Tercer cumpleaños de Ichigo, ¡por fin! Desde luego soy lo peor poniéndome plazos. Pero bueno, aquí está. Para quien haya leído "Para el tiempo y la distancia", todo le resultará muy familiar. Quien no, no pasa nada, se puede leer sin problemas.

Y aquí acaban mis cumpleaños de Ichigo, el año que viene más.

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Rukia bostezó y decidió darse la vuelta en la cama. Pero un bulto pequeño le hizo no darse la vuelta del todo, podía hacerle daño. Levantó un ojo sin muchas ganas y vio a su hija pequeña de cinco años dormida como un tronco entre Ichigo y ella. Desde que vivían en esa casa, a la niña no le gustaba dormir sola y era casi imposible que ella e Ichigo tuvieran algo de intimidad para hablar como dos adultos. Pues habían palabras prohibidas para una niñita de cinco años como Miyako.

Pero en ese momento, y como arte de magia, la pequeña se desperezó. Y más rápido de lo que la cabeza de Rukia pudiera asimilar se levantó y se puso a saltar sobre el colchón para despertar a su padre.

-¡Papá! ¡Papá! ¡Papá! –gritaba como si se acabara el mundo conocido.

Tras un gruñido sin sentido, su papá habló.

-¿Qué pasa? –su voz cansina indicaba que no había dormido mucho, y que estuviera sudando a esas horas, que había hecho un calor de mil demonios.

-¡Feliz cumpleaños! –y se abalanzó a abrazarlo.

-Gracias, Miyako –sonrió y comenzó a rascarse la cabeza como cuando era adolescente.

-¡Voy a por tu regalo!

Así, la pequeña salió disparada con su peluche favorito: Takara, bien cogido por una pierna. Era extraño como se habían acostumbrado los dos a esa escena. Su hija corriendo por el pasillo con el peluche colgado.

-¿Y tú? –preguntó con una ceja alzada.

-¿Qué? –sonrió Rukia.

-¿No me vas a felicitar?

-Por supuesto.

Se acercó lentamente para besarlo, pero el momento se rompió prontamente al aparecer su hija con algo muy pesado en la mano. El regalo de Miyako no podía calificarse del mejor del mundo, pues era un dibujo hecho entre macarrones, lentejas y cosas varias que había pegado con pegamento y algo de plastilina. Eso si, era muy original.

-¿Esto que es? –preguntó Ichigo.

-Bawa-Bawa –sonrió la niña.

Fue entonces cuando Ichigo cayó en la cuenta, era una representación bastante imaginativa de su hija de una ocasión en la que Bawa-bawa, el simpático hollow-intestinal, había ido a la tierra y se había plantado en la puerta de la Clínica Kurosaki. Todo el mundo abandonó la misión y él tenía que mandarlo de vuelta a Hueco Mundo. Fue muy duro, pero su hija lo admiraba más desde aquello.

-Pero hay más, tengo dos regalos –levantó su manita haciendo el gesto inequívoco de felicidad.

-Bien, pues dámelo.

-Aún no ha llegado.

Ichigo frunció el ceño, su hija estaba demasiado unida a su padre, mucho más de lo que él quisiera, y como su padre hubiera tramado alguna de las suyas… ¡Por Dios! Miyako tenía tan sólo cinco años ¿cómo podría…?

Cómo habían quedado para comer en casa de su padre, se fueron arreglando poco a poco para salir. El problema era que cuando Rukia se estaba cambiando, Ichigo arreglaba a Miyako, la vestía y peinaba. Y cuando por fin él podía irse a cambiar, la niña estaba otra vez con el pelo revuelto de andar jugando por el pasillo con sus muñecos. Y le tocaba a Rukia, otra vez, volver a ponerla en solfa.

A las doce y un minuto de la mañana, de aquel quince de Julio, Ichigo escuchó el timbre de la puerta. Fue en ese momento cuando se temió lo peor, lo que estaba por llegar y supo, que no estaba equivocado.

-¡Bya-kun! –gritó la pequeña felizmente.

Oh, oh, pensó Ichigo, aquí estaba su queridísimo cuñado. El que siempre le recordaba que Rukia y él no estaban casados y que la situación de Miyako era muy irregular para ser una futura noble del Seretei. Miedo le daban las largas charlas de Byakuya, más que nada porque tenía que soportarlas, sino tendría problemas con Rukia.

-Hola Kurosaki –dijo sin más.

-¿Qué hay, Byakuya?

-¡Papá este es tu segundo regalo! El abuelo dijo que te haría mucha ilusión.

Que irónico sería que el mismo día de su cumpleaños, él matase a su padre, pero había muchas papeletas en el asunto.

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-Nii-sama –comenzó a decir Rukia mientras caminaban hacía la casa de los Kurosaki. Ichigo y Miyako iban más adelante- podrías por favor no agobiar hoy a Ichigo con nada.

-¿Por qué, Rukia?

-Es su cumpleaños y suficiente tiene con…

-¿Con qué?

¿Cómo explicarle a su nii-sama la relación de Ichigo con su padre? Él no había visto ni la mitad que ella, y ya estaba bien que sólo uno diera el follón.

-Bueno, entonces hablaré contigo –sentenció.- Tenéis que casaros como es debido, y cuanto antes mejor, no puedo seguir soportando la vergüenza de que mantengas relaciones con un humano –casi escupió la última palabra- y que ni tan siquiera estéis casados. Es más, Miyako, ahora mismo, es como si fuera sólo hija tuya a ojos del Seretei.

­-No, nii-sama, todos saben que es hija de Ichigo.

-Pero el Clan Kuchiki no lo acepta.

-¡Tampoco me acepta a mi!

-Pues tienes que cambiarlo, y el primer paso es casaros como es debido, aquí y en la Sociedad de Almas. Y después necesitáis más niños, el Clan lo necesita y como cabeza del mismo yo no voy a tener hijos, Rukia, no concibo tener otra mujer que no fuera tu hermana, así que la responsabilidad es tuya.

-Comprendo, nii-sama…

Rukia sabía que no podía decirle a Ichigo todo eso porque se encabezonaría más y no habría manera de entrarlo en razón. Ahora, había otras maneras más directas de las que no podría escapar. Lo que no sabía es si ella saldría ilesa de su plan.

Era una ocasión familiar, de verdad, tan sólo la familia más cercana estaba invitada, nada de amigos, con ellos ya celebrarían por la noche. Para Rukia fue difícil pensar cuándo soltar la bomba, si a la comida o por la cena, y decidió hacerlo en familia. Así, cuando Ichigo quisiera matarla, su padre haría de escudo humano. O al menos eso esperaba.

Yuzu se lució preparando una comida espectacular, la pobre se había pasado la noche anterior haciendo el postre y toda la mañana cocinando para su hermano, y todo sea dicho para Kuchiki Byakuya, que le infundía verdadero temor.

Fue en la comida, entre el primer y segundo plato, cuando Rukia pensó que Ichigo lo asimilaría mucho mejor. No lo haría de manera espectacular, no estaba en su naturaleza, en cambio si lo estaba el hacer lo que ella quería cuando le diera la gana.

-¿Así que no tienes ninguna novedad, Rukia-chan? –preguntó Isshin con toda la intención del mundo de comenzar una conversación sobre darle hermanitos a Miyako.

-Pues si tengo una –bien, era la suya.

La cara de Isshin se iluminó como una bombilla, su hermano se quedó mirándola lánguidamente cómo él solía hacer, la atención de las hermanas fue fácil de captar, pero Ichigo sólo levantó una ceja a modo de interrogación. Por supuesto, Miyako siguió comiendo como si tal cosa, pensando en porqué su abuelo estaba tan callado.

-Ichigo y yo hemos decidido formalizar nuestra relación, al menos ante la Sociedad de Almas.

-¿Ah así? –preguntó Ichigo mientras comenzaba a atacarle un tic nervioso.

-¡Felicidades! –gritó Isshin tapando la débil voz de Ichigo.- ¡Masaki tenemos boda!

-¡No, no! ¡Formalización! No boda…

Pero se había formado tal jaleo que nadie escuchaba ya a Rukia. Yuzu comenzó a planificar todo lo que pensaba era imprescindible. Karin se reía a carcajada limpia de la cara de su hermano. Byakuya asentía con la cabeza mientras Isshin le abrazaba. Ichigo no podía reaccionar.

Miyako se acercó a su madre, que parecía la única cuerda de todos.

-¿Qué pasa mamá?

-Cariño, no pasa nada, pero será mejor que no te alejes mucho de mi –sonrió tristemente.

Bueno, utilizar a su hija como escudo para no pelearse con Ichigo, no estaba bien, desde luego, pero peor sería soportar la ira y el mal humor del chico. Sabía que en algún momento tendría que enfrentarlo, pero no en ese momento, cuando había hecho a todos tan felices.

Pero su pequeño escudo ante el shinigami sustituto se fue rápidamente cuando Isshin decidió explicarle qué significaba que sus padres formalizaran su relación.

-Tenemos que hablar.

-Lo se.

La arrastró al que fue su cuarto, agarrada del brazo. No llegaba a hacerle verdadero daño, pero aún así dolía.

-¿Qué demonios…?

-¡Feliz cumpleaños! –le dijo Rukia con una falsa sonrisa en su cara.

-¿Ese era tu regalo de cumpleaños? ¿Una maldita soga al cuello? ¿Una encerrona? Hacer que quede como un idiota delante de mi familia y de tu hermano, sí, ha sido un bonito regalo Rukia.

-Bueno, ese es otro punto de vista, pero tal y como iban las cosas jamás iban a avanzar… y yo creí que era la mejor manera.

-¿Y por qué no me has dicho nada antes, joder? –gritó algo furioso.- Nunca me habías dicho nada de esto, hasta ahora.

-Hace tiempo que lo llevo pensando, a decir verdad –y no mentía.- Es más por Miyako, quiero que la acepten en el Clan Kuchiki y que conozca de donde viene, yo no soy humana, y ella tampoco lo es del todo, necesita saber quien es y todo comienza por esto, Ichigo, sino jamás nos aceptarán de nuevo.

El estirado Clan Kuchiki era incapaz de ver más allá de sus narices, y por mucho que Byakuya había luchado por su sobrina y por Rukia, las expulsaron sin más del Clan. En cambio, una de sus familiares más importantes, le había dado a Rukia una lista con todo lo que tendría que hacer para volver a integrarse, en un tiempo, a su familia. Y todo comenzaba con una regularización de la situación. Por supuesto, con el poder espiritual de Miyako, ella podría ser alguien importante, ¿Quién sabe? Quizás hasta Capitana de algún escuadrón en un futuro. Eso lo sabían perfectamente los Kuchiki, pero aún así tendría que ser bajo sus normas, ya las habían roto demasiadas veces esos dos: Ichigo y Rukia.

En el piso de abajo, Miyako no comprendía muy bien cómo iba a cambiar su vida, sus padres ya vivían con ella, no como antes, cuando estaban su madre y ella solas. Pero bueno, si con eso iba a poder comer mucho pastel –según le había dicho su abuelo- y además su tío estaría más días con ella, no parecía una mala idea.

Miyako sonrió, era el primer cumpleaños que pasaba con su padre y la verdad era que le había encantado.

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¡Feliz Cumpleaños Ichigo! He visto cumpleaños mejores que los tuyos.