Notas de Mayumi: os traigo otro capi. No sé si lo había comentado, pero a la historia no le queda demasiado para acabar, creo que ya se va intuyendo por lo que pasa en este capi. Gracias a todos por ser tan pacientes con mis actualizaciones y animarme a pesar de todo. Ahora me pongo a contestar los revis.
Basado en Naruto
Naruto y todos sus personajes son propiedad de Masashi Kishimoto
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Doble o nada
Hinata entró en el comedor con paso titubeante y asustado. Ahora que estaba lejos de la burbuja de revolucionario optimismo de Naruto, no comprendía como se había dejado convencer por él para cortarse el pelo. Con lo tradicional y protector que era Neji, estaba segura que no le iba a gustar para nada la idea. Dio un bote involuntario cuando su hermano, que estaba sentado en el sofá garabateando algo en una libreta, volvió su mirada hasta ella. Le pareció que se detenía el tiempo cuando los ojos de Neji se abrieron sin poder ocultar la sorpresa y la escrutaron largamente desde el fondo de aquellos iris sin pupila, como siempre sin dejar traspasar una sola emoción. Notaba como el corazón se le iba acelerando paulatinamente conforme el momento de silencio se alargaba, hasta que decidió cortarlo con su habitual timidez.
-Bu… buenas noches- consiguió articular, con el mayor de los esfuerzos.
Neji parpadeó al escuchar su voz, como si hubiera estado perdido en sus propios pensamientos, y esbozó un atisbo de sonrisa.
-Te sienta bien… es el mismo corte que llevabas la primera vez que te vi- dijo Neji al fin, tiñendo sus palabras con una nota de melancolía.
Los labios de Hinata se separaron ligeramente por el asombro. No sabía que le impactaba más, si el recibimiento relativamente cálido que le había dado su hermano cuando estaba convencida de que lo encontraría hecho una furia, o que recordara algo tan trivial como aquello. Le sonrió con timidez, al tiempo que asentía con la cabeza.
-Gracias- se acercó hasta el sofá, sonrojándose al darse cuenta de que su hermano solamente vestía unos pantalones cortos de deporte, dejando al descubierto su torso pálido y bien proporcionado.
Si fuera un día normal en su vida, posiblemente le hubiera dado tanta vergüenza que habría buscado cualquier excusa para huir a su habitación, pero después de todo el esfuerzo que había puesto Naruto por ella, no se sentía capaz. Se sentó en el extremo opuesto del diván, llevándose un dedo a los labios en un gesto compulsivo que solía repetir cuando se ponía nerviosa.
-Yo casi no recuerdo aquel día- comentó al fin, obligándose a mantener con él una conversación, aunque fuera de un tema tan superficial- ¿Querrías contármelo?- preguntó, con sus pupilas danzando nerviosas ante el esfuerzo que estaba realizando.
Neji la miró con curiosidad. Hinata nunca permanecía demasiado tiempo a su lado, y mucho menos se atrevía a preguntarle nada. En un primer momento estuvo tentado a darle una respuesta cortante que como siempre la alejase de él, pero la mirada de la chica parecía tan ilusionada que no se sintió capaz. Cerró los ojos y dejó que las memorias aflorasen a la superficie.
-Era el día de tu tercer cumpleaños. Llevabas un kimono tradicional con un estampado de flores…- sonrió sin a penas ser consciente de ello, dejando que sus rasgos normalmente duros y altivos se suavizaran ligeramente- Lo primero que pensé al verte es que eras una niña muy bonita- explicó, sin ningún pudor por sus pensamientos infantiles-… y muy tímida. Tardaste más de una hora en atreverte a saludarme, escondida detrás de tu padre…- abrió los ojos para volver a clavarlos en ella-. No has cambiado nada desde entonces, Hinata, sigues siendo la misma niña insegura y torpe- sentenció, y a pesar de la crudeza de sus palabras, su voz no sonó tan dura.
-Ne… Neji…- tartamudeó torpemente. Su cuerpo se había inclinado ligeramente hacía su hermano de manera involuntaria. Era la primera vez que escuchaba algo agradable sobre ella, aunque lo hubiera terminado en una velada recriminación. Deseaba desde lo más profundo de su corazón decirle algo, sin embargo sus labios temblaban sin que a penas los pudiera controlar. Apretó las mandíbulas para disimular el vergonzoso gesto y se deslizó ligeramente hacía él por el sofá. Se había acercado tanto que sólo con estirar un poco el brazo podría rozarle con la punta de los dedos, y tocar aquel pectoral firme que subía y bajaba con respiración pausada, o aquel rostro de rasgos perfectos y elegantes que la contemplaba con total atención, sin si quiera parpadear.
Volvió a repetir su nombre de manera entrecortada, y sólo entonces se dio cuenta de lo reseca y tirante que estaba su garganta. Tragó con pesadez y se acercó un poco más a él, sin apartar la mirada. Parecía que alguien hubiera ralentizado el tiempo, porque le costaba una eternidad tomar cada una de la decisiones o realizar el más trivial de los gestos. Se incorporó un poco más, para quedar a su misma altura que su él. Su respiración escapaba tan acelerada que su hermano la podía sentir sobre la mejilla como una sofocante calidez. Quería decir algo, pero tenía tanta vergüenza ante la cercanía de Neji y su propio atrevimiento que estaba segura de que si separaba los labios sólo le saldría un estúpido e incomprensible balbuceo.
-Prepararé la cena- dijo de pronto Neji, cuando la mano de ella casi había alcanzado a rozarle. Cuando se puso en pie, su mirada volvía a ser tan dura y despectiva como siempre-. Guarda todas esas bolsas de la compra, Hinata- la reprendió con una mueca-. Esto parece un mercadillo.
Neji vio como su hermana asentía con la cabeza gacha antes de encaminarse a la cocina. Se encerró allí con el corazón acelerado para recostarse contra la puerta y, dejando escapar un largo suspiro, se cubrió los ojos con la mano. ¿En qué diablos estaba pensando para bajar así la guardia ante Hinata? No debía olvidar que aquella niña se había convertido ahora en su hermana pequeña y tenía la obligación de cuidar de ella. No podía permitirse dejar aflorar ni un ápice de lo que sentía por ella en su interior, porque una vez abriera esa puerta, no sería capaz de cerrarla jamás. Y todo aquel torrente de emociones era demasiado oscuro como para que Hinata lo pudiera aceptar.
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No había logrado dormir en toda la noche. No comprendía que había pasado con Neji, por un instante le había parecido que podría acercarse un poco a él, y de repente había levantado el muro de siempre entre los dos, manteniéndola a distancia con despiadada crueldad. Esa noche había dejado escapar tantas lágrimas que ya ni siquiera sentía deseos de llorar. Había sido una ingenua pensando que las cosas entre ellos dos podrían funcionar alguna vez. Sólo quería dejar de pensar, dejar de sentir, dejar de sufrir… Cerró los ojos, y no se dio cuenta de que se había quedado medio adormecida hasta que escuchó los insistentes golpecitos sobre su puerta. Se encaminó hacía allí torpemente y abrió con la pesadez de quien ha pasado una noche en vela, recostándose contra el marco de la puerta mientras se esforzaba por mantener los ojos abiertos.
-Hinata, ¿has visto que hora es? Son casi…- la reprimenda murió en el acto en los labios de Neji al fijarse en ella.
Vestía un corto camisón de raso negro, con un pronunciado escote adornado con encajes que resaltaba sus esculturales curvas. Prácticamente adormecida, Hinata dejó que los brazos le cayesen a los costados sin a penas fuerzas, y eso hizo que uno de los tirantes se deslizara con una lentitud casi obscena por su hombro.
Neji contuvo el aliento ante aquella provocadora visión. En un intento de escapar de sus oscuras fantasías solía repetirse que Hinata seguía siendo la niña inocente y tímida que un día conoció, pero la voluptuosidad de sus formas insinuándose bajo la prenda de lencería parecía querer encargarse de desmentir por completo aquella ilusión.
-¿Neji?- preguntó con voz adormilada.
No recordaba que se había puesto para dormir el camisón que le había obligado a comprar Naruto, así que no conseguía comprender porque su hermano le dedicaba aquella mirada indescifrable.
El mayor cerró los ojos con expresión de angustia.
-¿Te has propuesto volverme loco, Hinata?- preguntó, completamente derrotado.
La chica abrió los ojos, repentinamente despejada aunque sin acertar a comprender.
-Yo no…- intentó disculparse, aunque no tenía la menor idea de cual había sido su error.
-Si lo que quieres es una humillante confesión, la respuesta es sí, Hinata. Hace muchísimo tiempo que te deseo, y no me importa que no lo entiendas o que esté mal porque no lo puedo cambiar. En algún momento de mi vida me volví loco y me enamoré perdidamente de ti. Así que por favor, deja de torturarme, porque ya no me quedan fuerzas para alejarme de ti- pidió. Aunque su voz sonó marcada por cierta acritud, su expresión dejaba muy claro que eran las palabras de quien había estado luchando con todas sus fuerzas por algo y se había visto obligado a aceptar una aplastante derrota. Con expresión sombría, se dio media vuelta, decidido a marcharse.
La boca de Hinata se había quedado abierta ante semejante declaración. Pasó de la incredulidad al alivio tan rápido que a penas tuvo tiempo de procesar las emociones. Miles de cosas pasaron en un solo instante por su cabeza, queriendo decir tantas de ellas que no acertó a pronunciar ninguna. Sintió algo cercano al pánico cuando vio como Neji empezaba a alejarse por el pasillo. Ella siempre había tenido un carácter débil e indeciso, pero si dejaba pasar aquella oportunidad sabía que no se lo perdonaría nunca en la vida.
-¡Es que no quiero que te alejes!- gritó al fin, con la voz agudizada y cercana al llanto. Dejó escapar el aire contenido cuando vio que su hermano se detenía- Yo… me esfuerzo día a día para poder cambiar… para que te des cuenta de que estoy ahí. Para poder gustarte aunque sea sólo un poco- le sonrió con tristeza cuando se giró para encararla-. ¿He conseguido cambiar aunque sea sólo un poco, Neji? ¿De verdad puedes llegar a fijarte en mí?- preguntó, clavando la mirada en el suelo.
Se sobresaltó cuando sintió los brazos del chico rodearla en un abrazo suave y apretarla contra su pecho.
-No necesitas cambiar, Hinata- susurró, depositando sus labios sobre la frente de la chica, que mantenía el rostro oculto-. No por mí…
La chica alzó poco a poco la cabeza, hasta que sus miradas se cruzaron. Sabía que su sonrojo era más que evidente, y eso la hacía avergonzarse más aún. Sentía su corazón latiendo con fuerza y resonando contra el pecho de Neji, que retumbaba prácticamente a la misma velocidad atronadora. Aguardó expectante cuando su hermano le apartó los largos mechones del rostro y se inclinó sobre ella, para rozar sus labios en un beso fugaz que jamás creyó posible llegar a sentir. Las piernas le temblaron y tuvo que poner todo su esfuerzo para no dejarse flaquear, pero los brazos de Neji sujetándola posesivamente le daban la seguridad que necesitaba. Cuando él le dedicó la sonrisa más íntima y cálida que le había visto jamás y se inclinó sobre ella para besarla de nuevo, esta vez de manera más larga y húmeda, cerró los ojos y se limitó a dejarse llevar por todo aquel torrente de emociones que durante tanto tiempo le había quemado por dentro.
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Siguiendo su rutina habitual, Sasuke se había levantado bastante temprano aquella mañana. Naruto seguía durmiendo profundamente, así que había bajado al piso de abajo y, después de realizar algunas de las tareas domésticas, había empezado a preparar la comida. Acostumbrado a vivir solo desde que prácticamente era un niño, se le hacía extraño cocinar para tanta gente, pero si era sincero consigo mismo tenía que reconocer que no era desagradable. Esbozó un leve atisbo de sonrisa al pensar cómo había cambiado su vida desde que Naruto había entrado en ella. Se giró para coger algunos ingredientes de la nevera y dio un respingo al encontrarse con Sai invadiendo claramente su espacio personal más allá de lo que indicaba el decoro.
-Sai joder… ¡ponte algo de ropa!- le gruñó.
-Llevo ropa- corrigió su hermanastro, señalando con una sonrisa convencida a su ropa interior.
Sasuke resopló y se limitó a ignorarle mientras seguía con su tarea. Rodó los ojos cuando el mayor insistió en ayudarle y perdió los nervios cuando echó a perder la salsa añadiéndole azúcar suficiente para endulzar todo un pastel.
-¿Por qué no te vas a molestar a Gaara?- preguntó entre dientes.
-No puedo, ayer ya me acosté con él. ¿Quieres que te de detalles?- preguntó alegremente.
-No, gracias- respondió con seca indiferencia. Conocía lo suficientemente bien a su hermanastro como para saber que una vez se acostaba con alguien perdía todo el interés en él, así que con un poco de suerte pronto se largaría de su casa.
Sai hizo un puchero ante la rotunda negativa. Tenía varias preguntas sobre relaciones dando vueltas por su cabeza y no estaba dispuesto a quedarse sin respuestas. Su hermano siempre había sido una persona que no se implicaba con nadie, que mantenía a todo el mundo al otro lado de su coraza de indiferencia, y ahora mismo necesitaba saber cómo conseguía hacer aquello.
-Sasuke… Cuando no quieres pensar en alguien pero por más que le intentas sacar de tu cabeza sólo vuelve con más y más fuerza… ¿Qué tienes que hacer?- preguntó al fin.
Sasuke le miró enarcando una ceja con desconfianza, pero al ver que hablaba en serio se lo pensó durante unos instantes.
-Nada- respondió al fin- Cuando alguien consigue traspasar el muro que has levantado a tu alrededor e invadir todos tus pensamientos y preocupaciones… no hay nada que puedas hacer- añadió con seriedad.
Sai frunció los labios, visiblemente enfurruñado.
-¿Y si no estoy de acuerdo?- quiso saber.
Sasuke se encogió de hombros.
-No es algo que puedas escoger. Cuando te enamoras de alguien, la razón no tiene nada que hacer.
-¿Es lo que pasa con Naruto y contigo?- preguntó. Había visto la fuerza de los lazos que les unían, evidentes incluso para alguien con sus escasas habilidades sociales.
Sasuke frunció el ceño, en clara señal de que Sai empezaba a entrar en terreno pantanoso y estar peligrosamente cerca del límite de su paciencia. No obstante, asintió con convicción.
-Así es- confirmó.
-Pues que asco- protestó Sai con un puchero de lo más infantil.
Sasuke dejó escapar una risita mal disimulada.
-Anda, ayúdame a repetir la salsa… al fin y al cabo, has sido tú quien la ha echado a perder- pidió en tono conciliador.
Su hermanastro le miró sin molestarse en ocultar la ilusión que le producía aquel ofrecimiento. Desde que su madre se había casado con Fugaku, había intentado por todos los medios que Sasuke se fijara en él. No sabía muy bien que era lo que había provocado Naruto en su vida, pero parecía ser algo realmente importante, y decidió en ese instante que él se esforzaría porque siguiera siendo así.
Casi estaba todo listo cuando Naruto entró alborotado en la cocina. El rubio miró alternativamente a Sasuke, que llevaba la cremallera de su camisa completamente abierta, y a Sai, quien simplemente se cubría con los calzoncillos. Aunque su mirada se desviaba de manera casi involuntaria al torso desnudo de su novio, tenía que reconocer que ambos estaban de muy buen ver. Quizás no fuera mala idea escribir alguna escena interesante y definitivamente subida de tono ubicada en la cocina.
-¿Es que los Uchiha no sabéis vestiros?- inquirió con una sonrisa divertida, levantando la tapa de la cazuela para olisquear. Casi había metido una cuchara dentro cuando Sasuke le dio un manotazo y lo hizo alejarse.
-Tengo hambre Sasuke- protestó poniéndole su mejor cara de zorrito lloroso.
-Te hubieses levantado a una hora decente, usuratonkachi- replicó impasible, señalando el reloj de la pared que casi marcaba la una del mediodía-. Hina-chan y Neji deben estar a punto de llegar.
Naruto le miró poniendo morros de manera exagerada.
-¿Y de quién es la culpa de que duerma hasta tan tarde, teme? Me tienes hasta las tantas despierto, ten un poco de compasión de mí- refunfuñó.
El comentario consiguió que una gruesa vena palpitara en la frente del Uchiha, y parecía que iba a replicar algo cuando un suave carraspeo a sus espaldas hizo que todos los presentes se voltearan.
Recostado sobre el marco de la puerta y con los brazos cruzados sobre el pecho, Gaara les contemplaba con la más apática de sus expresiones.
-No es que tenga especial interés en interrumpir vuestras peleas de enamorados, pero tengo algo importante que hablar con Naruto y me gustaría solucionarlo cuanto antes- pareció pensar algo durante un instante antes de agregar con gravedad-. De hecho, creo que debería hablarlo con los dos.
El rubio se puso tenso al acto. Desde que había visto aparecer a Gaara en el pasillo de su universidad sabía que aquello era inevitable, pero había albergado la esperanza de que el pelirrojo cambiase de idea si veía lo feliz que era junto a Sasuke.
-Supongo que será mejor que nos sentemos- sugirió, dirigiéndose al comedor con aspecto abatido. Conocía lo suficiente a Gaara como para saber que el pelirrojo era terco y siempre responsable con sus obligaciones. No en vano se había convertido con apenas quince años en el heredero formal de la familia.
Los tres se sentaron en el sofá del Uchiha. Sai intentó colocarse junto a Gaara, pero una mirada del pelirrojo bastó para convencerle de que no era buena idea. Se hizo un ovillo en el suelo, a los pies de su hermano y se limitó a dibujar algo en su inseparable cuaderno.
-¿Sabes por qué estoy aquí, Naruto?- inquirió Gaara.
El rubio asintió seriamente y dejó transcurrir unos largos instantes antes de hablar.
-Para llevarme de vuelta a casa- respondió al fin. Los dos sabían perfectamente lo que eso significaba, pero aún y así Naruto siguió hablando. Sasuke también necesitaba entender la situación-. Este año los dos cumpliremos la mayoría de edad, así que en primavera debe celebrarse el matrimonio que acordaron para nosotros nuestros padres- murmuró de manera casi inaudible.
A su derecha, Sasuke se revolvió ligeramente en el sofá, pero más allá de eso no dejó traspasar emoción alguna.
-Exacto- confirmó el pelirrojo. Antes incluso de que ellos nacieran, las familias Uzumaki y Sabaku acordaron un matrimonio de conveniencia social entre sus herederos-. Sabes que no me gusta perder el tiempo con tonterías, así que agradecería que hicieses las maletas y me acompañases sin armar escándalo.
-¿Y si no quiero?- retó Naruto.
-Tendré que llevarte conmigo a la fuerza- fue la simple respuesta de Gaara, tan calmada que sonó más aterradora que si hubiera utilizado un tono de amenaza.
El rubio frunció el ceño, visiblemente molesto. Sabía que no era buena idea desafiar a Gaara ni a su familia, durante años habían sido la principal banda mafiosa de Suna. Quizás en otras circunstancias no le hubiera importado en exceso cumplir con sus obligaciones, sabía que a Gaara no le interesaba ese tipo de relación con él y se hubieran limitado a vivir sus propias vidas, pero ahora tenía algo por lo que luchar. Algo importante y demasiado terco como para admitir abiertamente que todo aquello le aterraba, pero a pesar de su aparente impasibilidad a Naruto no le había pasado por alto como Sasuke se tensaba de manera instintiva o como sus manos se crispaban sobre la tela del pantalón.
-Pero yo no quiero casarme contigo, Gaara- se obstinó Naruto.
-Eso no te corresponde a ti decidirlo- replicó el pelirrojo, frunciendo peligrosamente el ceño. Había recibido instrucciones muy claras y no iba a dejar que las estúpidas e inútiles emociones de Naruto interfiriesen con lo que debía hacer.
-¿Y a caso te corresponde a ti el derecho de decidir sobre mi vida?- inquirió el rubio, alzando peligrosamente la voz.
Gaara le dedicó una mirada glacial. ¿Tenía que ser siempre tan condenadamente terco? Aquello no iba a resultar nada fácil, sabía que cuando se metía algo en esa rubia cabecita, su amigo iba a por ello con todo lo que tenía.
-Me estoy cansando de tus niñerías Naruto. Tus padres me han encargado que te lleve a casa para empezar con los preparativos de nuestro enlace y ten por seguro que te voy a llevar de vuelta - espetó, amenazando con perder la paciencia.
-Si me permitís una sugerencia…- empezó a decir alegremente Sai.
-Cállate- espetó Gaara-. Esto no tiene nada que ver contigo, Uchiha- le gruñó el pelirrojo. Aquella sonrisa indeleble en los labios de Sai siempre conseguía ponerle de evidente mal humor.
-Lo siento Gaara pero tampoco tiene que ver contigo- acortó Naruto con firmeza- No voy a dejar mis estudios, mi sueño de ser escritor y mucho menos a Sasuke, así que ya te puedes ir olvidando de nuestro compromiso.
Gaara se llevó las manos a la sien y frotó en un intento de contener los instintos asesinos que amenazaban con aflorar. ¿Quién estaba hablando de ese estúpido compromiso? A veces no entendía como Naruto podía ser tan rematadamente estúpido, y si no se había limitado a dejarlo sin sentido y llevárselo a rastras era simplemente porque el rubio le había enseñado muchos años atrás que incluso alguien como él, criado entre sangre y odio, tenía derecho a una amistad.
-Te lo diré una vez más porque me parece que no me has entendido- anunció Gaara con toda la calma y frialdad de alguien que no está dispuesto a ceder-, se me ha encomendado la misión de llevarte a casa de los Uzumaki. Todo lo demás me trae sin cuidado, así que si tienes alguna queja sobre esa boda, háblalo con ellos.
El rubio parecía dispuesto a protestar una vez más, pero de pronto volvió a cerrar la boca y analizó lo que acaba de decir el pelirrojo.
-¿Eso quiere decir… que si quiero cancelar el compromiso te pondrás de mi parte?- inquirió dubitativo.
-A mí el compromiso me da absolutamente igual- sentenció Gaara.
Naruto pareció pensarlo un instante. Quizás podía ir a hablar con sus padres y explicarles la situación. Aunque a veces resultaran un poco estrictos en cuanto a su educación, lo cierto es que eran muy comprensivos.
-Pero no estarán dispuestos a renunciar a un enlace con el prestigio del apellido Sabaku- murmuró, sin darse cuenta de que lo había dicho en voz alta.
-Ese es tu problema- repuso Gaara con indiferencia.
Sasuke inspiró en profundidad. Llevaba rato preguntándose porque tenía que aguantar semejante alboroto en su casa. Como si no tuviera bastante con aguantar los caprichos del dobe y las tonterías sin sentido de su hermanastro, ¿ahora tenía que lidiar con las exigencias de Gaara? ¿Qué diablos había pasado con su vida tranquila y meticulosamente planificada? En apenas unos meses Naruto había destrozado todo aquello que tanto le había costado conseguir, no iba a dejar que simplemente pusiera su vida patas arriba para luego desaparecer sin más. Tenía la sensación de que aquella ridícula discusión no llevaba a ninguna parte, así que finalmente se decidió a intervenir.
-Ya te ha dicho que no quiere ir- dijo Sasuke- Además… ¿qué te hace pensar que voy a entregarte a Naruto?- inquirió, dibujando en su rostro una sonrisa de suficiencia.
Gaara pareció decidido a fulminar al moreno con la mirada, y por un instante Naruto tuvo la sensación de que acabarían llegando a las manos. Pero la voz de Sai les interrumpió, rompiendo el momento de tensión.
-Tengo la solución- propuso el moreno con una sonrisa triunfal. Pero los tres chicos le ignoraron por completo para volver a enfrascarse en una acalorada discusión-. He dicho… ¡que tengo la solución!- repitió Sai, alzando tanto la voz que esta vez les resultó imposible no volver su atención hasta el moreno. Sonrió complacido de que todas las miradas estuvieran puestas sobre él y mostró victorioso lo que había estado dibujando en su cuaderno.
Sasuke frunció el ceño por la interrupción, Gaara parecía estar a punto de sufrir un tic nervioso. Sólo Naruto tuvo la paciencia suficiente para contemplar con detenimiento el dibujo que Sai les mostraba tan auto complacido.
-Sai... ¿Qué diablos es eso?- inquirió el rubio. Tan solo conseguía identificar unos cuantos garabatos que, si su intuición no le fallaba, debían representar una estancia llena de gente.
-Una doble boda- anunció orgulloso. Señaló una pareja de monigotes que presuntamente eran personas-. Sasuke se casará con Naruto y yo me casaré con Gaara. El apellido Uchiha ostenta más poder que cualquier otra familia en Konoha, así que tanto los Sabaku como los Uzumaki salen ganando.
Durante unos instantes, todo el mundo había quedado tan sorprendido que nadie acertó a decir nada.
-Supongo… que a mis padres les parecerá bien- rompió finalmente el silencio la voz de Naruto. Había pensado muy seriamente en ello. Sus padres se preocupaban por los negocios y el estatus social, pero aunque no siempre estuvieran dispuestos a admitirlo, sabía que la felicidad de su hijo estaba por encima de todo eso. Si Naruto les ofrecía una opción para conciliar ambas partes, estaba seguro que aceptarían sin dudar.
Gaara ladeó la cabeza. Sabía que sus padres querían un buen compromiso para su heredero, que querían enlazar su casa con alguna noble y reconocida familia que les permitiera alejarse poco a poco de sus antiguas costumbres mafiosas. Mientras su esposo o esposa aportara dinero y poder, todo lo demás les daría lo mismo. Sabía que si se casaba con Naruto nada cambiaría, cada uno continuaría viviendo su vida sin importarles demasiado lo que decía un estúpido papel, pero Sai… ¿estaba dispuesto a aguantar al desquiciante moreno por la felicidad de su mejor amigo? ¿Qué iba a representar para él un matrimonio con Sai? Por su mente desfilaron algunas tórridas imágenes de la noche anterior sin que pudiera evitarlo, y tuvo que confesar que no le desagradaban. Carraspeó sonoramente, sacando aquellas tontas ideas de su cabeza. Aquello no era más que una mera transacción política.
-Supongo que una unión Sabaku-Uchiha es aceptable- concedió con aparente desinterés.
Todas las miradas convergieron entonces en Sasuke, quien no había movido un músculo desde la disparatada proposición de su hermanastro. Naruto le contempló con creciente ansiedad. Se había hecho ilusiones demasiado rápido. Él era capaz de ver el tema del matrimonio de una manera distante y en cierto modo intrascendente porque desde pequeño había estado prometido con Gaara y había aprendido a no darle importancia, pero si lo pensaba con más detenimiento no era un tema para tomar a la ligera. Estaban hablando de una boda. Del reconocimiento público de una pareja y de un "juntos para siempre". Todo había sucedido de manera tan repentina que no se había parado a pensar todo lo que representaba. ¿Aquello era demasiado precipitado? ¿Estaba esperando mucho? ¿Había llegado al límite de lo que Sasuke estaba dispuesto a hacer por él? Pensó que se le detendría el corazón cuando el moreno dejó escapar un profundo y largo suspiro y clavó su mirada azabache en la de su hermanastro.
-Para ser una idea tuya no está mal- concedió, revolviendo el cabello de Sai como si de un perro se tratara- Nada mal…