Home, original de Lanaea

Traducción de Dulzura Letal

Los derechos del universo de la historia y sus personajes no son míos, y no lucro con ellos, solo me entretengo.

Capítulo 21- Primera parte

(El capítulo es larguísimo, 33 hojas de word…así que lo partí)

Después del encuentro con la Uwibami, Jim entró a sus habitaciones a los tropezones; estaba muerto, exhausto. Dejó el puente en las manos capaces de Spock, el vulcano que 'solo necesita cinco minutos de sueño por semana', y se desmayó-feliz-sobre su cama reglamentaria. Lo importante era que estaban en la nave y que se movían a través del espacio, por eso estaba contento, aún con la ausencia de su primer oficial entre sus sábanas.

Por lo menos, estaba demasiado cansado como para soñar.

A la mañana siguiente, con bastante buen humor, se dirigió al comedor; robó una manzana de la bandeja de Bones –ganándose una mueca de disgusto del buen doctor, que tuvo que conseguirse otra-, y buscó a Spock. Le alegró ver que había agregado varios arándanos a su extraño plato de comida vulcana. Pero, lo que no le produjo alegría, fue el hecho de que Uhura se hallara junto al vulcano. Ambos levantaron la vista, cuando Jim se acercó, y para disimular algo su incomodidad, el capitán le dio un mordisco a la manzana robada. Lanzó una mirada significativa a su oficial de comunicaciones y luego se sentó del otro lado de Spock.

-Buen día, Jim-. Saludó Spock, con un tanto más de rigidez que el día anterior.

Por un momento, Jim pensó en extender la mano para un 'beso', preguntándose si Uhura sabría el significado del gesto. Pero, el ambiente se sentía mucho más pesado de lo esperado–bueno, en verdad no había pensado en eso-. Una parte suya tenía el temor de extender la mano y que quedara en el aire –a pesar de lo que le había dicho Spock sobre que él le correspondería siempre-. Además, aunque solo se tratara de un roce de dedos, sería una gran demostración de afecto en medio de un comedor lleno; sin duda, Spock no era de los que hacían demostraciones públicas.

Casi dejó caer la manzana, cuando Spock extendió la mano.

Fue un gesto muy sutil, casi por debajo de la mesa, sin embargo, muy claro. Especialmente, porque lo hizo con el brazo del lado opuesto. Sorprendido, y un poco emocionado, Jim juntó sus dedos y volvió a sentir esa calidez placentera. Duró apenas un momento, después Spock inclinó la cabeza como diciendo 'Ahí está, relájate', y regresó a su comida.

Jim no sabía qué decir. Acababa de… ¿cómo supo que quería extenderle la mano? ¿Era tan obvio? Mierda…eso fue algo asombroso…

Uhura los observaba con la boca abierta; así que Jim apostaría a que sabía lo que significaba el gesto. Antes de que ella pudiera hablar, Bones y su bandeja se les unieron.

Por un momento fantástico, a Jim le pareció estar de vuelta en la Academia o el colegio secundario, con las instalaciones públicas para comer y los extraños enredos románticos. Excepto que, sería imposible que fuera el coloegio secundario porque había otras personas sentadas a la mesa, con él.

-No puedo creer lo que acabas de hacer-. Dijo Uhura, finalmente, dirigiendo su incredulidad a Spock.

Bones pasó la mirada por los tres. -¡No me digas qué hicieron!- Exclamó, abruptamente. –No vale la pena que coma mi desayuno si lo voy a vomitar.

-Tal vez debería esforzarse por diagnosticar la causa de sus frecuentes ataques de náuseas, doctor-. Dijo Spock, en un tono inexpresivo. –Un Jefe Oficial Médico enfermo no le hace bien a la tripulación.

-¡Ah, créeme, Spock, ya diagnostiqué el jodido problema!- Gruñó Bones, lanzándole una mirada fulminante. -¡Mierda, Jim, deja de mirarlo como si él fuera tu desayuno! O te juro que voy a empezar a comer con las enfermeras. Las encantadoras y femeninas enfermeras…¿por qué carajo estoy aquí?- Murmuró. Sin embargo, se quedó sentado.

Jim se sorprendió por lo directo de la expresión, pero se recuperó y sonrió ampliamente y sin avergonzarse. –Lo siento, Bones-. Dijo, sin sonar para nada arrepentido, y volvió a prestarle atención a su manzana; después, decidió que realmente tenía hambre, así que los dejó para buscarse alimento.

Cuando regresó, Uhura interrogó a McCoy.

-¿Desde hace cuánto estás enterado de esto?- Preguntó, haciendo un gesto leve hacia Spock. –No puedo sacarles nada a ninguno de los dos.

Bones se encogió de hombros. –Bueno, no es asunto mío-. Replicó. –Además, intento no pensar en eso-. Apuntó, con una mirada de disgusto. Jim tomó asiento junto a Spock, que se mantenía llamativamente silencioso.

-Son sus orejas-. Dijo, colaborando.

-¡Ah, puta madre, Jim! Vas a lograr que te envenene y que lo haga pasar por accidente.

-Aunque tenga éxito, doctor, semejante acción va a manchar sustancialmente su reputación-. Señaló Spock, antes de mirar a Jim con curiosidad. Jim le guiñó un ojo y las orejas en cuestión se tornaron un poquitito más oscuras, como respuesta.

Uhura observó todo el intercambio con evidente curiosidad, apoyó un brazo en la mesa y descansó la barbilla. La mayor parte de su observación pareció centrarse en Jim, que comenzó a adoptar una actitud altanera, a la defensiva. Era lo que hacía siempre que estaba bajo un escrutinio negativo –asumió que el escrutinio de Uhura era negativo-.

-Entonces-. Dijo, enderezándose, con una extraña combinación de despreocupación y autoridad. -¿Algún problema, anoche?

-No sufrimos dificultades-. Le respondió Spock, inmediatamente. –Hubo un accidente menor en Ingeniería: un alférez se quemó con un circuito defectuoso, pero las heridas no fueron importantes. Todos los sistemas funcionan normalmente y la Uwibami sigue acompañándonos, sin incidentes.

-Es bueno saberlo-. Dijo Jim, contento. Pasó la mirada por el comedor, observando las actividades de la tripulación y las pocas miradas disimuladas que le daban a su mesa. A poca distancia se hallaba sentado Scotty, con Sulu y Chekov. El Jefe de Ingeniería encontró su mirada, lo saludó con la mano y luego levantó el pulgar. Jim optó por tomarlo como un reporte espontáneo de estado de Ingeniería. Sin embargo, el piloto y el navegante miraron, con determinación, hacia la dirección opuesta. Algo no muy raro en Chekov, que tenía esos momentos socialmente incómodos por ser el miembro más joven de la tripulación, pero sí en Sulu-quien, por lo común, era bastante amigable con Jim-. Eso era lo menos que se podía decir de un hombre que saltó sobre una nave perforadora, arriesgándose a morir por otro. Por supuesto, si estaban hablando de lo que Jim creía que hablaban, la reacción era comprensible.

Se preguntó si ya habría apuestas, porque ese tipo de rumores usualmente las incentivaban. Se encogió de hombros, decidió que no iba a prestarles atención y volvió a su desayuno. Unos minutos más tarde, Spock completó el suyo y con su eficiencia habitual, se excusó para retomar sus tareas. Jim lo observó irse, ignorando voluntariamente los murmullos de Bones sobre sus 'ojos de ternero degollado'.

Quedó un espacio vacío, entre Jim y su oficial de comunicaciones. El capitán empezó a comer más rápido, y la ocasión en que la miró, ella le hizo las señas que significaban: 'Te estoy vigilando'. Extrañamente, no supo distinguir si bromeaba a o no. Supuso que no, porque ella seguía examinándolo como si fuera un zapato que escondía una araña, pero la animosidad del elevador, ya no estaba. Tal vez, podría deberse a que Bones se hallaba sentado frente a ellos y la amistad que les unía era un hecho conocido por toda la nave –tanto como el lado protector del doctor-.

-¡Ah, cálmese, teniente!- Explotó Bones, al final, después de observar que Uhura, durante varios minutos, estuvo lanzándole miradas dudosas a Jim.

-¡Jesús! Spock no está hecho de cristal, y aunque lo fuera, Jim no lo quebraría.

Uhura le dedicó una mirada levemente escéptica, y Jim le regaló una alegre sonrisa agradecida a Bones, por la defensa.

-No estoy diciendo que le haría algo malo a propósito. No necesariamente-. Dijo la oficial de comunicaciones, moviéndose en el asiento y pasando la mirada de uno al otro. –Pero, las relaciones románticas son muy serias para los vulcanos, y Spock ha pasado por tantas cosas…No puedes jugar con él.

-Ya lo sé-. Se defendió. Luego miró a Uhura, sintiendo su propia intranquilidad y consciente de su propia ineptitud con la situación. Se le ocurrió que podría ayudarle si pensaba en ella como la versión de Bones para Spock. Después de todo, el buen doctor había ofrecido su propia amenaza: 'Si lo arruina, ¿qué te parece que lo envenenemos?', a pesar de los comentarios sobre su lado suave y esponjoso. Aunque él nunca tuvo ese tipo de relación con Bones, supuso que si se olvidaba que Spock y Uhura salieron juntos, entonces su preocupación por el amigo tenía sentido. Ella no sabía qué era lo que Spock veía en Jim –como Bones no sabía qué veía Jim en Spock-, y si ella tenía idea de los problemas del primer oficial, entonces existían razones para preocuparse.

-¿Qué crees que le haría?- Preguntó, con curiosidad repentina.

Uhura lo miró, sorprendida, obviamente no esperó la pregunta. Lo consideró, por un momento, sopesando qué pensamientos podía verbalizar y cuáles omitir en la respuesta, teniendo en cuenta que él era el capitán de la nave. -…No estoy segura-. Admitió, a la larga. –Tal vez, aburrirte, asediarlo…sé que no tienen relaciones.

Bones miró a su desayuno con disgusto. –Sí, yo también, desafortunadamente-. Gruñó, y luego decidió juntar las cosas sobre la bandeja y levantarse. –Ya está. Listo, disfruten la charla sobre lo que carajo sea que encuentren atrayente en el tipo-. Aconsejó, antes de irse.

De algún modo, Jim tenía sus dudas en que ese fuera el tema a discutir.

Después de un rato, dijo. –Rompería con él, antes de llegar a eso.

Era cierto. Si dejaba de querer estar con Spock, se lo diría. Si se cansara de querer convencer a su primer oficial de que fueran juntos a la cama y decidiera tener relaciones sexuales con otra persona, lo haría. Aunque la idea no le atrajera, sino que, de hecho, le pareciera muy repugnante.

Uhura negó. –Ves, ese es el problema-. Dijo. –Estás haciendo lo que sea que haces, pensando en términos de 'ahora'; pero él no. Si está contigo, él está pensando en términos de 'años'.

Jim lo sabía. Spock ya se lo había dicho. No era su culpa-todo lo que dijo fue que lo intentaría-, porque no estaba listo para alejarse de la creciente afinidad que compartían. Pero, solo porque él sabía que nada era para siempre, no significaba que fuera responsable por el idealismo de Spock, ni por sus diferencias culturales.

-Ya lo sé-. Dijo, finalmente; luego se puso de pie, preguntándose si tenía sentido siquiera que hablara. Una llamarada de sus sentimientos defensivos le surgió cuando volvió a contemplar la sospecha en los ojos de Uhura. –Pero, considerando que no estuviste con él durante años, no veo cómo puedes recriminarme-. Espetó, sin poder contenerse.

Los ojos de Uhura se agrandaron ante esa declaración. Inmediatamente, Jim se sintió un poco mal, no le gustaba juzgar las relaciones de los demás, y sabía que la ruptura entre los dos fue amigable. Tal vez, esa era la razón por la que la amistad entre ellos le molestaba un poco, si se separaron de ese modo, ¿sería posible que volvieran? Si Spock dijo que no lo harían, entonces se inclinaba a creerle. Todo le resultaba confuso.

-Supongo que tienes razón-. Concedió Uhura, después un largo y tenso rato. Jim se sorprendió. –Pero, aunque no funcionó, yo sí pensaba en sus términos.

Eso es más de lo que tú estás dispuesto a dar, quedó en el aire.

Jim descubrió que no le gustaba ese sentimiento, no halló qué decir, por eso se giró y salió del comedor en silencio.

Cuando llegó al puente, no se encontró con la mirada de Spock, ni con la de Uhura cuando, no mucho después, ella llegó al puente. Era aún temprano para el reporte, pero no quería ir a otro sitio, en cambio se puso a trabajar, poniéndose al día oficialmente con lo que Spock ya le había informado y monitoreó el estatus de la Uwibami. Vulcano II se hallaba a mayor distancia de la tierra que Vulcano, y la nave de carga era bastante lenta, por lo que les tomaría un par de horas más alcanzar el destino.

La salida de warp, sería el momento más probable para que surgieran los problemas. De acuerdo a los reportes, las naves fueron atacadas en ese momento, las dos veces.

Hacía una hora que estaban en el puente, cuando Spock lo llamó. –Capitán- Dijo. Jim giró, su primer oficial lo miraba fijamente desde su puesto y dio un paso a un lado.

-¿Señor Spock?

-¿Puedo hablarle un momento, por favor?- Preguntó. Jim pasó la mirada alrededor, notó el silencio y se acercó.

-Seguro, ¿de qué?

Spock no fruncía el ceño, exactamente, pero era claro que algo le molestaba: tenía esa expresión sutil que decía 'no sé cómo lo sé, pero lo sé'. Jim comenzaba a pensar que los vulcanos suprimían sus emociones con tanta fuerza que las desparramaban por el aire que los rodeaba. –Algo en estos ataques, no me parece razonable. Se supone que los piratas son klingon por el diseño de sus naves; sin embargo, sus conductas no son consistentes con los corsarios klingon.

Jim frunció el ceño, pensativo. Conocía las tácticas militares y de guerra de los klingon, pues los estudió ampliamente en la Academia y en los últimos meses habían tenido varias escaramuzas para evaluar ese conocimiento. Por todo ello, estaba seguro de que tenía un buen manejo del tema. Los piratas eran otra cosa, no tenían estructura militar, así que aún con características culturalmente motivadas, sus conductas deberían ser más difíciles de predecir-dependerían de los individuos a cargo-.

-¿Qué sabes sobre los corsarios klingon?- Decidió preguntar, ya que él ya tenía cubierta la información sobre los piratas que esperaban.

-No mucho-. Admitió Spock. –Son raros, pero como la mayoría de los de su especie, adhieren a los principios de los guerreros y sus tácticas son directas y despiadadas. Si realmente fueran los responsables de estos ataques, ambas tripulaciones y ambas naves no hubiesen sobrevivido.

Jim consideró esto y lo completó con su propio conocimiento de los klingon y los piratas. Spock tenía razón. –Coincido-. Decidió. –Algo huele a podrido…¿tal vez alguien tiene interés en que haya problemas entre la Federación y el Imperio Klingon?

Lo último que la Federación necesitaba en este momento, era una guerra. Después del incidente con la Narada, la mayoría de los enemigos potenciales empezaron a husmear en las fronteras buscando signos de debilidad. Solo los romulanos permanecieron quietos. Al parecer, tomaron la decisión ejecutiva de enfatizar que no tenían nada que ver con Nero y la destrucción de Vulcano, a su manera xenófoba acostumbrada. Tal vez les llegó el rumor de que dentro de cien años iban a tener una supernova entre manos y decidieron dedicar sus energías a solucionarlo, tal vez estaban avergonzados, esas eran las suposiciones, pero, por el momento, la Federación se contentaba con dejarlos en su rincón de la galaxia, donde parecían complacidos en permanecer.

Jim caminó de vuelta hacia su silla, pero no se sentó, en cambio optó por apoyar una mano en el respaldo y se puso a pensar. Después de un momento, se dio cuenta de que durante la charla susurrada con Spock, se había inclinado muy cerca de su cuerpo, sin siquiera pensar en la cercanía física. Sorprendido, se giró hacia su primer oficial, preguntándose si sería alguna reacción retardada, ahora que su atracción inesperada siguió su curso.

Spock volvió a su posición, por alguna razón no usó la silla, entrecerró levemente los ojos y se inclinó sobre su consola. Jim lo observó...

Seguía siendo atractivo…

Complacido, concluyó que solo se trataba de su preocupación por el trabajo que tenía entre manos, lo que evitaba que su mente vagara por allí. En verdad, se sentía aliviado, a pesar de su argumento de que si dormían juntos iban a evitar distraerse en el Puente, porque hasta cierto punto le había preocupado.

Por supuesto, el hecho de que lo estuviera pensando ahora que estaban de servicio, probablemente era un punto en contra, pero igual, ¡bien hecho, Capitan Kirk!

Trajo su mente de vuelta al trabajo, ahora de mejor humor. Si realmente no fueran Klingon, podrían evitar la parte de 'hacerlos explotar en pedacitos', aunque solo fuera hasta descubrir qué era lo que sucedía. Posiblemente se tratara de alguna especie de trampa. Con esto en mente, buscó toda la información que pudo sobre las especies con tecnología para viajes espaciales en el sector; cualquiera que tuviera algo en contra de la Federación o de los Klingon. Pero, sorprendentemente, no halló nada. Había algunos pocos mundos poblados; sin embargo, con excepción de Vulcano II, ninguno tenía capacidad de warp.

Pero, también era posible que el lugar y el blanco hubieran sido escogidos justamente por ser Vulcano II. Todos sabían lo sacudida que quedó la Federación por la casi aniquilación de una de sus especies fundadoras. En este momento, si algún grupo quisiera joderlos en extremo, atacar la colonia sería una buena manera de lograrlo. Después de todo, el Comando de la Flota no era conocido por órdenes del estilo de: 'Destrúyanlos y que sirvan de ejemplo'; y Jim tampoco iba a reprochárselo.

El problema que ocupaba su mente era que recién tendría su respuesta cuando salieran de warp.

-Capitán-. Dijo Sulu, con cierta alarma, en el momento estimado de llegada. –La Uwibami salió de warp.

-¿Qué?- Dijo Jim. El protocolo indicaba que siempre, siempre, la escolta salía primero de warp, por si los esperaba alguna cosa desagradable. Maldijo, mientras la Enterprise salía de warp y una imagen indeseada aparecía en la pantalla: dos naves Klingon-un crucero y una nave de rastreo, más pequeña- rodeaban a la nave de carga. Eran modelos antiguos, ninguno de ellos le hacía sombra a la Enterprise, pero eran lo suficientemente formidables como para destruir a la Uwibami.

-Que los phasers apunten a las naves enemigas y abran un canal-. Ordenó, inmediatamente. La tripulación del puente se apresuró a obedecer y una repentina y densa tensión invadió el aire. –Naves no identificadas, les habla el Capitán James T. Kirk de la U.S.S. Enterprise, están en espacio de la Federación, interceptando una nave de la Federación; les ordeno que bajen sus armas y se retiren o abriremos fuego.

Muy bien, tal vez eso no fuese exactamente parte del protocolo, pero cubría todas las bases.

Por un breve momento, su corazón golpeó contra el pecho, al ver que las naves klingon rodeaban a la Uwibami como tiburones. ¿Por qué salieron de warp primero? ¿Fue solamente una estupidez o tendrían un traidor a bordo?

-No responden, Señor-. Informó Uhura, desde su puesto.

-Están cargando sus armas, Capitán-. Agregó Chekov.

Jim volvió a maldecir. –Señor Sulu, trate de colocarnos entre ellos y la Uwibami y apunte a sus escudos y sistemas de armas-. Ordenó, pero no creyó que pudieran maniobrar a tiempo, dudó por un segundo porque este era el tipo de órdenes que podían acarrear muertes, aunque se tratara solo las de los agresores. Luego, ordenó. –Fuego.

El espacio se iluminó con los colores mortales de los phasers. Las naves klingon se dividieron los blancos, una disparó a la Enterprise y la otra a la Uwibami. Los dos disparos fueron lejanos, sin puntería. La Enterpriseseguía ilesa; la Uwibami recibió un par de disparos directos, uno de ellos dañó una bodega de carga.

-Los escudos enemigos cayeron al diez y al quince por ciento-. Informó Chekov. Al mismo tiempo, finalmente, Sulu pudo ubicar la nave entre los piratas y su blanco.

-Vuelve a abrir ese canal-. Ordenó Jim. –Naves no identificadas. Repito, les habla el Capitán de la nave insignia Enterprise de la Federación, retírense.

Hubo otro momento de silencio que pareció mucho más prolongado de lo que fue; luego, la pantalla cambió, interceptando la respuesta. El puente que mostraba era, definitivamente, Klingon, pero la tripulación no. Jim no reconocía la especie, aunque era parecida a la humana. En el centro, se hallaba sentado un hombre, presumiblemente el líder; llevaba el cabello corto, amarillento, y tenía una serie de extrañas protrusiones óseas a lo largo de las mejillas-parecían ser características de esta gente-.

-Capitán Kirk de la Federación-. Dijo el hombre, parpadeando con un raro par de párpados verticales. –Nos rendimos.

Jim se enderezó, y su curiosidad aumentó. -¿Hay más de ustedes?- Preguntó.

-No-. Replicó el hombre. –Solo las dos, son todo lo que tenemos-. Su voz se oyó solemne, pero sincera a los oídos de Jim-pero él era lo suficientemente inteligente como para no confiar solo por eso-.

-¿Señor Spock?

-Los sensores no muestran señales de otras naves, Capitán-. Confirmó Spock.

Satisfecho, Jim asintió. –Muy bien. Teniente Uhura, llame a la Uwibami y averigüe qué creyeron que hacían-. Instruyó. Luego, se volvió hacia la pantalla, donde la tripulación alienígena esperaba, rígidos, solemnes, pero asustados. Si es que la especie demostraba el temor como la mayoría.

-Mientras tanto-. Dijo. –Tal vez quieran explicarnos quiénes son ustedes.

Silencio. Caras impasibles, un frío silencio, como el de los prisioneros que se niegan a divulgar información delicada.

Después de un momento, Jim se encogió de hombros. –Bien. Bajen sus escudos y prepárense para ser abordados.

Más silencio. El líder de los piratas se dirigió a uno de los tripulantes e hizo un gesto con la mano. Después de algunos movimientos, Chekov reportó que habían bajado los escudos.

-Señor Spock, que el Jefe de Seguridad Giotto prepare los equipos apropiados para asegurar las naves-. Instruyó Jim, delegando la tarea en su primer oficial, mientras él centraba su atención en la pantalla. Se cruzó de brazos, intrigado por el misterio que se le presentaba: naves Klingon, pero no tripuladas por Klingon, sino por una especie que no reconocía-aunque tenía una buena memoria-; había algo que le inquietaba de todo esto, y no se trataba solo de la piratería.

Los piratas no deberían mostrar tanta vacilación en identificarse, después de ser capturados; sino que deberían gritar alto y claro el nombre de su gobierno, con la esperanza de conseguir un arreglo diplomático. Tampoco era lógico el modo de comportarse: abrieron fuego, como si pensaran que podrían vencer a una Nave Insignia de la Federación, cosa que ninguna persona cuerda pensaría.

-Y, Spock- Agregó, en voz más baja, mientras su primer oficial establecía contacto con el Jefe de Seguridad. –Diles que busquen trampas; quiero que esas naves sean completamente escaneadas en busca de cualquier signo de engaño, antes del transporte.

Spock respondió asintiendo con rigidez, Jim no necesitaba más. Volvió a dirigirse a la tripulación alienígena. –Nuestros equipos de seguridad abordarán las naves. Serán puestos bajo custodia. Si se resisten o intentan escapar, abriremos fuego. Se les acusa de piratería y de intentar piratear nuestra nave de carga-. Dijo, caminado hasta el centro del puente y parándose con las piernas separadas. Con voz fuerte, continuó. –Son crímenes serios. Serán sometidos a juicio por ellos.

Nada. Ni protestas, ni pedido de contactar a su gobierno. Jim estaba casi seguro de que no eran una especie de la Federación, así que ese no era el asunto. ¿Tal vez eran radicales? Suficientemente herméticos; lo único que obtuvo de ellos fue la rendición…pero, no, los radicales no se rendían.

Después de un minuto sin respuesta, giró e hizo el gesto de 'cortar' la transmisión. La pantalla volvió a mostrar el espacio abierto. –Teniente, contacte al Comando de la Flota Espacial. Vamos a necesitar otra nave, sería demasiado arriesgado tratar de escoltar solos a ambas naves con sus tripulaciones. Dígales que hemos capturado dos naves Klingon, eso debería alegrarles-. Siempre había algún maniático de 'Investigación y Desarrollo' que adoraba ponerle las manos encima a cualquier tecnología enemiga, sin importar lo antigua que fuera. Él podría escoltarlas hasta la colonia de Vulcano II y dejar las tripulaciones piratas para que las buscara otra nave, pero esas no eran sus órdenes, y la curiosidad por la situación lo convenció a atenerse a sus órdenes.

-Sí, señor-. Aceptó Uhura.

-¿Respondió la Uwibami?

-En este momento-. Le informó, luego inclinó la cabeza, adoptando la expresión de concentración que decía que estaba recibiendo el mensaje. –La capitana se disculpa porque sus instrumentos son antiguos y, aparentemente, se olvidaron de sincronizar su salida de warp con nosotros.

-Maldición-. Dijo Jim, preguntándose brevemente si no lo estaría engañando; pero luego se dijo que sus pensamientos ya estaban rondando la paranoia, porque la nave era vieja. Toda la situación le incomodaba, no era solamente ese aspecto particular. –Pregúntele si necesitan ayuda.

Uhura asintió y se puso en la tarea. Jim frunció el ceño, dándole vueltas al asunto. Algo trataba de surgir en su mente, una idea rondaba en la periferia. Casi…

Ahí estaba.

De repente, la sospecha se aclaró; determinado, se acercó a una de las terminales y con rapidez, buscó la información sobre los mundos habitados en las cercanías: ninguno poseía tecnología warp. Revisó la información, buscando imágenes esta vez y descubrió que una de esas especies era la que tripulaba las naves.

Por décima vez desde que la Uwibami salió de warp, Jim lanzó una larga lista de insultos. No sabía de piratas Klingon, no sabía cómo operaban los Klingon, pero sí conocía las tendencias de los klingon a violar la Primera Directiva del acuerdo entre la Federación y el Imperio. Hubo varios incidentes de klinglon proveyendo tecnología a especies primitivas, armas o instrumentos muy por encima de sus niveles de desarrollo.

Sin embargo, dudaba que le hubieran entregado dos de sus naves a una raza que, de acuerdo a la información, hacía poco que poseía tecnología nuclear en su propio mundo.

Bueno, pensó Jim, no podría decir qué era lo que estaba sucediendo, hasta que tuviera más información.

-Señor, la Uwibami nos informa que unos equipos geológicos que transportan se han dañado, además de una de sus bodegas de carga. El resto no sufrió daño. Solicitan permiso para seguir hacia Vulcano II.

Jim pensó.

-Muy bien- dijo, al final. –Dígales que continúen y abra un canal de comunicación con el crucero klingon.

Asintiendo, Uhura obedeció. La tripulación del Puente estaba tal cual la habían visto antes de cortar la comunicación anterior, como si no se hubiesen movido. Tal vez no lo hicieron. Jim adoptó su pose de 'capitán' y los enfrento, otra vez. –De acuerdo a la computadora de nuestra nave-, dijo, -¿su gente se hace llamar Irri?

Eso provocó alguna reacción: un respingo en varios de los miembros del puente; aunque no del líder. Jim los observó, pensativo. –Su civilización aún no posee una avanzada tecnología para vuelos espaciales- Notó, provocando varias reacciones de sorpresa de su propia tripulación.

-¿Cómo fue que accedieron a la tecnología klingon?

No respondieron, se quedaron en silencio.

Jim consideró sus opciones y decidió un acercamiento más gentil. –La Federación es diferente al Imperio Klingon, tenemos leyes que protegen a seres como ustedes. Si los klingon les hicieron algo, tal vez podamos ayudarlos…o tal vez podamos hallar una buena razón para pasar por alto los cargos de piratería.

Por un momento, pensó que solo conseguiría la misma respuesta silenciosa, pero, eventualmente, el líder habló. –No podemos vencer sus armas- Dijo. –Nos someteremos a su juicio.

Jim lo examinó y luego se volvió hacia su primer oficial. -¿Ya están listos los equipos de seguridad, señor Spock?- Preguntó.

-Sí, señor-. Confirmó.

-Bien-. Dijo Jim, resueltamente. –Asegúrese de que también estén asegurados los sistemas de computadoras de las naves. Si hay alguna pista de qué carajo está pasando, quiero tenerla-. Volvió a mirar a la tripulación Irri. –Nuestra gente acostumbra utilizar todas las circunstancias relevantes para mitigar los juicios. No emitiremos una sentencia hasta que comprendamos qué es lo que sucede.

Allí. Eso pareció hacerlos reaccionar, o al menos, el líder parpadeó y se removió en su sitio. De repente, Jim agradeció muchísimo todo el tiempo que pasaba con Spock últimamente, porque al parecer incrementó su capacidad para detectar el más sutil lenguaje corporal. No significaba que antes era un negado en el tema, pero ahora que tenía la motivación correcta…

-Nuestras palabras nos pertenecen-. Dijo, al final, antes de cerrarse, como si esperara su sentencia de muerte.

Maldición, pensó Jim. Esto no le gustaba nada. –Vamos a tener que descubrirlo, ya sea que ustedes nos ayuden o no-. Dijo.

Silencio.

Un momento después, suspiró y cortó la comunicación. Bueno, dejaría que los equipos de seguridad lo manejaran, por ahora. Alguien iba a tener que ir al planeta de los Irri, para investigar que mierda estaba pasando.

-Capitán-. Dijo Spock, acercándose mientras pensaba en las opciones que tenían. –La Uwibami reportó que algunos equipos geológicos se dañaron durante el ataque. Ese equipo es muy importante para el desarrollo de la colonia y la tardanza ya le ocasiona problemas al campamento. Dado que las naves enemigas ya no constituyen una amenaza inminente, solicito su permiso para contactar a la Uwibami y evaluar los daños. Puede que nosotros estemos mejor equipados que la colonia para reparar los equipos.

Permanecía rígido y formal, lo que demostraba, silenciosamente, su nerviosismo. Jim lo miró bien y luego asintió. –Adelante, señor Spock-. Replicó. –Manténgame informado.

-Por supuesto-. Concedió Spock, y luego se dirigió con rapidez a cumplir con su tarea.

Jim contempló las dos naves klingon en pantalla y frunció el ceño. Esto se estaba convirtiendo en un desastre. La Uwibami dañada, los piratas-técnicamente- seguían protegidos por la Primera Directiva, y los klingon echaron mano de quién sabe qué. Eso sin mencionar que los únicos que, probablemente, supieran qué era lo que pasaba, eran seres increíblemente cerrados. Sus instintos le decían que la próxima parada debía ser el planeta de los Irri; pero no podían dejar las dos naves para seguir investigando, y tampoco tenían suficiente espacio en la Enterprise para ambas tripulaciones.

No tenía otra salida, debería esperar la respuesta del Comando de la Flota Espacial.

Mientras tanto, aunque fuera improductiva, la mejor opción era hablar con las tripulaciones de los Irri.

-Teniente-. Dijo, acercándose al puesto de Uhura. –Contacte al Jefe de Seguridad, Giotto. Dígale que me uniré a los equipos de abordaje.

-¿Señor?- Preguntó, sorprendida.

-Ajá-, dijo. –Tal vez sean un poco más receptivos y hablen más, cara a cara-. Luego giró y se dirigió al ascensor. –Señor Spock, el Puente es suyo.

Se perdió de ver la breve mirada de preocupación en los ojos de su primer oficial, y las puertas del ascensor se cerraron tras él.

Se suponía que no se sentía nada al usar el transporte, pero si le preguntaban a Bones, uno se quedaba con una especie de picazón molesta y con la sensación de haber dejado una parte del cuerpo detrás. Jim estaba bastante seguro de que era algo psicológico, pero a él, personalmente, a veces le parecía quedarse con una extraña sensación de estremecimiento, así que, tal vez el doctor tenía algo de razón.

La nave crucero klingon no tenía nada de la aireada amplitud de la Enterprise, las paredes estaban pintadas de una rara tonalidad gris cremosa y la iluminación era rojiza. Jim tuvo la sensación de que acababa de entrar a un recipiente de condimentos descolorido. Además, olía de modo extraño, como a desinfectante, como si alguien hubiese raspado el interior, del piso al techo. Probablemente no era un buen signo, en especial para la tripulación original klingon.

Giotto lo esperaba en la sala de transporte. Tenía quince años más que Jim, era el oficial más experimentado, y no siempre mostraba entusiasmo por pertenecer a la tripulación más joven de la Flota. En este momento, observaba a su capitán con una expresión cercana a la exasperación.

-Captain-. Dijo, educadamente, cuando Jim descendió de la plataforma de transporte.

-Comandante-. Replicó Jim, con igual profesionalismo.

-Permiso para hablar libremente- Pidió Giotto, dirigiéndolo por un pasillo. Inesperado pedido, pues lo usual es que el Jefe de Seguridad haga lo que se le pide y solo exprese su falta de entusiasmo con un gesto o mirada ocasional.

Un segundo después, Jim asintió. –Concedido-. Apenas reprimiendo un 'sí, adelante', que hubiese sonado mucho menos 'capitanil'.

-No hay una buena razón que justifique que usted esté aquí, señor-. Le informó Giotto, llanamente, juntando las manos, mientras caminaban. La mayoría de las puertas estaban completamente abiertas, para evitar la formación de lugares para ocultarse o para crear emboscadas. Varias secciones ya tenían personal de seguridad haciendo guardia y demostrando que estaban controladas. –Soy más que capaz en mi trabajo como Jefe de Seguridad, y eso incluye el interrogatorio de los detenidos. Sería más útil para usted permanecer en el Puente y dejarme manejar las cosas aquí.

Jim lo miró. –No estoy aquí para interponerme en su trabajo, señor Giotto-. Respondió; entendía lo que quería decirle, pero su evaluación de la situación era un poco limitada. –Lo que tenemos entre manos se está convirtiendo en un desastre descontrolado, a causa de la Primera Directiva. Usted puede manejar a los detenidos, pero esto es, probablemente, un Primer Contacto mal hecho y una pesadilla diplomática, todo envuelto en una posible violación del tratado con el Imperio Klingon. Por eso, cae en el ámbito de incumbencias del capitán.

Hubo una pausa incómoda.

Giotto parpadeó. Miraba a Jim con una expresión que mostraba que no tenía idea de que su capitán sabía palabras como 'incumbencias'.

Bueno, la sé, así que chúpate esa, pensó Jim, pero no se enojó. Especialmente porque su Jefe de Seguridad se dignó a retractarse de su protesta y aceptó su perspectiva.

-Todavía no hemos podido sacar mucho de sus computadoras-. Apuntó Giotto. –La base de datos está blockeada y en idioma klingon. Tenemos acceso a los sistemas principales, pero parece que lo que sea que estuvo haciendo la tripulación original, lo ocultaron bien.

-Cuando usted esté satisfecho con la seguridad de las naves, asignaré algunos oficiales de comunicaciones para ayudar con el idioma klingon-. Dijo Jim. Luego dejó que Giotto lo guiara al comedor de la nave, donde varios hombres armados tenían acorralados a los tripulantes piratas.

Cuando entraron, todos los Irri estaban de pie, en el centro de la sala, con las manos a los costados y con expresiones que iban desde una neutralidad determinada hasta una especie de cauteloso desafío. Jim reconoció al líder, al frente del grupo; y cuando éste lo vio, parpadeó de lado, se paró con las piernas separadas y levantó levemente la barbilla. En persona, era casi una cabeza más alto que la mayoría de los humanos de la habitación, incluido el capitán.

-Capitán Kirk de la Federación-. Dijo. Jim decidió que era más conversador en persona. Solo porque dijo algo.

-Capitán Kirk está bien-. Replicó, entrando a la sala. El personal de seguridad se enderezó, atendiendo. -¿Cómo debería llamarlo a usted?

Una pausa. Jim tuvo la impresión de que lo estaba evaluando. Luego, el líder se paró firme y dijo: -Mis palabras me pertenecen-. Una cierta tensión recayó en la habitación y los otros irri también se enderezaron y algunos fruncieron el ceño.

La información sobre las sociedades pre-warp, usualmente era bastante poca, especialmente cuando las palabras no ayudaban; así que todo lo que Jim pudo hallar de esta gente fue su escaso nivel de avance tecnológico, que se llamaban irri y el nombre de su mundo. Nada de eso le explicaba qué mierda estaba pasando.

-¿Eso significa que no va a hablar?- Preguntó. El tipo parpadeó, pero esta vez, horizontalmente, probando que contaba con cuatro párpados.

-Sus armas son más poderosas que las nuestras-. Repitió. –Pero yo soy más fuerte que usted. Si usted quiere mis palabras, tendrá que arrancarlas de mis entrañas.

…Tal vez esa era una de esas expresiones culturales que no se podían traducir bien. –Yo no voy a arrancar nada de su cuerpo-. Dijo Jim. –Mi único interés es saber qué es lo que sucede.

Otro parpadeo horizontal. Ahora, Jim estaba seguro de que esa expresión apuntaba a algo que pesaba en el aire. –Cobarde-. Dijo el Irri.

Xxxxxxxxxxx Dulzura Letal, 27 de noviembre de 2014 xxxxxxxxxx