Pertenecer a una familia noble tiene beneficios, pero conlleva una serie de responsabilidades. La familia y el linaje son lo más importante y se deben preservar al precio que sea. Aunque el precio sea su propia libertad.
Rukia Kuchiki
Capítulo 1:
Caminaba a paso calmo por los corredores del Gotei 13, en sus manos cargaba unos papeles que el capitán Ukitake le había ordenado entregar al teniente de otro escuadrón. No estaba demasiado apurada por realizar la tarea, no era algo realmente importante ni menos era un día ocupado. Una paz rodeaba el ambiente y el sol se alzaba abrasante sobre el Seireitei.
Varios shinigamis pasaban a su lado, algunos la quedaban mirando, otros simplemente no la veían, uno que otro la saludaba atentamente. Ella seguía su camino bajando de tanto en tanto la vista hacia los papeles, como si existiera algo interesante en ellos. Una figura alta de cabello largo pasó a su lado sin siquiera mirarla. Rukia se detuvo y lo siguió con la vista hasta que Byakuya se perdió en dirección opuesta.
-Nii-sama… -murmuró para sí misma y retomó su camino cabizbaja.
Byakuya se volteó algunos segundos después, Rukia no estaba ya al alcance de su mirada. Su rostro serio parecía inmutable, aun cuando pensamientos lo atormentaban. Pero él no acostumbraba compartir sus secretos con nadie, menos con ella. Era una niña, su hermana adoptiva, la hermana sanguínea de su difunta esposa. No, no podía hablarle, debía mantenerla fuera de los problemas de los Kuchiki, de sus propios problemas. Encontraría una solución a aquel dilema que no lo dejaba en paz, y una solución pronta.
-Capitán Kuchiki –la voz de Renji lo sacaba de sus pensamientos, el pelirrojo estaba frente a él con cara de malas noticias –Órdenes prioritarias –le entregó un papel, Byakuya lo revisaba –Solicitan shinigamis para Karakura…
-Sé leer, Abarai –dijo sin sacarle la vista a los papeles, Renji frunció el ceño –Pásalo a la división de Ukitake –ordenó entregándole el papel de vuelta –Que envíen a Rukia.
Renji pareció sorprendido.
-Ella es la más adecuada –retomó el capitán.
El pelirrojo asintió y salió por la puerta sin decir más. Mandarla lejos sería la mejor opción por el momento, mientras solucionaba todo. Si contaba con suerte ella jamás se enteraría de nada, no había razón para inmiscuirla en todo eso… Después de todo, ella no era de la familia, aunque su apellido dijera lo contrario.
* * * * *
-¡Hey! –fue el saludo de la morena al saltar dentro de la habitación de Ichigo por la ventana.
El muchacho pegó un respingo en su silla frente al escritorio. Un libro descansaba sobre la superficie de madera, un lápiz sobre él y el silencio del cuarto. Rukia se dejó caer sentada en la cama del pelinaranja y cruzó las piernas.
-¿Te asusté? –preguntó la chica moviendo uno de sus pies en círculos. Ichigo chasqueó la lengua –Digo, como casi llegaste a saltar –sonrió maliciosa.
-Cállate, me distraes de mi tarea –bufó volviéndose al libro por unos segundos, Rukia revisaba la habitación con la mirada, el chico volvió a mirarla -¿Piensas quedarte o vienes de visita?
-Tengo una misión –le dijo con naturalidad fijándose en el libro del muchacho -¿Tenemos examen?
Ichigo cerró el libro, pero automáticamente lo volvió abrir, se puso de pie y con el libro en las manos se sentó junto a la morena en la cama. Dejó el libro sobre el regazo de la muchacha y le acercó un lápiz.
-Álgebra –comentó al tiempo que ella revisaba los ejercicios y daba vuelta las hojas como si en ellas pudiese encontrar la traducción a ese misterio que tenía sobre las piernas. -¿Te explico?
-Por favor –suspiró Rukia con rostro de desgano –No quiero reprobar…
Ichigo asintió y, mientras buscaba las lecciones adecuadas para comenzar, planeaba explicarle a Isshin que su tercera hija había vuelto. El viejo estaría feliz y haría un escándalo de ello, seguramente abrazando el retrato de su madre. Sin darse cuenta, el pelinaranja sonreía. Rukia lo miró de reojo y también sin notarlo imitó el gesto. Estaba nuevamente en casa.
* * * * *
No iba a consentir una aberración tan grande, pero no podía oponerse nuevamente a su familia, no otra vez. No le estaban dejando otra opción, tenían razones justificadas. Byakuya Kuchiki era el último en la línea de sucesión de la familia, debía cumplir con sus deberes.
-No, no puedo hacerlo –dijo a un anciano que tomaba té frente a él.
-Byakuya… -suspiró el hombre mirando las hojitas de té flotar en su taza. –Es tu deber, bastante problemas nos has acarreado como familia –el moreno frunció el ceño –Has traído la deshonra y con ello has menoscabado nuestro apellido. Te pedimos que te hagas cargo de…
-¡No voy a desposar a mi hermana!
El anciano bufó.
-Hasta que al fin la llamas así, justo ahora… -bebió de su té –No es tu hermana, nunca la has tratado como tal y tampoco la quieres como a una. No tienen vínculos sanguíneos, además es tu cuñada, no está mal desposar a la hermana de tu difunta esposa…
-La adopté como hermana.
-Pero no lo es. –sentenció el hombre muy serio –No existe otra posibilidad, no irás a buscar otra novia al rukongai, además sería mal visto que desposaras a alguien más. Ella no es una Kuchiki, tú le diste ese apellido a pedido de Hisana, pero no lo es. Si desposas a la hermana de tu difunta esposa sería lo más natural y correcto.
-Quizás en otro contexto lo sería, pero…
* * * * *
Había pasado casi un mes desde que a Rukia le fue encomendada aquella misión, misión que ahora se encontraba cumplida. Sentada a la mesa con la familia Kurosaki disfrutaba de su última cena antes de partir de regreso a la Sociedad de Almas. Sentía algo de tristeza por tener que marchar tan pronto y deseó que llegaran muchos más hollows y los peores desastres, sólo para quedarse un tiempo más, sólo un poco más.
-Enana, come –ordenó Ichigo mirándola de reojo, su cena sin tocar.
-¿Por qué no te quedas unos días más, Rukia-chan? –preguntó Yuzu deseando que la morena no se marchara –Las clases han terminado, podrías pasar el verano con nosotros. ¿Cierto, papá?
-No nos dejes, Rukia-chan –suplicó Isshin haciendo espectáculo –Hablaré con tus parientes…
-No es necesario –sonrió la muchacha revolviendo su arroz con el tenedor –Debo regresar, me están esperando, pero les agradezco la invitación.
-Pero… -murmuró Yuzu entristecida.
-Ichigo –alzó la voz Karin y miró a Rukia –Dile algo…
El pelinaranja se alzó de hombros y continuó su cena. Rukia agradeció en silencio la actitud de Ichigo, ella odiaba las despedidas, no quería pensar que quizás no volvería a verlos dentro de mucho tiempo. Su cena seguía sin tocar mientras todos ya estaban por acabar.
-Come algo, te espera un viaje largo –le dijo Ichigo sin mirarla.
Ella asintió y llevó el primer bocado a su boca.
* * * * *
Byakuya y la familia Kuchiki esperaban el regreso de la morena sentados a lo largo de la larga mesa del comedor. El silencio cubría toda la estancia y la tensión se percibía por doquier. El más joven de los reunidos permanecía inmutable, pero su corazón latía con fuerza. No podía, no podía… Pero no desobedecería otra vez. Así lo había jurado.
La puerta del comedor de abrió de par en par y no fue menor la sorpresa reflejada en el rostro de Rukia al verlos a todos reunidos. Se sintió incómoda y arreglando su vestido de corte moderno esperó que se le indicara tomar asiento.
-Ven, jovencita –le dijo uno de los ancianos e indicó un sitio junto a él, Rukia se sentó a su lado incómoda. –Te preguntarás a que se debe esta reunión familiar.
¿Reunión familiar? ¿Y ella estaba invitada? Por lo general no le hablaban y estaba totalmente excluida de aquellas instancias. Había por lo menos diez ancianos y un par de mujeres de avanzada edad, ellas parecían emocionadas… Algo andaba mal.
-Como parte de la familia Kuchiki sabrás que existen deberes que no podemos pasar por alto –continuó el hombre y la chica asintió –El linaje Kuchiki es de los más nobles y antiguos de la Sociedad de Almas, durante milenios se mantuvo puro y exento de ciertos eventos –miró a Byakuya acusador -Sin embargo –le extendió la mano a la chica y la puso de pie, caminó guiándola hasta sentarla junto a su hermano, él ni siquiera la miró –cuando fallece un miembro del clan, alguien debe tomar su lugar y debemos cuidar las apariencias. Tu hermana te trajo hasta acá sin saber que con ello contribuiría con el legado de la familia. –Rukia lo observaba sin entender –Desposarás a Byakuya.
La muchacha quedó en silencio, no pudo reaccionar, estaba petrificada. El moreno a su lado se puso de pie y salió del comedor.
-Nii-sama… -murmuró ella al tiempo que las dos mujeres se le acercaban y la confortaban hablándole de preparativos que ella no estaba lista para escuchar.
* * * * *
Un grupo de jóvenes paseaba por el centro comercial, habían decidido ir a los juegos para celebrar la finalización del año escolar. Al terminar el verano comenzarían el último año de su educación secundaria, lo cual los tenía llenos de expectativas. Sin embargo, este momento era de relajo.
-Es una lástima que Kuchiki-san se haya perdido esto –comentó Orihime volteándose al grupo que caminaba tras ella al tiempo que ingresaban a los juegos.
-Debiste persuadirla más, Kurosaki –comentó Ishida con cierta burla en su voz.
Ichigo se hizo el desentendido y mientras sus amigos corrían a comprar los tickets, pensó en que quizás sí debió persuadir a Rukia para que se quedase durante el verano. No imaginaba qué cosas tan importantes podía hacer la enana en la Sociedad de Almas, aparte de hacerle los mandados a Ukitake y entrenar un poco.
-¿Qué haremos el resto del verano? –preguntó Orihime al pelinaranja trayendo sus tickets. –Podríamos hacer una excursión a la playa.
-No sé qué harán ustedes, yo… –contestó desviando la mirada a la nada –Iré a la Sociedad de Almas.
La muchacha le sonrió dulce, pero con un sabor agrio en la boca.
-¿Algo importante? –preguntó alegre –Digo… ¿Hay algo importante que hacer allí?
Ichigo la miró un instante y ladeó la cabeza.
-Entrenar un poco… y hacer algunos mandados.
Inoue guardó silencio cuando a lo lejos Tatsuki la llamaba a acercarse a un juego. Ambos jóvenes fueron al encuentro de la morena de cabello corto.
* * * * *
Rukia podía sentir la suave brisa del verano en su rostro. Aún entremedio de las ramas de aquel alto árbol, el follaje no lograba aislarla completamente del viento suave y cálido. Su kimono floreado se mimetizaba entre las hojas y la volvían casi imperceptible a los ojos de alguien poco observador. Pero el joven sirviente la detectó en un instante.
-Kuchiki-sama –la llamó desde abajo del árbol, la chica volteó a ver –Tiene visita.
Rukia bajó del árbol con gran habilidad y estiró sus ropas. Siguió al muchacho por los jardines hasta llegar al recibidor. Pudo distinguir en un instante los cabellos naranjos de su compañero de aventuras y sintió que todo su cuerpo tiritaba. Ichigo había sido su héroe, quien había salvado su vida… ¿Por qué no pudo evitar aquello? ¿Dónde estuvo? ¿Por qué no lo buscó?
-Ichigo –lo llamó suavemente y el rostro sonriente del pelinaranja se dibujó frente a sus ojos.
-Hola –dijo alegre de volver a verla, pero detectó al instante que algo ocurría, ella parecía atormentada -¿Sucedió algo?
-Yo…
Unos pasos se escucharon tras la espalda de la morena. La alta e imponente figura de Byakuya hizo ingreso en la sala situándose por delante de Rukia.
-Kurosaki –su voz pausada y calma invadió la habitación –Tiempo sin vernos… A Rukia y a mí ya nos extrañaba que no te hubieras aparecido por estos lados.
Ichigo realizó una mueca con los labios que no alcanzó a ser una pacífica sonrisa.
-¿Me extrañabas, Byakuya? –rió malicioso.
El moreno le devolvió el gesto.
-Recuerda que debemos ir a la cena –indicó a Rukia sin mirarla.
-No lo he olvidado, Byakuya –respondió ella.
Ichigo observó la escena algo extrañado.
-¿Ya no es Nii-sama? –preguntó burlesco.
Rukia negó con la cabeza, el moreno había salido ya de la sala, dejando a ambos amigos nuevamente solos. Entendía que tenían que conversar y no esperaba que fuera una plática pacífica, cuando se trataba de ellos paz era lo menos que se podía esperar.
-Ichigo, yo…
-¿Pasó algo? –preguntó ansioso, un sentimiento de inquietud se instaló en su pecho, odiaba el silencio de Rukia, la intriga que guardaba su hermano en su mirada. –Contéstame.
-Yo… -continuó la vacilación de la muchacha –Yo no tuve opción… Era lo que debía hacer… Soy una Kuchiki, hay ciertas cosas que la nobleza nos impone y… -hizo una pausa, Ichigo se acercó a ella, la miraba fijamente –Yo… ellos dijeron que es lo que correspondía… la situación… la familia… Yo…
-Deja de balbucear, seguro no es tan grave, ya verás cómo lo solucionamos –trató de ser conciliador antes de perder la calma.
Otros pasos invadieron nuevamente la sala. El joven sirviente ingresaba con prisa, traía un bolso femenino en las manos que se lo entregó con torpeza a la morena. Ella lo recibió agradeciendo la interrupción.
-Kuchiki-sama la espera –le dijo el muchacho.
Rukia asintió y se volteó dándole la espalda al pelinaranja. El sirviente salió tan veloz como ingresó a la habitación, Rukia tomó aire profundamente.
-Ya no es Nii-sama –dijo finalmente –Byakuya me tomó por esposa… hace un par de semanas.
Ichigo guardó silencio y vio marchar a su amiga. La noticia cayó sobre él como un balde de agua fría y quizás por eso tiritaba. Bajó la vista a sus manos y las empuñó con fuerza. Sentía quemar la boca del estómago, una presión en el pecho que parecía estarlo desgarrando. ¿Qué era eso? Debía estar feliz por ella, aunque Byakuya no era la persona más amable ni afectuosa del mundo, y era su hermano legal, esto rayaba en el incesto. Pero no era eso lo que más le afectaba, no lo era. Un calor comenzó a subir desde su pecho a la garganta, anudándola, se le dificultaba respirar. Tragó saliva. ¿Por qué Rukia no le dijo nada? ¿Por qué le ocultó eso? Pero tampoco eso parecía molestarle del todo. Aquella extraña y tibia sensación subió por su rostro. Se pasó una mano por la mejilla. ¿Por qué la enana se veía tan infeliz? ¿Por qué ya no sonreía? Bajó la mirada a su mano, estaba húmeda.
-¿Por qué? –murmuró sintiendo la humedad entre sus dedos, rodeado por la inmensidad de la soledad de aquella habitación.