REHAB

Cameron se asomó a la sala de diagnósticos para cerciorarse de que House no anduviera por allí. Últimamente sus discusiones con él habían alcanzado tonos demasiado elevados, y ese día no estaba precisamente de humor para recibir quejas, reproches y retos por parte de su jefe, y menos aún sin tener cerca a Chase y Foreman (de permiso por una gripe) para defenderla.

Entró presurosa a recoger unos papeles que había olvidado sobre la mesa y salió igual de rápido rumbo a los vestidores.

- Te ves cansada, - le comentó Wilson, que en el momento en que Cameron entró estaba cerrando su propio casillero.

- No estoy cansada, sólo fastidiosa, - explicó. El oncólogo sonrió, sacudiendo la cabeza.

- House te está volviendo loca, ¿verdad?

Cameron suspiró profundamente y esbozó una sonrisa.

- Afortunadamente he pedido a Cuddy que me permita tomarme mis vacaciones ahora, y comienzan en... - Consultó su reloj. - Hace exactamente dos minutos y medio... Y estoy haciendo lo posible para no cruzarme con House.

- Pues, espero que tengas suerte. Ha estado buscándote todo el día. Dijo que quería preguntarte algo.

- Con el humor que tengo, espero que sea él el de la suerte...

Wilson volvió a sonreír.

- Voy a ayudarte, - decidió. - Me llevaré a House a la cafetería, así tendrás la puerta libre para escaparte... - Ya se iba, cuando volteó y agregó: - Felices vacaciones.

- Gracias, Wilson.

Tomó el resto de sus cosas lo más rápido que pudo y prácticamente corrió a las escaleras. Al llegar a la planta baja, divisó la puerta principal y trató de dirigirse a ella, pero un flameante bastón se le cruzó en medio.

- House, - confirmó frustrada.

- ¿A dónde crees que vas? Se supone que estabas en el laboratorio, haciendo cultivos.

- Es una infección, dale antibióticos. ¿Conforme?

- No. Quiero saber a dónde vas.

- Mis vacaciones ya comenzaron. No tengo por qué rendirte cuentas a ti de dónde voy, - espetó, conteniendo la bronca.

- Necesito que te quedes. Acaba de llegar otro paciente y tienes que estar aquí.

- Ya te dije: mis vacaciones ya comenzaron.

- Pues ya no. Tienes que quedarte.

- ¡House, eres un miserable! - El estallido de Cameron fue lo suficientemente fuerte como para dejar paralizado al nefrólogo, pero no tanto como para atraer la atención de la gente a su alrededor. - Mira, tu pierna puede hacerte miserable a ti, pero no tienes derecho a hacer que la vida de los demás sea tan miserable como la tuya.

- Lo de mi pierna no es mi culpa, - se excusó, un poco aturdido.

- ¡Sí lo es! Bien podrías dejar el Vicodin y rehabilitarte, pero te gusta ser miserable, y la pierna es tu excusa... Déjame ir ahora antes de que diga algo de lo que me pudiera arrepentir luego...

House se quedó en el lugar mientras Cameron pasaba a su lado con un suspiro frustrado. No se despidieron. Ni siquiera se miraron a los ojos. Y House comenzó a lamentarlo treinta segundos después, cuando al voltearse para ver cómo su inmunóloga se iba, fue testigo en cámara lenta del accidente.

La ambulancia salía a todo lo que daba, la mujer estaba demasiado ensimismada como para prestar atención. La frenada, gritos. Y su delicada figura volando por los aires mientras House, olvidado ya del bastón y del dolor en su pierna, corrió, deseando poder rescatarla.