Epílogo: Tres años después…

Era difícil saber si en la Madriguera podía caber más gente. Todos estaban allí, o casi todos, y el motivo de todo aquel gentío se debía a una gran celebración. Corría el mes de Junio, finales de Junio para ser mas exactos. La época estival había comenzado, el verano daba ya sus primeros pasos y eso se reflejaba en el carácter de todos, y en que comenzaba a hacer un agradable calorcito que invitaba a la manga corta, a los vestidos finos y a los torsos masculinos al descubierto. Los días eran menos lluviosos, y el sol se dejaba ver un poco más. Era una fecha propicia para el gran acontecimiento que se iba a producir aquella misma tarde en el hogar de los Weasley. Un acontecimiento esperado y deseado por todos, sobre todo por tía Muriel. Porque sí, ella estaba allí, no podía perderse algo como eso, y tampoco podía pasar por alto que en apenas unas horas volvería a desempolvar su maravillosa, y recargada tiara de oro blanco y brillantes. La joya a la que prácticamente dedicaba su vida. Porque seamos sinceros, era una reliquia horrible, pero tenía muchísimo valor.

Molly contemplaba embelesada como había quedado todo listo para la ceremonia. El césped, cuidado para la ocasión, estaba cortado al punto justo. Arthur había hecho un grandísimo trabajo. Sobre el verde y exuberante césped, se disponían; a un lado, las mesas donde todos degustarían la deliciosa cena que había sido encargada a un modesto pero buen catering. Los manteles que cubrían las diferentes mesas eran blancos y tenían un cubre mantel de color azul que terminaban en cuatro esquinas de pico. Las sillas también estaban forradas de tela blanca y adornadas con un lazo del mismo tono que el cubre mantel. En el centro de la mesa un hermoso ornamento de flores ensalzaba la belleza de aquel rincón. Del otro lado del césped, decenas de sillas de madera blanca, adornadas con guirnaldas de flores naturales, se disponían frente a una pérgola de madera del mismo color de las sillas, con un hermoso atril en el centro y dos banquetas forradas de rojo frente a él. Aquel había sido un regalo por parte del padre de la novia. Dividiendo en dos las hileras de sillas blancas hasta llegar a la pérgola, se extendía una grandiosa alfombra roja. Y en la parte trasera del jardín se había improvisado una pista de baile y un pequeño escenario donde amenizaría el banquete una orquesta. Aquel había sido un detalle del novio. Molly tomó aire y lo expulsó lentamente recreándose en lo que veían sus castaños y a veces cansados ojos. Aquel era un día importante, porque uno de sus hijos se casaba con una buena muchacha, y eso era algo que festejar por todo lo alto. Se sacudió las manos en el delantal y se puso en pie, a la vez que las gallinas y los pollos armaban un enorme polverío y se desperdigaban por los alrededores. Faltaban cada vez menos horas para el enlace, pero aun eran las nueve de la mañana y quedaba mucho día por delante.

La mayoría de los Weasley dormían, aun era temprano. Al menos para los hombres, porque las chicas estaban despiertas prácticamente desde que se escuchó el canto del único gallo del la granja. Ginny contemplaba su vestido para la ceremonia que estaba colgado en la puerta semiabierta del armario. En la cama contigua, Hermione miraba al techo bocarriba con ojos soñadores.

—Las bodas me ponen nerviosa—Dijo la pelirroja logrando sacar a su cuñada de la ensoñación.

Hermione la miró y sonrió.

—¿Por qué?

—Es algo importante, siempre piensas que algo saldrá mal… ¿No lo crees?

—¡Cielos no!, espero que nada salga mal. Nunca he pensado eso—Hermione se había incorporado precipitadamente y cruzaba los dedos con fuerza para ahuyentar el mal augurio.

Ginny se levantó de la cama y se acercó a la ventana observando el jardín.

—Ha quedado precioso—Añadió con un leve suspiro.

—Ni en sueños habría imaginado algo mejor. Es perfecto todo, las mesas, los adornos, la pérgola… pero sobre todo que se celebrará aquí. Esta casa es especial.

—¡Oh vamos Hermione! Esta casa es cada vez más pequeña y vieja. Y tener a tía Muriel dormitando entre sus paredes no la mejora en absoluto.

Hermione rió levemente y luego rodando los ojos añadió.

—Son las nueve deberíamos bajar y desayunar, hoy nos espera un día largo y ajetreado.

Ginny asintió convencida de ello, y ambas chicas abandonaron la habitación para bajar a la cocina.
Fueron las primeras, después de Molly claro, que llevaba ya una hora manos a la obra. Era incansable, y Hermione siempre la admiraba por ello. Entre las tres prepararon el café y las tortitas para que cuando los demás Weasley despertasen con un hambre voraz no tuviesen que esperar demasiado, y el carácter no se les agriara. Todos debían estar de muy buen humor aquella mañana de sábado de finales de Junio. Poco a poco el resto de la familia fue despertando más temprano de lo acostumbrado. Los primeros en aparecer fueron Bill, Fleur (que lucía una incipiente panza resultado de su tercer embarazo), y sus hijos, Victoire y un muchachito de cuatro años, Dominique. Los niños ocuparon rápidamente sus asientos al olor de las tortitas de la abuela. Fleur, que no estaba llevando demasiado bien su próxima maternidad, sintió nauseas nada mas entrar en la cocina y tuvo que correr hacia el baño. Bill sentó a su hijo pequeño en la silla junto a la mesa, puso un par de tortitas en su plato y corrió tras su esposa para ver si podía ayudarla en algo. Por el camino se cruzó con los gemelos que ya habían visto correr a Fleur, y entrar precipitadamente en el baño.

—Buenos días—Dijeron ambos nada mas entrar.

Todos saludaron a los dos pelirrojos que no tardaron en ocupar sus asientos y comenzar a zamparse el desayuno. Un poco mas tarde bajaron juntos Ron y Percy, charlando sobre los preparativos de la boda. El más joven de los dos hermanos parecía no llevar demasiado bien aquella conversación, y comentaba al otro los nervios que le producía tal acontecimiento. El olor a tortitas hizo que Ron olvidase por completo su preocupación por la boda y se centrase solo en el desayuno. Antes de sentarse a la mesa, saludó a su novia con un delicado beso en los labios, bajo la atenta y emocionada mirada de su madre. Hermione sirvió café y ambos se sentaron juntos a degustar el exquisito manjar marca Weasley. El único que faltaba era Charlie. Había decidido que hasta que no pasase todo el embrollo del enlace y Muriel abandonase la Madriguera, él y Tonks se quedarían en casa de los padres de ella. Sin duda, eso era muchísimo mejor que soportar constantemente las miradas acusadoras de la desagradable anciana. En el fondo Molly también agradecía aquella distancia, parecía que su tía aun no había mitigado su resentimiento por el segundo de sus hijos y presentía que en cualquier momento podía estallar una guerra entre ambos, o peor aun, con Tonks. Y no deseaba que nada enturbiara lo que en apenas unas horas sucedería en el jardín de su casa. El ambiente del desayuno era distendido, todos hablaban con todos. Fleur y Bill habían vuelto a la cocina y ella parecía tener mejor aspecto. Pero de repente Arthur hizo acto de presencia en la cocina, no habría sido nada alarmante si la persona que entraba de su brazo no fuese tía Muriel. Nada mas entrar, miró a todos por encima de sus inservibles gafas con severidad, pero luego desvió sus ojos hacia la muchacha de cabello castaño que estaba sentada junto a Ron y su expresión de dureza cambió mostrando un gesto en su rostro de compasión. Ron sofocó una risa al ver como la cara de su novia se volvía morada de rabia, esa mirada le acompañaría por el resto de su existencia, o al menos, mientras la anciana siguiese viva. Muriel soltó el brazo de Arthur, que respiró al fin aliviado, y caminó hacia Hermione.

—Querida ¿Cómo estás hoy?—Preguntó con aparente amabilidad.

—Igual de bien que ayer, tía Muriel.

La mirada de la anciana se hizo aun más compasiva, y eso exasperó a la joven hasta límites insospechados. Por suerte los ojos de Muriel se desviaron hacia Ron que en ese instante le daba un bocado a su tortita. El joven al percibir la mirada inflexible y temible de su tía, notó como el trozo de comida se quedaba atravesado en su garganta.

—Espero que este zopenco te esté tratando bien y lo siga haciendo cuando yo regrese a Londres después de la boda.

—Ron es lo mejor que me ha pasado en la vida tía Muriel, debes despreocuparte por eso—Añadió Hermione mientras le daba unas palmaditas en la espalda al muchacho que comenzaba volverse un poco azulado. Ron tosió con fuerza y el trozo del alimento bajó al fin hasta su estómago.

—Permíteme que lo dude querida, pero si tu deseo es estar con un miembro de esta familia, supongo que esa es solo decisión tuya, a mí solo me queda desearte toda la suerte del mundo, creo que la necesitarás. Lo único que me congratula es saber que usarás mi tiara, ya vimos que bien lucía sobre tu cabeza cuando pensabas casarte con… Charlie—Dijo aquel nombre encogiendo el rostro como si estuviese tragando cactus—Estoy deseando poder vértela puesta de nuevo.

Sin dedicarles ningún tipo de mirada más, Muriel se alejó de ellos y se sentó en el otro extremo de la mesa, no sin antes darle los correspondientes buenos días al resto de la familia ignorando por completo a Fred y a George.

El resto del desayuno pasó sin pena ni gloria, todos terminaron con gran rapidez hasta que solo quedaron sentados a la mesa Molly, Arthur y por supuesto tía Muriel que no se cansaba de hablar sobre el futuro enlace. Ginny salió al jardín, sabía que Harry no tardaría en llegar y decidió esperarlo sentada en los gastados columpios de neumáticos. Era reconfortante el calorcito que proporcionaba los rayos del sol, así que cerró los ojos y alzó el rostro para que esos rayos acariciasen su blanca y pecosa tez. Pronto oyó como se abría la cancela de la Madriguera. Abrió rápidamente los ojos y se puso en pie pensando que sería su novio, pero en vez de ver el cabello azabache del muchacho, vislumbró una cabellera larga y rubia adornando un rostro compungido y malhumorado al mismo tiempo. Era Luna y al parecer no tenía un buen día.

—Buenos días, Luna.

—Lo serán para ti Ginny—Dijo de malos modos sentándose en el otro columpio libre.

Ginny rodó los ojos con resignación. Su amiga tenía un nuevo drama en su vida, y a ella no le quedaba más remedio que averiguar de que se trataba.

—¿Qué sucede?

—Rolf, debía haber llegado ayer por la noche y no lo hizo—La voz de Luna sonó triste.

—Su vuelo se habrá retrasado, no te preocupes seguro que llegará hoy—Ginny intentaba animarla—Además tienes el dibujo ¿no?—Luna asintió pesadamente—Sabes que él siempre te lo deja antes de irse para que tengas la certeza de que volverá a recogerlo. Es suyo, ya te lo dijo.

—¿Y si no vuelve esta vez? Ginny para ti es fácil, Harry lleva ya dos años instalado definitivamente en Londres, os veis a diario. Yo solo veo a Rolf en Navidad y un mes en verano. Que venga a la boda de tu hermano es algo fuera de lo común porque estamos en Junio, y él siempre llega en Agosto… ¿Y si se ha cansado?... ¿Y si ha conocido a alguien de su ciudad, alguien a quien puede ver todos los días y no cuando su tiempo o el mío lo permite?

—No seas negativa Luna, tú nunca lo has sido… Rolf vendrá, y si no lo crees lee la inscripción que te dejó detrás de tu dibujo, nunca te ha fallado.

Las palabras de Ginny consiguieron apaciguar un poco el maltrecho corazón de su rubia amiga que decidió cambiar de conversación y confiar en que lo que había dicho la pelirroja fuese cierto.

—¿Qué tal todo por aquí?

—Bien, sino fuese porque los nervios están a flor de piel. Mamá pretende aparentar tranquilidad, pero sé que está como un flan. Charlie aun no ha aparecido, creo que lo hará justo cuando comience la boda. Tía Muriel más insoportable que nunca. Y Ron pensativo por los pasillos, y cuando le hablas del enlace se le desfigura el rostro, pobre él es el que está mas nervioso viendo lo que se le viene encima.

Luna rió a mandíbula batiente sin tratar de disimularlo.

—Va a llevar muy mal eso de que todas las miradas se centren en él. Es increíble que aun no haya superado del todo su timidez—Añadió la rubia mientras se daba un impulso para comenzar a balancearse sobre el columpio.

—Y eso que desde esta temporada va a llevar el control de los Chudley Cannons. ¡Cielos! El día que nos enteramos que Ron sería el entrenador del equipo casi nos morimos de la alegría—Ginny rió al mismo tiempo que Luna—Sobre todo cuando supimos la cara de frustración que se le quedó a Cormac… Ahora Ron lo dirigirá a él, eso fue lo mejor.

—Sin duda, ese idiota no ha tenido más que aceptarlo. La vida da vueltas Ginny, y cada cual tiene lo que se merece.

La pelirroja miró a su amiga y asintió sonriendo completamente de acuerdo con ella. La cancela volvió a abrirse, y esta vez la persona que llegaba sí tenía el cabello azabache y unos ojos verdes y brillantes que se clavaron en las dos muchachas. Ginny saltó del columpio y corrió hacia Harry lanzandose a sus brazos para darle un beso de bienvenida, y logrando que su amiga se muriese de sana envidia.

—¡Maldita sea! No hagáis eso delante de mí. Me da ganas gritar y conseguís que os aborrezca.

Ginny intentó no reír con el comentario de su amiga, pero no pudo evitarlo cuando Luna lo hizo antes mientras abandonaba el otro columpio.

—Buenos días Harry, te ves tan bien como siempre—Dijo saludándolo con un beso en la mejilla.

—Buenos días, ¿Y Rolf?

—Aun no ha llegado, sigo esperando, como siempre.

—Luna duda que esta vez venga—Añadió Ginny mirándola seriamente.

—¿De veras? Oh vamos Luna puedes dudar de cualquier cosa, pero no de que Rolf incumpla una promesa. Él dijo que estaría aquí para la boda y estará, así que no te preocupes.

Luna suspiró profundamente y luego sonrió a la pareja.

—Os dejo solos con vuestra odiosa felicidad, yo me iré a mi casa a llorar mi desgracia por los rincones.

Y diciendo eso, y tras dedicarles una sonrisa melancólica, atravesó la cancela alejándose mientras arrastraba los pies pesadamente.

—Umm, no lo lleva tan mal, ¿no crees?

Ginny miró a Harry con severidad y luego rodó los ojos.

—No hagas bromas con la pobre Luna, Harry. Yo en su lugar estaría aun peor que ella.

—El que tiene que estar subiéndose por las paredes es Ron, lleva una semana hablando de lo mismo y de cómo diablos se metió en esto—Rió Harry mientras pasaba un brazo por el hombro de su chica.

—No lo está llevando nada bien, te lo aseguro. Escuché como el otro día le decía a George que tiene pesadillas con la boda—Dijo Ginny bajando sustancialmente la voz—Por suerte mañana habrá pasado su tortura.

Harry movió la cabeza de un lado a otro con resignación y luego divisó a su pelirrojo amigo que trataba casi sin éxito meter a todas las gallinas y los pollos en el granero ayudado por Hermione. La pareja se acercó a ellos.

—¡Malditos bichos! Échame una mano Harry, hay que meterlos en la jaula que está ahí dentro—Dijo Ron casi sin aire y sudando mientras señalaba hacia el edificio de madera donde dormitaban las dos vacas de la familia.

Harry no lo dudó y se puso manos a la obra. Ginny y Hermione también echaron un cable a los chicos, pero las aves estaban nerviosas, revoloteaban y los dejaban casi ciegos con el polvo que levantaban al batir las alas. La tarea les llevó casi veinte minutos terminarla, y por fin respiraron aliviados cuando vieron a todos los animales dentro de la oxidada jaula del granero. Estaban hechos un desastre, sucios, sudorosos y agotados.

—Será mejor que me vaya a casa a darme una buena ducha si quiero estar aquí antes de las cinco de la tarde—Comentó Harry pasándose el antebrazo por la frente.

—Sí, no es mala idea—Argumentó Ginny intentado quitarse algunos restos de heno que había quedado enredados en los rizos de su cabello rojo—Te acompañaré hasta el camino.

—Gracias Harry.

—No hay de qué Ron, y no te preocupes, todo saldrá bien.

Diciendo eso, Harry y Ginny abandonaron el granero, dejando Hermione y a Ron solos. La chica miró a su novio y frunció el ceño con resignación.

—Oh vamos Ron. No puedo creer que aun estés tan nervioso—El pelirrojo suspiró—¡Es increíble! Sabes que no serás ni el primero, ni el último en pasar por eso.

—No puedo evitarlo.

Hermione movió la cabeza de un lado a otro intuyendo que lo único que podía hacer era esperar a que llegase el momento de la boda y él mismo se diese cuenta que no era para tanto.

—Estoy deseando verte bajo esa pérgola de flores. Estarás tan guapo que no sé si podré resistirme a que toda la ceremonia y la fiesta terminen para lanzarme sobre ti.

Hermione había decidido cambiar de tema y ese tema era mucho más agradable y más relajado que el anterior. Ron abrazó a su novia por la cintura y miró hacia la parte superior del viejo y gastado edificio de madera, luego sonrió maliciosamente. Hermione enarcó una ceja con reticencia.

—De eso nada. No hay tiempo Ron. Pronto será medio día, debemos almorzar, y prepararnos para la ceremonia. Además, en este momento, no estás tan irresistible y este lugar no es una maldita pérgola floreada.

Ron rió, y se miró de arriba abajo. Hermione llevaba razón, estaba muy sucio por culpa de las endiabladas gallinas. Pero aun así insistió una vez más, agarrando con más fuerza la cintura de la chica y aproximándola hacia él.

—Sin embargo tú sí estás de lo mas atractiva y salvaje así—Miró de nuevo hacia el habitáculo superior—Deberíamos aprovechar el tiempo, además, creo que eso me liberaría de mi estado de nervios.

Hermione alzó una ceja y luego agarrando con sus frágiles manos las enormes manos de Ron que rodeaban su cintura, añadió.

—No, ya habrá tiempo después de la boda.

Ron retiró su abrazo de la cintura de la joven y cruzó los brazos sobre el pecho a modo de enfado.

—Odio cuando te pones terca… Muy bien, aguantaré, pero podrías darme un adelanto ¿No?

—¿Estás seguro? Mira que sé que cuando empiezas no sabes parar—Le advirtió ella.

—Seré bueno, un adelanto nada mas, por favor, lo necesito.

Hermione rió ante la suplica del muchacho y luego se aproximó a él, le apartó las enormes manos del pecho y pasó las suyas por detrás del robusto cuello de Ron, besándolo a continuación. El beso fue intenso y largo, y en ese tiempo el pelirrojo ya intentaba pasar a mayores tratando de buscar por debajo de la camiseta de Hermione la ropa interior de ella. La muchacha se separó de golpe y lo apartó con ambas manos, dejándolo desconcertado.

—¡Lo sabía! Eres incorregible, ¿Ves como no sabes parar?—Ron rodó los ojos resignado, a Hermione no le quedó otra opción que sonreír—No hay tiempo ahora, y sí todo el que quieras después de la boda… Anda, vamos.

Las dos últimas palabras las pronunció mientras tiraba a duras penas del muchacho que se resistía a salir del granero.

Al medio día Molly ya había servido el almuerzo y todos comieron con tanta rapidez que hubo más de un atragantamiento, toses y golpes en la espalda. Pero todos sobrevivieron, incluso tía Muriel que durante un rato tuvo un pequeño hueso de pollo atravesado en la garganta, pero tras un buen golpe de tos y un par de toques que Arthur le propino a nivel de los omóplatos, terminó de nuevo en su plato de porcelana blanca. Los gemelos no pudieron evitar mirar con aversión aquel pequeño trozo óseo una vez expulsado pensando en lo bien que hubiese quedado en la garganta de tía Muriel para toda la eternidad.
Tras el disgusto, sobre todo para la anciana, comenzaron las interminables colas para el baño. Todavía no había salido uno, cuando otro ya se disponía a entrar. El tiempo apremiaba. Por fin después de tanto ajetreo de entradas y salidas del baño, y averiguar donde estaba la corbata de Bill, el cinturón de Arthur o los lazos marfil del vestido de Victoire, la Madriguera y su multitud de habitantes comenzaron a respirar con mas tranquilidad. Eran las cuatro y media de la tarde, y todos estaban listos para empezar a dar la bienvenida a los primeros invitados.

Y así fue todos los asistentes a la boda comenzaron a llegar de forma intermitente pero constantes, como las primeras gotas de lluvia en otoño. Los primeros, para seguir con su costumbre de no perderse nada, fueron los Dursley, que nada mas llegar saludaron efusivamente a tía Muriel ignorando al resto de la familia. Seguidos de ellos hicieron acto de presencia los McLaggen, con Cormac y su estirada novia al frente, y los Brown, sin Lavender que no había podido asistir por encontrarse en medio de la selva africana con una organización de médicos altruistas. Todos se preguntaron alguna vez si aquella inesperada vocación se debía a ella, o al hecho de que el medico jefe de la organización fuese el hombre que acaparaba ahora toda su atención. Cada cual tenía su opinión al respecto, pero todos coincidían que fuese por lo que fuese, ella estaba allí, y no todo el mundo tenía el valor suficiente para dar un paso tan importante como aquel. Los Tonks fueron los últimos vecinos en asistir, Charlie y su novia saludaron a todos, pero no les hizo falta ignorar a tía Muriel porque de eso se encargó ella solita haciendo como si la pareja no existiera. A medida que iban compareciendo, cada invitado ocupaba una de las sillas blancas que estaban dispuestas en hilera delante de la pérgola de flores donde se produciría el "Sí quiero" de los novios. Alicia y Angelina llegaron casi al mismo tiempo que los Tonks, rápidamente Fred y George corrieron a su encuentro y ocuparon sus asientos junto a las dos jóvenes. Toda la familia y amigos por parte del novio estaba casi al completo, todos menos los Lovegood. Ginny comenzó a preocuparse aunque trataba de disimularlo cada vez que saludaba a un miembro de la pequeña familia de la novia, personas a las que prácticamente no conocía. En uno de esos momentos en que pudo escabullirse de la bienvenida, se acercó a Harry y con él sí dio rienda suelta a su intranquilidad.

—Luna aun no ha llegado y falta solo diez minutos para que comience la boda.

—No te preocupes vendrá—Dijo Harry, aunque en el fondo también se extrañaba de la tardanza de la joven.

—¿Y si Rolf no ha aparecido?

Harry se encogió de hombros, él no podía responderle a esa duda. Sin embargo aun no habían terminado su conversación cuando los Lovegood atravesaron la cancela de la Madriguera. Ginny los divisó enseguida, e igual que se sintió aliviada, luego comprendió que Luna no debía sentirse demasiado bien. Los dos llegaban solos, sin el joven escocés. A Ginny no le cupo duda que esta vez Rolf sí parecía haberle fallado a su rubia amiga. Rápidamente se acercó a la joven que se mostraba tremendamente abatida. El señor Lovegood se apresuró a saludar al matrimonio Weasley, dejando así a solas a ambas muchachas.

—¿Qué ha pasado?—Preguntó Ginny mientas pasaba un brazo por los hombros de Luna.

—No lo sé, no ha llamado y su teléfono no está operativo… tal vez no tomó ese vuelo nunca—Suspiró apesadumbrada.

Ginny no sabía que decirle para poder animarla. Porque, bien mirado, dijese lo que dijese, no tenía la certeza absoluta de que Rolf quizá, sencillamente esta vez, no hubiese deseado estar al lado de Luna. Por suerte Harry las interrumpió indicándoles que la ceremonia iba a comenzar. El novio ya estaba en su lugar bajo la pérgola, a su lado el padrino y detrás de un atril el pastor que oficiaría el enlace. Solo faltaba la protagonista del evento y los invitados esperaban ese momento con ansias. Daban las cinco de la tarde, era la hora, la novia debía hacer su entrada. Todos contenían las respiraciones, los niños estaban preparados con sus canastos de pétalos de flores para lanzarlos delante del la novia al paso de ésta por la roja alfombra. Ron, debajo de la pérgola se frotaba nervioso las manos, sudaba. Hacía calor y con ese vestuario de pingüino mucho mas. El pastor se aclaró sonoramente la garganta cuando miró su reloj y pudo ver que pasaban cinco minutos de la hora señalada y la novia no daba señales de vida. Pero los cinco minutos se convirtieron rápidamente en diez, y los murmullos de voces por parte de los invitados comenzaron a envolver aquella zona del jardín.

—¿Qué pasará?—Preguntó Harry a Ginny.

—No lo sé.

—Oye—La voz era de Tonks que estaba sentada detrás de la pelirroja y su novio—¿Dónde está Hermione?

—¡Cielos! No tengo ni idea, tendría que estar ya aquí—Contestó Ginny una vez mas haciendo cada vez más notable su nerviosismo.

—Esto se pone feo—Susurró la novia de Charlie al oído de éste.

El pelirrojo desvió los ojos hacia el novio y el padrino, que ya no podían ocultar por más tiempo la tensión que acumulaban por la espera. Incluso el pastor se frotaba inquieto las manos. Dominique comenzaba a aburrirse, y se entretenía en colocar pétalos de flores sobre su nariz y soplarlos después para ver cual llegaba más lejos. Victoire reía a su lado, pero las risas y el juego quedó sofocado cuando Fleur entró en acción y los amenazó con dejarlos sin probar pastel si continuaban alborotando. Ginny no dejaba de mirar hacia la cancela, la novia debía llegar por aquel lugar. Desde su sitio no se divisaba muy bien la entrada, y el tiempo transcurría, ya pasaban quince minutos desde el instante en que debía dar comienzo la ceremonia. Los murmullos eran cada vez menos sofocados. Tía Muriel estaba roja, sobre todo porque su "tesoro" se encontraba supuestamente sobre la cabeza de la novia, y si ella no aparecía con la tiara, podía arder Troya. De repente Ginny abrió desmesuradamente los ojos, una persona… no, dos corrían hacia donde ellos estaban. La primera era Hermione, sin duda, su vestido malva hacia ondas con la carrera. Detrás de ella un joven alto, rubio y que portaba una maleta le seguía el paso a la misma velocidad.

—¡Luna! Es Rolf… ¡Mira! Viene con Hermione—Exclamó Ginny tirando del brazo de su amiga.

La rubia se puso en pie girándose para ver si lo que decía la pelirroja era cierto y así era, se trataba de él, no había dudas. Rápidamente abandonó su lugar y corrió a su encuentro. Hermione pasó junto a ellos como una exhalación.

—¡Rolf! ¡Cielo santo! ¿Qué ha pasado?... ¡Me asustase!—Exclamó la rubia dándole con el puño cerrado en el hombro.

—¡Un desastre! El avión se retrasó, mi teléfono se quedó sin carga… ¡Lo siento!—Se disculpaba el joven dejando la maleta sobre el suelo.

—Pensé que no vendrías—Luna había cambiado el tono de su voz.

—Por supuesto que iba a venir. Tú tienes algo mío que quiero recuperar ¿Lo tienes ahí?

Luna sonrió y metiendo la mano en el bolsito que hacia juego con su vestido naranja, sacó el papel doblado que contenía el dibujo que Rolf le había hecho tres años atrás.

—Tómalo.

—No, esta vez no—Dijo él con voz seria—No he venido a llevármelo.

Luna lo miró confundida.

—¿Ya no lo quieres?

—Claro que lo quiero, es mío. Solo que esta vez cuando acabe el verano, yo no voy a irme de aquí y por lo tanto no necesito regresar por él.

—¿Qué quieres decir?

—Conseguí un puesto en un laboratorio de biología de Londres… Lo pedí hace tiempo, pero me lo han concedido hace apenas dos semanas—Los ojos de Luna se abrían hasta casi salírsele de las órbitas— No te dije nada porque es una sorpresa… me quedo en Londres, Luna.

La respiración de la joven se volvió acelerada y de un salto se encaramó en los brazos de muchacho que la sostuvo a lo justo para que ella no cayese al suelo. Ninguno de los dos dijo nada más, porque sus bocas estaban ocupadas en una tarea en la cual las palabras sobraban.

Llegó casi sin aliento, Ron la miró desconcertado y Percy, a su lado, aun mas. Los invitados que la habían visto atravesar la alfombra roja corriendo desesperadamente murmuraban entre sí. Hermione agarró las manos de Percy y dijo entre cortadamente.

—Está aquí… llegó, pero a medio trayecto por el camino… se le pincho una rueda… viene caminando, por eso se retrasa… llamó, pero solo estaba yo en la casa. Preparaos, Audrey está a punto de cruzar la cancela.

Percy exhaló un suspiro de alivio, y Ron le dio unas palmaditas en la espalda mientras resoplaba con fuerza. Hermione sonrió a ambos jóvenes y luego se retiró a su lugar entre los invitados de la hilera de sillas blancas, precisamente en la silla vacía que quedaba junto a Harry.

Tal y como había anunciado Hermione, Audrey, su padre y su vestido blanco (excepto por los bajos), aparecieron por la cancela. La joven se recompuso pasando la mano por el brazo de su padre, las primeras notas de la marcha nupcial de Mendelssohn se oyeron, los niños ocuparon su lugar al principio de la alfombra roja, (Dominique casi no tenía pétalos en su cesto blanco), los invitados recobraron su estado de emoción, y Percy dibujaba en su rostro una deslumbrante sonrisa mientras la veía avanzar lentamente hacia él. Ahora todo volvía a ser perfecto. Hermione, que ya ocupaba su lugar junto a Harry, observaba todo a su alrededor con entusiasmo, imaginando lo maravilloso que seria el día que ella atravesase también aquella alfombra roja para unirse a Ron. La novia estaba deslumbrante, sobre todo por el adorno recargado que llevaba sobre la cabeza. Tía Muriel había vuelto a sonreír orgullosa, Molly tenía los ojos húmedos, y Arthur le guiñaba disimuladamente un ojo a Percy para infundirle ánimos. Pero la mirada de Hermione se centró en su novio, el joven continuaba nervioso, aun más si era posible. Ser el padrino no era tarea fácil, y aun no comprendía como Percy lo había llegado a escoger a él. Pero así había sido. La novia llegó junto al novio, y la ceremonia dio comienzo al fin. Hermione continuó observando a su chico que se tocaba insistentemente el bolsillo izquierdo de la chaqueta de su traje de pingüino. Allí estaba guardada su tortura, aquello que no lo había dejado conciliar el sueño desde que Percy decidió que él iba a ser el segundo hombre más importante del festejo. El motivo por el cual todas las miradas recaerían sobre él. Porque él era el encargado de oficiar el brindis y aun peor, de dar el discurso. Y eso era lo que guardaba en el bolsillo, el trozo de papel con las letras impresas que habían elaborado juntos. Hermione le había echado un cable, pero solo a la hora de escribirlo, porque pronunciarlo, tendría que hacerlo él solito. Hermione rió en voz baja, era absurdo sentirse tan agobiado por una nimiedad como aquella, pero aquel chico pelirrojo, fuerte, alto y fascinante sufría lo indecible con aquella misión. Porque así era Ronald Weasley, y eso era lo que la había enamorado de él. Que siempre, pasase lo que pasase, continuaría siendo tan tímido y encantador como el joven de las fotografías que Charlie le mostró un día sin saber las consecuencias que eso conllevaría.

La boda fue un éxito, los novios una pareja feliz, y los invitados comieron y bebieron para festejar su felicidad. El discurso de Ron fue un desastre, pero pronto quedó olvidado, sobre todo cuando las cervezas y las botellas de licor comenzaron a tomar protagonismo. Aquella había sido la segunda boda que se celebraba en la Madriguera, y todos eran conscientes de que no iba a ser la última, porque cuando Audrey lanzó su ramo, éste fue a caer en las manos de Ginny…

Pero esa boda, y lo que sucedió en ella, pertenece ya a otra historia…



Y hasta aquí llegó este fic, queda oficialmente clausurado...

No os dejéis llevar por el final, aun no he decidido si continuará o no, en este instante, es el final.
Podría no haber escrito este epílogo, y haber terminado la historia en el capi anterior, pero he querido hacerlo, porque necesitaba ver una vez mas a todos los Weasley juntos y el epílogo contando la boda era una buena oportunidad de hacerlo.

Como cada vez que termino una historia os cuento en que me he basado para escribirla y ésta no será una excepción. Es tal vez la historia mas fácil que he escrito, casi fluía sola, porque me he basado:
* En los distintos tipos de vivir el amor, a través de cuatro historias diferentes; La de Ron y Hermione, basado en que la atracción física es importante y como una atracción así puede terminar en un tierno amor, sin necesidad de prescindir de la pasión. La de Harry y Ginny, basado en la paciencia y la devoción, en la ternura y en aceptar que a veces todo lo que deseamos está tan cerca que somos incapaces de verlo. En la de Charlie y Tonks, y en como una amistad entre dos personas puede llegar a convertirse en algo mas casi sin que ninguno de los dos se de cuenta y de forma recíproca. En la de Luna y Rolf,y en como hay que aprovechar los buenos momentos, que son pocos y pasan rápido. Pero sobre todo quise hacer incapié en dos formas diferentes de amar, el que se tiene por la familia y por los amigos.
*Otra cosa en la que quise basarme fue en la capacidad de superar las adversidades, como en el caso de Ron que finalmente, y pese a lo que le sucedió encontró una salida para poder dedicarse a algo que le hiciese feliz y hacerse valer una vez mas en vez de hundirse en su desgracia.
*Lo último importante que usé para este fic, es que no hay futuro, que las cosas pasan hoy, y que mañana... bueno no se sabe si habrá mañana. Hermione entendió eso, entendió que la vida no se planifica a largo plazo porque a veces las cosas no suceden como esperamos.

Eso es lo que quise contar, en plan de humor, y relajado. Si os trasmití todo eso, este fic mereció la pena.
Gracias por la aceptación, por la fidelidad y por el cariño que habéis mostrado a esta historia...
Sí la disfrutasteis como creo que sucedió, mis dolores de espalda están mas que justificados
Creo que ya no me queda mas que decir, solo daros las gracias una vez mas, sobre todo por el cariño y el respeto que siempre mostrais cada vez que escribo algo...
Besos infinitos a todos y todas las que habeis participado, en mas o menos medida, leyendo y dejando vuestros rr, o solo leyendo sin daros a conocer...

Contesto rr de las personas que no tengo la cuenta, a las demás, gracias y lo haré por mp porque esta nota de autor se alargó demasiado:

Pulytas: Hola, mil gracias a ti por animarte a leerla, me alegro que mi historia te haya hecho entrar en el raro mundo del AU. Es fantástico que te haya gustado, un beso...

vetchle: Hola, ay me acuerdo de ti, gracias por volver para dejarme tu comentario. Me alegra que te hayan gustado todos los capitulos y gracias por lo que dices sobre mi forma de escribir... Un besotes y mil gracias por leerlo...

Nos vemos pronto...

Yolanda Maria (Icecreammanrupert)

PD: Para aquellos interesados, "Londres" (mi proximo fic) comenzará a finales de este mes... un beso...