Quizás es el calor, la falta de neuronas (?) o la sobredosis de azúcar, pero esto acaba de salir de mi cabeza. Pareja totalmente crack, que posiblemente se convierta en mi nueva obsesión. ¿Warnings? Palabras malsonantes y Yaoi/Shonen ai. Advertidos quedáis.

Título: Untitle: The Prince and Squalo

Pairing: Squalo/Belphegor

Resumen: No hacen falta palabras, ni señales, ni siquiera un título. La historia de un príncipe caprichoso y un tiburón escandaloso.

N/A: Todavía no sé si hacerlo Oneshot o continuarlo, lo cierto es que me está comenzando a obsesionar esta pareja. Anyway, espero que disfrutéis con la lectura.


PRIMER BESO:

EXAGERADO

Isishisi

Esa risa otra vez. Esa risa que le penetraba en los oídos y los hacía estallar. Tan aguda, tan escandalosa, tan insoportablemente femenina.

-¡OI! Cierra la boca de una maldita vez.

-Ishishi. No puedo evitarlo, todavía estoy emocionado.

¿Es qué no podía parar de hablar de ello? De cómo había ganado al chico-bomba y le había arrebatado el anillo de una forma que Squalo consideraba tremendamente patética.

-Tsk...

-¿Quieres ver el anillo? –Preguntó el chico rubio, con una enorme sonrisa sardónica.

No. Ni por todo el oro del mundo. Llevaba todo el maldito día observándolo, ahí, colgando de su cuello –extraña y sugerentemente- fino y blanco. Ese pedazo de metal inútil, pero qué él quería poseer más que nada en el mundo. Lo miró de nuevo, mientras Belphegor lo balanceaba entre sus dedos soltando una risita de vez en cuando.

Estúpido niñato.

-No has contestado a mi pregunta.

-Me voy a entrenar. –Dijo el hombre, como toda respuesta, levantándose del sofá y saliendo de la habitación.

Lo último que oyó al salir de aquella habitación fue la insoportable, aguda y jodidamente femenina risa de Belphegor, que se clavó de nuevo en sus oídos.

***

Su espada cortó con elegante facilidad los troncos de madera que Squalo utilizaba para entrenarse, ya que ningún oponente era lo suficientemente bueno para él. Suspiró y se pasó una mano por el pelo, retirándolo de su cara pegajosa por el sudor.

-Llevas toda la mañana ahí, no estarás en buena forma para mañana.

Y detrás de esa frase de carácter ofensivo, de nuevo, aquella odiosa risa. Squalo reprimió un chistido de rabia.

-No te atrevas a insultarme, gilipollas.

Aquel niñato no debía afectarle tanto. Pero...

-Ishishi, sigues igual que siempre.

Sus palabras le intrigaban.

-¿Qué quieres decir?

Envainó la espada y se secó el sudor de la frente, mientras oía los pasos de Belphegor acercándose a él.

-Quién sabe...

Y otra vez esa risa. Squalo soltó un "OI" de frustración (exagerada) y lanzó su puño contra la cara de aquel insoportable, estúpido, creído e insultante niñato que poseía el anillo de la tormenta, proclamándose así guardián. Su golpe no alcanzó al objetivo, que le esquivó con elegancia mientras soltaba una carcajada escandalosa.

-¡OI! ¡Cierra ese apestoso agujero que tienes por boca de una jodida vez!

Belphegor le observó sonriente, a escasa distancia.

-¿El tiburón enseña sus dientes? –Se burló- ¿Por qué será que no me da miedo?

Squalo frunció el ceño y lanzó otro golpe hacia él, con una patética mala puntería a causa de su rabia (exagerada). La pregunta era: ¿Por qué esa rabia? ¿Por qué por él?

-Ah... yo soy un príncipe.

¿Príncipe? Estaba harto de oír repetir eso todo el tiempo. Príncipe, príncipe, príncipe. ¿Qué coño le importaba a él? Nada. Absolutamente nada. Aparentemente.

-¡OI! ¡Voy a matarte!

Belphegor fue golpeado por el tercer intento de Squalo. Sintió su labio sangrar y se pasó la lengua por él. Lamiendo, degustando. Su sangre era deliciosa, realmente digna de un príncipe. Soltó una risa suave, que sonó demasiado siniestra.

Boom. Eso pareció hacer. Algo explotó en su interior, cómo, ¿Quebrándose? Sí, de forma exagerada.

Squalo le miró con los ojos turbados. No sentía miedo, no era eso. El sentimiento era confuso, pero ver al rubio allí, riéndose maníacamente le producía escalofríos.

Estúpido niñato demente.

-¡Allá voy!

Sus cuchillos volaban sobre la figura menuda que se acercaba a Squalo a toda velocidad. Este se apresuró a sacar su espada, aunque realmente no le hizo falta detener los ataques de su contrincante. Los cuchillos solo le rozaron provocándole cortes superficiales.

Pero, no debía confiarse. Conocía ese truco. Conocía a Belphegor.

-¡El truco de los hilos no va a servir conmigo!

Antes de que pudiera intentar siquiera deshacerse de los hilos invisibles que amenazaban con apresarle, algo cayó sobre él. Un cuerpo delgado –extremadamente-, fino y contorneado. Jodidamente femenino.

Una risa estridente resonó en los oídos de Squalo, como reventándolos. Y él, incapaz de moverse, observando aquel rostro blanco, fino, aparentemente suave, por fin pudo ver los ojos que con tanto ahínco escondía el príncipe tras su flequillo.

Azules, ¿Cómo no? Squalo se lo imaginaba a menudo. Con pestañas largas y onduladas, matizando esos ojos imaginarios de un azul intenso. Femeninos.

-Bel. –Pronunció, agarrando su rostro con firmeza, cruzado por una sonrisa maníaca.- Basta.

El chico rió. De sus manos colgaban dos cuchillos que él balanceaba con pesadez.

-Estoy roto. Nadie puede detenerme.

-Bel. –Repitió Squalo, con voz dura, situando el filo de su espada rozando su cuello.- Basta.

No hubo carcajada esta vez. Bel hundió el rostro en el pecho de Squalo y este, aunque se sentía tremendamente incómodo, no se movió. No es que lo fuera a abrazar –por supuesto que no- pero tampoco se apartó. Continuó oyendo sus suaves risas ahogadas un rato más, sin inmutarse, tan solo cambiando de posición el cuello de vez en cuando porque le dolía (exageradamente) a causa de la extraña postura en la que se encontraba.

-Squalo. –Escuchó, y clavó sus ojos en su nuca.- Soy un príncipe.

El hombre chistó. Otra vez con eso, de nuevo.

Estúpido niñato demente, desconcertante.

-¿Y qué con eso?

-Pues que los príncipes son caprichosos.

Squalo no pudo reaccionar a tiempo. Si no hubiera blandido su espada y le hubiera atravesado el pecho, partiéndole por la mitad... ¿Sí, no?

Un beso –exactamente como se lo había imaginado- fugaz y rápido, femenino (exagerado), aunque suficientemente largo para sentir la calidez de esos labios le dejó en blanco.

Allí, tumbado, mientras Belphegor se marchaba susurrando un pícaro Bye-bi, Squalo ya no pensaba en la razón por la que el príncipe le provocaba esa rabia incontrolada. Porque no era rabia lo que ahora sentía, precisamente.

Estúpido niñato demente, desconcertante y jodidamente delicioso.


¡Gracias por leer! :3