N/A: Los personajes de este fic le pertenecen a J.K. Rowling (salvo los inventados por mí) y no tengo intenciones de lucrar!!
N/A: Espero les haya gustado el Fic, a mi me gustó mucho escribirlo. Espero encontrarlos nuevamente más adelante (los estudios, uffff) y con suerte, a otros más también!!
Capitulo 23
Hermione, desesperada por escapar y no morir en el intento, trastabilló nuevamente y se fue de bruces contra el suelo; apenas tuvo tiempo de frenar su caída con sus manos, y rápidamente giró su cuerpo apuntando su varita hacia atrás, esperando nuevos ataques de Bellatrix o incluso Voldemort, pero…
No había nadie por allí.
Con sus ojos abiertos y su respiración agitada y agotada, buscó nerviosamente por los alrededores cualquier indicio de batalla o mortífagos, de gigantes destruyendo el castillo o de mantícoras, pero no parecía haber movimiento alguno. Aún tirada en el suelo, se sentó cansada y dolorida; sus heridas en su pierna y espalda la estaban torturando, y su rostro estaba marcado por un par de cortaduras de las que ya no salía sangre.
Expectante, se puso de pie con esfuerzo. Estaba cubierta de tierra y su aspecto era patético, pero no le importaba; apretó con su mano el giratiempo que le había arrebatado a Voldemort cuando éste había caído al suelo, intuyendo lo que había ocurrido, pero le costaba creerlo. Si aún podía escuchar los gritos de angustia y los golpes destructivos de los gigantes!
Era de día. El contraste entre la oscura noche y la claridad del día no era nada en comparación con la tremenda diferencia entre el caos y pandemonium de la salvaje batalla y esa tranquilidad absoluta que reinaba en los terrenos delanteros del castillo. Era tal el contraste que su mente apenas podía comprenderlo; hacía escasos minutos luchaba por su vida junto a unos pocos alumnos que quedaba en pie en inferioridad de condiciones; hacía escasos minutos su más que amigo Harry se había abalanzado sobre ella para interponerse en el camino de la maldición asesina que Voldemort le había arrojado, salvándole la vida a un costo horrible e inaceptable para ella.
Con sus ojos asombrados recorría la silueta del hermoso e intacto castillo, como si las imágenes de gigantes golpeándo sus paredes y provocándole profundos daños fueran producto de una espantosa pesadilla. Comenzó a caminar azorada hacia la zona de la batalla, intentando convencerse de que eso sí había sido un horrible sueño, pero el recuerdo de tanto dolor y muerte era muy vívido y real. Aún con su varita enarbolada, observaba el suelo cubierto de hierba verde y no pudo contener su llanto.
Qué había sido de Ginny y Parvati, de Corner y Andrew? De los profesores, de Hagrid, de los gemelos hermanos de Ron? Qué había sido de su amigo Ron? Y del cuerpo de Dumbledore? La muchacha tuvo que arrodillarse en el suelo y sus piernas temblaban incontrolablemente; su mente le estaba jugando una mala pasada: los cuerpos de todos los que conocía y de alguna forma respetaba y quería yacían muertos por doquier, horriblemente asesinados bajo la oscura y fría noche… y seguía escuchando las horribles carcajadas de Voldemort y Bellatrix sumidos en sus éxtasis por tanta muerte y barbarie.
Tuvo que esforzarse al máximo para sacarse esas terribles imágenes de su torturada mente. Se incorporó y respiró hondo varias veces, intentando controlar su ataque de pánico; debía poner a trabajar su mente lo más pronto posible. Eso no era un juego, ni estaba experimentando con el tiempo para una tarea de alguna asignatura.
"Entonces… debo suponer que aún no ha sucedido nada?" Pensó para sí misma.
Ya con sus pulsaciones normalizándose pero aún entre sollozos tuvo que suponer que el giratiempos que le arrebató a Voldemort estaba cargado mágicamente; de alguna forma debía averiguar la fecha o el año al que había ido a parar y así trazar un plan, el que fuera, aunque ya tenía uno muy en lo profundo de su mente… desde el día en que Harry le contó todo sobre él y sobre cómo Voldemort había llevado a cabo su increíblemente desastroso plan de modificar la realidad.
Por lo pronto, sólo podía saber que era el mediodía gracias a la posición del sol, y que no sólo no hacía frío sino calor. También supuso que era muy posible que fueran las vacaciones de verano puesto que no había visto un alma desde que había… llegado… a ese tiempo.
"Piensa Hermione, piensa…"
La chica miraba el pequeño y dorado artefacto que se hallaba sobre la palma abierta de su mano. Podría ir a buscar a Dumbledore a su despacho, de quien se decía que pasaba los veranos fuera del castillo pero nunca se había sabido a ciencia cierta. Descartó automáticamente al resto de los profesores ya que no deberían enterarse de lo que estaba sucediendo… ni que le fueran a creer; además, debía permanecer en el anonimato sin mezclarse con gente y sin arriesgarse a modificar sin querer la línea de tiempo. Sabía que el giratiempos era un artefacto mágico poderoso pero que jugar con el tiempo era siempre catastrófico.
"Demonios, tengo que salir de Hogwarts."
Presa de una repentina urgencia por saber en qué momento de la historia había caído (y si aún estaba a tiempo para proceder) se largó a correr rumbo a las rejas de la entrada pero se detuvo a los pocos pasos, fastidiada.
"No puedo salir, nadie puede salir del castillo!"
Soltó un gritito de exasperación recordando que sólo Hagrid y algunos pocos profesores poseían las llaves mágicas de la entrada del castillo, además del director. Pensó en atravesar el bosque prohibido, incluso nadar a través del lago hasta la otra orilla pero sabía que no podría lograrlo en las pésimas condiciones en las que estaba. Y cuando estuvo a punto de sucumbir a la tentación de ir hacia el despacho del director (y arriesgarse a que Filch la atrape) recordó haber escuchado sobre la manera en la que Voldemort y varios mortífagos habían ingresado sorpresivamente en Hogwarts.
Haciendo un largo rodeo para evitar la cabaña de Hagrid, corrió con dificultad a través de los terrenos hasta que llegó exhausta al sauce boxeador.
***HP***
Casi una hora después de arrastrarse penosamente por un interminable túnel, la muchacha ingresaba en una taberna de mala muerte, al final de una calle en Hogsmeade; nunca había estado allí y cuando vio el estado del lugar comprendió por qué casi ningún alumno la elegía para pasar el tiempo durante las salidas.
Fue directamente hacia el vetusto y sucio mostrador, en donde un anciano de barba blanca y ojos azules limpiaba unos vasos, mirándola con desconfianza; el olor a cabra le resultaba realente llamativo.
"Buenos días, yo… una cerveza de manteca por favor."
El barman tomó una botella cubierta de polvo y se la entregó así como estaba, sin decir una palabra. La mirada de Hermione había sido elocuente por demás al notar el estado de la botella.
"Está… demasiado sucia para ti? Lo siento, la limpiaré, es que no creí que te molestara… debido a tu estado."
Hermione sabía que estaba lastimada y cubierta de manchas de tierra, y que su cabello lucía espantosamente, pero igualmente no le gustó el tono del anciano.
"Te han… asaltado? Quizá te han atacado?"
"No… estuve perdida algunos días, buscando algunas criaturas mágicas."
"Oh, claro." Respondió el cantinero, apoyando la botella que había limpiado. No sabía si le había creído o no, pero no le importaba; sólo le importaba descansar unos minutos y calmar su horrible sed, y si fuera posible averiguar en qué año se hallaba.
"Tiene usted un periódico, si fuera tan amable?"
Bufando, el cantinero sacó un pliego desordenado de papeles y se lo tiró en el mostrador de malas maneras.
"Es de hace tres días, creo. Ya no lo compro, no sucede nada interesante en el mundo mágico."
Agradeciendo con su cabeza y curiosa por lo que el anciano había dicho, fue a sentarse a una mesa. La silla que escogió estaba chueca, y la mesa (en el rincón más apartado para que nadie la viera) sucia y cubierta de polvo, como el piso del lugar. Pero en comparación con su estado o con todo lo que había vivido unos pocos minutos atrás, eso no era nada. Dio una rápida recorrida a la taberna con sus ojos, y no le extrañó que no hubiera un alma allí.
"Por Merlín, no puedo creer que me he sentado."
La tensión de lo recientemente sufrido comenzó a ceder un poco, y su cuerpo descansó por primera vez en muchísimas horas. La silla era incómoda pero no se quejaba, y se llevó la botella a la boca para tomar un largo trago con desesperación mientras echaba una ojeada a la portada del periódico…
"17 de Julio de 1991"
El periódico, que tenía ya tres días, confirmó lo que ella venía suponiendo para sus adentros: que el giratiempos que estaba en poder de Voldemort afortunadamente había recargado toda su energía, o mejor dicho toda la energía extra que el hechicero oscuro recargó de alguna manera en el artefacto mágico. Sonrió al mismo tiempo que negaba con su cabeza, aún no pudiendo creer que hubiera retrocedido poco más de cinco años; no se podía explica qué demonios hacía Voldemort con el giratiempos consigo mismo, colgado de su cuello por la fina cadenita de oro que ella tuvo que arrancar en su desesperación por tomarlo. Quizá lo llevaba consigo como un amuleto o como un precioso tesoro que le permitió obtener su rotundo éxito en su plan de cambiar la historia; o quizá simplemente, no confiaba en nadie y no quería arriesgarse a exponerlo en ningún sitio.
La mente de Hermione discurría a gran velocidad, abarcando ramificación tras otra sobre las consecuencias futuras de su acción durante la cruenta batalla. Se imaginaba a Voldemort enloquecido y furioso al verse sin su giratiempos, asesinando a diestra y siniestra sólo por descargar su ira…
Nada de eso pasaría, o tendría que pasar. No habría tal futuro ni oscuridad ni reino de terror si ella pudiera impedirlo. El sólo hecho de imaginarse que en ese tiempo todos sus amigos y los profesores y la gente asesinada por Voldemort y sus seguidores estaban vivos la reanimó un poco… y cuando su mente cayó en la cuenta de que Harry también estaba vivo una sonrisa se filtró por su cansado y lastimado rostro.
Se guardó el periódico bajo un brazo y apurando el último trago de la cerveza de manteca se marchó del bar Cabeza de Puerco, con su corazón desbocado pro la ansiedad y el miedo.
***HP***
Tres días habían pasado, y nada había ocurrido.
El malhumor de Hermione era constante, y crecía a medida que los días pasaban y nada podía hacer más que esperar, temiendo desaprovechar la única oportunidad de tener éxito en su plan.
El sol abrasador de Londres era casi insoportable cerca del mediodía, pero a decir verdad era una de las cosas que Hermione disfrutaba de 1991. Años de nieblas casi permanentes y gruesas nubes durante sus tiempos la habían hecho olvidar el calor y los colores que el sol ofrecía. Había encontrado también que disfrutaba la casi inconcebible (para ella) tranquilidad y paz de esa época; un mundo mágico con mucha más población y libertad, en donde brujas y magos parecían auténticamente felices… gracias a Harry y su milagro cuando bebé. Pero no podía disfrutar demasiado de ello, sabiendo las épocas de barbarie y terror que se venían, y sabiéndose responsable de no fallar en su intento de enmendar las cosas.
"Espero que éste sea el día." Pensaba una y otra vez, sentada cerca de unos arbustos en un amplio parque de Little Whinging. No tenía idea sobre la dirección de la casa de los tíos de Harry (en donde él vivía) aunque sabía que ése era el barrio puesto que el muchacho le había contado algunos días atrás (o paradójicamente algunos años después, si se atenía a la estricta línea de tiempo) sobre la casa y sobre el orfanato.
Tampoco sabía dónde quedaba el colegio al que asistía Harry, ni cómo se llamaba. Y menos aún las costumbres del muchacho de casi once años durante sus regresos a la casa de sus tíos, si se detenía en algún sitio, si volvía solo o acompañado, si demoraba todo lo que podía su regreso…
Su mente comenzó a divagar por enésima vez en el día cuando por la calle que estaba a unos veinte metros de una hamaca en la que ella esperaba sentada apareció caminando un muchacho pequeño… pero rubio.
"Ay demonios, nunca lo encontraré sentada aquí." Se dijo a sí misma fastidiada ante la desilusión. Tendría que volver a caminar de aquí para allá por el barrio como lo había estado haciendo los últimos tres días, esperando cruzarse a Harry. Pero sabía que las probabilidades de encontrarse con él de esa forma eran muy escasas.
Quizá, pensaba, el parque ofrecía un pequeño parate en el camino del muchacho. Cuando levantó su vista y vio a otro muchacho caminando rumbo al lugar, no se ilusionó demasiado.
Pero llevaba un uniforme escolar, y una mochila que seguramente cargaba libros.
El corazón de Hermione se aceleró súbitamente cuando estuvo lo suficientemente cerca como para distinguirlo mejor: era flaco, y bajito. Su cabellera negra revuelta y sus gafas emocionaron a la chica profundamente, y tapó su boca con la mano ahogando un grito de felicidad extrema por verlo vivo.
Estaba vivo! El muchacho del que se había llegado a enamorar y había sacrificado su vida para salvarla a ella, por más inverosímil que pareciera… ahora tenía diez años y caminaba tranquilamente rumbo a la casa de sus tíos!
"Por Merlín, es tan pequeño!" Se emocionó Hermione, profundamente conmovida, no sólo por verlo vivo después de haberlo visto morir en manos de Voldemort sino también porque Harry vivo representaba una luz de esperanza para el mundo mágico de los años venideros.
Ahora debía poner en marcha la segunda parte de su complicado plan, y se levantó del columpio para ir a hablar con él. Se lo imaginaba tímido pero amable, y muy curioso, aunque poco dispuesto a entablar plática con cualquiera que le demostrara simpatía o afecto, algo a lo que él no estaba ni remotamente acostumbrado.
No sabía si podría ganar su confianza, aunque de algo estaba segura: no debía revelarle su verdadera identidad. Jugar con el tiempo y sus nefastas consecuencias la ponían extremadamente nerviosa, y debía hacer lo imposible por no modificar nada, sino las consecuencias podrían ser catastróficas cuando mínimo. Sólo intentaría protegerlo de alguna forma hasta que cumpliera sus once años o hasta que comenzara a recibir sus cartas… o mejor aún, hasta que se subiera por primera vez al expreso de Hogwarts.
Pero algo sucedió. Harry seguía caminando despreocupadamente sin percatarse de que tres hombres habían aparecido de la nada, a escasos metros por detrás de él. Vestían unos largos y extraños sobretodos oscuros, algo demasiado sospechoso para el calor del verano londinense, y casi inmediatamente comenzaron a seguirlo mientras miraban para todos lados.
Hermione, con el corazón en su boca, corrió desesperadamente.
"Esos deben ser sus secuestradores!" Pensó mientras corría hacia ellos implorando no llegar demasiado tarde. "Uno de ellos debe ser Towsend!"
Aún a varios metros de ellos, sacó rápidamente su varita y con un furibundo hechizo aturdidor se deshizo del que caminaba por detrás de los tres; la mala fortuna quiso que el mortífago cayera inconsciente hacia delante (por el impacto) encima de los otros dos, quienes sin comprender qué demonios había sucedido comenzaron a mirar hacia todos lados. Sin piedad, y con rabia brotando de su interior por sus macabros recuerdos, Hermione arrojó un hechizo cortante a uno de ellos, hiriéndolo de gravedad en su cuello; al instante el restante mortífago se defendió y atacó sin éxito a la muchacha… antes de desaparecerse.
Aún en el suelo terroso y carente de césped por haberse arrojado para esquivar la maldición, Hermione miró expectante y nerviosa a Harry… aliviándose enseguida, puesto que el chico de diez años y de llamativa cicatriz en forma de rayo no se había percatado del violento pero breve encontronazo; seguía su distraída marcha hacia la casa de sus tíos.
"Adios, Harry."
La muchacha se despidió silenciosamente de su amigo con un gusto amargo en su garganta, y un nudo en el mismo lugar que le humedeció sus ojos. Se sintió inesperadamente sola, y aunque sabía que la historia cambiaría para bien (o mejor dicho, correría por su cauce normal) no podía sacarse de encima las horribles imágenes de los cuerpos de sus compañeros y profesores sin vida, tirados como despojos inservibles en la oscuridad de aquella inacabable noche, ni la del rostro de un Harry sin vida, encima de ella...
Suspiró finalmente, y al acercarse hasta los dos cuerpos de los mortífagos sus tripas se revolvieron al notar la gran cantidad de sangre que brotaba del cuello de Towsend. La perdida y moribunda mirada del mortífago era de sorpresa y de profundo odio hacia ella; tenía una misión encomendada por el mismísimo Voldemort del futuro pero ahora ya no podría llevarla a cabo.
"Qué… has… hecho…"
Hermione sólo levantó sus hombros y no pudo evitar sentirse satisfecha por la situación.
"Mi… Señor… se volverá loco al enterarse…" Murmuró el mortífago como podía debido a sus heridas mortales.
"Tu… estúpido amo no existirá hasta dentro de varios años."
Towsend miró a la muchacha frunciendo su ceño.
"Te… conozco… no se supone que estés… aquí."
"Tú tampoco, Towsend."
El último suspiro del mortífago alivió a la chica. Sabía que el oscuro y antiguo encantamiento que utilizarían para destruir la magia de Harry sólo se podía realizar a través de tres hechiceros… y sabía que Towsend era el único de los tres que lo podía conjurar.
***HP***
Algunos minutos después, luego de observar escondida detrás de un seco árbol cómo tres Aurores se aparecían en la escena y analizaban los cuerpos (Hermione esperaba que concluyeran que el pequeño Harry Potter no habría podido hacerlo por no tener varita), se marchó decidida a cierto lugar que conocía muy bien, con una carta que había escrito hacía un par de días y dirigida a una pequeña niña que también conocía muy bien.
***HP***
El Expreso de Hogwarts marchaba raudo y veloz a través de la campiña inglesa, atravesando campos sembrados y pequeños bosques. En uno de sus compartimientos una niña de once años, abundante cabello castaño y dientes delanteros más grandes de lo normal intentaba leer un pesado libro, sin éxito. Hacía ya varias horas que había partido de King´s Cross, y aún le quedaban algunas más hasta llegar a su destino en Hogsmeade, Escocia. Pero ella, ansiosa por comenzar una nueva vida en la escuela de magia y hechicerías más famosa del mundo ya se había puesto el uniforme del colegio.
"Oh, diablos! Mi abuela tenía razón!"
Hermione puso sus ojos en blanco. "Y ahora qué, Neville?"
"Trevor volvió a escaparse!"
"Quién es Trevor?" Preguntó alarmado Seamus, quien recién había llegado al camarote.
"El sapo de Neville!" Respondió Parvati Patil, tan fastidiada por las constantes escapadas de la mascota del chico como Hermione.
"Oh." Contestó Seamus, perdiendo todo interés.
"Debo ir a buscarlo."
"Otra vez, Neville? Ya has recorrido todos los camarotes del tren la vez anterior… no de nuevo! Pensarán que eres un idiota!"
"Es que… es que…" Tartamudeó el muchacho de cara regordeta. "Mi abuela me matará si lo pierdo… no es que le importe mucho el sapo… es que siempre me dice que pierdo todo."
"No se por qué pensará eso…" Se dijo a sí misma Hermione, molesta porque no la dejaban leer.
"Vienes?" Preguntó tímidamente Neville.
"Quien, yo? Ni loco, vé tú!" Contestó Seamus, señalando a Parvati.
"Yo? Estás demente? Pensarán que soy idiota como tú!" Le contestó la niña hindú. "Que Hermione te acompañe, ella aún no se ha movido de su asiento!"
La muchacha levantó su vista, cada vez más molesta.
"No iré, estoy intentado terminar de leer este…"
La chica se interrumpió a sí misma, recordando algo que había en el bolsillo de su túnica. Metió su mano y sacó una carta.
"Léela en el Expreso de Hogwarts."
La misteriosa leyenda era lo único escrito en el dorso de la carta, prolijamente doblada en dos. La guardaba por algún motivo que desconocía pero su naturaleza curiosa hizo que la abriera en su casa, justo después de haberla recibido por medio de una lechuza de color pardo y plumaje suave. Creía que era alguna otra correspondencia de Hogwarts pero cuando leyó su contenido supo que no tenía nada que ver con el colegio; internamente supo que era una carta con algún significado muy especial que sólo pudo comprender una vez en el tren.
"Hola Hermione! No te preocupes ni tengas miedo en tu primer día en Hogwarts, todo irá de maravillas, ya lo verás! El sol brillará como de costumbre, aférrate a él y no lo dejes escapar... habrá días de tristeza y melancolía, y quizá te sientas sola, pero no desesperes... con el sol de tu lado esos momentos se evaporarán y te dejarán en paz. No me conoces (o quizá sí) pero apuesto a que sólo querrás leer libro tras libro antes de llegar al colegio! Sólo te pido una cosa: hay muchos otros que sienten la misma soledad que tú, y en el Expreso de Howarts también los hay... en especial un chico que se llama Harry Potter. Claro que lo conoces, has leído mucho sobre él, y tendrás la suerte de compartir con él tu mismo año. Cuando te hayas puesto tu uniforme del colegio (no lo podrás evitar!) búscalo, es un gran chico y será un gran amigo tuyo. Y por favor, cuídalo quieres? Porque sin duda alguna, él cuidará mucho de ti."
Había leído tantas veces ya esa misteriosa carta que se la sabía de memoria, y aún así seguia llamándole mucho la atención... cómo podría no tener en cuenta la carta o todo lo que decía si el que la había escrito parecía conocerla perfectamente?
"Bien de acuerdo, Neville. Déjame acompañarte a buscar tu sapo... seguramente se habrá metido en alguno de los camarotes."
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