Hola! Primero unas cuantas cosas:

Perdon por el retraso! Realmente he estado entre ocupada, hociosa, sin imaginacion y cansada. Todo junto me aleja del Word por varias semanas xD.

Espero que disfruten este capitulo.

Nota: Inuyasha no me perteneces, solo la trama.


El punto ciego del ojo

Quizás muchas personas no sepan que el ojo tiene un punto ciego en su campo de visión. Hay una parte del mundo que jamás podremos llegar a ver como debería, una parte literalmente ciega para nosotros. Nuestro punto ciego nos protege de cosas que no deberíamos ver: fantasmas, ánimas, etc…cosas estúpidas, el único problema es que a veces nos protege de cosas que no deberían ser ignoradas. A veces nuestro punto ciego hace que veamos las cosas como queremos: llenas de tristeza, llenas de felicidad, depende de cada persona hace que sus vidas sean felices y radiantes o tristes y tenebrosas.

Kagome estaba parada frente a la facultad de medicina de la universidad. No entraba aún, la gente no al miraba. Apretó los puños con recelo, toda esa gente pasaba frente a ella y ni siquiera se preocupaba en hablarle o aunque sea mirarla. Un simple ojeo bastaría, ¿no? Pero nada. Se sintió frustrada. Quizás no era muy tarde aún como para volver… Pero cuando miró hacía atrás vio la risa torcida de Inuyasha que la miraba desde el otro lado del campus y supo que no podía volver atrás. Atrás, donde estaba toda la diversión. Volvió su rostro a la facultad. Los edificios eran marrones, de ladrillos, todo era muy serio. Tomó aire y suspiró. Puso un pie delante de otro y avanzó, entró.

La facultad de medicina era todo lo que había esperado…y peor. Fue como revivir su primer día de secundaria, nuevos profesores, nuevos compañeros…o rivales en este caso, todos compitiendo para ver quien impresionaba más al jefe con su sabiduría e inteligencia, todos intentado obtener la mejor nota. Todos pisoteando al resto. Kagome salió rápidamente de su clase cuando tocó el timbre del almuerzo. Miró alrededor buscando la mejor y más rápida manera de llegar a la cafetería, también buscando un rostro familiar. Llegó corriendo a la mesa de siempre y miró a los chicos con el rostro sombrío. Inuyasha la abrazó tiernamente y la besó despacio.

— ¿Un mal día?—le preguntó Sango cuando Kagome había dejado de temblar.

—El peor de todos.

Sango arqueó una ceja.

— ¿Incluso peor que cuando hiciste explotar el salón de química en cuarto año?

Kagome asintió.

— ¿Te están comiendo viva no es así?

Kagome miró a Inuyasha sarcásticamente. Sonó el timbre de fin del receso y los miró suplicante.

—Anda, vamos. Estaré esperándote a penas toque el timbre de salida.

Kagome le sonrió vagamente y caminó nuevamente a la soledad e impopularidad de su nuevo salón. No conocía nadie. Nadie la conocía a ella. Suspiró pesadamente antes de entrar a la sala de operaciones de prueba. Miró a su alrededor, nadie volvió la mirada, ni siquiera la habían escuchado entrar. Desde atrás (porque lo único que podía ver eran las nucas del resto) pudo contar a cuarenta personas, quince con gafas, diez chicas con coletas exageradamente altas, diez chicos que parecían salidos de los casilleros de su secundaria, tres chicos raramente altos y otros cinco extrañamente bajos. Kagome sintió como si estuviera en la sección de historietas de la tienda de revistas y ella fuera la única que estaba comprando la nueva edición de Vogue.

El profesor aún no llegaba así que se sentó en uno de los sitios desocupados de la parte de atrás del aula, abrió su cuaderno y sacó la grabadora que siempre llevaba a clases para no olvidarse ningún detalle. De un momento a otro alguien ocupó la silla que estaba a su costado derecho y la miró directamente. Ella no se molestó en hacer lo mismo. Pero el hombre no dejaba de mirarla de manera extraña y eso la perturbaba así que lentamente volteó su rostro a él y lo encaró. Era un hombre que parecía tener unos años más que ella, con el cabello corto pero bien peinado, de una talla considerablemente normal para ella, con ojos demasiado celestes como para ser reales y penetrantes y una pequeña boquita. Le lanzó una extraña mirada de asombro por encontrarlo en un lugar lleno de cerebritos pero aún así el hombre no quitó su mirada de ella. Kagome pensó que seguramente se estaba preguntando que hacía una chica como ella metida ahí. La penetrante mirada del hombre la hacía sentirse incómoda así que decidió retirar sus ojos de los de él, pero aún sentía los de él sobre ella.

— ¿Se puede saber que está haciendo?—le preguntó sin mirarlo directamente. El hombre pareció no darse cuenta de lo que significaba.

— ¿Perdón?—respondió.

—Me está mirando…por favor deje de mirarme de esa manera—le pidió aún sin levantar sus ojos a los de él.

El hombre pareció apretar sus bellos ojos en forma triste y movió la cabeza sin rumbo fijo, pero luego la volvió a ella nuevamente.

—Lo siento—dijo apenado—No era mi intención que pensara que la estaba observando.

Kagome no entendió lo que quiso decir. El hombre la había estado mirando un buen rato… ¿y no se había dado cuenta de que ella se iba a percatar de eso?

— ¿Qué…?

—Soy medio ciego.

Entonces Kagome reprimió el aire dentro de ella y se lo tragó. No sabía qué decir ni como se suponía que debía reaccionar ante eso. ¿Debía sentir lastima o pena por él? ¿Debería sentir algo por ese hombre al que nunca había visto antes?

—Lo lamento.

El hombre siguió no mirándola pero al mismo tiempo dirigiendo sus ojos a donde estaba el rostro de ella. No dijo nada, solo esbozó una corta y pequeña sonrisa.

—No deberías, nadie debería decirme eso cada vez que se lo digo a las personas. No es su asunto, no es su mal. No es un mal.

Kagome no sabía que responder a eso y se sintió más estúpida, seguramente lo mejor era no haberle dicho nada en respuesta porque él no la había pedido. Iba a volver a decir "lo siento" pero se mordió la lengua y el hombre le sonrió. El profesor entró al salón y la clase comenzó, pero su mente no estaba en la clase ni en su boda, ni en su vestido. Su mente, sus pensamientos, toda ella estaba sumergida en los ojos sin función de aquel hombre que la había hecho sentirse una mala persona. No sabía porqué, simplemente lo sentía de esa manera. Por suerte cuando el profesor la llamó para unas cuantas intervenciones ella supo que responder y no volvió a quedar en ridículo frente al resto y mucho menos frente a aquel hombre. Cuando por fin desistió en tratar de comprenderlo prestó atención a la charla del profesor. Hablaba del tipo de operaciones que se utilizan para tratar un paro cardiaco dependiendo de la gravedad de este. Kagome se sorprendió al encontrar la clase interesante y tomó bastantes apuntes. A su costado, el hombre simplemente escuchaba. Cuando sonó el timbre de salida el hombre se quedó en su sitio esperando que el resto de la clase saliese. Kagome salió de última seguida por él. Quería saber más de ese sujeto tan misterioso y amable, pero no sabía como empezar una conversación sin sentirse intimidada.

—Y… ¿Cómo te llamas?—escuchó una voz detrás suyo y suspiró aliviada de tener que tomar la iniciativa.

—Kagome, ¿Tú?

—Hoyo…pero creo que ya nos habíamos presentado antes ¿no es así?

Kagome tuvo un flashback de la noche en que Inuyasha se le declaró y recordó que esa tarde había conocido a un muchacho apuesto en el billar, el cual nunca la llamó y al que ella tampoco esperaba volver a ver. Se sintió más triste que antes al comprender el porqué.

— ¡Oh Dios mío!—murmuró y se tapó el rostro con ambas manos.

Hoyo soltó una musical risita y siguió caminando. A su lado, Kagome no dijo nada más.

—Ahora comprenderás porqué nunca te llamé ¿verdad?

—Sí… ¡Oh Hoyo! No sabes cuanto…

—Sin disculpas nuevamente, Kagome. No es culpa de nadie.

— ¿Pero cómo pasó? Quiero decir…cuando te conocí veías perfectamente ¿no es así?

Hoyo vaciló.

—Claro, pero justo hace unas semanas me habían diagnosticado ceguera temporal y creo que hizo efecto en los días posteriores a nuestro encuentro. Lamento no haberte llamado. No he tenido mucho tiempo para acostumbrarme.

Kagome negó con cabeza preguntándose él si podría ver ese gesto o no.

—No hay cuidado, pero dime…—no quería sonar grosera pero le ganaba la curiosidad— ¿No puedes ver nada?

Hoyo sonrió nostálgico y Kagome se mordió la lengua.

—Lo…

—Está bien—la interrumpió—no me molesta que preguntes. La verdad, mis ojos tienen demasiados puntos ciegos como para ver perfectamente, pero aún veo algunas cosas, no con toda la claridad deseada, claro está, pero no estoy completamente ciego.

— ¿Crees que sanarás?

—Lo dudo. Los doctores siempre le dicen "temporal" a todo, pero realmente uno va a esperar lo peor. No sabía que estudiaras medicina.

Kagome se sorprendió del rápido cambio de tema pero supuso que él no quería seguir hablando eso y lo respetó.

—Sí, yo tampoco.

— ¿Cómo es eso?

—Es que…tuve que cambiar de carrera por motivos que no llegan al caso…este…dinero.

Al final terminó declarándose y sonrió de pena. Extrañaba su antigua carrera.

— ¿Y porqué medicina?

—No lo sé, pero estoy descubriendo que no me va tan mal esto de curar.

Justo antes de que hoyo pudiera articular una respuesta que seguramente dejaría a Kagome sorprendida y dichosa de verlo nuevo apareció Inuyasha apoyado en un árbol cercano mirando a su prometida caminar con él. Kagome dio un gritito de emoción y alegría que derrumbó las esperanzas de Hoyo.

—Este…ya me voy. Nos vemos. —se despidió y salió corriendo al encuentro de Inuyasha. Hoyo levantó una mano en señal de despedida. No podía ver bien al hombre con el que estaba Kagome, pero se sintió mal. Debía de haberlo imaginado ¡Cómo podía esperar que alguien lo esperara con la promesa de que llamaría cuando solo la había visto una vez! Se sintió idiota.

Comenzó a caminar dirigiéndose a la cafetería cuando alguien llamó su atención. Una chica alta y seguramente bonita lo estaba llamando con un gesto. No sabía que hacer, pero siguió sus instintos y se acercó a ella con temor.

Marica. Pensó.

Cuando estuvo a menos de un metro de la chica, esta se quitó los lentes para sol y le sonrió. Hoyo solo pudo ver que había movido su boca. También se quitó el sombrero y dejó caer su largo y lacio cabello negro. Hoyo pensó que seguramente debía de ser una mujer realmente hermosa y le sorprendió que lo hubiera llamado exclusivamente a él.

—Te he observado—le dijo la extraña pero hermosa mujer.

— ¿Y qué has visto?—le respondió Hoyo esperanzado. Ella había comenzado un inocente coqueteo.

La chica miró alrededor y se aseguró de que nadie la estuviera mirando. Se acercó más al chico y susurró con voz seductora:

—Te gusta la chica nueva…

El corazón de Hoyo dio un vuelco que no supo como interpretar. Su rostro se llenó de un color carmín claro y la frente le comenzó a sudar.

Kagome…

Esa chica era realmente hermosa, al menos, eso recordaba.

Kagome…

La sola mención de su fino y delicado nombre lo había dejado ansioso desde que la escuchó pronunciarlo en aquel bar.

Kagome…

Era divertida, era inteligente, era mucho más que una cara bonita. Tenía una personalidad deslumbrante para alguien tan joven.

Kagome…

Era alguien con la cual se podía ver teniendo una cita. Ella era una de las pocas chicas las cuales podrían verlo a través de su rostro y la lástima de su ceguera.

Kagome…

Quizás…sí le gustaba la chica nueva de medicina.

Sonrió involuntariamente y Kikyo supo que había atrapado a su presa. Hoyo era un tipo simpático, alto y de buen cabello. La ceguera del chico no sería problema para ella, eso le agregaría más pimienta a su plan. Claro, Kagome jamás podría negarle algo a una persona necesitada, ella era tan buena con la gente. Pero al mismo tiempo sabía que tenía una personalidad inmanejable, oscura y retorcida, que trataba de ocultar perfectamente con una fachada de falsa alegría. Kagome era una persona que había pasado la mayor parte de su vida deprimida. Hoyo simplemente haría sacar ese lado a la luz, la haría volver a caer y así Inuyasha se daría cuenta de que no está con la mujer que cree que está. Y volvería con ella. Ja. Era el plan perfecto.

—Pero ella está comprometida…—le volvió a susurrar cuando se dio cuenta que el chico se había perdido en sus recuerdos…y lo trajo de vuelta a la realidad.

A una realidad en la que Kagome estaba con Inuyasha y que él tenía que luchar por ella.

—Oh. —le contestó.

No supo como responder a eso de una manera diferente. Fue una información que le hubiera gustado no recibir. Kagome comprometida, ¡Debía de ser una broma! ¡Una chica tan joven y jovial dentro de una relación tan seria y monótona!

—Con Inuyasha…

Inuyasha, así que ese era el nombre de aquel chico por el cual Kagome había gritado de emoción. El chico por el cual Kagome esperaba dar el "Sí". El chico por el cual sus oportunidades con ella habían quedado estampadas en el suelo como el cristal de una copa destrozada.

—Entonces… ¿Qué piensas hacer?—le preguntó a Hoyo.

Él la miro extrañado. ¿Qué se suponía que debía de hacer ahora? ¿Separarlos? No podía hacer tal cosa… ¿o sí? Era un camino cruel y a él le preocupaba Kagome, quería verla feliz y estaba seguro de que al separarlos estaría destrozada. Por tanto, esa no era una opción. Entonces… ¿debería resignarse? ¿Aceptar que ella le pertenece a otro y dejarla ir? Eso era algo para lo que no estaba preparado. A él no le habían enseñado a rendirse, esa palabra no estaba escrita en su diccionario.

—No puedo separarlos…no es correcto. —Kikyo roló los ojos—Aparte, él parece hacerla feliz. No quiero hacerla sufrir. Quedarse sin amor…no es justo.

—Pero no tienes que dejarla sin amor… ¿Qué tal si lo reemplazas?

Los ojos de Hoyo se abrieron al unísono al oír esa frase. A pesar de que no podía ver casi nada, vio el doble sentido de aquello. Y le gustó. No estaba haciendo nada malo, solo reemplazando su amor. Reemplazaría el amor que siente por Inuyasha y pondría el suyo en su lugar. El plan perfecto.

— ¿Cómo voy a hacerlo?—le preguntó a la mujer.

—Yo te ayudaré. Tengo un plan.

Hoyo sonrió pero no con malicia, sino con esperanza. Era un chico ingenuo, jamás se daría cuenta de lo que estaba tratando de hacer Kikyo con él. Pero de todas maneras ya se había anotado para hacerle la vida imposible a Inuyasha ya Kagome y la mejor parte era que ninguno de los dos se daría cuenta de lo que iban a hacer con ellos.

Los ojos de Kagome vieron lo que querían ver: a un Hoyo bueno y santo que tenía una discapacidad visual. Un chico alegre de la vida y dichoso por salir adelante. Ahí, su punto ciego la había engañado y no había visto las cosas por completo, como deberían ser.


No se que aclaraciones hacer por el momento ya que estoy volando contra el reloj y no he tenido tiempo para releer lo que estoy publicando, asi que perdon por al guna falla y cualquier cosa que no se entienda pueden preguntarme.

Gracias por el tiempoq ue dedican leyendo mis aburridas historias :D y todos los comentarios que hagan seran bien aceptados :D asi que por favor dejen bastantes jajajajaja.

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