¡Wiii! Segundo capítulo y tengo el tercero escrito, así que no habrá que esperar tanto ^^ Muchísimas gracias por todas las reviews. Son la gasolina del á que eso de mantener los personajes como en la serie se me siga dando bien.

ATENCIÓN, PARRAFADA ESTÚPIDA: Eh, una pequeña (mentira) nota de traducción: Me gusta, tolero, el doblaje español de la serie (aunque está a años luz de la V.O), peeeero la traducción, es un tema muy distinto. Quiero volarle la cabeza al tipo que se le ocurrió traducir "Bazinga!" por "¡Zas, en toda la boca!" (¿Sheldon viendo Padre de Familia? Claro, y también el equivalente americano de la Leti Sabater, no te jode. Quise clavarme un lápiz en la oreja y empujar hasta dar con el cerebro cuando lo oí). "Meemaw" por, simplemente "Abuela" fue otra decepción (¿Tanto trabajo les costaba decir "Nana" o "Yaya"? Anda que no tenemos apodos pa' las abuelas en castellano). "Moonpie" por "Merengue" lo acepto, porque aquí no tenemos moonpies, que yo sepa.

Por eso, también acepto que el segundo nombre de Leonard sea "Simeón" en vez de "Leakey" (como sale en este capítulo), porque bueno, era la única forma de ser fieles a la broma original que sale en la serie.

FIN DE PARRAFADA ESTÚPIDA

Otra cosa, he tenido que incluir una relación pasada entre Leonard y Penny porque al parecer la tercera temporada va a ser eso...totalmente L/P. En fiiiin. Será divertido ver las reacciones de Sheldon, supongo. También presento en este capítulo a la prometida de Leonard, Audrey. Es lo único que me pertenece de momento (hasta que consiga la cabra para poder hacer el ritual para hacer un trato con Lucifer :D)

P.D: Jim Parsons nominado al Emmy! *saltitos* Dios quiera que Alec Sobreestimado Baldwin no gane otra vez.

El dilema Josh Alfred

El parto es una de las experiencias más agotadoras que existen en la vida de una mujer. Una batalla de desgaste lo mires por dónde lo mires. Desde que comienzan las primeras contracciones hasta que por fin el bebé sale del seguro y cómodo útero que hasta entonces era su hogar, pueden haber pasado de varias horas hasta un par de días de esfuerzo físico, sudor y resistencia al dolor.

Penny Cooper, sin embargo, considera que su parto ha durado nueve meses, y que empezó exactamente el día después de comunicarle el embarazo a su marido. Dietas específicas, revisiones cada semana, (además de auscultaciones del vientre para ver si todo iba bien por ahí cada ocho horas), lectura obligatoria de libros sobre embarazo e infancia (para ser justos, él también los ha leído), música clásica a todas horas ("Lo siento, pero esa tal Whinehouse no entra en la lista de música apropiada que he redactado." Le comunicó por teléfono un día " He buscado en Google sobre ella…¡Por Dios! ¿Quieres que nuestro hijo acabe con un hígado más destrozado Nagasaki después del 9 de agosto de 1945?...Por Dios Sant…La bomba atómica, Penny… No, no sólo fue en Hiroshima… ¡Sabía que no estabas viendo el Canal Historia a pesar de mis insistencias!") y otra interminable lista de cosas han convertido aquellos meses un período casi tan estresante como el alumbramiento.

Pero, como le han dicho su madre, su hermana, sus tías y su abuela; merece la pena. Siempre ha creído que era algo que se decía para animar a la futura madre más que otra cosa. Palabras un poco vacías que se ofrecen fácilmente con una sonrisa y se aceptan con otra. Ahora ve que está equivocada. Sólo tiene que contemplar la cara de su recién nacido para saber que todas las mujeres de su familia están en lo cierto. Ahí, rojizo y un poquitín arrugado todavía, con pequeños mechones de pelo claro pegado a su cabecita, dormido en la cuna de plástico…Su hijo, su niño, su Josh.

¿Josh?

Por encima del cadáver de Sheldon.

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− ¡Me niego! ¡Me niego a ponerle a nuestro hijo uno de esos nombres! ¡Josh, Jake, Cameron, Kyle…! ¡Kyle! − repite, su voz aguda por la indignación − Creo que antes me arrancaría los ojos.

Ya están otra vez. Penny pone los ojos en blanco. ¿Es que no pueden estar ni una semana sin discutir por algo? Han tenido nueve meses para ponerse de acuerdo, y ni por esas.

− De acuerdo, pero procura que no salpique − replica ella.

− Hablo en serio, Penny.

− Y yo también hablo en serio cuándo digo que no va a salir del hospital llamándose Alfred. − Alfred. Por Dios. ¿Qué niño del siglo XXI se llama Alfred?

Sheldon cruza los brazos y le lanza una de esas miradas que le indican que no va a darse por vencido.

− Enumera al menos tres razones lógicas para decir que Alfred no es un buen nombre. − le contesta, alzando las cejas con arrogancia.

− ¡El abuelo de mi mejor amiga del colegio se llamaba Alfred! ¡Estaba senil y salía desnudo al jardín! ¡No quiero que mi hijo salga desnudo al jardín!

Sheldon lanza una mirada a Josh/Alfred, pensativo. Tuerce un poco la cabeza.

− Aunque la perspectiva de que escogiera el exhibicionismo como hobby es bastante deprimente, − sus ojos vuelven a clavarse en Penny − tú sabes tan bien cómo yo que el hecho de que dos personas se llamen igual no significa que actúen del mismo modo. El nombre no define el carácter de una persona. Son los genes los que se encargan de eso.

− Y eso me lo dice el que quiere llamar a su hijo Alfred por el tío del Nobel. ¿Queriendo que el niño salga científico, papá?

Sheldon enrojece, pillado en falta. Sus ojos evitan la mirada de Penny, buscando por toda la habitación cualquier otro punto en el que fijarse.

− No sé de qué me hablas.

Ella le lanza una mirada suficiente y luego suspira.

− Sheldon, cielo, tenemos que salir de aquí con una solución. ¿No puedes ceder un poco?

− ¿Por qué tengo que ceder yo? ¿Por qué no tú?

− ¡Porque yo no estoy proponiendo un nombre que hará que reciba palizas en el colegio!

− Ya. Tú propones otros que suenan a portero de discoteca atiborrado de esteroides y con el nivel de inteligencia de un chimpancé retrasado.

− ¡Creía que decías que el nombre no influenciaba en la personalidad!

− ¡Sólo estoy ridiculizando tu lóg…!

Una llamada a la puerta les interrumpe. Ambos giran la cabeza en perfecta sincronización para ver al tímido y joven enfermero que se asoma a la habitación.

− Lamento interrumpir, pero necesitamos llevarnos al bebé un segundo…

Parece bastante asustado y reacio a entrar. Penny le comprende. El pobre chico ha estado allí para ver como, desde el momento en que puso el pie en el hospital, Sheldon no ha dejado de discutir ("intentar debatir razonablemente con una plantilla de monos con batas" según él) con los médicos (" ¡La oxitocina no debería aplicarse a menos que sea absolutamente necesario! ¡Lo único que está intentando es acelerar el parto de mi esposa para poder irse antes a su casa a jactarse de lo buen profesional que es, cuando, francamente, está demostrando todo lo contrario!" "¿Sabe que diversos estudios demuestran que el post-operatorio de la cesárea es más doloroso que el parto en sí?... ¿En serio? ¡Porque parece que usted aconseja esa operación como si de antibióticos se tratara! " "¡Le he oído, señor! ¡Y no, el "Perturbado que se cree que sabe más que nadie" no se va a ir de aquí!).

− ¿Podría darnos un segundo? − Penny le ofrece una sonrisa para tranquilizarle − Querría elegir el nombre del bebé antes de pasar a otra cosa.

− ¿Aún no lo han escogido? − el enfermero parpadea, mirando su reloj − Eh…Vale − vuelve su cara al pasillo y entonces grita − ¡Eh, chicos! ¡Código Azul!...—pausa − ¡Sí, en la habitación del chalado!

− ¿Perdone?

El joven se sonroja y carraspea.

− Oh, no se ofenda, señora. El Código Azul es algo muy común. Por eso es un código. Le asombraría ver la cantidad de parejas que discuten aquí por lo mismo. Tenemos incluso un protocolo de acción.

− ¿Y lo de "chalado"? − la sonrisa de Penny ha pasado de amable a peligrosa.

− Oh, eso…él, − señala a Sheldon vagamente − …bueno…está bastante…parece…eh…su marid…esto…¡Volveré dentro de veinte minutos!

Cierra la puerta antes de que ella pueda triunfar en su intento de asesinato ocular.

− Recuérdame eliminar este hospital de mi lista en cuánto estemos en casa − dice Sheldon, mirando la puerta con seriedad.

− No te preocupes, lo haré yo misma − se pone un sudoroso mechón rubio detrás de la oreja. Mira a Sheldon con cansancio − ¿Y qué tal Josh Alfred?

− ¿Me estás ofreciendo el segundo nombre? El segundo nombre no es el nombre. − parece ofendido − El segundo nombre es el premio de consolación de la onomástica. Y ya sabes lo que pienso de los premios de consolación.

− Ya. − le para con la palma de la mano − No van contigo.

− Por supuesto que no − se sienta en el borde de la cama y mira de nuevo a su hijo. Pese al volumen de voz que ambos han usado antes, sigue durmiendo tranquilamente. − Debería haber traído mi pizarra.

− ¿Crees que con un poco de física solucionarías esto? − ella alza una ceja, incrédula.

− Penny, por favor − la comisura de su boca se tuerce un poco hacia arriba − La física lo soluciona todo.

Ella sonríe y se da un poco por vencida. Está tremendamente cansada, la pequeña siesta que se ha echado hace un rato no le ha servido de mucho. Alza una mano y acaricia con suavidad la mejilla de Sheldon. Sabe que no se ha afeitado, pero aún así, está casi tan suave como siempre. Su marido es prácticamente barbilampiño. Una semana sin afeitarse y todo lo que consigue es una leve sombra de bigote. Los ojos de él se clavan en ella mientras sigue la caricia, sin decir nada.

− El enfermero nos ha dado veinte minutos. − susurra Penny − ¿Por qué no nos tomamos un descanso antes de continuar con la discusión?

− Debate.

− Vale, debate. Lo que sea − baja la mano y la deja descansar en su vientre todavía hinchado − Sólo quiero descansar.

− Muy bien. Es verdad que necesitas un poco de reposo. El parto puede ser muy estresante.

− ¿En serio? − sarcasmo. No sabe si lo pillará − No me cuentes mi propia experiencia, genio.

− De acuerdo…persona con un cociente dentro de la media − frunce el ceño extrañado y Penny no sabe si poner los ojos en blanco o reírse. Si lo piensa bien, su vida está llena de momentos como ese. Es normal cuando la compartes con Sheldon.

Hay un momento de silencio cuando cierra los ojos, con la intención de relajarse. Sheldon sigue junto a ella, porque aún puede notar el peso en el colchón que inclina su pie hacia la izquierda. Intuye que la está contemplando y eso la hace sonreír. Se siente protegida. Segura. Y feliz.

− Dame la mano, por favor…− murmura.

No le basta con saber que está ahí. Quiere sentirlo también. Necesita tocarle. Que él la toque. Una caricia suya vale más que una caricia de cualquier otra persona, porque…porque bueno, es Sheldon. No se las toma a la ligera. Cuando concede una, es porque de verdad quiere hacerlo. Kurt solía abrazarla, manosearla y besarla hasta hacerle perder la cordura; pero al mismo tiempo, algo dentro de ella se moría porque sabía que la mayoría de esos cariños no eran si no gestos falsos para que no descubriera que había estado en otra casa haciéndole lo mismo a otra chica. Y cuando estuvo con Leonard…sí, Leonard había sido muy caballeroso, pero con él se sentía más como un premio deseado en vez de una persona deseada. Leonard no la había amado a ella. Había amado la idea de estar con Penny. El hecho de estar con una chica que muchos otros querrían para sí. Gracias a Dios ambos se habían dado cuenta a tiempo y su fallida relación se había convertido en una amistad de verdad y con mucho más significado. Por eso Sheldon es especial. En un día, las manos de su marido no la tocan ni la mitad de veces de lo que solía hacerlo el capullo de su exnovio; ni el bueno de Leonard, pero cuando lo hacen…sabe que la emoción que corre por esas manos es totalmente honesta. Y pura. Y que se la provoca ella, Penny, la persona, y nada más. Es así. Porque es Sheldon y Sheldon no sabe ser de otra manera.

Su sonrisa se agranda cuando nota sus largos dedos buscar los suyos, y luego entrelazarlos, con un cuidado especial que ya es característico.

Lanza un largo suspiro, satisfecha. Señor, si unos años antes alguien le hubiera dicho que uno de los momentos más dulces de su vida iba a venir de la mano de su irritante vecino, se habría reído en su cara.

Toc, toc.

− ¿Se puede?

Sheldon pega un pequeño respingo y sus manos se sueltan. Penny hace una mueca y abre los ojos, para ver a su marido abriendo la puerta. Después, lo primero que sus ojos captan es un osito de peluche azul. Y a su portadora, Audrey. Detrás de ella, Leonard sonríe.

− ¡Sorpresa! − Audrey corre a la cama de Penny, dónde ella se deja abrazar − ¡Estás…− la examina con ojos brillantes −…radiante!

Penny muestra una sonrisa torcida.

− ¿Estás de broma? Podría crear una empresa de suministros para McDonalds con la grasa de mi pelo − la novia de su mejor amigo se ríe. − El bebé es ese bulto en la cuna − señala, viendo la cara de expectación de Audrey.

Mientras ella se dirige a la cuna, Leonard es el siguiente en saludarla.

− Yo también creo que estás muy guapa. Grasa y ojeras aparte. No quiero decir que…Es una belleza maternal. Esa de la nueva madre que…Lo estoy estropeando − sonríe tímidamente, y Penny le devuelve el gesto − Yo quería daros un poco más de tiempo a solas, pero Audrey no podía esperar.

Todos miran a la susodicha, que a su vez está observando al bebé completamente embobada. Penny se alegra de su presencia en la vida de Leonard. Es dulce, divertida y un poco inocente, como su novio. Es perfecta para él. La conoció en una tienda de videojuegos, unos meses después de su ruptura. Era una de las dependientas. Leonard estaba discutiendo con Howard no sé qué del Halo 3 y ella no pudo evitar meterse en la conversación. Como con Penny, fue atracción a primera vista. A diferencia de Penny, esa atracción no se basó en su físico. Aunque es mona. Tiene un pelo pelirrojo precioso, en su opinión. Además, le cae bastante bien. Se han vuelto muy amigas desde que su amigo y ella empezaron a salir.

Pero lo más importante es que hace feliz a Leonard. Y eso es suficiente. Eso fue, en parte, lo que hizo que pudiera empezar a admitir sus sentimientos por Sheldon sin sentirse culpable. Que pudiera tener libertad de amar sin preocuparse por cómo reaccionaría Leonard.

− ¿Y cómo se llama este rompecorazones? − pregunta Audrey, mirándola a ella y a Sheldon con una gran sonrisa.

Él alza una ceja ante el término "rompecorazones", pero, por lo visto, decide ignorarlo.

− No tiene nombre. Aún. Penny está siendo completamente irracional en cuánto a…

− ¡Sheldon! No estoy siendo irracional − explica a la pareja − Es él el irracional.

− ¿Qué nombre queréis ponerle? − pregunta Leonard.

− A mí gustan Josh, o Kyle…o Cameron.

− Que por supuesto, son pobres excusas de nombre al lado de Alfred, Albert o Leonard.

− ¿Leonard? − el tocayo sonríe.

− No es un halago, es por Nimoy.

− Ah …− la sonrisa de Leonard se transforma en desilusión. Su novia le da un beso en la mejilla para consolarle − Bueno, yo creo que todos son buenos.

− ¿Qué todos son b…? ¿Te estás escuchando?

Y Penny sabe que va a empezar una encantadora y amena charla sobre por qué los nombres escogidos por Sheldon son mejores que los suyos. Pero, gracias a Dios, Audrey le interrumpe.

− A mí me gusta Alfred.

Sheldon la mira, gratamente sorprendido.

− ¡Gracias! − le lanza una mirada significativa a Penny − ¿Ves? ¡Alguien con sentido común!

− Genial. Gracias por ponerte de su parte, Audrey.

Ella sonríe incómodamente.

− Lo siento. Es que creo que Alfred suena como a caballero. − todos la miran − No de los de armadura y espada y caballo blanco, si no de los que dejan que una mujer pase primero, o sostiene la puerta a los vecinos, o habla siempre muy educadamente. Elegante. Ya sabéis. − se encoge de hombros − Además, creo que el diminutivo es mono: Alfie. Suena bien.

− Para alguien que ha nacido en los años veinte − replica Penny, molesta porque está perdiendo la batalla. − No es una invitación para que hables de esa década, cielo. − añade, al ver que Sheldon abre la boca al momento. Él la vuelve a cerrar, arrugando los labios.

Hay un silencio que dura unos instantes.

− ¿Por qué no lo echáis a piedra, papel, tijera, lagarto, Spock? − propone Audrey.

− Cariño, no creo que ese sea el mejor sistema para eleg…

− ¡Vale! − exclama Penny, al segundo.

− ¿Cómo? − los ojos de Leonard doblan su tamaño detrás de sus gafas − ¿De verdad vais a decidir…?

− Parece aceptable. − le corta Sheldon − No veo otra manera ahora mismo de resolver el dilema.

Los ojos de su amigo van de Penny a él.

− ¿Va en serio? ¡No podéis hacer eso! ¡Que los nombres duran toda la vida! − son las típicas objeciones de alguien que ha sido llamado Leonard Simeón.

− ¡Leonard! − ahí está de nuevo esa sonrisa peligrosa. La misma que le lanzó al enfermero.

¿Es que no lo ve? Ha ganado la guerra de antemano. Sheldon siempre saca Spock. El niño que está dormido tiene el nombre de Josh pirograbado en la frente. Metafóricamente.

− Sheldon, ¿te das cuenta de que si yo gano tendrás que aceptar el nombre que yo elija? – quiere dejarlo claro para que luego no intente convencerla de lo contrario con su vocabulario retorcido.

− Por supuesto. − asiente − ¿Y tú eres conscientes de que la situación es recíproca?

− Perfectamente.

− Chicos, pensadlo bien un segundo…

− ¿Deberíamos empezar, entonces? − dice Sheldon, ignorando a Leonard y sus quejidos. Esconde una mano detrás de la espalda, dejando claro que ha hecho la pregunta por mera cortesía.

− Cuando quieras − Penny se incorpora un poco y también esconde la mano.

− Audrey, si nos concedes el honor…

Audrey sonríe y alza un pulgar. Leonard se lleva una mano a la frente. Es su gesto de "Esto no va a salir bieeen". Penny lo ha visto muchas veces antes.

− ¡Piedra, papel, tijeras, lagarto, Spock!

Sus dedos, curvados en forma de lagarto desde que los colocó detrás de la espalda, salen de su escondite como un rayo. Traga veneno; señor Sp…

Tijeras.

El muy (a retahíla de insultos que se le ocurren sólo podría expresarse con un montón de símbolos sin sentido) ha sacado tijeras.

Penny se queda mirando la mano de su marido con la expresión más idiota que recuerda haber tenido en su vida.

− ¿Tijeras? − su voz es la de un ratón − ¡Pero si siempre sacas Spock!

Alza el rostro. Y entonces, la ve. En la cara de Sheldon se está formando la más victoriosa de las sonrisas. Es la sonrisa de Sheldor el Conquistador cuando consigue cargarse al último contrincante enemigo. La sonrisa de DrSheldonCooper cuando gana un debate en el foro de DC. La sonrisa de la primera vez que logró vencerle en el Halo 3. La sonrisa que apareció en su rostro la vez que consiguió dejar callada a Leslie Winkle. La sonrisa de aquella ocasión inolvidable e irrepetible en que la besó enfrente de todos. Esa sonrisa. Sus ojos azules lanzan destellos de orgullo. Sus labios se curvan lentamente para pronunciar dos simples palabras.

− Lo sé.

Ahg. Esa maldita sonrisa.

Penny entorna los ojos. Leonard u Audrey han desaparecido. Ahora sólo existen ellos dos, y la intensidad de sus miradas.

− Lo tenías todo planeado ¿a que sí?

¿Le ha parecido que una de las esquinas de sus labios se alarga más que la otra?

− Esa pregunta se auto-responde − une las manos detrás de la espalda, con aire suficiente − Bien, creo que iré a llamar al enfermero para decir que puede llevarse a Alfred cuando lo considere oportuno.

Y cuando sale por la puerta de la habitación, Penny no puede dejar de notar que tiene el cuello estirado un par de centímetros más de lo normal. Menea la cabeza y no puede evitar la sonrisa.

Leonard la mira, con los brazos cruzados y una expresión divertida en el rostro.

− Tu hijo puede ser un clon de él − comenta.

Ella aún está mirando la puerta.

− Lo sé − "Y no suena nada mal"