosmopolita ciudad de Sydney relucía sus tranquilas y destellantes aguas bajo el calor del verano. Los miles de turistas caminaban tranquila y alegremente en el paso entre las tiendas y restaurantes de la estación de tren y los embarcaderos. Algunos turistas llendo hacia el Ópera House y los jardínes botánicos y otros disfrutando de la caminata rumbo a The Rocks pasando frente al Museo de Arte Contemporáneo. O los más agotados, tomando el sol tumbados en los jardínes o sentados en las bancas de los alrededores.

Del otro lado de la estación de Circular Quay, se apreciaba la Biblioteca de Sydney y sus dos restaurantes con las mesas colocadas en la calle. Del lado derecho, una cadena de restaurantes de comida rápida estaba a reventar de jovenes que querían saborear un sencillo helado o clamaban sedientos por una soda con hielo. Pues eran las vacaciones de verano a finales del año y muchos aprovechaban para salir a divertirse en el Summer Festival.

En el muelle número cuatro, llegaba con tranquilidad uno de los famosos ferries de esta bella ciudad. Siendo más del medio día, los pasajeros salían caminando lentamente, a excepción de una persona que pedía disculpas a todos aquellos con los que chocaba en su intento por arrebasar la multitud que ese día el ferry llevaba.

Sus sandalias obscuras le eran muy útiles en esta ardúa tarea, porque apesar de llevar su ceñido traje negro, podía moverse con la rápidez requerida, todo para poder llegar a su lugar de trabajo después de su hora de almuerzo.

Con inusitada velocidad, se abrió paso entre la transitada Pitt street hasta el edificio Weastmead, el cual se levantaba imponente frente a sus ojos. Cuando atravesó sus altas puertas de cristal y llegó hasta el elevador, pudo dar un largo respiro para recobrar el aire que había perdido en la carrera desde el embarcadero. Sentía un dolor punzante en el costado, pero no le dió mucha importancia cuando escuchó el pin del elevador anunciándose.

Otras cinco personas entraron al ascensor junto con ella. Todos iban mirando al frente y viendo abstraídamente sobre las puertas, donde había unas pantallas con anuncios. "Atrévase a probar el irresistible sabor de la comida Tailandesa de Satang Thai, encuéntrenos en el food court más cercano".

Después de muchos anuncios similares y varias paradas del ascensor, al fin llegó al piso último piso del edificio. Al abrirse las puertas, pudo apreciar la recepción con su gran escritorio de caoba. Detrás de este, unas elegantes letras no brillantes y plateadas formaban el nombre de la empresa: Consulting Enterprices International.

Saludó a la recepcionista de la entrada y se fue siguiendo el camino del lado derecho. Dió un pequeño rodeo cruzando algunos vitrales y esquivando muchos escritorios. Alcanzó las puertas automáticas de su oficina y casi corriéndo, se controló para no aporrear las puertas inmensas de roble que daban paso a la oficina del hombre más importante de la compañía.

Cuando no hubo respuesta del otro lado, decidió abrir una de las puertas suavemente. Sintió un tremendo alivio al ver que no se encontraba su jefe esperándola como había temido. Un poco más alegre, cerró con sumo cuidado la puerta y se dirigió a su escritorio para continuar con el trabajo que estaba haciendo antes de ir a su descanso.

Hermione Granger era considerada por la mitad de la empresa, la segunda persona de más poder en la escala corporativa de una compañía como lo era Consulting Enterprices International. Y no es porque fuera accionista mayoritaria. No. De hecho, ella era simple y sencillamente la asistente del temido y respetado Draco Malfoy, dueño de un poco más del cincuenta por ciento de CEI (por sus siglas).

Por eso, nadie que la hubiese escuchado soltar un ruidoso suspiro de alivio la hubiera juzgado. Trabajar para el señor Malfoy requería un enorme compromiso, más aún trabajar con él directamente. Todos y cada uno de los empleados, desde los directivos de los muchos departamentos, hasta los ejecutivos y aún los encargados del mantenimiento y la limpieza, conocían el frío carácter del único heredero de la familia Malfoy.

Motivo suficiente para que tres minutos de retraso fueran imperdonables hasta que enmendaras tu impuntualidad con esfuerzo o bien, hasta que suplicaras de rodillas tu renuncia, todo con tal de librarte del infierno que podría crearte tu descuido. Claro que esto raras veces sucedía, porque la cultura empresarial llevaba impregnada la puntualidad y solo los mejores conseguían trabajar en CEI.

Y Hermione era una de las mejores.

Se había graduado con honores en la prestigiada Universidad de Oxford, en administración de empresas y con un promedio máximo en todo su historial académico. Fue premio anual en su último año de carrera y fue catálogada como la alumna más brillante de su generación.

Si bien su currículum no fue impresionante ni único, sus habilidades y conocimientos, en conjunto a su compromiso, dedicación y esfuerzo, le abrieron las puertas a una corporación tan recatada como lo era CEI. De esto ya habían pasado cuatro años. En cuanto se graduó y quedó más o menos estable económicamente, sus padres tomaron la decisión de pasar su vejez en un lugar lejos de Inglaterra, tomando como destino final Australia.

Y aquí estaba lo penoso del asunto. Año y medio después de que se mudaran a Australia y Hermione decidiera quedarse en Londres por motivos de trabajo e independencia, su madre enfermó gravemente apesar de los magníficos estándares médicos de aquel país tan avanzado. Y los resultados médicos arrojaron que no había mucho que se pudiera hacer.

Por este motivo, Hermione pidió entonces un translado a la sucursal extranjera de CEI Australasia. Algo que no fue muy complicado dado su excelente desempeño en todo ese tiempo trabajando ahí. Lamentó bastante abandonar a su jefe inmediato, Severus Snape, por que era un hombre que le exigía lo mejor de sí y con ella se había mostrado benevolente en ciertas ocasiones y había aprendido muchísimo de él. Pero la familia estaba primero.

Le informaron que podía continuar con su puesto de ese entonces, pero ajustando su sueldo a lo correspondiente a las leyes australianas. Hermione no puso ningún reparo en ello y más pronto de lo previsto, se vió embarcada en el avión rumbo a ese salvaje y exótico país tan alejado de todo lo que conocía y era familiar para ella.

No tuvo tiempo para sorprenderse de tal ciudad como lo es Sydney. Inmediatamente se instaló en la casa de sus padres y pusó, en dos días, todo el lugar en orden, pues con su madre hospitalizada y su padre al pendiente de su mujer que ya no podía valerse plenamente por sí misma, la casa era la evidencia viva de la existencia del caos que había llegado a sus vidas.

Se turnaba con su padre los cuidados hacia la buena mujer que era su mamá, quien soportaba todo con impresionante entereza. El señor Granger era quien pasaba la mayor parte del tiempo en el hospital junto a su esposa, ya que Hermione tenía que trabajar porque no quería tocar el dinero de sus padres y además con su empleo, tenían acceso a un muy buen seguro médico que cubría todos los gastos.

Apesar de todos los esfuerzos realizados por la familia Granger y los doctores, no se pudo hacer nada. Su madre falleció ocho meses después de que Hermione llegara a Sydney. Un par de meses después, su padre le dijo que necesitaba que le ayudara a arreglar algunos asuntos, ya que, tanto como amaba a su mujer, sentía que no iba a vivir mucho tiempo. Bromeando le dijo que no soportaba la idea de estar una hora más, lejos del amor de su vida.

Y cuando Hermione se derrumbó en lágrimas de tristeza, su padre la acogío en sus brazos y le exhortó a vivir su vida al máximo. Recordándole que la vida no solo esta formada de cosas inverosímiles como las materiales, sino también de cosas tan maravillosas como el amor, el cariño, el respeto y demás para alcanzar la plenitud. Y aúnque su padre partió dos meses más tarde de aquella conversación dejando este mundo, ella no se sentía tan mal como pensó que lo haría, pues sabía que sus padres habían sido felices y ahora estarían juntos para siempre.

No decidió regresar a Londres, como todos los que visitan Sydney alguna vez, se enamoró para siempre de esta importante ciudad del estado de Nueva Gales del Sur. Trabajó con más ahiníco y un año después le informaron que la administración de la compañía cambiaba de manos. Al parecer el señor Malfoy había decidido que tenía suficiente de llevar las riendas de CEI y ahora quería retirarse.

La noticia corrió en todos los medios de comunicación en materia de negocios y en todas las sucursales de CEI alrededor del mundo. El legendario Lucius Malfoy, que a pesar de sus sesenta y tres años se conservaba muy bien, dejaba el imperio en manos de su único hijo y heredero absoluto; Draco Malfoy.

Por un hecho desconocido para todos, excepto por el involucrado, Malfoy Jr. decidió instalar su puesto de mando en, precisamente, Sydney. Se lanzó una convocatoria en todas las CEI del globo, para buscar a su nuevo equipo de trabajo con el que se dedicaría a llevar a CEI a nuevas alturas y mayores alcances, posicionándole como la empresa líder en materia finaciera de su rubro.

Hermione tenía una estrecha relación con la sub-directora del departamento de recursos humanos y empresariales, Luna Lovegood. Fue ella quién introdujo el, ahora más impresionante, currículum vitae de Hermione. Por azares del destino, y a una muy discreta Mooney (para los amigos), Hermione se enteró de ello cuando fue llamada a la oficina del accionista mayoritario, el mismísimo Draco Malfoy.

Sonrió al recordar como las piernas le temblaban ese día. Había sido una suerte que llevara su traje más impecable en ese momento, aunque su otra amiga, Lavender Brown, tuviera que prestarle sus zapatillas negras de tacón de aguja, porque a las suyas se les había roto el tacón el día anterior y por eso no las llevaba. Así que temblando y con su poca experiencia en zapatos de ocho centímetros de altura, se dirigió al despacho en el último piso del edificio.

Se sonrojó ligeramente cuando recordó la mirada evaluadora que el heredero Malfoy le había echado en cuanto entró. Y ella... Bueno, ella quedó muy, MUY sorprendida. Cuando escuchó por primera vez algo sobre la decisión del señor Lucius de dejar a su primogénito a cargo, ella se imaginó instantáneamente a un hombre de unos treinta y cinco o cuarenta años. El jóven que tenía frente a ella indicándole que tomara asiento mientras él hacía lo mismo en la sobria silla de cuero negro detrás del fino escritorio oscuro, no podía tener más de treinta años.

Cuando se recuperó de la impresión bien disimulada, obedeció y se dedicó a escuchar y observar al nuevo jefe. Parecía algo más alto que ella, de amplia espalda, esbelto. De rasgos decididamente ingleses. Algo pálido, fríos ojos grises y cabello rubio-platino. Un porte de excesiva seguridad se dibujaba en cada gesto que hacía.

Prontamente le hizo saber el por qué había sido llamada a su oficina. Le comentó que estaba impresionado con su currículum académico y con su rápido ascenso en CEI. Pero que lamentablemente, no contaba con la experiencia ni el perfil necesarios para ocupar un puesto en los altos mandos, pero que él la quería trabajando en su equipo y que en un futuro, que ella cogiera la experiencia necesaria, podrían reconsiderar su puesto.

Hermione al principio se desilusiono porque sabía que no contaba con la experiencia necesaria y probablemente ni con la edad, pero al pensar a largo plazo, reconsideró la oferta que le hacía el magnate Malfoy. Ser la asistente a cargo de lo más importante en la compañía: él mismo. Practicamente sería una secretaria, pero con título pomposo y más ventajas.

Ella aprendería de los mejores y estaría al tanto de todo lo relevante que pasase en CEI. Su sueldo sería mayor y había posibilidades de un ascenso. Como el señor Malfoy diría; sería la segunda al mando. Y ahí se encontraba ella ahora. Trabajando de cerca con Draco Malfoy, como su asistente ejecutiva.

El repiqueteo suave pero constante del teléfono la sacó de sus recuerdos, levantó el auricular y atendió la llamada como exigía el protocolo, pero la voz al otro lado del teléfono la hizo relajarse.

—¿Hermione? Es Luna, ¿anda el "dragón de cuero" por ahí? —ellas habían nombrado así al jóven Malfoy en un juego de palabras, dragón por su nombre Draco y cuero por lo inegablemente atractivo que era.

—No, Luna. Aún no regresa, ¿qué ocurre?.

—Nada, simplemente quería charlar un rato. —La voz entusiasta de Luna no ocultaba la alegría que tenía después de una hora maravillosa de almuerzo con Dean Thomas, el chico de la oficina de asuntos jurídicos.

—¿Qué ha pasado? —inquirió Hermione sonriendo y cerciorándose que el jefe no se apareciera por ahí y la encontrara holgazaneando, ¿todos tenían sus momentos, no?. —¿Te ha pedido matrimonio al fin, Mooney?.

—¡No, Hermione!... No, aún no... Quiero decir... ¡Hey! —exclamó Luna Lovegood y Hermione supo de inmediato que su amiga se había sonrojado. —Dean me invitó a pasar este fin de semana en las Blue Mountains.

—¡Wow! Sabía que era cuestión de tiempo para... confirmar la cita que tenemos con ustedes la próxima semana.

—¿Hermione? —preguntó Luna pensando que su amiga se había vuelto loca, pero de pronto conprendió. —Dragón está ahí ¿cierto?.

—Por supuesto señor A´bell, nos estaremos viendo, hasta pronto, que tenga un buen fin de semana. —Hermione se apresuró a colgar el teléfono y de inmediato se puso de pie cogiendo los papeles que tenía en su escritorio. —Señor Malfoy.

Hasta ese momento, el apuesto hombre se había quedado mirándola desde la entrada. Hizo una seña de que lo siguiera. Ella se apresuró obediente detrás de él hasta entrar al despacho que estaba detrás de las puertas de madera.

La oficina estaba lujosamente decorada. Fría y que invitaba a la astucia. Las paredes rocosas de granito oscuro eran elegantes. Amplios ventanales tenían un asombroso panorama de la ciudad y parte de la zona costera. Una gran chimenea en el lado izquierdo y el sofá del lado derecho combinaban a la perfección. La alfombra era maravillosamente exquisita y permitía que el escritorio y el mini bar a juego lucieran sin parecer excesivos.

—¿Tiene los informes que le pedí esta mañana, Granger? —interrogó el rubio a Hermione, que entraba apresurada y cerraba la puerta tras de sí mientras él tomaba asiento en la gran silla de piel negra.

—Si señor, aquí los tiene. —Sintió como se ponía nerviosa cuando su jefe la escudriñaba con la mirada. Había tenido un par de fantasías donde el involucrado era el tirano de su jefe. No podía negar que el rubio, a sus treinta años tuviera lo suyo, pero dudaba mucho que fuera amor. Simplemente estaba en la edad de sentir esas... necesidades.

—Bien. —Con un ágil movimiento se puso de pie y metió sus cuidadas manos a sus bolsillos. Con el andar de una fiera, rodeo el escritorio que le separaba de la guapa mujer que estaba parada a la mitad de la oficina, al parecer esperando instrucciones. Hubo unos segundos de silencio, donde él se colocó atrás de ella cuidadosamente. A su fina y respingada nariz llegó el aroma embriagador que la chica desprendía. No sabría describirlo.

—Señor —murmuró la chica sin evitar tensarse un poco al tenerlo tan cerca, pero guardando la compostura, se alejó de él hasta llegar al escritorio y poner los papeles que cargaba. —Le recuerdo que tiene programada para hoy una cita con su prometida Astoria Greengrass a las siete en el restaurante de la Sydney Tower, en el 360° bar and dining.

—Uhmm —gruñó el hombre con un deje de frustración. Se dirigió de nuevo a su escritorio y con molestia se puso a leer la carpeta que su asistente le había entregado. Pasados unos instantes sintió la presencia de la jóven. —¿Se le ofrece algo más, Granger?.

—No... No señor. —Se disculpó la chica algo confundida, pues él era quien la había llamado al despacho. Salió sin prisa alguna, pues ya no tenía deberes para almenos el resto de la tarde. Sonrió eficiente y satisfecha consigo misma. No vió como su jefe miraba su andar hasta la salida.

—Esta mujer me va a volver loco. —Una sonrisa se dibujó en su rostro. Hermione Granger le intrigaba mucho. Se le hacía tan... apetecible. Con esas caderas y largas piernas. De seguir así no tendría control. Y él estaba a meses de casarse con la más jóven de los Greengrass. Además de que Granger era una empleada, muy por debajo de su nivel.

Una relación con ella no le traería nada bueno. ¡Pero cómo lo ponía el sabor de lo prohibido!. Además era evidente que ella rechazaba todo pequeño contacto que rayaba más allá de lo profesional. Hasta parecía frígida, pero su instinto le decía que era todo menos eso y su instinto nunca le había fallado. Tal vez, sólo tal vez, podría permitirse tener una aventura antes de casarse. Sí. Hermione Granger sería suya, al menos por una sola noche.

Si Hermione Granger hubiera tenido la capacidad de leer la mente de las personas a su alrededor, quedaría con el rostro completamente rojo por el resto de su vida, pero como no poseía poderes mágicos (al menos en este mundo), se dedicó a hacer una llamada pendiente desde la mañana.

—Sirius Company, habla con usted Ginevra Weasley de servicio al cliente, ¿en que puedo ayudarle?. —La amable voz del otro lado de la línea, indicó a Hermione que era una chica jóven quien la atendía.

—Ginevra, ¿puedo llamarla Ginny?, bien. Habla Hermione Granger, G-r-a-n-g-e-r.

—¡Oh, sí! Señorita Granger, ¿que puedo hacer por usted?

—Mire, tengo un problema. Hace dos meses compré una casa con ustedes a crédito, en Manly beach. Y se supone que la recibiré el próximo mes, pero me urge mudarme ahora mismo.

—Ya veo, ¿quiere saber si es posible hacerlo de inmediato?. —Preguntó la tal Ginny amablemente.

—Así es, ¿Habría algún inconveniente?. —Mientras decía esto, cruzaba los dedos debajo del escritorio, rápidamente añadió. —Recibí las llaves dos semanas atrás, me he pasado por ahí y únicamente faltan algunos ajustes en la cocina y el baño de la recámara principal. Y se todo ese problema de lo que estipula el contrato, como amablemente me informó otra chica hace unos días, pero es que en serio me urge cambiarme de domicilio a la de ya. Y no pienso dejar de molestar hasta que me den un sí por respuesta.

—De acuerdo, trataré de comunicarla con un superior para ver que podemos hacer, porque esto se sale de mis manos.

—Ginny, me urge para este fin de semana. —Presionó Hermione no dándose por vencida.

—Esta bien, trato de comunicarla, pero no le prometo nada, ¿le parece bien? —preguntó tranquila la pelirroja desde su cubículo en Sirius Co. Al escuchar que la clienta aceptaba presionó el botón rojo para que se escuchara una melodía en el teléfono. Después, presionó el botón verde. Una voz masculina le contestó del otro lado.

—¡Remus!. Que suerte tengo al encontrarte.

—Ginevra, estoy ocupado, ¿qué sucede?. —Remus Lupin, encargado del departamento de entregas contestó con impaciencia através del altavoz del teléfono en su oficina.

—¡Vaya! Se ve que el trabajo de oficina te pone de mal humor. Sabes que soy Ginny, no Ginevra. —Reprochó la pelirroja por la seca respuesta de uno de los mejores amigos de la familia, por eso lo trataba con familiaridad. —Tengo un caso esperando, su nombre es Hermione Granger, dice que su casa se le entregará en un mes, pero que le urge tomar posesión para este fin de semana.

—Dile que el contrato estipula que la casa se entrega en tres meses a partir de la fecha de compra. Diablos, Ginny, conoces el protocolo. —Exclamó impaciente otra voz.

—No me maldigas, Harry Potter—amenazó Ginny y los hombres que la escuchaban sonrieron al imaginarla haciendo el mismo gesto de su madre, Molly Weasley, la señora que los consideraba parte de la familia desde que el hijo de los Potter se hizo amigo de su Ron en la preparatoria.

—Lo siento.

—Es lo menos que puedes hacer. Pero bueno, que Hermione insiste en que debe mudarze y que aún sin autorización piensa hacerlo.

—¿Hermione?—preguntó escéptico Harry Potter —ya te cayó bien, Ginny —no era una pregunta, era una afirmación que comprobó cuando Ginny emitió un sonidito. —Ahora no vas a dejarnos en paz hasta que ella esté satisfecha, ¿Verdad?.

—Aciertas. —Admitió Ginny sin reparo. —Además ya conoces el lema de la empresa.

—Si, lo conozco Ginevra, te recuerdo que...

Remus Lupin escuchaba divertido la conversación que al principio le competía a él. Y al saber que la clienta debía estar esperando en la línea, se apresuró a interrumpir a Harry. —Comunícame con ella, ya lo arreglo yo.

—Gracias, Remus. Y di a Harry de mi parte que es un cabezota y que le urge una novia aunque sea inflable. —Presionó unos botones antes de que el muchacho contra-atacara y de inmediato comunicó a Hermione con Remus.

—Buenas tardes, señorita Hermione, le atiende Remus, me han comunicado su situación. —Contestó con humor Lupin al oír el último comentario de la pelirroja. Su agradable tono de voz agradó a Hermione y presintió que llevaba las de ganar.

—Si. —Y se dispuso a darle una rápida explicación. Su casa actual, que le dejaron sus padres al morir, era una vieja casa de madera. Esta casa tiene cinco habitaciones, dos baños, una cocina, comedor y una estancia. Un cuarto de lavado y un pequeño jardín trasero. En fin, era una típica casa australiana. Para permitirse unos ingresos extra, decidió que la casa era muy grande para ella y puso las habitaciones a la renta, quedándose un solo cuarto para ella y rentando los demás a estudiantes extranjeros.

El problema, es que rentó hasta su última habitación, pero a la persona a la que lo hizo adelantó su viaje y llegaría el lunes y la estancia a un año ya estaba pagada, de hecho fue parte del enganche para su nueva casa. Le urgía cambiarse y no le importaban los últimos detalles que hicieran falta.

¿Quién rayos le pondría ese nombre a su hija?. Eran los pensamientos del jóven que escuchaba junto a Lupin el parloteo interminable de esa tal Hermione. Hermione. Que nombre tan extraño. Y por su forma de hablar deduzco que está desesperada. Ha de ser una solterona de oficina. Ya la imagino. Toda una solterona en la extensión de la palabra. ¿Qué hacemos? Es evidente que no va a dejar de hablar hasta que Remus de una respuesta positiva.

—Eh... ¿Señorita Granger? —preguntó Remus aprovechando una pausa de la chica. —Usted sabrá que en Sirius Co. nos tomamos en serio nuestro trabajo y parte de ello es que usted quede satisfecha con ello. Por esto, es aceptable que se mude cuanto antes a su nuevo hogar. —La mirada inteligente y pícara de Remus hizo que Harry lo mirara con desconfianza. En ese instante entró su padrino por la puerta de la oficina de Remus. Era un hombre adulto y bastante atractivo con un magnífico gusto para vestir. Se sentó junto a Harry quien le puso al tanto del problema que estaba tratando Remus.

—Aquí señala el computador que son simples trabajos de carpintería. Colocar las puertas a la cocina integral, poner el decorado final del techo. Y en el baño es terminar de instalar los muebles y el barnizado de la repisa. Permítame un segundo. —Presionó un botón y miró a su amigo de toda la vida, Sirius Black, el cual había fruncido el ceño. —¿Qué pasa?.

—Ahora no hay personal de carpintería disponible, ¿recuerdas?.

—Lo se. —Respondió Remus tranquilamente cruzando una mirada de entendimiento con Sirius. Quien sonrió al instante asintiendo. Harry los miró confundido. —¿Señorita Hermione?, si, es un hecho que usted puede cambiarse de inmediato. Veamos, le urge mudarse este fin de semana, así que le propongo lo siguiente. —Le fue inevitable no sonreír, sobretodo por la cara del jóven al que consideraba como a un hijo suyo. —Nos gustaría más que nada, entregarle la casa terminada. Así que... ¿Le importará que envíe a alguien a finalizar los detalles? Quiero decir, que durante dos semanas, una persona irá a terminar lo que falta de hacer, que son los detalles en la cocina y en el baño.

—Por supuesto que me parece bien. —Respondió Hermione sin querer demostrar la inmensa felicidad que sentía. Acordaron que el enviado iría a su nueva casa las siguientes dos semanas para concluir el trabajo restante. —Entonces así quedamos señor Remus. Gracias, ahora debo colgar. Hasta luego.

Y colgó. Al fin se trasladaría a su nueva casa. ¿Quién imaginaría que un simple cambio de casa, cambiaría su vida para siempre?.


¡Hola a todos!

Aquí les dejo mi nuevo fic. Es un universo alterno. Espero que lo disfruten y me hagan saber sus comentarios. Ya es una historia planeada y avanzada. Constará de unos seis capítulos con todo y epílogo. Me he inspirado en todos los libros de amor que he leído, en esta bellísima ciudad australiana y en algunos jugadores de rugby profesionales ¡je je!.

Creo que es evidente mi cariño a Sydney, pero también a esta pareja que me gusta mucho y debo admitir, que no pensaba involucrar a Draco Malfoy en este fic, pero ya ven que la historia se apodera de uno y termina apareciendo nueva inspiración. Es la magia de escribir, ¿qué le vamos a hacer?.

El fic no gira entorno a este fantástico deporte como lo es el Rugby, pero creo que os gustará.

Aprovecho para agradecer a todos los que han leído y/o están leyendo mis otros fics. Y si no, los invitó a hacerlo, soy relativamente principiante y sus opiniones me encantará saberlas.

Gracias y nos estamos leyendo,

Atte. Orquídea Negra.

**La licenciada que debió ser RocK StaR**

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