Todo el santuario brillaba en su esplendor. Esa tarde había algo que no lo hacía. Era una mujer que se ocupaba de los jardines traseros de la casa de Atenea, estaba trabajando desde hacía poco y uno de los guardianes la acosaba constantemente pidiéndole la famosa "pruebita de amor". Desgraciadamente no era un semental de hombre ni tampoco fino en las artes amatorias por decirlo así; además, ella no estaba allí en busca de hombres, sino de un buen salario para que su familia viva mejor.

No obstante como dice el dicho "pueblo pequeño, infierno grande". Toda el área de aprendices de caballero sabía de la presencia de la nueva musa inspiradora y no era para menos. Aunque fue dotada de poca estatura (1.55m) y curvas delicadas sí, tenía una belleza casi angelical; cabello castaño oscuro crespo -para muchos parecía una cascada indómita a media noche-, ojos miel que se tornan pardas con la luz del sol y piel trigueña. De esa clase que hacen que los muchachos de gustos refinados piensen dos veces antes de rechazar un partido como ella. No se sabe el por qué Seiya, caballero de pegaso afirmaba que no era nada fuera de lo común, aunque él tampoco niega que tiene su encanto.

Todos los día a la mima hora salía al patio y mimaba las rosas de la entrada de palacio, luego daba la vuelta y consentía los retoños de un viejo ciprés y por último limpiaba los corredores de mármol del jardín central -¡una dulce melodía!- suspiraban los aprendices, que de cuando en cuando eran sorprendidos por sus tutores holgazaneando sin permiso.

-hola pequeña, me recuerdas?- saludó un hombre blanco, con los dientes partidos y un hedor a sudor y tierra

-como olvidar una cara tan asquerosa como la suya?- respondió la chica con desgano

-¡que halago!- afirmó con una sonrisa atroz

-¿Qué quiere ahora?- alzando su ceja derecha y haciendo un mohín

-lo que vengo a buscar todos los días pequeña, el amor incrustado en tus entrañas virginales

-¡OH! Eso es lo que quiere este tipo- pensaba un misterioso hombre detrás de los arbustos que trataba de meditar fuera de su lugar acostumbrado –y ahora, que le dirá ella?

-para que quiere eso de mí?- replicó castañeteando sus dientes de ira

- para satisfacer mi hombría por supuesto- sin mas ni más se fue acercando a ella y ella comenzó a retroceder, a cada momento se hacía mas rápida la persecución hasta llegar a correr pero como se deben imaginar, él la alcanzó, abrazándola de tal manera que no pudiera soltarse y la arrastró hasta una aglomeración de arbustos que brindaban el escondite perfecto para dejarse "llevar por el amor". Las mujeres tenemos el timbre perfecto para hacernos notar por los gritos, pero nadie la escuchó. Él los ahogaba con su mano, aunque se esforzaba por hacerla callar algo perturbó su intención, le tocaban la espalda repetidas veces y al darse la vuelta vio lo que jamás en la vida deseó ver… -Qué pretendes hacer con ella en un lugar como este?, contarle un secreto?- era Shaka de Virgo vistiendo su armadura quien había escuchado la discusión –pues… pues… señor yo…- no podía con la impresión y su cara palideció

-quería tocarme!-gritaba temblando mientras lloraba y se alejó del lugar como pudo.

Tomó al palidecido guardián y lo levantó, se lo llevó a la arena del coliseo y… solo sangre esparcida por la arena y más escombros por aquí y por allá. Los demás guardianes y aprendices que observaron atónitos por el abrupto encuentro cargado de arrepentimiento y súplicas quedaron advertidos, ordenándoles por supuesto recoger al herido de muerte. Luego de hacer respetar la ley del Santuario se fue a buscar a la chica a la cocina de palacio pero no la encontró –Señor Shaka la señora Atenea lo busca- le informó Tatsumi al verlo.

-En donde está ella?

-En el salón comedor con una de las mucamas- de inmediato subió al salón y encontró a Atenea con la mujer que vio en el jardín central, quien al verlo se escabulló sin lograrlo pues el generoso Shaka fue más rápido y la acorraló en el marco de la puerta.

-Hola! Buenos días tenga usted- saludó el caballero sin desnudar sus ojos y una sonrisa de oreja a oreja.

-hola!- respondió la chica

-como te llamas?- preguntó él siempre al grano.

-Erika... - ya su alma le pertenecía, no había marcha atrás. Todo su poder caería sobre ella algún día, no estaba seguro cuando pero pasaría.

-Me llamo Shaka! Es un placer saber tu nombre. Me da gusto conocer a la persona más popular de todo el Santuario por estos días, qué se siente ser la persona más famosa de este lugar?- dijo con burla en su voz

-Se siente horrible y más, después de lo que acabó de suceder - respondió todavía asustada.

-Qué acaba de suceder?- pregunta Atenea desde la esquina izquierda del comedor

-ah… - giraron los dos al tiempo un tanto asustados, ella más que él.

-alguna vez has tenido que lidiar con un hombre que se cree el macho del año y quiere… ya sabes… sexo como sea?- respondió Shaka acercándose a la diosa

-eso fue lo que pasó?- preguntó Atenea levantando una ceja

-sí- contestaron los dos al tiempo

-dime Shaka, qué hiciste con ese hombre?- preguntó extrañada con su actitud

-lo asusté!- respondió con orgullo

-OH! Y si lo repite lo mataras, verdad?- inquirió la diosa con las manos en la espalda y todo su cabello hacia adelante lacio y controlado

-ah… eso creo!- respondió rascándose la cabeza como si lo hubiera hecho sin querer queriendo

-la próxima vez quiero saberlo primero, y eso va para los dos

-sí señora- Erika hizo una reverencia y se fue, mientras que el caballero se quedó para conversar un rato más con su señora

-uh!- un suspiro salió de lo más profundo de su ser. Cuando llegó a la cocina un sinnúmero de órdenes invadieron su día; lava estos platos que están acumulados en el piso, trae agua del pozo, lleva esta vajilla a la casa de Tauro, ayuda a lavar este mantel, corta flores para todos los floreros, limpia los pisos del salón de las armaduras, vístete mejor, alista los platos y copas para la sena de esta noche, no vallas a derramar nada a la hora de servir la guarnición, prepara el vino; No hables con los invitados, ni con los caballeros, solo sirve y ya! –aahhhhh!...

En la noche su cabeza quería explotar, solo un poco de masajes le ayudó

-gracias Al sin ti no podría levantarme mañana!- Al- Fayet, un muchacho algo escuálido de piel morena aceitunada y cabello negro algo ondulado y ojos un tanto rasgados, que le guió en su primer día de trabajo y fue como un ángel caído del cielo.

-no es nada, solo es cuestión de saber como relajarse!

-donde lo aprendiste?

-mi padre era hindú y madre era china ya te puedes hacer a la idea de donde lo aprendí